24 mayo 2009

LOS ÁNGELES DE MOLINA SÁNCHEZ Centro de Arte Palacio Almudí Murcia, 26 marzo / 24 mayo 2009 Ayuntamiento de Murcia Concejalía de Cultura Miguel Án

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LOS ÁNGELES DE MOLINA SÁNCHEZ

Centro de Arte Palacio Almudí Murcia, 26 marzo / 24 mayo 2009

Ayuntamiento de Murcia Concejalía de Cultura

Miguel Ángel Cámara Botía Alcalde-Presidente

Fátima Barnuevo Ruiz Concejal Delegada de Cultura

EXPOSICIÓN

CATÁLOGO

AGRADECIMIENTOS

Dirección

Edita

Por la cesión de obra a:

Martín Páez Burruezo

Ayuntamiento de Murcia Concejalía de Cultura

Coordinación

Elena García Gallardo

Dirección técnica

Servicio de Comunicación Área didáctica

Alicia Zamora Cano

Textos

Transporte y ejecución de montaje

Expomed, S.L.

José Mariano González Vidal Martín Páez Burruezo Pedro Soler Gómez

Seguros

Catalogación

Stai, S.L.

Martín Páez Burruezo Diseño

Severo Almansa & Rosa de la Obra Asociados Fotografías de las obras

María Manzanera Fotografías del artista

Juan Ballester Ángel Fernández Saura y archivo del artista Imprime

A. G. Novograf Dep. Legal: ISBN: 978-84-96760-54-7

Colección de Molina Sánchez Demetrio Ortuño Yáñez María Manzanera

Presentación Miguel Ángel Cámara Botía Alcalde de Murcia

La obra de José Antonio Molina Sánchez, considerado con sobradas razones como uno de los principales representantes de la pintura regional, vuelve de nuevo al Centro de Arte Palacio Almudí con la exposición Los ángeles de Molina Sánchez. Distinguido como uno de los máximos exponentes de la denominada Generación de Posguerra, integrada por artistas localizados entre la Generación del 27 y la aparición de nuevos valores de los 70, la pintura de Molina Sánchez es inconfundible. Es tal la esencia de sus obras, que resultan identificables sin espacio para dudas o incertidumbres. Su producción artística, inspirada en gran medida en la observación natural, hace que haya sido considerado por la crítica como un pintor lírico que pone el acento en la belleza. Los ángeles que ha realizado a lo largo de toda su vida son los protagonistas de esta nueva exposición, en la que se podrán contemplar 24 óleos y 5 dibujos que el pintor guarda en su colección. La cesión de tales obras para esta muestra en el Palacio Almudí expresa claramente que, junto a su talento indiscutible como pintor, en Molina Sánchez también prevalece una inmensa generosidad y un interés por compartir su pintura con los murcianos. El artista, capaz de dominar tanto la pintura como el dibujo, es hoy una de las personalidades más destacadas de nuestra cultura y la sala de exposiciones más importante del Ayuntamiento abre sus puertas durante casi dos meses para que todos tengamos a nuestro alcance la posibilidad de disfrutar con Los ángeles de Molina Sánchez.

En el estudio de la calle Fernán Caballero, con el boceto del cuadro El caballero, que se encuentra en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. Año 1954

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Al aire de tu vuelo José Mariano González Vidal

Al fin la luz se decidió a ser ángel Y un alba dijo: Es el momento. ¡Sea! Rafael Alberti

Fiel a la convocatoria de la primavera, como las golondrinas y los vencejos, acude el pintor Molina Sánchez puntual a su cita murciana, concertando el verso de Rilke: Sí, es verdad que todas las primaveras te necesitaban. Esta vez, la primavera se puebla de alas, acompasadas al vuelo de vencejos y de golondrinas, y bate el aire un alado rumor de plumas, el flujo de esos seres misteriosos, nebulosos, fascinantes y ambiguos que llamamos ángeles. Un ángel, tiene escrito el salmista, es aquel que camina sobre las alas de los vientos. Esta muestra de Molina Sánchez es una angelofanía, un tratado de angelología, que diría el maestro d’Ors, doctor sutilísimo en materia angélica. Desde sus comienzos plásticos, el pintor se rindió a la seducción de los ángeles, personajes endémicos de su temática, quizás porque los ángeles sean las criaturas más seductoras del imaginario histórico universal. Existan o no, los ángeles son un paradigma, un mito, el más global y ecuménico de los mitos, un icono o símbolo que todas las religiones acogen. Alguien ha escrito que no existen ateos de ángeles. Hablar de ángeles, pintar ángeles, es adentrarse en un universo mitológico, fabuloso y quimérico cuajado de interrogantes: ¿Existen esos seres enigmáticos, son espíritus, visibles o invisibles, pueden tener forma corporal, cuál es su sexo? Cuando a Gustave Courbet le propusieron pintar ángeles, su realismo le llevó a decir: Tráiganmelos y los pintaré. Molina Sánchez no necesita que se los traigan, porque su pensamiento angélico es dorsiano: Entiendo por ángel cuanto en la vida humana puede ser, en modo alguno, considerado como un sueño. Carl Jung piensa que los ángeles son arquetipos, obra del subconsciente; nosotros creamos a los ángeles porque encarnan un deseo ancestral de humanidad. Son como metáforas de posibilidades humanas no alcanzadas o frustradas. Las discusiones bizantinas de los teólogos católicos no resolvieron el problema de su existencia, de su imagen, ni de su sexo. Pablo VI, un Papa reciente, decretó literalmente: Creemos en un solo Dios, creador de cosas visibles y de cosas invisibles como los puros espíritus llamados ángeles. Es la misma En el estudio de Madrid. Año 1962

doctrina de San Silvestre, que presidió el Concilio de Nicea y decretó la fe en los ángeles. 7

Para San Agustín, la naturaleza de los ángeles es espiritual, Orígenes les atribuyó un cuerpo sutil y etéreo y Santo Tomás adoctrinó que son incorpóreos y comprensibles sólo para el intelecto. Si somos los hombres quienes creamos a los ángeles como metáfora de un anhelo de perfección, el pintor Molina Sánchez es el demiurgo que materializa su imagen en continua pugna morfológica. Su actitud es consonante con la mística de Ibn Arabí, el sufí murciano para quien el ángel no puede convertirse, como forma, en un ser verdadero, sin la intercesión de un agonista humano. Ibn Arabí cree en los ángeles, alucinaciones, iluminaciones o visiones angélicas del sueño, símbolos ascendentes del espíritu. En nuestros días, Harold Bloom ve así el asunto angélico: Los ángeles sólo tienen sentido si representan algo que era nuestro y que podemos volver a ser. La originalidad radical de la pintura angélica de Molina Sánchez es su heterodoxia iconográfica. Hasta el siglo IV, los ángeles son representados sin alas, seres ápteros, generalmente masculinos, andróginos o afeminados. Hay que esperar a Fra Angélico para ver ángeles definidamente femeninos, mujeres-ángeles, inequívocas ángelas. Frente a los ángeles de Miguel Ángel, viriles y sensuales, los de Guido Reni se encarnan en efebos bellísimos, jóvenes narcisos, anfibios mancebos bíblicos seductores sodomitas y gomorritas. La versatilidad iconográfica se empareja con la teológica, que teólogo hubo que afirmó de los ángeles que más que andróginos eran hombre y mujer, en una síntesis perfecta superior a los humanos. El licenciado murciano don Francisco Cascales se pronuncia ecléctico con la controversia escolástica sobre el sexo de los ángeles: Todas las veces que se les ofrece a los ángeles del cielo traer alguna embajada de parte de Dios, o hacer algún ministerio acá en la tierra, han tomado y toman, no forma de mujer, no forma de varón barbado, sino de hombre capón. ¡Oh discretos ministros del cielo, qué bien escogéis! ¿Qué fuera un ángel en traje de mujer? Sin duda os inspiró Dios que os dio a conocer el medio que hay entre la mujer y el hombre, que es el capón, quiere decir hombre castrado, purificado de la hez humana, hombre acrisolado de su escoria. Y como el ángel de su naturaleza es virgen castísimo, así busca lo más allegado a su semejanza. El licenciado Cascales equipara los ángeles a los capones, en defensa de los infantillos 8

de la catedral, castrati, a los que ensalza: Los capones son los ángeles de la tierra, músicos del cielo… Capones cantores, oficio de ángeles, cantar con la dulzura de los cándidos cisnes, con los pasajes de los dulces ruiseñores, con la armonía del celeste movimiento. Y ya que andamos en una exposición de pintura, no es ocioso recordar la peculiar disposición del licenciado para la plástica y su sutileza tonal. En su testamento escribe, en el inventario de sus bienes, que tenía una esclava color de membrillo cocido… Molina Sánchez pudo decir al presentir la presencia de un ángel lo que dijera Alberti: Alguien que no esperaba / se posó en mi ventana. También, como cristiano viejo, recordar las palabras de Teresa de Ávila: Plugo al Señor que tuviese a veces esta visión: Que viese junto a mí un ángel en forma corpórea… La visión angélica del pintor es netamente femenina. No hay que olvidar que si en el cristianismo los ángeles son, generalmente, masculinos, en el Zoharm de la Cábala, la mística judía admite ángeles femeninos. Y también en el Islam, donde las huríes, las vírgenes del paraíso, son ángeles habitantes del cielo. Fueron creadas con azafrán, almizcle, ámbar y alcanfor. Son tan diáfanas que sus piernas pueden verse a través de los setenta pliegues de seda de sus vestiduras. Cuando un creyente entra en el paraíso, multitud de estos ángeles femeninos, huríes, se le ofrecen sexualmente y puede cohabitar con ellas tantas veces como haya ayunado durante el Ramadán. Para los teólogos del catolicismo, los ángeles son siempre masculinos, aunque no ejerciten el sexo. Las mujeres-ángeles de Molina Sánchez, o sus ángeles-mujeres, muchachas aladas, no están hechas de aire condensado y agua, como enseñaba Clemente Alexandrino, símbolos de lo invisible, y tampoco de ámbar y almizcle, etcétera. Son mujeres de carne y hueso, con cuerpos ligeros y ágiles como adoctrinaba San Agustín, aunque referido a los ángeles mancebos. Son la Gracia que vuela, aladas, leves, ingrávidas, tenues y vaporosas, pero de carne quizás inmortal, de esa carne, celeste carne de la mujer que cantara el poeta. Otra vez Eugenio d’Ors recuerda que la versión de la mujer como ángel parece típicamente romántica, mientras que la versión del ángel como niño tiene el carácter de lo barroco. De ahí que llamara redomados nenes a los angelitos de Salzillo, esos tutti que lloriquean al pie de La Dolorosa. Debe recordarse que los ángeles son un símbolo recurrente en todas las culturas y religiones, que nacen en el zoroastrismo y pasan luego al judaísmo, el cristianismo y el islamismo. De ahí los primeros rastros de paganismo en las primeras representaciones angélicas, un rastro que puede husmearse en algunas muchachas-ángeles del pintor Molina, tan próximas plásticamente a la Nikes o Victorias aladas. Las alas, símbolo de la ascensión, 9

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de lo invisible, de la búsqueda de la luz, para el paganismo eran el amor y la victoria, Minerva, Diana, Venus, Eros, Cupido… En esta revelación del orden angelorio de Molina Sánchez hay una visión ecléctica, muy personal y con honda raigambre cultural e histórica de esos seres misteriosos, a veces inquietantes, hermosos y seductores, que llamamos ángeles. Son ángeles-muchachas, seres con pathos, dotados de una extraña dignidad, de un curioso glamour, en todo caso espíritus de aspecto diferente, que decía Byron. A Molina Sánchez le nacen, como un milagro, en cada primavera, muchachas-ángeles portadoras de flores y de frutos, ángeles-muchachas, ángeles de este mundo, prodigiosos seres capaces de todas las metamorfosis, criaturas unisex, con la belleza total y misteriosa de lo inefable en su lírica encarnadura, manos o plumas, alas o rosas en la punta de sus dedos, impenetrables como el misterio de la fruta que se adivina en el cuaje de los tiernos brotes de abril. Se ha especulado que la mujer-ángel es una especie de rival de la mujerhada y es usual considerar que ángeles y hadas tienen la clientela común de las imaginaciones infantiles. Ello nos lleva al rescate de Pepe Molina Sánchez habitante de Salabosque, un paraje murciano casi en la toponimia de Tolkin. Allí, en su huerto-eremitorio, el pintor oficia de mágico hobbit, habituado al encuentro de dríadas y nereidas surgidas del Segura vecino, de nínfulas ingenuas y acaso perversas, mariposas aladas, muchachas-libélulas, delicias en forma de pájaro, dijo el poeta. El pintor, como un niño, poblados sus sueños de muchachas en flor y de ángeles que, a veces, se posan en su ventana. Es el ermitaño en su ermita, claro y sencillo como un frailecito de la Luz al que se aparecen los ángeles. Es Fra Angélico Molina Sánchez. Que el tema del ángel-mujer o de la mujer-ángel es inagotable se confirma en la iconografía contemporánea. Ahí está ese ángel escarlata de Marc Chagall, con la rotunda feminidad de sus senos opulentos. La angelología es una materia siempre renovada en cuanto entendemos los ángeles como arquetipos o metáforas, símbolos que crecen cada día. Se estudian en la moderna física cuántica y Jung llama a los platillos volantes ángeles tecnológicos. Hay quien ha visto en los millones de mensajes que cruzan las autopistas de Internet una metáfora de los nuevos ángeles. Los ángeles-muchachas o las muchachas-ángeles del pintor Molina Sánchez son quizás algo más que un sueño, un delirio lírico y visionario de la metáfora angélica. Molina Sánchez pintando La novia del poeta. Año 1955

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Los ángeles de Molina Sánchez Martín Páez Burruezo La pintura de hoy, un arte liberado

El arte, resultado de un sentimiento individual, es siempre deudor de una colectividad. Historia y arte son un binomio necesario e imprescindible para la comprensión y estudio del fenómeno artístico. Cada época ha determinado una forma de ser y entender el arte y, en cada momento histórico, la obra de arte ha sido el vehículo exigido y la función requerida por esa sociedad. Será en nuestro tiempo, en los albores del siglo XX, cuando el artista adquiere quizá una mayor libertad y plantea un arte acorde con sus inquietudes que se aleja del encargo, aunque siempre quede esa dependencia comercial, como producto de mercado exigido por las necesidades de su tiempo. En cada generación, en cada época, la mayoría de los artistas tienen en su obra unas constantes, unas obsesiones que mantienen a lo largo de su vida artística. Al margen de su modo de hacer, de su estilo, incluso de las influencias ambientales, la obra del artista, cuando se trata de un trabajo reflexivo, vital, necesario, siempre refleja sus vivencias, sus sensaciones íntimas y manifiesta las necesidades expresivas que dominan sus creencias, transformadas en trazos, formas y signos de su lenguaje plástico. Cada pintor con sus trazos y gestos, con sus pinceladas; cada escultor con sus formas y hendiduras, con sus apretones, muestran en su obra una gran parte de su forma de ser, de sus apreciaciones y valoraciones, de su personalidad. Si recordáramos a algunos artistas de otro tiempo, su obra, ahora darían respuestas que, quizá en su día, fueron menos comprensibles, pero que se manifestaron a través del tiempo con sus descripciones que transcienden como memoria de nuestra cultura. ¿Acaso no es una obsesión en Poussin, cuya obra es reconocida a simple vista, esa eterna mirada a nuestra cultura clásica? ¿Quién no conoce a primera vista la inesperada novedad de Cézanne en un género de siempre, como el paisaje, que abrió el camino a una nueva visión de la pintura? En la actualidad, el pintor ha ganado en libertad y, alejado del encargo y otras limitaciones, desarrolla su obra con la fuerza subjetiva de su ego creador.

José Antonio Molina Sánchez sentado ante el mural Las estaciones del año en el Gran Hotel de Figueira da Foz. Portugal. Año 1952

Estas valoraciones, ciertamente arbitrarias y un tanto desordenadas, me llevan a reflexionar sobre las constantes de algunos artistas que siempre ofrecen en su obra, por muy prolíficos 13

y fecundos que sean, valores inalterables e iconografías obsesivas que permanecen a través de su obra.

Los ángeles, como argumento

En la obra de Molina Sánchez, pintor que ha cultivado todos los géneros, el motivo iconográfico de los ángeles es una constante en su pintura. Figuras celestiales apegadas a la tierra, muchachas salidas del parnaso de sus veleidades con la galanura y el encanto de unas formas etéreas, gráciles, volátiles. Una pintura que elogia la figuración, pero que no olvida las enseñanzas abstractas, con densas pinceladas, materia enriquecida, expresionista; unas composiciones que ofrecen formas imaginativas siempre en torno a una figuración cargada de modernidad. Molina Sánchez, catalizador de las inquietudes internacionales y, a su vez, portador de las esencias del fecundo arte regional, es un artista que ha evolucionado desde la tradición de la pintura española hasta un lenguaje pictórico en la estética de la Nueva Figuración Española, donde la materia abstracta se entrecruza con formas figurativas con una paleta de austero cromatismo enriquecido con materia jugosa y densa pincelada. El tema iconográfico de la figura del ángel ha tenido una marcada presencia en la pintura de Molina Sánchez a través de los años. Un cuadrito, La tentación, de 1946, mostraba por primera vez un ángel, aunque éste era un ángel malévolo, rodeando a una joven. Un año después, una exposición de dibujos en la galería Biosca muestra otros temas de ángeles emparentados con el arte sacro, tan del momento, pero con un sentido dramático que se acerca a la estética de Goya, con notas líricas y un cierto misticismo ingenuo marcado por una inquietud social. Dibujos tristes, para un tiempo de penalidades, de tonos oscuros, sienas y terrosos, cuyos personajes, solanescos, vibran en escenas luctuosas de equilibrada composición. Sus pinturas El palco, Adega de fados, El viaje, Mesa redonda recuerdan esa época de melancolía. En 1950, el poeta José Hierro escribe sobre los ángeles de Molina Sánchez, a los que emparentaba con los ancestros de su tierra …con sus remotos abuelos: los ángeles murcianos de Salzillo. Ángeles en la baranda y otros títulos alusivos al tema fueron frecuentes en los catálogos de sus continuas exposiciones. De la exposición de la sala Abril (1952)

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podríamos recordar El ángel de la manzana, El ángel de los niños, Ángeles de noviembre, así como de la galería Sur de Santander (1960) cuadros como Ángeles músicos, Ángeles de las cuatro estaciones, que corroboran esa iconografía constante en su obra, junto a esa variedad de temas que Molina Sánchez ha tratado a través de su extensa producción. Los ángeles, más que religioso, son un tema hedonista, donde la figura y sus grandes alas sirven al artista de pretexto para desarrollar espacios abstractos donde las pinceladas, veladuras y materia, se recrean en pura fantasía creativa sin abandonar el límite de lo figurativo. Bien es cierto que su sentimiento religioso le acerca al tema sacro como El bautismo de Jesús, que realizó en 1966 para la iglesia de San Bernardo de Aveiro, o Las vírgenes necias y las vírgenes prudentes y otras escenas evangélicas. Sin embargo, los ángeles pierden muy pronto ese sentido religioso para ofrecer temas cargados de sensualidad, donde el huerto murciano se hace escenario en el que cohabitan muchachas y ángeles, en ese paraíso anticipado de delectación sensual. En 1980 presenta en Biosca una colección de cuadros de ángeles de gran formato. Pequeño capitel, La baranda, Tres rosas y otros ángeles, más que figuras, son alegorías enriquecidas con tonalidades intensas en donde los fondos planos y colores neutros recortan las figuras de los ángeles. A. M. Campoy definió su obra como, Una pintura tan sensual y de tan casto espíritu.

¡…y los ángeles vinieron a mí!

Acercarse a Molina Sánchez, entrar en su vida, es ponerse en contacto con la pintura, porque en él no ha existido esa línea divisoria entre vida y obra. Para Molina Sánchez, todo ha sido y es una misma cosa, porque en esa vocación tan marcada que le llevó al arte, la pintura ha sido el hábitat de su existencia. Una extensa e intensa obra sentida, reflexiva, conciliadora de una figuración que se escapaba por la fuerza de la materia plástica hacia otros derroteros en una decidida voluntad de encontrar el lenguaje que pudiera expresar el sentimiento íntimo de sus valoraciones artísticas. La pintura de Molina Sánchez es sustancia dialéctica entre esa realidad que le ofrece el panorama de su tiempo y su deseo de búsqueda e indagación para encontrar nuevas formas expresivas. Molina Sánchez ha desarrollado un lenguaje pictórico, simbiosis de valores, en el que se conjugan el temperamento artístico de su tiempo y aquellos aspectos locales que anidaron en su personalidad creativa. Una pintura perteneciente a la estética 15

José Antonio Molina Sánchez retratado por Ángel de la Hoz en el año 1951

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de la Nueva Figuración Española y, a la vez, un artista que hace grande esa pintura regional que vive y siente el arte en esa franja geográfica de Murcia. En Molina Sánchez, en su pintura, encontramos dos ejercicios artísticos bien diferenciados. De una parte, su habilidad dibujística, de contornos cerrados y líneas seguras, delimitadas con maestría, que secundan la realidad, pero que llegan a liberarse en explosivas manchas de lírica y fecunda sensualidad. De otra, su pintura densa, superposición de planos y transparencias, que se autodefine con absoluta libertad, con materia de formas abstractizantes, combinación de pinceladas y veladuras, en un ejercicio de pura delectación sureña. Dos maneras, dibujo impecable y una pintura de formas abstractas, que se funden en la creativa imaginación del pintor para recrear unas fantasías, unas escenografías soñadas, en aras de una personalísima obra que emana esa jugosa, fértil y aromática creatividad, donde el azar juega un papel importante controlado por la mágica y experimentada mano del artista. Ahora, cuando su arte ha ganado la partida en ese milagroso alumbramiento que es la pintura y Molina Sánchez se reencuentra continuamente con las criaturas que él mismo creó y las dejó en esa libertad que supone el mercado, Molina Sánchez, que de no haber sido pintor estoy seguro y convencido que hubiera sido músico, nos ofrece en esta exposición una colección de criaturas angelicales o muchachas celestiales cuya musicalidad ha sabido traducir en el ritmo, los contrastes y silencios de su pintura. Yo no he pintado ángeles –ha dicho en su última entrevista–; los ángeles vinieron a mí.

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El enigma descubierto

Aunque el propio Molina Sánchez acepte, con la humildad que le ha caracterizado, aquel

Pedro Soler

dicho, que desconozco quién se lo dejó decir, de que siempre ha sido más dibujante que pintor, yo me inclino por lo que afirmaba Gaya Nuño de que, sobre todo, hablamos de un artista, más que de un pintor, porque ha sabido imprimir espiritualidad a todo lo que ha hecho. Y en esta espiritualidad se posan, no sólo el mundo angelical en el que ahora nos sentimos inmersos, sino también sus obras africanas, sus retratos auténticos o imaginados, sus alegorías, sus niñas anónimas, sus bodegones, sus escenas taurinas, sus gatos, sus patos volando… Quizá es la adoración –mejor palabra empleada cuando de espiritualidad se trata– hacia un artista y su obra lo que obliga a ampliar tan enormemente los sentimientos; pero tampoco es difícil captar, cuando se contemplan con detenimiento las obras de nuestro artista, que siempre brota una sinfonía de levedad que van transmitiendo los colores y que adquieren un signo determinante, en la colección de seres colmados de esa espiritualidad, que nos ha ido legando con el paso del tiempo. La espiritualidad debiera considerarse, sí, como un aspecto genérico, dentro de una amplia, emocionante, diversificada y delicada trayectoria. Hay que hacer la salvedad, para que nadie se llame a engaño, de que, cuando se utilizan determinados términos –delicada, en este caso– a la hora de enjuiciar la obra de Molina Sánchez, no se pretende exponer una teoría sobre carencia de hechuras o de firmeza, sino de un enfoque que el pintor ha querido perpetuar en toda su obra, incluso en aquella que demuestra situaciones más dramáticas, pero que, aun así, asoman con unos ribetes de suavidad inexcusable. También en la espiritualidad se posan no sólo el mundo angelical en el que ahora nos sentimos inmersos, sino, repitiendo lo dicho, una amplia producción de temas que en el itinerario artístico de este pintor marcan una época. Yo definiría a Molina Sánchez sólo como un auténtico pintor, por si acaso a alguien le quedaran dudas en torno a un recorrido espléndido, volcado, con la entrega más amorosa, en lo que ha sido su vida desde siempre. Hablar de autenticidad conlleva que en ella se encuentra una pintura personalísima, adobada con detalles, principios o remates que exponen con la mayor de las claridades lo que uno quiere asignarle al pintor de modo absoluto, sin inclinaciones hacia una faceta u otra, hacia una etapa más próxima o lejana.

José Antonio Molina Sánchez retratado por Juan Ballester como uno de sus ángeles. H. 1990

En esa autenticidad yace la presencia de los factores que evidencian la creación de un auténtico pintor, porque en su obra se estampan el dominio de la línea, el acoplamiento 19

de los colores y el recurso imaginativo al que todo artista debe recurrir, en caso de que no aflore con la naturalidad precisa. Pero escuchando el acompasado aleteo de esos ángeles, que parecen asomarse desde la eternidad, es el propio Molina Sánchez quien repetidamente ha confesado, sin pretensión de imponer sus convicciones, que estas figuras extracorpóreas son muy necesarias en un mundo cubierto de materialidad. Sus ángeles son un modo de defender ideas que se adentran en un mundo de sentimientos religiosos, de creencias en temas divinizados, a los que tan repulsivas nos hemos hecho las personas. No hay duda de que la figura del ángel ha supuesto un motivo de atracción en la trayectoria de Molina Sánchez, quien, a través de ella, nos ha mostrado en su máxima consideración un expresionismo lírico que siempre ha cultivado, aunque, de modo especial, los ángeles han sido las figuras que más directamente han penetrado en los espectadores masivos. Sus ángeles, ejercitándose en ese ambiente espiritualizado en el que se les supone necesariamente encubiertos, han marcado, por encima de una etapa, sí, una continuada expresión de los propios sentimientos y han sido como una confesión abierta de sus contactos espirituales y acaso también de su bondad innata. Los ángeles han servido de recurso que, a veces, ha colmado la insaciable necesidad de su autor de encontrarse con ellos, como deseo primario e incontenible. Ahora –hasta duele que pueda ser verdad– creo que los siente en el corazón, sólo les da forma desde la inteligencia y dialoga con ellos en el silencio. Es en esas figuras intangibles en las que el propio Molina Sánchez reconoce que ha hallado parte de la confianza que espera en el más allá, porque sabe que los va a encontrar, con unánime aleteo de alegría por el encuentro, ya que para él son como seres humanos que se comportarán con esa humanidad que actualmente vive y disfruta. Son así, portadores de esa gracia natural que en sus cuadros les ha asignado, capaces de acoger la llegada, interpretando las mejores y exóticas piezas musicales, en compañía de sus liras y sus arpas. Los ángeles de Molina Sánchez son una respuesta a su capacidad creadora. Con ellos ha conseguido una de las angelologías más sabiamente representadas, sin pensar en ese ángel catastrofista de Paul Klee, aquel que sirvió de anuncio de progreso y de futuro. Pero, ¿debe el artista pensar en el futuro, en el progreso, cuando materializa su obra? Será la bondad intrínseca de cada obra de arte la que determine esa idea de futuro que se le quiere atribuir. 20

Uno cree que, ocultos en cada uno de esos cuadros recubiertos de variados colores que parecen tamizados por el paso del tiempo, lo que se instala es una armoniosa sincronía cromática –sin deslices, sin imposiciones, sin hegemonías–, en la que se advierte el enorme interés del pintor por encontrar soluciones a unas figuras de difícil concreción. ¿Quiérese decir con esto que se trata de una obra entonces confusa o inacabada? No, porque más que otras cuestiones habría que tener presente el proceso naturalmente investigador que Molina Sánchez ha venido practicando de modo continuo, para dar forma exacta y oportuna a los ángeles que asoman en cada cuadro. Pueden verse, como escondidos tras las nubes, los rostros de unos ángeles adustos que forman el origen de tantos otros que Molina ha dejado escapar de sus pinceles hasta alcanzar el cenit ya resuelto de su angelología. Si se quiere, también aquí, en estos cambios ascendentes, se encuentra el camino que Molina Sánchez recorrió en su estancia africana y que transformó en un modo más duro y más directo de reflejar la realidad con la que había convivido. Los ángeles han sido como una ruta de conmoción, una sorpresa surgida a través de una cercanía con esas figuras espirituales, casi siempre solas, pero imprescindibles. Eran como los describía Ledesma Criado: Tus ángeles despiertos, conmovidos / verde-mañana, rosa sólo bruma / profundidad de azul, la leve pluma / de verse en soledad y sorprendidos. Pero ya, si recordamos textos y figuras, Camón Aznar también dijo que todo cuanto pintaba Molina Sánchez se le convertía en ángeles, algo que no era un pequeño elogio para un artista desfigurador, sabiamente desfigurador de la realidad, apuntillaba Antonio Manuel Campoy. Lo mejor de toda esta angelología es que, aunque sea a través de un número limitado de cuadros, se advierte la grandiosidad que en sus pinceles han adquirido estos seres extraterrestres, intocables y llenos de imaginativa ficción. En la práctica, sólo los han visto aquellas personas a los que el cristianismo ha santificado y nos los han acercado algunos grandes maestros, entre los que se encuentra, desde luego, Molina Sánchez. No hay más que ver las obras que ahora cuelga para admitir que no se trata de una frase ni de una equiparación desmesurada. Este pintor, este artista, ha penetrado como pocos en el fondo de la espiritualidad angelical, por lo que nadie debe dudar de que cualquier comparación tiene que ser admitida. En la simple expresión de los rostros, en la duda femenina que nos dejan, radica esa 21

Entrevista en Radio Nacional a José Antonio Molina Sánchez con motivo de su exposición en Biosca. Año 1947

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sospecha universal que transmiten estas pinturas sobre el sexo de los ángeles. Porque, junto a la rotundidad del ente angelical que socorre, que vigila, brota un roce –ni siquiera un toque– de reminiscencias femeninas en las que sí se oculta esa siempre discutible bisexualidad. También, como afirma Campoy, en los ángeles de Molina Sánchez se descubre, aunque seamos incapaces de desentrañar el porqué, una mezcla de castidad y sensualidad. No creo que el pintor se haya adentrado por los episodios bíblicos para tomar apuntes y descubrir detalles de estos seres. No lo creo así porque, bíblicamente hablando, en no pocas ocasiones se nos aparecen envueltos en el estigma de la maldición, de la destrucción, de la inquietud, del desalojo… utilizando herramientas increíblemente inhumanas. Sería una contradicción, conociendo la bondad de Molina Sánchez. Sí creo que esas figuras celestiales han brotado del intimismo y que Molina Sánchez las ha colmado de unos tonos poéticos que se mezclan con el cromatismo primaveral, el más ansiado y respetado por la humanidad, y con una sensación de ligereza que nos las hace visibles, pero intocables. Como si se tratase de un sueño, del que nos va a quedar sensación de que ha sucedido, pero siempre con ausencia de lo soñado. El aleteo angelical al que tanto se han referido determinados críticos no es más que el sueño de un sonido indescifrable, una melodía colmada de levedad, una música, intangible, pese al pentagrama. En otras ocasiones he sido capaz de afirmar que en la pintura de este artista siempre ha existido un tipo de enigma que sólo él ha sabido desentrañar con tenacidad y conocimiento de causa. Ahora, ese enigma –¿quién ha visto o palpado la corpulencia de un ángel?, ¿quién los ha oído decir?– me parece el más grandioso de toda la pintura de Molina Sánchez. Lo que sucede es que él nos lo transforma hasta hacérnoslo ver con la mayor naturalidad y nos convierte a los ángeles en seres con los que podemos dialogar al acercarnos a su territorio del cuadro. Es todo un misterio, pero tan cercano y tan asumible… .

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Espera siempre 1947 Óleo sobre lienzo 148 x 118 cm

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Catálogo

Ángel 1969 Óleo sobre lienzo 122 x 165 cm

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El pequeño capitel 1978 Óleo sobre lienzo 89 x 130 cm

29

Ojos verdes 1978 Óleo sobre lienzo 81 x 130 cm

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La luz viene de arriba 1978 Óleo sobre lienzo 162 x 97 cm

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Está seguro 1978 lienzo Óleo sobre tela 162 x 97 cm

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Espera sentado 1978 Óleo sobre lienzo 114 x 146 cm

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36

El mensajero 1979 Óleo sobre lienzo 81 x 130 cm

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Paz 1979 Óleo sobre lienzo 81 x 160 cm

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La última ofrenda La última ofrenda 1979 1979 Óleo sobre tela Óleo sobre lienzo 162 x 114 cm 162 x 114 cm

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Guarda las flores 1980 Óleo sobre lienzo 114 x 162 cm

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La columna 1981 Óleo sobre lienzo 130 x 162 cm

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Dos triunfos 1981 Óleo sobre lienzo 162 x 130 cm

44

Regresa Regresa 1981 1981 Óleo Óleo sobre sobre tela lienzo 162 162 xx 97 97 cm cm

45

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Tiene premio 1988 Óleo sobre lienzo 97 x 162 cm

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El hechizo de la rosa 1994 Óleo sobre lienzo 130 x 162 cm

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La palma 1995 Óleo sobre lienzo 130 x162 cm

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Tiempo sin agujas 1995 Óleo sobre lienzo 162 x 130 cm

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Ángel Óleo sobre lienzo 114 x 162 cm

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Aquí está la cruz Óleo sobre lienzo 162 x 114 cm

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Ahora piensa Óleo sobre lienzo 162 x 130 cm

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Lo protege Óleo sobre lienzo 130 x 162 cm

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El encuentro Óleo sobre lienzo 162 x 130 cm

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Diálogo Óleo sobre lienzo 162 x 130 cm

61

La guitarra Tinta sobre papel 78 x 90 cm

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El laúd Tinta sobre papel 80 x 87 cm

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Ángel con trompeta Tinta sobre papel 76 x 100 cm

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Trompeta I Tinta sobre papel 71 x 93 cm

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Trompeta II Tinta sobre papel 71 x 93 cm

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Notas y datos para una biografía

Molina Sánchez es emblema de la pintura regional. Para los que crecimos en el conocimiento

Martín Páez Burruezo

del arte, él en particular y su generación en general nos enseñaron a discernir en la pintura. Conocí a Molina Sánchez allá por los años setenta. De aspecto tímido, gran conversador, vestía, como ahora, de traje y corbata. Se le encontraba en la Trapería casi siempre acompañado de Amparo y con muchos ejemplares de revistas, periódicos y coleccionables. Algunas veces nos cayó el atardecer en el huerto de Salabosque, otras veces los improvisados cambios de impresiones eran en la esquina de una calle o en la galería Chys. Molina Sánchez que venía de Madrid con tantos éxitos, nos hablaba con la humildad del que siempre tiene algo que aprender, aunque él era un dechado de conocimiento y vivencias. De su vida escolar en los Maristas de conde Roche y más tarde en la Merced y su paso por el Alfonso X no recuerda más hechos significativos que sus bibliotecas donde disfrutaba con las reproducciones de los libros. Tuve la suerte –nos cuenta el pintor- de vivir en la casa de mi tío y padre de Amparo donde había libros de arte y cuadros. En el instituto asistía a las clases de modelado que Nicolás Martínez impartía para estimular a los alumnos. Almela Costa le permite pintar en su estudio de la calle de Sagasta. Conforme va creciendo su vocación se matricula durante dos cursos en la Económica y asiste a la escuela de Artes y Oficios. Sin embargo será el Círculo de Bellas Artes –en opinión del pintor- el auténtico foco cultural de la ciudad. Tuve todo a mi favor para ser pintor. Mi orfandad, mi formación,…Para una familia, en aquella época, tener un hijo artista era una desgracia. En 1934 expone por primera vez en una colectiva en el pabellón del parque de Ruiz Hidalgo y en 1935 con decidido desparpajo inicia su andadura de ilustrador y caricaturista en El Liberal. La Contienda le llevará a Servicios Auxiliares, donde conoce al poeta Cano Pato. Acude, como muchos jóvenes, a pintar al estudio de Garay. Dos cursos en San Carlos será su único bagaje académico. De su primera exposición individual en la sala de la Asociación de la prensa nos quedan unos cuadros de pincelada corta, de tímidos colores y humilde y equilibrada construcción. Sus bodegones guardan la triste atmósfera de un triste periodo y una manifiesta influencia de Luis Garay. Cuadros compuestos con objetos humildes en un ambiente de melancolía. De esta época de la figuración objetiva hay un gran número

1. García Viñolas, M. A. Los pintores del día de mañana: Molina Sánchez, Arriba, Madrid, 11-V-1946.

de espléndidos retratos. Pasado el tiempo Molina Sánchez diría: El paisaje no lo veo bien. Alguna vez he querido pintarlo, pero no tuve fortuna. La luz iba y venía de un lado para otro, cambiaba a cada instante. Yo prefiero pintar una manzana o un pedazo de pan, algo

Molina Sánchez con Salvador Jiménez en el estudio de Madrid. Año 1967

que sepa estarse quieto. Y mejor aun si no se pudre. El paisaje no se ha hecho para mí1. 69

En 1942, tras varios intentos, Molina Sánchez se instala en Madrid. Antonio Gómez Cano le pide colaboración para un mural que realiza en Cuatro Vientos. El pintor acepta y recibe su apoyo hasta que su facilidad para el dibujo le permite colaborar en periódicos y revistas. La Estafeta literaria, Vértice, Garcilaso, entre otras, son ilustradas por la habilidosa e iluminadora línea cerrada del dibujo de Molina Sánchez. El trabajo mejora su economía y se instala en la pensión Garde, nueve pesetas pensión completa. En ella comparte habitación con Julián Gállego que por entonces preparaba oposiciones a la administración. En el café Gijón conoce a Enrique Azcoaga y al todo Madrid de las artes y las letras que viven su tiempo libre entre largas conversaciones y cortos sorbos de café. En 1945 expone en una colectiva, Facetas del arte Moderno Español en la galería Buchholz. En este mismo año Molina Sánchez es invitado a colgar una individual en el Ateneo de Santander. La exposición cuenta con bodegones, retratos y dibujos. Se expone un interesante retrato del poeta 2. Azcoaga E. Catálogo de la exposición, Ateneo de Santander, Subsecretaría de Educación popular, agosto, 1946.

García Nieto2. Más tarde en diciembre inaugura en Burgos, en la Sala de Artesanía del

3. Véase la monografía de A. Martínez Cerezo, Molina Sánchez, en Artistas Españoles Contemporáneos, Madrid, 1974, donde se hace un estudio de los distintos momentos artísticos del pintor; Cruz Sánchez, P. A. Aproximación biográfica, en Catálogo Molina Sánchez, Murcia, 2002.

marcado espíritu social3. Los músicos ambulantes, La pelea, Sueño a la intemperie, y otros

paseo del Espolón. Su pintura de la figuración objetiva va dejando paso a dibujos con un títulos, son obras de una marcada personalidad, que aleja al artista de sus primeros pasos. Trazos negros en sus contornos, óleo sobre papel, temas goyescos, solanescos, de dramático expresionismo, que abrían una brecha de novedad junto a los bodegones y retratos de la muestra. Un cuadrito La Tentación, con la misma técnica, mostraba por primera vez un

4. J.T.A. Los artistas de hoy: Una colección de dibujos del pintor Molina Sánchez, La Voz de Castilla, Burgos, Diciembre, 1946; Oliver, A. La pintura de Molina Sánchez, La Verdad, Murcia, enero, 1947.

ángel aunque éste era un ángel malévolo rodeando a una joven4. Más tarde llega a Madrid

5. García Baró, M. Molina Sánchez expone en Madrid, La Verdad, Murcia, 10-V-1947.

Después Vigo, Barcelona Zaragoza, Bilbao y Lisboa6. Su actividad es extraordinaria y vive

6. Oliver, A. Molina Sánchez en Lisboa, La Verdad, Murcia, octubre, 1948, Vasconcelos, Flórido. Molina Sánchez, pintor español, Ala, Lisboa, octubre, 1948; Ribas, Tomás. Molina Sánchez, premio Francisco de Holanda, Diario Popular, Lisboa, 28-XII-1949.

e inaugura en la galería Biosca una obra de gran interés en su trayectoria5.

dedicado de lleno a esa vocación de la pintura que desde siempre ha llenado su vida. En 1949 regresa a Lisboa. Participa en la tertulia de un grupo de intelectuales, músicos y artistas. Asiduo a la sala Machado donde actúa Amalia Rodríguez y es contertulio en el café Brasileira. Gusta de la música portuguesa, de sus fados, en un ambiente tan añorante y literario como el de Lisboa. Expone en Oporto, Coimbra, Évora y Madeira y recibe, en la

7. Oliver, A. Pintores murcianos: Molina Sánchez en Lisboa, La Verdad, Murcia, 0ctubre, 1948.

Exposición Internacional de Arte Moderno, el premio Francisco de Holanda7. Regresa a España, en la Exposición Nacional de Bellas Artes tres murcianos exhiben su obra. Planes, Juan González Moreno y Molina Sánchez. Nuestro pintor presenta tres obras. Un bodegón, Mesa redonda, de lo más notable de la exposición en opinión de Antonio Oliver y dos dibujos, El viaje y O fado, dos temas con una técnica especial de óleo sobre papel y un

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tratamiento de raspado. Dos obras interesantes, con personajes que se mueven en escenas luctuosas, con tipos de aspecto muy racial. En O fado reproduce una escena castiza de Lisboa, con personajes que se distribuyen magistralmente en el espacio, en un ambiente donde flota –según Oliver– la melancolía propia de la tierra y el alma de la nación hermana. Ahora los colores de Molina Sánchez se avivan. Abundan los azules, blancos y verdes 8. De Arte: Oliver, A. Obras de Planes, González Moreno y Molina Sánchez , en la Nacional, La Verdad, Murcia, 24-VI-1950; De arte: Los artistas murcianos en la Exposición Nacional, La Verdad, Murcia, Junio, 1950.

sobre los acostumbrados sienas terrosos que armonizan el cuadro8. En 1952 contrae matrimonio y fija definitivamente su residencia en Madrid. En estos años, Molina Sánchez realiza una pintura más feliz con temas cargados de ternura. Tanto en sus tintas, como en sus óleos sobre papel couché, su grafía corresponde a un artista muy definido en su estética. El triciclo, Maternidad, Perfil con espejo, Vírgenes necias, La lectora de perfil, La niña del remolino, forman una colección de pinturas llenas de vida, líricas, sureñas, plenas de matices pictóricos. Con motivo de la exposición de la sala Alfil de Madrid, Gaya Nuño escribía: Molina Sánchez es maestro en línea, color, composición, brujería, técnica y resortes imaginativos. Esta vez no se trataba de temas angelicales, ni del antiguo testamento, sino de situaciones plásticas deliciosas en las que el tema era desbordado por

9. García Viñolas, A. Artículo citado, Madrid, 1946.

la gracia y la maestría de la realización9. Es el tiempo de las exposiciones en Estrasburgo, de la sala Alfil, del Ateneo de Madrid, de la Sala Libros y de la sala Abril. En 1956 concurre a las colectivas: Picasso y El Arte Actual Hispanoamericano. Hay en sus dibujos una línea que a veces recorre un camino picassiano, y tal vez las grafías negras puedan coincidir con Rouault, pero sus definitivas manchas y sus temas ganan a las coincidencias, siendo Molina Sánchez ya un pintor que se diferencia por su propio lenguaje. Un crítico le pregunta sobre las novedades artísticas. Yo creo –explica Molina Sánchez– que se han hecho demasiados intentos. Hay que ordenar un poco las ideas. Velázquez no pretendía inventar nada, sino pintar lo mejor que le era posible. El espaldarazo definitivo internacional le viene al pintor con su participación en la XXVIII Bienal de Venecia y pocos años después en la Bienal de Alejandría, donde obtiene, en pintura, una medalla de bronce. En estos años, Molina Sánchez es una de las personalidades más interesantes y representativas de la Nueva figuración. Y es que el artista es receptor de las ideas poscezannianas, ha estudiado el espacio y su esquematización, para reencontrarse con la pintura, y tras un periodo de expresionismo abstractizante, se ha reencontrado con la realidad. Una pasta enriquecida llena de contenidos, donde abstracción y figuración se enriquecen mutuamente. Los cuadros El cazador de patos, El viejo pato, Juego de niños, El niño y la paloma, La sobrina del 71

barbudo, Encuentro, Ofrenda son obras que se encuentran relacionadas con esa nueva tendencia de la Nueva figuración donde Barjola, Jardiel, Mignoni y otros representan la escuela más interesante de la pintura española del momento. Molina Sánchez sigue recogiendo premios. En 1957 es Tercera Medalla de Pintura en la Nacional de Bellas Artes. En 1960, 1962 y 1963, la tercera, segunda y Primera Medalla de Dibujo en la Nacional de Bellas Artes; en 1963, la Palma de Oro en la muestra de Artistas del Sureste y Espiga de Plata y Oro en el Certamen Internacional de Arte en Albacete. La exposición en la galería Quixote de Madrid, la sala más interesante del momento, recibe el reconocimiento unánime de la crítica. En 1965 viaja al continente africano. En septiembre toma el barco que le llevará de Santo Tomé a Luanda, de Ciudad del Cabo a Durban, de Lorenzo Márquez a Porto Amelia y la incursión al parque natural de la Gorongosa. Su pintura cargada de un expresionismo lírico busca en el viaje unos interesantes y virginales argumentos para llevar al lienzo. Nada cambia en su lenguaje salvo las novedades que le ofrecen unas tierras y unas gentes que se abren frente al artista con la novedad de lo desconocido. Grandes formatos donde el pintor define los temas con una jugosa y selectiva materia de densa pincelada con la espátula en la definición del espacio y unas veladuras que enriquecen las tonalidades. La materia adquiere el máximo protagonismo expresivo. Mercado de Luanda, Camino de la Gorongosa, Porto Amelia, la pintura de Molina Sánchez llega a su plenitud. Tonos verdes en una extensa gama de tonalidades frías, salpicadas de dorados, pardos y carmines que edulcoran el espacio pictórico. Molina Sánchez, como hiciera Gauguin, parece como si quisiera volver al primitivismo de una nueva cultura. Sin embargo el viaje no ha cambiado su lenguaje, acaso le ha hecho más libre, y sus personajes, basados en la realidad de sus 10. Páez Burruezo M. Molina Sánchez: Africa como argumento, en Molina Sánchez, periodo de África, C.A.M., Murcia, 2004.

experiencias, son una hermosa lección10. Los años setenta representan la plena consolidación de la pintura de Molina Sánchez. La década la inicia con una exposición en la galería Edaf. Su pintura la define Manuel Vicent, Los temas son derivaciones secundarias de la luz. Esa inspiración del color parece producirse bajo dos tensiones: La sensación y el impulso. Los impulsos se traducen en pinceladas

11. Vicent, Manuel. Arte. Molina Sánchez: el germen del color, Madrid, 21-II-1970.

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concretas y las sensaciones en manchas11. La sala Libros, Camarote Granados, Sur, Illescas, Ribalta, Foro, cuelgan la obra de Molina Sánchez. A la pregunta ¿Qué intenta usted hacer

cuando pinta? Contesta: –Pintar. Yo pinto y el cuadro es quien me dice lo que tengo que hacer. Es un ser vivo; el cuadro comienza a vivir, y como ser vivo tiene sus exigencias12. 12. Juan Antonio. Molina Sánchez… Alerta. Santander, 18-IX-1971. 13. Seis laureles concedió ayer la Asociación de la Prensa de Murcia, La Verdad, Murcia, 1-II-1972; Molina Sánchez, Hoja del Lunes, Murcia, 31-I-1972; Molina Sánchez, primer premio Chys, La Verdad, Murcia, 11-I-1970. 14. Molina, Cayetano. Ha sido inaugurada con óleos de Molina Sánchez, Línea, Murcia, 7-X-1973. 15. Soler, P. Molina Sánchez, en Chys, La Verdad, Murcia, 3-III-1974. Molina Cayetano, Molina Sánchez, en Chys, Línea, Murcia, 3-III-1974. Valcárcel, C. Molina Sánchez, en uno de los momentos más felices de su pintura, Hoja del Lunes, Murcia, 4-III-1974.

En Murcia se le reconocen sus éxitos. En 1972 es Laurel de Bellas Artes y anteriormente se le ha concedido el premio Chys13. El Lorca inaugura una nueva galería, Thais14 y en Murcia expone al año siguiente15. El gran muñeco, El callejón, Primera lectura, Todo está escrito, Pepito en su silla, Menina en grises, y una serie de retratos inventados sobre los músicos preferidos del pintor son pinturas de este período. Hay en Molina Sánchez un entusiasmo por la música, un melómano empedernido, que se manifiesta en su pintura. Unos ritmos que marcan su libre pincelada en una armonía general donde reina su instinto y el respeto a la euritmia de la evolución del propio cuadro. Cayetano Molina, crítico de Línea recuerda en 1970 el comentario de Moreno Galván, en el Alcázar. Si algo caracteriza sustancialmente a la obra /de Molina Sánchez/ es la facultad de haber aceptado y asimilado perfectamente todos los problemas fundamentales que ha planteado el arte moderno, sin que por ello haya perdido en ningún

16. Molina, Cayetano. El arte de Molina Sánchez cuenta verdaderamente dentro y fuera de España, Línea, Murcia, enero, 1970.

momento, una raíz barroca originaria.16 En los años ochenta Molina Sánchez mantiene su intensa actividad, exposiciones en todos los puntos de España y recoge los frutos, como los cultivados en su huerto, de su larga trayectoria artística. En 1981 realiza una colección de gran formato sobre el tema de los ángeles. Un asunto que desde que realizara el tema de Jacob y el ángel en su primera muestra, ha sido una constante temática en su obra. Angeles humanizados, mujeres angelicales, una iconografía idealizante, pretexto para el ritmo de la pincelada y espacio para disfrutar de la materia. Mis ángeles –diría Molina Sánchez– son seres humanos que

17. La Verdad, Murcia 18-IV-1976.

quieren separarse de la bestia.17 Expone en el Museo Municipal de Santander, en el Centro Arte Palacio Almudí, una retrospectiva en el marco de Contraparada, prologada por Julián Gállego, y en la sala Verónicas de la Comunidad Autónoma de Murcia. El dibujo de Molina Sánchez, precisión en el plano de la volumetría, línea cerrada de contorno, se libera, sigue los mecanismos de la fantasía, pierde la subordinada función para protagonizar tanto en solitario como en paridad con la materia una nueva manera, donde la figura es leiv motiv, aunque a veces sean incorpóreos llenos de corporeidad sus personajes y la pasta sea pura delectación plástica. En sus dibujos, la tinta y la aguada 73

se refuerzan con la arbitrariedad expresiva de la mancha. Siempre hay en el artista una 18. Véase de Páez Burruezo, M. El dibujo, máxima expresión, en Molina Sánchez, período 1955-1965 Murcia, 1996.

cuidadosa utilización del azar como componente estético18. Sus últimas exposiciones retrospectivas, en el Almudí (1995), en la sala de san Esteban (2002) y en la C.A.M. (2004) han recordado la larga trayectoria de un artista, que aún hoy sigue en su huerto de Salabosque enfrentándose, ahora, en los días soleados, con su paleta y sus telas, con toda la fuerza de una pincelada expresiva, firme y comunicativa, con todo el bagaje de un gran pintor y los valores de su humano vivir.

19. Texto para el Homenaje a José Antonio Molina Sánchez, Murcia, C.A.M., 2005.

Gracias por el importante legado que representa tu pintura, maestro19.

Cronología

1918. Nace en Murcia. 1934. Expone por primera vez en una colectiva en el pabellón del Parque de Ruiz Hidalgo. 1935. Con decidido desparpajo inicia su andadura de ilustrador y caricaturista en El Liberal. La Contienda le llevará a Servicios Auxiliares, donde conoce al poeta Cano Pato. Acude, como muchos jóvenes, a pintar al estudio de Garay. 1942. Molina Sánchez se instala en Madrid. Colabora con ilustraciones en La Estafeta Literaria, Vértice, Garcilaso, entre otras. 1945. Expone en una colectiva, Facetas del Arte Moderno Español en la Galería Buchholz. En este mismo año, Molina Sánchez es invitado a colgar una individual en el Ateneo de Santander. Más tarde llega a Madrid e inaugura en la Galería Biosca una obra de gran interés en su trayectoria. 1949. Regresa a Lisboa. Participa en la tertulia de un grupo de intelectuales, músicos y artistas. Es asiduo a la Sala Machado donde actúa Amalia Rodríguez, y contertulio en el Café Brasileira. Expone en Oporto, Coimbra, Évora y Madeira y recibe, en la Exposición Internacional de Arte Moderno, el Premio Francisco de Holanda. 1950. Regresa a España. En la Exposición Nacional de Bellas Artes, tres murcianos exhiben su obra: Planes, Juan González Moreno y Molina Sánchez. 1952. Contrae matrimonio y fija definitivamente su residencia en Madrid. Es el tiempo de las exposiciones en Estrasburgo, de la Sala Alfil, del Ateneo de Madrid, de la Sala Libros y de la Sala Abril. 1956. Concurre a las colectivas Picasso y El Arte Actual Hispanoamericano.

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El espaldarazo definitivo internacional le viene al pintor con su participación en la XXVIII Bienal de Venecia y pocos años después en la Bienal de Alejandría, donde obtiene, en pintura, una medalla de bronce. En estos años, Molina Sánchez es una de las personalidades más interesantes y representativas de la Nueva Figuración. 1957. Es Tercera Medalla de Pintura en la Nacional de Bellas Artes. 1960, 1962 y 1963. Tercera, Segunda y Primera Medalla de Dibujo en la Nacional de Bellas Artes. 1963. Se le otorga la Palma de Oro en la Muestra de Artistas del Sureste y Espiga de Plata y Oro en el Certamen Internacional de Arte en Albacete. La exposición en la Galería Quixote de Madrid, la sala más interesante del momento, recibe el reconocimiento unánime de la crítica. 1965. Viaja al continente africano. La pintura de Molina Sánchez llega a su plenitud. 1970. Expone en la Sala Libros, Camarote Granados, Sur, Illescas, Ribalta, Foro. Se le concede el Premio Chys. 1972. Es Laurel de Bellas Artes y, anteriormente, en Lorca, inaugura una nueva galería, Thais, y en Murcia expone al año siguiente. 1980. Mantiene su intensa actividad, exposiciones en todos los puntos de España y recoge los frutos, como los cultivados en su huerto, de su larga trayectoria artística. 1981. Realiza una colección de gran formato sobre el tema de los ángeles. Expone en el Museo Municipal de Santander. En el Centro de Arte Palacio Almudí, una retrospectiva en el marco de Contraparada, prologada por Julián Gállego y en la Sala Verónicas de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. 1995. Exposición retrospectiva en el Centro de Arte Palacio Almudí de Murcia. 2002. Exposición en la Sala de San Esteban de Murcia. 2004. Exposición Periodo de África en la Sala CAM de Murcia. 2005. La Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca le homenajea como Académico de Honor. 2008. La Comunidad Autónoma de la Región de Murcia le otorga el Premio de las Artes y las Letras.

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