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El Dios del Antiguo Testamento Sergio Zañartu, s.j. Introducción El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, de los Padres, fue el que glorificó a su servidor Jesús (Hech 3,13), resucitándolo. A El, Jesús lo llamó su padre (cfr. Mc 14,36). Vino a hacer su voluntad y predicó, vivió y murió para que El reinara. Habiendo entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento continuidad y ruptura, es decir superación, surge la pregunta: ¿cómo se revela Dios en el Antiguo Testamento? No es fácil responder. Porque la revelaci6n es progresiva, tan progresiva que só1o en Jesucristo culmina (Hb 1,ls), accediendo nosotros al misterio trinitario (Gá14,4-6; Ef 2, 18). Porque el Antiguo Testamento nos presenta diversos géneros literarios, como relatos, plegaria, sabiduría, apocalíptica. Porque cubre siglos y tiene relecturas y actualizaciones, añadidos (p.e. Isaías) y retoques. Porque parece muy difícil encontrar su aspecto central para interpretarlo como conjunto; aunque nosotros lo veremos desde Cristo, que para nosotros es la clave principal de lectura. Porque es muy difícil pasar de los resultados de la ciencia histórico-crítica a una teología bíblica. Me inclino a que hay que desplegar, más bien, una teología bíblica, teniendo muy en cuenta los resultados de la ciencia histórico-crítica. Pese a todos los escollos enumerados, necesitamos tener una teología del Antiguo Testamento y una apreciación del Dios que ahí se revela para comprender bien la revelaci6n en Jesucristo. Aquí intentaré un simple esbozo, sin ser ésta mi especialidad.
Un Dios como el hombre En el Antiguo Testamento a menudo encontramos un Dios expresado en forma muy humana (antropomórfica). Desde un Dios que cierra por fuera la puerta del Arca de Noé (Gén 7, 16), que se presenta con alguna característica de Dios de la tormenta (Ex 19,16-19), hasta un Dios que se conmueve por su pueblo (Jer 31,20) y se arrepiente del mal que le va a hacer (Ex 32,11-14; cfr. Gén 6,6). Para el Antiguo Testamento era más importante la vitalidad personal de Dios que una espiritualidad lejana. Además, si el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26s), bien puede Dios ser descrito con rasgos humanos. De otra forma, ¿cómo podríamos hablar de Dios? La tensión que encontrarnos en el Antiguo Testamento entre la trascendencia (inalcanzable para el hombre) de Dios y su inmanencia (su presencia cercana de bendici6n, juicio y 1
salvación en la historia) se resolverá maravillosamente en el misterio de Cristo Jesús, el Verbo de Dios hecho hombre. Si los profetas y otros escritos no temen los antropomorfismos, hay capas redaccionales, como el elohista y el sacerdotal, donde son menos frecuentes. También se buscan mediaciones. Así se habla de la gloria de Dios (Ez 9,3s), del rostro (en Ex 33,14s es el rostro de Dios el que acompaña; cfr. Is 63,9), del nombre (Is 30,27s), del ángel de Yahweh (que no siempre se distingue de Dios, p.e. cfr. Gén 31,11.13), de la Palabra (Is 55, l0s; Sb 18,15), de la Sabiduría (Sb 7,21.25ss), del Espíritu (1 S 11,6s; Is 63,10ss; Joel 3,lss; Ag 2,5; Sal 104,29s; Sb 1, 7). La Sabiduría, sobre todo, toma cierta consistencia en sí misma, al menos literariamente, lo que prepara camino para la comprensi6n del Dios trinitario en el Nuevo Testamento.1 La sabiduría interviene en la creaci6n del cosmos y lo gobierna; ella asiste y salva al hombre (Sb 8,1.4ss; 9,18; cfr. Pr 9,1-6). Cuando Dios sea concebido como más trascendente, más se destacarán las mediaciones.
Yahweh El nombre del Dios de los Padres que es revelado a Moisés es Yahweh. Según la probable interpretación de la exégesis del redactor elohista (Ex 3,14), significaría el que estará con ellos. Yahweh es el Dios que los liberó de Egipto e hizo la alianza del Sinaí (con sus leyes y preceptos): "yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios" (Ex 6, 7, trad. Biblia de Jerusalén, Bilbao 1977). Según el redactor sacerdotal, quien acentúa la gratuidad de la alianza, la del Sinaí es la tercera, después de la alianza con Noé y con Abraham. Yahweh es el Dios nacional que unifica a las tribus. El redactor yahvista insiste en su aspecto guerrero (cfr. Ex 15,1-21). Los profetas utilizan mucho Yahweh de los ejércitos (algunos traducen de los poderes o simplemente el omnipotente), que parece ser el nombre cultual solemne en el templo de Jerusalén. Desde el Dt éste es el único templo válido de Yahweh. Poco a poco la monolatría se va explicitando en monoteísmo. El Dios celoso, que no tolera a otros dioses ni imagen suya (Ex 20,2-6; 34,14), es el único Dios y los ídolos son nada. Esta explicitaci6n, en cierta forma, culmina en el segundo Isaías, durante el exilio (Is 44,6-8). 1
Respecto a la preparación de la revelación trinitaria en el Nuevo Testamento, Dios es padre del pueblo, porque lo ha creado (Dt 32, 6; cfr. Is 1, 2). Esto se fundamenta en la elección y en la alianza. Los profetas insistirán en el amor de Dios como padre (Os 11,lss; Is 49,15). Después del exilio se usa más este nombre. La paternidad de Dios se universaliza, especialmente cuando se relaciona con la creación. Es padre de los pobres y débiles (cfr. Sal 68,6). Es el padre del mesías (Sal 2, 7; cfr. 2 S 7,14). Pero, en general, la paternidad divina se explicita relativamente poco en el Antiguo Testamento, aunque está subyacente.
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El profetismo: juicio y esperanza Yahweh no es un Dios de un lugar (Am 9,2ss), como los baales, contra los que combaten el yahvismo, los profetas. Yahweh, que les dio la tierra, les da también la fecundidad de ésta (Dt 11,10-17; 26,8-10). Pero el Dios de Israel se va tornando amenazante para su pueblo, por la violación de la alianza de parte del pueblo (Is 5,25): idolatría y formas afines (p.e. becerro de oro), culto vacío, falta de confianza respecto a las amenazas de otros países, injusticias con los demás, etc. El día de Yahweh no va a ser el de la victoria de Israel sino el del castigo (Am 5, 18ss; So I, 7ss). "Solamente a vosotros conocí de todas las familias de la tierra; por eso yo os visitaré por todas vuestras culpas" (Am 3,2). Pero los profetas también hablan del amor de Dios por su pueblo, y dan esperanza. Este es el lenguaje de Oseas. "Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad y tú conocerás a Yahweh" (2,21s; cfr. Is 54,lss; Jr 31,3). El corazón de Dios se conmueve: " ¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? ¿Voy a dejarte como a Admá, y hacerte semejante a Seboyim? 2. Mi corazón está en mí trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas. No daré curso al ardor de mi có1era, no volveré a destruir a Efraím, porque soy Dios, no hombre; en medio de ti yo soy el Santo, y no vendré con ira" (Os 11,8s; cfr. Jr 31,20). Dios hará una nueva alianza (Jr 31,31-37). Les infundirá un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 36,26s). Creará cielos y tierra nuevos (Is 65,17); ya no habrá más muerte (Is 25,8; cfr. 26,19). Así santificará Yahweh su nombre ante todos (Ez 36,19ss). El futuro no surge para el resto a partir de una alianza ya rota, sino de la actitud misericordiosa y agraciante de Dios, que perdona y da el espíritu. Esto sucede porque Dios es Dios: ésta es su justicia (lo que le corresponde), su fidelidad. Esto es lo que libremente quiso (cfr. Ex 33, 19). Así clama el salmista: "Yahweh, escucha mi oración, presta oído a mi súplica, por tu lealtad respóndeme, por tu justicia; no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente" (143, ls). Es verdad que a veces explota la cólera de Dios por la violación de la alianza o por la duda respecto a su voluntad de alianza y a su poder salvífico. El castigo aparece como obra de la ira de Dios. Pero se insiste en la paciencia de Dios, en su perdón (Sal 51,3s; Mi 7,18s). "En un arranque de furor te oculté mi rostro por un instante, pero con amor eterno te he compadecido, dice Yahweh tu redentor" (Is 54,8). "De un instante es su cólera, de toda una vida su favor" (Sal 30,6). El mismo Dios pasa ante Moisés y exclama: "Yahweh, Yahweh, Dios misericordioso y clemente, 2
Dos ciudades arrasadas, que aparecen junto con Sodoma y Gomorra.
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tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes..." (Ex 34,6s; cfr. Sal 103). "Por mi vida, oráculo del Señor Yahweh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva" (Ez 33,11). La gracia de Dios se muestra siempre más grande que su juicio. "Pero mi justicia por siempre será, y mi salvación por generaciones de generaciones" (Is 51,8). Y alcanzará a todos los pueblos (cfr. Is 51,5; véase Sb 11,21-12,2). Porque "... del amor de Yahweh está llena la tierra" (Sal 33,5). Por eso, "!dad gracias a Yahweh3, porque es bueno, porque es eterno su amor!..." (Sal 136,lss). Trascendencia de Dios Me referiré especialmente al tiempo del exilio y posterior. Junto a este estar con el pueblo, Dios va revelando su trascendencia. Es soberanamente libre. Trasciende las fronteras, llenando su gloria toda la tierra (Is 6,3). Las naciones pesan como polvo en su balanza (Is 40, 15). El cielo le está sometido (Is 45,12; Sal 103,19). Esta trascendencia se enraíza, finalmente, en que es creador en sentido absoluto (Gén 1,lss; Sal 33,6.9). Es el primero y el último (Is 44,6); existe desde antes y para siempre (Sal 90,2). Es fuente de toda vida (Sal 104,29s; cfr. Dt 32,39). Todas las generaciones juran por el Dios vivo. En Is 31 ,3 se contrapone a la carne, que es el hombre. Lo propio de Dios es ser santo (cfr. Am 4,2) 4. Yahweh se santifica mostrando su poder (cfr. Ex 15,11s; Nm 20,13). Para Yahweh santificarse es glorificarse (Ez 28,22). La santidad de Yahweh es la máxima pureza y nos la exige (cfr. Is 10,17; Lv 19,2ss). Yahweh, el pastor de Israel (Is 40,11), es el rey de todo el universo (cfr. Sal 24, 7-10): "!Reina Yahweh! ¡La tierra exulte, alégrense las islas numerosas! (Sal 97,1; cfr. Sal 145,11-13). Pero habrá un reinado escatológico (final) (Za 14,9). Hay una salvación futura prometida de tipo mesiánico (Sal 2). El mesías será un portador por antonomasia del espíritu (Is 11,lss) y asegurará la justicia de Dios (Jr 23,6). Los apocaliptas, hacia el final del Antiguo Testamento, desarrollan la escatología (realidades últimas), que barruntaran los profetas. Insisten en la trascendencia de Dios y su dominio sobre la historia, con características propias. La historia es una lucha predeterminada entre Satán, sus ángeles malos y sus imperios, contra Dios, los ángeles que lo secundan e Israel. Es inminente la intervención violenta de Dios, aniquilando al enemigo, juzgando (juicio universal), instaurando su reinado, el nuevo 3 4
Creador y Señor de la historia salvífica En las teofanías la santidad de Yahweh se mostraba especialmente bajo la apariencia de fuego.
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siglo o mundo (contrapuesto al actual). Véase Dn 7. En 12,2s habla de resurrección de muertos. Así queda solucionado el dramático problema de la retribución, planteado por Job. Los apocaliptas concentran la salvación al final. Conclusión El Antiguo Testamento nos muestra un Dios de la historia (la misma creación termina apareciendo como un primer acto de esa historia de bendición y salvación). Es el Dios del éxodo. Es un Dios de la alianza gratuita con Israel y, a través de él, de salvación para las naciones (Gén 12,3), que anuncian algunos profetas (Is 19,24s; Za 2,14s). Es el Dios santo y trascendente5, pero que, justamente por eso, se vuelve libremente hacia el hombre en la promesa, la alianza, la misericordia y el perdón. Ama al hombre, a quien creó a su imagen y semejanza y le promete futuro. Sus atributos lo van mostrando cada vez más amante y misericordioso. Su celo también puede jugar en favor de la salvación de Israel por gracia (Is 9,6; Za 1,14-17). Su santidad es moralmente exigente para Israel. La historia está dinamizada hacia el reinado de Dios. En muchos hay una espera mesiánica, con una renovación por el espíritu. El peso de la escatología es cada vez mayor. Finalmente, la concepción de Dios del Antiguo Testamento no es cerrada sino que se va manifestando y permanece abierta al futuro en la libertad de las repetidas y sucesivas promesas y cumplimientos. Gran herencia de Israel es el monoteísmo, la rica personalidad de Yahweh, la dialéctica de trascendencia y presencia de Dios en la historia.
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Así Dios permite que el mundo sea mundo (creado), pero, a la vez, se proclama Señor de la historia.
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