CONTEMPLAR LA PROPIA VIDA ANTE EL PORTAL

CONTEMPLAR LA PROPIA VIDA ANTE EL PORTAL Retiro fin de año 2010 - Inicio 2011 Rosa Ruiz, Misionera Claretiana El cambio de año se presta a ser un tie

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CONTEMPLAR LA PROPIA VIDA ANTE EL PORTAL Retiro fin de año 2010 - Inicio 2011 Rosa Ruiz, Misionera Claretiana

El cambio de año se presta a ser un tiempo para repasar lo vivido y hacer propósitos de futuro. Si tenemos la suerte de poder dedicar un día a “retirarnos”, sería una pena que lo desaprovecháramos justo cuando a nuestro alrededor, hasta en los telediarios hacen balance del año... Pero también sería una pena que nuestra capacidad de revisión y propósitos de año nuevo no se distinguiera en nada de los que no creen. Para un creyente, toda memoria está llamada a ser acción de gracias y petición de perdón; todo propósito de nuevos deseos futuros está llamado a ser oración de petición y unión de nuestra voluntad con la del Padre. Por eso, desde estos dos apoyos comenzamos el retiro:  

Que no haya revisión del año sin petición de perdón sincera y acción de gracias profunda Que no haya nuevos propósitos sin deseo hondo de hacer de la voluntad del Padre la nuestra propia.

Puede parecer que sólo es cuestión de palabras, pero es un cambio de actitud muy grande. En el fondo se trata de cambiar el centro de todo: mis fuerzas o las de Dios. Si el centro de mi pasado soy yo, revisaré lo vivido y haré balance de entradas y salidas, para bien o para mal. Si el centro de mi futuro soy yo, tendré la ingenua ilusión de pensar que son mis fuerzas y propósitos las que harán que el año nuevo camine en una dirección o en otra. Si esto es así, ¿en qué nos distinguimos de los que no tienen fe? Por eso, al iniciar el retiro no nos proponemos nada, sino que pedimos a Dios la gracia de situarnos en nuestra propia vida siendo Él el centro y no nosotros. No queremos “repasar” el año, sino contemplar la propia vida, personalmente (no la de quien tengo al lado) como un Misterio... Para ello vamos a ayudarnos del CONTEMPLAR LA PROPIA VIDA

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Misterio de los Misterios: Dios hecho carne, uno entre nosotros. La invitación es hacer de la Encarnación que celebramos estos días una especie de “prisma”, de “crisol”, de “gafas vitales”, a través de las que contemplemos lo que somos, lo que hemos sido y lo que seremos.

Y EL VERBO SE HIZO CARNE... LO QUE NO FUE ASUMIDO, NO FUE SALVADO Así decían los Padres en los primeros siglos. Decimos con mucha facilidad “el Verbo de Dios se hizo carne”, pero es una afirmación muy radical. La Iglesia pasó siglos aclarando qué quería decir y por qué era tan fundamental creerlo o no. Tenía consecuencias importantes. De hecho, el término “encarnación” no aparece en la Biblia, pero en las cartas de Juan se llega a decir que para saber si alguien proviene de Dios, hay que ver si confiesa a Jesucristo hecho carne como Dios, o no. Y si no confiesan que Jesús vino en la carne son el Anticristo, el demonio (1Jn 4,2; 2Jn 7). Juan podría haber dicho que se hizo “hombre” (anthropos) o “cuerpo” (soma), pero dijo “carne” (sarx). Hay que esperar al siglo II para que san Ireneo de Lyon se “invente” la palabra “encarnación” (sarkosis). Recordemos qué significa “carne” en la Biblia: *(AT) BASAR: más que el mero soporte fisiológico (Gn 2, 21), es la persona total en cuanto unidad (Sal 73) e incluso todo ser viviente, toda criatura temporal, limitada, frágil, necesitada del “soplo vivificador de Dios”, justo porque sabe que no es Dios. *(NT) SARX: se añade un elemento positivo, ya que sólo en la carne (existencia mortal) se dio a conocer el amor de Cristo. Pero también vivir según la carne significa todo lo que impide vivir según el Espíritu de Dios. Por tanto, afirmar que el Verbo se ha hecho carne, significa creer que Dios, el Creador del universo, el principio y el fin de todo lo creado, no ha despreciado lo limitado, lo frágil, lo caduco... Al contrario: para salvarlo, lo ha asumido y en la persona de Cristo nos muestra el destino final de nuestra carne, si nosotros nos dejamos hacer por su Espíritu. Es decir, el Verbo se hizo carne de nuestra carne; no una distinta a la nuestra. Es uno de los nuestros. Y así, haciéndose uno con nosotros, nos muestra el camino para hacernos nosotros uno con Él.

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La Encarnación no comienza en Belén, ni siquiera en Nazaret con la Anunciación. La Encarnación comienza desde la misma Creación, pues sin el Verbo de Dios, no se hizo nada de cuanto existe (Jn 1) y nada existe que Dios no ame, porque si no lo amara, no existiría (Sab 11,24). Pero en un tiempo y un lugar concreto, se nos quiso hacer visible y palpable. Cada una de nosotras, tal como somos y lo que estamos viviendo, existimos porque el amor de Dios nos hace existir. Cada día vivido es amado por Dios. Nada queda fuera de su amor. Si Dios mismo ama todo lo que soy, mi pasado, mi presente y mi futuro, ¿quién soy yo para maldecirlo? Contemplar la propia vida desde el Niño Jesús nos recuerda que estamos llamados a bendecir y no maldecir, porque desde siempre y para siempre, somos imagen y semejanza suya, hemos sido moldeados con sus propias manos, creados por Él y para Él (pues en el principio era la Palabra)...



Contemplo mi vida, mi pasado, mi presente y el futuro que espero: ¿hay realidades personales, comunitarias, sociales... que me cuesta asumir y acoger, que me cuesta amar? ¿Puedo ver cómo Dios mismo las asume y hace suyas y así las salva misteriosamente? ¿Me hace Dios alguna llamada a mí en estas realidades? ¿Qué brota más de mí cotidianamente, la bendición o la maldición?

Estamos llamados a reconocernos en Dios Niño, Dios-carne, Dios-humano, Dios-historia... pero no conviene olvidar que este Niño que adoramos es el mismo Jesús que caminará con los apóstoles, que curará, que vivirá en unión cotidiana con el padre, que querrá huir en Getsemaní y a la vez será capaz de permanecer en la voluntad de Dios pase lo que pase... Dios podía haberse encarnado en un ser humano ya maduro y perfecto, pero prefirió hacerlo en una carne como la nuestra, que tiene que ir creciendo en todos los sentidos (Jesús crecía en estatura, en sabiduría y en gracia, Lc 2). Si él es nuestro principio y nuestro fin, el molde de nuestra vida, también nosotros estamos llamados a crecer siempre en todos los aspectos: estatura-edad, sabiduría-madurez humana, gracia-relación íntima en la comunión con Dios.



Es difícil de medir, pero si alguien contara nuestra vida en este año último, ¿podría afirmar que hemos crecido o más bien no? ¿qué diría el narrador si contara la “buena noticia de la vida de .x.x...x fulanita... menganito..”? ¿qué ven

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los demás de mí, que les transmito? ¿qué me gustaría que contaran dentro de un año al contemplar mi vida?

Pero, cuidado... A veces, cuando hablamos de la Encarnación como el Misterio por el que Dios acoge y asume lo limitado, lo humano, lo ambiguo... podemos llegar a confundir esa limitación de la carne con Dios mismo. No nos salvan los límites y fracasos de cada uno (la propia carne) sino el Espíritu Santo de Dios que habita esta carne nuestra, que se hace una sola cosa, que une con total perfección lo humano y lo divino, tal y como celebramos en estos días. Por el sólo hecho de ser pobres y saberlo, de ser limitadas, de equivocarnos... no somos salvadas-sanadas. Dios es nuestro Salvador-Sanador en la medida que nos dejamos sanar por Él, es decir, en la medida que nos unimos a Él. Contemplemos lo vivido y lo que vivimos desde esta clave. Pongamos nombre a nuestra limitación, a nuestra debilidad, a nuestras meteduras de pata... las pasadas, las presentes y las futuras... que en el fondo, con gran seguridad, serán las mismas aunque tomen diversas formas. No estamos “acabadas-terminadas”; lo propio del ser humano es ser como el Niño Jesús: personas en continuo crecimiento. Crecer para un cristiano no es ser más perfecto cada vez sino vivir en una comunión cada vez mayor con Dios, en Cristo. Y esto sólo puede ser obra del Espíritu Santo en nosotros. Lo nuestro es dejarle hacer. Nada más y nada menos. Vuestra salvación está en consentir, decía S. Bernardo. Que la Encarnación no sea excusa para acomodarnos en nuestra “carne”, sino un impulso, una llamada a ver al Dios de la vida latiendo en todo lo nuestro. Tan humano sólo puede ser Dios, decía Leonardo Boff... ¿Cómo vamos de humanidad? Es el camino y el modo elegido por Dios para que lleguemos a Él, para crecer en comunión intima con Él. En Cristo se nos muestra a Dios y al hombre en plena comunión. Sin división y sin mezcla, Dios y hombre verdadero. Cada uno elegimos desde dónde vivir: según la carne o según el espíritu, o dicho de otra forma, siendo plenamente humanos porque estamos dejando que Dios nos mueva y anime en nuestros criterios, decisiones, deseos, sentimientos, elecciones... o in-humanos porque funcionamos desde nuestro propio querer, como haría una piedra o un árbol o un animal... sin capacidad para que mis propias necesidades, impulsos o ansias no sean las que marquen mi vida. Seguramente, a lo largo del año habrá habido momentos de las dos cosas (y CONTEMPLAR LA PROPIA VIDA

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los habrá). Nos vendrá bien hacernos consciente de ello, especialmente para poder elegir con mayor libertad la próxima vez cómo quiero responder. Si nuestro Dios –el Emmanuel- sólo se revela en la carne (la historia, lo real, la vida concreta...) hay que discernir siempre. El cristiano no tiene otro lugar para encontrarse con Dios: porque de Dios sólo sabemos que se ha hecho carne (Jn 1, 14) y que es Amor (1 Jn 4, 8). TODO, ABSOLUTAMENTE TODO, puede convertirse en carne de Dios. Incluso el pecado. Nada querido por Dios, puede ser un mal para nosotros. TODO puede ser SACRAMENTO PARA UN CRISTIANO, pero lo propio de toda carne es que tanto revela como vela. Jesús mismo no significó lo mismo para unos que para otros en su vida. Porque Dios se ha hecho carne, pero NO ES SOLO CARNE... Estamos llamadas a vivir todo desde esta admirable unión: de lo limitado y lo divino, lo humano y lo de Dios. El está siempre. Nuestra parte es elegir y colaborar con su acción en lo humano. Como un Niño, que se deja hacer... y como un adulto capaz de decir con fe y sufrimiento en Getsemaní: Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya...



Contemplemos, entonces, hasta qué punto dejamos que el Espíritu Santo sea una sola cosa en nosotros, en nuestras debilidades y errores, aciertos y límites. Propio de lo humano es vivirlo mezcladamente, como el trigo y la cizaña... Hagamos memoria agradecida, contemplemos lo vivido y lo que somos en este instante: da gracias a Dios por tanto impulso y acción transformadora que recibes de Él. Su fuerza, su gracia, su amor, su esperanza, su crecimiento, su capacidad para unirnos cada vez más a Dios y a la vez ser cada vez más humanos... Mira en qué y cómo has sacado vida de posibles errores... Agradece momentos de discernimiento vividos, que no han pasado por ti sin más... Hazte consciente de cómo y cuándo has experimentado ese Espíritu bueno de Dios actuando en ti, en tu debilidad y agradécelo.

Contemplar nuestra vida (pasado, presente y futuro) desde el Portal, significa aprender a amar la presencia gloriosa y transformante de Dios en la carne: amar la debilidad, la inconsistencia, la fragilidad, la caducidad, lo indigente, lo que no entendemos, lo que en nosotros está más necesitado o incompleto... como posibles VENTANAS A DIOS, siempre que sepamos abrirlas en lugar de ahogarnos en nuestra propia oscuridad. Toda situación humana puede ser un posible pesebre en el que repose Dios mismo. Cosa nuestra será elegir cómo lo vivimos. CONTEMPLAR LA PROPIA VIDA

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ANTE EL PORTAL... Para terminar, quizá nos ayude, casi como un juego, ver qué tenemos cada uno de nosotros de los distintos personajes del Belén. Nuestra vida, nuestro año pasado y lo que está por venir, como un nacimiento gigante donde nosotros decidimos las figuras que formarán parte. De todos podríamos decir muchas cosas, pero vamos a sugerir un rasgo de cada uno. De todos tendremos algo... Lo importante es saber de quién queremos tener más... MARÍA, VIRGEN: testigo privilegiado de la Encarnación. Dice Rahner que la virginidad de María significa sobre todo una cosa: las obras de Dios son de Dios, no dependen de la fuerza de ningún varón. Lo nuestro, una vez más, es solamente, consentir, dejarnos llenar por Él. Somos “vírgenes”, cuando después de haber puesto de nuestra parte todo lo que somos y tenemos, nos reconocemos siervos inútiles, que nada pueden absolutamente sin su gracia y amor. Y ante él nos presentamos humildes e indigentes, como quienes nada tienen y todo lo esperan de su Salvador (Const 13). ¿Cómo va mi vida en esta llamada continua a la “virginización” así entendida? ¿En qué he puesto mi esperanza más en mis fuerzas que en las de Dios? ¿cómo he agradecido saberme sierva inútil suya, instrumento de sus manos? JOSÉ, LA SENCILLEZ ESENCIAL: los adornos son superfluos, no son necesarios justo por ser adornos. Podemos pasar sin ellos, aunque son muy visibles casi siempre. José es todo lo contrario: no adorna nada, porque su presencia es esencial, aunque poco visible en la obra de salvación. Como ocurre con su pueblo Israel, no lo ha preferido Dios por ser el más grande, sino por puro amor (cf. Dt 7,7-8). Ahí está su grandeza. No siempre somos capaces de elegir la sencillez esencial y dejar a un lado ser “adornos” visibles en la vida que nos toca vivir. Nos cuesta renunciar al elogio, a que nos tengan en cuenta... pero también –seguro- en algún momento hemos recibido la gracia de responder como José: con una sencillez esencial, que paradójicamente, nos hace necesarias e imprescindibles para que Dios lleve a cabo su obra... Habrá que elegir. MULA Y BUEY, VIVIR CON CONOCIMIENTO: parece que debemos a San Francisco la tradición de poner junto al Niño una mula y un buey. Apoyándose en Is 1,3 (conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no discierne), Francisco quiere representar así como dos animales tan CONTEMPLAR LA PROPIA VIDA

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toscos y simples pueden tener más juicio que los mayores sabios del mundo, pues han sabido reconocer al único Señor de la Vida. No solo lo han reconocido, sino que se han quedado a su lado en el pesebre, aunque aparentemente, no sea lugar para el Dios de la Historia. Pero ha permanecido. ¡Cuántas veces nosotras –mulas y bueyes-, no permanecemos al lado del Señor de nuestra vida porque nos parece que una determinada situación o acontecimiento “no es propio de Dios”. Estamos llamadas a dar calor con lo que somos y a permanecer en Dios, sean como sean los pesebres que nos vengan... ENTRE HERODES Y PILATO...: nada más propio de Dios que la vida, que el poder para vivificar todo. Su espíritu pone en pie los huesos secos y los recubre de carne (Ez)... Su espíritu cubre con su sombra a María y hace posible su sí y su permanencia en el sí dado... Su espíritu es quien habita en toda carne y hace del ser humano templo vivo de Dios... Su Espíritu condujo a Jesús por el desierto, por las plazas y calles, hasta la muerte y la cruz...Su Espíritu lo resucitó y nos fue entregado a nosotros para que tengamos vida. Podemos vivir según el Espíritu recibido o podemos vivir, haciendo de Herodes y Pilato... Pendientes como Herodes de cualquier “brote verde” para segarlo; atentos a cualquier alegría, a cualquier esperanza o gesto vital, para echarlo abajo, para anularlo, para ver con mayor prontitud la mancha oscura que el tapiz blanco y radiante. Como si nos molestara la alegría y la vida de los demás... O también como Pilato, ser personas tan pusilánimes y cobardes que no hacemos mal a nadie pero tampoco ningún bien, convirtiéndonos en cómplices de la muerte, la rutina, la mentira, el vivir por puro cumplimiento... O podemos optar por quedarnos, una vez más, entre Herodes y Pilato: con el niño, con Jesús, con nuestro Señor. Y esto, lo mostramos diariamente, en cada situación que se nos presenta.

PARA TERMINAR... La Encarnación hace de nosotros una “nueva creación” continua porque el Espíritu de Dios nunca deja de actuar en nuestra carne débil y mortal. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor (Rm 14,8), pero siempre, en continua novedad, no como decrepitud o acabamiento, pues lo viejo ha pasado, todo es nuevo (cf. 2Cor 5,17; Ap 21,5). Todo.

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¿Hay algo en lo que me siento viejo/a evangélicamente? ¿Qué re-creación siento que Dios quiere obrar en mí si yo le dejo? ¿Noto algo “nuevo” que Dios ya ha comenzado en este año último y que quiere seguir creciendo en el próximo? ¿Qué actitud honda espera Dios de mí , para poder con-sentir a su acción y hacer mía su voluntad?

Escucha y contempla ante el Portal, ante la carne de Dios llena de Espíritu Santo, como él en persona te dice: Todo lo hago nuevo... silenciosa y profundamente... como el Espíritu de Dios va divinizando tu carne humana, como el Espíritu te habita quiere llevarte a la comunión plena con el Padre... desde Belén, hasta la Pascua, principio y fin, alfa y omega, ... hasta que Yo sea todo en todos.

PALABRA ENCARNADA Ain karem: A todos los pueblos (Lc 1,10-12)

Palabra encarnada del Padre en llanto de un recién nacido, pequeño entre los más pequeños, Dios hecho niño. TE CANTO, MI BIEN, TE ADORO, MI DIOS, FUERTE FRAGILIDAD, SOBERANA POBREZA, DESNUDO EN LA CUNA Y LA CRUZ, AMOR QUE NO TIENE FRONTERAS. Pesebre de nuestra esperanza, luz que rompe las tinieblas, fuente de nuestra alegría, Dios hecho niño.

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