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DEL LABERINTO SE SALE POR ARRIBA: APORTES BÁSICOS PARA EL DEBATE DEL PROYECTO NACIONAL
Tras 200 años de la revolución inconclusa: Hacia el movimiento constituyente antineoliberal.
Osvaldo LOPEZ Julio 2016
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DEL LABERINTO SE SALE POR ARRIBA: APORTES BÁSICOS PARA EL DEBATE DEL PROYECTO NACIONAL Tras 200 años de la revolución inconclusa: Hacia el movimiento constituyente antineoliberal. Tipo prólogo En este texto intento volcar algunas ideas que hace tiempo postergaba sintetizar por escrito, sobre el ‘proyecto nacional’, sus pasado, presente y futuro, y el papel del peronismo como el del kirchnerismo, y de Nuevo Encuentro dentro de éste. Casi seguro nada de lo que digo es muy original pero bueno las ideas están, andan por ahí y atraviesan muchas cabezas, acaso parecidas incluso, y toda persona que sienta la necesidad de intentar su propia síntesis debe hacerlo, como un aporte que, sirva o no, le dejará de pesar como la carga de una tarea pendiente, para que pueda liberarse a emprender otras cosas, a caminar otras búsquedas, a materializar otros hallazgos. Si por la razón que fuera hay algo propio en términos conceptuales autorizo a que lo utilice quien lo pueda aprovechar y eximo a todos y a todas del deber de cita al cual solemos apegarnos quienes reivindicamos la honestidad intelectual. Tampoco persigo la rigurosidad de un trabajo de investigación científica o filosófica, aunque abreve en parte en esas cosas; citaré las fuentes que me acuerde o pueda sin distraerme del objetivo principal, como así también algunos trabajitos propios para no repetir. Será quizá sólo un panfleto más o menos extenso, de un militante ganado espiritualmente por la urgencia de los tiempos actuales, donde es muy difícil que no nos exaspere la sensación de que en doscientos años avanzamos apenas un poco en un montón de direcciones, sentidos y cuestiones, sensación que se junta a las ganas de hacer un montón de cosas, más la convicción de que se debe (hacerlas) y de que, como dijo Cristina en su carta sobre la violencia de época, ‘no es tan difícil’1. El objetivo de esta propuesta, al igual que el de muchísimas otras de la militancia 2, es el de ‘hacer un alto’ en el camino de la liberación, evaluar, y trazar un plan para seguir. Sin desmedro de la importancia de ‘la acción’ política, quizá estoy proponiendo más bien un ejercicio teórico, el cual obviamente debe nutrirse de la acción histórica y desarrollarse de modo de dar soporte a la acción, presente y futura (ya se sabe, doy por sentado que la teoría que se desinteresa de objetivos prácticos y de sus consecuencias casi no sirve, como que la acción desprovista de toda base teórica o ideológica apenas vale; demás está que aclare que
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http://www.cfkargentina.com/cristina-kirchner-violencia-de-epoca/
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Empleo aquí el término ‘militancia’ en su sentido de sujeto político colectivo.
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respeto –hasta poder admirar e incluso querer- a quienes defienden la teoría pura, o la pura acción). Esas evaluación y plan políticos3 requieren el esfuerzo intelectual de despojarnos de preconceptos, dogmas, fanatismos, partidismos, así no sea más que como un viaje, que empezamos dejando atrás todo lo que no nos cabe en la mochila, incluidos nuestros barrio, casa y pueblo o ciudad, reencontrándonos al final con todo lo que dejamos y queramos retomar, y con más ese plus de crecimiento que nos deja la experiencia del viaje. El desafío exige coraje. Estaría piola perder el miedo a toparnos con alguna incoherencia, contradicción, carencia, incomodidad, inconsistencia, falsedad. Si nos arriesgamos capaz que al final terminemos fortalecidos en las mismas creencias y convicciones y eso nos hará más activos y convincentes. Si no lo hacemos, capaz más bien corremos el riesgo de ser militantes ‘de mentirita’, con certidumbres ‘prendidas con alfileres’ que si se tocan un poquito se pueden soltar, que podemos sostener de la boca para afuera una revolución, pero que en los hechos podemos ser funcionales a la eterna reproducción de aquello que discursivamente se supone que queremos transformar o superar. Para discernir si nos corresponde embarcarnos en este viaje, basta con que coincidamos en la selección de esas pocas cosas que necesitamos en la mochila. Con saber que queremos ser lo que en distintas partes y en distintos momentos hemos llamado, palabras más, palabras menos, ‘patria justa, libre y soberana’, nos alcanza para saber que somos parte de un mismo desafío. Todo lo demás nos predisponemos a revisar, sea para reconfirmar o para modificar. La autocrítica –cuando es necesaria- sólo puede ser cruda, visceral, sincera. Antes que de ‘lo políticamente correcto’ de los puntos de vista del márquetin y del proselitismo, somos militantes de la verdad, desde Las Madres, desde Las Abuelas, y desde antes también, como lo demuestra Galeano con ‘Las venas…’. Más que a ‘la causa’ de la liberación, los manuales de proselitismo y márquetin capaz sirven al acceso y/o a la preservación de porciones, de diferentes tamaños, del ‘poder formal’ que va y viene, que cambia de manos como todo lo que se compra y se vende; pero somos militantes, que no reneguemos de esas baratijas no quiere decir que nos conformemos con ellas, al revés de la mediocridad que, como dice Cristina en la posdata a su carta sobre la suerte de la seguridad social a partir de la llamada ‘ley ómnibus’, abunda en estas épocas de violencias4. Como ‘aclaración previa’ consideremos suficiente cuanto antecede. Por lo demás, cabe apelar a las buena fe y capacidad interpretativas, para no tener que desarrollar un manual que nos preserve de ‘malentendidos’.
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‘Lo político’ en este párrafo comprende lo social, económico, cultural.
http://www.cfkargentina.com/cristina-kirchner-jubilados-para-que-nunca-mas-digas-que-no-sabias-y-quetampoco-nadie-te-lo-diga-a-vos/
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En una reunión nacional de Nuevo Encuentro en que me tocó intervenir este año, utilicé una expresión que no desarrollé porque sólo hacía al marco de lo que venía diciendo y que era otra cosa: el peronismo parece ser ‘un piso’ para el proyecto nacional que, sin embargo, encuentra ‘su techo’ en el partido justicialista. Es decir no se puede, en Argentina, desde el fin de ‘la década infame’ en el S. XX, pensar el proyecto nacional sin el peronismo; ni el partido justicialista parece poder o querer concretarlo. Así, fortaleza y debilidad de un movimiento y de un proyecto, como dice Discépolo, ‘en un mismo lodo’5. Un dato de nuestras historia e idiosincrasia aparenta que tenemos la costumbre de bautizar un cuerpo de ideas o un estilo de praxis con el nombre personal de quien se pone al frente de la implementación del proyecto al cual tales ideas y prácticas pertenecen. Está claro que es sumamente importante la persona, que por una mezcla de capacidad, oportunidad y demás elementos del entramado de circunstancias se pone el frente, en unos tiempo y espacio determinados, de la aplicación del proyecto con el cual se identifica. Pero el justo reconocimiento a la importancia de la persona no debe llevarnos a perder de vista el proyecto que aplica, el cual le antecede como proyecto histórico, lo desborda en lo personal como proyecto colectivo, y lo trasciende como corresponde a la dinámica y a la química de relaciones entre cuerpos mortales e ideas que no lo son, con el aporte y el metabolismo, también, de la memoria, del debate amplio heterogéneo y plural y las demás formas de disputas y sus tensiones. Esto tampoco es incompatible con reconocer que la persona en cuestión nutre al proyecto en un esquema de inevitable y natural retroalimentación, porque le hace aportes a partir de sintetizar las particularidades de una época que se presenta como evolucionada respecto de las anteriores y así será también después, para adelante, en el futuro. Pero el proyecto se seguirá llamando ‘el proyecto’ y aunque tome los aportes del sujeto individual no debiera tomar su nombre porque esto puede generar confusiones que no son menores, como que alguien es fundante o como que algo se cristalizó para siempre y a partir de ahí la naturaleza dinámica, dialéctica, evolutiva de la historia, del hombre, de la sociedad, se detiene en el mismísimo final del tiempo que, en nuestra hipótesis, no existe, ni en El Paraíso de que nos habló Jesús, ni en la Sociedad sin Clases de que nos habló Marx 6. Menos aún en la sociedad de mercado de ninguna etapa posterior a la historia o al final de las ideologías de que nos hablaran Francis Fukuyama o Daniel Bell.
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Sabemos que el término ‘lodo’ en este contexto no se interpreta despectivamente (en el mismo sentido el tango utiliza el término ‘merengue’), como que ‘Cambalache’ es una de las más brillantes síntesis del S. XX. En todo caso dicen también que Discépolo tenía dudas sobre el peronismo y que sufría un conflicto de ambivalencia frente al mismo. 6
No se trata de si me creo a la altura de polemizar con Ellos pero en el debate libre corresponde desmitificarlos y dialogar con sus ideas, como productos sociales e históricos que son, patrimonio de la humanidad, y como ellos quisieran. Al fin y al cabo, también sujetos plenos de maldad, atrocidades cometieron en los nombres de Ellos.
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Entonces un proyecto toma un nombre en base a las características centrales del cuerpo de ideas que le da sustento. Luego en él militan personas, a veces muchas, a veces pocas, algunas de las cuales llegan a ser grandes líderes, dirigentes, referentes, funcionarios, militantes, etc. (está claro que no se trata de darle al problema de los nombres mayor entidad que la que tiene como tal, sino que importa analizar si los personalismos no atentan contra los proyectos por negar la historia que, redundo, antecede y sucede a todo, a todos y a todas). Ahí tenemos parte del problema, en que cristalizamos una época y negamos la evolución permanente. También, aunque a partir de preocupaciones diferentes, Rodolfo Walsh nos previno: aunque “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires” porque, parece, “cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan”7, en rigor de verdad no hay principio ni fin. Los proyectos y sus bases ideológicas se amalgaman en función de los intereses que defienden, intereses que a su vez dan cuerpo a las clases sociales que los sustentan. Así, podemos hablar de izquierda y de derecha, de liberalismo o conservadurismo (en sentido político), de liberalismo o intervencionismo (en sentido económico), de capitalismo o socialismo, de constitucionalismo social o neoliberalismo, etc. Luego, si las ideas económicas liberales las aplica un tal Menem, no tendrían por qué tomar su nombre ni debiéramos hablar de menemismo como un nuevo invento en el campo de las ideas (menos en el caso de alguien que adscribió a la teoría del fin de las ideas). Si las ideas del constitucionalismo social las aplica un tal Perón, no tendrían por qué tomar su nombre ni debiéramos hablar de peronismo como un nuevo invento en el campo de las ideas (en forma contemporánea a Perón otros líderes aplicaban las mismas ideas en otras partes del mundo y no se definían como peronistas). Ni de alfonsinismo, ni de kirchnerismo, ni de irigoyenismo, ni de rosismo, ni de mitrismo, castrismo, chavismo, macrismo, guevarismo, estalinismo, leninismo, trotskismo, maoísmo etc. O se aplican las ideas organizadas en derredor del sujeto individual y la centralidad del capital, o las que se conciben en torno al sujeto social y la centralidad de la persona humana y la naturaleza. Luego inevitablemente habrá diferencias de estilo, personales, que nos permitirán, si queremos, hablar del capitalismo thatcheriano, clintoniano, menemista… o de socialismo castrista, peronista, alfonsinista, kirchnerista… en homenaje a meros matices o coyunturas epocales que nada sustancial aportan en términos de sistemas de ideas. En Chile, por ejemplo, no hablamos de allendismo, ni de pepemujiquismo en Uruguay, ni de moralismo en Bolivia, lulismo en Brasil o correísmo en Ecuador. Las ideas son las mismas, o parecidas, aunque cada referente difiera un poco en su estilo práctico.
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http://www.elhistoriador.com.ar/frases/historia_y_memoria/historia_walsh.php
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Algunos gobernantes cuya gestión adopta su nombre incluso pretenden ubicarse de modo ecléctico entre varios cuerpos de ideas8. La denominada ‘tercera posición’ o el grupo de ‘países no alineados’ no se trataba de un tercer sistema de ideas sino más bien de una ubicación en una posición neutral o prescindente en una guerra que mantenían bloques de poder geopolítico que no integrábamos, más allá de que cada uno de ellos se sustentara en uno de los dos grandes cuerpos de ideas existentes; una posición de naturaleza táctica y/o estratégica más que teórica, doctrinaria o filosófica. Si entendemos que uno de los últimos grandes sismas ideológicos en la historia de las sociedades fue el que desencadenó la revolución francesa en el S. XVIII tenemos, básicamente, que desde entonces nos organizamos como Estado/Nación a partir del principio de que el poder reside en el pueblo, que es el auténtico soberano. Luego a mediados del S. XIX se planteó el comunismo como contrapropuesta, sobre todo a partir de las teorías de Marx en ‘El capital’, que entendía al Estado como una superestructura de la clase burguesa que servía para la opresión de la clase trabajadora, que por ende correspondía combatir y derrotar. Dando por definitivamente sepultado lo anterior a esos movimientos (el sistema monárquico basado en la idea del origen divino del poder que se heredaba intrafamiliarmente) tenemos entonces que entramos al S. XX con dos grandes campos ideológicos, de los cuales obviamente podrán haber innumerables matices. Una ligera mirada al escenario contemporáneo nos permitiría afirmar hasta acá que la propuesta de Marx ha nutrido y transformado la propuesta del Estado/Nación pero que no la ha podido suplantar integralmente como se proponía. Entonces retomemos con la irradiación de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad a partir del último cuarto del S. XVIII y el paulatino desplazamiento de las monarquías por las repúblicas para llegar a nuestro caso, al caso argentino. El sisma nos llega a través de España, como colonia que éramos de su corona (o podríamos más bien hablar de ‘el caso latinoamericano’ al cual le llega la novedad a través de Europa, dado que distintas porciones nuestras eran colonias de distintos países europeos, y esto no fue ajeno a la balcanización que tratamos de desandar). Grosso modo, nos enrolamos entre 1810 y 1816, primero con España, decidiendo que no seríamos más una monarquía y que receptaríamos el principio de la soberanía del pueblo para instituir un gobierno democrático; y luego decidiendo que no dependeríamos más de España sino que seríamos ‘una nueva y gloriosa nación’ (de esto –como también de lo que
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Tal vez Perón, invocando una suerte de pragmatismo o de tercera posición, toma un poco de la izquierda, un poco de la derecha; un poco del socialismo y un poco del capitalismo. En general es poco lo que inventa, como un aporte genuinamente propio. Pero con esas bases de idea y de proyecto representó los intereses que representó y enfrentó los que enfrentó e hizo una gestión que será por siempre recordada como una época de un fenomenal avance de las mayorías populares en los planos político, económico, social y cultural.
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sigue- saben y dicen más y mejor muchos historiadores, entre los cuales por ahora rescato especialmente a Norberto Galasso y Jorge Abelardo Ramos). Ése es ‘el primer tomo’ de nuestro Proyecto Nacional. Y Perón todavía no había nacido. Ni Irigoyen. Ni Néstor. No digo que a partir de ahí nacimos ‘de la nada’, que ya mencioné a Galeano y no olvidamos los pueblos originarios ni el genocidio. Pero en ese momento ya habían transcurrido más de trescientos años de aquel 12 de octubre de 1492 y cualquier decisión colectiva que tomáramos sería a partir de lo que ya éramos, a partir del entrevero étnico y cultural, sin desconocer la violencia de su génesis. Claro la transformación liberal en que también nos encolumnamos en ninguna parte del mundo se hizo sin tensiones –guerras o menos- y en lo que a nosotros toca, a la hora de ‘ponerle contenido’ al proyecto de nueva nación se enredaba lo que éramos con lo que queríamos ser; el punto de partida condiciona lo que viene aunque esto quiera romper con él y se entrecruzan intereses que, también, en parte dependen de lazos y esquemas preexistentes, como también se atraviesan las disputas ajenas, entre nuestros ‘interlocutores’. Y entonces teníamos dos frentes de batalla, por decir, uno externo y uno interno. ¿Comerciar con España?, ¿o con Inglaterra?, ¿o con ambas?, ¿o con ninguna de las dos?, ¿comerciar en qué condiciones?, ¿comerciar quiénes? España ya no gobernaba acá por ende ya no era la dueña de nuestras riquezas y si las quisiera nos la tendría que comprar en las condiciones que dispusieran las reglas dictadas por nosotros mismos. España no tenía industria por ende nos podía comprar materias primas. Inglaterra tenía desarrollo industrial por ende nos podía vender productos elaborados que nosotros no fabricábamos. ¿Quién podía vender materias primas?, ¿quién podía comprar manufacturas industriales?, ¿quién se apropiaba de la renta del intercambio?, ¿de qué viviría ‘el resto’?. Unos pocos tenían la tierra, y por ende la carne, el cuero, la leche, los granos y todo lo que la tierra da. Si bien estos productos primarios no valen mucho, ‘la diferencia’ se hace igual a partir de que pocas manos negocian grandes volúmenes. Y esos pocos tenían facilidad de acceso al puerto principal –único habilitado- para el intercambio por ende podían también apropiarse del producto fiscal y concentrar toda la producción del llamado ‘interior’, distante del puerto y ajeno al reparto de los dividendos aduaneros. Este movimiento sostenía también a los ‘socios de clase’, la burguesía comercial porteña. Ser patria o colonia era la puja a nivel del frente externo. Ser un país centralista o federal era la puja a nivel del frente interno. Con marchas y contramarchas que atravesaron décadas de guerra civil terminamos plasmando el proyecto nacional entre 1853 y 1880, tomando partido por la patria en desmedro de la colonia, y por el federalismo en desmedro del centralismo. Esto en términos teóricos, de programa constitucional, que la guerra continúa a través de la política.
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Entonces, entre el ‘Plan de Operaciones’ de Mariano Moreno y las ‘Bases…’ de Alberdi, pasando por San Martín, Belgrano, O’Higgins, Bolívar, Martí, Güemes, Quiroga, Peñaloza, Lopez, Urquiza, Artigas, Dorrego, Rosas… (cada uno con sus más y con sus menos) está el proyecto nacional que, por descarte del colonialismo cuanto del sistema monárquico, podemos llamar –hasta acá- Patria Democrática. Cada nombre, cada persona sujeta a polémica, debe ser estudiada en profundidad. Ninguno fue ‘un santo’ ni tuvo el deber de serlo ni hace falta. Lo que importa es el proyecto y cómo el país estuvo, desde la perspectiva de los intereses de las mayorías populares, bajo el influjo de sus ideas, de sus acciones, de sus luchas. Con claudicaciones y con derrotas, en los hechos el campo popular no pudo imponer un proyecto económico con un sistema de trabajo y de distribución del producto que fuera relativamente equitativo en contraposición al esquema excluyente, de concentración y desigualdad, propio del proyecto extranjerizante de la minoría oligárquica. Tampoco avanzó mucho en el ámbito de la política, cual ‘barbarie’ que debía resignar esas lides a las mentes más esclarecidas de ‘la civilización’. Y así nos encontró el nuevo siglo recibiendo, con la inmigración que se suponía desde el preámbulo de 1853 vendría a garantizar el orden civilizatorio liberal establecido, las réplicas teóricas ya aludidas, al liberalismo de Locke, Voltaire, Rousseau o Montesquieu, por parte de las ideas comunistas, anarquistas, socialistas, cultivadas al calor de los cambios impetrados por la revolución industrial (sin olvidar las persecuciones ni la ley de residencia). Y nos encuentra con la ley de voto secreto, universal y obligatorio (con exclusión todavía de las mujeres), con la organización sindical y las primeras leyes del derecho laboral protectorio (no sin represión y muerte, claro), con la primera guerra mundial y su impacto a nivel del incipiente desarrollo de la industria sustitutiva de importaciones y una síntesis en materia de ascenso político del campo popular con el irigoyenismo, que se trunca con el interregno conservador del alvearismo y sobre todo con el golpe de estado de 1930, para recién retomarse y profundizarse con el peronismo a partir de 1943. La síntesis que hasta acá se puede hacer de las tensiones entre los dos grandes campos ideológicos aludidos la podemos acordar en lo que se dio en llamar ‘el constitucionalismo social’9. A esta síntesis me refería hace un rato cuando sugería que la propuesta de Marx, sin lograr suplantar del todo la propuesta del Estado/Nación, la ha nutrido y transformado al punto de que ya no se la puede pensar al margen de los derechos económicos, sociales y culturales, que conllevan regulaciones y participación del Estado en la economía y en el mercado. En tiempos de Perón ningún presidente tenía demasiado margen para hacer algo diferente de lo que hizo. En todo el mundo fue así. Hasta Estados Unidos tuvo su ‘peronismo’ con Keynes unos de diez años antes. Es que si en una lógica básica tomamos al liberalismo que 9
Digo síntesis en sentido de ‘promedio’ o tendencia predominante, sin desconocer experiencias puntuales más abiertamente enroladas en el comunismo.
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creó el Estado/Nación y la economía de mercado como tesis, la cual confrontamos con las teorías de Marx como antítesis, podría convenirse en que el constitucionalismo social es una síntesis a la cual llegan, quienes como punto de partida se paran en el capitalismo y hacen concesiones al socialismo, como quienes se paran en este extremo y hacen concesiones al capitalismo (p.ej. China), como ‘un término medio’ que luego puede ser una nueva tesis que merecerá otra antítesis en el camino a una nueva síntesis y así, ad infinitum. Tal vez ‘la nueva antítesis’ en el caso norteamericano debe lidiar también con el fenómeno de su expansión imperial –actualmente en crisis terminal según algunos expertos y evidencias- ante lo cual nuestra síntesis como escalón superador de etapas anteriores no sacrifica conquistas antecedentes y por eso nos planteamos no volver a ser colonia en este nuevo esquema. El constitucionalismo social en el S. XX actualizó el proyecto nacional y, en el caso argentino, los principales referentes en la praxis política fueron Irigoyen y Perón. Su más acabada expresión normativa e institucional fue la Constitución de 1949 y a partir del golpe del ’55 nos asoló de nuevo la restauración conservadora hasta 2003 –con la honrosa excepción del intento alfonsinista. La ‘versión criolla’ sobre las disputas en cuanto a quién tuvo la idea y quién la puso en práctica contiene chicanas y escenas de celos entre referentes históricos de algunas líneas del socialismo en Argentina y del peronismo y cada bando pone en valor lo que le conviene. Perón mismo solía decir que los socialistas eran buenos para sembrar pero que no sabían cosechar y que entonces él tenía que llevar a la práctica sus ideas y proyectos. Y tuvo miembros en su gabinete que provenían de esas filas, y tuvo también soporte de ideas y proyecto en FORJA que venía del radicalismo. Esto es parte del anecdotario pero los sistemas de ideas, como quedó dicho, son dos; y un montón de matices como es natural cuando hablamos de filosofía y ciencias sociales o de conducta humana intersubjetiva. A partir de lo que también se dio en llamar ‘el nuevo derecho’ el proyecto nacional fue proyecto nacional ‘y popular’. Es que la democracia de la revolución de mayo estaba renga, porque si pasamos de la concepción del origen divino del poder a la concepción democrática, entendida la democracia como el gobierno del pueblo, el pueblo es la mayoría y entonces si el proyecto o el gobierno son oligárquicos o anti populares por ser de la minoría, no son democráticos. De ahí también, aunque pueda parecer redundante, hablamos de proyecto nacional, popular ‘y democrático’ no sólo por las vías formales sino también por sus sujeto y programa, fundamentalmente su plan económico, de inclusión a través de la equidad distributiva. Desde 2003 recuperamos bastante, y nos faltó bastante más por ser que justamente en ese lapso conmemoramos los 200 años de la revolución de mayo de 1810. Y tropezamos de nuevo en 2015 y ahora se trata de ver en qué condiciones retomar el camino de la liberación cuando nos toque volver. Volver, digo, no por Néstor, ni por Cristina, ni por Perón, sino por todos y todas los que trato de rememorar en este sucinto recorrido que intenta poner en blanco sobre negro que somos un proyecto colectivo y que en él estamos unos 40 millones de argentinos y
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argentinas y que apenas el resto de nuestra población pertenece objetiva y subjetivamente al proyecto anti nacional que gobierna con Macri. Cuando nos direccionan la mirada y nos manipulan el pensamiento vemos personas individuales y a veces nos enojamos y elegimos a personas del campo al que no pertenecemos esto es elegimos en contra de nuestros propios intereses sin ser capaces de comprender quiénes se benefician de hacernos actuar así, en perjuicio nuestro. Pero lo más triste es que en parte nosotros mismos desde el gobierno contribuimos a una elección contraria al proyecto nacional cuando, como decía al principio, construimos personalismos al darle al proyecto el nombre del referente de turno y al pretender catapultarlo a la categoría de fundador, borrando inconscientemente la historia que nos podría fortalecer frente a las embestidas de los adversarios, cultores por antonomasia de la desmemoria. Yo mismo tomo, por comodidad, esas denominaciones basadas en las personalizaciones coyunturales. Pero con la pretensión de sintetizarlas en un escalón de ascenso histórico a partir del cual retomar próximamente el tramo que viene de la escalera, sin auto entramparnos de modo de tener que volver a terminar en la fusiladora del ’55 ni en el macrismo de 2015, cosas que tienen causas exógenas y endógenas, siendo estas últimas las más difíciles de resolver. Claro que no es tan fácil trazar una línea divisoria entre ambos campos ideológicos. A veces, por ejemplo, el proyecto nacional infiltra tácticamente soldados en el campo enemigo para que opere en determinado sentido u obtenga determinada información clave a la hora de diseñar una estrategia. O el proyecto anti nacional infiltra militantes en nuestro campo para asegurarse que no avancemos más allá de lo estrictamente necesario para preservar el orden de cosas favorable a sus privilegios, y acá estamos en problemas. Si no los vemos… bueno… qué pena; ¿pero si los vemos qué hacemos?, ¿negociamos, acordamos, hacemos una ‘alianza policlasista’ en nombre de ‘la unidad’ porque ‘hasta la bosta es necesaria’ para adobar el barro con que se hace un rancho?... todo bien pero, ¿adónde llegará el proyecto de liberación en tales condiciones?, ¿a la ‘revolución fusiladora’?, ¿al lopezreguismo y la triple a?, ¿al golpeblandismo de Magnetto, con el poder económico enmascarado por Macri, con el partido judicial y el Plan Cóndor II?. Insisto de los problemas externos al campo nacional nos podemos ocupar y capaz que es lo que mejor sabemos hacer. Acá interesan los problemas internos, vinculados a eso que llamé sus fortaleza y su debilidad, entre el peronismo y el PJ, que son una parte, producto de un tramo histórico que debe ser superado, aprovechándolos, como a todo antecedente, pero sin estancarnos como si el universo fue creado en 1943 o si la historia terminó en 1949. Ni Perón negó la historia que le antecede ni pretendió clausurar la por venir. Y no alcanza con que se conteste que él mismo dijo que ‘la doctrina debe actualizarse’ porque eso es así de tiempos de Aristóteles, para no ir tan atrás en la detección de verdades de Perogrullo. Ya nomás mientras escribo se anota Insfrán para acometer la actualización doctrinaria… ¡vaya! con la esperanza de que ‘esta vez sí’ la liberación se complete.
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Entonces el proyecto nacional, popular y democrático necesita, en el Siglo XXI, una nueva síntesis teórica que, aprovechando la historia y sobre todo las novedades locales introducidas por el kirchnerismo y las regionales a nivel latinoamericano, clausure algunas disputas centenarias en que estamos estancados, pendulando entre ciclos de regresión y ciclos de recuperación, movimiento éste –el pendular- que deja intacta la matriz de un sistema que se reproduce cada vez más fortalecido y que está destruyendo, nada más ni nada menos, la vida la cual, parafraseando al Papa Francisco, diremos ‘la sacrifica en el altar del dios dinero’. Éste es el desafío para lo que coyunturalmente llamamos ‘el kirchnerismo’: pasar a la historia como un gobierno más, que algunos recordaremos como muy bueno y otros como muy malo pero que sólo con la perspectiva que posibilita la distancia histórica se reconocerá como de un objetivo y fenomenal ascenso de las mayorías populares pero que… qué pena, se acabó; o que se constituya en la piedra basal de la nueva etapa del proyecto que, tras algo más de 200 años de luchas, concreta definitivamente la victoria de sus ideales, sin importarle que para ello no alcance con el peronismo, ni menos con el PJ, que ya no es más que un efectivo aparato electoral que puede servir, indistintamente, a la liberación o a la dependencia, según por dónde pasen los negocios que posibilita el control del poder formal. Martín Sabbatella, sin renegar del peronismo ni del PJ, define mejor el papel histórico que, entiende, el kirchnerismo está llamado a cumplir, como síntesis de las mejores tradiciones nacional populares de todos los tiempos, como el irigoyenismo, el alfonsinismo, el socialismo y otras variantes de la izquierda nacional y, por supuesto, el peronismo. Es una síntesis dialéctica que los aprovecha sin quedarse en una mera sumatoria amorfa de sus aportes. Que hace de ellos un peldaño más elevado desde el cual ir por más sin tener que volver a empezar de cero. Que se hace cargo de las transformaciones, cambios y evoluciones sociales e históricas que ni Irigoyen ni Perón pudieron prever. Y que sobre la base de los mismos principios e ideales se para con el rostro de las nuevas generaciones, sus nuevas expectativas, sus nuevas místicas, mira al futuro sin renegar del pasado y sin apegarse a ninguna nostalgia paralizante que pueda ser aprovechada por quienes defienden privilegios para pocos. A las corrientes o tradiciones nacional populares las nombro como colectivos ideológicos, no como estructuras partidarias, que más importan los movimientos y organizaciones de base a los cuales a veces las estructuras cierran sus puertas, poniendo en crisis la democracia, vaciándose y cerrándose como partidocracia en el instante preciso en que pasan a ser una corporación política que nada tiene que envidiarle a otras corporaciones que, discursivamente, contraría y con las cuales, en los hechos, se puede asociar. Algo relacionado afirma Edgardo Mocca: “el conflicto irresuelto en la Argentina no es el de un partido u otro sino el de uno u otro sentido de la política. El sistema político formalmente ordenado suele no ser lo principal a la hora de resolver situaciones como esta. Hoy está de moda subestimar la movilización espontánea de miles de argentinos bajo diferentes formas de protesta o de deliberación pública. Esa subestimación forma parte de
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un modo de pensar la política que está entrando en una profunda crisis y dejando lugar a lo largo del mundo a la irrupción de fuerzas políticas desde fuera del sistema”10. Esto también lo puso claramente de relieve Emir Sader cuando habló en 2008 de que en los noventa los partidos políticos fueron cooptados por el neoliberalismo del consenso de Washington11 lo cual, entre otras cosas, tal vez también explique lo que Isabel Rauber analiza sobre la emergencia de las organizaciones y movimientos sociales de base como sujetos políticos preponderantes en esa etapa de la resistencia12 y que van pariendo las nuevas experiencias de gobiernos populares a partir de fines del S. XX). Ahí está la línea divisoria, que algunos que no quieren que se vea la llaman despectivamente grieta para, en nombre de su supresión para ‘unir a los argentinos’, someternos. No quieren que se vea como una condición natural de una sociedad que desde que fue colonizada se debate entre dos grandes proyectos, de liberación uno y de dependencia el otro. Suponen que sin esa línea divisoria o grieta vamos a asumir el fin de las ideologías y de las disputas entre intereses contrapuestos y que nos resignaremos a que somos todos uno y que entonces está bien que mientras ellos se apropian de 20 mil millones de dólares en 5 meses nosotros tengamos que perder el empleo o el poder adquisitivo hasta no poder llegar a fin de mes ni pagar boletas de servicios cuyos valores han multiplicado por cuatro, por cinco, por diez, por veinte. Si nos convencemos de que no hay línea divisoria ni grieta entonces nos confundimos con ellos, nos creemos que somos ellos, entonces no vemos cómo nos someten y nos saquean, así viene siendo hace más de 500 años no puede ser que todavía no entendamos. De este lado de la línea divisoria el campo nacional, popular y democrático; del otro lado la minoría oligárquica, la ‘aristocracia con olor a vaca’, apátridas cipayos del imperialismo, diseminados también como los nuestros en diferentes partidos, radical, peronista, socialista. Somos más de 40 millones de este lado, aunque no todos seamos conscientes de ello. Y hay algunos indecisos que tendrán que decidir de qué lado se ubican, si del lado del proyecto nacional al cual objetivamente pertenecen como laburantes, o si por una ‘cuestión de piel’ (o de pelaje en la piel) o por nostalgia quijotesca les terminan (o le siguen) haciendo el juego a la derecha anti nacional en nombre de no se qué soviet o proletariado, o de alguna suerte de socialdemocracia europeizante desde donde viven mirando con cara de culo al ‘país bananero’ que no lee a Borges. Si a esta altura hemos acometido el desafío de hacer el ejercicio de despojarnos momentáneamente de preconceptos, y si hemos asumido que hay una sola línea divisoria y por ende sólo dos grandes campos ideológicos más allá de los matices, y si tuviéramos el coraje de nombrar las cosas por su nombre sin eclecticismos ni centros ni terceras posiciones, diremos que el kirchnerismo está llamado a fundar el peronismo del Siglo XXI 10
http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-303307-2016-07-03.html
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http://archivo.cta.org.ar/IMG/pdf/Posneoliberalismo-_Emir_Sader.pdf
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http://www.rebelion.org/docs/4518.pdf
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como la vía argentina al socialismo en el marco de la re-integración latinoamericana y caribeña, que es una integración anti-imperialista, de ‘una OEA sin los EEUU de Norteamérica’ y que, definitivamente antineoliberal, debate con los pueblos del mundo la mejor organización humana para la era post capitalista que viene. Si podemos tomar esta hipótesis aunque más no sea para ‘jugar a pensar’, tendríamos que entrar a ver qué nos faltó en la etapa anterior, qué corregir en la etapa que vendrá, cuáles fueron los errores, los miedos, las inconsistencias, las contradicciones, cómo acumulamos la fuerza necesaria para hacer lo que hace falta, cuáles serían las estrategias, etc.
1.- Sin sectarismos. Primero sería necesario desactivar algún nivel de sectarismo. Compañero no es el que tiene un determinado sellito estampado en la frente. Muchas veces los enemigos tienen estampado el mismo sello. Compañero es el que defiende los mismos intereses y por tanto pertenece a la misma clase social; luego que se ponga el sello que más le guste o ninguno. El campo nacional es multipartidario y el partido no es más importante que el proyecto porque apenas es un instrumento y si electoralmente es necesario conformamos un frente. Ya vimos cómo en nombre de un partido y de la representación que supuestamente ese partido monopoliza se instituyó un gobierno anti nacional, anti popular y anti democrático como el de los años noventa, y cómo lo mismo se vuelve a votar en 2015 con la complicidad de ‘compañeros’ del mismo partido. Ese sectarismo no es característico del kirchnerismo, sino más bien del ‘pejotismo’ en partes heredado, al que vino a superar, y contra el cual se revelaron Néstor y Cristina como condición necesaria para avanzar más allá del ’49 como si la historia no se hubiera detenido, para poder hacer lo que hicieron y así volver a movilizar la pasión por la política que el neoliberalismo había herido de muerte, y reencontrar a la juventud con su protagonismo histórico y social. Esto determinó, entre otras cosas, que a la hora de designar funcionarios cuanto a la de armar listas de candidatos, se excluyera a muchísimas personas que, perteneciendo al proyecto nacional e incluso adhiriendo a su versión ‘k’, no contaban con esa filiación partidaria ni tenían el sellito en la frente que, para el sectarismo, define excluyentemente al ‘compañero’, más que las ideología y proyecto a los que adscribe o que los intereses que representa y defiende o la clase o sector social a que pertenece o sus capacidades. ‘Éste es un chorro… pero es un compañero’; ‘aquél es un cuadro… pero no es compañero’, podían ser varas de examen cuyo resultado dependía de que estuviera o no afiliado al PJ o de que militara en La Cámpora o en tal o cual agrupación. Después se vio que el –así catalogado- ‘compañero’ podía garantizar ‘la rosca’ o ‘el retorno’ para ‘la caja’ del clientelismo mas no la lealtad al proyecto ni a sus referentes principales, y que priorizando ‘el kiosquito’ político personal y la preservación de algún lugarcito de poder formal lo mismo le da apoyar un esquema soberano de arreglo de deuda
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externa o someter al país a los buitres y al poder financiero global, robustecer un sistema de seguridad social o contribuir a su vaciamiento para volver a justificar su privatización. Es decir Néstor no dejó sus convicciones a la entrada de la Casa Rosada pero en el gesto no le siguieron algunos ‘compañeros’ que, había sido, no eran ni Mariano Moreno ni San Martín ni Bolívar ni Evita ni el Che y para los cuales el proyecto nacional era ‘el panfleto del momento’ para encaramarse en las estructuras del poder y se utilizaría hasta que otro panfleto vendiese mejor. Esto es parte de lo que hay que corregir porque está en la esencia de la actualización y superación del peronismo que representa el kirchnerismo cuando, además de nacional y popular, se define como democrático; está en los rostros de los pibes y de las pibas que se incorporan a la política más por Néstor y Cristina que por Perón, Cámpora, Duhalde, De la Sota, Scioli, Insfrán, Gioja, Fernández, Domínguez o Urtubey. Tarde nos lamentamos de lo que hemos potenciado acá y allá pero lo importante es revisar, para adelante, qué más hay, quiénes más están, entre quienes en la primera etapa fueron marginados, y entre quienes vayan surgiendo y creciendo durante este intervalo. Debemos hacer carne de la convicción de que lo que importa es el proyecto más que el acceso o la preservación de lugares ‘a los codazos’ o a los billeterazos, y de que la utilidad de un militante se mide más por su contribución a la transformación social en el marco de ese proyecto y su lealtad a él, que por sus imposturas o clientelas, encuestas o márquetin. Gardel hay uno solo; sería saludable que nadie más se crea Él. El ‘baño de humildad’ debemos dárnoslo todos los días, y secarnos con ‘toallas de generosidad’; es la democracia, que ‘lo demás no importa nada’. A la soberbia y al sectarismo démosles duro con la humildad y le generosa apertura, que sólo así podremos avanzar sin hacerle trampas a la causa del pueblo.
2.- Cuestión comunicacional y subversión de la libertad de prensa. Está claro a esta altura del partido que los medios masivos de comunicación, sobre todo los agrupados como multimedios, son grupos empresariales que desarrollan actividades en este sector de la economía y desde el cual pivotean hacia diversas otras ramas. Cuando hablamos de economía, a menos que expresamente aclaremos otro sentido en la utilización del término, hablamos de economía capitalista. Difícilmente en los tiempos que corren pueda hablarse de economía capitalista sin hablar de economía financiera y transnacional, con todas sus implicancias que son conocidas y que no corresponde aquí desarrollar. De ahí a entender que estos grupos son parte del llamado ‘poder fáctico’ que no se priva de jugar políticamente para defender la reproducción de un sistema que le garantice sus negocios hay menos que un paso. El derecho de expresión de ideas, de búsqueda y difusión de información, de libertad de prensa, son la excusa, la máscara o, en el mejor de los casos, la mercancía con que se negocia. Para el intercambio de mercancías más que sociedades o pueblos como sujetos de derechos hay mercados, más que personas con derechos hay clientes y consumidores, más que acceso a información para la formación de un criterio libre que asegure la toma de
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decisiones sustentables hay automatización del consumo de barullos y operetas que moldean nuestras capacidad de juicio y criterio a la medida de los intereses de esos grupos económicos. La participación política del Grupo Clarín, por ejemplo, está suficientemente comprobada, en diferentes etapas históricas de nuestro país, incluso durante la dictadura genocida que, también sabemos, fue parte de un plan foráneo e imperialista para todos los países de nuestra región. Y durante el menemismo que, desde el PJ, fue continuidad y profundización, ‘por otras formas’, del mismo plan. Se tenía asumido, casi como un dato objetivo de la realidad, que con dos o tres tapas Clarín podía voltear o poner un gobierno. Pero he te aquí que nuestra Constitución otorga a los partidos políticos el monopolio para poner un gobierno, mediante elecciones democráticas, como que el parlamento conformado por los legisladores que los partidos postularon puede sacar un gobernante a través del mecanismo constitucional del juicio político. Ergo las ‘operaciones políticas’ de los mass media no tienen nada que ver con la libertad de prensa, que es un derecho que a todo habitante de la nación garantiza la misma Constitución que establece el monopolio partidario referido en el párrafo anterior. Los empresarios de esta rama subvirtieron la libertad de expresión y en su nombre sustituyeron inconstitucionalmente a los partidos y nosotros ‘nos morfamos’ esa subversión por miedo a que se nos achaque censura. Así, un derecho de la sociedad como lo es la información, trocó en mercancía de grupos económicos concentrados, en una suplantación del interés público por los intereses privados de la corporación de un puñado de empresas capitalistas pro imperialistas y, por ende, enemigas de la Patria que es el núcleo del proyecto nacional y cuya traición la misma Constitución tipifica como el más grave delito. Entonces, el Estado en tanto pueblo organizado y su gobierno no podían sino retomar en sus manos este bien social, como retomó otros bienes de idéntica naturaleza, y acotarlo en sus regulaciones de modo de reencauzarlo al interés público. Así se hizo con la extranjerización de tierras agrarias, con la seguridad social, con la energía, con la conectividad aérea, con el correo, con el comercio exterior, con el sistema financiero a partir del Banco Central y distintos programas crediticios. El interés público que debe orientar las políticas se interesa en la Patria y en la democracia que hacen al proyecto nacional y sienta las bases y brinda la perspectiva para la regulación del tráfico de aquellos bienes que le son esenciales y constitutivos. El mercado es periférico, no suplanta ni condiciona a la organización estadual del pueblo ni debe dictar la política, porque se ocupa de los intereses de las gentes de negocio, minoría ésta que no contiene a cuarenta millones de argentinos que conformamos el sujeto social, histórico, político, económico y cultural que manda y prevalece. Entonces acá cometimos un error y hoy el pueblo paga las consecuencias. Está claro que un grupo empresario anti patria y genocida los únicos derechos que puede reivindicar son los de inviolabilidad de la defensa en juicio y debido proceso, desde el banquillo de los
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acusados, no la libertad de prensa desde una posición privilegiada de poder que le permita definir el rumbo de un pueblo que ha victimizado. Si Clarín quiere voltear o poner gobiernos y fijar la política del país debe transformarse en un partido político y jugar con las mismas reglas con las que jugamos los demás partidos, que tenemos otro marco normativo, que incluye limitación temporal de las campañas electorales, postulación de candidatos y candidatas que reúnan determinados requisitos, formulación de proyectos y propuestas políticas que interpelen la vocación electiva de los ciudadanos empadronados para votar, montos limitados para el financiamiento de las campañas, etc. Para ello debiera desprenderse de algunos patrimonios empresariales que están vedados a los partidos, de la venta de determinadas pautas publicitarias, de determinados esquemas de vinculación con personas que le trabajan, y de un montón de herramientas y recursos con los que compite desde una injustificable ventaja sin tener que asumir la exposición ni los costos políticos de quienes jugamos con las reglas constitucionales y legales. En democracia el interés público manda y aquello que atenta contra el interés público debe ser censurado. Así, huelga decirlo, se censura el delito porque contraviene el interés público. El Grupo Clarín debió nacionalizarse primero, y luego, sin sus operaciones anti constitucionales, desestabilizantes, anti democráticas, pro golpistas y pro imperialistas, manipulando la libertad de pensamiento, debatirse qué ley de medios audiovisuales queremos, necesitamos o merecemos. Lo hicimos al revés, primero la ley ideal, y luego con la ley vamos a por el enemigo que, mientras tanto, siguió operando, desgastando, manipulando, desestabilizando, hasta derrotarnos y entonces… qué quedó de la ley de democratización de la comunicación audiovisual. Por decreto la desguazó el gobierno que puso Clarín por mandato yanqui y sin partido. En democracia no hay libertad sin responsabilidad. Hoy quienes le hicieron el caldo gordo al Grupo Clarín creyendo que trabajaban de periodistas, comunicadores, opinando diferente, criticando, deben hacerse cargo de que fueron funcionales al golpe blando del Plan Cóndor II y que pusieron a la Patria de rodillas ante los buitres imperiales que ahora nos gobiernan de nuevo con su plan neoliberal que está empobreciendo estructuralmente a vastos sectores de nuestro pueblo mientras transfiere incontables riquezas a las pocas manos de los sectores concentrados. Créaseme que no se pensó para esto la libertad de prensa. Un corrupto se denuncia por los hechos de corrupción que comete, no por radical, justicialista, macrista o socialista. No se generaliza el juicio estigmatizando a todo un colectivo social sin caminar sendas rayanas al racismo o la xenofobia. La denuncia personal en base a los hechos puntuales es información, la generalización por la identificación política colectiva no. Claro que aparte de informar se puede opinar. Pero la diferencia entre información y opinión con la operación política es suficientemente clara y no pueden confundirse.
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El periodismo en Argentina lo fundó Mariano Moreno, quien aparte sentó las bases del proyecto nacional en su Plan Revolucionario de Operaciones. A partir de ahí se compromete con la democracia en desmedro de la monarquía imperialista, y con la patria en desmedro de la colonia, a las cuales dota, entre sus contenidos, de la libertad de prensa. Y en la misma línea de evolución dialéctica sugerida en las primeras páginas de este discurso podemos decir que al periodismo argentino lo actualizó en el S. XX Rodolfo Walsh, también como Moreno militante del mismo proyecto. Los derechos que reconoce la Constitución se ejercen de acuerdo con las leyes que los reglamentan, las cuales no pueden violar la Constitución esto es, no pueden validar prácticas anti patria ni golpistas ni genocidas ni pro imperialistas, qué libertad de prensa ni qué ocho cuartos. La única libertad que se reconoce a los genocidas como Magnetto es la libertad de defensa, que se ejerce desde el banquillo de los acusados, y luego, la libertad de que se le respeten las garantías previstas en la ley de ejecución de la pena privativa de la libertad ambulatoria porque, sabemos, las cárceles sanas y limpias son para seguridad y no para mortificación de los reos que deben reinsertarse de modo socialmente útil y legal. Entonces exprópiese Clarín, juicio y castigo a los golpistas genocidas de la sociedad civil y luego, sin riesgos para la libertad del pueblo ni para la integridad de la patria, discutamos democráticamente la mejor ley de medios audiovisuales. Obvio bajo la conducción nacional del multimedios asegúrese la continuidad laboral y la libertad de prensa de sus trabajadores y trabajadoras rescatados.
3.- Distribuir o concentrar. Si riqueza es poder, corresponde discernir también entre democracia y neoliberalismo en orden a la concentración o distribución del poder que propician, cualquiera sea la manifestación del poder, económico, político, comunicacional, etc. A veces perdemos de vista el meollo de la cuestión, que es el poder, y establecemos compartimentos estancos a la hora de reivindicar la equidad distributiva. Este modo no integral de proceder nos hace incurrir en contradicciones e inconsistencias, dado que podemos hacer lo correcto en un campo y sostener lo diametralmente opuesto en otro, cuando el problema es esencialmente el mismo y debiera encararse de la misma manera. Antes de avanzar, valga lo insinuado en los dos párrafos anteriores, relacionadamente con lo que sostuve en el punto 1. Si el instrumento (partido, agrupación o frente) del proyecto concentra y no distribuye poder, aún a riesgo de lo alertado como consecuencias del sectarismo, se resiente la democracia en lo que hace a la constitución del pueblo en sujeto político. Democracia es distribución del poder incluso hasta bien abajo, a partir de que es precisamente desde abajo como se construye el poder, porque la concentración trastoca, a nivel de las bases populares, la condición de sujeto por la de clientela; la de libre, por la de dependiente de quien detenta poder concentrado. Y el proyecto nacional es de liberación, no de dependencia, no sólo hacia fuera, también hacia dentro. La subjetividad política en
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democracia corresponde al pueblo, que si no fue de mentirita la salida del sistema monárquico y sólo habríamos cambiado de nombre a las cosas o nimios aspectos formales o procedimentales. El empoderamiento de las bases populares y de las gentes del pueblo no debe predicarse sólo respecto de la concesión o reconocimiento de derechos materiales sino también, y fundamentalmente, del fortalecimiento de la subjetividad política y de su consecuente compromiso participativo, sin miedo porque crezca se independice o dispute, ni mezquindad por los lugares que pueda ganar si en ello se interesa el proyecto nacional13. Luego, nosotros impulsamos mucho la distribución del éter y la palabra, mediante la implementación de la ley de servicios de comunicación audiovisual. Entendemos que la concentración monopólica u oligopólica es antidemocrática y que cuando una sola voz ocupa demasiado espacio, demasiados canales y demasiada audiencia, hay infinidad de voces diversas con los mismos derechos que no pueden ser expresadas ni, por ende, escuchadas. Hay que desconcentrar, dijimos, hay que desmonopolizar, desinvertir, distribuir. Porque los derechos de expresión, de información, de audiencia, de producción y difusión de contenidos, son derechos de la sociedad y todos y todas quienes quieran deben poder acceder. Porque no se puede confundir la libertad de prensa con la libertad de empresa. Pero sucede que no existe una balanza que establezca que tales derechos elementales de las personas y del pueblo pesen más que otros derechos que revisten la misma naturaleza, como el trabajo, la tierra, la cultura, la energía, el ocio, la participación política, la salud, la educación, la tecnología. Entonces cuando hablamos de distribución de la riqueza hablamos de una porción de una materia más abarcativa y que es el poder, y entonces tenemos que plantear integralmente un esquema de distribución equitativa en todos los temas y bienes que hacen al buen vivir de un pueblo libre, que no de otra cosa se trata la política que, dijimos con claridad, no debe estar sometida al poder económico, como el Estado, que es su creación principal, no debe estar sometido al mercado. Lo sabemos. Lo dijimos. Hagámoslo. Hoy se habla mucho de la pérdida de empleo en cinco meses que lleva el gobierno neoliberal, y se compara con cuántos puestos de trabajo se crearon en los años anteriores a partir de 2003 como resultado de la aplicación de políticas anti neoliberales. Si el trabajo es factor de inclusión social y bienestar en los términos prescritos por el proyecto nacional que conforma nuestro programa constitucional, huelga decir que se debe distribuir de modo que a nadie le falte. Claro no se reparte lo que no hay, luego primero hay que crearlo en cantidad y calidad suficientes para lo cual, partiendo de la base de que el trabajo crea trabajo, desde la intervención económica del Estado a partir del protagonismo de la política se rompe el círculo vicioso y se generan macro condiciones que reactivan el mercado interno, la industria, la demanda y todo lo que ya sabemos.
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https://www.youtube.com/watch?v=-iRjp28fhco
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Pero hablamos mucho del consumo como derecho y no nos damos cuenta de que el neoliberalismo convierte al pueblo en ‘consumidores’ y así hasta los nombra en la Constitución reformada. El consumo pasa a ser un casillero en el esquema del programa económico, de desarrollo con inclusión, sin que nos detengamos a ver en detalle qué se consume ni qué consecuencias genera ese consumo, por ejemplo a nivel de la salud de las personas, a nivel de compromiso medioambiental por parte de la producción de los bienes consumibles, o a nivel cultural. Ya dijimos con Álvaro García Linera, después nos quejamos cuando llega la restauración conservadora, de que ‘cómo pudo ser, con todo lo que el proyecto les dio’, pero no nos ocupamos de concienciar políticamente al pueblo ni de preservarlo de tanto consumismo colonizante, quizá principalmente tecnológico, pero además de comidas, vestimentas, remedios y artes, que también determinan pautas culturales. Entonces creo que repartir el trabajo no sólo depende de que se consuma más para que haga falta más producción. Hay que trabajar lo justo y necesario para producir lo que hace falta para vivir bien. Todo lo demás sobra y daña la vida, justificándose sólo por la necesidad de ganancias ilimitadas de parte de un empresariado voraz, lo cual nada tiene que ver con el interés público ni con la felicidad del pueblo. La creación de más cantidad de puestos de trabajo no sólo se puede lograr incrementando el producto sino también bajando la cantidad de horas trabajadas por persona. No se vive para trabajar sino que se trabaja para vivir. Y el tiempo que el trabajo, incluso en condiciones de alienación, no lo toma, se recupera para la vida, que tiene muchos otros ámbitos de ocurrencia aparte del trabajo, como la familia, el arte, el deporte, la cultura, la militancia, el ocio. Incluso por motivos parecidos ampliamos y organizamos los feriados sin que pueda decirse seriamente que el país dejó de crecer porque se alargaron algunos fines de semanas ergo se puede trabajar menos y vivir mejor. Trabajar trabajar trabajar… consumir consumir consumir… producir producir producir… Resulta que el planeta revienta14, que los trabajadores votan a Macri, que en sus primeros cinco meses de gobierno destruye empleo e industria y transfiere 7 millones de dólares por hora al poder económico o, lo que es lo mismo, 20 mil millones de la misma moneda en cinco meses, a través de 5 mecanismos políticos y económicos15; y resulta que 62 personas de distintas partes del mundo concentran la misma cantidad de riquezas que otras 3.500 millones de personas16. Riqueza para pocos, pobreza para muchos, la desigualdad a todo vapor y la viabilidad planetaria en riesgos de extinción17: he ahí la esencia del sistema
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https://www.youtube.com/watch?v=948gNlViDEg (ver, p.ej., a partir del minuto 18:30).
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http://www.cecs-argentina.org/publicaciones-de-investigacion/transfiriendo-al-capital/
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https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2016-01-18/62-personas-poseen-la-mismariqueza-que-la-mitad-de-la 17
http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2009/09/21/reflexiones-de-fidel-una-especie-en-peligro-deextincion/#.V3FX69J97IU
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capitalista que el cooptado PJ no se plantea cambiar y del cual reniega la juventud kirchnerista, a tono con las juventudes políticas del mundo. Una propuesta es reformar la ley nacional de jornada laboral cambiando las 8 horas diarias y 48 semanales, por 6 horas diarias y 36 semanales, liberando tiempo para la vida, y liberando espacio de trabajo para que lo ocupen otros compatriotas. Todo sin mengua salarial, con reducción de la ganancia empresarial a los límites de la razonabilidad, y con control de las demás variables macroeconómicas para que el salario alcance para vivir bien sin que ninguna PyME se funda18. El problema de tener que producir más y más para crear puestos de trabajo está en que quienes producen acaparan, concentran, acumulan demasiada riqueza, reparten poco y entonces no hay con qué darle al desempleo. Si por cada salario que tenemos que generar hay que generar una fortuna del lado de la patronal entonces no habrá consumidor que no reviente ni planeta que resista19. Nuestro país se caracteriza por una economía primaria, que por momentos tiene más industrias, por momentos menos, pero no es lo mismo una economía primaria con algunas industrias, que una economía industrial. Es al ñudo que tratemos de forzar parecer que somos lo que no somos. Tengamos todas las fábricas que podamos pero si nuestro fuerte es nuestro suelo dediquémosle todo el tiempo necesario a pensar cómo aprovechamos esa fortaleza para concretar el proyecto de inclusión con trabajo digno para el buen vivir del pueblo. Y como digo el suelo digo el agua, que también da frutos en ríos y mar, sin meternos por ahora con la mina, cuyos recursos no son renovables y conllevan otros análisis y propuesta. A vuelo de pájaro, no da lo mismo que un tipo cultive cien mil hectáreas, o que si cien mil tipos cultiven una hectárea cada uno, o que doscientos trabajen quinientas hectáreas. La superficie total es la misma y la producción también, pero el reparto es otro y la ocupación de mano de obra también. ¿Cuál de los dos esquemas interesa a la nación, y cuál al latifundista, y cuál a los cien mil o doscientos campesinos? Si distribuimos las cien mil hectáreas, un tipo gana menos; si las concentramos, perdemos todos. Luego, no hay muchas más vueltas que darle a la cosa. Se hace. Si le pusimos tope a la concentración de tierras agrarias por parte de capitales extranjeros20, ¿cuál es la diferencia?, ¿o no sabemos que el capital no tiene patria? Muchos inmigrantes
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http://www.cac.com.ar/data/documentos/3_s-2744-12.pdf
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https://www.youtube.com/watch?v=kltSZoZ0pMI
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Mientras reviso y corrijo me entero de que Macri por decreto acaba de desguazar también esta ley. Trabajamos mucho por ella cuando desde el proyecto antinacional actualmente gobernante se nos acusaba, como Parlamento, ser una mera Escribanía. Hoy en nombre de la República se llevan puestas las leyes por decretos. Habíamos instalado el interesante concepto de que no se trata técnicamente de ‘inversión’ cuando el presunto receptor (nuestro país) pone en el negocio un recurso natural estratégico y directamente tocante a su soberanía como es el suelo agrario. ¿Cuánto empleo piensan que pueden crear en ‘el campo’?.
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de diversa extranjería hicieron patria en este suelo, y muchos argentinos de pura cepa nos ponen de rodillas cada vez que pueden ante las potencias extranjeras, entonces no va por ahí la cosa. La cuestión es repartir la tierra entre quienes la trabajan dentro de las reglas del proyecto nacional, que tienen que ver con la función social de la tierra y con los derechos comunitarios sobre los recursos naturales, que más hacen al interés público y al bienestar del pueblo que la propiedad privada meramente sustentada en un papel que, encima, reconoce como antecedentes la concatenación secular de eslabones que inician con la matanza de indios y la usurpación. A distribuir que se acaba el mundo. Repartir el poder, repartir la riqueza, repartir la tierra, repartir el trabajo, repartir el éter y la palabra. Concentración o desconcentración fue también parte de la disputa entre unitarios y federales en tiempos fundacionales. No estamos inventando nada nuevo simplemente refrescando la memoria para que no nos perdamos en el barullo y hagamos lo que hay que hacer de una vez. A propósito de repartir el trabajo sin querer me metí con otro tema, el de repartir la tierra. Mejor así sintetizo un poco. En el reverso de sendas monedas, partidarios de la concentración, encontramos a dos de los más importantes enemigos históricos de nuestro pueblo y de su proyecto, como el empresariado extranjerizado de la patria contratista, y la oligarquía terrateniente representada por la sociedad rural y afines. Digamos que 200 años es suficiente como para saber quién es y cómo juega cada cual, y como para dejar de tropezar siempre con la misma piedra. Resolvamos estas cosas y pasemos a otras más modernas que también las hay y no son menos acuciantes. Ni la producción, ni el trabajo ni el consumo son fines en sí mismos, sino medios para alcanzar la calidad de vida que anhelamos y merecemos. No es lo mismo pensar, el círculo virtuoso que definen, de la perspectiva del buen vivir como objetivo fundante de la sociedad, que de la perspectiva de la maximización de ganancias empresariales. Pensemos por ejemplo en algunos remedios importados que, como denunció el último ministro de salud del gobierno de Cristina21, cuestan dos y se venden a diez, cien o mil ‘según la cara del cliente’; parece que en la lógica que en esta materia relaciona producción, trabajo y consumo hay algo que no está bien. O pensemos en el pantalón que cuesta veinte pesos y que lo compramos a dos mil (ya sabemos en qué condiciones se produce): en esta materia hay un libro de Ariel Lieutier que explica tras un interesante trabajo de investigación que el mal, que involucra trabajo esclavo y muerte, está en los dos eslabones extremos, parasitarios, de la cadena, que son la marca y el shopping, donde radica la mayor apropiación del valor que encarece el producto al consumidor y deja salarios de hambre al trabajador esclavizado22.
Tras que la mecanización y la química desplazan mano de obra, si se extranjeriza y se concentra peor todavía. 21
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-280093-2015-08-25.html
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http://www.cuspide.com/9789872496623/Esclavos
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Cuesta pensar que si pagamos cuarenta pesos el pantalón (los 20 que cuesta con un cien por ciento más para mejorar el salario, las condiciones de labor y el blanqueo con seguridad social del trabajador) sin que la inmobiliaria que alquila el local en el shopping o el titular de la marca que terceriza la fabricación nos saquen los 1960 pesos de diferencia nos vamos a volver locos o vamos a vestir peor o valer menos como personas. Recuerdo que una vez se intentó, en tiempos de la gestión de Guillermo Moreno al frente de la Secretaría de Comercio, batallar en este terreno con un programa ‘ropa para todos’ en el cual con la marca estatal NyP se venderían prendas que no costarían más de cien pesos23. Esto se abandonó. La ropa es la misma, pero la marca parece que nos diera categoría o clase, y si la compramos en el shopping antes que en una feria más todavía. Son cuestiones de las que en un proyecto anti neoliberal también nos tenemos que descolonizar, sin que en ello perdamos la buena vida, como bien lo comprende la juventud militante que, gustosa, transformaría los shoppings en hospitales o en centros culturales sin que por eso el país se funda. La minoría ricachona lo mismo podrá vestir en Europa si entiende que necesita diferenciarse de la plebe por el envoltorio. Y si aún quedase parte del llamado ‘núcleo duro’ de desempleo que, suele sostenerse, en el sistema capitalista es imposible erradicar y que puede oscilar entre el 4 ó 5 y el 6 ó 7 por ciento, allí está el ‘derecho al ingreso’ que complementa el derecho al salario a partir de que se asume como un derecho constitutivo de la persona el tener, por el solo hecho de existir, de qué vivir dignamente (PIDESC). Se cubre desde la seguridad social (o desde lo que la OIT llama ‘el piso de protección social’) con herramientas como el seguro de empleo y formación para el sector activo, que la infancia y la vejez ya están contempladas. En el campo de la seguridad social hemos avanzado un montón y era muy poco lo que faltaba para su universalización. Es una magnífica herramienta redistributiva que cierra un círculo virtuoso al activar la economía vía demanda popular; a la vez permite inversiones en la satisfacción de otros derechos elementales (viviendas a través de PROCREAR, educación inclusiva a través de Conectar Igualdad y PROGRESAR, etc.); y demuestra cómo la presencia del Estado en la gestión empresarial es garantía de buen negocio compatible con las defensa y promoción del interés público, en una línea que correspondería ampliar y profundizar, en sentido inverso al propiciado por la actual restauración privatizadora24. Otro factor redistributivo y que potencia el rendimiento del ingreso popular a la vez que satisface en forma directa el acceso a otros derechos y bienes igualmente básicos son los subsidios que impactan en las tarifas de servicios públicos esenciales. Al revés de lo que nos dicen Rogelio Frigerio, Juan José Aranguren o Mauricio Macri, los hidrocarburos y sus derivados como el gas, también el agua, el aire, el sol o la electricidad 23
http://www.telam.com.ar/notas/201305/18912-se-lanzo-el-plan-ropa-para-todos-en-distintoshipermercados.html 24
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-301054-2016-06-05.html
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que con ellos se producen, son recursos naturales y por ende del pueblo y el pueblo soberano los aprovecha gratis o al precio que quiere y puede pagar. Y si elige pagarlo cooperativamente, que no otra cosa es el régimen de subsidios, tiene derecho 25. Los neoliberales gobernantes que a la vez son gerentes empresariales interesados en los negocios de esos bienes nos quieren hacer creer que no puede ser que paguemos tarifas baratas, como si los bienes fueran de ellos y le hicieran al pueblo el favor de vendérselos (claro, sabemos que en realidad lo que hacen es transferir recursos del pueblo a las empresas, por más que hablen de sinceramiento para justificar tarifazos)26. La base constitucional antineoliberal, entonces, ha de dejar expreso y claro que la economía sirve al buen vivir del pueblo, que el Estado la conduce nacionalizando sus sectores estratégicos, que nadie juega en el mercado al margen de las regulaciones que se imponen en defensa del interés superior del pueblo, que las ganancias privadas reconocen los límites racionales que determinan la satisfacción de necesidades reales, la equitativa distribución del producto social y la sustentabilidad medioambiental.
4.- Constituyente. Otra de nuestras falencias en la etapa anterior fue no avanzar en la reforma constitucional. Dejamos que la oposición neoliberal se apropiara de la iniciativa, la cual la instaló en clave negativa, en derredor de la idea de la re-reelección. Nos pusimos a la defensiva, negando que tuviéramos esa vocación re-reeleccionista, como si la cuestión fuera meramente electoral, o personal (Cristina candidata), lo que tranquilamente se hubiera podido zanjar con una cláusula transitoria dado que Cristina siempre aclaró que no quería ser candidata (con esto no quiero decir que yo esté en contra de la reelección de Cristina ni de cualquiera que el pueblo quiera reelegir cuantas veces le parezca conveniente). Ya dijimos que las disputas de la etapa fundacional u organizativa de nuestro Estado/Nación que inician entre 1806 y 1816 concluyeron entre 1853 y 1880, con la sanción de la Constitución y el establecimiento de la capital nacional respectivamente, pasando por la incorporación de Buenos Aires en 1860. Adoptamos la democracia en desmedro de la monarquía, fuimos patria en vez de colonia, y federales en lugar de centralistas. Las disputas de intereses continuaron a nivel de la política, campo en el cual la lectura puede ser menos optimista que la que corresponde a nivel del discurso o programa constitucional teórico, lo cual se revierte parcialmente, con avances, estancamientos y retrocesos, entre la Ley Sáenz Peña y el golpe de estado del ’55. Habíamos dicho algo también relativamente a la réplica ideológica que experimentó el liberalismo a manos del socialismo y cómo al calor de la revolución industrial las nuevas ideas se propagaron por el mundo dando a luz esa síntesis que se llamó ‘constitucionalismo 25
http://osvaldolopez.com.ar/opinion/2016/171_subsidios-a-los-derechos-o-transferencias-a-losprivilegios-crtica-o-propuesta.html 26
http://osvaldolopez.com.ar/opinion/2016/182_entender-la-ceocracia-el-estado-argentino-le-compra-gasa-su-ministro-de-energa.html
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social’ y que en Argentina cupo a Perón adaptar y poner en práctica, consagrándola incluso positivamente en el texto constitucional del ’49. Obviamente el conservadurismo, que venía de su más reciente derrota sobre el final de la década infame, ‘no se quedó en el molde’, como corresponde a sus esenciales egoísmo y mezquindad desde los cuales batallan la equidad distributiva que vehiculiza la felicidad del pueblo. Entonces vino el golpe del ’55 que por la vía de facto convalidada por su brazo judicial se llevó puesta la Constitución socialista restaurando el texto liberal que les permitió concentrar riquezas. Claro, ‘son locos pero no comen vidrio’ y como el movimiento era mundial devolvieron un par de años después una prieta síntesis del programa ilegítimamente truncado en lo que es el art. 14bis. Hasta acá vemos como todo gran movimiento transformador, progresivo o regresivo (restaurador en este último caso), plasmó su programa en un texto constitucional. Y el kirchnerismo no podía ser la excepción. La misma fuerza que hizo imposible negar esa mínima concesión que fue el art. 14bis siguió sustentando luchas por la liberación incluso al interior del peronismo, emergiendo líneas internas que planteaban salir del laberinto por arriba, tirar por elevación, sugiriendo que la caída del ’55 nos imponía llamar a las cosas por su nombre y dejar de intentar falsos eclecticismos, profundizando las transformaciones en el sentido del horizonte socialista, única dirección posible de la profundización de todo proyecto de transformación progresiva que se precie de tal (pasa que no se dice porque gracias a Hollywood tiene mala fama el socialismo y entonces hay que hacerlo mas no nombrarlo… pero válgame Dios, que Laclau enseña más y mejor que Rambo!). Sin embargo ya en tiempos de Cámpora y del regreso de Perón algunos parlamentarios peronistas pusieron reparos a algunas medidas por tener intereses personales que defender, como algunas extensiones de tierras ociosas que serían gravadas por el impuesto a la renta normal potencial de la tierra27. Estas autolimitaciones del peronismo como proyecto de liberación, que acaso se expliquen en parte por las infiltraciones de los sectores de interés que vino a enfrentar y que se disfrazan discursivamente aprovechando eufemismos como ‘unidad’, ‘burguesía nacional’ o ‘policlasismo’, tal vez fueron también determinantes de la suerte de la tendencia revolucionaria, expulsada por imberbe, hasta el 2003 en que la juventud vuelve a ser convocada, aunque de nuevo deba toparse con los carcamanes y enfrentar otra vez la derrota como consecuencia de esa autolimitación que se llevó puesta la vida de Evita y que nos tiene entrampados hace más de 60 años. Entonces, en consideración a que –como dije- los reclamos y la movilización sustentados en las nuevas ideas siguieron, vino el imperialista Plan Cóndor que obviamente contó con mano de obra local de todo tipo de sector policlasista y que, en su capítulo argentino,
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https://auno.org.ar/article/giberti-un-imprescindible-olvidado/
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directamente suspendió la vigencia de la Constitución y la reemplazó por el tristemente célebre Estatuto para la Reorganización Nacional. Aflojaron un cambio a partir del ’83 y volvieron a partir del ’89 a continuar la tarea, por métodos democráticos en sus apariencias formales, esta vez desde el PJ ya desembarazado de los imberbes. Como corresponde –en el planteo de este discurso- también se dio su propia Constitución aunque, claro, también hizo una concesión democrática al incorporar tratados sobre derechos humanos, concesión que era fácil de hacer porque era innegable la victoria del pueblo en ese campo, con los Organismos de DDHH a la cabeza del movimiento social. Pareciera que no puede confrontarse en serio con el neoliberalismo… con la Constitución neoliberal. La nueva constituyente avanzó a nivel regional, y nosotros trabajamos mucho por la integración latinoamericana y… Entonces resulta que gobernamos sobre bases como que el Estado debe intervenir en la economía y regular el mercado, que el Estado como organización natural del pueblo y la política como la dinámica natural de la sociedad deben someter a la economía y a los mercados a los designios de la más amplia inclusión social para la buena vida de las mayorías populares, sin que pudiéramos plasmarlo en un preámbulo, o en un art. 1 por el cual Argentina adoptara para sus organización y gobierno la democracia participativa y el federalismo, siendo económicamente anti neoliberal. Por ejemplo. Trabajamos a brazo partido por la autosuficiencia hidrocarburífera y la soberanía energética, pero dejamos intacta la provincialización constitucional neoliberal de los recursos naturales. Le pusimos tope legal a la extranjerización de tierras agrarias, pero no establecimos constitucionalmente que el uso y el trabajo de la tierra en clave de función socialmente útil prevalecen sobre su tenencia especulativa, y hoy de nuevo reculamos… por decreto. Universalizamos la seguridad social no sólo a través de la AUH sino también con jubilaciones y pensiones pero ya vimos cómo una ley por otra ley se deroga, máxime un decreto; y vimos también cómo por decreto se modifican y derogan leyes. Y esto… pero lo otro. Y aquello… pero… Viene la etapa de acabar con ‘los peros’. Y esta etapa no la podemos volver a rifar a manos de los infiltrados por más concesiones que se avengan a hacer porque eso sería, una vez más, ‘pan para hoy hambre para mañana’. La reforma constitucional para el restablecimiento del programa social, anti neoliberal, tiene que hacerse. Más que nunca cuando se asume mundialmente que el neoliberalismo fracasó, que estructuralmente empobrece y excluye, que fabrica desigualdad y concentra riqueza depredando el planeta, y que en última instancia se sostiene por la fuerza, con represión, con las armas, con guerras, con muerte (lo dicen más extensa y claramente desde Bernardo Kliksberg hasta el Papa Francisco). Y tiene que hacerse en clave de proceso social profundamente participativo, porque el programa se hace carne en el pueblo o vuelve a ser patrimonio de un gobernante que dura lo que ese gobernante tarda en ser reemplazado por otro. Y tiene que distribuir el poder y
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empoderar al pueblo desde sus bases, sin miedos, personalismos, sectarismos ni mezquindades. Y esa minoría oligárquica que no se identifica con el proyecto nacional, que se identifica más con Europa o con Estados Unidos, tendrá la libertad de irse a donde más le guste a acaparar toda la riqueza que esos lugares le permitan acaparar, sin pretender someternos a más de cuarenta millones de argentinos y argentinas que sólo queremos trabajar por un salario digno que nos alcance para vivir bien, en un Estado independiente que nos asegure salud, educación, infraestructura, servicios, arte, deporte, ciencia, turismo, seguridad social y… en suma, felicidad, individual, familiar, colectiva. No queremos más. Ni menos. No es tan difícil. O para decirlo con palabras de Cristina: “yo quiero ser como somos nosotros, solidarios, trabajadores, jugados por la producción, por la industria, el crecimiento y el desarrollo. Esos son los grupos de países con que tenemos que identificarnos y de los cuales tenemos que ser parte. Por ahí está el futuro, lo otro es solamente la degradación de la condición humana”28. Está claro de qué lado de la grieta debe pararse cada cual, sin dejarse confundir por el aparato propagandístico. Del 51% de votos que sacó Macri en el balotaje acaso un punto porcentual corresponda al votante macrista genuino, de esa minoría objetivamente enlistada en la oligarquía extranjerizante (los sectores financieros, la patronal agraria y los “capitanes de la industria”, al decir de Horacio Ramos)29. Los otros 50 puntos correspondieron a gente a la cual la tele le llenó la cabeza hasta hacerle escupir para arriba, soportando hoy las consecuencias de haber votado en contra de sus propios intereses. Y el diagnóstico no cambia por el hecho de que se haga autocrítica y se reconozcan errores (¿quién podría no hacerlo?). Las críticas o los errores de que nadie está exento se resuelven eligiendo o postulando otros candidatos, o metiéndonos más adentro a participar para exigir y corregir, pero no cambiando el proyecto nacional por el proyecto anti nacional; no cambiando el proyecto popular al cual pertenecemos por el proyecto anti popular de nuestros enemigos de clase, donde ni siquiera seremos convidados a exigir, opinar o corregir, porque no somos parte (ni de un acto simbólico por el 25 de mayo o el día de la Bandera). En todo caso el error fue no apagar un rato la tele, a través de la cual el enemigo se mete en nuestras casas y nos lava el cerebro, colonizándonos cual caballo de Troya. Cincuenta por ciento de empadronados para el balotaje ‘votaron’, mas ‘no eligieron’. Votaron a Macri al igual que el uno por ciento que lo eligió. Elegir es otra cosa, y requiere la expresión de una voluntad plena, sin vicios, libre, todo lo cual se llevó puesto Magnetto. Admitir que las gentes del campo nacional y popular lo eligieron voluntaria y libremente sería pensar que son masoquistas o suicidas, y en verdad prefiero pensar, con respaldo en bibliotecas enteras sobre cómo las corporaciones
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http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-281360-2015-09-10.html
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http://www.nuevosairesportal.com.ar/nota.php?notaId=1
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mediáticas manipulan la opinión pública, que fueron víctima del ardid del nuevo Plan Cóndor. Salvando las distancias, esta cuestión de ‘lavado de cerebros’ que tanto debe al famoso ministro de propaganda nazi, me hace acordar a una canción que cuenta cómo un soldadito boliviano pudo jactarse de haber dado muerte al Che Guevara con un rifle americano, sin comprender que era su hermano, que lo vino a defender, a liberar. Habrase visto barbarie. Y esos son los votos que el Frente Ciudadano tiene que ir a recuperar, para que esos compatriotas la próxima vez no sólo voten, sino también elijan, con libertad, y sobre todo a conciencia de quiénes somos, con memoria de dónde venimos y visión sobre adónde vamos. Doscientos años no son tantos como para que no podamos hacer una síntesis esclarecedora que nos enfrente, sin intermediaciones tecnológicas, a ‘la verdad de la milanesa’. Nos enseñaron a repetir como loros, sin explicarnos y sin que preguntemos las razones, que ‘Argentina es un país rico’. Es mentira, ricos son unos pocos. Es una muletilla de la derecha para que a renglón seguido se razone ‘pasa que se administra mal’ y ahí empieza la construcción de la perorata anti política que la derecha aprovecha. Entonces, resulta que gente que a lo mejor nunca salió del país hace chistes con connotaciones peyorativas sobre el ser argentino, aportando a la baja auto estima colectiva como cuando se dice que ‘somos todos unos vagos’ o ‘unos vivos’ o ladrones. Argentina es un país pobre. Definamos riqueza: si se refiere a todo lo que la persona humana puede hacer, con exclusión de lo que la naturaleza da, es muy poco lo que tenemos. Comparemos el producto per cápita de diferentes países y saquemos conclusiones; o el producto industrial. Ser pobres no está mal, si no perdemos de vista que el sentido existencial del ser humano no es la riqueza sino la felicidad y por ende la satisfacción de condiciones materiales e inmateriales que la hacen posible en condiciones igualitarias. Lo que está mal es la desigualdad, que no es natural sino creación humana, y que sí aleja a gruesas columnas de la población de las posibilidades reales de acceso a esas condiciones de felicidad aludidas, al enfrentarlas a su contracara, que son la exclusión social, el hambre, la injusticia, la violencia, la enfermedad, la discriminación, la intemperie y todo lo que conocemos. Asumamos lo que somos para, a partir de allí fortalecernos en nuestra identidad y así, orgullosos, caminar nuestra senda de autodeterminación, que no otra cosa dijo San Martín cuando nos conminó a que ‘seamos libres que lo demás no importa’. Quizá el dato de que somos un país pobre explica en parte por qué Evita fue, es y seguirá siendo tan masivamente ovacionada por tantas generaciones, porque siendo pobre y consciente de la pobreza característica de su país en tales dirección y sentido transcurrió. Y por eso fue y es, también, tan odiada por la minoría oligárquica, simbolizada en las damas de beneficencia. Y por eso Cristina… también síntesis plebeya de este pueblo de mate y choripán más que de sedas y fast food. Nos expresan e identifican mayoritariamente.
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Lo que importa es ser libres e iguales. La naturaleza nos da todo lo que nos hace falta y lo que podemos industrializar. La cuestión es cómo se reparte y con qué objetivos y en eso radica la razón de ser del Estado y de la política no se los regalemos a los expoliadores. Asumida nuestra identidad colectiva fácilmente se debiera entender que no pueden gobernarnos las minorías ricachonas de la oligarquía voraz. No al menos si nos decimos ser una democracia. Es como discutir en Sudáfrica si el presidente debe ser negro, o en Bolivia indígena. Aprendamos también de esos pueblos y de sus procesos libertadores. El proyecto nacional es como el fútbol, que es nuestra identidad. Aunque nos guste más tal o cual jugador, tal o cual director técnico, casi todos y todas hinchamos para nuestra selección, y no porque tal o cual conformación nos satisfaga más o menos en la preferencia individual de cada cual dejamos de bancarla porque pierde un partido o un campeonato. La línea divisoria no está entre peronistas, radicales, socialistas, comunistas, izquierda ni derecha; esas son apenas subdivisiones secundarias dentro de nuestro mismo campo nacional y popular, como en la selección de fútbol podemos subdividirnos entre quienes somos de boca ríver colón o unión, simpatizantes de Messi o de Mascherano. Podemos pujar entre nosotros por ver quién integra la selección pero una vez conformada ésta todos y todas pateamos para el mismo arco y vemos claramente al adversario fuera de este equipo, con otra camiseta que no es la celeste y blanca. Acá cabemos casi todos, salvo ‘los anti’ que, aunque objetivamente puedan parecer nuestros, suelen anotarse algún que otro ‘gol en contra’. Ni anti peronistas, ni anti radicales, ni anti socialistas, ni anti comunistas, ni anti kirchneristas… ni, por sobre todas las cosas, anti nacional, anti popular, anti democrático, que son los únicos que se ubican claramente del otro lado de la línea, los enemigos del pueblo. Y aún si quisiéramos congregarnos en base a una negación más que a una afirmación, diremos que de este lado estamos los anti neoliberales, anti imperialistas, anti violencia, anti guerras, anti invasiones, anti bloqueos, anti discriminación, anti abuso, anti explotación anti… en suma, un sistema capitalista inhumano que está poniendo a la vida en peligro de extinción.
5.- El tema de la corrupción. Algunas consideraciones básicas en derredor del tema que el partido mediático instaló como ‘de la corrupción’, partiendo de la base de que los temas hay que encararlos en tanto están socialmente instalados y producen efectos e impactos, sin perder el enfoque de la necesaria deconstrucción del relato parcial, interesado, partidario; no como una concesión a ‘la agenda setting’ sino tratando de poner cada cosa en su lugar sin hipocresía y asumiendo la preocupación social por resolver o modificar lo que haga falta, siempre en defensa del proyecto que, sustentado en el interés público, debe prevalecer. Hay mucha bibliografía especializada en el tema que no pretendemos sustituir. Y hay mucha idea y mucho proyecto, de herramientas normativas e institucionales, que pueden
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debatirse para ir probando su implementación y evaluando sus resultados en orden a los objetivos que se persigan. Pero hay un enfoque más de base, más crudo, que suele pasarse por alto porque incomoda como un tabú. La cuestión es si asumimos la realidad ‘por amarga que sea’ porque, como dijo Perón, es ‘la única verdad’, o si la disimulamos bajo la alfombra porque no nos da el cuero para enfrentarnos a la imagen que nos puede devolver el espejo y entonces claudicamos frente al ‘negocio político’ de seguir teniendo de qué quejarnos, como válvula de catarsis de las miserias sociales. En verdad hay cosas que nos gustan y cosas que no; y básicamente tratamos de disimular, esconder o, de algún modo auto-justificante, argumentar y tratar de defender lo que no nos gusta y no podemos o no queremos corregir. Esto no es un problema en sí o, mejor dicho, es un efecto, vale decir tiene causas. Lo que ‘nos gusta’ –que es subjetivo- es lo que ‘se adecua’ al gusto –que es objetivo. Creo que el gusto es una construcción cultural que, como toda construcción de este tipo, se moldea conforme se dirimen los intercambios y las disputas en escenarios de tiempo y lugar específicos y en función de determinada correlación de fuerzas. Así pasa, por ejemplo, con la moda. Hay propuestas, contrapropuestas, réplicas, intercambios, disputa, diferentes componentes de la fuerza para sustentar una u otra opción (publicidad, sicología, sociología, economía, etc.), y una resolución en tal o cual sentido, que siempre es coyuntural, vale decir propia de una época y de un lugar. Resuelto el punto se asocia ‘lo que está de moda’ con ‘lo bueno’, ‘lo bello’. Así, en una época y en un lugar determinados lo bello y que por ende está de moda es vestir pantalones sueltos, anchos, ergo los pantalones ajustados, angostos, ‘son feos’ y por ende anticuados a la moda. En otra época la resolución puede ser igualmente inversa. O en la misma época en otro lugar. Entonces cuando decimos ‘me gusta’ como te queda ese pantalón estamos diciendo que sentimos que el calce se adecua a esa construcción cultural coyuntural que ganó la disputa en el lugar y en el momento en que nos expresamos. Si pudiéramos viajar en el tiempo, por ejemplo, 20 años para adelante ó 20 años para atrás con ese atuendo probablemente nos topáramos con alguien que nos dijera ‘qué horrible’. Entonces nos incomoda, nos ruboriza, nos espanta, hablar de tal o cual cosa en determinados tiempo y lugar porque ‘no nos gusta’, o sea no se adecua a esa construcción. A menos que seamos muy liberales y podamos sustentar un criterio y un juicio propios, inmunes a la presión del ‘juicio social’ preponderante, a la llamada ‘cultura de masas’, cosa que es la excepción pero no la regla, y cuando construimos colectivamente nos apegamos a la regla, obviamente respetando la excepción. Así es la democracia. Esa presión social, mutable, puede llevarnos a sentir que ‘nos gusta’ ser delgados, por ejemplo, asociando el paradigma impuesto y predominante con ‘lo bueno’ y cediendo libertad incluso al límite de enfermar. Claro que el concepto social predominante que nos
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presiona tiene causas, entre las cuales sabemos que la propaganda capitalista no sólo esculpe nuestros gustos sino que hasta nos inventa necesidades y deseos en interés de que consumamos siempre más, guiados por la promesa de que así seremos bellos, jóvenes, felices e inmortales. Así, nos incomoda hablar del juego, del alcohol, de la droga, del trabajo sexual, del aborto, de la homosexualidad, de algunas enfermedades, o hasta de algunas discapacidades. Son algo así como lo que la construcción cultural predominante define como tabúes, con los cuales sólo se puede convivir desde cierto nivel de hipocresía, eventualmente disfrazada de recato (defino como tabú aquello que sabemos que ‘está ahí’ pero hacemos ‘como si’ no estuviera y creemos que así desaparece). Si voy al casino, no lo ando vociferando orgulloso como quizá lo hace quien toca muy bien el piano. O si me gusta el vino o la marihuana. Lo tratamos de esconder o disimular un poco más que otra característica que a lo mejor también tenemos, como por ejemplo la de ser un excelente profesional. Mientras no se adecua al gusto estandarizado o predominante lo disimulamos. Cambia la construcción cultural coyuntural del gusto y podemos sacar a la luz la misma cosa; como si antes estaba mal y ahora está bien cuando, en rigor de verdad, es lo mismo, y lo que cambió es el gusto, que también tiene distintas intensidades que van, por ejemplo, de ‘lo que me encanta’ o fascina hasta lo que ‘no es para oooooooo’ pero se tolera, se acepta, zafa. Si corremos por un momento la parcialidad y la subjetividad del gusto, objetivamente nos encontramos con la realidad, que es la que es y que, asumida de cara a la luz del día o disimulada bajo la alfombra, ahí está, como una característica de lo que somos como persona o como sociedad. Y debiéramos poder aceptarla y conversar y debatir abierta, franca, libremente sobre ella, sin mentirnos. De lo que es ‘natural’ se ocupan las ciencias duras, como la biología, la química, campos en los cuales podemos conocer, entender, incidir en el curso de sus leyes propias como límite a lo que podemos ‘crear’. Cuando nos ocupamos de lo social podemos construir en base a lo que debatimos, creamos, proponemos, disputamos, persuadimos, forzamos, imponemos, valoramos. Podrá decirse que ‘es natural’ que una planta absolutamente privada de agua se seque, o que es natural que de la unión de dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno surja una molécula de agua. Sin embargo no parece pueda decirse que es natural que si una persona casada tiene relaciones extramatrimoniales vaya presa, porque así fue en una época en nuestro país y un día dejó de serlo, como sucedió con la calumnia o la injuria, que dejaron de ser delitos simplemente porque se reformó la ley. Y habría muchísimos ejemplos, como poder divorciarse o no, según la época; o poder o no casarse con una persona del mismo sexo; o elegir libremente qué género queremos adoptar independientemente de las características con que nacimos. Así podría suceder –objetivamente digo, al margen de mis valoraciones o preferencias subjetivas- que un día se derogue el artículo del Código Penal que tipifica como delito el
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soborno, o que se reglamente legalmente ‘el retorno’ en la obra pública, y entonces ¿el problema habrá desaparecido?, ¿acaso esto no es así en otros lugares?. Un día se entendió que el consumo de alcohol, bueno o malo según el gusto o la moral de cada cual, era un dato de la realidad y que su prohibición fracasaba y que lo único que se conseguía era el mercadeo clandestino, el contrabando, que generaba más interés o adicción como parece ser una constante de ‘lo prohibido’, precios más caros por los riesgos implicados, crimen organizado tipo mafia de la cual participaban –también parece ser una constante- miembros de los propios dispositivos pergeñados para censurar o reprimir la práctica como manda la prohibición legal, pérdida de recaudación por parte del Estado a manos de la organización criminal para estatal, etc. Igualmente con el juego, la prohibición no lo erradica sino que opera un ‘cambio de manos’ en su tráfico, lo privatiza. O con el aborto, o con los estupefacientes. Parece ser un dato objetivo de la realidad histórica, de todos tiempo y geografía, que al ser humano le gustan, busca y accede ‘a como dé lugar’ a determinados placeres y satisfactores marginados por los tabúes que la dialéctica entre hipocresías y correlaciones de fuerzas coyunturales van forjando. Esto permite a determinadas personas diferenciarse desde la moralina quejándose de aquello, muchas veces no porque no tomen parte también en esas prácticas, sino porque todavía no han sido descubiertas (algunos curas dan sermones en contra del abuso contra la integridad o la libertad sexual de las personas no porque no los practiquen sino porque no se sabe públicamente que lo hacen, por ejemplo; y no es agradable decir ni leer esto, ‘no se adecua’ al gusto vigente en la coyuntura). Tener de qué quejarse para tratar de diferenciarse es lo que llamo ‘negocio político’, en el sentido del modo que todos y todas necesitamos de legitimar nuestro lugar en la sociedad y en el entramado de tensiones y disputas del debate público y de las definiciones de los destinos colectivos. El desafío es encarar esos tabúes y resolverlos, sin miedo a no encontrar otras cosas de las que hablar si todavía sentimos que debemos justificar o argumentar política o moralmente nuestra existencia. No nos debe asustar el interrogante sobre ¿con qué vamos a hacer campaña cuando ya no podamos hablar de combatir el narcotráfico, erradicar la corrupción, respetar la transparencia y la honestidad, etc.? Tenemos que poder creer en nuestra propia creatividad a la hora de pensar otro discurso, otra campaña, ante la constatación de que aquellos temas fueron resueltos o por lo menos tienen a toda la sociedad abocada a su resolución, sin temores, sin censuras, sin manipulaciones, sin doble moral, sin asco ni hipocresía. Y si no encontramos otro discurso resulta que somos poco creativos y entonces perdemos la elección o directamente no disputamos, ¿cuál es el problema, si lo que interesa es lo que sirve al proyecto de sociedad y no tal o cual candidato/a?; si no es así cambiemos el discurso y la Constitución y no hablemos más de democracia, por las mismas razones que vengo tratando de explicitar, en cuanto a deponer hipocresías.
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El simplismo (que es otro negocio político de los mediocres) vendrá a decir que estoy proponiendo la despenalización del soborno y la regulación del retorno. El compromiso con la verdad y con la libertad a veces no cabe en los lánguidos márgenes de lo políticamente correcto. No especulo con caer bien ni con ganar votos. Igualmente aclaro que no estoy proponiendo nada en particular, sino sólo un debate abierto, franco, sincero, robusto, profundo, sin temor frente a los tabúes, sin hipocresías, sin miedo a enfrentar desnudos el espejo. No vengo a postular que ‘corruptos somos todos’, por más que la correlación entre la regla y las excepciones pudiera permitir semejante afirmación, dependiendo también de qué entendamos por corrupción. Bienvenido/a sea quien levante la mano para afirmar ‘yo soy honesto/a’ o ‘yo no robé’. Esto es individual. O pluri individual. De muchos o de pocos individuos. Pero lo que interesa en política es ‘lo social’. La sociedad es sujeto, de subjetividad propia, independiente e interdependiente de la subjetividad individual de las personas que en su seno habitamos. Y en la sociedad hay individuos probos y no, y todos y todas por igual (‘chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé’) tenemos que tomar parte en el debate a la hora de moldear la sociedad que queremos y resolver los problemas que como sociedad tenemos. Una mirada superficial del tema al calor de lo que instalan los medios masivos de comunicación tal vez nos permite visualizar que algunos hechos de corrupción, aparentemente estandarizados a nivel del ejercicio de los gobiernos y sin desconocimiento de la existencia de partícipes no gubernamentales, podrían tener dos finalidades, juntas o separadas: la de generar una caja para financiar las actividades de los partidos políticos incluyendo campañas electorales, y la de la apropiación personal para el enriquecimiento. El tema del enriquecimiento (ilícito, en términos del Código Penal vigente) nos obliga a enfocar más en profundidad la cuestión. Ya dijimos que lo que es lícito o ilícito es una convención circunstanciada coyunturalmente y que puede girar 180 grados en una simple votación de unos 200 ó 300 tipos y tipas, quienes pueden votar desde la impunidad a crímenes de lesa humanidad, pasando –coima mediante- por la flexibilización laboral, hasta la soberanía energética. Primero habría que poder pensar si está bien o no, si es necesario o no, conveniente o no, posible o no, enriquecerse. Si ensayáramos por hipótesis la respuesta afirmativa, luego entraríamos a ver hasta dónde, de qué formas, para qué, con qué consecuencias, etc. Si al ‘hasta dónde’ respondiéramos ‘sin límites’ habría que entrar a ver si todos y todas por igual, o si cada uno como pueda o quiera, y luego pasar a considerar cosas como la desigualdad, la concentración, el impacto ambiental, el hambre, la miseria, la exclusión social. Hoy por hoy, como ya dijimos –con Oxfam- 62 personas en el mundo concentran la misma cantidad de riquezas que otras 3.500 millones de personas; y citamos también algunos materiales que exponen consecuencias de esto. Según Atilio Borón un informe del Banco de Pagos Internacionales de Basilea sostiene que tan solo 147 corporaciones controlan la
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mitad de producto bruto mundial30. No hace falta que diga que mucha gente se muere de hambre (sin metáfora, literalmente) en distintas partes del mundo, cosa que a lo mejor algunos ven bien. Mi vecina, parte en el debate, podría preguntar ‘para qué tanta riqueza, si somos mortales y nada nos llevaremos de este mundo cuando nos llegue la hora’, y afirmar también que ‘la felicidad’ por si a alguien le interesa como uno de los sentidos de la existencia finita ‘está en otras cosas más que en tanto dinero’, muchas de las cuales incluso son gratuitas. Continuando con la hipótesis de que hemos resuelto que está bien el enriquecimiento de las personas y tratadas las demás cuestiones conexas que esa decisión abre, pasaríamos a definir los modos lícitos de enriquecimiento, tipificando como ilícitos y previendo sanciones para aquellos modos que decidamos no permitir ni tolerar, y creando los dispositivos prácticos que permitan aplicar esas leyes. Si admitiéramos por hipótesis que el soborno a un gobernante como estímulo a que tome determinada decisión, o ‘el retorno’ de un porcentaje del valor de una obra pública están dentro de los mecanismos de enriquecimiento permitidos, podríamos pasar a considerar aspectos reglamentarios, como por ejemplo si ese dinero debe invertirse o gastarse en el país, dinamizando la economía, creando trabajo y pagando impuestos; o si puede fugarse a Bahamas vía Panamá, y en este último caso, si ilimitadamente o por un tiempo al final del cual debe someterse a un régimen de blanqueo. No debe escandalizarnos la consideración de estas cuestiones cuando nos sentamos a trabajar. Luego si hace falta nos tomamos un recreo para la catarsis. Sabemos que hay fuera de nuestro país tanta o más riqueza nacional que dentro de él, o tanta riqueza ilegal como legal, por eso insisto, es la realidad y, más que negarla, debemos ver en qué sentido la queremos y/o podemos resolver. Dejando atrás el tema del enriquecimiento, otro de los destinos posibles de los dineros habidos por los modos que estamos discutiendo es el del financiamiento de la política. En esta discusión también parece que lamentablemente nos ganó la hipocresía. Definimos constitucionalmente que los partidos políticos son entidades fundamentales de la democracia y le asignamos el monopolio para la postulación de gobernantes… pero no le asignamos legalmente recursos para financiar sus actividades cotidianas. A veces los partidos políticos, por decisiones internas, nos financiamos con el aporte voluntario de los afiliados institucionalizados, y terminamos denunciados penalmente como pasó con Nuevo Encuentro a propósito de la gestión de la ex AFSCA que encabezó Martín Sabbatella (causa finalmente sobreseída, claro). Hay, si, una ley de financiamiento para las campañas electorales. Pero los partidos tienen vida por ende desarrollan actividades más allá de tales instancias.
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https://www.youtube.com/watch?v=o4WS0PWxjdU
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Ya hablamos de cómo el Grupo Clarín desarrolló actividades políticas cual partido hasta hacer ganar la elección a uno de sus candidatos en 2015, y cómo eso se financió al margen del referido régimen legal. Se ha comprobado históricamente también que ‘la batalla de ideas’ en gran parte la ganó ‘la anti política’ de la derecha neoliberal y entonces como ‘lo político’ y ‘los políticos’ tienen connotación negativa cuesta discutir un régimen de financiamiento, mientras se legitima por acción u omisión el enriquecimiento empresarial, no necesariamente acorde con la legalidad vigente ni necesariamente acorde con el interés público involucrado en el proyecto nacional, que es de libertad, de igualdad, de inclusión y justicia social, de sustentabilidad medioambiental, y que conlleva el protagonismo político partidario ya referido. Pero el proyecto nacional es anti neoliberal por ende no puede resignarse derrotado ante el mercado ni el empresariado porque, como nuevamente podemos comprobarlo de cara a la gestión gubernamental en curso basada en esas teorías, empobrece estructuralmente a la población, pone al país de rodillas como colonia, transfiere y extranjeriza la riqueza de más de cuarenta millones de personas en beneficio de cuarenta o cincuenta empresas. Si, como se desprende del informe ‘Transfiriendo al capital’ ya citado, del CECS, durante los primeros 5 meses del gobierno macrista se transfirieron 7 millones de dólares por hora desde los sectores de ingresos fijos o del pueblo en general, hacia el sector empresario (entre los cuales 23 se quedaron con la mitad de los 20 mil millones de dólares totalizados)31, pareciera claro que no es tan caro dotar a los partidos de recursos para sus actividades, dado que no necesitan bienes de capital ni reparten utilidades. Siete millones de dólares por hora ‘de manera legal’, pero la tele manda que nos concentremos en 8 millones de dólares que en 12 años habría acumulado ilegalmente un tipo como José Francisco Lopez, exponiéndose a terminar preso como finalmente terminó. O sea: 76 dólares por hora, ilegalmente recaudados (o veremos qué dictamina finalmente la justicia), contra 7 millones de dólares por hora, legalmente recaudados (o veremos qué dictamina finalmente la justicia), en ambos casos contra los intereses del pueblo y su proyecto nacional. La pregunta es si podemos discutir sobre cuánto necesita un partido para funcionar. Por hablar de un caso que conozco, diré que Nuevo Encuentro en Tierra del Fuego, para alquilar un local en Ushuaia y uno en Río Grande, necesitaría, digamos, unos treinta mil pesos mensuales, los cuales con suerte podrían alcanzar para algunos elementos y útiles básicos como resmas, tinta, servicios de luz, gas, internet y/o alguna que otra impresión. Si aparte quisiéramos pautar alguna publicidad en medios masivos o contratar un contador para llevar las cuentas en orden y al día o pagar algún transporte a alguna actividad, capaz haría falta algo más.
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Vía devaluación y su impacto en los precios domésticos, como en las exportaciones y en las operaciones de dólar futuro; diferencial de tasas de interés; y quita o disminución de retenciones a las exportaciones.
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La mayor parte de esto lo resolvemos con ‘aportes en especie’ de los compañeros y compañeras militantes. Las campañas electorales son otra cosa. Según la legislación vigente, en las últimas dos campañas electorales nacionales en que participamos (senadores 2013 y diputados 2015) nos habría correspondido entre treinta mil y cincuenta mil pesos por vez, pero los mecanismos para acceder a estos aportes públicos, por engorrosos, determinan que en el mejor de los casos –que no es el nuestro, que terminamos renunciándolos- si consiguiéramos contadores expertos en el tema (la mayoría ejerce más para empresas o para los gobiernos) y los pudiéramos pagar, los cobraríamos después de pasadas las campañas. Radio Pasillo dice que hay partidos o candidatos que invierten de 2 a 5 millones de pesos en una campaña en nuestra provincia. La pregunta es si podemos discutir cuánto se debe gastar, o en qué, en una campaña electoral. Hasta Miguel Pichetto dijo, en la Sesión del Senado en que se aprobó el acuerdo para el pago a los fondos buitre, que no puede ser que tengamos una ley que manda hacer una campaña con poca plata de modo que después nadie puede justificar los gastos y termina rindiendo sumas menores para ceñirse a los parámetros legales, financiando el resto al margen de la ley. Lo resolvió declarando que a él le gustaba el modelo de Estados Unidos (para acceder a sus precisos términos se puede buscar el Diario de Sesiones). Cuando a nosotros nos tocó en 2015 disputar la gobernación de Tierra del Fuego, dijimos que aparte de la disputa ideológica y de proyecto sobre cómo gobernar la provincia, también encarnábamos la disputa de la política contra el márquetin, porque mientras la primera se interesa en ‘las cosas del pueblo’ el segundo se ocupa del negocio de la publicidad, y que esto era resignarse a la ya referida derrota en la batalla de ideas, a manos del neoliberalismo que todo lo mercantiliza, derechos y política incluidos. Si el pueblo elige política, le pone el hombro al gobierno que siente propio y condiciona como protagonista la gestión en orden a sus intereses, lo cual entendemos definitorio de la democracia. Si el pueblo elige publicidad muchas veces se frustra y no bien termina la caravana del festejo enseguida se cruza a la vereda de enfrente y empieza a cascotear al gobierno, sea porque no se siente parte, sea porque el derrotero de la gestión frente a lo que la campaña propuso corren por cuerdas separadas, como compartimentos estancos que no necesariamente tienen que ver el uno con el otro, sea por irresponsabilidad o falta de interés o compromiso (dis-valores que tampoco surgen por generación espontánea). Claro, si como partidos nos toca competir con actores no institucionalizados como tales, como los medios masivos de comunicación corporativizados, el pragmatismo parece aconseja rendirse o hacer concesiones y ‘jugar con las reglas’ de la mercadología. Nosotros no nos rendimos porque la prevalencia del juego político como ‘el juego del pueblo’ nos interesa más que ganar una elección y acceder al poder formal, como enseña Maquiavelo, ‘a como dé lugar’. Ésta es una definición del pueblo, cuyos tiempos y procesos nos merece respeto; mientras tanto seguiremos defendiendo las ideas que defendemos no sólo por
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respeto a quienes, así y por eso, nos eligen, sino también porque desde allí, asumimos la responsabilidad histórica de agitar los debates que consideramos necesarios para el restablecimiento del rumbo político y libertario de la sociedad, coyunturalmente perdido a manos del neoliberalismo económico empresarial, de factura imperialista. Creo que éstas son discusiones que nos tenemos que dar al interior del proyecto nacional, desde Mariano Moreno en adelante, al cual con independencia del partido, pertenecemos unos 40 millones de compatriotas. La minoría residual, objetivamente enlistada en el proyecto anti nacional, discutirá lo que le parezca con Europa, Bahamas, EEUU o con quien se identifique o quiera discutir sin jorobarle la existencia a la inmensa mayoría del pueblo argentino. Y en esa discusión que, digo, nos debemos, a 200 años del proyecto nacional, no vale hacerse los distraídos frente a temas como la deuda externa. Ya quedó establecido con el aporte de Olmos, del Juez Ballesteros y mucha gente más, que es ilícita y corrupta, con participación gubernamental civil como la de Rivadavia, o militar como la del último gobierno de facto, con sus complicidades a niveles civil y empresarial, incluyendo entre estos últimos a algunos que en formal democracia siguieron y siguen gobernando, sin escatimar su enriquecimiento personal y/o familiar de resultas también de ese crimen. Como vemos hay mucho más que el caso del ex secretario de obras públicas, por más que la mayor parte no sea telenovelada hasta hacernos creer que es el único caso y que todo lo puede tapar o justificar, a fuerza de un goebbeliano machacar ‘hasta que quede’. Esto lo tiene que discutir el pueblo con libertad, porque más allá de respetar la actuación de la Justicia, por ese lado difícilmente se resuelva de cuajo la cuestión; la Justicia es casuista y selectiva. Tengamos en cuenta también que el poder judicial legitimó –con honrosas excepciones pero insisto, hablemos de lo que es la regla- el ya referido crimen de la deuda así como golpes de estado y genocidios, siendo también parte de la frustración del proyecto nacional que más tarde o más temprano este pueblo va a tener que transformar lo cual, huelga afirmar, no lo logrará por el lado del proyecto anti nacional o neoliberal del cual el dispositivo es parte. Como síntesis para concluir este punto viene bien la cita que de Aldo Ferrer (lo elegimos por su compromiso de vida con el desarrollo en el marco del proyecto nacional) hacen los Curas en Opción por los Pobres en su novena carta al pueblo, diferenciando la “corrupción circunstancial y la sistémica”. “La primera se configura en maniobras vinculadas con operaciones puntuales, su modalidad más notoria es ‘la coima’ y consiste en el soborno, por un precio, de quien tiene autoridad de disponer de un activo o un servicio, que no le pertenece. La sistémica consiste, principalmente, en adoptar decisiones y políticas que generan rentas privadas que perjudican el interés público. Las mismas suelen estar sectorialmente orientadas, por ejemplo, en normas referidas al sector financiero. De tal modo, es en esos sectores en donde se producen los hechos más graves”32.
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http://www.curasopp.com.ar/
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La corrupción sistémica es de la esencia del sistema capitalista, sencillamente porque es un sistema que pone en el centro al capital y en la periferia al ser humano y a la naturaleza, como bienes de intercambio mercantil. Y hoy hablar del sistema capitalista conlleva hablar de la economía financiera, donde la especulación desplaza a la producción, y es la que ha entrado en crisis en 2008 en el mundo. Y son centrales al capitalismo financiero las llamadas empresas y cuentas off shore en paraísos fiscales, que dan lugar a la evasión de impuestos y al ‘lavado’ de dinero habido a partir del crimen organizado. Enfrentar la corrupción tiene que ver con enfrentar eso, cosa que sólo puede hacerse a escala global. Argentina supo imponerse en la ONU exigiendo una reglamentación para todo lo que tiene que ver con el arreglo de la deuda soberana de los países –verdaderos crímenes de lesa humanidad- a partir de la lucha que mantuvimos con una minoría de acreedores rayana al 7%. Del mismo modo puede, sin excluir a otros países víctimas de la integración de un frente de batalla mundial, exigir a la comunidad de naciones la proscripción de tales mecanismos y antros de corrupción33.
6.- En síntesis. Para ir cerrando, lo que creo que debiéramos empezar a pensar desde la multiplicidad de partidos, agrupaciones, militantes, referentes, dirigentes, organizaciones o movimientos que nos enrolamos en las filas del proyecto nacional, popular y democrático, con apertura, sin mezquindades, sectarismos ni exclusiones, es la conformación de un frente a partir de la centralidad del Partido Kirchnerista y del liderazgo de Cristina. Ese Frente Patriótico, o ese Frente Ciudadano, o Nacional, tiene que pensarse en clave de movimiento constituyente, reconocer el protagonismo de la juventud y, aprovechando los antecedentes de sus más de doscientos años de historia y de luchas por la liberación, actualizarse al S. XXI sobre bases anti-neoliberales, con el socialismo latinoamericanista en el horizonte. No existe en este momento en Argentina otro espacio político que movilice más al pueblo que el kirchnerismo, ni otro referente con tan amplia base de legitimación popular como Cristina. Esto tiene mucho más valor real que nominal si tenemos en cuenta la censura y la persecución interesadas en la deslegitimación. Habrán quienes pretendan acreditarse el aporte personal, a ese espacio, de determinada columna o fracción sobre la cual cada dirigente se pare para tratar de imponer condiciones en interés personal o sectorial, pero ninguno por sí solo moviliza, representa ni sintetiza lo que Cristina y esto no queda más que reconocerlo, para actuar en consecuencia, reencauzando la acción personal o sectorial a la prevalencia del proyecto que amalgama los
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http://osvaldolopez.com.ar/opinion/2016/177_papeles-de-panam-y-el-rol-de-la-onu.html
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intereses del conjunto. Quien no pueda hacer este ejercicio podrá optar por otro camino y hacerse cargo de la responsabilidad histórica frente a la causa del pueblo. El movimiento es un proyecto de liberación, no un ‘proyecto de gobernabilidad’. Gobernable es todo pueblo cuyos derechos e intereses atinentes a su buen vivir estén contemplados en su programa constitucional y en la gestión gubernamental del mismo, de los cuales a su vez es parte, sujeto protagonista. La gobernabilidad es el objetivo de las fuerzas anti populares, que representan intereses concentrados, privilegios de minorías, para lo cual exprimen al pueblo hasta el límite de lo que puede aguantar sin decir ‘en estas condiciones me rebelo a que se me gobierne’. “Cuando el poder del dinero se impone sobre los derechos de las personas, la sociedad se vuelve ingobernable, porque no cabe la conciencia y la organización de la gente. El neoliberalismo se choca directamente con la democracia y trata de imponer regímenes autoritarios”34. Nadie como Cristina puede hoy en Argentina, si se lo propone, afiliar unos diez millones de personas como piso de arranque en ese partido peronista que actualiza y supera al partido justicialista, en gran parte infiltrado por los enemigos del pueblo, y que lo refunda como la vía argentina al socialismo del S. XXI que integra la Patria Grande Latinoamericana que se libera definitivamente del imperio neoliberal anti humano, asumiendo esta región la parte que le toca en la tarea global de preservar la vida en el planeta. La democracia, que tiene en la igualdad su base principal, no se desarrolla en el sistema capitalista, que se funda en la estructural desigualdad de origen, la cual no puede ser superada (A. Borón op. cit.). Por eso el anti neoliberalismo constitucional de esta nueva etapa de este proyecto de país reclama el control del Estado para el movimiento popular, en sintonía con lo que en el mundo reclaman los pueblos. De punta a punta y de lado a lado del país la juventud militante aporta cuadros políticos comprometidos con los intereses del pueblo y que pueden integrarse a hacerse cargo de responsabilidades sin mezquindades que anteponer. Y gran parte de ellos y ellas son fruto de la cosecha que dejaron doce años de gobiernos de Néstor y Cristina entre 2003 y 2015 y merecen el respeto de que se les dé esta oportunidad y se les convoque, en vez de tener que resignarse a la frustración o aggiornarse al esquema de juego de los carcamanes para subsistir políticamente. Ese movimiento constituyente, que se hace en la campaña de afiliación, en la campaña electoral, en el ejercicio del gobierno, y en la Convención Reformadora, recupera para el pueblo de la nación el manejo de las áreas centrales de la economía, de los recursos naturales, de los servicios básicos que hacen a la buena vida de la gente. Desmercantiliza derechos como la información, la comunicación, la salud, la educación, la tierra, la vivienda, el vestido, los remedios, las semillas como fuente de vida, el transporte, el alimento, el trabajo, la cultura, el comercio exterior, la ciencia, el arte, el deporte, la
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http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-303095-2016-07-01.html
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energía, los minerales, los servicios financieros, la renta de la naturaleza, la tecnología, el aire como espacio neofeudal de la tecnopolítica35. Devuelve al ser humano y a la naturaleza la centralidad de la organización social, sometiendo a ellos y a su reproducción los mercados, los capitales, reduciéndolos a los límites que impone la racionalidad, a la sustentabilidad que no compromete los derechos e intereses de las generaciones futuras. Como dice Emir Sader, en ejercicio de la autocrítica tras los estancamientos de los procesos populares en Latinoamérica: más que poniéndonos a la defensiva de lo conquistado, el proyecto se defiende profundizándolo. Costó mucho andar del ’55 hasta acá como para volver a estancarnos y retroceder por no ir a fondo. Debemos poder convencernos de que tras 200 años de peregrinar nada tenemos para perder que no hayamos perdido ya en batallas anteriores, y sí todo por recuperar o ganar como lo hemos demostrado en más de una ocasión; y de que no podemos fracasar porque somos infinitamente más, por grande que sea la fuerza de la propaganda que nos juega en contra, porque al fin y al cabo no son más que eso, sin subestimar el poder de las armas. Poniendo en discusión que asistamos a un ‘final de ciclo’ de gobiernos populares afirma Sader que sería así si aparecieran “nuevas alternativas, superadoras, en el horizonte político. Será cuando la derecha consiga –si logra hacerlo– una perspectiva conservadora de superación de los gobiernos actuales. O cuando los mismos gobiernos posneoliberales agoten sus propuestas actuales y se propongan objetivos más grandes, por ejemplo, anticapitalistas”. Agrega que “lo que termina es una primera fase de los gobiernos posneoliberales, que son los que tienen las mejores condiciones de enfrentar, en forma progresista, siguiendo por el camino recorrido hasta aquí, para garantizar los avances y superar los problemas actuales. Con más integración regional, para favorecer la construcción de una nueva matriz productiva, con nuevas propuestas que permitan la superación definitiva del neoliberalismo”36. En una interesante nota del economista y docente de la UBA Jorge Beinstein, publicada en el Suplemento Económico de Página 12 el 26 de junio, se afirma en sentido conteste que “la caída de los precios de las commodities y su creciente volatilidad, que la prolongación de la crisis global seguramente agravará, han sido causas importantes del fracaso progresista y aparecen como bloqueos irreversibles de los proyectos de reconversión elitista-exportadora medianamente estables. Las victorias derechistas tienden a instaurar economías funcionando a baja intensidad, con mercados internos contraídos e inestables. Eso significa que la supervivencia de esos sistemas de poder dependerá de factores que los gobiernos pretenderán controlar. En primer término el descontento de la mayor parte de la población 35
http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-299425-2016-05-16.html
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http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-281814-2015-09-17.html
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aplicando dosis variables de represión, embrutecimiento mediático, corrupción de dirigentes y degradación moral de las clases bajas. Se trata de instrumentos que la propia crisis y la combatividad popular pueden inutilizar. En ese caso el fantasma de la revuelta social puede convertirse en amenaza real”37 (el concepto ‘amenaza’ alusivo a ‘la revuelta social’ en el contexto de esta nota se entiende como freno a la ‘ferocidad reaccionaria’ que también, en otros términos, viene denunciando Cristina). Cristina sabe que ‘ése es nuestro lugar’, se lo dijo a Scioli durante la campaña, ante Lula da Silva, a quien le encomendó trabajar porque el BRICS fuera BRICSA, con Argentina y “más países emergentes, donde están los pueblos que pueden trabajar”38. Profundizar el modelo. Profundizar su integración. Es la tarea. Y no puede haber PJ que lo impida. “Se ha cambiado la cultura de la coexistencia. En vez de vivir en una sociedad donde cada uno es igual en relación a los derechos, todos somos diferentes en relación a nuestro poder adquisitivo. Hay un sistema basado en la mercantilización de la vida, los seres humanos somos mercadería. La desigualdad se considera algo dado naturalmente39”. En la nueva etapa del proyecto nacional Cristina ocupará el lugar que quiera ocupar, y si no quiere ocupar ningún lugar así será. Lo que importa es el proyecto y sus aporte y liderazgo no se ponen en crisis –y esto es algo que ni ella lo puede evitar o cambiar- porque no sea de nuevo la presidenta como quisiéramos millones de argentinos/as. El poder es del pueblo y el gobierno es un instrumento, el cargo es una formalidad y lo puede cubrir cualquier compañero/a que haya resistido la tentación de saltar de barco en tiempos difíciles y se mantuviera leal a la causa libertaria. Al fin y al cabo, como bien dice La Jefa, ‘la garantía’ es el pueblo empoderado, con la juventud a la cabeza. Es grande la tarea. Tanto como posible. No fue por menos que dieron la vida los treinta mil desaparecidos y desaparecidas que este pueblo masivamente volvió a homenajear el 24 de marzo, al cumplirse 40 años del último golpe de estado que instituyó un gobierno de facto, y cuyo legado el kirchnerismo honró en uno de los aspectos más importantes de su gobierno, que fue su política de derechos humanos, la cual el mundo considera ejemplar. Abogado Osvaldo LOPEZ – Senador Nacional (M.C.) – Nuevo Encuentro Tierra del Fuego
[email protected] – www.osvaldolopez.com.ar https://www.facebook.com/lopezosvaldoramon - @osvaldolopeztdf
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http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-9424-2016-06-28.html
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http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-281360-2015-09-10.html
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http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-299568-2016-05-18.html