BELLA DE JUAN RUIZ TENÍA LOS OJOS

L A B E L L A D E J U A N R U I Z TENÍA L O S O J O S DE HURÍ Gustavo Adolfo Bécquer, con su galantería legendaria, consuela a u n a muchacha que dio

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Los renglones torcidos de Dios TORCUATO LUCA DE TENA
Los renglones torcidos de Dios TORCUATO LUCA DE TENA CURRICULUM VITAE DE DON TORCUATO LUCA DE TENA BRUNET Títulos académicos Miembro de Número de l

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L A B E L L A D E J U A N R U I Z TENÍA L O S O J O S DE HURÍ

Gustavo Adolfo Bécquer, con su galantería legendaria, consuela a u n a muchacha que dio en pensar que sus ojos verdes desmerecían su rostro agraciado: P o r q u e s o n n i ñ a , t u s ojos v e r d e s c o m o e l m a r , te q u e j a s ; verdes los tienen las náyades, verdes los t u v o M i n e r v a , y verdes son las pupilas de l a s hurís d e l p r o f e t a .

Se equivocaba Bécquer. Las huríes del paraíso musulmán n u n ca tuvieron los ojos verdes, que hubieran horrorizado de seguro a los seguidores del Profeta, tan poco proclives a los ojos claros . Pero no inculpemos de ignorancia estética al cortesísimo poeta andaluz, que no hacía otra cosa que aleccionar a su niña en el apre1

L o s ojos azules o verdes se suelen asociar e n l a literatura árabe a lo dem o n i a c o o grotesco. Todavía leemos e n los códices aljamiado-moriscos los últimos ecos de esta tradicional antipatía estética: en l a leyenda de A l e j a n d r o M a g n o el temible color azul se le atribuye a los ojos de l a gente de A m o a z ó n , m i e n t r a s que, en otra leyenda, se asegura que el día del J u i c i o , el justiciero A l i d a c h e l tornará al pecador, aunque sea blanco, en u n negro de ojos zarcos. ( C f . F . GUILLEN ROBLES, Leyenda de Alejandro Magno, I m p r e n t a del H o s p i c i o P r o v i n c i a l , Z a r a g o z a , 1888, p. 252; y Leyendas moriscas, I m p r e n t a y Fundición de M . T e l l o , M a d r i d , 1886, t. 3, p. 338). C l a r o que h a habido importantes excepciones a l a regla en las letras árabes: basta recordar c o n cuánto entusiasm o l a poesía culta de A l - A n d a l u s celebró los cabellos de oro y los ojos claros, característicos, de otra parte, de l a f a m i l i a o m e y a . S i n embargo, debemos a d m i t i r que lo hizo por excepción. E l rechazo generalizado de los ojos claros se perpetúa hasta el día de h o y en muchos países musulmanes: aún algunos m e r caderes de zoco actúan con recelo si el p r i m e r cliente de l a mañana tiene los ojos azules o verdes. 1

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ció de sus ojos marinos: es que el color de los ojos de las huríes ha resultado u n verdadero enigma para Occidente, que no ha sabido qué hacer — n i cómo traducir adecuadamente— el misterioso resplandor de las pupilas de las compañeras sempiternas de los musulmanes bienaventurados. Abrimos el L i b r o Revelado y encontramos que las azoras X L I V , 54 y L I I , 20 desmienten en seguida a nuestro entusiasta Bécquer al describirnos a las compañeras paradisíacas de los elegidos como " yjP^^ A b d u l l a h Y u s u f A l i ofrece la siguiente versión inglesa al pasaje coránico: se trata de compañeras que tienen "beautiful, big, lustrous e y e s " . Los ojos de las huríes resultan misteriosamente incoloros, una vez más, en la versión española del Corán de J u a n Vernet: " L o s casaremos con m u jeres de ojos rasgados, huríes"'*. Vernet, en lugar de aludir al resplandor de los ojos, incorpora el término con el cual se conocerán tanto en Oriente como en Occidente las hermosas vírgenes del Paraíso islámico poseedoras de esa mirada luminosa e incitante: huríes. Pero es que el término mismo de " h u r í " daría la pista a u n lector de árabe acerca del color real de las pupilas de las agraciadas féminas del trasmundo: se trata de ojos "resplandecientes" o "relucientes" justamente por el fuerte contraste que se establece entre el negro azabache de la pupila y el blanco purísimo de l a córnea. Eso es precisamente lo que significa la palabra hür ( ), de donde proviene el apelativo de hüriya ( ) y de hur ( ^ ) —hurí— aplicado como sobrenombre constante de las vírgenes del Paraíso . A . Y u s u f A l i elabora el sentido estético y espiritual del término: 2

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Hür i m p l i e s the f o l l o w i n g i d e a s : (1) p u r i t y ; p o s s i b l y the w o r d Hawwariyün, as a p p l i e d to the first d i s c i p l e s o f J e s ú s , is c o n n e c t e d w i t h t h i s r o o t ; (2) b e a u t y , e s p e c i a l l y o f eyes, w h e r e the i n t e n s e w h i t e of the eye b a l l s s t a n d s o u t a g a i n s t the i n t e n s e b l a c k o f the p u p i l , t h u s g i v i n g the a p p e a r a n c e o f l u s t r e , a n d i n t e n s e f e e l i n g , as o p p o s e d to d U L J . I J . l C ¿3 ¡5

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The Holy Qur'an, T e x t , T r a n s l a t i o n a n d C o m m e n t a r y by A . Y u s u f A l i , M c G r e g o r and W e r n e r , 1946, p p . 1352 y 1435. El Coran, t r a d . , i n t r o d . y notas de J . V e r n e t , P l a n e t a , B a r c e l o n a , 1963, p. 558. C f . Arabic-English Dictionary, ed. by J . M . C o w a n , Spoken Languages Services, Ithaca, N Y , 1976, p. 212. Ibid., p. 1352. 2

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Si dejamos a un lado las cualidades morales asociadas al térm i n o hür , encontramos en el comentario del estudioso las claves principales de la apariencia de este modelo estético de ojos: el contraste del blanco y el negro los hace parecer lustrosos o resplandecientes al que los mira. De ahí que muchas veces estos ojos de la hembra árabe paradigmática — t a n ajenos a la sensibilidad occidental— se traduzcan a las lenguas occidentales de manera aproximativa e imprecisa. Algunas veces el traductor nos indicará que se trata de ojos en los que contrastan fuertemente el blanco y el negro; otras, hará referencia simplemente al color negro de los ojos, y otras, los describirá como ojos " r e l u c i e n t e s " , o m i tiendo por lo general cualquier información acerca de su color específico. De ahí a imaginar que estos ojos incoloros debían ser verdes, como hizo Bécquer, no había más que u n paso: sólo a u n buen conocedor de la lengua y de la cultura estética árabes le sería dado el saber que el apelativo de "resplandecientes'' apuntaba hacia una mirada lustrosa por la intensa antítesis cromática con l a que estos ojos, enormes y rasgados, estaban agraciados. Pero los ojos de las huríes y de las féminas arquetípicas de los poetas árabes fueron indiscutiblemente negros y no verdes . E n un arrebato apasionado, un poeta anónimo cuyos versos usurpa el áeyj Nefzawl admite que: " S o m o s u n pueblo tan fuerte que podemos doblar el acero,/pero sin embargo sucumbimos a los grandes ojos n e g r o s " . (Por cierto que todavía se escucha en España un fandango que repite l a rendida celebración en términos parecidos: " n i los corregidores/tienen poderes/para los ojos negros/de las mujeres".) Negros también serían los ojos que celebra Ibn ' A r a b l , esta vez u n poeta místico, que, buen espiritual musulmán al fin, no se inhibe de celebrar la belleza humana en su Taryuman al-aswaq o Intérprete de los deseos. Las doncellas que evoca tienen rostros brillantes y asesinan de amor precisamente con sus ojos 6

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L a raíz árabe Mr, tiene, naturalmente, más sentidos. C o w a n apunta a otros como " d i s m i n u i r ; c a m b i a r ; modificar; b l a n q u e a r ; transformar; discut i r " , entre otros (id.). Sobre l a apariencia física de los personajes de l a literatura árabe y a l j a m i a d o - m o r i s c a , cf. m i ensayo " L a estética del cuerpo entre los moriscos del siglo x v i o de c ó m o l a minoría perseguida pierde su r o s t r o " , en A u g u s t i n R e d o n d o (ed.), Le corps dans la societé espagnole des xvi et xvii sueles, Publications de l a S o r b o n n e , 1990, pp. 335-348. The Glory of the Perfumed Garden. The Missing Flowers, N e v i l l e S p e a r m a n , L o n d o n , 1975, p. 200. E l traductor, que vierte el texto al inglés en u n a versión m u y profesional, sólo se firma " H . E . J . " , incómodo de seguro por el contenido erótico de l a obra de N e f z a w l . 6

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negros . R . A . Nicholson traduce acertadamente el pasaje árabe original " ^ 1¿. " (o/?. , p. 25) por "black eyes". Si fuéramos a traducir los versos con mayor exactitud, tendríamos que aludir a unos "ojos en los que contrasta el negro de l a pupila con el blanco de l a córnea", ya que, como dejamos dicho, eso es lo que implica la raíz hür que emplea Ibn ' A r a b l en su texto árabe original. Y ese es precisamente el contraste cromático que respeta Sir R i c h a r d Burton en su traducción inglesa del Jardín perfumado del Seyj Nefzawl. Cuando el erotólogo establece su ideal estético femenino, celebra la calidad de hür que deben tener, invariablemente, los ojos de su bella. B u r t o n , sabiendo que el término es difícil de traducir en las lenguas europeas, aclara su sentido literal: "she w i l l have eyebrows of Ethiopian blackness, large black eyes, with the white of them very l i m p i d " . C o n este mismo contraste deslumbrante del blanco y el negro juega el anónimo autor del Speculum al foderi, u n sorprendente manual de higiene sexual que se transforma de súbito, en sus capítulos finales, en u n tratado erótico en toda forma. (Por cierto que nuestro misterioso médico, que escribió hacia el siglo x i v , se cuida de no dar noticia en el índice de su códice del contenido francamente sexual de estos capítulos últimos.) C a d a vez sabemos más acerca de estos textos eróticos, refundiciones obvias de originales árabes, que circularon en España más ampliamente de lo que hemos querido admitir hasta ahora. Francisco Márquez V i l l a n u e v a no fue sino u n profeta de la erotología hispánica orientalizada cuando teorizó en su espléndido ensayo " L a s lecturas del Deán de C á d i z " que lo que solía leer el capitular gaditano de l a cantiga de Alfonso X no eran sino códices erotológicos que debían más a l a cultura oriental que a O v i d i o . Pero no perdamos de vista lo que nos interesa aquí: 9

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Tarjuman al-Ashwaq. A Collection of Mystical Odes, tr. by R . A . N i c h o l s o n , R o y al Asiatic Society, L o n d o n , 1911, p. 92. The Perfumed Garden, Castle B o o k s , N e w Y o r k , 1964, p. 21. " L a s lecturas del Deán de Cádiz en u n a cantiga de m a l d i z e r " , en Studies in the "Cantigas de Santa María": Art, Music andPoetry, Proceedings of the I n ternational S y m p o s i u m o n the C a n t i g a s de Santa María, ed. b y I. J . K o t z and J . E . K e l l e r , H i s p a n i c S e m i n a r y of M e d i e v a l Studies, M a d i s o n , W I , 1987, pp. 329-354. P o r m i parte, acabo de editar el texto completo del m a n u a l erótico que u n anónimo morisco expulsado a Túnez en 1609 incluye en u n extenso códice misceláneo que hoy conocemos c o m o el m s . S-2 de l a Biblioteca de l a Rea] A c a d e m i a de l a H i s t o r i a de M a d r i d . Se trata de u n texto verdaderamente i n u sitado e importantísimo p a r a l a historia de las ideas en España: por primera 9

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los ojos de hurí de las féminas árabes —ahora, arabizadas— que nuestro anónimo autor catalán adapta a su propia cultura estética " e u r o p e a " . Instruye al lector en lo tocante a los distintos atributos que por fuerza ha de exhibir su " b e l l a " , que nos resulta, a todas luces, más oriental que catalana: E n c u a n t o a l a n o b l e z a y l a b e l l e z a de las m u j e r e s , se t r a t a de q u e t e n g a n c u a t r o cosas m u y n e g r a s : e l p e l o , las cejas, las pestañas y los o j o s ; c u a t r o cosas m u y c o l o r a d a s : las m e j i l l a s , l a l e n g u a , las e n cías y los l a b i o s ; c u a t r o m u y b l a n c a s : e l r o s t r o , los d i e n t e s , e l b l a n co de los ojos y las p i e r n a s ; c u a t r o m u y e s t r e c h a s : los o r i f i c i o s de l a n a r i z y de los o í d o s , l a b o c a , los p e c h o s y los p i e s ; c u a t r o m u y d e l g a d a s : las cejas, l a n a r i z , los p e c h o s y las n a l g a s ; c u a t r o m u y r e d o n d a s : l a c a b e z a , e l c u e l l o , los b r a z o s y las p i e r n a s ; y c u a t r o m u y p e r f u m a d a s : l a b o c a , l a n a r i z , las a x i l a s y el cono 1 3 .

N o es arriesgado pensar que el autor de este curioso "Kama Sñtra catalán" (el término es nuestro) está adaptando algún original árabe en el que ha aprendido a gustar, entre muchas otras cosas, del contraste del blanco y el negro en los ojos de una mujer hermosa. Exactamente la misma característica estética exige la Doncella Teodor, aquella marisabidilla en amores de las Mil y una noches refundida en castellano, a quien quiso inútilmente avergonzar su interlocutor al interrogarla en lo tocante a erudición erótica. L a virginal T u d u r lo deja sorprendido, pues, buena árabe a fin de cuentas, pertenecía de lleno a una larga tradición teórica 14

vez se celebra el placer sexual al margen de l a pornografía y de l a c u l p a b i l i d a d religiosa. P a r a colmo, el anónimo autor del S-2 cita a sus autoridades m u s u l manas pertinentes, pero las entrevera de sonetos de L o p e de V e g a . E l mestizaje cultural de este m a n u a l , que he llamado el Kama Sütra español" por falta de u n mejor título, es flagrante y hará correr m u c h a tinta en el futuro porque viene a darnos u n a idea completamente distinta de lo que fue l a literatura española del Siglo de O r o . N o sólo no l a hemos estudiado adecuadamente, sino que n i siquiera l a hemos editado en su totalidad. C i t a m o s por l a versión española de T e r e s a Vicéns, Speculum al joder. Tratado de recetas y consejos sobre el coito, Pequeña B i b l i o t e c a C a l a m v s A c r i p t o rius, 1978, p. 47. E n 1917, R a m ó n M i q u e l y Planas p u b l i c a el Speculum en una edición de tirada m u y restringida y d i r i g i d a a bibliófilos, que parece no haber sobrevivido. M i c h a e l S o l o m o n acaba de editar l a versión bilingüe catalano-inglesa p a r a el H i s p a n i c S e m i n a r y of M e d i e v a l Studies de M a d i s o n , W I (1990). A ú n no sabemos a ciencia cierta a quién traduce, aunque sí hay que tomar en cuenta que c o m i e n z a su códice citando respetuosamente a u n a autor i d a d árabe de n o m b r e " A l b a f u m e t " . íl

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en materia de amores, que sabía manejar a la perfección: Digo que [la mujer debe ser] luenga en tres, que sea luenga d'esta[n]do, e que aya el cuello largo e los dedos luengos; [e] blanca en tres: el cuello blanco e los dientes blancos e lo blanco de los ojos blanco; e pryeta en tres: cavellos pryetos e las cejas pryetas e lo de los ojos negro, que sea pryeto; e bermeja en tres: labros, maxillas, enzías; e pequeña en tres: boca pequeña, narizes pequeñas e los pies pequeños; e ancha en tres: ancha de caderas e ancha de espaldas e ancha la frúente; e que sea muy plazentera a su marydo e muy ayudadera, e que sea pequeña de hedat . 15

Salta pues a la vista que los ojos en contraste de blancura y oscuridad son el sine qua non de la bella por excelencia de la tradición estética árabe, que no dejó de reflejarse en las refundiciones y en los textos arabizantes del medioevo español. L o que estos adaptadores peninsulares tendrían en mente era el término hür, que se prestaba fácilmente a esta subdivisión en dos colores que debían tener inexorablemente los ojos, seguramente grandes y rasgados, de la fémina en cuestión. Pero es evidente que el término hur no se presta a una traducción o refundición fácil. Se trata de unos ojos difíciles de concebir —incluso, de gustar— en Occidente. Los poetas de A l - A n d a l u s , como era de esperar, celebraron a su vez esos ojos de tonos contrastantes, y H e n r i P e r e s , en su versión francesa de estos poemas (que Mercedes García A r e n a l a su vez vierte al español), opta por una solución alterna: llamar a los ojos de tono bicolor no ya negros (ni blancos y negros) sino, directamente, "ojos de huríes". Así procede Peres, por ejemplo, cuando traduce los versos de Bassar i b n B u r d o de Ibn H a z m . N o es la primera vez, por cierto, que u n traductor del árabe da ese rodeo para salir de apuros: el anónimo autor del ms. S-2 de la Biblioteca de la R e a l Academia de l a Historia de M a d r i d , cuando describe a las vírgenes del P a raíso coránico, evita llevar a cabo una descripción minuciosa de sus ojos incitantes al llamarlas, sencillamente, "haurías" . Nues1 6

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C i t a m o s por l a Crest. de R . Menéndez P i d a l , apud Libro de buen amor del Arcipreste de H i t a , ed. de Jacques Joset, E s p a s a - C a l p e , M a d r i d , 1981, p. 164. A d v e r t i m o s por cierto que l a versión de l a Historia de la Doncella Teodor de W a l ter M e t t m a n ( F r a n z Steiner V e r l a g G M B H , W i e s b a d e n , 1962, p. 119), ofrece variantes al pasaje que acabamos de citar. C f . H E N R I P E R E S , El esplendor de Al-Andalus, trad. Mercedes García A r e nal, Hiperión, M a d r i d , 1983, p p . 406 y 408. Así, por ejemplo, en el f. 246v°. Este morisco es el autor del "Kama Sütra 1 5

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tro refugiado en Túnez sería perfectamente consciente que con este apelativo sus lectores bilingües (aquellos lastimados moriscos relativamente arabizados que llegaron a las playas de Berbería a principios del siglo xvn) habrían de entender que las compañeras de los bienaventurados recibían este apelativo precisamente por su sugestiva mirada en fuerte contraste de negro y blanco. L a mirada de estas huríes del Paraíso y de su contrapartida humana, las féminas particularmente favorecidas por la naturaleza, debía ser, como dejamos dicho al principio, una mirada resplandeciente y particularmente luminosa. H a y muchos traductores del árabe que optan por destacar tan sólo esta última característica de los ojos de hurí de las féminas árabes: su brillo, al margen del color —mejor, de los colores contrastantes— que producen este lustre especial en la mirada. Y a indicamos que es precisamente en estos términos que muchos adaptadores del Corán a las lenguas occidentales intentan comunicar a sus lectores cómo eran los ojos de las compañeras de los elegidos. Aludían tan sólo a su resplandor luminoso y dejaban sin traducir su verdadero color: así vimos qué hizo A . Y u s u f A l i en su cuidadosa versión inglesa del L i b r o Revelado. También los refundidores de otros textos en los que se incorporan los ojos ideales de los árabes —tanto los h u manos como los divinales— optan por privilegiar en su descripción este destello resplandeciente de las miradas de las mujeres de hermosura paradigmática, aun cuando a veces aludan, por r a zones de exactitud, a su color contrastante. Así, L . Bercher y G . H . Bousquet dan la siguiente versión de la esposa idealizada que describe Algazel a los candidatos al matrimonio: h'awar veut dire: blancheur. L a femme h'awrâ est celle dont le blanc et le noir de l'œil sont particulièrment éclatants. . . " Otros traductores evitan el circunloquio y, como Y u s u f A l i , evitan aludir a los colores en dramática oposición que dotan de lustre a las miradas de sus bellas, y sólo dan noticia escueta del brillo resultante. U n personaje de la Gloria del jardin perfumado de Nefzâwï pormenoriza a su dama, quien, entre otros atributos, debe exhibir, en la versión del refundidor inglés, "eyebrows [. . . ] as perfect as if they had been traced with a pen or blackened with charcoal and they arch over eyes like those of a graceful fawn. They dazzle the onlooker Lí

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español" al que acabo de a l u d i r en l a nota 10, aunque el pasaje que ahora cito no pertenece a su tratado erotológico sino a u n a descripción del Paraíso. G H A Z Â L Î , Le livre de bons usages en matière de mariage. (Extrait de lLhya ' oulum ed-Din ou Vivification de las sciences de la foi, A . Maisonneuve, Paris-J. T h o r n ton a n d S o n , L o n d o n , 1953, p. 62. 1 8

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and defy his powers of description. . . " . Nos hemos quedado pues en el relámpago fulgúreo de estas pupilas inigualables. Y a no se nos indica su color, sino sólo cómo relucen ante el afortunado admirador que las contempla. Privilegiar la cualidad más dramática del brillo que debe tener la mirada hermosa por excelencia a expensas del color ha sido una buena solución intermedia de este sagaz traductor inglés. Fue, precisamente, la misma solución que ya había utilizado el Arcipreste de H i t a en el siglo xiv. A todos nos consta hoy que la bella de J u a n R u i z era "toda problemas" porque, con sus " d i e n tes apartadiellos" y sus caderas "anchietas" constituía u n paradigm a estético prácticamente irreconocible en Occidente. Y clásico en Oriente. Añadamos una curiosidad más a las que y a apuntar o n , en un célebre ensayo, Dámaso Alonso y E m i l i o García Góm e z . E l Arcipreste, que tanto pormenoriza los atributos de su d a m a , no nos indica el color que deben tener sus pupilas. Dando u n misterioso (¿irónico?) mentís a aquellos ojos azules o verdes que y a se cantaban con obsesión en el resto de la poesía europea, nos alecciona en el reguste estético de unos " O j o s grandes, someros, pintados, reluzientes,/e de luengas pestañas, bien claras, par e c i e n t e s " . Resulta algo curioso el hecho que D o n A m o r , que es aquí quien dicta el ideal estético femenino, pase por alto el cromatismo de estos ojos paradigmáticos que le propone al Arcipreste: u n europeo lo echaría de menos. Pero no es mucho sospechar que los lectores —mejor, los oidores— del célebre líbrete del A r cipreste sabrían muy bien cómo gustar de estos ojos " r e l u z i e n t e s " : su lustre se debería sin duda al fuerte contraste del negro del iris con el blanco de la córnea. N o había nada más que i n d i car al buen conocedor, n i dar más rodeos en la descripción física de aquellos ojos de la bella: la aclimatación española del término hür les sería clara a aquella mozarabía que escuchaba con tanto agrado y con tanto savoirfaire al Arcipreste. Y que de seguro lo supo entender mejor que nosotros. Advirtamos que D o n A m o r subraya el brillo resplandeciente de estos misteriosos ojos de su hembra hermosa: deben ser no sólo " r e l u z i e n t e s " sino " p i n t a d o s " . Curiosos adjetivos. Este últi1 9

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Op. cit., p p . 208-209. Y a dejamos dicho que el traductor nos oculta su n o m b r e bajo las iniciales de H . E . J . ' L a bella de J u a n R u i z , toda p r o b l e m a s " , en De los siglos oscuros al Siglo de Oro, G r e d o s , M a d r i d , 1964, pp. 86-99. C i t a m o s el verso 433 por l a edición citada de J . Joset, p. 165. 19

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mo término lo entiende J . Joset como " b r i l l a n t e s " , con lo que una vez más, estamos ante la celebración del extraño resplandor de la mirada agarena de la guapa de J u a n R u i z . Es curioso apuntar que me he encontrado con estos "ojos pintados" justamente en contextos literarios altamente "sospechosos" por su innegable arabización: en códices aljamiados. E n el tratado astrológico i n cluido en el ms. J u n t a X X V I , el anónimo autor describe los ojos de los varones nacidos bajo el signo de Leo como "ojos pintad o s " . E l guapo leonino debió tener ojos brillantes por ser m u y negros y estar en contraste con el blanco de la esclera . Es fuerza admitir que el anónimo morisco y J u a n R u i z compartían u n mismo vocabulario cuando se disponían a describir los ojos orientales de sus personajes: debían estar traduciendo el mismo concepto árabe de hür . Esos ojos de la problemática bella de J u a n R u i z deberían ser, naturalmente, enormes, y estar enmarcados por unas pestañas profusas y una cejas muy bien delineadas: "luengas, altas en peña" (432c). C l a r o que parecen unos ojos agarenos típicos. Pero hay que añadir otro dato a la pintura de estos ojos que le resultaron al Arcipreste paradigma de toda hermosura: D o n A m o r los llama " s o m e r o s " (433a). Según J . Joset, estos ojos son "salientes", por oposición a los ojos fondos o hundidos de la serrana fea que v i t u pera estéticamente nuestro poeta . También los árabes celebraron esta curiosa condición, con una pequeña variante que quién sabe si estaba también en l a mente de J u a n R u i z . Nefzáwi exige que los ojos de su dama sean " s o m e r o s " porque "[they enhance] with their curves all that lies bellow t h e m " . Es decir, que " p r e s i d e n " —por así decirlo— todo lo que queda bajo ellos en el rostro de la hermosa. T o d o parece indicar que Dámaso Alonso no andaba descaminado cuando reflexionaba que en la dama del Arcipreste había 22

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Id. C f . m i estudio al respecto, escrito en colaboración con L U I S A P I E M O N T E S E y C L A I R E M A R T I N , " U n morisco astrólogo, experto en m u j e r e s " , NRFH, 36 (1988), 261-276. O t r o s manuscritos aljamiados traen l a variante de "ojos alcoholados", que podrían haber sido ojos pintados con carboncillo o al-kuhul, u ojos que, por su contraste de colores blanco y negro, parecerían pintados con carboncillo. D e b o señalar que m i respetado colega J . J O S E T tiene u n a visión d i s t i n ta acerca de esta posible i m p r o n t a árabe por parte de J u a n P a i i z . C f . su estudio Nuevas investigaciones sobre el "Libro de buen amor'\ Cátedra, M a d r i d , 1988. E d . cit., p. 165. The Glory. . . , p. 209; las cursivas son mías. 22

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u n grupo de elementos que se podrían considerar ajenos o al menos extraños a la cultura occidental, pero que en cambio, "todos [. . .] han surgido con ímpetu, irrestrañables, en el primer par de sangraduras que (gracias a García Gómez) hemos hecho en la vena á r a b e " . Esa vena, que yo misma he sangrado anteriormente en otros ensayos en torno al Arcipreste , ha dado mucho de sí y habrá de dar aún más cuando dejemos de desdeñar la contextualidad literaria árabe en nuestras exploraciones acerca del Libro de buen amor. N o pueden parecemos extrañas en u n poeta que sabe rimar en u n árabe dialectal impecable . P o r el momento cabe adelantar que aquellas "enzías bermejas" de las que no hubiera hecho gala jamás Melibea y mucho menos M a d o n n a L a u ra, son sin embargo requisito sine qua non de las bellas del Islam, desde la de Nefzawí hasta las que vimos avalaban el anónimo autor capitán del Speculum al foderi y l a erudita T u d u r . T a n deseables eran las encías bermejas que las hijas de A g a r masticaban unas nueces especiales que les teñían las encías de u n color todavía más rojo. U n a vez más, el gusto por los colores en dramático contraste, ahora, entre el rojo encendido y el blanco de los dientes, que debían ser para estos erotólogos del Islam invariablemente " a g u d i l l o s " , tal como los quería a su vez nuestro Arcipreste. Y l a nariz, también al más estricto gusto semita: " a f i l a d a " l a exige J u a n R u i z , y Nefzawí, en términos más poéticos, la imagina " t a n afilada como l a punta de u n a espada b r u ñ i d a " . C l a r o que los expertos del Islam desnudan a su bella y celebran sus encantos 28

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A r t . c i t . , p. 462. " J u a n R u i z y el Seyj Nefzawí «elogian» a l a dueña c h i c a " , LT, 1 (1987), 461-472; " S o b r e el signo astrológico del Arcipreste de H i t a " en Huellas del islam en la literatura española. De Juan Ruiz a Juan Goytisolo, Hiperión, M a d r i d , 1985 y 1989, p p . 43-58. P a r a u n a bibliografía de los elementos a r a b i zantes del Libro de buen amor y, en particular, de l a bella de J u a n R u i z , véanse estos ensayos y l a citada edición de Jacques Joset (sobre todo las pp. 163-166). Así, en los versos en los que describe c ó m o l a m o r a desprecia el m e n saje del Arcipreste que le trae Trotaconventos (vv. 1508 ss.). E s curioso a p u n tar en este sentido que l a m o r a , personaje que solía ser considerado precisamente como u n sex symbol en l a época, es l a única h e m b r a que pone orden al lascivo Arcipreste. ¿Estamos ante otra b r o m a de nuestro inquieto poeta, que estaría rindiendo u n curioso e inesperado homenaje a estas mujeres árabes que sin d u d a alguna le fueron familiares en su v i d a personal en aquella España que aún no había asfixiado su orientalidad cultural? Así, por ejemplo, en Nefzawí " t e e t h that are sharply cut a n d as white as p e a r l s " (The Glory. . . , p. 209). Id. 2 8

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NRFH,

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ocultos, para los que también hay reglas precisas: aquí el A r c i preste siente que le pesa su herencia cultural cristiana y, más púdico, se contenta con advertir al lector " p u n a de aber muger que la vea sin c a m i s a " (435c). C o n todo, salta a l a vista que el enigmático poeta peninsular sigue las lecciones magisteriales de los erotólogos árabes, que, como dejamos dicho, debieron haber circulado en España mucho más de lo que hemos querido admitir hasta ahora. Parece irónico el hecho de que D o n A m o r invoque a O v i d i o y al Líber Pamphilus antes de comenzar su alocución estética en torno a esta bella " i n c l a s i f i c a b l e " : nada de lo que enseña a su buen alumno el Arcipreste se encuentra allí, sino precisamente en los libros de erotología oriental. Pero ya sabemos cuánto ha citado en falso el travieso J u a n R u i z : sus alusiones espúreas parecen ser la regla y no la excepción . Los " p r o b l e m a s " que aquejan a la bella de J u a n R u i z se van esfumando desde contextos literarios árabes: todo parece indicar que sus ojos extrañamente incoloros son los ojos lustrosos de las bellas del Islam, en fuerte contraste esos magníficos ojos heredados de las hijas de A g a r , y hasta el mexicano Agustín L a r a no se h a inhibido de cantar a la " m u j e r que conserva el embrujo de los ojos moros''. Y no sabría el autor de la célebre pieza " G r a n a da' ' que estos ojos moros de verdad envolvieron en su legendario embrujo (sihr) a los hispanoárabes a lo largo de toda la E d a d M e dia. S i el embrujo antiguo de aquellos ojos ha durado hasta hoy, no parece mucho admitir que, allá por el siglo x i v , todavía la bella de J u a n R u i z , más agarena que española, mirara sugestivamente al Arcipreste con sus ojos resplandecientes de hurí del P a raíso. 33

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LÓPEZ-BARALT

U n i v e r s i d a d de Puerto R i c o

P a r a las citas equivocadas de P t o l o m e o , que u n a vez más hay que referir a fuentes árabes, cf. m i citado ensayo " S o b r e el signo astrológico del A r cipreste de H i t a " . 3 3

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