Corazón afirmado con la gracia Parte 01

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Corazón afirmado con la gracia – Parte 01 Ananías y Safira, la mezcla de la gracia con la ley Pastor Erich Engler

Te invito a ir conmigo al libro de Hebreos cap. 13 vers. 9 donde leemos lo siguiente: “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas”. ¿Es algo bueno ser una persona estable y no una que es llevada de aquí para allá por cualquier viento de doctrina? ¡Por supuesto que sí! Y aquí nos muestra como se logra esa estabilidad: afirmando nuestro corazón por medio de la gracia divina. El escritor de los Hebreos hace aquí una comparación entre la gracia y las prácticas de la ley. En nuestras últimas enseñanzas sobre este tema, hemos estado considerando lo que sucede cuando se mezcla la gracia con la ley. Entre otras cosas hemos estudiado lo que significa ser frío o caliente, como lo expresa en el libro de Apocalipsis, y hemos visto que el problema radica en la tibieza. También, en nuestra segunda enseñanza, hemos visto otro aspecto de la mezcla de la gracia con la ley por medio de la historia de Ananías y Safira. A través de esta comparación habíamos recibido una gran revelación en cuanto a lo que el Señor tiene preparado para la iglesia neotestamentaria, y es que debemos sepultar la mezcla de la gracia con la ley, y concentrarnos exclusivamente en la gracia. Esto es lo que va a establecer y afirmar nuestro corazón. Hoy vamos a considerar otro ejemplo que nos va a ayudar a comprender todavía mejor el tema de afirmar el corazón. El ejemplo que voy a usar hoy es seguramente conocido para muchos, pero ilustra perfectamente lo que quiero compartir. Para ello vamos a ir al libro de Lucas cap. 5 vers. 37:

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“Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán”. Aquí también se refiere a la mezcla de la gracia con la ley y para ello utiliza esta comparación, la cual ilustra el antiguo y el nuevo pacto. Cuando Dios nos quiso dar su gracia por medio de Jesucristo, tuvo que hacer un nuevo pacto porque no podía ser de otra manera. En Hechos cap. 2, cuando habla de la llenura con el Espíritu Santo, vemos que era necesario un nuevo receptáculo el cual es el nuevo pacto. El Espíritu Santo es denominado vino nuevo, y eso es lo que sucedió en pentecostés cuando todos los que le recibieron andaban como ebrios por las calles de Jerusalén. Sabemos entonces lo que dice Jesús con respecto al nuevo vino que no se echa en odre viejo, y ahora dice Él en el vers. siguiente: “Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan”. ¿Qué quiere decir esto? Que la gracia no puede ser mezclada con la ley. En estas palabras de Jesús encontramos otra vez la comparación que nos enseña que no debemos mezclar la gracia con la ley, vino nuevo corresponde ser vertido en nuevo recipiente. Lo mismo sucede con la comparación entre frío o caliente, Dios desea que seamos ardientes 100% por la gracia. Si estamos 100% a favor de la gracia, sin ningún tipo de mezcla, el resultado será que nuestro corazón estará firme y estable. Pero, Jesús sigue diciendo en el próximo versículo algo todavía más interesante: (39) “Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor”. ¿Qué quiere decir esto? Él nos muestra la razón por la cual tenemos problema con aceptar radicalmente la gracia, sin ningún tipo de mezcla. Es necesario que transcurra un cierto período de tiempo hasta que podamos aceptar 100% la gracia de Dios en nuestras vidas.

Eso no sucede de un momento para otro, sino que al igual que con su Palabra, vamos siendo edificados de a poco. Cada vez que escuchamos un buen mensaje de la gracia, esta palabra se va afianzando en nuestros corazones y nos va estabilizando poco a poco. Sin embargo, estamos muy acostumbrados a lo viejo. Generalmente conocemos un evangelio mezclado, es decir: un poco de gracia y otro tanto de ley. Muchos me pueden decir: ¡Sí pastor Erich, Ud. tiene razón, la gracia divina es algo muy bueno…pero también necesitamos cumplir la ley! Justamente allí radica el problema, y Jesús nos lo muestra claramente. Por el hecho de que estamos tan acostumbrados a beber del vino viejo, es como que hasta le damos preferencia y solo por la fuerza de la costumbre. En realidad, si nuestra vida como creyentes es algo que hacemos por costumbre nada más y es común y corriente como la de cualquier mortal, estamos haciendo algo mal. 2

Perdón que lo exprese tan directamente, pero es así. Si no damos lugar a lo sobrenatural estamos viviendo una vida cristiana muy restringida. Nuestro modelo por excelencia, el Señor Jesucristo, vivió siempre en el ámbito sobrenatural desde su nacimiento hasta su partida al cielo, y luego de Pentecostés siguió siendo así con sus discípulos. La vida natural, normal, común y corriente como la de cualquier otro ser humano que no tiene a Cristo, no es nuestro tipo de vida. Nuestra forma de vida debería estar tan llena de cosas sobrenaturales que ese tendría que ser el estándar “normal” para nosotros. O sea, que lo sobrenatural tendría que ser lo más natural que existe para nosotros. Pero, como dije antes, en lugar de ser así estamos demasiado acostumbrados a la rutina, a las cosas conocidas y acostumbradas que siempre estamos volviendo a lo viejo. Hay algunos incluso que piensan que si mezclan la gracia con la ley están haciendo un perfecto balance y equilibrio, pues no se van a ninguno de los extremos. La pregunta que podemos hacernos es: ¿Era Jesús equilibrado y moderado en todas sus acciones y palabras? ¡No!, si observamos su vida vemos que Él estaba enfrentado permanentemente con los religiosos que querían mantener la ley a toda costa, pero a la vez estaba tan lleno de gracia, que no hubo ni un solo pecador que tuvo que ser apedreado en su presencia. Eso era lo más común en aquel tiempo, pero ni siquiera la mujer que fue hallada en el acto de adulterio pudo ser apedreada en la presencia de Jesús. Dicho sea de paso, ¿te diste cuenta que nadie murió en su presencia? La gente se moría cuando Él no estaba presente, es por eso que Marta y María le dicen: “¡Señor, si hubieras estado aquí nuestro hermano no hubiera muerto!” El relato lo encontramos en Juan cap. 11. Dado a que en la presencia de Jesús nadie podía morir, tuvieron que cortarles las piernas a los dos ladrones crucificados junto a Él para que se pudiera morir y se les acabara la agonía. La presencia de Jesús, aún en el momento de partir hacia su Padre, estaba llena de vida. Lo mismo sucedía con el apóstol Pablo. Él tuvo dos tipos diferentes de ministerio. Antes de su conversión, cuando aún se llamaba Saulo, tuvo un ministerio de muerte pues él era el responsable principal de que murieran muchos cristianos en aquel entonces. La Biblia nos dice que él perseguía a los creyentes y era quien daba la orden de matar a personas inocentes, y no pocos eran los que sufrían una muerte atroz. Pero, desde el momento de su conversión, cuando le son abiertos los ojos, la primera persona que ve es a Ananías, cuyo nombre significa: gracia, y eso determina su ministerio futuro. La gracia de Dios nos abre los ojos. ¿Recuerdas cuando Jesús sanó al ciego poniendo lodo sobre sus ojos? En el primer momento él solo ve todo borroso, pero cuando Jesús le toca la segunda vez, él ve todo perfectamente claro. Aquí encontramos una simbología espiritual, y es que cuando dejamos que Jesús nos limpie los ojos, espiritualmente hablando, vemos claramente todo lo que a la gracia de Dios respecta. Eso es precisamente lo que le sucedió a Pablo. Después de haber quedado ciego en el camino a Damasco cuando tuvo el encuentro con Jesús, Ananías ora por él para que reciba la vista y lo primero que Pablo ve cuando abre sus ojos, es a este 3

hombre cuyo nombre significa: gracia. Eso es lo que hace la gracia: abre nuestros ojos para que nos enamoremos nuevamente de Jesús. ¡Dejémonos besar por su gracia! Te invito a ver brevemente un versículo interesante en el libro de Cantares cap. 1 vers. 1 y 2: “Cantar de los cantares, el cual es de Salomón. (2) ¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino”. ¿Sabías que todo el libro de Cantares habla de Jesús? Este libro muestra un cuadro maravilloso del amor de Jesús. Lógicamente que este libro tiene también una aplicación natural, pero se refiere principalmente al amor de Jesús por su esposa, la iglesia. ¿Qué es lo que sorprendía tanto a la gente cuando escuchaba hablar a Jesús mientras estuvo sobre la tierra? En Lucas cap. 4 vers. 22 leemos: “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca… Cuando Jesús nos besa lo hace siempre con palabras de gracia. La gente se maravillaba que Jesús hablara palabras de gracia, pero como Él andaba 100% en la gracia, cada vez que abría su boca brotaban de ella palabras ungidas que producían un efecto purificante en sus oyentes. La gente escuchaba con más agrado a Jesús que a los fariseos religiosos y esa era la razón por la cual ellos estaban celosos de Él. Justamente a causa de sus celos le entregaron para que fuera colgado en la cruz, porque la gente se iba tras Él a causa de sus palabras dulces y edificantes. De su interior fluían corrientes de aguas vivas tal como lo describe la Palabra. En Juan cap. 7 vers. 37 al 39 leemos lo que Él mismo dijo en relación a Pentecostés: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. (38) El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (39) Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Aquí Él se estaba refiriendo a lo que iba a suceder más tarde en Pentecostés o la fiesta hebrea del Shavuot, lo cual leemos en Hechos cap. 2. Los judíos celebraban anualmente la fiesta de Shavuot para recordar la entrega de la ley por parte de Dios a Moisés en el monte Sinaí 50 días después de la salida de Egipto. Esa festividad, que también es llamada la Fiesta de las Primicias vendría a ser la pascua judía y para nosotros pentecostés, porque se celebra 50 días después de la resurrección. Jesús dice que aquellos que recibieran su Espíritu iban a tener ríos de agua viva corriendo desde su interior. El asunto es que para que ese río pueda fluir hay que abrir la boca pues de otra manera no se podrá manifestar hacia el exterior. En este momento, mientras yo estoy predicando, fluyen desde mi interior ríos de agua viva hacia los oyentes.

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Jesús dice aquí que ese río iba a fluir a causa del Espíritu que iban a recibir los que creían en Él. Para eso es que nos fue dado el Espíritu Santo, para que hablemos palabras de gracia y recibamos revelación de su gracia. No necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para comprender la ley, esa no es su función. Los mandamientos están más que claros y cualquier persona entiende perfectamente lo que estos significan. El mandamiento: “no cometerás adulterio” no necesita ninguna explicación pues está más que claro ¿verdad? Sin embrago, se necesita la ayuda del Espíritu Santo para que tengamos revelación de la gracia divina, esa es la razón por la que nos fue dado. ¿Quién tomó el lugar de la ley en el nuevo pacto? El Espíritu Santo. Él tomó el lugar de la ley judaica bajo el nuevo pacto. En el libro de Hebreos, Jesús nos dice 3 veces seguidas que el antiguo pacto fue abolido, pues Él cumplió con todas sus demandas y requisitos. Tú me puedes decir ahora que en Mateo cap. 5 Jesús mismo dice que ni una jota ni una tilde pasarían de la ley hasta que todo se hubiera cumplido, pues ¡justamente eso es lo que sucedió!, Él lo cumplió y por eso el antiguo pacto quedó invalidado para nosotros. Esto hizo posible la venida del Espíritu Santo, que a su vez necesita un nuevo receptáculo. El Espíritu Santo no puede fluir en receptáculos antiguos y gastados, sino que necesita un nuevo hábitat para poder derramar todo lo nuevo que tiene para dar. Ese nuevo hábitat fue creado por Jesucristo y es el nuevo pacto de la gracia en Él, o como Pablo también lo denomina: el evangelio de la gracia y de la paz. En el evangelio de la gracia, el Espíritu Santo pasó a tomar el lugar que ocupaba la ley. En Hebreos cap. 8 vers. 10 leemos: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo”. Aquí dice que Dios mismo habría de escribir sus leyes en la mente y el corazón de sus hijos. ¿Cómo es esto posible? Aquí, el escritor de la carta a los Hebreos está citando el pasaje de Ezequiel cap. 36 vers. 26 y 27: “(26) Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Aquí habla de quitar el corazón de piedra. La palabra “piedra” se está refiriendo a la ley de Moisés, puesto que dicha ley fue escrita en dos tablas de piedras de zafiro. La piedra está simbolizando frialdad. Las palabras: ley, piedra y frialdad son sinónimos en este caso. La piedra habla de la frialdad pues con mandamientos escritos sobre frías tablas de piedra no se puede tener una relación personal. Esto solo es posible con una persona como lo es el Espíritu Santo. Leemos ahora el vers. 27: (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. 5

Estas son las mismas palabras que leímos en Hebreos ¿verdad? Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo. ¿Cómo se hace posible esto? Por medio del Espíritu Santo. Bajo el nuevo pacto el Espíritu Santo pasa a tomar el lugar que ocupaba la ley. El Espíritu Santo es quien escribe las leyes de Dios en nuestros corazones. ¿Qué es lo que hace que el nuevo pacto sea mejor que el antiguo? La ley solo nos puede decir: “no cometerás adulterio”, y ahí se acaba pues más que eso no nos puede decir. Sin embargo, el Espíritu Santo no solo nos puede decir que no cometamos adulterio sino que también nos enseña como avivar el amor por nuestro cónyuge. La ley no puede darnos una revelación de un amor renovado por nuestro cónyuge, eso solo lo puede hacer el Espíritu Santo. Él nos da el testimonio interior de que no cometamos adulterio porque no está bien, y al mismo tiempo nos da ideas de cómo ser más atentos, corteses, obsequiosos, amables y tiernos con nuestro cónyuge. Él nos guía para saber cómo hacer para avivar el amor de Dios en nuestra relación matrimonial. ¿No es maravilloso esto? La ley no puede hacer esto, ella solo puede decirnos lo que no debemos hacer. Sin embargo, el Espíritu Santo, quien pasó a ocupar su lugar en el nuevo pacto, nos guía y nos dirige. Por esa razón es que el nuevo pacto es mucho mejor que el antiguo. Justamente eso es lo que dijo Jesús sobre las corrientes de agua viva que fluirían desde nuestro interior, lo cual solo es posible por medio del Espíritu Santo. Habíamos leído que la gente se maravillaba sobre las palabras de gracia que fluían de la boca de Jesús, y nosotros podemos tener también ese mismo río de agua viva en nuestro interior. Vamos a meditar ahora sobre el pasaje de Lucas cap. 4 vers. 18 y 19 donde Jesús nos dice porqué Él podía hablar palabras de gracia: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Todo eso era posible porque el Espíritu de Dios estaba sobre Él. Muchas veces se piensa que el poder del Espíritu Santo estaba sobre Él en primer lugar para que pudiera obrar milagros y señales, sanidades y liberaciones. Por supuesto que el poder del Espíritu Santo tenía que ver con esas señales poderosas también, pero una de las misiones principales de esa unción era para que Él pudiera hablar palabras de gracia a sus oyentes. Este pasaje no termina en el vers. 19 sino que tiene su culminación en las palabras del verso 22: “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca… O sea que el bloque completo comienza en el vers. 18 cuando dice que el Espíritu del Señor está sobre Él, sigue con las señales y milagros, y culmina en el versículo 22 explicando que los oyentes estaban maravillados por las palabras de gracia que salían de su boca. 6

El Espíritu Santo nos fue dado para que hablemos palabras de gracia. Por medio de su Espíritu recibimos en primer lugar revelación de la gracia divina, y luego esa misma gracia es la que gobierna y dirige nuestra vida. ¿Sabes que es lo que más entristece al Espíritu Santo? Cuando no hablamos palabras de gracia. Cuando nuestras palabras no están llenas de gracia entristecemos y herimos al Espíritu Santo. Te invito a ir conmigo al libro de Efesios cap. 4 vers. 28 y 29: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Nosotros no trabajamos para vivir, sino para compartir con los que necesitan. El motivo por el cual nosotros, como integrantes de esta iglesia trabajamos, es para poder apoyar financieramente ministerios como el de la iglesia del internet en español porque haciendo así, la Palabra llega a lugares que de otra manera no llegaría. Debemos tener siempre en cuenta que no trabajamos materialmente en primer lugar para sobrevivir, ni siquiera para mantener a nuestra familia o poder brindarle una vida más o menos placentera, pues todas esas cosas vienen por añadidura, sino que trabajamos para poder compartir con el que necesita y poder invertir en la extensión del reino de Dios. En este punto me agradaría escuchar un amén bien fuerte pues eso es lo que dice la Palabra. Si comprendemos esto entonces Jesús pasa a estar en el centro de nuestra vida. Nosotros trabajamos para Él y por eso podemos invertir en su reino. Repito, no trabajamos para sobrevivir, sino para dar. Ahora leemos el versículo 29: (29) “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. ¿Qué tipo de palabras deben salir de nuestra boca? Palabras de gracia. Si hablamos así la gente que nos escucha comenzará a asombrase, tal como lo hacía con Jesús, y entonces estaremos actuando en el ámbito sobrenatural y no en lo común y corriente como lo puede hacer cualquier otra persona. Otorgamos gracia a otras personas justamente cuando no se lo merecen. Decimos palabras de gracia a personas que en realidad tendríamos que estar regañando o reprendiendo. Si otorgamos loor y halago solo al que se lo merece, no sería gracia. Precisamente la definición de gracia es: favor inmerecido. ¿Cuándo es que la gracia es precisamente gracia? Cuando no la merecemos. La mujer hallada en el acto del adulterio no se merecía la gracia. De acuerdo a la ley, ella debería ser apedreada, sin embargo Jesús le otorgó palabras de gracia. Él le preguntó si alguien le había lanzado la primera piedra, y cuando la mujer le responde que nadie la había acusado, Él entonces le dice: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” El cristianismo ha invertido el orden de esta declaración diciendo que recién cuando dejemos de pecar, vamos a ser eximidos de condenación. Sin embargo, Jesús pronunció estas palabras en un orden diferente: primero le dijo a la mujer que no la acusaba y luego le 7

aconsejó que no pecara más. ¡Estas son las palabras de gracia que llenaban de asombro a los oyentes! El Señor besaba a sus oyentes con palabras de gracia. Habíamos leído eso en Cantares ¿verdad? ¡Permitamos que Él nos bese con palabras de gracia! El último verso que leímos habla sobre palabras corrompidas y al leer esto, lo primero que pensamos es que se refiere exclusivamente a un denuesto o a palabras torpes o dañinas, pero no se refiere solo a eso de acuerdo al contexto, sino mucho más a palabras dichas sin gracia. Y en el vers. 30 leemos: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. ¿Cómo entristecemos al Espíritu Santo? Cuando decimos palabras que no están llenas de gracia. En realidad cuando usamos palabras toscas o dañinas estamos entristeciendo al Espíritu Santo, pero mucho más cuando hablamos palabras carentes de gracia. Yo no estoy diciendo por eso que esté bien usar palabras toscas, dañinas o inapropiadas, ¡por el contrario!, deberíamos eliminar completamente dichas palabras de nuestro vocabulario, pero lo que sí digo es que, nuestra actitud no va a cambiar simplemente por escuchar predicaciones morales. Mientras escuchemos predicaciones sobre todo lo que no hacemos bien o sobre todo lo que tenemos que cambiar, no vamos a experimentar ningún tipo de cambio. Ese modo de encarar las cosas corresponde al antiguo pacto. El antiguo pacto nos hace poner siempre la mirada y atención en nosotros mismos, por ejemplo: que es lo que yo debo cambiar; que es lo que yo debo hacer diferente; para que experimente un cambio y Dios me pueda bendecir. El nuevo pacto, en cambio, nos hace poner siempre la mirada en Jesús. ¡Jesús debe ser quien esté en el centro de todo y no nuestro comportamiento, mérito o esfuerzo personal! El diablo va a querer que pongamos siempre la atención en nosotros mismos. Cuando nos miramos a nosotros mismos inclinamos nuestra mirada hacia abajo, cuando miro a Jesús levanto la mirada hacia arriba y ya no veo nada más de mi mismo. El diablo desea que concentremos la atención en nosotros mismos: todo lo que hicimos mal; todo lo que todavía debemos cambiar; etc., y de ese modo nos tiene prisioneros. Sin embargo, cuanto más miramos a Jesús, más somos transformados a su imagen. La cosa es realmente sencilla, solo que debemos aprender a poner la mirada en la perspectiva correcta, o sea: en lugar de mirarnos a nosotros mismos y ver todo lo que no hacemos bien, levantar nuestros ojos hacia arriba y ver a Jesús quien tiene el poder de cambiarnos positivamente. Repito, lo que más entristece al Espíritu Santo que mora en nosotros, son las palabras carentes de gracia que pronunciamos.

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El Espíritu Santo de Dios nos fue dado en primer lugar para revelarnos la gracia divina, y en segundo lugar para que esa gracia fluya desde nuestro interior como ríos de aguas vivas hacia nuestros semejantes. La manera en que estos ríos de aguas vivas pueden fluir hacia los demás es por medio de nuestras palabras. Deberíamos dejarnos “besar” primero por Jesús para poder así luego “besar” con nuestras palabras a nuestros semejantes. ¿Cómo puede ser que una simple mujer hindú, conocida por sus seguidores con el nombre de Amma, haya podido llegar a tener tanto éxito, recorrer muchos lugares del mundo, llenar grandes estadios y alcanzar grandes multitudes, simplemente por abrazar a la gente? ¿Cuál es la razón principal por la cual muchos van detrás de ella? Ella toca a las personas. Si esa mujer puede hacer eso, teniendo una creencia completamente errónea, ¿cuánto más podemos hacer nosotros que tenemos el verdadero río de agua viva en nuestro interior? Con nuestras palabras podemos “abrazar” y “besar” a nuestros semejantes, quienes en la gran mayoría de los casos, están sedientos de amor y atención. Las palabras que hablamos tienen una enorme importancia y un peso que ni siquiera imaginamos, sobre todo cuando son palabras de gracia. Las palabras de gracia, que provienen del nuevo pacto tienen un sabor maravilloso. El Señor nos “besa” constantemente con su gracia, tal como lo leímos en el libro de Cantares cap. 1: (2) ¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino. El vino nuevo debe ser colocado en recipientes nuevos. El amor del Señor es mejor que cualquier otro deleite físico o natural y tiene que ver con su gracia. Y ahora algo práctico para las relaciones matrimoniales. En 1 Pedro cap. 3 vers. 7 leemos un pasaje bastante conocido: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. ¡Hombres, prestad atención a estas palabras! Debéis tener en cuenta que la mujer es el vaso (=vasija o recipiente) más frágil, aunque a veces no lo parezca. Seguramente que la mayoría de los hombres creyentes, hemos escuchado o leído, por ejemplo, en nuestro devocional privado, la última frase de este versículo y pensado que para recibir respuesta a nuestras oraciones debemos estar en perfecta armonía con nuestras esposas ¿verdad? Muchos de nosotros hemos pensado que, si hemos tenido una discordia o pelea con nuestra esposa, es mejor que no oremos hasta que hayamos hecho las paces con ella. Yo creo que, si la respuesta a nuestras oraciones depende de que entre los cónyuges reine la perfecta y completa armonía, nunca encontraremos el momento propicio para orar. Por otra parte, no sería bueno que por esa razón nos abstengamos de orar pues nos va ir peor todavía. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para que nos revele lo que realmente quiere decir este pasaje. Cuando comprendemos su verdadero significado, quitamos la mirada de nosotros mismos y lo vemos desde la perspectiva correcta. La respuesta a nuestras oraciones no depende tanto si nosotros hacemos el esfuerzo de estar en perfecta armonía 9

para poder ser merecedores de ella. Cuando pesamos así ponemos la mirada nuevamente en nosotros y en nuestros méritos o esfuerzos personales. Este pasaje dice algo completamente diferente y eso es lo que lo hace tan particular. Si leemos esto en el original griego encontraremos que la palabra “sabiamente” se usa para “conocimiento”. O sea que leeríamos esa frase de la siguiente manera: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid o habitad con ellas según el conocimiento asignando honra a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. Aquí habla de dar honra a la mujer de acuerdo al conocimiento asignado. ¿Cómo funciona esto en la práctica? ¿Cuál es el conocimiento que debemos tener como hombres? ¿Qué clase de honor debemos dar a nuestras esposas? Si leemos detalladamente el versículo encontraremos la respuesta, y es que la gracia de Dios no es exclusiva para los hombres. Las esposas son también herederas de la gracia divina. Los hombres son, por lo general, los que llevan adelante el hogar, ellos son los encargados de ganar el pan cotidiano para alimentar a su familia. Por esa razón, y tal vez inconscientemente, tendemos a pensar que la gracia de Dios está solo sobre nosotros para que podamos cumplir con la tarea de ser cabeza del hogar. Aquí está justamente la cuestión, y es que debemos reconocer que la gracia divina también está sobre nuestras esposas. Ese es el conocimiento que debemos tener: la gracia divina está sobre nuestras esposas de la misma manera que sobre nosotros. La falta de conocimiento de esta verdad es un estorbo para nuestras oraciones pues pensamos que somos nosotros, los hombres, los únicos que contamos con la gracia divina pues somos nosotros los que tenemos que llevar adelante el hogar, y somos nosotros... etc., etc. Toda la atención está puesta solo en nosotros mismos. Pero, en cambio, cuando reconocemos que la gracia divina reposa de la misma manera sobre nuestras esposas, les estamos dando honra. Cuando pesamos que nuestras esposas no poseen gracia de parte de Dios o reciben menor cantidad que nosotros, estamos bloqueados en nuestras oraciones. Cuando tenemos el conocimiento de que nuestras esposas son coherederas de la misma gracia que nosotros, y les damos el honor debido, no hay estorbo alguno para nuestras oraciones. Podemos estar seguros que es así pues en el versículo 6 leemos: “Como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza”. Aquí encontramos la pauta. Este versículo dice: al igual que Sara. Abraham llegó a ser tremendamente rico a causa de su esposa Sara. En Génesis cap. 12 vers. 16 leemos: “E hizo bien a Abram por causa de ella; y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos”.

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Sobre Sara reposaba una gracia especial. Eso hizo que Abraham se enriqueciera. La palabra que se usa en el hebreo para la frase: “por causa de ella” es “baaburah”. Esta palabra la encontramos varias veces en la Biblia en sus diferentes variaciones, pero solo aquí aparece con la letra “h” al final. En enseñanzas anteriores habíamos visto que la letra “h”, la quinta del alfabeto hebreo representa a la gracia. Es evidente que Abraham reconoció que sobre Sara había una gracia especial, y eso hizo que él mismo obtuviera favor dondequiera que iba. Si leemos toda la historia en el antiguo testamento veremos que a causa de Sara Abraham fue bendecido, aún en los momentos de extremo peligro. Debemos reconocer que la gracia divina está depositada sobre nuestras esposas, en la misma medida como lo está sobre nosotros los hombres. Si bien es cierto que somos nosotros los que más duramente trabajamos para mantener nuestras familias pues la mayor responsabilidad recae sobre nuestros hombros, nuestras esposas son coherederas de la misma cantidad de gracia. Cuando reconocemos esto y les damos honor no hay estorbo alguno para nuestras oraciones. La forma en que Jesús nos “besa” es, en que siempre nos fortalece y nos muestra que somos de valor para Él como para depositar su gracia sobre nosotros. Al principio habíamos dicho que es necesario que el vino nuevo sea derramado en nuevos recipientes. Si lo aplicáramos al ámbito personal podríamos decir que, ese vino nuevo de la infinita gracia de Dios necesita recipientes dispuestos en nuestras vidas para poder ser depositado, necesita oídos atentos para poder ser asimilado. Estamos tan acostumbrados a beber del vino viejo que a veces hasta pensamos que es mejor. Sin embargo, la Palabra nos dice que el vino nuevo es mucho mejor que el viejo. Según la Palabra nosotros somos templo del Espíritu Santo, pongamos pues todo nuestro “recipiente”, cuerpo, alma y ser interior a disposición para que sea llenado con ese vino nuevo. Cuando nos abrimos para recibir ese vino nuevo todo será mejor en nuestras vidas. De allí la importancia de no mezclar lo nuevo con lo viejo. En Gálatas cap. 4, y en relación a la historia de Abraham y Sara, dice: “echa fuera a la sierva” La sierva en este caso, representa el antiguo pacto hecho en el monte Sinaí, o sea la ley o los 10 mandamientos. En ese pasaje citado del antiguo testamento, Dios habla por boca de Sara diciendo que echemos fuera a la sierva (=la ley) de nuestro medio. O sea que dejemos de lado el vino viejo, y dispongamos nuestros recipientes para que sean llenados de su gracia. Habíamos visto que Abraham representa a la fe y Sara a la gracia. ¡Qué combinación más maravillosa! La gracia no es nuestra “hermana”, como pretendió hacer creer Abraham para salvar su vida, sino que es nuestra “esposa”. La gracia es parte íntima y cercana de nuestra vida. 11

Hermanas podemos tener muchas, pero esposa solo una. La enseñanza sobre la gracia no es una doctrina más entre muchas otras, sino que es la parte fundamental de nuestra existencia. Es importante que establezcamos la diferencia pues solo la gracia y la fe se complementan entre sí. La gracia no es un tema más entre muchos otros en el reino de Dios, sino que es el centro de todo. De allí parte todo lo demás. La gracia es tan maravillosa que necesita nuestros recipientes dispuestos para poder fluir hacia afuera constantemente como ríos de aguas vivas. Estos recipientes dispuestos son llenados cuando escuchamos constantemente mensajes de la gracia; cuando estudiamos la Palabra desde esa perspectiva y recibimos revelación por medio del Espíritu Santo; y cuando la compartimos con otros. ¡Amén!

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