Adventista en Dios
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Parte II 2. Dirigidos al Injusto Estos Juicios son aquellos que hemos visto que Jeremías presenta en forma conjunta con los otorgados al justo, al decir: Jeremías 10: 24 “Castígame, oh Jehová, pero con Juicio; no con tu ira porque no me destruyas. Derrama tu ira sobre las gentes que no te conocen y sobre las naciones que no invocan tu nombre...” Jeremías presenta los Juicios sobre los impíos, más que Palabras como acciones, los que se hallan cargados de ira (cosa extraña en Dios): Isaías 28: 21 “Porque Jehová se levantará como en el monte Perasim, como en el valle de Gabaón se llenará de ira, para hacer su obra, su extraña obra y para hacer su operación, su extraña operación. Ahora pues, no os burléis, porque no se aprieten más vuestras ataduras...” Podemos claramente ver que, sobre los impíos, los Juicios de Dios no son dados en Palabras; sino que, estos son acciones a ejecutar, que involucran destrucción (tenemos: Sodoma y Gomorra, los antediluvianos, el caso de Nínive o como será el caso de los impíos en el día del Juicio). Isaías el profeta decía: Isaías 26: 9 “...porque luego que hay Juicios tuyos en la tierra, entonces los moradores del mundo aprenden rectitud.” Es por esta razón que los Juicios de Dios, dados en forma de Profecía, tienen el propósito de apartarnos del mal. Cuando vemos su cumplimiento logramos creer. Pero no solo nos empuja a creer sino a obrar un verdadero arrepentimiento. Isaías sigue diciendo de esto: Isaías 26: 16 “Jehová en la tribulación te buscaron; derramaron oración cuando los castigaste.” Pero la mayoría de los impíos no obra rectamente, no aceptan este empujón dado por el Espíritu Santo, hacia la salvación. La carne nunca se sujetará a la ley de Dios, si nos abandonamos a nuestros sentimientos, Romanos 8: 6, 7. Si es que por nosotros no nos esforzamos en Cristo, que es por su Palabra o Espíritu, para ponerla al servicio de Él pereceremos con seguridad. Finalmente, es por estas razones que los impíos no quieren tener en su conocimiento aquello que pende como un acusador continuo, sobre su conciencia; es decir, miedo al Juicio final. Es su conciencia la que les genera el miedo, y por esta razón no quieren saber nada de la Profecía. No es, como estos dicen, que los que predican Profecía, aterrorizan; es su conciencia de pecado la que los aterroriza de saberse que están en condenación para muerte; porque si ellos fueran por si
mismos a la Escritura, de igual manera y aun mucho más, temblarían de la majestad de Jehová. Por esta razón, de ellos, David decía: Salmos 10: 4- 6 “El impío por el orgullo, no busca a Dios.., tus Juicios los tiene muy lejos de su vista...” Prefieren tener lejos los Juicios de Dios, que son su Profecía, y dar rienda suelta a sus gustos, deseos e intereses personales; porque así se encuentran más tranquilos. Todo lo que hemos visto hasta aquí, lo podemos resumir en el siguiente cuadro:
Por otro lado, según la Palabra de Dios, los hombres malos y perversos no entienden el Juicio de Dios o Profecía: Proverbios 28: 5 “Los hombre malos no entienden el Juicio: Pero los que buscan a Jehová entienden todas las cosas.” Estos hombres malos contradicen a la Profecía atrevidamente, engañan a la gente con sus ideas sentimentalistas y a ellos mismos. Ya en el tiempo de Jeremías, estos hombres impíos declaraban a los transgresores de la ley, que Dios había dicho que no pasaría nada mal. Jeremías 23: 17 “Dicen atrevidamente a los que me irritan; Jehová dijo: Paz tendréis. Y a cualquiera que anda tras la imaginación de su mente le dijeron: No vendrá mal sobre vosotros.” La Profecía no le es bienvenida de todo corazón sino a regañadientes, de estos dice la Escritura: Ezequiel 11: 2, 3 “Y me dijo: Hijo del hombre, estos son los hombres que maquinan perversidad y dan en esta ciudad mal consejo; los cuales dicen: No se cumplirá tan pronto, edifiquemos casas, esta será la caldera y nosotros la carne.” Pero si humillasen estos su corazón y su vida ante aquel que es nuestra única salida, entonces entenderían. Daniel el profeta decía: Daniel 12: 3 “Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que enseñan que tenemos que ser Justos, como las estrellas a perpetua eternidad.” V. La Profecía es Cristo-céntrica De acuerdo con la Sagrada Escritura, la Profecía es netamente Cristo-céntrica. El apóstol Juan recibió la orden del ángel de adorar a Dios así como la explicación de lo que representa el Testimonio de Jesucristo: Apocalipsis 19: 10 “... adora a Dios; porque el Testimonio de Jesucristo es el Espíritu de la Profecía.”
Simbología:
Testimonio de Jesús = Espíritu de Profecía Este Espíritu de Profecía, no es otro que el Don de Profecía. Nótese que el Espíritu que Dios tomo de Moisés, que era el de profetizar, es el mismo del cual habla Pablo en su carta a los Corintios ( 1 Corintios 12: 8- 10 ) y le llama Don: Números 11: 25 “Entonces Jehová descendió en la nube y habló con él y tomo del Espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y fue que, cuando el Espíritu posó sobre ellos, profetizaron y no cesaron.” Es aquí donde surge una pregunta: ¿Qué tiene que ver con Jesús el Don de Profecía? El apóstol Pedro por iluminación del Espíritu Santo declara: 1 Pedro 1: 10, 11 “De la cual salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente han buscado; escudriñando cuando y en que punto de tiempo significaba que el Espíritu de Cristo que moraba en ellos, y de antemano testificaba las aflicciones que habían de venir a Cristo y las glorias después de ellas.” Es pues, nuestro Señor Jesucristo, quién en Espíritu (que es el mismo Espíritu Santo, ya que son un solo Dios), habló a través de los profetas bíblicos. Juan en el Apocalipsis, en su introducción a la Profecía dice: Apocalipsis 1: 1, 3 “La revelación de Jesucristo que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto;… Bienaventurado el que lee y los que oyen las Palabras de esta Profecía y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.” Por tanto, siendo la Profecía un don dado por intermedio de Jesucristo, vemos lo siguiente: 1. Rechazar la Profecía, es rechazar a Jesucristo mismo ya que es su Palabra ¿Cómo se puede rechazar a Jesús? ¿De que manera sería posible según la Sagrada Escritura? Al haber visto, que Cristo es quien reveló toda la Escritura, a través de los Santos hombres en el pasado y por intermedio del Espíritu Santo, bien podemos estar seguros de que toda la Escritura, incluida la profecía, es también su Palabra, una Palabra segura y firme a pesar del tiempo; por tanto, Jesús nos dice: Juan 12: 48 “El que me desecha no queriendo recibir mi Palabra, tiene quién le juzgue, la Palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.” No querer recibir la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, traerá graves consecuencias. Estas consecuencias no son el invento de ningún hombre, es la Palabra de Cristo, y recaerá sobre todo aquel que decida obrar contrariamente a su consejo. El no recibir esta Palabra es desechar a Jesús mismo, es eliminarle de nuestra vida. Es quedarnos al desamparo, pues el ha dicho: Juan 15: 5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; él que está en mí y yo en él este lleva mucho fruto; porque sin mi nada podéis hacer.” En conclusión: “Rechazar a la Profecía es rechazar a Jesús, porque Él la reveló” 2. Tener vergüenza a la Profecía es tener vergüenza a aquel que nos la reveló puesto que es su Palabra Marcos 8: 38 “Porque aquel que se avergüence de mi o de mis Palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, el hijo del hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.” La Profecía según Cristo mismo, es una base poderosa para poder llegar a alcanzar la convicción, son sus Palabras, las que nos infunden aliento y esperanza al decirnos: Juan 13: 19 “Desde ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando sucediere creáis que Yo Soy.”
Si decir las cosas, antes que sucedan, es profetizar; entonces Cristo nos dio la Profecía, según sus propias Palabras, para que haya convicción en nosotros; es decir poder creer. Si parafraseamos esta parte tendríamos lo siguiente: “Desde ahora os he dado la Profecía, para que cuando se cumpla creáis que Yo Soy” Es Jesucristo mismo, quien se atribuye el habernos dado la Profecía. Son los apóstoles quienes lo certifican. Sin lugar a dudas la Profecía es totalmente Cristo-céntrica; porque a través de ella: “... es Cristo mismo anunciando lo que le acontecería...”. Aún quedan promesas maravillosas por cumplirse, tan grandes, como la Segunda Venida de Cristo. En conclusión: “Avergonzarnos de la Profecía es avergonzarnos de Jesús, porque Él nos la reveló” 3. Tener miedo de las Profecías o del Juicio de Dios, (que son lo mismo como hemos visto), se debe a que no hemos sido perfeccionados en el amor de Cristo que es la obediencia En conformidad con la Palabra de Dios, este es el concepto de amor: 1 Juan 5: 3 “Porque este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son difíciles.” Pero si estamos en la obediencia que es en Cristo; entonces tendremos confianza en la Profecía o el Juicio de Dios. Veamos (la cursiva es nuestra, para entenderlo): 1 Juan 4: 17, 18 “En esto es perfecto el amor para nosotros, para que tengamos confianza en el día del Juicio; pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. Porque en el amor no hay temor (al Juicio), ya que el perfecto amor echa fuera ese temor; porque el temor tiene pena. De donde el que teme no está perfecto en el amor.” Vemos aquí algo muy grandioso. El contexto bajo el cual habla el apóstol Juan en su carta, lo que sabemos por el versículo 17, es sobre el Juicio. Por tanto quien tiene amor perfecto no tiene miedo al Juicio o cumplimiento profético. En conclusión: Temer a la Profecía es tener miedo a Jesús, porque Él nos la reveló. VI. Razón de la Profecía: Entendemos por razón, a la causa o motivo por el cual se da la Profecía, de parte de Dios. El profeta Isaías nos presenta esta razón: Isaías 48: 3 - 8 “Lo que sucedió, ya antes lo dije, y por mi boca se pronunció; lo publique, lo hice pronto y vino a cumplirse. Porque conozco que eres duro y nervio de hierro tu obediencia, y tu entendimiento de metal. Te lo dije hace tiempo, antes que viniese te lo enseñe, para que no digas: Mi ídolo lo hizo, mis estatuas de escultura y fundición mandaron estas cosas. Tú lo oíste, viste el cumplimiento total ¿y no lo predicaréis vosotros? Ahora pues te he hecho oír nuevas y ocultas cosas que tú no sabías. Ahora han sido presentadas, no en el pasado ni antes de este día las habías oído; para que no digas: He aquí que yo ya lo sabía. Sí, nunca lo habías oído, ni nunca lo habías conocido; ciertamente no se abrió antes tu oreja; porque sabía que serías desleal que habías de desobedecer, por tanto te llame rebelde desde el vientre.” Indudablemente, la razón de la profecía es la dureza del corazón del hombre; porque este no quiere aceptar nada que venga de la divinidad, prefiere la basura de su carnalidad. Pero cuando, la profecía se cumple frente a nuestros ojos entonces las palabras de Cristo, que son vivas y eficaces remueven hasta el corazón más incrédulo, el ha dicho: Isaías 55: 10, 11 “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que satisface a la tierra y la hace germinar y producir y da semilla al que siembra y pan al que come. Así será mi Palabra que sale de mi boca, no volverá a mi vacía, antes hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envíe.” Hebreos 4: 12 “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y más penetrante que toda espada de dos filos y que alcanza hasta partir el alma y aún el espíritu y las coyunturas y tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
Esto pues, significa, que bien podemos creer y aceptar; o de lo contrario, sacudirnos por un momento, y a causa de nuestra carnalidad no sujetarnos a las cosas de Dios y ensoberbecernos. Porque: Romanos 8: 7 “Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la Ley de Dios ni tampoco puede.” ¿Que hacer entonces? Siendo Pablo quien escribió esto, veamos la salida que el mismo nos brinda a través de su carta a los Corintios, para que de esta manera podamos obedecer a Dios: 1 Corintios 9: 27 “Antes hiero mi cuerpo, poniéndolo al servicio, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser eliminado.” VII. Propósito de la Profecía El propósito de la Profecía, es la intención con la cual Dios la ha dado. Juan el apóstol presenta claramente esta intención en la persona de nuestro Señor Jesucristo: Juan 13: 19 “Desde ahora os lo digo antes que se cumpla, para que cuando se cumpla, creáis que yo soy.” Es perfectamente entendible, que la intención, el propósito de Dios al haber dado la Profecía, y al haberla conocido nosotros es que esta tenga la tarea de convencernos para que podamos creer en Dios, cuando esta se cumpla. VIII. Objetivos de la Profecía Los objetivos, son los blancos que la Profecía va a alcanzar en nosotros, sea que esta llegue en su primera parte como admoniciones (por la predicación); o en su segunda parte, como un evento en pleno cumplimiento. Estos objetivos presentados a través de la Escritura, principalmente son los siguientes: 1. Entender la existencia de Jehová como el único Dios verdadero Mediante este objetivo, vemos que Dios nos presenta una prueba indubitable de su existencia. Para muchos hoy en día surge la pregunta: ¿Cómo podré saber si Dios existe? Dios nos responde: Isaías 41: 21- 23, 26, 27 “Presentad defensa por vuestra causa, dice Jehová, exhiban vuestros fundamentos, dice el rey de Jacob. Traigan y predíquennos lo que va a suceder; dígannos lo que ha sucedido desde antes, y nos pondremos a pensar en ello; sepamos también lo último y hágannos entender lo que va a suceder. Dadnos nuevas de lo que va a suceder después, para que sepamos que vosotros sois dioses o por lo menos hagan bien o mal para que tengamos que contar y juntamente nos maravillemos... ¿Quien lo anunció desde el principio, para que sepamos; o de tiempo atrás y diremos: Es correcto? Cierto no hay quien anuncie, sí, no hay quien enseñe, ciertamente no hay quien oiga vuestras palabras. Yo soy el primero que he enseñado estas cosas en Sión y a Jerusalén daré un portador de alegres nuevas.” Esto que la Sagrada Escritura nos presenta, son citas a la letra de las Palabras de Dios. Estas Palabras de Dios son la base para probar su divinidad. El la ha dado como una evidencia de su existencia, para que una vez conocida la Profecía y realizado su cumplimiento, comprendamos que su existencia es real. Esto es perfectamente lógico y es una prueba visible de su existencia. Suponiendo que conocemos una Profecía a través de la Escritura y no se cumple, sencillamente Dios no existe y todo es una farsa. Pero..., ¿si la Profecía se cumple? Ahá..., es otra cosa ¿verdad? Entonces, si no creemos en Dios, notaremos que ya hay algo sobrenatural en la Escritura, que no es un libro tan común como pensamos. Veremos que hay algo fuera de lo normal y aunque no lo creas es que Dios está detrás de ella. Los profetas de la Sagrada Escritura, jamás se atribuyeron la gloria de profetizar por ellos mismos, la gloria se la daban a Dios, reconocían su impotencia de hacerlo: 1 Pedro 1: 21 “Porque la profecía no fue en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino que los Santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” Lo que más bien se ve hoy en día es a muchos "profetas" que se atribuyen la gloria a si mismos y hasta tienen el atrevimiento de considerarse como Cristo. Recordemos las Palabras de Jesús el Cristo:
Mateo 24: 24 “Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas y darán señales grandes y prodigios, de tal manera que engañarán si les fuera posible aun a los escogidos. He aquí os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: 'He aquí en el desierto está', no salgáis: 'He aquí en un lugar oculto', no creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.” ¿Hasta cuándo no creeremos en Jesús? Jesús dijo: Juan 5: 43 “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniera en su propio nombre a ese recibiréis.” Además conociendo nuestra naturaleza dijo: Juan 4: 48 “Si no viereis señales y prodigios no creeréis” ¿Ahora entendemos, porque Dios nos ha dado Profecía? (vea el punto "VI. La Razón de la Profecía". Pues vayamos a conocer esas señales y prodigios que ha dejado Jesús en la Sagrada Escritura, en su amor por nosotros y asegurémonos por nosotros mismos de cual sea la verdad. Muchos de los falsos cristos tienen el descaro de decir ser portavoces de Jesús. Otros aseveran como Maitreya y Sai-Baba tener el Espíritu reencarnado de Cristo, el que estuvo en Jesús. A estos hombres les preguntamos sabiendo que no hay contradicción en el Cristo: Si es verdad, como estos "cristos" aseguran, que tienen el espíritu de Cristo y que el espíritu de Cristo tendría que reencarnar nuevamente en el futuro, ¿Por qué el espíritu de Cristo estando en Jesús aseguró que después de Él no creamos en nadie? No tienen respuesta. Hay que recordar que su único nexo con el Cristianismo es la palabra "Cristo", porque sus doctrinas son total y abismalmente diferentes y opuestas a las del Cristianismo. Es por este término, que se vinculan con el Cristianismo para ser aceptados, atribuyéndoselo como los sucesores de Jesús. Creeremos que, ¿las cosas que han anunciado las Sagradas Escrituras y su cumplimiento son casualidad? ¿Tantas casualidades existen, una seguida de otra? Si en verdad alguien puede profetizar sin error alguno, muéstrese a ese alguien. Por otro lado, al hablar de “nuevas”, se refiere a la predicación de la Palabra de Dios, a anunciar o dar a conocer la Profecía. Nuevas, es el mismo término con el que se define etimológicamente al Evangelio. Dios presenta, el cumplimiento profético, como una caracterización de su divinidad y singularidad. Definitivamente, la Profecía tiene un objetivo claro en este aspecto. Es imposible ver el cumplimiento de una Profecía consignada en la Sagrada Escritura, y no creer en un ser superior, o por lo menos, no ser conmovido por dicho cumplimiento. Además, Dios se manifiesta aquí como el único Dios, al retar a todos los dioses, si es que los hay, a que muestren el futuro. De esa manera sabremos, dice Él, que también son dioses. Esta porción bíblica es una prueba irrefutable en la que Jehová Dios, si queremos saber si es verdadero y existe, nos invita a probarlo; verificando si sus Palabras Proféticas tienen cumplimiento o no. Si estas no se cumplen, bien podremos saber que estas las escribió un engañado entusiasta. Pero si estas se cumplen, juicioso sería que las considerásemos...