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Dos ollas Un libro de lectura de Reading A-Z Nivel Y • Número de palabras: 2,515 LECTURA • Y Dos ollas Escrito por Lori Polydoros Ilustrado por Dav

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Dos ollas Un libro de lectura de Reading A-Z Nivel Y • Número de palabras: 2,515

LECTURA • Y

Dos ollas

Escrito por Lori Polydoros Ilustrado por David Cockcroft

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Dos ollas

Dos ollas (Two Kettles) Libro de lectura Nivel Y © 2004 Learning Page, Inc. Escrito por Lori Polydoros Ilustrado por David Cockcroft Traducido por Lorena F. Di Bello

Escrito por Lori Polydoros Ilustrado por David Cockcroft

ReadingA–ZTM © Learning Page, Inc. Todos los derechos reservados. Learning Page 1630 E. River Road #121 Tucson, AZ 85718

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La expectación de Ellinor Contenidos La expectación de Ellinor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 El presentimiento de Pequeña Venada . . . . . . . . . . . . 7 Una celebración perfecta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Una tarea compartida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 La preparación del nasump . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14

—¡PUM, PUM, PUM! —Los mosquetes eran disparados en la distancia, cerca de la plantación de Plymouth en el otoño de 1621. Ellinor dejó su trabajo y salió corriendo al jardín. —Padre, ¿Por qué está el Capitán Standish haciendo marchar a los soldados tan temprano? —¡Los hombres están cazando para que nosotros podamos festejar juntos! —Su padre contestó, en el mismo momento que escogía una gran calabaza anaranjada.

La recolección de los quahogs . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 Dos ollas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 Glosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

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Ellinor frunció las cejas. —¿A qué te refieres? En ese momento, el flamante gobernador de la colonia inglesa, William Bradford, se acercó para unirse a Ellinor y su padre, diciendo —¡Será un festejo perfecto para celebrar una buena cosecha!

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—Hermana, ¿no lo sabes? —dijo el hermano pequeño de Ellinor—. ¡Los hombres han ido a cazar aves para traer carne para nuestra primera fiesta de la cosecha! —Salió corriendo con la calabaza mientras su hermanita de tres años se colgaba de su jubón, o casaca. —¿Es esto verdad, padre? —el corazón de Ellinor palpitaba. No había habido mucho que celebrar en el último año. Ellinor y su familia eran parte de un grupo de 102 colonos ingleses que habían llegado navegando en el Mayflower en el invierno de 1621 a la plantación de Plymouth. —Sí, celebraremos, aunque hayamos sufrido enormemente —dijo él.

El invierno había sido insoportable. Sólo la mitad de su aldea había sobrevivido hasta la primavera. Su propia madre había fallecido por una enfermedad. Afortunadamente, un hombre nativo llamado Tisquantum, a quien los colonos llamaban Squanto, hablaba inglés y había aceptado vivir con ellos como su traductor. Le había enseñado a la gente de la comunidad a plantar, cazar, pescar y recolectar. Sin todo este conocimiento, Ellinor sabía que no hubieran sobrevivido y prosperado. —En honor a nuestra supervivencia, los hombres han salido a cazar aves. Pero sólo quedaron cuatro mujeres aquí para preparar la comida. Tú eres lo suficientemente mayor y debes unirte a ellas —dijo el Gobernador Bradford. Ellinor dijo que sí con la cabeza y su corazón palpitaba con fuerza.

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—Se hicieron muchos disparos en la aldea inglesa —dijo la mamá de Pequeña Venada—. Nuestro líder Pluma Amarilla, se estará reuniendo con líderes importantes de tribus vecinas.

El presentimiento de Pequeña Venada —¡Mamá! —gritó Pequeña Venada mientras enhebraba un pedazo de hilo hecho del tendón de un ciervo a través de su aguja de hueso. Su zorrillo mascota, Puntitas, dormía en su regazo. —Mamá, necesito más piel de ciervo para esto . . . Una bandada de pájaros batía sus alas en lo alto del cielo. Puntitas se despertó. Pequeña Venada salió corriendo de su wetu, o casa. Cientos de pájaros volaban en lo alto, proyectando una sombra sobre ella. Había un alboroto cerca de la vivienda comunal, o la casa de reuniones.

Pequeña Venada sintió que se le estrujaba el estómago. Su tribu, los pokanoket, era una de las 67 naciones de los wampanoag. La “gente de la primera luz” había pescado en las aguas, plantado cosechas y cazado animales en esta área durantes miles de años. Pequeña Venada, al igual que sus mayores, había aprendido a usar los muchos recursos con respeto para preservarlos para el futuro. —No sabemos si los disparos señalan que los ingleses se están preparando para la guerra —dijo Pluma Amarilla mientras salía de la casa comunitaria y se iba caminado por la aldea—. Llevaré 90 hombres conmigo. Preparen sus armas. Partiremos pronto. Pluma Amarilla había hecho un trato recientemente con los ingleses por el cual se ayudarían mutuamente en época de guerra. Un año atrás, los ingleses habían llegado a la tierra de los wampanoag y habían construido una aldea sin pedir permiso. Sabían poco sobre la supervivencia y sobre cómo conseguir comida, armar refugios, vestir ropa apropiada y construir canoas. Habían dependido de Tisquantum, un wampanoag patuxet, para que les enseñara a sobrevivir.

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Una celebración perfecta

Pequeña Venada estaba enojada y resentida con los ingleses por tomar la tierra de los wampanoag y traer enfermedades que mataron a miles de su gente. La plantación Plymouth había sido con anterioridad una aldea patuxet, el hogar del mejor amigo de Pequeña Venada, antes de que la aldea entera fuera invadida por la plaga.

Al ver partir a los hombres hacia la aldea inglesa Pequeña Venada sintió dolor en la boca del estómago. Bajó corriendo al arroyo con Puntitas, donde haría que el agua se llevara sus preocupaciones. Abajo en la plantación Plymouth, Ellinor divisó al Gobernador Bradford, Squanto, al Capitán Standish y algunos soldados correr colina abajo. —¡Miren! Están viniendo los indios —gritó alguien. Ellinor se quedó congelada. A lo lejos y bajando por la colina, un gran grupo de hombres wampanoag conducidos por su líder, al que los hombres llamaban Massasoit, marchaban hacia Plymouth. Ellinor temblaba. El Gobernador Bradford había hecho las paces con ellos, pero ella todavía imploraba la protección de Dios en silencio, no entendía a los wampanoag ni sus costumbres.

Ahora Pequeña Venada sentía como si no pudiera respirar. No había habido una guerra en su aldea desde que era pequeña. Había una sensación extraña en el aire, como si una nube invisible hubiera oscurecido su mundo. Pequeña Venada esperaba estar equivocada.

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Con Squanto como traductor, el Gobernador dio la bienvenida a Massasoit y a sus hombres. —Escuchamos muchos disparos —Squanto tradujo a Massasoit—. ¿Se están preparando para la guerra? —No —dijo el Gobernador. No hay guerra. Estamos preparando nuestra recompensa para celebrar con alegría nuestra cosecha.

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Una tarea compartida

El Gobernador Bradford condujo a Massasoit por la aldea. —Los hombres están cazando aves. Estamos todos preparándonos. Massasoit inspeccionó la aldea. Una mujer guisaba calabazas mientras una pequeña niña despinochaba maíz. Ellinor los siguió sin que la vieran. —Celebramos con una fiesta y entretenimientos, como el fútbol y juegos de azahar —dijo el Gobernador Bradford—. Será un momento muy esperanzador. Por favor vengan. Massasoit asintió con la cabeza y Squanto dijo —Se quedarán. Pluma Amarilla enviará hombres a cazar ciervos y traerá a las mujeres y a los niños de la aldea.

Pequeña Venada marchó detrás de su madre, aferrándose con fuerza a Puntitas en el momento que entraba a la aldea inglesa. —¿Qué es lo que tengo que celebrar con los ingleses? —murmuraba y se ajustaba su quahog o alhaja que su madre había hecho de una almeja de caparazón duro para que la usara en su largo y negro cabello. Pequeña Venada sentía los ojos de los colonos quemándole en la espalda. El sachem, o líder, de los ingleses saludó a Pequeña Venada y al resto de las mujeres y niños. Su sonrisa era grande como el caparazón de una almeja y Pequeña Venada no confiaba en él. Tisquantum y un inglés corpachón los saludaban a medida que se acercaban al fogón para cocinar que

—Nos da mucho gusto —dijo el Gobernador—. Capitán, dígale a todos que el Jefe Massasoit y su pueblo celebrarán con nosotros y tomarán parte en nuestro festejo. El corazón de Ellinor dio un vuelco. Lo que había comenzado como un festejo para 52 se había convertido ahora en un festejo para más de cien. ¿Y cómo se podría sentir cómoda alrededor de tantos extraños?

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estaba afuera de una de las cuadradas casas de extraña construcción. Una baja niña inglesa de cabello rubio estaba parada al lado de ellos y no miró a Pequeña Venada cuando llegaron. —Bienvenidos a Plymouth —dijo el hombre. —A las mujeres y los niños les gustaría ayudar a preparar la comida —dijo Tisquantum. —¡Muy bien! —dijo—. Ellinor . . . La niña del cabello rubio miró para arriba. —Quiero que estés a cargo de preparar el samp, el potaje de maíz. Tisquantum habló después. —Pequeña Venada, has aprendido muy bien de tu madre la manera de hacer el nasump. Ayudarás a esta niña, E-li-nor —giró hacia Ellinor. —Pequeña Venada te ayudará.

La preparación del nasump

Pequeña Venada dijo que no con la cabeza. —Somos invitados aquí— dijo la mamá de Pequeña Venada. —Harás lo que te pidan. El hombre corpachón dijo —muelan el maíz aquí —y señaló un tronco largo y ahuecado—. Luego pueden recoger los ingredientes para el nasump. Ellinor se alejó de Pequeña Venada y de Puntitas. Pequeña Venada no levantó la mirada.

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Ellinor vertió una taza de semillas secas dentro del tronco ahuecado y comenzó a molerlas con un mortero de piedra. Pequeña Venada hizo lo mismo. Ninguna de las dos niñas miraba o hablaba con la otra. El zorrillo que estaba sentado a los pies de Pequeña Venada ponía nerviosa a Ellinor. No estaba acostumbrada a estar tan cerca de animales salvajes.

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Ambas niñas molieron el maíz durante muchas horas hasta obtener harina . Ellinor estaba realmente incómoda y cansada, en parte por su compañera de cocina y en parte por el duro trabajo. Agregó la nueva harina a la gran provisión de harina de maíz que ya estaba molida. Dos grandes ollas llenas con agua colgaban del hogar abierto. A medida que el agua hervía, Ellinor sacaba a cucharadas la harina de maíz y la agregaba en la olla. Pequeña Venada agregaba la mezcla de maíz a la otra. El zorrillo se frotaba contra la pierna de Ellinor.

La recolección de los quahogs Pequeña Venada corrió primera hacia el arroyo que corría cerca de la aldea, luego Puntitas saltó de sus manos y exploró los juncos que crecían cerca del agua. El arroyo corría frío por los pies de Pequeña Venada. Saltaba por las piedras con facilidad, como si fuera un venado de pies ligeros. Pequeña Venada estaba buscando cebollas silvestres cuando escuchó unas pisadas fuertes detrás de ella.

—Ayyyyy —gritó Ellinor y dejó caer su taza—. ¡No es correcto que un animal salvaje esté cerca de la comida! Pequeña Venada se rió tontamente y tomó a Puntitas en sus brazos. Ellinor se cruzó de brazos y caminó hacia una pequeña barraca de donde sacó un pedazo grande de carne de cerdo. Ellinor la cortó en pedazos pequeños y la agregó a su olla. Comenzó a poner carne de cerdo en la otra olla, pero Pequeña Venada la detuvo. Pequeña Venada comenzó a sacudir la cabeza y dijo —Quahogs. —Antes de que Ellinor pudiera responder, Pequeña Venada corrió colina abajo, con el zorrillo en la mano, hacia el océano.

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La niña de cabello rubio apareció y le hizo señas con la mano a Pequeña Venada para que regresara a la aldea. Pequeña Venada la ignoró y continuó arrancando cebollas y ajo. La niña inglesa se paró sobre una roca cerca del arroyo. Perdió el equilibrio y ¡pum! Se resbaló y cayó al agua. Pequeña Venada rió. La niña de cabello rubio se levantó, escurrió el agua de sus pesadas prendas. Dijo ásperas palabras en inglés que Pequeña Venada no entendió. Pequeña Venada se preguntaba por qué usaba tantas capas de ropa gruesa que no se secaban con facilidad. Pequeña Venada llenó su bolsa de cebollas y ajos y se dirigió corriente abajo hacia el océano. Podía escuchar a la niña inglesa chapoteando en el agua detrás de ella. La costa era rocosa pero ofrecía grandes pantanos donde encontrar quahogs. Pequeña Venada observaba los pequeños orificios en el lodo que revelaban dónde se escondían las almejas.

Pequeña Venada sacó tres quahogs del lodo y los metió en su bolsa tejida. El atardecer llegó enseguida, entonces Pequeña Venada le hizo señas con la mano a la niña para que la ayudara.

La niña inglesa se acercó a su lado y se quedó parada allí con las manos en las caderas.

De mala gana, la niña inglesa se puso de rodillas y comenzó a buscar agujeros en el lodo. Rápidamente sacó quahogs, como si hubiera hecho esto muchas veces. Una ola vino de improvisto y las tiró a ambas al agua. Pequeña Venada casi sonrió y le pareció que la niña inglesa también.

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En ese mismo momento, otro disparo de mosquete se oyó en el cielo.

Dos ollas Ellinor dudó un instante y luego bajó corriendo al borde del agua. —¡Toma mi delantal Pequeña Venada!

Puntitas se asustó, bajó corriendo por la playa y subió por un acantilado rocoso. Pequeña Venada gritó su nombre, pero el zorrillo subió más alto. Ambas niñas corrieron hacia el acantilado. Pequeña Venada escaló de rodillas una de las rocas mientras su bolsa tejida llena de almejas rebotaba en su espalda. Puntitas se acurrucó en un agujero cerca de la cima. Pequeña Venada continuó subiendo, un pie a la vez hasta casi alcanzarlo. Con el siguiente paso, una roca cedió y Pequeña Venada bajó a los golpes por el acantilado. Luchó por agarrarse pero no había nada a que aferrarse. Bajó deslizándose de cuerpo entero por la ladera del acantilado, rocas y polvo se desparramaban y se revolcaban junto a ella hasta que Pequeña Venada se cayó con fuerza al agua.

Pequeña Venada abría y cerraba los párpados. Sentía la fría agua del océano que la empujaba hacia donde estaba silencioso y oscuro. Un objeto borroso y amarillo estaba parado sobre ella cuando algo cayó estrepitosamente en el agua. Pequeña Venada se aferró y sintió que la movían a un lugar seguro. Ellinor tiraba tan fuerte como podía. Pequeña Venada era más pesada de lo que parecía. Ellinor tiró con más fuerza. Pequeña Venada de a poco se acercó a las rocas. Cuando se ponía de pie sintió un dolor en el brazo. —¿Te lastimaste mucho? —dijo Ellinor y se agachó a su lado. Pequeña Venada no entendía, pero cuando logró sentarse, Puntitas saltó a sus brazos. Miró hacia arriba y Ellinor sonrió. ¡La niña inglesa había salvado su vida! Ellinor señaló hacia arriba la colina. —Debemos regresar. Tomó el brazo de Pequeña Venada y la levantó con cuidado.

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Pequeña Venada miró los ojos azules de la niña y le tomó la mano. —E-li-nor —La apretó con fuerza. La niña de cabello rubio sonrió. —De nada, Pequeña Venada. Pequeña Venada se dio vuelta hacia el mar. —Quahogs —murmuró. — Quahogs. —Siento que los hayas perdido —dijo Ellinor— pero todavía tenemos la carne de cerdo salada. Pero aun estando golpeada Pequeña Venada no cambiaba su determinación de hacer las cosas a su manera. Condujo a Ellinor otra vez corriente arriba hacia una arboleda de fresnos, donde crecían escondidos muchos arbustos de frutos rojos. Pequeña Venada y Ellinor juntaron frutos rojos hasta que el sol comenzó a ponerse.

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Esa noche las niñas terminaron el nasump, o el potaje, agregando arándanos y canela a la olla de Pequeña Venada y cebollas silvestres y ajo al de Ellinor. Cada una de las ollas de potaje de maíz tenía un sabor diferente, pero ambas eran deliciosas. Juntas, sirvieron al Gobernador Bradford y Massaoit en sus mesas dentro de la casa de reuniones. Junto al fuego, las niñas comieron y jugaron juntas, juegos tales como el Gallito Ciego y el juego de la argolla. —¡PUM!, ¡PUM!, ¡PUM!, ¡PUM!, ¡PUM! —Pequeña Venada y Ellinor observaban juntas al Capitán Standish conducir a sus hombres durante los ejercicios de tiro. Ellinor observaba cómo caía una lágrima por la mejilla de Pequeña Venada. —Amigas —dijo Ellinor tomando la mano de Pequeña Venada. Pequeña Venada dijo que sí con la cabeza y sonrió. Sabían que la paz podría no dudar por mucho tiempo, pero pasara lo que pasara, su amistad continuaría.

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Glosario calabaza

zapallo o calabacín (pág. 4)

fogón

fuego exterior o interior utilizado para cocinar, alumbrar o dar calor (pág. 12)

fútbol

juego de los wampanoag que se jugaba con dos equipos en una playa de una milla de largo (pág. 11)

jubón

chaleco inglés que usaban los hombres, mujeres, niñas y niños mayores (pág. 5)

mosquete

arma de fuego alargada con cañón que utilizaban los ingleses (pág. 4)

nasump (o samp)

potaje espeso hecho de maíz molido y cocinado con carne, fruta o vegetales (pág. 13)

piel de ciervo

la mayor parte de la ropa de los wampanoag estaba hecha de piel de ciervo (pág. 7)

quahog

almeja de caparazón duro (pág. 12)

tendón

órgano formado por tejido fibroso (pág. 7)

vivienda comunal

sala de reuniones de los wampanoag construida con árboles jóvenes de cedro y cubierta de corteza. Solía albergar dos familias o se utilizaba para reuniones (pág. 7)

wetu

casa de los wampanoag construida con árboles jóvenes de fresno o cedro doblados formando un arco y cubiertos con corteza de álamo o fresno (pág. 7)

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