CUANDO COVARRUBIAS ARRIMABA EL HEBREO A SU CASTELLANO

CUANDO COVARRUBIAS ARRIMABA EL HEBREO A SU CASTELLANO... Dominique Reyre Université de Toulouse-le Mirail Es algo emocionante evocar el tema del idio

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CUANDO COVARRUBIAS ARRIMABA EL HEBREO A SU CASTELLANO... Dominique Reyre Université de Toulouse-le Mirail

Es algo emocionante evocar el tema del idioma hebreo en esta prestigiosa universidad de Alcalá, que vio la publicación de la primera Políglota y también es algo paradójico, pues no vamos a hablar de ningún ilustre representante del hebraísmo complutense sino del lexicógrafo, Sebastián de Covarrubias, quien estudió en Salamanca y sin haber sido hebraísta en el pleno sentido de la palabra, intentó, por decirlo así, «arrimar el hebreo a su castellano». Queda fuera de nuestro propósito entrar en la crítica del elenco superdimensionado de las etimologías hebreas1 que el canónigo de Cuenca ideó para 1 Véase, en comparación con los trescientos diez hebraísmos recogidos por Covarrubias en el Tesoro y su Suplemento (prescindiendo de antropónimos y topónimos), el exiguo caudal de hebraísmos que considera como definitivos J. Corominas, quien en el índice de hebraísmos de su Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, sólo incluye veintitrés voces básicas hebreas y sirocaldeas, Madrid, Gredos, 1980, p. 1213, citado por José María Fórneas Besteiro, «Los Hebraísmos del Tesoro de Covarrubias», Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, Universidad de Granada, 1991, volumen XXXVII-XXXVIII, 1988-1989, pp. 223-247 (estudio de la escasez del elemento hebraico en el léxico español con la lista de los cincuenta primeros vocablos que Covarrubias consideró de procedencia hebrea). Véase también J. M. Lope Blanch, «De Nebrija a Ménage a través de Covarrubias», en Nebrija Cinco Siglos Después, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994, pp. 55-76 (análisis de los préstamos que hizo el lexicógrafo francés a las etimologías de Covarrubias y entre ellas a las hebreas) y, del mismo autor, varios estudios sobre el particular en Estudios de Lingüística Hispánica, Madrid, Arco Libros, 1983. Véanse también Margarita Morreale, «Tradiciones populares y antigüedad clásica en el «Tesoro» de Sebastián de Covarrubias: Sugerencias para su estudio», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, tomo XLIII, Madrid, CSIC, 1988, pp. 437-439 y B. Lepinette «Contribution á l'Étude du «Tesoro de la Lengua Española o Castellana» (1611) de Sebastián de Covarrubias», Historiographia Lingüistica, edición de E. F. Konrad Koerner, Amsterdam/ Philadelphia, volume XVI, 3, 1989, pp. 257-310 (análisis de la recepción de Covarrubias en Francia e inventario de sus fuentes y entre ellas, de las hebreas).

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gran número de voces del primer diccionario castellano unilingüe, el Tesoro y su Suplemento inédito2. Sólo quisiéramos ofrecer aquí algunas reflexiones acerca del interés particular que manifestó Covarrubias por el idioma hebreo, actitud que le llevó a apropiarse de los mecanismos lingüísticos de este idioma. Por supuesto, este fenómeno sobrepasa ampliamente el marco de este estudio, remitiendo a temas históricos y religiosos3, y al problema mas general de la valorización del sustrato cultural hebreo en la historia intelectual de España. Empero, dado el impacto de la lexicografía en la transmisión de las ideas y creencias, en absoluto el aspecto lingüístico, aunque poco estudiado, no es nada secundario y constituye una de las facetas más originales del fenómeno de apropiación. Para entender esta actitud y sin perder de vista los objetivos apologéticos del autor del Tesoro*, nos ha parecido esencial investigar primero la formación hebrea de Covarrubias, para ver luego cómo el lexicógrafo ponía en práctica sus conocimientos, aplicándolos al idioma castellano mediante procedimientos imitativos, de tipo morfológico, fonético y lexical.

La formación hebrea que recibió Covarrubias con sus dos maestros Martín Celanda y Pedro de Patencia Fue al parecer durante sus estudios en la Universidad de Salamanca entre los años 1565 y 1571, cuando Covarrubias estudió algo de hebreo, bajo la dirección de Martín Celanda quien, en la época, aún no era profesor de hebreo sino de Sagrada Escritura. El lexicógrafo se refirió a este aprendizaje en su Tesoro, en la entrada correspondiente a la voz hebrea «Behemot», diciendo: El maestro Celanda, catedrático que oy es en Salamanca de hebreo, leyéndome el Génesis, y romanceando esta palabra, bolvfa la quadrúpeda5. - Nos referimos a la edición facsimilar del Tesoro de La Lengua Castellana o Española, Madrid, Ed. Turner, 1977 (a partir de aquí: Tes, seguido de la cifra de la página) y al manuscrito del Suplemento inédito, ms. 6159 de la B.N. de Madrid (a partir de aquí: Sup, seguido del número del folio). 3 Sirva de ejemplo el tema de la venida de los judíos a España con Nabucodonosor después de la dispersión babilónica. Véase nuestro artículo «Topónimos hebreos y memoria de la España judía en el Siglo de Oro», Criticón, Toulouse, 65, 1995, pp. 33-55. 4 Véase la declaración de intención de la «Dedicatoria al Rey» en la que Covarrubias, guiado por su propósito inicial de defender y exaltar el idioma castellano frente a los extranjeros, dice: «dándome licencia le ponga nombre de Tesoro, por conformarme con las demás naciones que han hecho diccionarios copiosos de sus lenguas; y de éste no sólo gozará la española, pero también todas las demás, que con tanta codicia procuran deprender nuestra lengua, pudiéndola agora saber de rayz, desengañados de que no se deve contar entre las bárbaras, sino ygualarla con la latina y la griega, y confessar ser muy parecida a la hebrea en sus frasis y modos de hablar» (Tes, 18). 5 Tes, 203. Martín Celanda, profesor de hebreo en la Universidad de Salamanca, ocupó primero la cátedra de Sagrada Escritura y luego, al final de su vida, por los años en que Covarrubias redactaba su Tesoro, la de hebreo por eso dice el canónigo «catedrático, que es hoy en Salamanca». Al morir, Martín Celanda en 1610, su cátedra fue atribuida a Gonzalo Correas, véase Enriqueta de Andrés, Helenistas Españoles del siglo XVII, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1988, p. 37.

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He aquí una de las escasas alusiones que Covarrubias hizo a sus lecciones de hebreo. Revela dos aspectos que interesan a nuestra investigación: el primero es que Covarrubias aprendió el idioma hebreo oyendo «leer» en voz alta el texto del Antiguo Testamento, probablemente en la Biblia recién elaborada por los mismos profesores de la Universidad de Salamanca, que hoy en día sigue en cabeza de estantería de su biblioteca6 y que, en su Tesoro, Covarrubias llamo «el volumen hebreo7 o «el texto hebreo»8 o más bien simplemente «el hebreo»9. Este tipo de aprendizaje mediante la lectura en voz alta explica la presencia en el Tesoro de numerosas advertencias relativas a la pronunciación de las consonantes hebreas que carecen de equivalentes acústicos en castellano10, así como al punto de silencio, el «sheva»11, y al punto de duplicación, el «dages»12 al cual el lexicógrafo dedicó una entrada específica en su Tesoro, incluyéndolo en el léxico castellano. La segunda información que nos brinda la referida alusión de Covarrubias a su formación hebrea, está en el verbo «romancear», que alude a la traducción del texto hebreo de la Biblia al idioma castellano y ya no al latín como lo hacían los estudiantes del decenio anterior. Este dato es de particular relevancia histórica ya que a finales del siglo XVI iba cobrando cada vez más fuerza la tendencia a enseñar el hebreo en castellano13. Ademas, este bilingüismo hebreo-castellano interesa directamente a nuestro tema en la medida en que favoreció el proceso analógico entre ambos idiomas, proceso que constituyó la base de la futura labor etimológica del lexicógrafo. Así pues, es de suponer que Covarrubias aprendió el hebreo reconociendo voces y grupos de voces en la Biblia hebrea, sin llegar a tener una visión de conjunto del idioma hebreo. Pero insistimos, no es que fuera hebraísta en el pleno sentido de la 6

Lo más probable es que Covarrubias durante sus estudios manejara esta versión directa de la Biblia hebrea, titulada: Translatio Chaldaica omnium librorum Vetus Testamenti, cum latina interpretatione, iura jussuque doctissimorum Salmanticensis Academiae praeceptorum, ex antiquissimis fidelissimisque exemplaribus; véase Vicente de la Fuente, Historia de las Universidades en España, Madrid, 1885, tomo II, pp. 280-282. Se puede consultar esta Biblia en la biblioteca de la Universidad salmantina (estantería 1*, cajón 1°, n° 1-2-3). 7 Abacuq; Sup, f. Ir. 8 Cruz; Tes, 374. 9 Emprestar; Sup, f. 158v. 10 Véase la entrada «guiñar», en la que Covarrubias insistió en la dificultad de pronunciar la gutural «ayin»; «Hase de advertir que la letra aiiin es una aspiración densísima, que no se puede sinificar su pronunciación por escrito, sino aprender de la voz viva del maestro, porque se forma en lo profundo de la gola o garganta, con ayuda de un sonido gangoso formado juntamente en las narizes, y assí diremos a rahhahha y corrompido arrahax»; Arraax Tes, 147-148. 11 Covarrubias como los gramáticos hebreos distinguía entre los distintos tipos de Sheva y particularmente el «Quiescentibus» 'mudo': «en latín significa que no se pronuncia»; Eufrates Tes, 574a. Además subrayó el papel fonético del Sheva: «en el hebreo se escrive con estas letras hefta, porque la primera letra e lleva para sí la f, por razón del seva que tiene debaxo; Efetá Tes, 493a. 12 Véase la entrada Dages: «Cerca de los hebreos es un punto en medio de las letras que le reciben, el qual parece que las punca y despierta para que se pronuncien con más fuerca, es en dos maneras, fuerte y leve», Tes, 441a. 13 El mismo rector de la Universidad de Salamanca, Simón Abril, aconsejaba el estudio de las lenguas clásicas con «la ayuda y favor de la vulgar», véase José López Rueda, Helenistas españoles del siglo XVI, Madrid, Instituto Antonio de Nebrija, 1973, p. 245.

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palabra. Así entendemos como Covarrubias, en el manuscrito del Suplemento, pudo dejar huecos sin rellenar al lado de la traducción latina de sus etimologías hebreas, y no citar, en dicho manuscrito, más de quince raíces en caracteres hebreos, con la mitad de ellas en la letra A14, dejando a un copista el cuidado de completar su trabajo. Sin duda el lexicógrafo, agotado y llegado al final de su vida, quiso acortar su labor y ahorrarse el tiempo de averiguar las raíces en sus diccionarios15. Pero el dato no carece de interés porque, en la mayoría de los casos, los espacios dejados en blanco corresponden a raíces de nombres propios que cualquier principiante se sabe de memoria. Eso permite afirmar que lo que Covarrubias aprendió de hebreo en Salamanca no fue nada más que una iniciación. Sin embargo, fue suficiente para despertar su avidez y su curiosidad insaciable por este idioma. Este interés fue alentado por otro profesor de hebreo de Salamanca, el padre fray Pedro de Palencia, a quien Covarrubias citó con frecuencia en el Tesoro por ser una autoridad entre los hebraístas de su Universidad16: por medio de él el lexicógrafo pudo entrar en contacto con judíos y consultar a algunos rabinos cuya presencia se toleraba, en la época, por razones filológicas, lo que recordó en el Tesoro, diciendo: «de un gran rabino oí que...»17. En este apartado no podemos dejar de mencionar la influencia que tuvo en la obra del lexicógrafo el mayor hebraísta español de su época, Arias Montano, quien tanto admiró el celo de los judíos por conservar el idioma de las Escrituras y su fidelidad en leerla. Covarrubias aprovechó la enseñanza legada por el maestro en su Apparatus de la secunda Políglota, refiriéndose a él en varias entradas de su Tesoro™. Además, no es ocioso recordar que dio su aprobación para la publicación del Tesoro, otro gran hebraísta, el discípulo preferido de Arias Montano, Pedro de Valencia19. 14

Y sobre todo, a diferencia del Tesoro, bajo forma vocalizada. En apoyo de esta hipótesis sobre la intervención de otra persona para la inserción del idioma hebreo en el Suplemento, se puede alegar la incongruencia lingüística que consta en la entrada «Egipto» del Suplemento en la cual aparece una raíz hebrea escrita en caracteres árabes (Covarrubias no empleó nunca caracteres árabes: «Egipto ... los hebreos la llamaron [espacio en blanco seguido de la voz árabe] mizarim que vale angustíete, sive tribulationes» (Sup, f. 156r). lfi Tenemos pocos datos sobre el padre de Palencia de quien no nos ha llegado ninguna publicación, en el caso de que las haya habido. No obstante, en el Tesoro, Covarrubias se refiere a su autoridad más de veintitrés veces. Sirvan de ejemplo las entradas Cama: «según lo advierte el padre fray Pedro de Palencia» (Tes, 273); Canasta: «el padre Pedro de Palencia dize ser nombre caldeo» (Tes, 282); Carámbano: «como lo siente el padre Pedro de Palencia» (Tes, 300). 17 Godo; Tes, 645. 18 Véanse las entradas «Abacuq»: «verás a Benito Arias Montano sobre el mismo profeta...» (Sup, f. Ir); «Cana»: «Arias Montano Tubal Cain sive De Mensurís» (Tes, 282); «Cántaro»: «Arias Montano...» (Tes, 289); «Caraguelles»: «Arias Montano vuelve...» (Tes, 395); «Tavaque»: «Verás a Arias Montano, De Arcae Fabrica, in principio...» (Tes, 955). 19 «En parte me assegura aver passado por el los ojos el Licentiado Pedro de Valencia, por mandado de los señores del Supremo Consejo, hombre de tantas partes, como a todos es notorio, que se crió a los pechos de la santa y universal dotrina de Benedicto Arias Montano, y al presente es coronista general de España y del Rey nuestro señor» (Respuesta a la carta del Licenciado Don Baltasar Sebastián Navarro de Arroyta, Tes f. Fv). 15

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El hebreo de las gramáticas y diccionarios Para terminar con la evocación de la formación hebrea de Covarrubias e identificar la tradición de la que proceden sus conocimientos, es preciso evocar uno de los tres libros de hebreo que manejó el lexicógrafo, el Thesauri Hebraicae Linguae20del dominico hebraísta francés Sante Pagnino21, que fue publicado en Amberes en 1572. Es una gramática hebrea con un léxico hebreo-latín cuya presencia en el Tesoro evidencia la herencia judía legada al lexicógrafo por el biblismo. Con Pagnino, en efecto, aparece el entronque con la línea de los hebraístas judíos de la Edad Media, lo que sitúa a Covarrubias en una perspectiva distinta de la de los primeros humanistas y entre ellos, la de Nebrija. A principios del siglo XVI, para redactar un tratado sobre las letras hebreas, el gran humanista se había inspirado en San Jerónimo, es decir en un hebraísta cristiano22. En cambio, en el Tesoro de Covarrubias aparece el nexo de enlace con la tradición filológica de los judíos hispanos, la del gran rabino David Kimhi23, que en el siglo XII produjo una de las primeras gramáticas hebreas, traducida al latín por Alfonso de Zamora24, quien la insertó en la Políglota de Alcalá. El texto fue luego retocado 20 Consultamos la versión que tuvo a su alcance Covarrubias, o sea, el texto revisado por Arias Montano titulado El Thesauri Hebraicae Linguae, Antverpiae, 1572. 21 Dominico italiano, nacido en 1470, Sante Pagnino, acabó en 1528 una labor de treinta años, su traducción de los dos Testamentos, publicada en 1542, en Lyon, e insertada en la segunda Políglota, después de revisarla Arias Montano; la traducción iba acompañada de la gramática titulada Hebraicaes Institutionis gramatices hebraicae (Lugduni, 1526) y del Thesaurus Linguae Sanctae (Lyon 1529, París 1548) primer diccionario hebreo latino, abreviado en Thesauri Pagnini (Amberes, 1599), con doble entrada, la del lexicón latín-hebreo y la del lexicón hebreo-latín. Adviértase que a partir de las ediciones de 1599, en la segunda Políglota o Biblia Regia el texto hebreo y su traducción latina se daban de forma interlineal (palabra por palabra, el texto latino debajo del hebreo) con la vocalización. De modo que la traducción de Pagnino marcó una etapa decisiva en la pedagogía del idioma hebreo, ofreciendo a los principiantes un instrumento idóneo que hoy sigue sirviendo de ejemplar de referencia para cuantos empiezan a estudiar el idioma hebreo. (La primera parte de este libro es una gramática hebrea que describe las letras consonantes y vocales, el «dagesh», las reglas de ortografía, el sistema verbal, la morfología de los sustantivos, de los adjetivos, de las conjunciones; la segunda parte es un léxico hebreo-latino. 22 Véase Ángel Sáenz Badillos «Antonio de Nebrija ante la lengua hebrea y la Biblia», Antonio de Nebrija: Edad Media y Renacimiento, edición de Carmen Codoner y Juan Antonio González Iglesias, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 109-120. 23 El libro del rabino del sigo XII, David Kimhi, conocido bajo el título hebreo Mikhlol, lelkn o latino Thesaurus o Compendium (consultamos la edición de Venecia de 1545, en la Biblioteca Nacional de Israel, Givat Ram) fue la obra maestra de la lexicografía judía medieval. Se inspiraron de ella los judíos y los cristianos que elaboraron diccionarios hebreos y traducciones de la Biblia hebrea. La primera parte de este libro es una gramática de los verbos titulada Shaar diqduq hapealim, 'Puerta de la Gramática de los Verbos' (pp. 2a- 69b) y la segunda, titulada Sefer Hashorashim 'Libro de las Raíces', explica las palabras difíciles de la Biblia a manera de concordancia. 24 Alfonso de Zamora, nacido en 1492, gramático, filósofo y talmudista, abjuró del judaismo y fue encargado de supervisar la elaboración de la Políglota de Alcalá; según el bibliógrafo Joseph Rodríguez de Castro, Alfonso de Zamora copió literalmente la obra de Quimhi en hebreo anotándola en latín y en español; «Moseh Quimhi, su Miclol o Colección, copiada en hebreo e ilustrada con notas marginales e interlineales españolas y latinas por Alfonso de Zamora», Biblioteca Española Rabínica, Madrid 1781, ed. Georg Olms Verlag Hildesheim, New York, 1977, tomo I, p. 399. La obra de Alfonso de Zamora fue insertada en el sexto volumen de la Políglota de Alcalá, titulado Introductiones artis grammaticae hebraicae, et commentarum Biblia; con un diccionario hebraico Nominum ac verborum hebraeorum dictionarium copiosum (Alcalá,

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por Santo Pagnino y revisado por Arias Montano para el Apparatus de la segunda Políglota. De manera que la obra de Kimhi llegó a manos de Covarrubias por la versión latina hecha por los biblistas. A este Thesauri fíibraicae recurrió con frecuencia el lexicógrafo buscando en él étimos que no siempre encontró: por ejemplo no halló la raíz hebrea correspondiente a la voz castellana «boda», por lo que dijo: «no la he topado en el Thesauro»25. Resumiendo: Tales medios de formación y fuentes de inspiración hacen constar una rica, aunque fragmentaria, documentación sobre la lengua hebrea y permiten entender como a Covarrubias le sonaban tantas veces las voces castellanas a hebreas. Así inmerso en el mundo de la Biblia hebrea, a la hora de redactar su Tesoro de la Lengua Castellana, al final de su vida, se dejó simplemente llevar por sus reminiscencias.

Los humanistas y el idioma hebreo Pero antes de analizar las similitudes que Covarrubias estableció entre el idioma castellano y el hebreo, recordemos que dicha inclinación por equiparar ambas lenguas no fue propia de él sino de todos los hebraístas del humanismo español que, como lo hizo Fray Luis de León en su prólogo al Cantar de los Cantares, no vacilaron en «confessar ser muy parecida [la lengua castellana] a la hebrea en sus frasis y modos de hablar»26. Esta búsqueda de semejanzas se relaciona, como ya es sabido, con las apologías de las lenguas que procuraron exaltar las llamadas «vulgares» alzándolas al nivel de las tres lenguas llamadas «nobles» o sea el latín, el griego y el hebreo. Desde esta perspectiva, el idioma hebreo llegó a ocupar un sitio privilegiado por ser considerado, según las creencias patrísticas y medievales, como la «lengua santa», de origen divino, la lengua madre de la que procedían los demás idiomas y la lengua de la armonía universal, la que ofrecía mayor adecuación entre el significado y el significante, atestiguando una relación de naturaleza entre ellos y no de mera convención arbitraria. De ahí la fascinación que el idioma hebreo ejerció sobre los humanistas y sobre el mismo Covarrubias, quien en el Tesoro, en la entrada correspondiente a la voz «lengua», recordó la preeminencia de la lengua de la Biblia, diciendo: Lo cierto y sin contradicción es que la primera lengua que se habló en el mundo fue 1526). Según el bibliógrafo Meyer Kayserling, Biblioteca Española-Judaica, New York, Publishing House, 1971, p. 118, la gramática hebrea de Alfonso de Zamora, fue publicada también en lengua vulgar en 1526, en Alcalá, Kayserling, op. cit., p. 28. Pero Julián Martín Abad no confirma este dato al referir por esta fecha la edición de dicho libro en latín; véase La imprenta en Alcalá de Henares (1502-1600), Madrid, Editorial Arco Libros, 1991, p. 329, n° 159: «Alfonso de Zamora, Introducciones Artis Gramatice nunc recenter edite, in Academia Complutensi. In aedibus Michaelis de Eguia. 1526, I Mayo, (secunda editio); en la portada esta escrito: «Fons erat hebreus siccus nec claras abunde» (El hebreo era una fuente sobre tierras áridas y manaba clara y abundante). 25 Boda Tes, 224. 26 Fray Luis de León, Obras Completas Castellanas, ed. de Félix García, Madrid, BAC, 1957, Primera parte, p. 74.

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la lengua hebrea, infundida por Dios a nuestro primero padre Adán [...]. Por manera que si alcan9áramos la pureza desta lengua y su verdarera etimología, no se inorara tanto como se inora de las cosas [...] y no es de maravillar que en lenguas muy estrafias se hallen algunas palabras que tiren a las hebreas, pues desgajándose della, como de su madre, llevassen algún rastro de su primer origen27. Veamos pues ahora cómo Covarrubias puso en práctica estas concepciones en sus etimologías.

La aplicación de los mecanismos lingüísticos del idioma hebreo al castellano Escogimos dejar de lado los nombres propios de la Biblia así como los hebraísmos autentificados por Coraminas y las voces castellanas que Covarrubias identificó inmediatamente como voces hebreas por ofrecer similitudes sonoras y semánticas con ellas28. Nos hemos centrado en las etimologías que requirieron, por parte del lexicógrafo, algún esfuerzo de adaptación lingüística, algún ajuste de las voces castellanas a las hebreas, cuando las analogías entre ambas no parecían tan evidentes. En este nivel preciso del análisis se plasmó la intención mimética del lexicógrafo mediante la aplicación al idioma castellano de las leyes propias de la morfología y de la fonética del idioma hebreo. Así, Covarrubias afirmó que la estructura consonantica trirradical, característica de la lengua de la Biblia, se hallaba en el idioma castellano en numerosos verbos como «cortar» del hebreo «carat»29, «recamar» de «racam»30, «casar» de «qasar»31, y de este paralelismo morfológico dedujo etimologías hebreas diciendo: «es hebreo [...] y assí tiene todas tres radicales»32. Insistimos: al destacar esta similitud entre el castellano y el hebreo33, Covarrubias no sólo iba proponiendo etimologías sino que confería a la 27

28

Lengua Tes, 7 5 9 .

Para no citar sino algunos ejemplos, véanse las voces castellanas «cofre», «saco», «tesoro», «toro», «res», derivadas por el lexicógrafo de las voces hebreas cafar, saq, tesurah, tor, rosh y el verbo «bailar» que Covarrubias. según los usos etimológicos metatésicos de su tiempo, derivó de su equivalente hebreo semántico iabal. Sobre el recurso a la metátesis en materia de etimología, véase Francisco del Rosal: «Muchos vocablos castellanos fueron formados del hebreo enteros como estaban pero trocadas las sílabas y leídas al revés como en las palabras Arrope, Blanco, Borras, Tacaño...», op. cit., p. LXXXVIII. 29 Corso, Tes, 363. 39 Recamar, Tes, 897. 31 Casado, Tes, 314. 32 Corso, Tes, 363. 33 Este paralelismo estructural entre los idiomas hebreos y castellanos no se encuentra solamente bajo la pluma de Covarrubias: el etimologista Valverde alegó también este concepto morfológico hebreo de las raíces trirradicales en que está «la sustancia de la dicción», diciendo: «Para venir a la fuente o raíz del vocablo de sólo las consonantes se ha de hacer cuenta, y ninguna de ninguna vocal: quiero decir, que aunque en el vocablo que se ha hallado ser la fuente y origen deste que se dudaba, no venga a quedar ninguna vocal de las que tiene el vulgar que se inquiere, o otras muy diferentes, esto no hace a la sustancia, mayormente que en la hebrea a la cual en fin hemos de acudir, ninguna letra es vocal, porque las vocales son unos puntitos extraordinarios, y fuera de la sustancia de la dicción», Bartholomé Valverde, Tratado de etimologías de voces castellanas en estas lenguas latina, hebrea, griega, árabe, Madrid, 1600 (consultamos el microfilm del manuscrito en folios, n° 1-96 de la BN de Madrid, f. 2v).

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lengua castellana una de las principales cualidades del idioma hebreo, o sea, su brevedad, que causaba la admiración de los filólogos de la época, por ser contenido el sentido en pocas letras. En la misma perspectiva comparativa, Covarrubias se valió de la fonética hebrea para formar etimologías de tipo onomatopéyico. Así, basándose en el ruido producido por la pronunciación de la consonante gutural «Ayin», propia del hebreo, derivó las voces castellanas «gangoso»34, «arraax»35 así como la interyección «ay» y la voz «guaya»36. Según el lexicógrafo, esas voces castellanas no serían más que trasliteraciones al castellano del ruido producido por la gutural hebrea. Otra manera de conferir al idioma castellano características fonéticas del idioma hebreo se dio en las etimologías «fisiomiméticas», o sea, las que consistieron en derivar las voces de la forma que tomaba la boca al pronunciarlas. Ahora bien, este proceso de mimetismo, no es otro sino el que pusieron en práctica los Masoretas, unos sabios judíos que, a partir del siglo V, idearon el sistema vocálico hebreo37, designando las vocales por la gestualidad de la boca. Sirva de ejemplo la vocal «qubutz» que corresponde con la V castellana y saca su nombre del verbo hebreo «qabetz» que significa 'apretar' porque su pronunciación se hace 'apretando' o juntando los labios. Covarrubias aplicó dicho mecanismo fonético hebreo al idioma castellano, derivando el verbo castellano «besar» de la vocal «qubutz»38, por expresar este verbo «besar» la misma acción de «apretar los labios». No vamos a extendernos más en esta argumentación de Índole rabínica del canónigo y remitimos a una versión más completa de este estudio que ha sido publicada en Criticón, 69, 1997, pp.5-20, mientras estas líneas estaban en preperación. De momento, basten estos ejemplos para evidenciar la preocupación esencial de Covarrubias, probar que existe en el idioma castellano como en el hebreo cierta adecuación entre la forma de las voces y su significado según el concepto de la pureza de la primera lengua de la humanidad, que el mismo Covarrubias expreso así: Con esta [lengua hebrea] puso nombre Adán a todos los animales de la tierra y a las aves del cielo, y el nombre que a cada uno puso era el propio suyo, según su calidad y naturaleza39, Para que quede más completo el estudio sería preciso evocar también las glosas bíblicas de las voces castellanas40, en las que el lexicógrafo expresó la misma motivación asimiladora y su aspiración a hacer pasar el idioma castellano por muy semejante 34 Gangoso: «y tomaron este nombre de la pronunciación de una letra hebrea dicha ayin, profertur enim in profundo guturis cum adminiculo flatus narium...» (Tes, 628). 35 Arraax (voz que designa los huesos de las aceitunas), Tes, 628. 36 Guaya: «empezado a formar con la letra gutural g de que usan mucho los hebreos y assi cuando ellos lloran decimos que hacen la guaya» (reí, 663). 37 Dictionnaire Encyclopédique du Juddisme, París, Cerf, 1993, p. 714. 38 Besar, Tes, 209b. 39 Véase Lengua, Tes 758b-759a y b . 40 Glosas que el lexicógrafo mencionó cada vez que correspondían con palabras bíblicas difíciles o controvertidas en aquella época de intensa labor filológica sobre los textos sagrados. Véase Bada Tes, 180-181).

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CUANDO COVARRUBIAS ARRIMABA EL HEBREO AL CASTELLANO...

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al hebreo. Dichas glosas merecerían ser analizadas en el marco más general de un estudio sobre el tema de la presencia de la exégesis hebrea de la Biblia en el Tesoro . Detendremos pues aquí el análisis de los procesos analógicos con los cuales «Covarrubias arrimaba el hebreo a su castellano» y concluiremos advirtiendo que lo más relevante de la lexicografía hebrea de Covarrubias es sin duda su estrecha relación con el biblismo español que se preocupó ante todo por el retorno a la lengua original como a una fuente pura cuyas aguas se habían ido enturbiando a lo largo de los siglos pero que todavía ofrecían huellas de su transparencia primera. Covarrubias en su Tesoro no hizo sino popularizar y generalizar los conceptos del biblismo, marcando una última etapa en la trayectoria de los hebraístas españoles del Siglo de Oro. En efecto, podemos suponer que, después de su formidable desarrollo con la publicación de la Políglota de Alcalá, de su auge con la de la Biblia Regia de Amberes y de su caída brutal con la prohibición de esta obra, el hebraísmo español vivió sus últimas horas bajo la pluma de Covarrubias. Es cierto que, al pasar del campo de la exégesis hebrea de la Biblia (que solo existió al principio en la mente de una pequeña élite intelectual) al de la lexicografía, el hebraísmo español adquirió un protagonismo mayor gozando de gran difusión a lo largo de los siglos. Pero, al mismo tiempo conoció una de sus más graves distorsiones debida al anhelo de generalización constitutivo del proceso de lexicalización, y al constante afán de Covarrubias, que fue, para probar sus excelencias, unir el idioma castellano y la lengua santa.

AISO. Actas IV (1996). Dominique REYRE. Cuando Covarrubias arrimaba el hebreo a ...

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