CYBERBULLYING. EL MALTRATO ESCOLAR EN LA ERA 2.0. CONSIDERACIONES PARA SU COMPRENSIÓN Y ABORDAJE

VI Congreso Marplatense de Psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, 2014. CYBERBULLYING. EL MALTRATO ESCOLAR EN LA ERA 2.0.

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CYBERBULLYING. EL MALTRATO ESCOLAR EN LA ERA 2.0. CONSIDERACIONES PARA SU COMPRENSIÓN Y ABORDAJE. Alejandra Lanzillotti y Guido Korman. Cita: Alejandra Lanzillotti y Guido Korman (Diciembre, 2014). CYBERBULLYING. EL MALTRATO ESCOLAR EN LA ERA 2.0. CONSIDERACIONES PARA SU COMPRENSIÓN Y ABORDAJE. VI Congreso Marplatense de Psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata.

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CYBERBULLYING: EL MALTRATO ESCOLAR EN LA ERA CONSIDERACIONES PARA SU COMPRENSIÓN Y ABORDAJE

2.0.

Alejandra Lanzillotti Guido Korman

INTRODUCCIÓN Teniendo en cuenta los diversos tipos de violencias que tienen lugar dentro de la escuela, el maltrato entre pares ha sido una de las problemáticas más investigadas en las últimas cuatro décadas, constituyendo aun hoy una alarmante preocupación debido a su prevalencia y al impacto negativo que esta forma de maltrato ocasiona en los sujetos implicados. El conocimiento de las repercusiones nocivas en la salud física, psicológica y emocional ha hecho que algunos profesionales de la salud hayan orientado su interés al estudio de esta problemática, a fin de contribuir principalmente en la detección de situaciones de vulnerabilidad y factores de riesgo, así como en su prevención y asistencia (Rigby, 2003). La escuela es por excelencia uno de los primeros espacios de socialización secundaria donde los niños, niñas y adolescentes profundizan los vínculos con sus pares. El grupo de iguales adquiere una gran relevancia y significación, y dentro de la dinámica grupal surgen muchas veces formas de maltrato y hostigamiento. Muy a menudo, estas situaciones se tornan sistemáticas y derivan en un proceso de victimización que ocasiona en los escolares implicados sentimientos de indefensión, temor y amedrentamiento (Smith y Brain, 2000). Asimismo, esta problemática repercute negativamente afectando al clima escolar, así como al despliegue y mantenimiento de una convivencia respetuosa. El maltrato entre pares dentro de las aulas escolares ha sido nombrado internacionalmente con el vocablo inglés bullying siendo su traducción más aceptada la de maltrato o acoso escolar (Palacios de Torre, 2009). Existe un amplio consenso en la utilización de la definición propuesta por Olweus (1998) a partir de la cual se considera que hay presencia de bullying cuando tiene lugar una dinámica grupal en la que un escolar está siendo acosado, siendo ella o él expuesto, repetidamente y de forma prolongada en el tiempo, a acciones negativas por parte de uno o más escolares, que intencionalmente causa, o trata de causar, daño o molestias a otro. Esta dinámica, en la que pueden distinguirse diversos roles –víctimas, agresores, agresores-victimizados, ayudantes, reforzadores y testigos– se caracteriza por la intencionalidad de agredir, la repetición en el tiempo y el desequilibrio de poder. Pero además de las formas presenciales de maltrato escolar, en la última década ha ido surgiendo y aumentando una nueva modalidad de bullying. La creciente disponibilidad de dispositivos de conectividad y de herramientas tecnológicas de interacción, como los teléfonos celulares y recursos de Internet, proporciona nuevas vías que algunos adolescentes utilizan para provocar daño y causar angustia en sus iguales (Keith y Martin, 2005). Se trata del fenómeno conocido con el nombre de cyberbullying, en amplio crecimiento dentro de la población infanto-juvenil, donde la intimidación, la humillación y el hostigamiento, que surgen mayoritariamente entre púberes y adolescentes dentro de la escuela, cruzan la frontera física y se viralizan en el espacio virtual de la web 2.0. En este trabajo se intentarán abordar y describir las principales características del fenómeno de cyberbullying a fin de ampliar su conocimiento y de contribuir con la reflexión sobre esta

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problemática mediante algunas consideraciones para su comprensión, prevención y asistencia. Esta primera aproximación pretende aportar información relevante para favorecer un abordaje adecuado en nuestro contexto.

EL MALTRATO ESCOLAR EN LA ERA 2.0 Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han generado cambios profundos y exponenciales en una multiplicidad de ámbitos, dando lugar a nuevas formas de comunicación entre los sujetos, a nuevos modos de acceder a la información, así como a novedosas maneras de establecer vínculos con los otros, transformando incluso las comprensiones clásicas de amistad, comunidad, encuentro y privacidad. Belsey (2005), pionero en la temática, define el cyberbullying como el uso de algunas TIC, por parte de un menor o grupo de menores, que deliberadamente, y de forma repetitiva y hostil, pretende dañar otro. Smith y cols. (2008) manifiestan que el cyberbullying es una agresión intencional, por parte de un grupo o un individuo, usando formas electrónicas de contacto, repetidas veces, hacia una víctima que no puede defenderse fácilmente por sí misma. Willard (2006) destaca diferentes modalidades de cyberbullying en relación con el tipo de acción que se realice: hostigamiento (envío y difusión de mensajes ofensivos); cyberstalking o persecución (envío de mensajes amenazantes); denigración (difusión de falsos rumores o de imágenes manipuladas); violación de la intimidad (difusión de información personal); exclusión social (exclusión deliberada de grupos en la red); y outing and trickery o suplantación de la identidad (envío de mensajes maliciosos en nombre de la víctima). Estas acciones pueden tener lugar a través de e-mail, mensajería instantánea, chat, páginas web, redes sociales, llamadas, mensajes de texto y multimedia (Buelga, Cava y Musitu, 2010), aunque actualmente pueden ser agregadas algunas aplicaciones para smartphones como Whatsapp, Telegram, Line, WeChat, Viber, Blackberry Messenger, entre otras (Lanzillotti y Korman, 2014). Esta nueva modalidad de maltrato entre iguales ocurre en una sociedad en la cual las tecnologías tienen un papel cada vez más prioritario en la mayoría de las actividades cotidianas de los adolescentes y en los modos de interacción entre ellos (Li, 2007; Tokunaga, 2010). Es por ello que la problemática del bullying merece ser repensada en este nuevo contexto. Si bien el maltrato escolar presencial comparte con el cyberbullying las características básicas de intencionalidad, repetición en el tiempo y asimetría de poder, éstas adquieren ciertas particularidades dentro del contexto cyber. Respecto a la repetición, en el caso del cyberbullying, un solo episodio de maltrato puede ser entendido como repetido si la agresión es vista varias veces por los propios implicados o por otras personas; es en este sentido que se menciona la viralización de la agresión (Smith, 2006). En cuanto al desequilibrio de poder, en los casos de cyberbullying, éste puede estar asociado con la brecha digital o con el anonimato. La brecha digital se refiere a la posibilidad de que el agresor sea tecnológicamente más hábil, mientras que el anonimato es una de las características que se consideran exclusivas del fenómeno de cyberbullying. Asimismo, el desequilibrio de poder puede vincularse con la inhabilidad de la víctima para lograr que se borren los contenidos subidos a la web y/o con un estatus social alto del escolar que agrede dentro de una comunidad virtual (Cabra Torres y Marciales Vivas, 2012). Además, el cyberbullying da lugar a la masividad, ya que la agresión adquiere un alcance mayor considerando que un número potencialmente enorme de personas puede tener acceso a ella; y a la continuidad en el tiempo, ya que el cyberbullying invade la intimidad del hogar, cualquier

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día, en cualquier momento, acrecentando en el escolar acosado el sentimiento de desprotección e indefensión. Es en este sentido que se menciona la extensión 24x7 (las 24 horas, los 7 días de la semana). Cabe destacar que, si bien es cierto que el cyberbullying ocurre principalmente fuera del establecimiento escolar, estos episodios comienzan o continúan dentro de la escuela. Estudios recientes han demostrado un solapamiento significativo entre el cyberbullying y el bullying presencial encontrando que aquellos adolescentes que habían sufrido acoso escolar a través de recursos interactivos de la web, también habían sufrido maltrato escolar cara a cara (Dooley, Pyzalski y Cross, 2009; Gradinger, Strohmeier y Spiel, 2009; Perren y cols., 2010; Riebel, Jaeger y Fischer, 2009; Sourander y cols., 2010). Un punto que merece especial atención refiere a las consecuencias de este fenómeno en la salud psicológica de los escolares implicados. Souramder y cols. (2010) encontraron que casi una de cada cuatro víctimas de cyberbullying dijeron sentirse inseguras y eran más propensas a tener problemas psicosomáticos, como dolores de cabeza, dolor abdominal recurrente e insomnio. Aquellos escolares que habían sido a la vez víctimas y agresores se revelaron como el grupo más problemático ya que presentaron índices más altos de depresión, de inseguridad, de abuso de alcohol y mostraron más trastornos de conducta. El reciente artículo de Mitch van Geel y cols. (2014), en el que llevaron a cabo un meta-análisis sobre 491 estudios centrándose en ideación suicida e intentos de suicidio, halló que el maltrato entre iguales estaba relacionado tanto con la ideación suicida como con los intentos de suicidio, y que el cyberbullying estaba más fuertemente relacionado con la ideación suicida en comparación con el acoso presencial.

CONSIDERACIONES PARA LA COMPRENSIÓN Y ABORDAJE DEL FENÓMENO DE CYBERBULLYING Como se ha mencionado, las diversas modalidades de cyberbullying proponen una reflexión para favorecer la consideración de estrategias preventivas e intervenciones asistenciales efectivas. Se infiere que las características propias de esta modalidad de maltrato escolar (continuidad en tiempo y espacio, anonimato, masividad y viralización) merecen ser tenidas en cuenta al momento de planificar el abordaje de esta problemática. Es decir, si los recursos tecnológicos de interacción están pensados para compartir, y no para restringir, es muy probable que las agresiones recibidas y ocasionadas trasciendan, y que su difusión se vuelva incontrolable. Este pareciera ser un punto importante y diferencial respecto al maltrato escolar presencial, ya que la masividad, continuidad y viralización de la agresión le otorgan al fenómeno una serie de particularidades que merecen una reflexión considerando sus implicancias. Por ejemplo, el impacto de esta modalidad de maltrato en los escolares involucrados permite considerar la posibilidad de que los escolares agredidos desarrollen mayores sentimientos de indefensión y desamparo, y que en los escolares que agreden se reduzca la percepción del daño causado; en ambos casos, debido a que las agresiones carecen de los componentes verbales y, sobre todo, no verbales, de la interacción cara a cara. Otro punto que cabe mencionar es que para los adultos, la red podría constituirse como un desafío ya que, si bien podrían considerar poseer un profundo conocimiento del mundo real, también podrían tener la sensación de que los adolescentes los superan en el terreno informático. Los púberes y adolescentes, por haber dado los primeros pasos junto a computadoras y celulares, encuentran que navegar por la web y chatear son actividades enteramente normales y cotidianas. En este sentido, el fenómeno de cyberbullying pocas veces se da a conocer a pesar de su

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masividad ya que, como muchas otras actividades que los adolescentes mantienen en la web, el maltrato a través de estos medios digitales pareciera mantenerse en el secreto de una cultura juvenil que escapa al control de los mayores, lo que acrecentaría la desprotección de quien es agredido y de aquel que agrede. Siguiendo esta línea, podría inferirse que en muchas ocasiones los adultos no se encuentran al tanto de las relaciones que mantienen los niños, niñas y adolescentes a través de la web ni de la significación que le atribuyen a las mismas. De este modo, el maltrato recibido y ocasionado a través de las TIC podría no ser percibido por los adultos, ya sea por docentes o padres, o ser minimizado como una broma de mal gusto, situación que contribuiría al hecho de que se torne más difícil evitar este tipo de hostigamiento. En relación con esto último, un estudio llevado a cabo por Eurobarómetro (2007) encontró que, si bien los adolescentes conocían cuáles eran los riesgos potenciales online y las precauciones que debían tomar, la mayoría manifestaba que prefería intentar resolver el problema por sí mismo o con la ayuda de amigos, y que solo recurriría a los padres en los casos más graves. En un estudio local (Lanzillotti y Korman, 2014), obtuvimos resultados similares encontrando que solo el 6.2% de los adolescentes involucrados en situaciones de cyberbullying manifestaron haber dialogado con sus padres acerca de la existencia del acoso. Sin dudas, lo anterior constituye un dato relevante a tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre la presencia de los adultos al momento de intervenir, preventiva o asistencialmente, en las situaciones de cyberbullying. También se torna necesario mencionar que si bien el maltrato entre pares dentro de las aulas escolares no constituye un fenómeno nuevo, la incorporación de las tecnologías interactivasdigitales en la vida cotidiana, y así la posibilidad de que el ciberespacio se instituya como un nuevo escenario de intimidación y acoso, hacen visible una violencia que ya existía entre los adolescentes, dado que muchas veces las agresiones verbales y sociales que permiten estos dispositivos serían la continuación de agresiones que se desarrollan dentro del colegio. En este sentido, resulta relevante destacar que estas formas de maltrato no se presentan aisladas sino dentro de un contexto social más amplio que incluye, en diversos ámbitos y de diversos modos, conductas sociales violentas. Así, se sugiere que, en principio, el enfoque de las violencias escolares requiera hacer referencia a los múltiples y complejos determinantes de la misma, como son los factores socio-históricos, comunitarios, institucionales, familiares e individuales. En este sentido, la investigación internacional se interesa cada vez más en los efectos del contexto ligado al establecimiento escolar: cómo su organización y gestión favorece o previene la violencia, el rol de las familias, los problemas de salud mental asociados, el impacto de los ámbitos sociales, políticos y culturales, en un intento de abordar la multicontextualidad de las diversas formas que asumen las violencias escolares (Castro Santander y Reta Bravo, 2014). En especial referencia al fenómeno de cyberbullying, se sostiene la necesidad de incrementar los estudios regionales haciendo hincapié en las características que este fenómeno adquiere en cada contexto. Un punto importante al respecto pareciera ser el conocer y reconocer la importancia de la escuela como agente protector o de riesgo frente al maltrato escolar cibernético: por ejemplo, la creencia institucional acerca de que las agresiones entre los alumnos ocurren en un espacio físico y temporal diferente al de la escuela, constituiría un factor de riesgo ya que derivaría en el desentendimiento de la institución. Como se mencionó anteriormente, diversos estudios han demostrado que más de la mitad de los casos de cyberbullying tienen un historia previa de bullying, por lo que, en la mayoría de los casos, este fenómeno resultaría de la continuación por medios digitales de las agresiones que tienen lugar dentro de la escuela. Así es que se enfatiza la importancia de que la comunidad educativa asuma este tipo de maltrato como algo propio e incremente su prevención mediante normas de convivencia respetuosa, priorizando el rechazo de

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cualquier situación de abuso, maltrato y/o humillación, tanto si éstas se producen dentro de las aulas como en cualquier otro espacio real o virtual donde interactúen los estudiantes (Castro Santander y Reta Bravo, 2014). Asimismo, merecen ser mencionadas algunas consideraciones relacionadas con el abordaje de este fenómeno en el campo de la investigación. Cabra Torres y Marciales Vivas (2012) sostienen que resulta indispensable conocer con mayor profundidad las atribuciones causales de comportamientos e interacciones asociados al cyberbullying, tanto desde el punto de vista de los mismos actores que sufren estos maltratos como desde el de los actores sociales que observan dichos fenómenos con pasividad y sin ninguna intención de intervenir o mediar en dichas situaciones. Al respecto, Smith y cols. (2002) señalan que los estudiantes no emplean los mismos términos o conceptos que los investigadores para expresar o describir lo que a ellos les ocurre en relación con este tipo de agresiones. En relación con esto último, en el trabajo anteriormente mencionado (Lanzillotti y Korman, 2014), también indagamos las creencias que los adolescentes poseían acerca de los motivos del cyberbullying encontrando que la mayoría de ellos percibía que la motivación de sus pares era molestar; y, en menor medida, que sus compañeros agredían por diversión o por envidia. Una indagación más profunda al respecto permitió concluir que los adolescentes consideraban que la motivación principal estaba relacionada probablemente con diferencias individuales («porque no les gusta como soy», «porque me ven diferente a ellos»). De acuerdo a lo observado en el campo local, los adolescentes tienden a manifestar que esta problemática estaría relacionada con actitudes y comportamientos de sus pares asociados a la atribución negativa de las diferencias individuales. De esta manera, pareciera tornase imprescindible que el trabajo de prevención y asistencia incluya en su consideración no solo a los implicados directos -víctimas, agresores, agresores-victimizados- sino también a todo el grupo de iguales, promoviendo el respeto por las diferencias y las diversidades. Considerando el rol de espectador como mayoritario en las dinámicas de bullying, se infiere que estos participantes indirectos, tanto de las situaciones que se producen dentro del establecimiento escolar como de aquellas que se producen en la web, cumplen un rol muy importante en la inhibición y detención de las conductas de maltrato, modificando su rol de observadores pasivos para constituirse como agentes activos.

CONSIDERACIONES FINALES Podría considerarse que las respuestas que pueden ser ensayadas ante esta problemática deberían surgir desde la concientización y reflexión de todo el conjunto social, incluyendo principalmente a los púberes y adolescentes. Considerando las características de este fenómeno y, debido a que las aplicaciones de teléfonos celulares y los entornos en línea están cambiando constantemente, se sugiere que, en lugar de centrarse en la prohibición de un sitio específico o en medidas punitivas, padres y educadores trabajen con sus hijos y alumnos en la promoción de conductas prosociales y de convivencia respetuosa, para que sean los adolescentes mismos los que decidan no utilizar estos recursos interactivos en forma perjudicial. En relación con esto último, Cabra Torres y Marciales Vivas (2012) sostienen que uno de los mitos del cyberbullying se relaciona con la creencia ingenua según la cual controlando la tecnología y a los jóvenes se obtendrá como resultado el control de las expresiones de acoso y maltrato. Lo que debe priorizarse al momento de reflexionar sobre esta temática, entonces, es que el cyberbullying constituye un problema social y no un problema de las tecnologías. En este sentido, expertos en la temática

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consideran al cyberbullying como un fenómeno multi-causado, en el cual debe intervenirse de manera integral considerando todos los niveles involucrados: los estudiantes, las familias, los grupos de pares y amigos, los establecimientos educacionales, la comunidad y los valores sociales (Del Rey y cols., 2013). Así, los padres, los adolescentes y las escuelas tendrían la responsabilidad de crear un ambiente intolerante al bullying, haciendo explícitas las expresiones correctas e incorrectas de la ira, la frustración y los celos, sentimientos que se ven incrementados en la etapa adolescente, así como también de fomentar el respeto por las diversidades. En varios estudios (Shariff, 2005 y 2009; Shariff y Churchill, 2010) se ha argumentado cómo tanto el maltrato entre pares presencial como el cyberbullying estarían arraigados en actitudes homofóbicas, sexistas, racistas y discriminatorias, de modo que no deberían ignorarse las relaciones sistémicas que tiene el fenómeno con actitudes que están enraizadas, y que son reforzadas y modeladas por la sociedad en su conjunto. Siguiendo esta línea, se sostiene que las medidas punitivas no serían tan eficaces como las reparatorias ya que, más que la imposición de un castigo a quienes agreden, resultaría más efectivo el hecho de brindarles ayuda para que puedan desarrollar la sensibilidad e incrementar la capacidad empática. Por último, vale reflexionar acerca de que si bien es cierto que los avances tecnológicos brindan una multiplicidad de recursos, la manera en que los utilicemos y la forma en que nos cybercomportemos depende de nosotros. En este sentido se considera indispensable la formación en nuevas competencias, no solo tecnológicas sino también pertinentes a las formas de interacción que permitan el sostenimiento de una ciudadanía digital y de un comportamiento cívico y respetuoso online. En este sentido, la alfabetización emocional (Castro Santander y Reta Bravo, 2014), a través de la gestión temprana de sentimientos y conductas prosociales y empáticas, se constituye como un reto formativo que debería impactar sobre el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, así como en la comunidad en su conjunto, a fin de erradicar las situaciones de maltrato y contribuir al desarrollo de una convivencia respetuosa.

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