ADMINISTRACION PARA EL COMERCIO INTERNACIONAL S3_ME_2 LA LEY RICARDIANA DE LA VENTAJA COMPARATIVA

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LA LEY RICARDIANA DE LA VENTAJA COMPARATIVA

Incluso los críticos más hostiles del sistema ricardiano han concedido que David Ricardo al menos hizo una contribución vital al pensamiento económico y la defensa de la libertad de comercio: la ley de la ventaja comparativa. Al destacar la gran importancia de la interacción voluntaria de la división internacional del trabajo, los librecambistas del siglo XVIII, incluyendo a Adam Smith, basaron sus doctrinas en la ley de la “ventaja absoluta”. Es decir, que los países deberían especializarse en lo que sean más eficientes y luego intercambiar esos productos, pues en ese casos e beneficiarán las personas en ambos países. Es un caso relativamente fácil de argumentar. Hace falta poca persuasión para darse cuenta de que Estados Unidos no debería dedicarse a cultivar plátanos (o, por decirlo en términos simples de microeconomía, las personas y empresas de Estados Unidos no deberían preocuparse por hacerlo), sino más bien producir otra cosa (por ejemplo, trigo, bienes manufacturados) e intercambiarla por plátanos cultivados en Honduras. A pesar de todo, hay unos pocos cultivadores de plátanos en EEUU que reclaman un arancel protector. ¿Pero qué pasa si el caso no es clarísimo y las empresas de acero y semiconductores reclaman esa protección? La ley de la ventaja comparativa se ocupa de esos casos difíciles y es por tanto indispensable para la defensa del libre comercio. Demuestra que incluso si, por ejemplo, el País A es más eficiente que el País B produciendo ambos productos X e Y, merecerá la pena al País A especializarse en producir X, en lo que el mejor produciendo, y comprar todo el producto Y a B, aunque es mejor produciéndolo pero no tiene tan gran ventaja comparativa como fabricando el producto X. En otras palabras, cada país debería producir no solo aquello en lo que tenga una ventaja absoluta en producir, sino en lo que es mejor, o al menos en lo que no es peor, es decir, en lo que tenga una ventaja comparativa en producir.

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Así que si el gobierno del País A impone un arancel proteccionista a la importaciones del producto Y mantiene por la fuerza un sector que fabrique dicho producto, este privilegio especial dañaría a los consumidores en el País A además de dañar evidentemente a la gente en el País B. Pues el País A, así como para el resto del mundo, pierde la ventaja de especializarse en la producción de aquello en lo que es mejor, ya que muchos de sus recursos escasos se ligan obligatoria e ineficientemente a la producción del producto Y. La ley de la ventaja comparativa destaca el importante hecho de que un arancel proteccionista en el País A produce daños a los sectores eficientes y a los consumidores en ese país, así como en el País B y el resto del mundo. Otra implicación de la ley de la ventaja comparativa es que ningún país o región de la tierra quedaría fuera de la división internacional del trabajo bajo el libre comercio. Pues la ley significa que incluso si un país está en tan mal estado que no tiene ninguna ventaja absoluta en producir nada, sigue mereciendo la pena a sus socios comerciales, los pueblos de otros países, permitirle producir aquello en lo que sea menos malo. De esta manera, los ciudadanos de todos los países se benefician del comercio internacional. Ningún país es tan pobre o ineficiente como para quedar fuera del comercio internacional y todos se benefician de que los países se especialicen en lo que son mejores o menos malos: en otras palabras, en aquello en lo que tengan una ventaja comparativa. Hasta hace poco, se creía universalmente por parte de los historiadores del pensamiento económico que David Ricardo expuso la ley de la ventaja comparativa en sus Principios de economía política en 1817. Investigaciones recientes del Profesor Thweatt han demostrado, no solo que Ricardo no originó esta ley, sino que no la entendió y le interesó poco y que no desempeñó ningún papel en su sistema. Ricardo dedicó solo unos pocos párrafos a la ley en sus Principios, la explicación era mínima y no estaba relacionada con el resto de la obra ni el resto de su explicación del comercio internacional. El descubrimiento de la ley de la ventaja comparativa se produjo muchísimo antes. El problema del comercio internacional entró en la conciencia pública en Gran Bretaña cuando Napoleón impuso sus decretos de Berlín en 1806, ordenando el bloqueo de todo el comercio con el continente europeo a su enemigo Inglaterra. Inmediatamente, el joven William Spence (1783– 1860), un fisiócrata e infraconsumista inglés que detestaba la industria, publicó su Britain Independent of Commerce en 1807, aconsejando a los ingleses que no se preocuparan por el

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bloqueo, ya que solo la agricultura era económicamente importante y si los terratenientes ingleses solo gastaran sus ingresos en consumo todo iría bien. El tratado de Spence desató una tormenta de controversias, estimulados obras tempranas de dos notables economistas británicos. Uno fue James Mill, que reseñó críticamente la obra de Spence en la Eclectic Review de diciembre de 1807 y luego extendió el artículo a su libro Commerce Defended, del año siguiente. En una refutación a Spence, Mill atacaba las falacias del infraconsumismo trayendo a Inglaterra la ley de Say. La otra obra era el primer libro del joven Robert Torrens (1780–1864), un oficial anglo-irlandés de la infantería de marina en su The Economists Refuted (1808).# Desde hace mucho se sostiene que Torrens enunció por primera vez la ley de la ventaja comparativa y que luego, como dijo Schumpeter, mientras que Torrens “bautizó el teorema”, Ricardo “lo desarrolló y luchó victoriosamente por él”. Sin embargo, resulta que este punto de vista estándar es erróneo tanto en sus partes cruciales, es decir, Torrens no bautizó la ley y Ricardo apenas la elaboró y luchó por ella. Pues, primero, James Mill tenía una presentación mucho mejor de la ley (aunque estaba lejos de estar completa) en su Commerce Defended de la que hizo Torrens más tarde ese mismo año. Además, en su tratamiento, Torrrens, y no Mill, cometió varios errores importantes. Primero, afirmaba que el comercio rinde mayores beneficios a una nación que importa bienes duraderos y necesarios, frente a los perecederos o lujosos. Segundo, afirmaba asimismo que los beneficios del comercio interior son más permanentes que los del comercio exterior y también que todos los beneficios del comercio interior quedan en casa, mientras que parte de los beneficios del comercio exterior se extraen en beneficio de los extranjeros. Y finalmente, siguiendo a Smith y anticipándose a Marx y Lenin, Torrens aseguraba que el comercio exterior, al extender la división del trabajo, crea una plusvalía sobre los requisitos interiores que debe luego “ventilarse” en exportaciones extranjeras. Seis años después, James Mill volvió a adelantarse a Robert Torrens al presentar los rudimentos de la ley de la ventaja comparativa. En el número de julio de 1814 de la Eclectic Review, Mill defendía el libre comercio frente al apoyo de Malthus a las Leyes del Grano en sus Observaciones. Mill apuntaba que el trabajo nacional, al dedicarse al comercio exterior, producirá más comprando productos importados que produciendo por sí mismo todos los bienes. La explicación de Mill se repetía en buena parte por Torrens en su Essay on the External Página 3 de 13

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Corn Trade, publicado en febrero del siguiente año. Además, en esta obra Torrens alababa explícitamente el ensayo de Mill. Entretanto, en el mismo preciso momento en que este fermento de los costes comparativos estaba teniendo lugar entre sus amigos y colegas, David Ricardo no mostraba interés alguno por esta importante línea de pensamiento. Es verdad que Ricardo secundó el ataque de su mentor Mill al apoyo de Malthus de las Leyes del Grano, en su Essay on… Profits, publicado en febrero de 1815. Pero la línea argumental de Ricardo era exclusivamente “ricardiana”, es decir, su basaba solamente en el distintivo sistema ricardiano. De hecho, Ricardo no mostró ningún interés por el libre comercio en general o en los argumentos de su defensa: su razonamiento solo se dedicaba a la importancia de rebajar o abolir los aranceles al grano. Esta conclusión, como hemos señalado, se deduce del distintivo sistema ricardiano, que iba a establecerse completamente dos años después en sus Principios. Para Ricardo, la clave del ahogamiento del crecimiento económico en cualquier país, y especialmente en la desarrollada Gran Bretaña, era la “escasez de tierra”, la idea de que se estaban usando en Gran Bretaña tierras cada vez más pobres. Por consiguiente, el coste de subsistencia se iba incrementando y por tanto el salario prevaleciente en dinero (que debe ser la subsistencia) debe de incrementarse asimismo. Pero este inevitable aumento secular de los salarios debe rebajar los beneficios en la agricultura, lo que a su vez rebaja todos los beneficios. De esta forma, la acumulación de capital se baja dificultando cada vez más, para acabar desapareciendo. Rebajar o abolir los aranceles del grano (u otro alimento) era, para Ricardo, una forma ideal de posponer la condena inevitable. Al importar grano del extranjero, se retrasaba la decreciente fertilidad del terreno agrícola. El coste del grano, y por tanto de la subsistencia, caerían abruptamente y por tanto los salarios monetarios caerían pari passu, aumentando así los beneficios y estimulando la inversión de capital y el crecimiento económico. No hay ningún indicio de esta explicación de la doctrina del coste comparativo o algo similar. ¿Pero qué hay del Ricardo maduro, el Ricardo de los Principios? Repito que, excepto los tres párrafos sobre ventaja comparativa, Ricardo no muestra interés por ella y en su lugar repite el argumento del sistema ricardiano para rechazar las Leyes del Grano. En realidad, su explicación en el resto del capítulo sobre comercio internacional se expresa en los términos de la teoría smithiana de la ventaja absoluta en lugar de la ventaja comparativa que se encuentra en Torrens y especialmente en Mill.

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Además, los tres párrafos sobre ventaja comparativa no solo están escritos descuidadamente y son confusos: son el único testimonio, aunque sea breve, de que Ricardo escribió alguna vez acerca de la ventaja comparativa. De hecho, fue su única mención de esta doctrina. Incluso la repentina referencia de Ricardo a Portugal y su absurda hipótesis de que los portugueses tenían una ventaja absoluta sobre Gran Bretaña en la producción de telas parece indicar su falta de interés serio por la teoría del coste comparativo. Además, las opiniones de Ricardo sobre el comercio exterior en los Principios no recibieron casi ningún comentario en su momento: los escritores se concentraron en su teoría del valor trabajo y su opinión de que los salarios y beneficios siempre se mueven inversamente, siendo los primeros los que determinan los segundos. Si Ricardo no tenía ningún interés en la teoría de la ventaja comparativa y nunca escribió sobre ella excepto en este único pasaje en los Principios, ¿qué hacía entonces en los Principios? La convincente hipótesis del Profesor Thweatt es que la ley fue incluida en los Principios por el mentor de Ricardo, James Mill, de quien sabemos que escribió el borrador original, así como otras revisiones, de muyas partes de la obra maestra de Ricardo. También sabemos que Mill impulsó a Ricardo a incluir una explicación de los ratios de los costes comparativos. Como hemos visto, Mill originó la doctrina del coste comparativo y se anticipó en su desarrollo ocho años después. No solo eso: mientras que Ricardo abandonó la teoría tan pronto como la enunció en los Principios, Mill desarrolló completamente el análisis de la ventaja comparativa aún más, primero en su artículo sobre “Colonias” para la Enciclopedia Británica (1818) y luego en su libro de texto, The Elements of Political Economy (1821). De nuevo Robert Torrens siguió a Mill, repitiendo su explicación sin ninguna idea adicional en 1827, en la cuarta edición de su Essay on the External Corn Trade, de 1815. Entretanto, George Grote, un devoto discípulo de Mill, escribió en 1819 un importante ensayo inédito estableciendo la visión de Mill sobre la ventaja comparativa. Y así, de nuevo, James Mill, por la fuerza de su mente, así como su carisma personal,. Fue capaz de incluir un análisis original propio en el “sistema ricardiano”. Es verdad que Mill era en cuerpo y alma tan fan del sistema ricardiano como el propio Ricardo, pero Mill era un hombre con mucha mayor amplitud de miras y erudición que su amigo y estaba interesado en muchos más aspectos de las disciplinas de la acción humana. Parece posible que Página 5 de 13

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Mill, el inveterado discípulo y número 2, fuera el número 1 mucho más a menudo de lo que nadie haya sospechado. EL LIBERALISMO ECONÓMICO ADAMS SMITH LIBERALISMO POLÍTICO El inicio del liberalismo económico está en su lucha contra el sistema económico político absolutista. Con su habitual agudeza Voltaire reivindica la virtud del empresario contra la nobleza ociosa en estos términos: «el negociante oye hablar tan a menudo con desprecio de su profesión que es lo suficientemente tonto como para enrojecer de ella. No sé, empero, quién es más útil a un Estado, un señor bien empolvado que precisamente a qué hora el rey se levanta, a qué hora se acuesta, y que se da aire de grandeza haciendo el papel de esclavo en la antecámara de un ministro, o un negocio que enriquece a su país, desde su despacho dando órdenes a Surate y al Cairo contribuye a la felicidad del mundo.» También tuvieron que luchar contra las teorías mercantilistas que defendían regulación de la economía por el Estado. La libertad económica tiene su base en el conocimiento de la realidad que sólo los empresarios y comerciantes tienen. Durante la primera fase de la Revolución Industrial el liberalismo político define un modelo de Estado; una teoría similar trata de definir un modelo de economía. Se considera a Adam Smith (imagen) , con su obra La riqueza de las naciones (1776), como el fundador del liberalismo económico y el iniciador del período de los llamados economistas clásicos. El propósito de Smith, como el de los fisiócratas y los mercantilistas, era descubrir el procedimiento de enriquecer al Estado, como demuestra su título, pero llega al convencimiento de que es condición previa el enriquecimiento de los individuos, y éste es el meollo de su obra: “Cuando uno trabaja para sí mismo sirve a la sociedad con más eficacia que si trabaja para el interés social”, es su axioma de la armonía entre el interés particular y el general. Adam Smith es el gran panegirista de la libertad económica; para él es inútil la intervención del Estado, que habían predicado los mercantilistas; el orden se establece por sí mismo, por el juego de la oferta y la demanda. Si un producto es solicitado sube el precio y se favorece su elaboración, con lo que todo vendedor es retribuido según la importancia de los servicios que presta; la actividad concurrente garantiza el orden, la justicia y el progreso de la sociedad.

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La llamada doctrina del laissez faire llena una etapa del pensamiento y de la actividad económica. En su base se esconde una glorificación de la libertad: el mercado se regula por libre concurrencia, el trabajador elige libremente su trabajo, la mano de obra se desplaza libremente, el contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y obreros. El papel del Estado se reduce a defender la libertad de una actividad económica autónoma de cualquier regulación política. Los críticos de la escuela clásica distinguieron, como Sismondi, entre la libertad teórica y la real, que suponía igualdad.

Laissez faire («dejar hacer, dejar pasar») Una característica del liberalismo económico es la que indica al Estado que debe «dejar hacer, dejar pasar» es decir no intervenir. El mayor abanderado de esta idea m Bentharn: «el gobierno no puede hacer nada más que lo que podría hacer para aumentar el deseo de comer y de beber. Su intervención es perfectamente inútil.»” y agrega: «Los impuestos no deben tener otro objeto que su objeto directo: el de producir una renta disminuyendo el gravamen tanto cuanto sea posible. Cuando se quiere hacerlos servir como medios indirectos del estímulo o de restricción para tal o cual especie de industria, el gobierno, como lo hemos visto ya, no consigue más que desviar el curso natural del comercio y dar la dirección menos ventajosa a los negocios.» ¿Cómo es que esta libertad económica absoluta puede regular la economía de una Nación? Mediante la ley de la oferta y la demanda que los liberales clásicos consideran una ley natural, como la que regula el ciclo de las estaciones o la ley de la gravedad. Cuando un producto es demandado por la gente en cantidades superiores a las existentes el precio sube. Al subir algunos compradores se retraen y destinan su dinero a otros productos. Al ver esos precios más altos, los poseedores del capital invierten en producir esa mercadería que ahora se ha vuelto muy rentable y por su competencia hacen que el precio baje. De esa manera la ley de la oferta y la demanda no sólo regula el precio de las mercaderías sino que reasigna el uso de los capitales y la mano de obra a aquellos que más demandan los consumidores Cuando el Estado interviene fijando el precio de un producto, o colocando impuestos diferenciales a determinadas mercadería, destruye ese equilibrio natural y determinados productos sobrarán y otros escasearán. Cada vez que se fijan precios máximos, se produce desabastecimiento. Las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, son la mano invisible que rige el mundo económico y a la larga equilibran la producción y el consumo de los diversos artículos. Toda barrera artificial, incluso entre las naciones, que dificulte las leyes de mercado, debe ser abolida; se postula el incremento del comercio internacional, principio que casa perfectamente con las necesidades de las potencias industriales. Página 7 de 13

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Para decirlo en términos más modernos, el Estado se debería limitar a mantener el orden y hacer cumplir los contratos que las partes firmen libremente. Todo lo demás debería quedar librado a las leyes de la economía. Cada individuo deberá trabajar y ahorrar para educar a sus hijos, para enfrentar enfermedades y accidentes, y para mantenerse en la vejez y la invalidez. Se considera factor imprescindible del desarrollo la acumulación de capital, al que se exalta como rector y benefactor de la sociedad. Adam Smith escribe: “La industriosidad de la sociedad sólo puede aumentar en proporción al aumento de su capital”. De esta forma la doctrina del beneficio ilimitado queda canonizada. El pensamiento liberal centra su preocupación en la trilogía ganancia, ahorro, capital. El interés individual y el social coinciden siempre, asegura Adam Smith; más lejos llega Malthus cuando condena la asistencia a los desvalidos por ser perjudicial para la sociedad; la felicidad general no sería posible “si el principio motor de la conducta fuera la benevolencia”. La ideología del liberalismo económico favoreció el proceso de industrialización, la creación de mercados mundiales, la acumulación de capitales, el surgimiento de empresas gigantescas, dimensiones todas que se reflejan en la segunda fase de la Revolución Industrial; pero separó la ética de la economía y se despreocupó de los problemas sociales de la industrialización. Individualismo Económico: Cada individuo en particular pone todo su cuidado en buscar el medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad en común: pero estos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación suya, el empleo más útil a la sociedad como tal (…). Todo sistema de preferencia extraordinaria o de restricción, se debe mirar como proscrito, para que de su propio movimiento se establezca el simple y obvio de la libertad labrantil, mercantil y manufacturante. Todo hombre, con tal que no viole las leyes de la justicia, debe quedar perfectamente libre para abrazar el medio que mejor le parezca para buscar su modo de vivir y sus intereses; y que puedan salir sus producciones a competir con las de cualquier otro individuo de la naturaleza humana.

ADAM SMITH: La riqueza de las naciones (1776) Adam Smith: El gran economista nació en una pequeña ciudad pesquera próxima a Edimburgo. Estudió en las Universidades de Glasgow y Oxford y fue catedrático de Glasgow y tutor, en Página 8 de 13

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Francia, del duque de Buccleuch. En 1776 se publicó su obra más importante: La riqueza de las naciones. De esta obra magna se han destacado tres cosas: la abundancia de sus datos económicos, reunidos a lo largo de muchos años de lecturas; el esfuerzo por interpretar esos datos, presentando la naturaleza del proceso económico en términos de competitividad y mercado; la severa crítica del gobierno y la sociedad, abogando por cambios que permitieran el progreso de las naciones. Su influencia sobre el pensamiento económico posterior ha sido gigantesca.

Ideas Básicas del Liberalismo Económico: Para los fisiócratas el origen de la riqueza de un estado es la tierra y su explotación, para los mercantilistas el origen de la riqueza en la exportación (venta) de su producción y la acumulación de capital y para los liberales el origen de la riqueza es el trabajo. Afirma que el hombre busca el reconocimiento social, y que además es un ser ambicioso y egoísta, que desea crecer y progresar para lograr un bienestar. Pero no puede lograrlo individualmente por lo que se relaciona socialmente tratando de obtener mercancías que algunos de sus semejantes ya poseen. Para ello agudiza su ingenio y usa su talento y conocimiento para producir otras mercancías que a otros les puede interesar y así poder intercambiarlas o venderlas. Nace de esta manera el mercado comercial. Para producir esas mercancías debe trabajar, por lo tanto el origen del progreso económico es el trabajo. Debe fabricar gran cantidad de esos productos para obtener mayores ganancias y de esta manera deber organizar el trabajo, lo que obliga a la eficiencia y productividad. El salario es lo que paga a un obrero por su trabajo y la ganancia es lo que obtiene de la venta de los productos fabricados. La cantidad de trabajo que se emplea para producir un producto es el precio natural o el precio mismo. La ley de oferta y demanda determina el precio efectivo de ese producto. El mercado se auto-regula de forma transparente, es “como una mano invisible” que va acomodando los precios de las mercancías en venta. La acumulación de esa ganancia es el motor del capitalismo que lleva al progreso de la sociedad. Buscando el propio bienestar va construyendo una sociedad mejor. Página 9 de 13

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Para que el sistema funcione es fundamental que la sociedad esté ordenada y en armonía y el Estado debe garantizar ese orden mediante una Constitución. El Estado no debe intervenir en la economía, “dejar hacer, dejar pasar”, producir y exportar sin barreras y regulaciones.

Algo Más Sobre Adam Smith - Historia de La Economía Que el hombre más famoso de la historia de la ciencia económica. Nació en 1723 en una pequeña ciudad llamada Kirkcaldy, puerto ubicado frente a Edimburgo, la capital de Escocia. Su padre era un agente de aduanas. Asistió a la Universidad de Glasgow y luego a Oxford, para retornar a la primera, esta vez como profesor. Aquí publicó, en 1759, un libro titulado “Teoría de los sentimientos morales”, en el que ya se vislumbra su inclinación por la economía. En 1763 aceptó la interesante oferta -tanto desde el punto de vista profesional como de sus ingresos- de dirigir los estudios del joven duque de Buccleuch. Además de ser su tutor, debía acompañarlo en sus viajes por Europa, lo que le permitió visitar en Ginebra a Voltaire y en París a diversas personalidades, entre otros a Quesnay y Turgot. Su gran tratado “Investigación sobre la ‘naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” se publicó en 1776. Su primera edición se vendió en seguida, pero sus puntos de vista se fueron imponiendo lentamente. Pasaron ocho años antes de que fuera citado en el Parlamento. El primero que lo hizo (Charles James Fox) luego reconoció no haberlo leído nunca. El libro cubre muy diversos campos, pero quizá su contribución más importante haya sido la destructiva crítica que hizo al mercantilismo, que representaba la intervención del gobierno en todos los campos de la economía. La lucha final en Gran Bretaña por liberar el comercio de sus trabas comenzó en 1820, cuando los comerciantes de Londres presentaron al Parlamento un memorial en el que citaban con frecuencia a Adam Smith. Era famoso por sus distracciones. Un día salió al jardín en su bata de dormir, pero sumido en sus pensamientos caminó varios kilómetros antes de darse cuenta de lo inapropiado de su vestimenta. Al final de su vida tuvo la satisfacción de recoger honores y respeto. Fue elegido rector de su vieja Universidad de Glasgow y luego inspector de aduanas de Edimburgo. Vio su libro “Riqueza de las naciones” traducido al dinamarqués, francés, alemán, italiano y español. Murió soltero en Edimburgo en 1790. Página 10 de 13

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El Modelo Heckscher-Ohlin - Conceptos Económicos, Jurídicos y Sociales

El modelo Heckscher-Ohlin predice que si un país tiene una abundancia relativa de un factor (trabajo o capital), tendrá una ventaja comparativa y competitiva en aquellos bienes que requieran una mayor cantidad de ese factor, o sea que los países tienden a exportar los bienes que son intensivos en los factores con que están abundantemente dotados. Al mencionado modelo también se le conoce como la teoría de las proporciones factoriales.

La teoría Heckscher-Ohlin se basa en los siguientes supuestos:           

Hay dos naciones (la nación 1 y la nación 2), dos mercancías (la “X” y la “Y”) y dos factores de producción (trabajo y capital). Ambas naciones se sirven de la misma tecnología en la producción. La mercancía “X” es intensiva en trabajo y la mercancía “Y” es intensiva en capital, en ambas naciones. Ambas mercancías se producen con rendimientos constantes a escala en ambas naciones. Hay especialización incompleta de la producción en ambas naciones. Las preferencias son iguales en ambas naciones. Hay competencia perfecta en los mercados de mercancías y de factores en las dos naciones. Hay movilidad perfecta de factores dentro de cada nación, más no hay movilidad internacional de factores. No hay costos de transporte, aranceles ni otras obstrucciones al libre flujo del comercio internacional. Todos los recursos se emplean por completo en ambas naciones. El comercio internacional entre las dos naciones está equilibrado.

La teoría Heckscher-Ohlin (H-O) usualmente se presenta en forma de dos teoremas (Salvatore 1999): -Teorema

H-O

(que

trata

y

predice

el

patrón

de

comercio). Página 11 de 13

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-Teorema de igualación en los precios de los factores que aborda el efecto del comercio internacional sobre los precios de los factores.

El teorema Heckscher-Ohlin (H-O) nos dice que una nación exportará la mercancía cuya producción requiera el uso intensivo del factor relativamente abundante y barato, e importará la mercancía cuya producción requiera de uso intensivo del factor relativamente escaso y caro, en otras palabras, la nación relativamente rica en trabajo exporta la mercancía relativamente intensiva en trabajo, e importa la mercancía relativamente intensiva en capital. Debido a que la teoría pone de relieve la interacción entre las proporciones en las que los diferentes factores están disponibles en diferentes países, y la proporción en que son utilizados para producir diferentes bienes, también se le conoce como teoría de las proporciones factoriales.

El teorema de igualación de los precios de los factores, se le conoce también como teorema Heckscher-Ohlin-Samuelson (H-O-S), debido a que Paul Samuelson (Premio Nobel de Economía en 1976) fue quién comprobó rigurosamente este teorema de igualación de los precios de los factores. El teorema de igualación de los precios de los factores, nos dice que el comercio internacional dará lugar a la igualación en las renumeraciones relativas y absolutas a los factores homogéneos a través de las naciones. La igualación absoluta de los precios de los factores significa que el libre comercio internacional también iguala los salarios reales para el mismo tipo de trabajo en las dos naciones, así como la tasa real de interés para el mismo tipo de capital en ambas naciones. En la realidad, la igualación de los precios de los factores no se observa a causa de enormes diferencias de recursos, barreras comerciales y diferencias internacionales en tecnología. La primera prueba empírica del modelo H-O fue llevada a cabo por Wassily Leontief (Premio Nobel de Economía 1973) con datos de la matriz insumo-producto de 1947 de los Estados Unidos. Leontief descubrió que los bienes que compiten con las importaciones de Estados Unidos eran cerca de 30 por ciento más intensivas en capital que las exportaciones de ese mismo país. Puesto que los Estados Unidos son la nación con mayor abundancia de K, este resultado era lo opuesto de lo que pronosticaba el modelo H-O, y se denominó paradoja de Leontief. Página 12 de 13

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Fuentes Bibliográficas: García Sordo, Juan.(2007)Marketing Internacional. México: MC Graw Hill.

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