confunde con el arte popular. Se trata en realidad de una elite cultural que finca sus ideas en acercamientos con el pueblo y ello le permite expresar

Reseñas Arte feminista indígena Eli Bartra. 2005. Mujeres en el Arte Popular. De promesas, traiciones, monstruos y celebridades, México, UAM/ CONACUL

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Arte feminista indígena Eli Bartra. 2005. Mujeres en el Arte Popular. De promesas, traiciones, monstruos y celebridades, México, UAM/ CONACULTA - FONCA.

Martha Monzón*

El texto que a continuación se reseña es abordado por la autora desde una perspectiva feminista, la cual fue aplicada a expresiones artísticas elaboradas por indígenas y mestizas que viven en poblados rurales. El trabajo consta de la introducción, ocho capítulos, el epílogo, los agradecimientos y la bibliografía. En la introducción menciona que el arte popular ha sido poco estudiado y devaluado por el pensamiento feminista. Algunas sugerencias sobre las razones pueden ser que al no estar firmado sus autoras/es no son visibles, porque no existe una historia del arte popular o porque no hay tanta riqueza en los países desarrollados. Aunque a lo largo de este trabajo se acepta el concepto de arte popular, la autora reconoce que tiene que ser revisado y discutido. Rechaza –––––––––––––– *

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Centro INAH Guanajuato.

enfáticamente lo que se denomina arte étnico –lo creado por gente no blanca, por considerarlo eminentemente racista e inútil metodológicamente. Inscribe su trabajo dentro de la teoría feminista del arte a partir de manifestaciones artísticas que guardan un sincretismo que combina elementos artísticos de dos esferas sociales distintas. En el capítulo I. denominado: El arte popular y algunos de sus mitos, se discute la conceptualización y diferencias que surgen entre artesanías y arte popular. Las primeras tienen más que ver con la habilidad manual y con una función práctica mientras que el segundo implica creación, es dinámico y se transforma aunque también guarda elementos de corte conservador en sus formas y contenidos. Siempre se le relaciona con la cultura e identidad nacional, por ende, se le reconoce como un símbolo histórico cultural a pesar de que dice la autora, no guarde ya raíces prehispánicas sino ya hispánicas. En cuanto a su valoración y consumo, porque se consiguen en lugares de fácil acceso se da una tendencia a devaluarlas. Finalmente introduce al arte populista que a menudo se

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confunde con el arte popular. Se trata en realidad de una elite cultural que finca sus ideas en acercamientos con el pueblo y ello le permite expresar sus habilidades artísticas por y para el pueblo. Las mujeres y las pinturas votivas, mejor conocidos como exvotos y presentes en casi todas las iglesias de nuestro país, para agradecer al santo de devoción por los favores recibidos, constituyen el contenido del capítulo II. Se constituyen de tres elementos: texto manuscrito, imagen del suceso narrado y la imagen invocada. Su origen es hispánico, por supuesto, y sus inicios pudieron gestarse a partir de profesionales que ofrecían sus servicios a los fieles. No están firmados lo cual impide afirmar si las mujeres ejercían este oficio ni tampoco sirven como indicadores para conocer una región ni a un grupo social, sin embargo proporcionan elementos sobre el pensamiento, la visión del mundo, migraciones, enfermedades, epidemias y accidentes, pero sobretodo creencias impuestas. Las esculturas de cartón representando a Judas Iscariote y sus correlativos traidores de la época contemporánea, inspiran a la autora para estructurar el

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capítulo III al cual nombra como: Judas no fue mujer, pero…. Aunque es de raigambre hispánica tiene sus fundamentos de origen en sociedades precristianas y se relaciona directamente con los ritos de inmolación y de purificación por medio del fuego. Esta tradición tiende a desaparecer: mientras antes era un evento público ahora sólo se realiza al interior de los hogares, narra la autora que la quema era una fiesta popular pública de trasgresión con algunos tintes de violencia; asimismo los artesanos han disminuido notablemente y en la actualidad solo se producen en la Ciudad de México, Guanajuato, Puebla y Morelos. Difícilmente se representa la figura femenina, sólo en San Miguel de Allende existen las llamadas Judas Catrinas. Se trata de personajes predominantemente masculinos algunos admirados y otros odiados, en donde predomina el diablo, charros, artistas y políticos; estos últimos se han aprovechado como instrumentos de crítica social y política. En general, los hombres son los artífices de este arte popular efímero, sin embargo, actualmente algunas mujeres con tradición familiar en dicha actividad han

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incursionado con éxito en esta manifestación artística. En el capítulo IV al cual nombra Arte fantastico: alebrijes y ocumichos la autora incluye dos tipos de arte popular. Por un lado, analiza los alebrijes hechos de papel y alambre o de madera, sin una función práctica concreta, de los cuales comenta se mueven entre el arte fantástico o el surrealista, cuya frontera es bastante frágil. Ambos imprimen fuertes dosis de imaginación. Son manufacturados indistintamente por mujeres y hombres y representan extraños monstruos, seres multicolores fantásticos, cada pieza es única no utilizan moldes ni bocetos previos, van gestándose conforme se van trabajando. Los primeros trabajos fueron anónimos, pero conforme fueron adquiriendo valor como obra artística es que empezaron a firmarse. La segunda parte del capítulo la conforman los diablitos, característicos del poblado de Ocumicho, Michoacán, en donde desde principios del siglo pasado las mujeres elaboraban piezas de alfarería. Con los diablos como base de su inspiración representan todas las actividades que realizamos los humanos desde ir a la cantina, pasear en autobús, en bicicleta, cantar, bailar, llorar, comer, ir al

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doctor, en fin. Se moldean a mano y se cuecen en hornos de leña familiares, se pintan y algunos se barnizan. Se elaboran por las mujeres y los hombres les ayudan y calculan los costos para saber en cuánto los venderán. Algunas artesanas han tenido acceso a imágenes alusivas a la conquista de México, las cuales han reproducido en barro creando un sincretismo entre arte popular y arte culto. Es precisamente esta amalgama de arte culto con popular lo que dio pauta al capítulo V llamado Frida Kahlo de visita en Ocotlán: “aparte es la pintura y aparte es el barro”. En Oaxaca se ubica el poblado de Ocotlán de donde son nativas las mujeres que, inspiradas en pinturas de Frida Kahlo, han representado en barro sus imágenes. Se trata de un negocio familiar colectivo dirigido por la madre, apoyada por el padre y que involucra a las/os hijas/os. Las friditas, como son llamadas, tienen alma propia y aunque las proporciones y la plástica en la que están inmersas difieren, le han otorgado a las pinturas de la Kahlo un valor agregado y a las manifestaciones producto de la interpretación de las pinturas un sello particular.

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Sin embargo, la frontera que las separa es en cuanto a su clasificación dentro del mercado del arte, –coptado por la élite de las sociedades–, que han considerado el de barro un “arte pobre, hecho por los pobres de la sociedad”. Nuevamente en Oaxaca, pero ahora con textiles, telar y tejedores vuelve a encontrarse una conjugación entre el arte culto y el arte popular. El capítulo VI. “Las Pinturas” En los Sarapes de Teotitlan. Aquí se resalta el trabajo de mujeres y hombres que usan el telar de pie para confeccionar tapetes de diversos tamaños y diseños. En 1963 Rufino Tamayo y el tejedor Isaac Vásquez introdujeron la reproducción de pinturas de grandes artistas como Miró, Picasso, Kandinsky, Vassarely y Rivera, entre otros. Los artesanos del lugar los adicionaron a sus diseños tradicionales inspirados en la geometría prehispánica, como la greca escalonada o la flor de Oaxaca. Las mujeres trabajan menos tiempo que los hombres ya que deben realizar también las labores domésticas. Señalan que cuando sacan un diseño lo reproducen con cierta periodicidad ya que sacar uno nuevo implica meses de trabajo que no siempre pueden dedicar

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pues necesitan recursos para vivir. Están afiliadas a una cooperativa, que recibe algunos apoyos de oficinas gubernamentales y mucho apoyo de la ONG feminista “semillas”. Esto les ha permitido comercializar con cierta continuidad sus productos, inclusive diversificarlos. Los tapetes y sarapes también incluyen diseños de los navajo, y se lograron comercializar en Saltillo hasta que desde ese lugar se hicieron famosos. La autora concluye el capitulo señalando que las reproducciones develan el aura de los artistas cuyas obras son inalcanzables, amén de estar colocadas en vitrinas de museo, cuando los tapetes son accesibles al bolsillo y se colocan en el suelo. El movimiento zapatista de 1994 trajo muchas sorpresas para la nación. En este capitulo con palabras de la autora, encontramos que “el neozapatismo ha creado una neoartesanía”, y fue denominado De humildes muñecas de trapo a zapatistas. De tiempo atrás, las mujeres tzotziles habían apoyado la economía familiar fabricando blusas, cinturones, pulseras y muñecas de trapo que portaban la vestimenta tradicional. Después de enero de 1994, con la irrupción del EZLN, a esas muñecas les

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colocaron los pasamontañas que identifican a los zapatistas y les pusieron grado y nombre, es decir, la comandanta Ramona y el subcomandante Marcos que automáticamente simbolizan justicia y libertad. La reelección en torno a estas manualidades es la inmensa capacidad de cambio y adaptación a los requerimientos del mercado transformando y/o creando obras que se comercialicen y por ende coadyuven en su economía. Así como el movimiento zapatista está transformándose y renovándose en la misma medida estas figuras podrán sobrevivir o desaparecer, conforme lo dicte el movimiento indígena. El último capítulo se constituye de un trabajo netamente femenino elaborado en el estado de Guanajuato, concretamente en la ciudad de San Miguel de Allende y sus alrededores. Se trata del capítulo VIII que fue nombrado: Bordadoras de milagros. Se trata de exvotos bordados a mano. El trabajo de bordado tiene antecedentes importantes en la región sólo que se hacían en servilletas. Al igual que todos los exvotos la intención es dar las gracias por los favores recibidos. Sin embargo, el tiempo que se imprime al trabajo, la materia

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prima y el mercado ha cerrado sus puertas a estas artesanas que tuvieron un breve tiempo de éxito pues sus elevados costos impiden su comercialización. Aunque han salido a la luz en el extranjero y se le ha dado cierta difusión y han sido apoyadas por organismos estatales, no se logra balancear costos con ganancias. Por esta razón es que tiende a desaparecer, aunque ahora se está incursionando en el bordado de camisetas apoyados por la Asociación civil FAI (Alianza Internacional Save the Children). Para finalizar, presenta en el Epílogo las conclusiones de su trabajo. En él señala que las mujeres dedican mayor tiempo al arte popular que al elitista y que por tanto en el primero se percibe una predominancia femenina. Puede ser porque comparten su condición de “subalternidad social”, la desvalorización y el anonimato ante lo cual la autora se atreve a afirmar que es un arte femenino, aunque las mujeres no se consideren artistas. Además, el arte al que se ha dedicado este trabajo consigue mediante el sincretismo de ideas, colores y formas amalgamar lo culto con lo popular, conservando lo propio y transformándose de acuerdo a la

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realidad del país. Con todo lo anterior se va nutriendo y enriqueciendo el arte popular. Quisiera comentar que el discurso está elaborado de una manera, sencilla y accesible, lo que permite una lectura agradable y ágil, sin descuidar sobre todo aspectos académicos que es necesario resaltar en cualquier trabajo profesional. Esta cualidad de combinar una lectura agradable con aspectos de índole profesional no es fácil de conseguir. En este caso la formación académica, la trayectoria profesional y el compromiso personal de la autora ante la temática trabajada le permiten jugar con las palabras para darle profundidad al contenido y al resultado de la investigación a través del uso de un lenguaje muy accesible.

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