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COMPOSICIÓN
“Revolución Liberal en el reinado de Isabel II”
Como introducción, comentaremos que el reinado de Isabel II constituye una etapa que pasa de una monarquía absoluta a un estado burgués parlamentario. La composición la elaboraremos a partir de los siguientes documentos: •
El Convenio de Vergara (1839), que fue el pacto entre las fuerzas como resultado de las crisis internas, el cual supuso la aceptación por parte de los carlistas de la princesa Isabel como futura reina de España.
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La Constitución de 1837, originada por el triunfo progresista, en ella se recogía las ideas básicas del progresismo.
El primer punto a tratar es la oposición al liberalismo, en la que son protagonistas el carlismo y la guerra civil. Desde 1830 se desencadena una crisis sucesoria. Fernando VII contrajo matrimonio en 1829 con María Cristina de Borbón, quedando ésta embarazada poco después. Para que la descendencia de su hijo quedase garantizada, publicó en 1830 una Pragmática Sanción que elimina la ley sálica, restableciendo la sucesión femenina. Tras nacer la princesa Isabel, María Cristina ocupó la regencia ya que Isabel solo tenía tres años. Esto dio pie a la Primera Guerra Carlista (1833-1840), en la que se confrontaron el absolutismo con el liberalismo. Los carlistas eran defensores de Carlos V, que se consideraba el único y legítimo sucesor. Los liberales y sus partidarios se asentaban en los núcleos urbanos y eran apoyados por las clases medias ilustradas, artesanos y pequeños comerciantes. La Guerra se desarrolló en tres fases: •
Primera fase (1833-1835), se caracteriza por los triunfos carlistas del general Zumala-Cárregui.
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Segunda fase (1836-1837), que supuso el fracaso carlista tras el intento de tomar Madrid.
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Tercera fase (1838-1840): Las crisis internas entre los bandos hicieron que se acercaran, terminando firmando el Convenio de Vergara (1839), que hace referencia a uno de nuestros documentos anteriormente nombrados. El Convenio se llevó a cabo entre el general isabelino Espartero y el general carlista Maroto. Los carlistas son derrotados en 1840 y aceptan a la princesa Isabel como futura reina de España.
Carlos se exilió a Francia transfirió sus derechos a su hijo Carlos Luis, comenzando así una Segunda Guerra Carlista (1846-1849),en la que los carlistas son vencidos de nuevo. En 1872 se produce una Tercera Guerra Carlista (1872-1876) de manos de Carlos VII, provocado por la llegada de Amadeo I de Saboya y por la caída de Isabel II.
Entre 1833 y 1840, María Cristina gobernó como regente, no era liberal pero pactó con los moderados debido a la necesidad de encontrar apoyos. En 1834 otorga la jefatura de gobierno a Martínez de la Rosa. A partir de 1837 surgen los moderados y los progresistas. Los progresistas dan lugar al partido demócrata y al partido republicano y a raíz de una división de los moderados surge la unión liberal, que atrajo a los grupos más conservadores del progresismo. El régimen liberal comienza con el Estatuto Real de 1834. Los ataques carlistas y el descontento de los liberales provocan movimientos revolucionaros contra el gobierno de Martínez de la Rosa (1835-1836), lo que obliga a la regente a poner al frente a un liberal progresista como jefe de gobierno, Mendizábal. El triunfo del progresismo se reflejó en la Constitución de 1837, constitución recogida en nuestro documento nombrado al principio, en la que se recogían las bases del progresismo como la soberanía nacional, la amplia declaración de derechos, el sufragio censitario, entre otras. A través de la desamortización del progresismo, Mendizábal es destituido por otro liberal progresista, Calatrava. En 1840 María Cristina dimitió a su cargo a causa de las presiones por parte de los moderados y Espartero se convirtió en regente en 1840.
Espartero disolvió las Juntas Revolucionarias y convocó nuevas elecciones que dieron la mayoría parlamentaria a los progresistas. Espartero aprueba en 1842 un tratado de un libre comercio con Inglaterra, después del cual coloca a Cataluña y a sus antiguos partidarios en su contra.
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Los moderados aprovecharon la división del progresismo para realizar una serie de conspiraciones bajo el mandato de los generales Narváez y O’Donnell. Espartero acaba abandonando la regencia e Isabel II es proclamada reina a los 13 años.
Después de este hecho, el reinado de Isabel II duraría 25 años, cuyas algunas de sus características comunes sostienen que hay un régimen de monarquía liberal que permite sólo la existencia de los partidos de moderados y progresistas; el hecho de evitar el acceso al poder de los progresistas; y la continua participación por parte de los generales. En 1844 el General Narváez preside el gobierno formando por los moderados que obtuvieron la mayoría, el cuál propuso una política basada en los principios del liberalismo moderado o doctrinario. El gobierno aprobó la nueva Constitución de 1845, que recogió el ideario básico del moderantismo: la soberanía compartida entre el rey y las cortes, supresión de la Milicia Nacional, declaración de derechos muy restringidos con las libertades, entre otros. En 1851 el Papa reconoce a Isabel II como reina después de firmar el Concordato con la Santa Sede. Los moderados intentaron consolidar el nuevo Estado Liberal bajo los principios de Centralismo, Uniformidad y Jerarquización, con los que se pusieron en marcha una serie de Leyes y reformas administrativas: Reforma fiscal (contribución agraria), el regulado de los diferentes niveles de enseñanza (Ley de Moyano de 1857), etc. Los gobiernos moderados no consiguieron dar estabilidad política al Estado. El autoritarismo se agudizó durante el gobierno de Bravo Murillo de 1852, que aumentó el descontento de amplias capas sociales que terminó dando lugar a una revolución en 1854 que permitió que los progresistas regresaran al poder y puso fin a 10 años de gobierno moderado.
Progresistas, demócratas y sectores moderados originaron el pronunciamiento de Vicálvaro con el general O’Donnell al frente. Los amotinados elaboraron el llamado Manifiesto de Manzanares. Espartero vuelve al poder junto con O’Donnell como ministro de guerra. El nuevo gobierno intentó restaurar los principios del progresismo. La Constitución de 1856 es conocida como non nata (no nacida) porque entró en vigor. Era de ideología progresista. El gobierno del bienio llevó a cabo un plan de reformas económicas con el objetivo del desarrollo económico e industrial del país. Éstas dan lugar a la desamortización de
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Madoz de 1855, que se extiende a los bienes municipales, a la ley general de ferrocarriles de 1855, a la amplia red de carreteras y al desarrollo de la minería. Continúan los problemas económicos que dan lugar a la conflictividad social y las diferencias entre las coaliciones del gobierno, lo que provocan la dimisión de Espartero. Se le confía el gobierno a O’Donnell y, con esto, el progresismo llega a su fin.
Como conclusión final a esta composición, comentamos que este periodo estuvo presidido por la inestabilidad, con O’Donnell se establece una etapa de estabilidad política que posteriormente provocan una serie de guerras e intervenciones. Las divisiones y los conflictos internos propiciaron la caída de O’Donell en 1863. El retorno de Narváez conllevó a la debilidad de los gobiernos, la reina quedaba desprestigiada a través un artículo titulado “El Rasgo”; en 1866 se dio el pronunciamiento del Cuartel de Sangil de Madrid; se firma el Pacto de Ostende entre progresistas, demócratas y la Unión Liberal para desalojar del trono a Isabel II. Finalmente, se produce el Pronunciamiento de Topete en Cádiz, originando así la revolución de septiembre de 1868, conocida también como La Gloriosa. Con esta seria de sucesos culmina el reinado de Isabel II.
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