Cristina Gutiérrez López* El contradictorio papel de Basilea ll en la crisis financiera actual: acentúa el ciclo económico?

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ANÁLISIS FINANCIERO

Cristina Gutiérrez López*

El contradictorio papel de Basilea ll en la crisis financiera actual: ¿acentúa el ciclo económico? RESUMEN El crédito presenta habitualmente características procíclicas, ya que las entidades financieras lo restringen como consecuencia del aumento de posibles impagos cuando la economía entra en recesión, profundizando con esa medida la situación del ciclo económico, agravando las dificultades del resto de agentes y afectando, en definitiva, a la economía real. La exigencia al sector financiero de mantener un volumen mínimo de fondos propios acorde a su medición de riesgos es consecuencia del Nuevo Acuerdo de Capitales (Basilea II) publicado en 2004. Frente a su indudable valor como esquema de mejora del control de riesgos, es preciso valorar otros efectos sobre el comportamiento del sector, particularmente en este momento económico. Este trabajo analiza las posibles consecuencias del esquema regulador de Basilea II, con especial incidencia en el riesgo de crédito, evaluando su impacto sobre la prociclicidad del sistema financiero. Palabras clave: Basilea II, prociclicidad, crédito

ABSTRACT In economic downturns, financial entities cut credit supply as they expect high levels of default, which makes the economic cycle worse. This affects in different ways the situation of most economic agents and the real economy is eventually damaged. The new Capital Accord (Basel ll) issued in 2004 demands from the financial sector to keep a minimum level of equity related to the risks taken. Although it obviously improves risk management, other consequences on the behaviour of the financial sector should be taken into account, particularly in the current economic context. This study analyses the possible consequences of the Basel ll Framework, paying special attention to credit risks and assessing its possible impact on the procyclicality in the financial system. Key words: Basel ll, procyclicality, credit supply Recibido: Abril 2009

Aceptado: Febrero 2010

1. PROCICLICIDAD EN EL SISTEMA FINANCIERO Uno de los aspectos más comentados de Basilea II han sido sus posibles consecuencias, especialmente en dos vertientes: las notables exigencias técnicas y humanas que supone para las entidades financieras1 en la puesta en marcha de todos los elementos precisos para el desarrollo de un esquema de medición y control de riesgos, y los efectos sobre el sistema financiero y finalmente, sobre la economía real, dada su posible acentuación del ciclo económico.

Se considera que el sistema financiero es excesivamente procíclico cuando amplifica innecesariamente las oscilaciones en la economía real y/o reduce la estabilidad y solidez del sector financiero. La volatilidad se asocia con cambios significativos en la evaluación del riesgo, lo que implica alternancia entre aversión al riesgo o asunción del mismo (con su consiguiente subestimación). Dado que los ajustes en la actitud al riesgo son inherentes a la naturaleza del comportamiento humano, hay una tendencia a que los agentes económicos (tanto prestamistas como prestatarios) perciban siste-

* Facultad de CC.EE. y Empresariales. Universidad de León. Gutiérrez López, Cristina: El contradictorio papel de Basilea ll en la crisis financiera actual: ¿acentúa el ciclo económico?. Análisis Financiero n° 112. 2010. Págs.: 20-31

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máticamente los riesgos de forma confusa a lo largo del ciclo, llevando a un optimismo excesivo en los booms económicos que es seguido por un pesimismo exagerado en las recesiones (los participantes en el mercado financiero se comportan como si el riesgo fuera contracíclico, difuminándose en la fase expansiva). Aparece así el acelerador financiero, donde los ciclos reales y financieros tienden a reforzarse mutuamente mediante las tradicionales interacciones entre precios de activos y crédito. El comportamiento de rebaño de los agentes unido a la existencia de información asimétrica y a las imperfecciones del mercado, ahondan en el problema. La fase expansiva del ciclo económico acrecienta pues la confianza del inversor y lleva a un aumento en la demanda de crédito superior a la tasa de crecimiento económico. Esto hace que se eleve el precio de los activos empleados como colaterales, incrementando la confianza y conduciendo a una mayor demanda de créditos y a una relativa facilidad para su obtención. Por el contrario, la fase recesiva se caracteriza por la contracción del crédito2 y la reducción del valor de los activos, que suele ser superior a la ralentización e incluso decrecimiento de las variables macroeconómicas, y es germen de inestabilidad financiera y de significativos costes sociales y económicos3. De este modo, sin la presencia de regulación, habrá una excesiva prociclicidad en el sistema financiero y en la economía real; la capacidad de la regulación para aumentarla o disminuirla es la siguiente cuestión4. La prociclicidad del sistema financiero se produce por el optimismo que caracteriza a las épocas de expansión económica y que hace que la percepción del riesgo disminuya, elevándose así la exposición a éste. Por el contrario, la estimación del riesgo crece en las recesiones. De esta manera, las actividades de préstamo de un intermediario financiero muestran características procíclicas, ya que resulta poco menos que actuar contra la intuición expandir el crédito si la economía es débil y contraerlo en el caso opuesto5. Optando por una regulación bancaria basada en la exigencia de capital mínimo, si éste depende del riesgo, será sensible a la situación económica y aumentará en la fase recesiva, haciendo que los bancos restrinjan los créditos concedidos cuando el ciclo económico caiga, ya que mantener más capital es muy costoso. La contracción del crédito, además, tiende a acentuar o prolongar la recesión. Al generarse estas dificultades crediticias, se producirán desequilibrios macroeco-

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nómicos. Por ende, el capital disponible en las recesiones es de por sí menor, dado que la entidad debe constituir provisiones6 y deshacerse de préstamos fallidos, agudizando el problema. La prociclicidad en el contexto de Basilea II se refiere pues a la acentuación del ciclo económico como consecuencia de nuevos requisitos de capital o capital regulatorio mínimo (a diferencia del capital económico que mantendrá finalmente la entidad7), determinando si éstos aumentan la volatilidad financiera afectando a la economía real a través de un refuerzo del ciclo económico. La financiación propia exigida se basa en la calidad de los activos y no en el tipo de activo8 . En un período de fuerte crecimiento económico, los bancos pueden ofrecer condiciones de financiación más favorables, que conducirán posiblemente a un boom de los activos, lo que en la fase contraria llevaría a una crisis crediticia9. La premisa clave es no olvidar la gran diferencia entre riesgo potencial y riesgo observado; así, el riesgo se genera en las fases alcistas, ya que es en éstas cuanto las entidades financieras aplican menores estándares de riesgo, y se materializa cuando la economía sufre. Parece pues inevitable aceptar el carácter procíclico de Basilea II10, siendo preciso determinar si éste es excesivo y, sobre todo, su impacto en el momento bajista del ciclo económico. De hecho, poco queda del entorno económico de los países desarrollados hasta mediados-finales de 2006, caracterizado por bajos tipos de interés que incentivaron la creación de crédito, y un apalancamiento que rápidamente creó burbujas de activos; todo ello, apoyado por la baja inflación que animó a una general complacencia en el sector bancario con perspectivas sólo a corto plazo y una política monetaria acomodaticia. En este momento, existe relativo consenso sobre algunas fuentes de excesiva prociclicidad: gestión inadecuada de riesgos (las estimaciones se basan habitualmente en horizontes temporales muy cortos, y las provisiones son procíclicas), débil intervención supervisora y diseño de esquemas regulatorios. La situación actual se caracteriza por nuevas formas de riesgo, otras vías de prociclicidad potencial asociadas a los derivados, e incertidumbre motivada por el riesgo de los desequilibrios globales en un contexto de turbulencias. Las fluctuaciones en los mercados de capital, reflejadas en el patrón proclícido de los spreads y de las variaciones en la disponibilidad de financiación y en los vencimientos, son uno de los detonantes de esta situación. Esta volatilidad de

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corto plazo, con un movimiento ascendente de los spreads seguido de cortos períodos de recorte en la financiación, tal y como se ha observado en crisis pasadas (Méjico, Rusia, Asia)11, indica que la dependencia de ese tipo de financiación es de excesivo riesgo. Además, la prociclicidad de los mercados financieros afecta a todos los tipos de activos considerados de riesgo por los agentes del mercado12.

sin evidencia clara de un riesgo de inflación por el precio de las commodities y de los servicios. Ante las opiniones enfrentadas sobre las medidas de política monetaria, deben tenerse en cuenta algunos aspectos:

Situados pues en la combinación de la fase recesiva del ciclo económico y un momento de dificultades para el sector crediticio, auspiciado por problemas de liquidez y solvencia, el coste real para la economía es indudable, trasladándose significativamente a los sectores más dependientes de financiación ajena.



En la práctica, una política monetaria puede estar limitada y no encontrar los efectos buscados.



Existe la posibilidad de que un boom finalice por sí solo.

Políticas supervisoras: requisitos de capital, limitaciones en el crecimiento del préstamo bancario, provisiones obligatorias sobre préstamos, restricciones en el tipo de prestatario que pueda acceder a préstamos bancarios u otro tipo de financiación, etc. Los reguladores deben tener en cuenta también los costes totales de la regulación, que incluyen no sólo los asumidos por ellos mismos (costes directos) sino los que afrontan los regulados (costes de cumplimiento) y aquellos que surjan por las consecuencias no intencionadas de la regulación, perjudicando al mercado y en ocasiones fomentando los casos de corrupción. Como se detallará con posterioridad, los requisitos de capital incluidos en Basilea II pueden favorecer la estabilidad del sistema al incentivar a la banca a invertir en esquemas avanzados de gestión de riesgos, revelar información oportuna, asegurar que las entidades que asumen riesgos relativamente más altos mantengan más capital, etc. Las dudas sobre la posibilidad de amplificar los ciclos económicos se basan en que si los riesgos están mal medidos (sub-estimados en buenas épocas y sobre-calculados en las malas), los requisitos de capital asociados a ellos serán desestabilizadores. Además, desde un punto de vista “social”, incluso si el riesgo se ha medido correctamente, no será adecuado que el capital regulatorio caiga durante la expansión y aumente en la fase recesiva, especialmente si el capital es escaso en esta última.

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Políticas prudenciales: particularmente, la introducción de una provisión dinámica, como se hizo anteriormente en España, reflejo de que, en contra de lo que tradicionalmente se piensa (los riesgos surgen en las malas épocas), los riesgos aumentan en las fases buenas y sólo cristalizan en las malas. Esta opción no es bien vista desde la perspectiva contable, ya que fijar una provisión cuando se conceden créditos supone infravalorar el crédito y distor-

2. ALTERNATIVAS PARA LA GESTIÓN DE LA PROCICLICIDAD A la pregunta sobre las posibles opciones para gestionar una prociclicidad excesiva, se plantean diversas respuestas, entre las que figura la adoptada desde Basilea II. Políticas macroeconómicas: para prevenir la inestabilidad financiera desde el principio y dejar más espacio a maniobras para tratar episodios de desequilibrio pueden desarrollarse tanto una estricta y recta política fiscal14 como una política monetaria que tienda a estabilizar15. También pueden adoptarse políticas macroeconómicas contra-cíclicas, como la disposición de los bancos centrales a elevar los tipos de interés en respuesta a la percepción de desajustes en el crédito y en los mercados de activos. En este sentido, existe consenso sobre la idea de que el precio de los activos per se no debería ser el objetivo de estas políticas, así como de que después de una gran caída en esos precios, las reglas deberían aflojarse. Sin embargo, es mayor el debate sobre la idea de apostar por una regulación más estricta durante un boom económico,

Es preciso distinguir cambios “fundamentales” en el precio de los activos y en el crédito respecto a otros.

La crisis bancaria también se ha fortalecido mediante la titulización. En el análisis de obligaciones de deuda colateralizadas (CDO – collateralised debt obligations) se comprueba que los bancos que transfieren partes de esa deuda pero retienen otra y aplican un enfoque de rating “a través del ciclo” (through the cycle13) pueden estar expuestos a un mayor riesgo de insolvencia: el riesgo de crédito retenido puede estar sub-estimado y conducir a una asignación de capital inadecuada, y el riesgo de crédito transferido puede estar sobreestimado y llevar a costes de transferencia adicionales basados en los riesgos (Rösch y Scheule, 2009).

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sionar el valor en libros de los activos bancarios, ocasionando una pérdida de exactitud y transparencia. -

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Revelación de información y contabilidad: facilitar mejor información al mercado (tanto sobre los determinantes y evaluaciones de riesgo a nivel agregado, como información contable referente a las empresas a nivel individual) ayudará a limitar la potencial aparición de errores en la medición de riesgos y, por tanto, contribuirá a un sistema financiero más estable. En este punto, la influencia de las normas internacionales de contabilidad (NIC) resulta interesante. Enfoque institucional: estabilidad política, derechos de propiedad ejecutables, un sistema legal que funcione adecuadamente y un sólido esquema contable reducen (aunque no eliminan) la probabilidad de que un país sufra grandes cambios en la opinión inversora o, si se producen, serán menos dañinos.

3. LA PROCICLICIDAD EN EL ACUERDO DE BASILEA II La principal fuente de prociclidad de Basilea II16 corresponde al tratamiento del riesgo de crédito recogido en el Pilar 1 (requisitos mínimos de capital), ya se gestione mediante el método estándar (relativa continuación de Basilea I) o a través de modelos internos (IRB – internal ratings based), si conduce a las entidades financieras a restringir el crédito cuando la economía entra en recesión17. La posible prociclicidad en el enfoque estándar del riesgo de crédito dependerá de si los rating de crédito de las agencias externas se mueven o no a lo largo del ciclo. Pese a que a priori éstos se miden a través del ciclo, hay evidencias de que las matrices de transición del rating o probabilidad de moverse de un rating a otro varían con el ciclo. Adicionalmente, cuando se ajustan tienden a sobre-reaccionar a las condiciones de la empresa, y dicho comportamiento está correlacionado con las condiciones macroeconómicas. De este modo, emplear más niveles puede conducir a un aumento de la ciclicidad. En el caso del enfoque IRB, de forma intuitiva los requisitos de capital son una función creciente de las estimaciones sobre las probabilidades de impago de los préstamos concedidos (PD – probability of default) y las consiguientes pérdidas (LGD – loss given default), variables ambas que serán mayores durante una desaceleración económica y por supuesto, en recesión. De todas formas, el

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análisis debe incluir también la exposición al riesgo (EAD – exposure at default), concluyendo que los tres parámetros están en sí mismos influidos por movimientos cíclicos18, tal que durante ese momento del ciclo económico, la mayor sensibilidad al riesgo de los sistemas de rating de los bancos puede conducir a un aumento en los requisitos de capital19: • Puede llevar a un incremento en las estimaciones del banco del posible impago del prestatario (PD) si se emplea un horizonte de estimación a corto plazo. Estos rating “point-in-time” cambian debido a variaciones en la calidad crediticia a lo largo del ciclo de negocio. Por el contrario, un rating “a través del ciclo” requiere un análisis a más largo plazo del riesgo de fallido del prestatario a partir de un escenario que tenga en cuenta el efecto de un momento económico como el descrito. El efecto sobre la ciclicidad de la PD depende pues del período de tiempo empleado para su estimación, ya que si la tasa media de fallido cambia dentro del grado de crédito (que bajo un efecto de transición se mueve entre ratings), emplear un período más largo mitigaría ese efecto20. • LGD puede aumentar dado que las tasas de recuperación son más bajas cuando la economía no crece. • EAD puede elevarse ya que los prestatarios hacen más uso de sus límites en el acuerdo del préstamo durante esta fase. El análisis pormenorizado de las distintas variables, principalmente PD, explica su contribución al carácter procíclico del Acuerdo pero también señala las posibles soluciones. Si la evaluación crediticia o rating empeora en las recesiones, así lo hará la PD, elevándose el capital como consecuencia. Si las agencias de rating diseñaran el sistema de evaluación que se mantuviera estable a lo largo del ciclo económico, no habría prociclicidad, ya que se corregirían los efectos cíclicos y se reflejaría el riesgo fundamental. De este modo, según el modelo IRB, el capital aumenta durante las recesiones porque el sistema de rating responde a cambios en la PD; si el banco reacciona recortando el crédito, el ciclo será aún peor. Por tanto, Basilea II es procíclico en su tratamiento del riesgo de crédito por trabajar con una única curva de riesgo que relaciona capital y PD. La solución estriba en moverse dentro de una curva y de una a otra, es decir: • Disponer de un conjunto de curvas de riesgo, para que el capital para una determinada exposición disminuya si el capital económico (calculado internamente) es escaso en

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comparación con la probabilidad de fallido de los préstamos. • Trabajar con un alto nivel de confianza en épocas de expansión y otro más reducido en la fase recesiva; así, el de menor nivel de confianza supondrá una carga de capital inferior, porque si el nivel de confianza fuera fijo, ante la recesión los préstamos no fallidos elevarían el riesgo (aumentaría la PD y, por tanto, el capital). En cuanto a LGD, hay evidencia empírica de prociclicidad, dada la relación negativa entre PD y las tasas de recuperación (Altman et al., 2004), al ser superior su valor medio durante las recesiones. Por su parte, respecto a EAD no hay consenso en la literatura, y finalmente, para el vencimiento (M), se considera que tiende a disminuir en las recesiones. Por tanto, el impacto de Basilea II sobre la prociclicidad depende básicamente del horizonte temporal sobre el que los bancos evalúen sus riesgos. Aquellos que empleen estimaciones en un momento determinado a partir de PD actuales serán más procíclicos que los que usen estimaciones a través del ciclo, ya que los segundos reducirán el crecimiento del crédito constituyendo capital y provisiones en épocas de expansión, disponibles como colchón frente a las pérdidas limitando la contracción del crédito en la fase recesiva. Sin embargo, el análisis es incompleto sin considerar otros aspectos secundarios, como la “regla cíclica de reinversión”, referente a los préstamos que se conceden “contracorriente”, llevando a una carga de capital menos volátil y con una media inferior comparada con la que surge de una cartera pasiva. En conclusión, la discrecionalidad de Basilea debería emplearse para adoptar una perspectiva temporal más larga. Por eso, el Acuerdo final modifica algunos de los contenidos de los documentos de consulta, e incluye ciertos atenuantes al respecto: • Período de cinco años de observación histórica de PD. • LGD basada en un período de datos que complete un ciclo económico, y nunca inferior a siete años. • EAD obtenida con el mismo período de observación que LGD. Para EAD volátiles en el ciclo económico, deben emplearse estimaciones adecuadas para períodos de recesión, si ese criterio fuera más conservador que el período más largo considerado.

• Las entidades deben demostrar que los procedimientos de validación (stress test) no varían sistemáticamente dentro del ciclo económico. A través de esos mecanismos, Basilea ha reducido la sensibilidad de la carga de capital al riesgo de crédito21, de modo que los cambios en la medición del riesgo a través del ciclo económico deberán tener un menor impacto sobre los requisitos de capital que en versiones previas del Acuerdo. Sin embargo, reducir aún más dicha sensibilidad no haría sino volver a Basilea I, trabajando con una curva de riesgo totalmente plana. También existe prociclicidad debida a los riesgos de mercado, dado que si dependen de la exposición de la cartera y de la volatilidad del mercado, el riesgo aumentará si lo hace la volatilidad; de este modo, si el capital depende del nivel de riesgo de mercado, se incrementará en los períodos volátiles que se dan durante las crisis financieras; los requisitos de capital basados en el valor en riesgo (VaR), tal y como se definen los métodos internos de Basilea II son pues procíclicos. En el caso del riesgo operacional, los factores sistémicos pueden afectar tanto a la probabilidad como a la cuantía22. Además, Basilea II ignora los beneficios de la diversificación internacional, con especial impacto en los países en desarrollo, cuyos requisitos de capital serán significativamente superiores a los que deberían derivarse de los riesgos realmente asumidos. Esto hará que el crédito se reduzca durante las crisis y que aumente el coste de una parte importante del préstamo restante, especialmente para los países de bajos ratios. Por ello, el Acuerdo debería incorporar los efectos positivos de la diversificación en el enfoque IRB, haciendo así que los requisitos de capital sean mucho menos procíclicos. Entre las potenciales consecuencias de Basilea II sobre los flujos de crédito entre los bancos internacionales, deben analizarse tanto el coste del capital como la volatilidad de dicha actividad de préstamo. Es previsible que, lejos de fomentar la convergencia, el Acuerdo promueva divergencias en el coste y ciclicidad de los flujos del crédito bancario entre prestatarios con rating clasificado en la escala de menor riesgo (investment-grade) de países industrializados y prestatarios de inferior rating en países emergentes y en desarrollo (Reisen, 2001). Así, Basilea II desanima el préstamo interbancario a largo plazo a países en desarrollo y emergentes. Sin embargo, el efecto del Acuerdo dependerá del país. En entidades que ya cuenten con un nivel de fondos propios excesivo, el efecto será mucho menor.

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Junto con las medidas señaladas antes con relación al cálculo de capital (pilar 1), es preciso un cambio en el comportamiento bancario, así como una adecuada aplicación del pilar 3 de Basilea II (disciplina de mercado) y, muy especialmente, del pilar 2 (revisión supervisora), quizás el elemento principal con efectos mitigadores del Acuerdo. Así, se considera que el regulador debe usarlo para suavizar el efecto procíclico incluido en el pilar 1, ajustando la curva de capital obtenida en ese primer momento, hacia arriba o abajo, según las circunstancias.

odo 1997-2004, concluye que las entidades financieras de la Europa de los 15 muestran un aumento en la cifra de este capital ante una disminución del PIB (variable elegida para representar el ciclo económico), relación más pronunciada en las cajas de ahorro que en los bancos, siendo ellas pues las que más notan este comportamiento. Por el contrario, en los países de la adhesión (para la Europa de los 25), ambas variables se mueven en idéntica dirección.

En esa línea, si el comportamiento de los requisitos de capital es potencialmente cíclico, las entidades podrían apartar una cantidad de capital suficiente en forma de eslabones tope por encima y debajo del mínimo regulatorio, que reduciría los efectos macroeconómicos previsiblemente negativos en una fase recesiva. Por este motivo, el exceso de capital mantenido por encima del mínimo regulatorio juega un papel crucial al suavizar el impacto de la volatilidad de los requisitos reguladores (Peura y Jokivuolle, 2004; Heid, 2007).

− En el caso de los bancos alemanes, para datos del período 1993-2003, Stolz y Wedow (2005) comprueban que este capital fluctúa de forma anticlícica sobre el ciclo de negocio, siendo mayor la fluctuación para las cajas de ahorro que para los bancos cooperativos; además, los bancos poco capitalizados no reducen tanto los activos ponderados por riesgo en el descenso económico como los mejor capitalizados; es decir, una baja capitalización no fuerza a los bancos a retirar el crédito durante la recesión económica.

Conforme a Basilea I, estas cifras de capital superiores al regulatorio tendían a aumentar a partir de la desaceleración económica y posterior empeoramiento debido a la contracción del préstamo; se comportaban pues de forma anticíclica. Con Basilea II, sin embargo, este capital disminuirá, debido a que el aumento de las ponderaciones medias de riesgo sobre-compensará la reducción en el préstamo23. Este exceso de capital puede entenderse también del modo siguiente: si se prevé que las pérdidas crediticias esperadas se eleven en la fase recesiva del ciclo económico, un banco con capacidad de anticipación debería constituir capital en exceso durante la fase expansiva. Por el contrario, si los bancos no adelantan el comportamiento de las pérdidas, extenderán el crédito durante la fase expansiva sin crear ese colchón de capital adicional, viéndose incapaces de absorber los riesgos crediticios que se materialicen. Es decir, incrementar el capital es caro, más aún durante la recesión, momento en que los beneficios están cayendo. Por eso tendrán que aumentar el ratio de capital mediante una reducción de los activos ponderados por riesgo, reduciendo el crédito concedido. Los trabajos empíricos realizados hasta el momento sobre evidencias en torno al capital mantenido por encima de la cifra mínima reguladora del 8% corresponden a los efectos de Basilea I, y arrojan los siguientes resultados: − El análisis a nivel europeo desarrollado por Jokipii y Milne (2008), a partir de datos correspondientes al perí-

− Con conclusiones más optimistas, Bikker y Metzemakers (2007) analizan durante 1990-2001 las cifras de capital mantenido en bancos comerciales de 29 países de la OCDE, observando que el capital es sólo moderadamente procíclico y que el sistema propio de evaluación de riesgos de un banco es casi independiente del ciclo de negocio o que los bancos prefieren evitar las variaciones cíclicas en la cifra de capital. Las provisiones dinámicas son otro mecanismo de lucha contra la prociclicidad, ya que permiten tener en cuenta la posible pérdida de un préstamo a lo largo de toda su duración dentro del ciclo de negocio. La clave será que las provisiones se formen cuando se conceden los préstamos, a partir de las pérdidas esperadas estimadas considerando todo el ciclo de negocio, reflejando así riesgos latentes. De este modo, las provisiones constituidas durante la expansión económica serán un fondo del que hacer uso en la fase contraria. Esta dinámica contra-cíclica refleja el patrón cíclico de préstamo bancario; la combinación presenta un esquema “neutral al ciclo”24. La provisión dinámica se aplicó en el caso español para corregir el comportamiento cíclico de tres variables: crédito bancario, pérdidas por préstamos fallidos y provisiones específicas. Evidentemente, en un sector de gran competencia en el que tienden a facilitarse las condiciones de concesión de créditos, existe el peligro de que ese crédito sea excesivo y corresponda a préstamos de baja calidad que sólo se hagan

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visibles a posteriori, cuando surja el impago de los clientes, algo más factible en recesión; paralelamente, las provisiones específicas también habían mostrado un sesgo procíclico al estar notablemente relacionadas con el volumen de los activos “problemáticos”. Precisamente, el bajo nivel de las provisiones constituidas en la época de bonanza económica revela que los riesgos latentes no se estaban reconociendo de forma adecuada. En este contexto, la provisión estadística representa una medida adecuada de reconocimiento contable del riesgo de crédito a priori, a sabiendas de que las pérdidas esperadas en los préstamos existen desde el momento en que éstos se conceden; parece lógico pues reflejarlas en la prima de riesgo incluida en el precio del crédito concedido, y simultáneamente constituir la correspondiente provisión. Esta nueva forma de actuar debe reducir el comportamiento cíclico de las provisiones para pérdidas en préstamos, corrigiendo el sesgo consiguiente en la cuenta de pérdidas y ganancias, reduciendo la variabilidad de los beneficios del banco y mejorando la evaluación de riesgos por parte de los gestores. En definitiva, es un mecanismo para resolver los problemas de coordinación de bancos individuales en el punto más álgido del ciclo y para reforzar la solvencia a medio plazo (Saurina Salas, 2002; Fernández de Lis et al., 2000). La regulación establecida en España permitía optar entre el cálculo de esa provisión estadística a través de modelos internos del banco, o aplicar un enfoque estándar que determinaba seis categorías de riesgo. Desde la circular 4/2004, este tratamiento de las provisiones en España se ha modificado. Hasta entonces, a la provisión específica y a la genérica (desde la circular 4/91) se había unido el fondo de insolvencia estadístico, que se venía aplicando desde 1/07/00, destinado a inversiones cuyo riesgo de pérdida se deriva de la propia experiencia de la entidad para operaciones de características similares pero no específicamente identificadas, reconociendo en el balance el riesgo potencial que aún no se ha revelado en forma de impagos. Esta provisión es conocida como anticíclica o de estabilización, ya que de no existir, la cobertura para riesgo de crédito oscilaría en paralelo a la coyuntura económica, con la consiguiente necesidad de elevar las dotaciones (a través de la cobertura específica) para afrontar ese mayor riesgo revelado. La cobertura estadística pretendía pues que las entidades provisionaran en la época de crecimiento económico como medida de precaución para la fase opuesta del ciclo. Esta provisión fue alabada por su capacidad para rectificar los errores de las dotaciones específica y genérica, y criticada por achacársele al Banco de España que su introducción obedecía a un intento por recuperar el control monetario cedido al Banco Central Europeo.

A partir de la circular 4/2004, se trata el riesgo de crédito tanto por insolvencia del cliente como por riesgo país, y se definen tanto la cobertura específica como la genérica. En esta última se consideran la variación anual del crédito y el saldo del crédito, cifras a las que se aplican coeficientes correspondientes a las pérdidas inherentes según las categorías de riesgo y a pérdidas específicas de ciclo largo, respectivamente. Más recientemente, la circular de solvencia publicada en 2008 ha supuesto la práctica traslación de Basilea II al caso español. Por último, además del impacto de Basilea, es necesario observar el efecto de las NIC y, en particular, de la utilización del valor razonable como criterio de valoración en sustitución del coste histórico en la mayoría de casos. Esto supone, por un lado, un incremento de la transparencia y de la disciplina de mercado para alertar sobre problemas potenciales y, por otro, el aumento de la volatilidad a corto plazo en los beneficios, posiciones en balance, etc. Si dicha volatilidad en el balance no refleja cambios reales sino artificiales, puede tener efectos distorsionantes que conlleven prociclicidad. El efecto conjunto de las NIC y el pilar 3 de Basilea II (disciplina de mercado) se traduce en mayor transparencia informativa y previsible aumento del control; no obstante, las NIC pueden ser inconsistentes con algunas políticas prudenciales que podrían amortiguar la prociclicidad. Además, existen otros efectos contradictorios entre normativa contable y de capital regulatorio; si las NIC sólo recogen impagos actuales, no considerarán la pérdida esperada.

4. CONCLUSIONES Admitida la prociclicidad como algo inevitable, la cuestión radica en valorar si las fluctuaciones causan amplificaciones innecesarias en la economía real y dañan la solidez del sistema financiero. Si esto fuera así, la acción ante un exceso de prociclicidad será más efectiva y creíble si se adopta en fases expansivas (cuando los riesgos se están formando) que recesivas (cuando se materializan). La magnitud de este efecto procíclico depende de diversos factores: el tamaño medio de las empresas, su capacidad para acceder a capital externo, la especialización sectorial de la economía, el esquema contable y el papel competitivo desempeñado por el sector de intermediación financiera.

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Si la prociclicidad se debe a una mala evaluación de riesgos (por entrada de capital debido a cambios en la liquidez global, o de las políticas en sí), debe ser afrontada con actuaciones contracíclicas. En general, es preciso combinar mejoras en la regulación, gobierno corporativo e información revelada para fortalecer las bases del sistema financiero, con medidas proactivas prudentes y políticas monetarias, siendo estas últimas particularmente complicadas por la dificultad de determinar cuándo y cuánto deben ser ajustados los instrumentos. A la vista del contenido e implicaciones de Basilea II sobre la ciclicidad del sistema financiero, especialmente en el tratamiento del riesgo crediticio, pueden plantearse diversas soluciones: ➢ Suavizar los requisitos regulatorios de capital, ya sea i) alisando los inputs (PD) mediante ratings a través del ciclo (forzando a los bancos a trabajar bajo una perspectiva a largo plazo para sus evaluaciones de riesgo, aún pudiendo perjudicar a la disciplina de mercado), ii) aplanando la función de capital (aspecto ya considerado en Basilea II), iii) ajustando el resultado de la función de capital (introduciendo un multiplicador contracíclico en el cálculo del mismo25). ➢ Para mantener la estabilidad financiera, emplear los tipos de interés y una provisión contracíclica o dinámica. ➢ Reducir la prociclicidad en el préstamo bancario, con medidas ex ante, como una mejor comprensión del riesgo para mejorar la respuesta a los cambios de riesgo a lo largo del tiempo, o ex post, con ajustes discrecionales en reglas supervisoras, e incluso ajustes en políticas monetarias o fiscales. En esa línea, puede ser conveniente considerar dos modelos que caractericen el ciclo económico (expansión y recesión), suponiendo que este es parcialmente predecible (Jordan et al., 2003; Pederzoli y Torricelli, 2005) No obstante, el efecto de cada medida es distinto, al menos desde la perspectiva del pilar 3. El aplanamiento de las curvas de capital afecta negativamente a la comparabilidad temporal del capital requerido según IRB, la exigencia de capital adicional a través del pilar 2 afecta al valor informativo del ratio de capital tanto temporalmente como entre distintas entidades, y la opción de incorporar un seguro de depósitos con primas basadas en el riesgo y no en requisitos de capital enfría la prociclicidad pero hace que los requisitos de capital sin alisar se

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infieran directamente del mínimo regulatorio; así, Pennacchi (2005) comprueba que el impacto procíclico de dichas primas es menor que el que suponen los requisitos de capital, siendo preferible permitir que tanto las primas del seguro como el capital requerido varíen durante el ciclo frente a fijar primas de seguros y alterar sólo el capital. Además, es preciso evaluar el grado en que la disciplina de mercado lleve a las entidades a variar las premisas de concesión de créditos. Sin embargo, más allá del análisis de los modelos cuantitativos de medición de riesgos, debe reconocerse que, en cierta forma, Basilea II no sólo no eleva la prociclicidad, sino que en realidad ayuda a reducirla, dado que no hay nada más procíclico que un banco mal gestionado. Efectivamente, a través de su contribución a una mejor evaluación y gestión de riesgos, el Acuerdo disminuye el abanico de sorpresas y, por añadidura, la prociclicidad. Evidentemente, cuando el sistema bancario está adecuadamente capitalizado, bien gestionado y los riesgos correctamente evaluados dentro de un horizonte temporal apropiado, el sistema financiero es más estable, menos procíclico, más capaz de promover un crecimiento sostenible y de reaccionar con mayor facilidad en períodos de estrés. También es esperable que los bancos basen la cifra final de capital mantenido a partir de su propia aversión al riesgo, considerando una óptima estrategia de financiación y con un ratio por encima del 8% que permita explotar oportunidades de inversión inesperadas. Analizado el contenido y consecuencias de Basilea II, surgen otras preguntas sucesivas referentes al capital regulatorio que se suceden y condicionan entre sí, hasta llegar a los posibles efectos sobre la economía real. La primera cuestión reside en si los cambios en el capital regulatorio conducirán a cambios en los niveles de capital económico. Los estudios históricos demuestran que los incrementos en el ratio de capital se deben en mayor medida a una estricta disciplina de mercado que a modificaciones en los requisitos reguladores. Sin embargo, hay evidencia de un movimiento conjunto de ratios de capital y requisitos reguladores. A continuación, se plantean las posibles modificaciones que tales cambios puedan inducir sobre el comportamiento prestamista de los bancos, individual y agregadamente. Desde una perspectiva micro, la regulación de la adecuación de capital puede reducir la toma de riesgos por parte de los

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bancos a nivel individual, y por tanto su probabilidad de fallido; además, puede motivar un aumento de la probabilidad de problemas sistémicos (efecto macro), producido por la necesidad simultánea de las entidades de recapitalizarse o reducir el préstamo después de una alteración macroeconómica adversa. Adicionalmente, se produce un posible “riesgo endógeno”, debido a la adopción de técnicas de gestión de riesgo similares. Los análisis realizados con posterioridad a Basilea I evidenciaron que las presiones sobre el capital durante las recesiones podrían haber restringido el préstamo bancario, ya que el aumento en el ratio de adecuación de capital incluía tanto un mayor capital regulatorio como una disminución en activos ponderados (Jackson et al., 1999; Goodhart et al., 2004). Desde el punto de vista de un país, los orígenes del problema surgido durante las crisis financieras están en asumir excesivos riesgos durante el boom, a lo que se une la mezcla inevitable de desajustes en los vencimientos de las divisas si nos referimos a países en desarrollo. Todo ello, junto con un análisis inadecuado del riesgo por parte de los agentes y a débiles regulaciones prudenciales de los sistemas financieros locales, profundizará la crisis, que afectará incluso a sistemas considerablemente bien regulados si han estado sujetos a una infravaloración de riesgos. Uno de los mayores problemas será entonces el enfoque de la regulación, si se establece a nivel de riesgos microeconómicos y desestima los de un claro origen macro. Así pues, si bien la gestión de riesgos micro puede reducir aquellos que dependan de las características de cada prestatario mediante la diversificación, no podrá tratar con el riesgo sistémico asociado, por ejemplo, a los ciclos de negocio, cuyo control exigiría una correcta valoración general del riesgo a lo largo del tiempo con políticas más anticipativas. Por tanto, puede darse un trade-off entre el riesgo prudente a niveles micro y macro, como se observa en la dificultad para conciliar el incremento de la transparencia y revelación de información debido a las NIC con las provisiones dinámicas o prospectivas. Las NIC y las reglas de revelación de información contable pueden amortiguar la prociclicidad haciendo más efectiva la disciplina de mercado sobre un préstamo bancario. Sin embargo, reducir las provisiones a priori de los bancos cuando los riesgos ocurren limita el alcance del uso de estas políticas prudentes para afrontar la mala valoración del riesgo. Una posible solución es utilizar el capital y no las provisiones como elemento prospectivo, aumentando los ratios de capital en la fase expansiva para frenar o suavizar la formación del riesgo y permitir así la absorción de pérdidas en las recesiones.

Las medidas de carácter macro son difíciles de implementar si los supervisores no son independientes; si los flujos de capital son importantes, esos acuerdos abarcan el esquema contable del capital, incluyendo el grado o avance de la liberalización financiera y también el régimen del tipo de cambio (por ejemplo, en países asiáticos). Y por último, ¿tendrá todo ello efectos reales? La restricción en el crédito bancario sólo tendrá efectos reales si no es reemplazada por otras formas de financiación sustitutivas.

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3.- Para entender las características procíclicas del crédito, véanse Borio et al. (2001), Lowe (2002), Berger y Udell (2003), Catarineu-Rabell et al. (2003), Ayuso et al. (2004), González Mota (2005), y Jiménez y Saurina (2005).

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4.- Intuitivamente, el regulador tiende a fijarse en casos particulares, adoptando pues una perspectiva individual que deriva en consecuencias macroeconómicas.

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Notas: 1.- En este trabajo se emplearán indistintamente los términos “entidades financieras”, “entidades de crédito”, e incluso, más genéricamente “bancos” o “entidades”, refiriéndose en todos los casos a intermediarios financieros con capacidad para la concesión de crédito y captación de depósitos (aunque las entidades de crédito tengan limitada esta última función económica). En el mismo sentido, en ocasiones se hablará de “capital” como equivalente a fondos propios o recursos propios, dado que se trata del principal componente de éstos. 2.- No ocurre igual con la renta fija, cuya extensión se estrecha durante la fase expansiva del ciclo económico y se ensancha en el momento opuesto (Guha y Hiris, 2002). Así, la expansión y propagación del crédito se muestran como factores clave en las condiciones de negocio macroeconómicas.

5.- Una pregunta interesante al respecto es determinar cómo se establece la relación causal entre las crisis bancarias y los problemas en la economía real; en este sentido, dado que las crisis bancarias van seguidas de bajo crédito y escaso crecimiento del PIB, cabe precisar si esto de debe a que las crisis tienden a producirse durante la desaceleración y recesión económica, o a que los problemas del sector bancario tienen efectos reales negativos. 6.- No sólo los requisitos de capital son procíclicos; también lo son las provisiones, mayores cuando el crecimiento del PIB es menor y reflejo del incremento del riesgo de la cartera de crédito cuando el ciclo económico cae (Bikker y Metzemakers, 2005). No obstante, no todas las provisiones tienen los mismos efectos. Como comprueban Bouvatier y Lepetit (2008) en 186 bancos europeos durante el período 1992-2004, las provisiones para préstamos fallidos (provisiones específicas) amplifican las fluctuaciones de crédito, mientras que aquellas dotadas con objetivos de gestión no les afectan. 7.- A priori, el intento de Basilea II de alinear el capital regulatorio con el capital económico supone indudables beneficios a nivel micro, dado que reduce el potencial para el arbitraje regulador. Sin embargo, relacionar el préstamo bancario con el capital regulatorio a través de un ratio no flexible de capital mínimo amplifica las fluctuaciones macroeconómicas en un modelo que no sigue el patrón definido por Modigliani y Miller, donde la demanda de inversión dependa de la habilidad de las empresas para retener beneficios o conseguir préstamos bancarios. Los shocks negativos contra la demanda agregada debilitan la capacidad de los deudores para afrontar sus deudas con el banco, y esa reducción disminuirá el capital total bancario, haciendo que también caigan el préstamo y la inversión debido a la necesidad de mantener los requisitos de capital mínimos. 8.- Para cualquier empresa, la política de recursos propios es un factor relevante de su estrategia financiera, pero lo es más aún para las entidades de crédito, debido a la variedad y complejidad de los riesgos bancarios, el dinamismo del sector, el elevado apalancamiento con el que se opera y, especialmente, a que el negocio bancario se basa en la confianza, característica que sólo se logra y mantiene con una gestión eficaz, sana y prudente. 9.- Véanse Dell´Ariccia et al. (2008) y Koopman et al. (2009). 10.- De hecho, el movimiento en paralelo de algunas variables del sector financiero, especialmente en el caso del crecimiento del crédito, no sólo es normal sino incluso saludable, además de un rasgo de entidades bancarias en sistemas financieros seguros. Es decir, se requiere cierto nivel de prociclicidad en el crédito para apoyar el crecimiento, lo que tendría una tendencia a ser cíclico incluso si los sistemas financieros no fueran un factor que motivara y reforzara ciclos. El problema es que la prociclicidad es excesiva al amplificar el ciclo de negocio, causando inestabilidad financiera (durante la fase de crecimiento el ratio crédito/PIB aumenta y el riesgo suele sub-estimarse; lo contrario ocurre en

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recesión). La cuestión para los políticos y reguladores es saber ex ante cuando dicha prociclicidad es excesiva.

Acuerdo de 1988. Véanse también Illing y Paulin (2004), y Allen y Saunders (2004).

11.- También afecta a los ciclos a medio plazo, como el boom de los 70 seguido de la crisis de los ochenta, un nuevo boom en los noventa y la reducción de los flujos de entrada de financiación externa tras la crisis asiática y rusa de 1997-198. A partir de 2002-03 da comienzo un nuevo ciclo que ha sido sustituido por una fase de turbulencias financieras desde mediados del 2006 (Ocampo y Griffith-Jones, 2007). Por otro lado, la crisis asiática de 1997-98 reavivó la cuestión relativa a si las crisis bancarias provocan crisis crediticias.

18-- Los diferentes métodos que los bancos emplean para estimar estos parámetros (especialmente PD), son en cierto modo responsables de la amplia variabilidad e incertidumbre que rodea al enfoque IRB. Según Kashyap y Stein (2004), y tal y como veremos posteriormente, Basilea II es procíclico por trabajar con una sola curva de riesgo de crédito. Además, los posibles cálculos de PD están influenciados por las condiciones económicas más que por riesgos idiosincrásicos. Como demuestran Koopman et al. (2005), tanto el nivel de actividad de la economía real como la estructura temporal de los tipos de interés son determinantes del riesgo de fallido.

12.- Dicha volatilidad se trasmite a los países en desarrollo a través de sus cuentas públicas, especialmente mediante los efectos de la financiación disponible para gasto público y los tipos de interés en el pago del servicio de la deuda pública. No obstante, los resultados más importantes de las fluctuaciones del capital se dejan notar en el gasto privado y en los balances de las empresas. Los vencimientos y riesgos de tipo de cambio se acumulan durante los períodos de optimismo financiero; la brusca reducción de liquidez, el aumento de los tipos de interés y la depreciación de las divisas característicos de la etapa de crisis actual tienen posteriormente graves consecuencias sobre los citados balances. Por ende, cada ciclo financiero de medio plazo tiene sus particulares características. 13.- Los rating a través del ciclo miden la calidad crediticia en un largo horizonte de tiempo, incluyendo los impactos de los ciclos normales en la economía. Este sistema de calificación emplea información específica y dinámica sobre deudores para evaluar su capacidad crediticia, permaneciendo relativamente estable en los ciclos económicos dado que para su construcción se han considerado escenarios estresados, es decir, obtenidos con independencia del estado del ciclo. En contraposición, los sistemas de rating point-in-time evalúan calidad crediticia en un horizonte de corto plazo, propio de entidades que aplican un scoring cuantitativo mediante análisis discriminante o modelos logit. 14.- La política fiscal puede ser, a nivel micro, una fuente importante de distorsiones que podría amplificar la prociclicidad. 15.- Una estricta política monetaria restrictiva que eleve los tipos de interés hará disminuir la concesión de créditos al reducirse los de peor calidad limitándose a los buenos. También se reducirán los depósitos bancarios, profundizando la contracción del crédito, y con ello la inversión y la demanda agregada. Finalmente, los precios caerán. Con este panorama, el efecto de shocks exógenos de crédito sobre la producción, inflación y fluctuaciones de los tipos de interés será bastante significativa en el corto y largo plazo; es decir, las imperfecciones en los mercados de crédito son responsables en parte de la amplificación y propagación de los efectos reales de shocks en la política monetaria. 16.- Se dan ciertos paralelismos entre la moderna política monetaria y el esquema de estabilidad financiera de Basilea II: i) su naturaleza prospectiva y un horizonte a medio plazo, como consecuencia del concepto histórico y el comportamiento “miope” observados en el pasado, ii) un carácter anticipativo que los hace más previsores que correctores, iii) tratan de incorporar puntos de vista de mercado a través del papel desempeñado por las expectativas y la disciplina de mercado (Gelach y Gruenwald, 2006). 17.- Según Zakrajsek et al. (2001), la ciclicidad de la carga de capital sería menor aplicando el nuevo enfoque estándar en comparación con el

19.- Por eso, el análisis de los bancos para el IRB debería tener en cuenta al menos el impacto de una suave recesión económica (alrededor del 0,50% PIB). El objetivo es desarrollar test de stress fiable. 20.- Midiendo PD con distintos modelos, Saurina y Trucharte (2007) concluyen: a) notable variabilidad en la PD medida estáticamente, con grandes cambios en los requisitos de capital entre expansión y recesión; b) mucha menos variabilidad en la PD medida a través del ciclo, pese que el nivel medio de los requisitos de capital sigue siendo alto; c) capital exigido relativamente bajo y estable con ratings acíclicos. Los modelos estadísticos de fallido basados en precios de mercado, que usan un enfoque tipo Merton (KMV) llevan a estimaciones cíclicas de PD, por ejemplo, mediante la prociclicidad en el precio de los activos. Mientras que Creditmetrics emplea la transición entre ratings y soporta el mismo problema que el método estándar, CreditportfolioView o Creditrisk+ no incorporan factores cíclicos, aunque el uso habitual de un modelo estadístico de fallido con horizonte a un año podría también llevar a eso. Amato y Furfine (2004) comprueban que los ratings obtenidos “a través del ciclo” no muestran en general excesiva sensibilidad al ciclo de negocio. La diferencia fundamental es que esos rating asumen que los eventos de crédito en un período determinado ocurren de forma aleatoria, mientras que el rating point-in-time intenta identificar los detonantes de riesgo sistémico que explican futuras pérdidas crediticias (Rösch y Scheule, 2009). 21.- Pese a estos elementos, no es posible eliminar la prociclicidad por completo. Entre otras razones, porque los períodos indicados para la medición de los datos no se ajustan ni encajan necesariamente en la duración de los ciclos. Además, se intuye que, en la práctica, los bancos comerciales seguirán usando estimaciones a corto plazo e incluso estáticas. 22.- Veánse, entre otros, Allen y Bali (2004) y Estrella (2004) para los riesgos de mercado y operacional, respectivamente. 23.- Sin embargo, Basilea II es una regulación notablemente prudente. Según Repullo y Suárez (2008) las probabilidades de fallo bancario son menores respecto al Acuerdo anterior. 24.-En los países en desarrollo, a los que nos hemos referido previamente, estas provisiones deberían venir acompañadas por regulaciones más concretas enfocadas al control de las divisas y a los desajustes en los vencimientos, así como por medidas para evitar la sobrevaloración de los colaterales generada por burbujas en el precio de los activos. 25.- Estas soluciones propuestas, entre otros, por Gordy y Howells (2006) requerirían la existencia de un ciclo identificable o equilibrio a largo plazo.

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