CONVIVENCIA FAMILIAR Y DIVERSIDAD: IMPACTO PSICOLÓGICO, SOCIO POLÍTICO Y CULTURAL Ángela Hernández Córdoba 1

SEMINARIO NACIONAL SOBRE FAMILIA FAMILIAS CONTEMPORANEAS: TRANSFORMACIONES Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA FAMILIA DE HOY Medellín, Septiembre 2, 3 y 4 de

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SEMINARIO NACIONAL SOBRE FAMILIA FAMILIAS CONTEMPORANEAS: TRANSFORMACIONES Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA FAMILIA DE HOY Medellín, Septiembre 2, 3 y 4 de 2009

CONVIVENCIA FAMILIAR Y DIVERSIDAD: IMPACTO PSICOLÓGICO, SOCIO POLÍTICO Y CULTURAL Ángela Hernández Córdoba1 Introducción Fenómeno abordado Será el contexto de la convivencia familiar y las diversas formas que esta puede adoptar en la actualidad, tomando como referente de análisis el proceso de vinculación humana y asumiendo a la familia como un sistema coevolutivo y una unidad de supervivencia, en relación con el macrosistema social donde participa. Si bien estas ideas se fundamentan en los planteamientos hechos en la conferencia “Un horizonte para contemplar las transformaciones de la familia en la contemporaneidad”, con la cual se abre este evento, aquí se privilegiará la comprensión de la dinámica familiar hacia su interior, sin ignorar su contexto, y se toman como ilustración de los cambios en la convivencia algunas tendencias vigentes que pueden favorecer el surgimiento de crisis al interior de la familia. Objetivos de la conferencia 1) Actualizar los referentes para la comprensión de la vinculación en la familia. 2) Sugerir algunos criterios para el trabajo con familias en los ámbitos psicológico, social y psicojurídico, teniendo en cuenta la diversidad y sus consecuencias. Temas 1) Los procesos de vinculación en la familia como ecosistema evolutivo. 2) Fenómenos y tendencias vigentes en la conformación familiar y en los procesos de vinculación. 3) Implicaciones para el trabajo con familias.

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Psicóloga, Psicoterapeuta, Docente universitaria, Consultora. E-mail: [email protected]

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1. Los procesos de vinculación en la familia como ecosistema evolutivo

Es pertinente acudir aquí a la noción de familia que adopta el ICBF en sus Lineamientos Técnicos para la inclusión y atención de familias (2008), en cuyo diseño participé junto con Jairo Estupiñán Mojica, pues esta definición recoge bien el enfoque subyacente a esta presentación: La familia es una unidad ecosistémica de supervivencia y de construcción de solidaridades de destino, a través de los rituales cotidianos, los mitos y las ideas acerca de la vida, en el interjuego de los ciclos evolutivos de todos los miembros de la familia en su contexto sociocultural (p. 66).

Como unidad ecosistémica, la familia se constituye por vínculos que van más allá de la consanguinidad y se crean en el movimiento azaroso de la vida social, convertido en contexto propicio para que surjan sistemas significativos de relaciones. Cuando se habla de construir solidaridades de destino, se asume la vida como posibilidad de encontrar derivas relacionales que se convierten en vínculos significativos, independientemente de las condiciones de los miembros de la pareja o del grupo familiar. En otras palabras, se estaría diciendo que, finalmente, para cada quien, familia es lo que él o ella definan como su familia, por un tiempo variable, según la forma como cambian las necesidades de sus miembros y el sentido, también cambiante, que tiene cada relación. Es decir, la emergencia de los grupos familiares en la actualidad, se da en la configuración aleatoria de circunstancias impredecibles; ya no se supone que indefectiblemente un hombre y una mujer, adultos jóvenes, quizá vecinos, configurarán en pro de la satisfacción de pareja y de la procreación, un grupo familiar que se ciña a los cánones esperados por la sociedad, el Estado y la cultura. Pueden darse ahora modalidades de conformación, antes imaginadas pero no implementadas, muy probablemente por las consecuencias represivas que ello hubiera significado o significa aún en algunas culturas. Por ejemplo, la lapidación de las mujeres adúlteras en los países musulmanes, la exclusión como enfermos o aún la muerte de parejas homosexuales, el encerramiento, el repudio o el destierro por sostener amores social, política o económicamente inconvenientes. Hoy en día, en cambio, son cada vez más abiertas y en apariencia mejor admitidas las múltiples formas de convivencia que van progresivamente siendo reconocidas como grupos familiares con derechos: parejas de homosexuales y de lesbianas, uniones de mujeres mayores con hombres jóvenes, uniones mixtas que reúnen hijos de varias relaciones previas, parejas de novios que conviven sin formalización de su unión, etc. Desde esta perspectiva de familia, se requiere entonces fundamentar cómo se conciben los vínculos humanos, si no obedecen ya a los determinismos biológicos y culturales. Por ello y acudiendo de nuevo a la visión eco-eto-antropológica, se considera que los procesos de vinculación se ciñen a los presupuestos siguientes (A. Hernández Córdoba, 2009):

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1) La noción de vínculo describe un fenómeno de interfaz y cumple una función de articulación que permite comprender el proceso recursivo de construcción del mundo subjetivo y del mundo interaccional. 2) Abordar el vínculo desde la perspectiva de complejidad implica conectar las dimensiones filogenética (genérica como especie humana), ontogenética (del ser individual), epigenética (evolutiva) y cultural en el entretejido de lo individual con lo colectivo. 3) Si bien el contexto relacional es una de las condiciones de la vida, a su vez configura la naturaleza de los vínculos, la cual, además, adopta modalidades específicas que varían de acuerdo con la idiosincrasia individual y familiar, con las etapas del ciclo vital y con las condiciones históricas y socioculturales. 4) Paradójicamente, la construcción de la autonomía individual sólo es posible en el seno de adecuados procesos de vinculación afectiva a través del ciclo vital. 5) De los diversos enfoques para abordar conceptual y metodológicamente la noción de vínculo, surgen diversos efectos pragmáticos que se evidencian en las prácticas profesionales e investigativas y en la naturaleza de las relaciones que se construyen en la vida y en los servicios y programas. Para los efectos de comprender la convivencia en los grupos familiares actuales, los anteriores presupuestos implican que es necesario ampliar los criterios para analizar en forma particular cómo se organizan las uniones y cómo es aquello que las mantiene, pues en definitiva los planteamientos psicológicos y sociales tradicionalmente inspiradores de las disciplinas sociales, se han quedado cortos para analizar esta complejidad, tal como aparece en el cuadro siguiente: Cuadro 1. Aproximaciones a la comprensión de los procesos de vinculación

Paradigma científico subyacente

PSICOANÁLISIS VINCULAR CONTEMPORÁNEO Positivista

Conceptos básicos

Vínculo como expresión del mundo intersubjetivo y fuente de significación

Mecanismos explicativos

Construcción representacional del

ETOLOGÍA CLÁSICA Positivista

TEORIA DEL APEGO Transición al paradigma sistémico: Cibernética de primer orden

TERAPIA SISTEMICA

- Cibernética de 1er. orden: Bowen y Boszormenyi-Nagy - Epistemología constructivista, cibernética de 2° orden: Minuchin, Olson - Construccionismo social: Byng-Hall Impronta y Sistema de apego Diferenciación, acostumbramiento como fuente de lealtad, cohesión, seguridad básica seguridad básica, Amalgamamientodesligamiento Fundamentos El apego como Entrelazamiento de filogenéticos que se necesidad la dinámica familiar

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ECO-ETOANTROPOLOGIA Pensamiento ecosistémico y complejo

Vínculo configurado por tres operadores témporo-espaciales: mitos, ritos y epistemes Interacción compleja de múltiples niveles

del vínculo

PSICOANÁLISIS VINCULAR CONTEMPORÁNEO otro y de la relación

ETOLOGÍA CLÁSICA activan en la interacción temprana

TEORIA DEL APEGO

TERAPIA SISTEMICA

ECO-ETOANTROPOLOGIA

fundamental de supervivencia

como contexto de la de realidad: biológico, diferenciación psicológico, familiar, individual social, histórico, ecológico Participantes Individuo No especifica. Su El niño o las Familia Contexto ecológico: en la terapia interés no es experiencias multigeneracional y individuo, familia, terapéutico tempranas del familia actual comunidad, red adulto institucional y social Factores de Representaciones No especifica Reconstrucción de Movilización de las Movilización de las cambio las experiencias pautas de pautas de interacción tempranas de interacción familiar en la ecología de los apego. vínculos, a través de Prevención, la movilización de trabajando con las mitos, ritos y madres epistemes Paso progresivo del narcisismo a ----------------------------------------------------------------------------------------- > a la solidaridad ecológica

La noción psicológica de vínculo se ha centrado histórica y fundamentalmente en las relaciones afectivas en la díada madre-hijo. La herencia psicoanalítica del concepto impregnó el comienzo de los trabajos de John Bowlby sobre el apego afectivo, quien luego integró las observaciones de corte etológico y los primeros aportes de la teoría de sistemas, con lo cual dio paso a ampliar el campo de estudio de los vínculos. En las últimas décadas, terapeutas sistémicos como Murray Bowen, Salvador Minuchin y John Byng-Hall han conectado la dimensión afectiva y del apego entre los miembros de la familia con diversos aspectos del funcionamiento familiar, del desarrollo y de la psicopatología individual. No obstante, a nuestro criterio, la propuesta eco-etoantropológica es a la vez más abarcadora y específica, por lo cual la hemos tomado como referente principal, en búsqueda de coherencia con el paradigma sistémico, constructivista, construccionista y de la complejidad. Siguiendo a Jacques Miermont (1993, 2005), se entiende que un vínculo es aquello que une o conecta a una persona con otras, consigo misma o con las cosas. Es aquello que asegura una conexión témporo-espacial entre personas físicamente separadas, gracias a los procesos de simbolización que contribuyen a su mantenimiento. Es decir, se asume que las relaciones humanas a través de las cuales se ejerce la socialización y se mantienen la familia y las redes de pertenencia, se estructuran a través de operadores témporo-espaciales que constituyen sistemas de significación y formas de organización y ritualización de la interacción humana. El concepto de operador se refiere a los mecanismos que activan los vínculos; el espacial, al dominio de las relaciones y el temporal, al carácter histórico y narrativo de los vínculos. Se pueden entender los sistemas de significación como los procesos a través de los cuales los humanos le damos sentido a la experiencia vivida o por vivir. Esos procesos adquieren la forma de creencias, mitos y epistemes que se convierten en marcos de referencia para organizar la vida subjetiva y la interacción, en correspondencia con diversas “lógicas” de sentido. 4

La interacción humana adopta diversas modalidades y grados de ritualización. Se entiende que la ritualización es una esquematización formal de los encuentros humanos que canaliza y deriva los comportamientos sexuales, alimentarios y agresivos, para definir lo más claramente posible la naturaleza de las relaciones en las unidades familiares y sociales que se crean en ese mismo proceso. La ritualización reduce la ambigüedad inherente a toda comunicación, al informar sobre sus características y así facilita la escogencia entre alternativas igualmente posibles, lo cual conduce a una toma de decisiones compartida por los protagonistas, sea para continuar el encuentro como está planteado, para detenerlo o para transformarlo. Se sabe que una condición del desarrollo humano infantil es la predictibilidad de la vida familiar, en forma de rutinas y horarios que favorecen el sentimiento de seguridad y estabilidad. Si se admite que ya no es suficiente comprender la vinculación humana como el resultado de los afectos que suponen una raigambre biológica, tomando la díada madre – hijo como modelo de todas las relaciones, es necesario proponer entonces otros criterios para entender las múltiples posibilidades de unión. Como lo plantea V. Zelizer (2009), es innegable que junto con los afectos, coexisten en todas las relaciones vínculos económicos, sociales, de prestigio, de seguridad, jurídicos, etc., cuya combinación hace imposible definir alguna de estas facetas como la “verdadera” explicación de la unión. Adicionalmente, cada vínculo puede caracterizarse con base en varios atributos o cualidades que se presentan en el cuadro 2 (A. Hernández C., 2009): Cuadro 2. Cualidades de la vinculación Vinculación

Cualidades 1- Función de supervivencia: en qué medida el vínculo es condición para la supervivencia 2- Función evolutiva: cómo favorece el desarrollo humano de los sujetos 3- Función creativa: cómo favorece la emergencia de novedades adaptativas 4- Libertad: en qué medida los sujetos eligen y/o aceptan estar en esa relación 5- Propósito consciente: si el sujeto está en la relación deliberadamente o de hecho 6- Consistencia: organización y estabilidad de la vinculación 7- Fuerza del vínculo: intensidad y resistencia del vínculo 8- Permanencia: duración y continuidad del vínculo 9- Presencialidad: de cuál forma de presencia de los sujetos depende el vínculo 10- Ritualización: grado de ritualización del vínculo

Contingente

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Vital

Limitante

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Movilizante

Destructiva

----------------

Generativa

Forzada

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Elegida, aceptada

Contractual

----------------

De hecho

Incierta, ambigua

----------------

Clara

Frágil

----------------

Fuerte

Fugaz, intermitente

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Permanente

Virtual

----------------

Presencial

Desritualizada

----------------

Ritualizada rígidamente

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Estas cualidades de la vinculación toman la forma de categorías continuas e interdependientes y servirán de norte para analizar algunos de los fenómenos vigentes. Se asume que todas estas cualidades están presentes en todo proceso de vinculación y que varían a lo largo de la historia de las relaciones. Ninguno de los extremos es valorado como positivo o negativo, sino que esa condición depende por completo del contexto espacio-temporal de cada vínculo en particular y de la medida en que contribuyan a su fortalecimiento como nicho protector y generador de la individualidad ecosistémica y ecodependiente. No sobra reconocer, como lo hace Z. Bauman (2005) que "en nuestro mundo de rampante individualización, las relaciones son una bendición a medias", plagadas de ambivalencia, riesgos y satisfacciones efímeras. Por ello las relaciones son uno de los temas privilegiados de la intervención psicológica y social, pues todos estamos expuestos a las relaciones de parentesco y de pareja que se sostienen por el compromiso mutuo, y a las redes sociales, presenciales o virtuales en el ciberespacio, donde la conexión y la desconexión juegan simultáneamente. En una red, las relaciones se establecen por demanda y pueden cortarse a voluntad, según la satisfacción que prodiguen. En este sentido, M. Castells (2001) señala la tendencia paradójica de las comunicaciones en red, pues aunque contactan a millones de personas, cada uno las utiliza en forma individualista, según sus preferencias, desde el pequeño espacio real que exige la operación de un teléfono o un computador. Aunque quienes pretenden evaluar las relaciones virtuales con los parámetros de la cercanía física crean que los cibervínculos son una especie de deformación peligrosa de los lazos humanos, tampoco se puede negar que la proximidad virtual logra desactivar las presiones y cuestiona los parámetros de cualquier otra cercanía. 2. Algunos fenómenos y tendencias críticas vigentes en la conformación familiar

y en los procesos de vinculación Como se afirma en la conferencia “Un horizonte para contemplar las transformaciones de la familia en la contemporaneidad”, la evolución de la vida social y cultural favorece la emergencia de tendencias que rompen el statu quo y algunas de ellas se van instaurando como nuevas pautas de relación, en medio del interjuego de tensiones y de presiones por cuenta de los variados intereses de los participantes o afectados por tales situaciones. Sin pretender abarcar todas las vicisitudes que en este sentido viven los grupos familiares y otras formas significativas de vinculación, se analizan enseguida algunas de ellas, identificadas como relevantes en nuestro país, en la intervención psicológica, educativa, legal, y sociopolítica de parejas y familias. Para facilitar el análisis, se distinguirán las vicisitudes en tres grandes sistemas de vinculación: las relaciones de pareja, las relaciones entre padres e hijos y, muy someramente, las relaciones de las familias con las instituciones de protección. Este análisis surge de la observación clínica y del acompañamiento docente e investigativo de procesos formativos de profesionales que trabajan con familias.

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2.1.

Las relaciones de pareja

Puede decirse que las cualidades del vínculo en las parejas de hoy adoptan tantas formas como parejas existen, tanto hétero como homosexuales. Al recorrer cada una de las cualidades, tan solo a título de ilustración, pues su estudio requiere profundización, puede decirse lo siguiente: Con respecto a la función de supervivencia, se sabe que toda pareja puede verse amenazada en cualquier momento, por su propio dinamismo o por razones sociales o políticas por ejemplo, o porque uno de sus miembros quede en situación de dependencia del otro por desempleo, descalabros económicos o enfermedad. Estas circunstancias ponen a prueba la fuerza y la consistencia del vínculo y replantean la libertad para mantenerlo. Las decisiones varían además de acuerdo con la historia y la permanencia del vínculo, de modo que se pueden encontrar parejas homosexuales o heterosexuales que afianzan su apego en la adversidad, mientras otras lo rompen ante estos eventos desencadenantes. Es creciente la crisis conyugal por cuestionamientos sobre la función evolutiva de la pareja, porque ahora cada uno evalúa cómo la relación favorece su desarrollo como persona. Hombres y mujeres se atreven a plantearse estas preguntas y hacen uso de su libertad para romper compromisos limitantes de la creativa expansión de sus posibilidades en un ambiente que exige, en forma creciente, novedades adaptativas. Cada vez menos parejas acuden a justificaciones como la crianza o el apego a los hijos para sostener uniones humanamente insatisfactorias, pues al mismo tiempo se han ido diferenciando mejor las relaciones conyugales de las filiales. Sin embargo, no se puede negar que estas tensiones se ejercen a veces dentro de ambientes de violencia, entendidos, desde este punto de vista, como una franca lucha por la libertad personal, la cual supera como motivación a las necesidades afectivas y de dependencia de ese ídolo en que se convierte al cónyuge. En otras palabras, se extiende la idea de que el lazo emocional, sexual o económico es insuficiente para mantener un matrimonio que restringe la autonomía, y así mismo, se cuestiona la creencia en que estos aspectos de la unión sean determinantes inmodificables. Estaríamos entonces diciendo que la libertad para elegir y aceptar una relación, es sobre todo un asunto de la conciencia y la intencionalidad individuales, aunque justamente las limitaciones emocionales que frenan la autonomía, llevan al mantenimiento de uniones destructivas o cuando menos empobrecedoras. Esas restricciones emocionales son aún alimentadas por creencias y prejuicios, algunos que mantienen la vivencia de incapacidad como hombre o como mujer para asumir completamente la vida y otros basados en motivaciones de retaliación, por el incumplimiento de las gratificaciones tácitas prometidas en toda relación que se inicia con una seducción. A mi juicio, este ambiente de retaliación se estimula culturalmente gracias a los novelones televisados, la mayoría de los cuales son atravesados por la infidelidad, como una solución al aburrimiento o a la frustración y como un hecho que reorganiza relaciones sin tener que afrontar las consecuencias de explicitar la calidad del vínculo preexistente. 7

Conforme a mi experiencia clínica, diría que un alto porcentaje de las crisis conyugales se activa en la actualidad por sospechas o por francos eventos de infidelidad. Para bien o para mal, las llamadas TIC –tecnologías de la información y la comunicación-, están al servicio de la indagación de la sospecha y en los casos de infidelidad, las parejas caen en la esclavitud de la constatación de los hechos y entran en una permanente zozobra, alimentada por la fantasía de que pueden conocer y controlar “todo” del otro, revisando su celular y las respectivas cuentas, “hackeando” su correo electrónico y hasta creando personajes a través del Facebook o sus similares, con la intención de desenmascarar motivaciones ocultas y tramposas del otro. Infortunadamente, en estas acciones de espionaje, encuentran datos y crean con ellos todo tipo de historias y de evidencias, las cuales, dentro de un ambiente de sospecha, sirven para probar lo que se desee. En este sentido, como lo plantea P. Sibilia (2008) en La intimidad como espectáculo, la subcultura de la exhibición y de la construcción del yo a través de la imagen y de la historia armada y narrada en el ciberespacio, abierto y universal, es una invitación muy fuerte para afirmar la individualidad, bajo la trampa de un inexistente compromiso o implicación emocional. Son ya incontables los casos de esposas, esposos e hijos que descubren que cónyuges, padres y madres, “bueno/as, juicioso/as y trabajadore/as” ejercen vía internet una vida afectiva y sexual impensada, con lo cual se derrumban los mitos construidos sobre otras imágenes, no tan tangibles, sino imaginadas en el escenario de las expectativas afectivas inherentes al rol de cónyuge o de compañero/a. Este es un fenómeno aún no comprendido totalmente, pero lo cierto es que no se puede negar el peso de los que se llamarían “vínculos virtuales”, ni se pueden soslayar las funciones de recreación, estimulación, compensación y búsqueda de cambio vital que representan, en una cultura que promueve así la interacción social como ruta para la construcción del sí mismo, más que un equilibrio entre la intersubjetividad y la interiorización como condiciones para la autonomía. Cuando las infidelidades se mantienen y se descubren por esta vía, se convierten en un ineludible motivo para replantear las tesis y la elegibilidad de las relaciones de pareja, sin que hasta el momento, en mi observación clínica, haya podido identificar un solo patrón que caracterice este fenómeno. Habrá que continuar investigando, pues ya no hay distinciones claras por edad, por género o por condición social que se asocien a estos comportamientos.

2.2. Las relaciones entre padres e hijos Así como en las relaciones de pareja, en las filiales se observan tantas modalidades de vinculación como familias, también penetradas por contradicciones e incertidumbres. Sin duda, la vinculación en el sistema parental de cuidadores es una condición definitiva de la existencia de los hijos. Aparentemente, esa condición de supervivencia restringiría la libertad de los progenitores, pero los crecientes permisos sociales y legales, así como las múltiples formas de ayuda familiar y de servicios para asumir la paternidad y la maternidad, se acompañan en general de procesos donde hombres y mujeres redeciden su manera de ejercer la paternidad, la maternidad y la conyugalidad, al punto 8

de que, en ese reajuste, algunos renuncian a una o a ambas relaciones. Cuando esto ocurre, el afrontamiento de la situación requiere la activación de otras relaciones de hecho, como son las de la familia extensa y la búsqueda deliberada de otros apoyos institucionales, medidas cuya eficacia marcará el éxito o el fracaso de la protección de los hijos. En este sentido, muchos de los síntomas de los hijos, tales como los problemas de comportamiento escolar, los intentos de suicidio, los abusos de sustancias, los trastornos de la alimentación, la infracción de la Ley, etc., serían una forma, con frecuencia efectiva, para activar los tejidos vinculantes, en circunstancias donde las configuraciones familiares mantienen la supervivencia física, pero no la validación personal ni emocional, necesarias para que los sujetos en desarrollo consoliden su lugar en el mundo. Llama la atención, por ejemplo, cómo el uso de la libertad y del deliberado propósito de ser padres de las parejas infértiles adoptantes, contrasta con las inconsistencias de los padres de los niños en protección, a causa de las cuales se interfiere la función de supervivencia, justamente porque la maternidad y la paternidad se toman como una relación de hecho, sin que ese propósito sea consciente, ni sus consecuencias se elaboren con clara intencionalidad. Esto, porque se parte del falaz presupuesto de que así las relaciones se den de hecho, por haber nacido en el seno de una familia o haberse enamorado de alguien, la permanencia y la forma del vínculo se van convirtiendo en un acto deliberado; por el contrario, la observación clínica deja ver que hay convivencias de vieja data que se rompen porque el vínculo estaba basado en una presión psicológica, social o económica y no en una elección personal. Una de las modalidades de ejercicio de la paternidad que genera interrogantes es la distribución del cuidado alterno de los hijos por períodos de días o semanas. Falta estudiar más a fondo sus efectos, pero puede suponerse que ellos dependerán de la claridad y la consistencia con que actúe cada progenitor, de manera que los hijos sepan a qué atenerse en cada relación, con lo cual esta diversidad se convierte en una oportunidad de contraste y no en una crianza caótica. Cuando la supervivencia de los menores de edad se encuentra amenazada por vinculaciones que no cumplen esta función, como en las situaciones de las madres en alto riesgo, las familias con hijos en programas de protección por maltrato o por abuso y aún en las de intento de suicidio de adolescentes, la legislación ordena la intervención por parte de las instituciones del Estado. Con esta intervención, el vínculo del niño con su familia entra en entredicho y surge una compleja configuración intersistémica donde se establecen distintas relaciones: el ICBF como vigía de los derechos, establece con los padres unos vínculos de contención y delega en las ONG de protección, en una relación contractual, la función de supervivencia, con la expectativa de que también cumplan con la función generativa y evolutiva. La relación de los niños y de las familias con estos sistemas es forzada, porque aunque tiene una intención contenedora, la intervención por parte de terceros, así sea por solicitud de alguno de los padres, no es vivida como una relación contractual entre iguales, sino en una complementariedad vertical ejercida desde el 9

poder del Estado y fundada en las epistemes de los derechos humanos y de la victimización. Los rituales y los mitos de las instituciones y de los equipos de profesionales, tal como lo mostraron investigaciones con familias en protección (Hernández Córdoba, 2009), favorecen esa verticalidad que se cristaliza con frecuencia en prácticas disciplinales psicoeducativas, cuya pretensión instruccional termina siendo una persuasión para que los padres y las madres operen según teorías sobre la crianza y el buen trato. Tales teorías han adquirido el carácter de normas sociales de comportamiento, con base en las cuales se justifica la sanción de las inadecuaciones de los padres, sin explícita consideración por su subcultura, su historia, sus creencias ni sus vivencias, porque en esas prácticas profesionales e institucionales, los niños y sus familiares son objetos deficitarios de la intervención y no sujetos resilientes capaces y necesitados de colaboración y solidaridad. Como en las parejas, en las relaciones entre padres e hijos, las TIC cumplen amplias funciones, unas como auxiliares de la educación y el entretenimiento, la protección y el control parental, y otras como herramientas de intrusión que alimentan la sospecha y no la confianza necesaria para la evolución personal. Adicionalmente, el uso no concertado de las TIC interfiere las relaciones y los rituales familiares. Ejemplo de lo anterior son los hábitos ya establecidos culturalmente, de los padres y madres que se comunican vía celular con sus hijos varias veces al día, sin importar el lugar donde estén. Esto conduce a cuestionar la pertinencia de estas comunicaciones, pues si en algunos casos sirven para alertar a los padres sobre riesgos de sus hijos, en muchos otros, podrían ser tan solo tentáculos de la sobreprotección parental, que impiden a los niños afrontar por sí mismos las consecuencias de sus actos o las dificultades proporcionales a sus experiencias. Me refiero por ejemplo a los niños que hablan con los padres por el celular en el recreo, en lugar de integrarse a sus compañeros, y a los adolescentes que, sin proponérselo, convierten las peleas con sus novios o condiscípulos en problema familiar, por la ilimitada comunicación con los padres. Porque como dice P. Sibilia (2008), si hoy se tiende a pensar que la subjetividad está en el cuerpo, las pantallas de celulares y computadoras expanden el campo de visibilidad y se convierten en un espacio donde cada uno puede construir una subjetividad alterdirigida, que aparece como un Yo visible. Estas tendencias hacia afuera y hacia la actividad frenética, limitan la interiorización, la apropiación de sí, la tolerancia a la soledad y la quietud y alimentan una cultura de hiperestimulación, cuyas consecuencias adoptan formas diversas según la edad, entre otras, hiperactividad y dificultad para acatar las normas en los niños, agitación y consumo de sustancias en adolescentes y adultos, fiebre consumista en todos, etc. Adicionalmente, se diría que la aparición de síntomas individuales y de problemas relacionales se asocia con una ritualización rígida, o por el contrario con la desritualización de la vida familiar, dado que si el ritual es apaciguador, la desritualización es ansiogénica, porque se pierde la eficacia organizadora de los rituales desplegados en el grupo social. Dado que el ritmo de la vida es tan rápido y se requiere 10

tiempo para crear nuevos rituales, mientras esto ocurre, pueden aparecer alteraciones del comportamiento individual y relacional, las cuales en ocasiones se instauran como rituales sustitutivos no generativos, tales como las pautas de violencia y abuso que emergen a falta de mejores formas de transar la satisfacción de las propias necesidades (Cyrulnik, 1993). Es necesario mencionar además el entrecruzamiento de la intimidad familiar por las transacciones económicas inherentes a los derechos y las obligaciones propias de la familia como institución, las cuales se concretan en actividades de producción, consumo, distribución y transferencia de bienes, a través de transacciones, medios, límites y rituales particulares, presentes en asuntos tan cotidianos como el trabajo doméstico, la organización de los gastos, el cuidado de los niños y de los ancianos, el sentido de los regalos, la organización y distribución del alojamiento y los litigios herenciales (V. Zelizer, 2009). No es suficiente este espacio para ahondar en este tema, pero tampoco puede dejarse pasar pues es acompañante inherente a todo conflicto conyugal y familiar. 3. Sugerencias para la intervención Para realizar intervenciones coherentes con la ética ecológica, las instituciones y los servicios de atención necesitan revisar el encargo social y estatal, para que no predominen las intenciones de control más que las funciones evolutiva y creativa. Porque como lo señala M. Foucault (1999, p. 327 y sgts; 2005, p. 108-111), las instituciones de salud y de protección surgieron con la función de “policía” del Estado, donde se mezclaron la medicalización y la disciplina, para preservar la fuerza de trabajo de la reciente sociedad industrial a partir del siglo XVIII y, poco después, para reorganizar la sociedad como medio de bienestar físico, de salud óptima y de longevidad, es decir, para obedecer a los principios de la biopolítica. Aunque las actuales políticas de bienestar familiar en Colombia giran, poco a poco, en consonancia con los principios de un Estado social comunitario, democrático y participativo, hacia la inclusión de la familia como un sujeto colectivo con recursos, todavía predominan los programas y las prácticas profesionales diseñadas para que las familias en dificultad le comprueben al Estado sus competencias para ser adecuadas socializadoras de los individuos de la sociedad. En ese proceso de consolidación de las instancias disciplinarias de la sociedad frente a la familia, persiste una contradicción en los modelos de intervención, pues si bien se le endilgan las responsabilidades, la familia no es abordada como contraparte solidaria en la socialización de los sujetos, sino que los padres son tratados como culpables del desorden y excluidos de la intervención al enfocarla sobre el individuo aislado, tanto en el terreno médico como en el educativo y en el de protección. Las inconsistencias en la vinculación con la familia de origen y en las relaciones de pareja, presentes en todos los tipos de problemas, ratifican la necesidad de reconstruir, reparar o reemplazar estos lazos a través de la intervención y más aún, de convertir los sistemas de ayuda en nichos generativos de vinculación. Por otra parte, los hallazgos 11

investigativos (Hernández Córdoba, 2009) relativizan la necesidad de diagnósticos diferenciales como condición previa para iniciar las intervenciones, porque si se asume que la vinculación es la matriz ineludible de los problemas y del cambio, la pregunta sería, en todos los casos, hacia dónde se quieren direccionar las relaciones, sin negar que sea una exigencia ética, integrar intervenciones complejas que incluyan desde la ayuda farmacológica hasta la contención judicial, según sea el caso. La implementación de los operadores y de las cualidades de la vinculación como criterios para comprender las configuraciones relacionales que emergen junto con problemas clínicos y sociales específicos, permitirá ampliar el horizonte de la intervención, pues queda claro que, si bien los sentimientos expresan la vivencia subjetiva de los vínculos, no los explican, ni puede esperarse que la modificación de tales sentimientos, conduzca automáticamente al mejoramiento de las relaciones, porque en definitiva la existencia de la familia depende también de las dimensiones económicas, jurídicas, educativas, políticas, etc.

Referencias Bauman, Z. (2005). Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina. Castells, M. (2001). La Galaxia Internet. Barcelona: Areté. Cyrulnik, B. (2003). La naissance du sens. París: Hachette. Hernández Córdoba, A. (2009). Vínculos, individuación y ecología humana. Hitos para una psicología clínica compleja. Bogotá: Maestría en Psicología Clínica y de Familia, Universidad Santo Tomás. En proceso de publicación. ICBF (2008). Lineamientos Técnicos para la inclusión y atención de familias. Bogotá: Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. J. Miermont (1993, 2005). L’écologie du lien. Paris : L’Harmattan. Zelizer. V. (2009). La negociación de la intimidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina.

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