CUADERNOS DE LA FUNDACIÓN LAS MÉDULAS

CUADERNOS DE LA FUNDACIÓN LAS MÉDULAS Nº 3 La mano de obra en Las Médulas Almudena Orejas Instituto de Historia. CSIC Las Médulas 2002 1ª edici
Author:  Lidia Rey Ortiz

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CUADERNOS DE LA FUNDACIÓN LAS MÉDULAS

Nº 3

La mano de obra en

Las Médulas

Almudena Orejas Instituto de Historia. CSIC

Las Médulas 2002

1ª edición: 2002

La edición de este cuaderno ha sido posible gracias a los resultados obtenidos dentro de los proyectos de investigación coordinados desde el Instituto de Historia del CSIC: - “Zona Arqueológica de Las Médulas”, financiado por la Dir. Gral. de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla y León. - “Paisajes Antiguos de la Península Ibérica: Arqueología y Textos”, financiado por la DGICYT del MEC (PB94-0125). - Paisajes Antiguos de la Península Ibérica: Teoría y práctica de la Arqueología del Paisaje”, financiado por la DGESIC del MEC (PB974-1129). Infografía y fotografía: Almudena Orejas y F.-Javier Sánchez-Palencia. Línea de Investigación: Estructura Social y Territorio - Arqueología del Paisaje (EST-AP), Instituto de Historia (IH) del CSIC.

© Almudena Orejas © De esta edición: Fundación Las Médulas

Printed in Spain - Impreso en España

Depósito Legal: LE-482-2002 Imprime: Imprenta Rubín, S.L. Joaquín Costa, 8 24002 - León (España)

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Los impresionantes trabajos extractivos desarrollados en Las Médulas fueron posibles por la inversión de muchas jornadas de trabajo. La obtención de las riquezas auríferas, que tanto interesaban a Roma, se efectuó gracias al control de las poblaciones indígenas tras la conquista. Estas comunidades, llamadas astures por los romanos, se vieron sometidas a unas condiciones especiales de vida y de trabajo y sus territorios fueron reorganizados en función de los intereses de los vencedores. El trabajo en las minas es, lógicamente, un aspecto esencial para comprender el proceso de explotación que ha dado lugar al paisaje que hoy percibimos. Este tercer Cuaderno de la Fundación Las Médulas pretende presentar los rasgos esenciales de las tareas desarrolladas y de los trabajadores de la mina de oro.

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Frentes de explotación de Las Médulas.

La Corona de Yeres, asentamiento romano en el valle del Cabrera.

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El trabajo en la mina de oro de Las Médulas: del mito a la historia

En las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años en la Zona Arqueológica de Las Médulas hemos pretendido trascender la vistosidad de los restos de los trabajos mineros romanos, aproximándonos al estudio de las relaciones sociales que marcaron la explotación del oro, es decir, entender la relación entre la mina, los pobladores de la zona, sus asentamientos y las otras actividades documentadas, en especial las agropecuarias. Este paisaje, tan fuertemente marcado por el esfuerzo humano, esconde miles de horas de trabajo — invertidas en diversas tareas—, y relaciones de explotación complejas y dinámicas, sólo comprensibles en el marco global de los intereses de Roma, que pretendía, ante todo, obtener recursos de las provincias conquistadas, y controlar a las poblaciones sometidas. La imaginación popular y la erudición local han reconstruido escenas en las que miles de esclavos sometidos a trabajos forzados hacían posible la extracción del oro. Esta visión se apoya exclusivamente en tópicos y es una simplificación, casi caricaturesca, de una realidad que fue mucho más matizada y cambiante. Las investigaciones más recientes apuntan hacia la existencia de una red de relaciones sociales de dependencia, articuladas en el marco del Imperio romano, y en cuyo entramado adquiere sentido el tipo de trabajo realizado en las minas, el origen y las condiciones de los mineros de Las Médulas, y en general de las minas de oro del Noroeste peninsular, en los siglos I y II d. C. Las informaciones textuales específicas sobre el trabajo en las minas son parcas en el conjunto del Imperio romano. Además de las referencias de autores antiguos como Plinio el Viejo en su Historia Natural, contamos con los datos de la parte conservada de la ley que regulaba el distrito minero de Vipasca (Lusitania) y con algunos documentos hallados en Alburnus Maior (Dacia) que recogen una especie de contratos (locatio conductio operarum) entre los responsables de la explotación minera y los trabajadores.

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Acumulación de estériles de la mina de Las Médulas en Chaos de Maseiros. La evaluación de los estériles depositados es fundamental para calcular el volumen total de materiales removidos.

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El trabajo en las minas antiguas

A lo largo de doscientos años en el Noroeste peninsular se removieron y lavaron millones de metros cúbicos de tierra, sólo en Las Médulas unos 93,55 millones de m3; para ello fue necesaria la puesta a punto de una impresionante infraestructura que incluía la construcción de canales que suman cientos de kilómetros, y de depósitos que garantizaban el abastecimiento de agua. Efectivamente el agua es una de las fuentes de energía que hizo posible la minería de oro romana, pero evidentemente también fueron imprescindibles miles de jornadas de trabajo. Los impresionantes restos de algunas de estas labores, como es el caso de Las Médulas, han dado lugar a especulaciones desde muy antiguo sobre los mineros: la enormidad de los trabajos y la mitología generada en torno al oro están en la base de exageradas, y a veces imaginativas, interpretaciones sin apoyo histórico alguno. En general los escritos antiguos se han utilizado como fuente para describir las tareas mineras. No podemos olvidar que estos textos no pueden ser leídos como un bloque homogéneo, ya que reflejan momentos distintos e intereses y perspectivas particulares: así, los presupuestos que guiaron la puesta en marcha de la explotación republicana de las minas de plata y plomo de Carthago Noua (Cartagena) en el siglo II a. C. fueron muy distintos de los imperantes a principios del siglo I d. C., cuando se iniciaron los trabajos en las minas de oro del Noroeste, incorporadas en una etapa en la que la gestión y explotación de las provincias y las formas de control de las poblaciones sometidas estaban cambiando sustancialmente. Un estudio de los restos arqueológicos y una visión integrada de los distintos documentos nos proporcionan una nueva perspectiva, alejada de tópicos antiguos y modernos. Por esto, hoy muchas de estas elucubraciones sobre esclavizaciones masivas o acerca de cifras desmesuradas de trabajadores implicados en la explotación en Las Médulas, pueden ser definitivamente rechazadas. Los datos arqueológicos con los que hoy contamos nos informan de las condiciones de vida de astures y romanos en el Noroeste y de las carac-

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Las Médulas desde el sudoeste. Red hidráulica de la última fase de la explotación y vaciado minero.

terísticas técnicas de las labores. El registro epigráfico nos proporciona referencias sobre la evolución de las relaciones sociales, y sobre la inserción de las poblaciones en los marcos administrativos y en los mecanismos de control social propios del mundo romano. Todo ello indica que la estructura social y territorial de las comunidades astures se vio fuertemente dislocada como resultado de la dominación de Roma, que arrastró nuevos intereses, entre ellos la explotación de los yacimientos de oro en el marco de un sistema global de explotación que permitía la obtención de este recurso clave de forma eficaz y rentable.

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Una premisa imprescindible: ¿Para qué se explotaba el oro? El valor estratégico de la acuñación de áureos en el Imperio romano

Las características del trabajo en las minas de oro del Noroeste no se pueden considerar independientemente del conjunto de las condiciones de la explotación de este metal. A diferencia de otras muchas zonas mineras muy activas bajo la dominación romana, como las de Cartagena o las de Sierra Morena (en los siglos II y I a. C.) y las del cinturón pirítico del Sudoeste (ya en el Alto Imperio), las minas de oro del Noroeste no proporcionaban beneficios directos a los que trabajaban en ellas: Roma era la única destinataria del metal extraído. Desde la reorganización de Augusto estas minas estaban en una provincia romana imperial, la Hispania Citerior, y fueron consideradas recursos imperiales, por lo tanto sus beneficios se destinaban al fisco o tesoro imperial. Esto ocurría también en otros muchos casos de minas en todo el Imperio romano; en la Península Ibérica tenemos varios ejemplos en el Sudoeste, entre ellos las antiguas labores de Río Tinto en Huelva o las de Aljustrel (Vipasca) en el Sur de Portugal. Estas minas imperiales podían a su vez ser gestionadas de dos formas: mediante concesiones a particulares o a pequeñas sociedades, como era el caso de las citadas minas del Sudoeste, o bien directamente por el fisco. Esta segunda opción permitió la explotación del oro del Noroeste sin intermediarios privados, garantizando así que la totalidad del metal obtenido llegase a Roma. Esto suponía que el fisco y la administración imperial tenían que ocuparse de todos los aspectos de la explotación, hecho que justifica la elevada presencia en los núcleos más importantes, como Asturica Augusta (Astorga), de representantes de la administración y del ejército romanos. La razón de este particular interés de Roma hay que buscarla en el papel que el oro jugaba en el sistema monetario instaurado por Augusto, y que

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Pepitas de oro del Río Duerna.

Áureo romano.

Inscripción de Villalís (valle del Duerna, León) en la que se menciona la presencia de unidades militares y de un procurator responsable de las minas.

otorgaba a este metal un valor estratégico en términos políticos, más allá de su ya elevado valor intrínseco. El áureo, una pieza de oro que pesaba 7,8 gramos, se situó junto al denario (pieza de 3,9 gramos de plata) a la cabeza del nuevo sistema, proporcionando a la vez un nuevo valor de referencia y prestigio. Esta reforma hacía imprescindible el control del Estado sobre minas de oro que garantizasen al abastecimiento regular del metal necesario para acuñar áureos. Conviene, no obstante, tener en cuenta que las minas del Noroeste hispano eran ricas en términos muy relativos: se ha calculado que de Las Médulas salieron entre 3,5 y 5 Tm de oro, cifra muy alejada de las producciones de las minas de oro activas en la actualidad y también de las propuestas realizadas hace algunos años para Las Médulas.

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Los trabajos en la mina. Muchas jornadas se trabajo se invirtieron en la preparación de la compleja infraestructura necesaria

La explotación de Las Médulas fue posible durante dos siglos porque se articularon de forma eficaz diferentes trabajos, todos ellos imprescindibles para cubrir el proceso completo de explotación. Era necesario prever el abastecimiento de toda una serie de materias primas: madera, cuya obtención pudo provocar deforestaciones localmente importantes, y los metales necesarios para la fabricación de herramientas (mazas, martillos, punterolas, etcétera). Indudablemente la explotación de algunos yacimientos minerales, sobre todo de hierro, y la existencia de instalaciones metalúrgicas, como la de Orellán en las proximidades de las labores mineras, están relacionadas con esta importante demanda. La fuerza del agua hacía posible el arrastre de los materiales, para ello era necesario conducir el agua hasta los frentes de explotación, regularla y almacenarla adecuadamente y poder liberarla en la forma y momento oportunos. Las decenas de canales y depósitos visibles en la Zona Arqueológica de Las Médulas atestiguan la inversión de trabajo realizada para construirlos y mantenerlos en buenas condiciones. No olvidemos además que esta infraestructura hidráulica tenía que ser permanentemente renovada ya que se amortizaba, al menos parcialmente, tras cada fase de la explotación. Los terrenos auríferos que se iban a explotar tenían que ser convenientemente preparados; de acuerdo con la técnica empleada pudieron ser necesarias, por ejemplo, deforestaciones previas y la realización de zanjas, surcos o de túneles y pozos para preparar la ruina montium. Una vez abatidos y arrastrados los materiales, era necesario iniciar el proceso de lavado, que implicaba la retirada manual de los materiales más pesados y la conducción del resto hacia los canales de lavado en los que se obtendría ya

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Preparación de la ruina montium y herramientas empleadas en las tareas mineras.

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Asentamiento metalúrgico de Orellán (Borrenes). Las abundantes escorias y los restos de hornos indican la existencia de una instalación metalúrgica en este poblado romano, dedicada a la fabricación de útiles de hierro.

el oro. Por último, todos los estériles tenían que ser evacuados de la zona de explotación. Pero hay todavía otras tareas que no hemos mencionado y que eran, evidentemente, imprescindibles, entre ellas las previas al inicio de la explotación en sí: prospecciones para identificar los terrenos productivos, planificación de las labores, trazado de los canales... También era necesario organizar la gestión y organización del conjunto del metallum. Sabemos que algunas de estas operaciones exigían conocimientos técnicos importantes y que por ello eran encomendadas al ejército, ya que los militares conocían el terreno y el manejo de los instrumentos topográficos necesarios. Algunos miembros de la administración romana y de los grupos dominantes locales asumían básicamente las tareas organizativas, encabezados por el procurator metallorum, como representante directo del fisco en la zona. Indicios de la presencia de todos ellos son claros en la epigrafía procedente de las zonas

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Depósitos para la captación de agua de deshielo en la Sierra del Teleno.

Valle Airoso. Uno de los canales que abastecía las labores de Las Médulas.

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El asentamiento de Las Portelas (Voces) es uno de los núcleos que se ocupaba del mantenimiento de la red de canales.

mineras y de núcleos estrechamente vinculados con ellas, como era el caso de Asturica Augusta (Astorga). También algunas construcciones de marcado gusto itálico localizadas en las zonas mineras pueden asociarse a estos personajes; la domus de Las Pedreiras de Lago, próxima a las labores de Las Médulas es una de ellas. Ya hemos indicado que las fuentes literarias antiguas transmiten en general una imagen negativa de las condiciones del trabajo en las minas, prácticamente hasta convertirlo en un tópico literario. Por una parte mencionan los peligros de este trabajo, así Plinio a propósito de las minas del Noroeste señala los riesgos de desplomes inesperados en el proceso de preparación de la ruina montium. Otros autores, a propósito de explotaciones diversas se

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Las murias son los amontonamientos de piedras retiradas manualmente de los canales de lavado.

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La domus de Las Pedreiras (Lago)

refieren, por ejemplo, a problemas de contaminación. Los trabajos subterráneos, ya fuesen de explotación, ya fuesen de preparación, exigían el empleo de lucernas, cuya duración se estima entre 8 y 9 horas. Las fases de derrumbe de las masas sedimentarias, de lavado y evacuación de los lodos estériles debieron de convertir estos sectores en terrenos prácticamente intransitables. Otro factor que hay que tener en cuenta es la estacionalidad de ciertas tareas: las diferentes fases de preparación y el ritmo de la explotación misma, así como la disponibilidad de agua condicionaron indudablemente el calendario y la secuencia de los trabajos desarrollados en cada momento y sector. Algunas tareas, en especial las vinculadas a la construcción y mantenimiento de canales y depósitos, se desarrollaron en zonas aisladas y abruptas, en terrenos prácticamente despoblados. En la parte alta del Teleno, a unos 2.000 metros de altitud hay una tupida red de canales y depósitos en los que se acumulaba nieve aprovechable tras el deshielo.

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La tendencia económica de los asentamientos de la Zona Arqueológica de Las Médulas.

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¿Quienes vivían en las zonas mineras y trabajaban en las minas? Los astures bajo el dominio de Roma

Gracias a los trabajos arqueológicos realizados en la Zona Arqueológica de Las Médulas, sabemos que bajo dominación romana vivían en ella fundamentalmente poblaciones indígenas, astures. También sabemos que la densidad de población creció notablemente en la zona más próxima a las explotaciones mineras coincidiendo con su auge y que los nuevos pobladores procedían de comarcas cercanas. La presencia romana dio lugar rápidamente a reajustes territoriales, administrativos y económicos y provocó una redistribución espacial de las poblaciones astures, especialmente en las zonas mineras auríferas, donde el interés por este metal canalizó estos cambios. El origen local de los pobladores de estas zonas queda bien patente en el registro arqueológico: sus ajuares domésticos constan de numerosos objetos de tradición indígena, especialmente las cerámicas, entre las que hay incluso piezas realizadas aún a mano; las técnicas constructivas y materiales empleados son, sobre todo en los primeros momentos, muy cercanos a los documentados

El asentamiento de Chaos de Mourán, situado en el fondo de la explotación minera.

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en los asentamientos castreños prerromanos de la zona. Incluso en los poblados romanos más tempranos la concepción espacial tiene todavía la huella prerromana. Son, por lo tanto, claramente indígenas, aunque, como es lógico, progresivamente algunos materiales y prácticas romanas se fueron imponiendo. Estos astures vivían en poblados de pequeño y mediano tamaño, en plena zona minera, incluso algunos de ellos fueron radicalmente alterados y hasta totalmente destruidos por el avance de las labores, o aparecen rodeados por ellas. Por eso se han denominado instalaciones, poblados o castros mineros, según su morfología; sobre esta cuestión volveremos luego para matizar algunos aspectos. Sus habitantes, constituían, por lo tanto, la mano de obra de las minas, implicada en las diferentes fases de los trabajos a las que hemos hecho ya referencia.

El Cabuerco de Valdelobos, un asentamiento rodeado de labores

La Corona de Filiel, en el curso alto del Duerna, es un buen ejemplo de un núcleo profundamente alterado por el avance de la explotación minera

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Los astures y los intereses de Roma: la organización de las comunidades y la fiscalidad

Veamos ahora más de cerca a estos astures y su relación con la explotación minera. Tras la conquista de Asturia por Roma, entre los últimos años del siglo I a. C. y el inicio del siglo I d. C., los astures pasaron a ser poblaciones sometidas, dominadas; también sus territorios perdieron su autonomía, convirtiéndose en suelo provincial bajo el poder de Roma. El edicto de Augusto encontrado en El Bierzo en 1999 es un excepcional documento del complejo proceso de sometimiento de la región. Hay que aclarar que el sometimiento no implicaba ni necesaria ni automáticamente la esclavización de las poblaciones; efectivamente, los astures, y entre ellos los que quedaron establecidos en las zonas mineras, no fueron sistemáticamente reducidos a la esclavitud tras la victoria de Roma. En los últimos años en varios trabajos se ha argumentado ya que nada permite afirmar que las minas de oro del Noroeste, incluidas las de Las Médulas, fuesen trabajadas por esclavos. Ya C. Domergue lo expuso así hace más de una década. Efectivamente los argumentos son de distinta índole, por ejemplo, el registro arqueológico refleja la existencia de asentamientos en los que la población se articulaba en unidades familiares, podía desplazarse libremente y trabajar los campos. Hay también argumentos económicos: como ya hemos indicado, en términos absolutos el rendimiento de una explotación como la de Las Médulas no era muy alto, y mantener el número de esclavos públicos necesarios para los trabajos habría resultado al fisco romano tremendamente caro. Otros argumentos más generales apuntan en este mismo sentido; de hecho, en esos momentos, el volumen de esclavizaciones era en Roma considerablemente menor que en la etapa de las conquistas republicanas, y ciertas corrientes de pensamiento proponían reflexiones sobre la esclavitud, planteando sus inconvenientes más desde un punto de vista de rentabilidad social que desde una perspectiva moral.

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Edicto de Augusto encontrado en El Bierzo (Museo de León).

Inscripción funeraria de un veterano de la legión VII encontrada en Voces, muy próximo a Las Médulas.

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Sin embargo, el hecho de que los astures mineros no fueran esclavos no implica automáticamente que sus condiciones de vida fuesen mejores. Es cierto que jurídicamente serían libres, pero como ahora veremos estaban inmersos en una red de relaciones de dependencia. Estas poblaciones serían peregrinas, sometidas a Roma tras su rendición (deditio), circunstancia que obligaba a realizar prestaciones para Roma: eran tributarias y el pago del tributum era la marca de la dependencia. Los astures quedaron organizados en ciuitates peregrinas, comunidades que no gozaban de los privilegios ligados a la ciudadanía romana y forzadas a contribuir con las prestaciones establecidas. Muy pronto en el seno de estas comunidades se articularon grupos aristocráticos, que tendían a emular a los vencedores (onomástica, gustos decorativos, etc.) y que ejercieron un papel esencial como intermediarios entre sus comunidades y el poder romano. Las prestaciones podían ser de distinta naturaleza, por ejemplo pagos en moneda o en productos o una parte de la cosecha. No era raro en el mundo antiguo que éstas adoptasen la forma de trabajo; Roma pudo así exigir a las comunidades astures la realización de un trabajo tributario, como corveas, en las diversas tareas relacionadas con la obtención del oro. De esta forma Roma conseguiría hacer rentable una explotación que en sí misma no lo era, ya que sólo se servía de recursos públicos: suelo público en una provincia imperial y sus derechos sobre los vencidos. Cada ciuitas se encargaría de proporcionar los hombres o jornadas de trabajo convenidos en los momentos y tareas necesarios. Por ello la impronta indígena es tan fuerte en las zonas mineras, en su registro arqueológico y en su epigrafía. Sin embargo, estos astures, obligados a trabajar en las minas, no obtuvieron directamente ningún beneficio de la explotación, algo que el autor romano Floro indica en su obra: su trabajo no era remunerado de ninguna forma (no eran mercenarii), ni obtenían concesiones de la explotación que les permitiesen apropiarse de una parte de los beneficios de la producción. Sólo las aristocracias locales pudieron consolidar su posición de cara a Roma gracias a su papel de intermediación, y quizás incluso de control directo del trabajo en las minas. En ellas pudieron integrarse también gentes de otras procedencias como los veteranos del ejército. Estas particulares condiciones del trabajo, en el marco de unos objetivos concretos de explotación de recursos y de poblaciones, permiten comprender mejor las “peculiaridades” de las minas del Noroeste, y sus diferencias res-

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La domus de Las Pedreiras. Detalle de las paredes decoradas.

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Este fue el final de las campañas de Augusto y también de las rebeliones en Hispania. Su fidelidad y la paz eterna quedaron aseguradas gracias al cambio que experimentó el carácter de sus habitantes —más dispuestos a llevar una vida pacífica— y a las medidas tomadas por César: desconfiando de sus montañas, que eran un refugio seguro para ellos, les obligó a instalarse y a vivir en el emplazamiento de su campamento, en la llanura; allí se reuniría el consejo del pueblo y tendrían que considerarlo su capital. Estas medidas se vieron favorecidas por la naturaleza de la región: toda ella era rica en oro, bórax, minio y otras materias colorantes. Por eso César mandó explotar el suelo. Así, trabajando penosamente en las profundidades, los astures empezaron a conocer sus recursos y sus riquezas, buscándolos para otros. (Floro, II, 33, 46-60)

pecto a otras zonas mineras: la escasez de moneda que circulaba en ellas, la ausencia de infraestructura (como la descrita en la ley que regulaba el metallum uipascensis, Aljustrel, Portugal) o la inexistencia de una emigración hacia esta zona. Es cierto que algunas inscripciones halladas en zonas mineras constatan la presencia de gentes no astures (por ejemplo de algunos clunienses), pero no constituyen en absoluto un argumento para afirmar la existencia de una corriente de emigración hacia la zona, que como hemos visto no ofrecía ningún atractivo económico.

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Zona que ocupa el Lago de Carucedo, formado por el depósito de estériles de la mina.

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Una economía no especializada y un poblamiento rural. La minería y las actividades agropecuarias

En los textos antiguos el trabajo en las minas se suele oponer a la imagen de los trabajos agrícolas: la luz frente a la oscuridad, el campesino frente al minero, la naturaleza frente a una actividad que la viola, los peligros, la oscuridad, las masificaciones… Sin embargo, es también cierto que en algunas ocasiones para ambas actividades se emplea un vocabulario común y hay referencias, por ejemplo, a la fertilidad de las minas. Los estudios arqueológicos llevados a cabo en diversas zonas mineras del Noroeste indican con claridad que no existieron poblados mineros puros, ni poblaciones mineras en sentido estricto, es decir, que se dedicasen exclusivamente a las labores mineras. Este es un aspecto convergente con la concepción del trabajo en las minas que acabamos de exponer. Es mucho más acertado definir este poblamiento como, simplemente, rural; estas comunidades desarrollaron una economía agropecuaria, que básicamente podemos definir como de subsistencia, centrada en el cultivo de cereales, de leguminosas, de castaños... y en el mantenimiento de una cabaña ganadera de ovicápridos y vacuno. La llegada de productos externos fue bastante lenta y limitada en la mayor parte de estos poblados, como demuestra la escasísima presencia de restos de ánforas. La actividad minera ocupaba evidentemente en la vida de estas comunidades un papel destacado, ya que era una imposición muy palpable del poder romano, pero de alguna forma ajena a su economía doméstica. De ningún modo podemos concebir estas comunidades como grupos especializados y dedicados en exclusiva a la minería del oro. La especialización absoluta es en realidad algo muy reciente. La puesta en marcha de la explotación del oro es paralela a una intensificación de la explotación agropecuaria; no olvidemos que el número de habitantes crece en zonas como Las Médulas y que la forma de ocupar el territorio cambia. Las zonas más fértiles, vecinas a la mina, fueron entonces intensamente ocupadas y explotadas, como se constata en las tierras actualmente

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Habas y granos de cereal procedentes del yacimiento de Orellán.

cubiertas por el Embalse de la Campañana y que constituían una depresión bien irrigada, o las próximas a Borrenes, cerca del Arroyo de las Suertes. Así, el trabajo en las minas, se insertaba en una complicada trama de intereses económicos y políticos, de relaciones de poder y de dependencias sociales, que iban desde las establecidas en el seno mismo de las ciuitates, a las impuestas por el Estado romano, generando formas eficaces de captación del trabajo, de control y explotación de las gentes y los recursos, que sólo una visión histórica de conjunto nos permite percibir.

El castaño fue introducido como cultivo en la zona en el siglo I d. C.

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