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EL RELIEVE: UN ATRIBUTO INHERENTE A LOS SISTEMAS NATURALES Luis Alberto ARIAS LÓPEZ
El relieve subaéreo constituye el referente del pensamiento geográfico de comunidades e individuos, del científico y del ciudadano; en las zonas rurales, muchos referentes de orientación corresponden con los tradicionalmente conocidos como “accidentes topográficos” (?); en las regiones con intervención mínima de las comunidades son tal vez el único referente seguro y confiable. En el paisaje urbano – en la ciudad – el relieve continúa compitiendo como referente de ubicación con “direcciones”, edificios, puentes y parques. La persistencia temporal mayor de loas geoformas respecto de las bioformas aporta seguridad y tranquilidad a quien busca referentes de ubicación y orientación. Los elementos del paisaje socialmente construido, al igual que las bioformas, se caracterizan por unas persistencias temporales “fugaces” cuando se las compara con aquellas de las geoformas. El relieve, es decir, el conjunto de formas que presenta la superficie terrestre constituyen una expresión inherente a la estructura y comportamiento de los sistemas naturales que se configuran en dicha superficie. No siempre ha sido así. Una línea de pensamiento que se autodenominó “moderna” substrajo al relieve de su carácter de componente de los sistemas naturales para aislarla como obedeciendo a una serie de principios universales. Substraer al relieve de los sistemas naturales relegó los conceptos de “entorno” y “zonalidad” a un segundo plano. El entorno de los sistemas geomórficos se convirtió en “un telón de fondo” pasivo que sólo aportó parámetros cuantitativos y diferencias en tasas; el concepto de “zonalidad” fue despojado de todo su andamiaje genético y de escenario de emergencia de cualidades distintivas quedando reducido al de una simple y operativa diferenciación espacial de estructuras mórficas. El concepto de zonalidad desapareció con su riqueza en el neutral significado de término cartográfico. El estudio del relieve, haciendo parte integral de la historia de los sistemas naturales de la superficie terrestre, constituye una oportunidad para visualizar nuevas explicaciones. Un punto de partida interesante para la reflexión geomorfológica es el de la gran diversidad de estructuras mórficas. ¿Cómo explicar esta diversidad física? O mejor aún: ¿ Cómo explicar la gran diversidad de formas (geoformas) y comportamiento morfogénicos que se dan en la superficie terrestre?
La diversidad mórfica de la superficie terrestre se ha explicado de diferentes maneras: • Es la consecuencia o efecto de la diversidad de materiales litológicos en que están construidas. • Es la consecuencia o efecto de una distribución latitudinal de contextos o entornos climáticos que juegan un papel fundamental en el modelado del relieve. • Es la expresión de las numerosas fases que configuran una evolución cíclica del relieve. • Es la consecuencia de la historia evolutiva de unos contextos climáticos o de un contexto tectono – climática en los cuales la historia climática y/o la historia tectónica son el referente y la “causa” de una historia mórfica, cuya expresión inmediata es un mosaico de geoformas de origen y edad diferentes. En torno a la diversidad del relieve se configuraron tiempo atrás y continúan perdurando imágenes disyuntivas respecto a su comportamiento y producción de estructuras. De un lado se postuló que la dinámica del relieve corresponde con un agregado o un conjunto de procesos básicos de carácter universal que se pueden describir y explicar a partir de principios físicos y químicos básicos. Esta universalidad de partida en el funcionamiento del relieve conduce a la producción de estructuras mórficas (geoformas) que son similares, independientemente del contexto geográfico donde actualmente se localicen. El énfasis en inscribir el comportamiento del relieve en principios físicos y químicos conduce así a visualizar, subrayar y centrar el interés en la identificación de formas y “procesos de consolidar formas” que serían universales, es decir, válidos en toda la superficie terrestre subaérea. Aquí se mezclan frecuentemente dos mitos: el rigor científico se consigue identificando enunciados universales insensibles a las vicisitudes escalares (espaciales y temporales). El segundo mito consiste en “elevar” al rang o de universal lo que son manifestaciones de un comportamiento zonal y a considerar estas manifestaciones como “lo normal”; se supone por lo tanto que cuando los exploradores de otras regiones encuentran estructuras mórficas y comportamientos diferentes, s e están encontrando con “lo anormal”, “lo patológico”, con lo que no sigue las reglas de los universales. Si el explorador duda de sus observaciones se adentra en el mundo de la alineación: elabora descripciones con referentes “de lo normal”, allí donde éste no existe. En este marco se sustenta la idea de que todos los ríos tienden a configurar un perfil de equilibrio y que dicha configuración corresponde a una línea cóncava que va disminuyendo regularmente su gradiente. Los perfiles cóncavos con disminu ción de gradiente serían la expresión típica de un comportamiento universal idealizado mientras que los perfiles no regulados (con quiebres de pendiente) podrían expresar
diversos hechos: un perfil “inmaduro” (“incipiente” en su desarrollo), un perfil substraído de su comportamiento regular por una perturbación tectónica o como consecuencia de una influencia marcada por la resistencia de los materiales del lecho. Con cuanta frecuencia en ciencias naturales y particularmente en geomorfología, lo que son estructuras mórficas generadas en un contexto (entorno) específico y en un marco espacio -temporal acotado se substraen de este condicionamiento para “elevarlas” al olimpo de los hechos globales válidos en todo tiempo. En este caso, continúa persistiendo, de otra manera, un geocentrismo que se considera a sí mismo como de gran rigor científico frente a lo que es un fenómeno regional. Para este pensamiento universalista cualquier aspecto que presente una colina podrá descubrirse en cualquier región del globo; no existen configuraciones mórficas que sean exclusivas de alguna región. La diversidad mórfica de las colinas es el resultado únicamente del peso de aquellos factores que inciden en el proceso de desarrollo (v.gr: Las litologías, el marco climático) o son la expresión de la fase (“stage”) en que se encuentra el proceso. Una perspectiva diferente se puede construir asumiendo que el comportamiento del relieve o morfogénesis es una cualidad emergente inherente a la totalidad de cualquier sistema geomórfico. Los procesos básicos postulados por el universalismo son expresiones dinámicas de las “partes” del sistema cuando estas se substraen de sus interrelaciones en “un todo”. Cuando el comportamiento del sistema geomórfico se asocia con el efecto acumulado de procesos básicos de meteorización, remoción, transporte y depositación lo que se describe es un inventario de dinámicas descontextualizadas, que surgen de una reflexión analítica acerca de un relieve desmembrado. El comportamiento del relieve visto como propiedad emergente conlleva a una nueva exploración geográfica: ir a la búsqueda de nuevas dinámicas que se sustentan en las numerosas interrelaciones que pueden configurarse, tornarse regulares y persistir entre los procesos de meteorización, remoción, transporte y depositación. El comportamiento como propiedad emergente es simultáneamente el atributo que le da identidad y organización dinámica a un sistema geomórfico: es lo que sustenta una nueva zonalidad pero también lo que permite relacionar con otros sistemas geomórficos que despliegan identidades diferentes. De esta manera, el comportamiento asumido como propiedad emergente del “todo” está presente en cada sistema geomórfico que sea adecuadamente delimitado y no sería un atributo inherente a sistemas inscritos en una escala espacial determinada, como podría pensarse del concepto de “zonalidad de la geomorfología climáticas y sus zonas morfoclimáticas. El comportamiento así entendido, permite describir y comparar sistemas geomórficos que comparten contextos climáticos, tectónicos y/o litológicos similares;
que permite identificar similitudes y diferencias respecto a sus respectivas morfogénesis. La exploración de los sistemas geomórficos a partir de sus comportamiento vigente, entendido como propiedad emergente intenta subrayar la importancia que reviste la organización dinámica de estos sistemas en la comprensión y explicación de la preocupación inicial postulada: la diversidad del relieve. La comprensión de comportamientos vigentes permitirá entender el proceso de diferenciación de morfogénesis y de producción de estructuras mórficas en diferentes referentes espacio-temporales. El énfasis en el comportamiento vigente en una zona no significa que a través de él se pueda dar cuenta de las estructuras de relieve heredadas (paleorelieves) o de la evolución futura de las estructuras activas; no se trata de una sobrevaloración estratégica del “presente” frente al “pasado” o al “futuro”; se trata de “ver” en el comportamiento vigente la organización dinámica, única y diversa de un sistema geomórfico; “ver” en el comportamiento, la génesis de lo distintivo, lo propio pero también lo común, lo general que subyace a todo sistema. Esta perspectiva conlleva a recuperar para los comportamientos ecosistémicoscaracterizados por identidades circunscritas a contextos específicos- la dinámica de las vertientes y de los ríos, las cuales habían sido llevadas hacia un contexto de comportamientos universales diferenciables únicamente por constantes, magnitudes y tasas. Se trata de explorar y construir la idea de comportamiento como organización dinámica en diferentes contextos espaciales, desde el más amplio de las zonas morfoclimáticas o de los dominios tectono- climáticos pasando por la escala de las microcuencas de unos pocos Km2 hasta la escala de los comportamientos en vertientes y segmentos de ellas. Se trata de llevar al comportamiento de los ríos la idea que subyace en la zonalidad de los bosques y considerar que la morfogénesis de los ríos de sabana o la morfogénesis de los ríos de los bosques ecuatoriales difieren entre si y difieren de la morfogénesis de los ríos de otras latitudes. La zonación altitudinal que en las montañas despliegan los suelos y las comunidades vegetales tiene su equivalente en otra zonalidad: aquella del comportamiento del relieve. La riqueza, diversidad y magia del comportamiento morfogénico no descansa en el inventario exhaustivo de los llamados “procesos básicos”, sino en las potenciales combinaciones (numerosas y diversas) que se establecen entre meteorización, remoción, transporte y depositación en una región o espacio dado y en un tiempo dado. Se plantea por lo tanto explorar el comportamiento del relieve (morfogénesis) en términos de una cualidad o propiedad emergente, global, distintiva que aporta una
organización dinámica y que a la vez es la razón de ser de las geoformas en gestación.