Incertidumbre, ruptura y esperanzas en Guatemala

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Incertidumbre, ruptura y esperanzas en Guatemala

Andrés Cabanas Rebelión Presentación en Foro Análisis de coyuntura, con énfasis en seguridad y justicia, organizado por Convergencia

p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 120%; }Divido esta presentación en tres apartados: 1. Caracterización de este momento como una coyuntura de crisis prolongada, que continúa y se profundiza después del terremoto institucional de 2015 y la celebración de elecciones el 6 de septiembre.

2. Aproximación a escenarios cambiantes, en una situación de tensión politica.

3. Reflexión sobre retos para movimientos sociales, en el entendido de que el análisis de coyuntura o el análisis político de la realidad (que vincula el momento con los cambios estructurales) es válido si nos motiva a confrontar nuestras ideas y prácticas. No analizamos para reafirmar sino para transformar.

Crisis de régimen

En este apartado planteo que la crisis política no se agotó en 2015 ni se contuvo con la renuncia de Otto Pérez Molina y las elecciones de septiembre. Estamos en situación de (profunda) crisis-, no de normalidad-estabilidad- (igual a Jimmy Morales).

Observamos, como síntoma de esta crisis, que durante 2016 se están produciendo cambios institucionales bruscos, igual o más relevantes que los que derivaron en la caída del gobierno de Pérez Molina y la desaparición del partido Líder como opción de gobierno a fines del año pasado. Estos cambios van más allá de personas y dinámicas concretas, y condicionan el ejercicio del poder político. Entre otros, menciono estos hechos:

-Captura de ex generales vinculados a delitos contra los deberes de humanidad durante el conflicto armado, actualmente implicados en redes de corrupción e inteligencia militar. Esta captura implica un golpe a uno de los soportes del actual gobierno, la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala, y a estructuras de inteligencia y de acción política paralela vigentes.

-Intervención de la empresa Aceros de Guatemala para obligar el pago de impuestos atrasados por

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valor de 800 millones de quetzales. La intervención administrativa representa un aviso político hacia el empresariado evasor y un recordatorio de una de las agendas pendientes de la transición: la reforma tributaria.

-Captura de un empresario español por utilización de medios ilegales para la obtención del contrato de la Terminal de Contenedores Quetzal, lo que revela prácticas de colusión entre empresas transnacionales, operadores políticos y operadores de justicia, constituyendo también un aviso para quienes favorecen estas prácticas.

-Desarticulación de estructuras criminales dedicadas a extorsión, en connivencia con actores partidarios.

-Posible encarcelamiento de tres miembros recién electos de la Corte suprema de justicia (el 20% de la institución), que debe alertar a otros magistrados y jueces que han favorecido negocios ilícitos e impunidad.

Observamos, además, grandes movilizaciones sociales, como la Marcha por el Agua o las manifestaciones por la refundación del Estado, promovidas por organizaciones de mujeres, sociales, campesinas e indígenas, que desmienten la hipótesis de la caída del descontento tras la renuncia de Pérez Molina e implican rearticulaciones estratégicas de actores sociales.

Suceden en 2016, como sucedieron en 2015, hechos que no habíamos anticipado y que, de tanto que nos fueron negados, empezábamos a no desear. Estos sucesos apuntan a la reconstrucción de la ética pública perdida y a la profundización de las movilizaciones de todo tipo.

Esta crisis en proceso tiene condicionantes, actores y espacios de disputa:

1. El papel activo y/o injerencista de Estados Unidos, en el marco de la seguridad hemisférica y la consideración de Guatemala (la Guatemala de la corrupción, la trata de personas, el narcotráfico y el Estado ilegítimo) como amenaza a su seguridad nacional.

2. La recomposición del pacto de elites, tras el quiebre del pacto operado por el Partido Patriota desde el ejecutivo y el pacto de impunidad durante el juicio por genocidio.

3. Las disputas entre actores de poder: Ejército, Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras, Cacif, embajada de Estados Unidos, transnacionalemía criminal/emergente/oligarquia.

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4. La aparición de nuevos actores y demandas (urbanas, estudiantes, clases medias), que conlleva la recuperación y legitimación de la participación política y la búsqueda de una nueva cultura política.

5. La continuación de las luchas en defensa del territorio, los bienes naturales y la vida, por parte de organizaciones y sujetos históricos, fundamentalmente territoriales.

La multicausalidad de los conflictos, los actores en tensión, la deslegitimación del Estado, definen la crisis del régimen constituido a partir de la Constitución de 1985. Este régimen, pactado por las élites con concesiones mínimas al campo popular, no da más de sí: es cuestionado desde los márgenes por los sectores sociales, y ni siquiera garantiza la gobernabilidad desde el punto de vista de las elites (por ello el inicio oficial del proceso de reformas constitucionales).

Escenarios

No existe en el futuro inmediato una salida única para esta crisis, ni una hoja de ruta diseñada y ejecutada desde un solo actor: el reacomodo o los intentos de reacomodo y reconfiguración desde el poder no son lineales ni controlados, así como tampoco lo son las posibilidades de transformación desde los sectores populares.

Un escenario pasa por la reconfiguración autoritaria o neoconservadora, hacia un régimen legal y constitucional de mayor reducción de derechos y del Estado. En este escenario, con dinámicas de control militar, ubicamos la figura del Presidente, el partido gobernante, sus asesores militares, tanques de pensamiento ultraliberales (Universidad Francisco Marroquín), empresarios tradicionales como la familia Gutiérrez y el sector aglutinado en la Fundación para el Desarrollo (FUNDESA), según el análisis exhaustivo realizado por El Observador.

En un segundo escenario se abordan reformas políticas controladas, que tienen el objetivo de recuperar legitimidad del Estado y por tanto control territorial y poblacional. Las reformas mínimas son operadas por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), Ministerio Público (MP), Ministerio de Gobernación y Superintendencia de Administración Tributaria, y afectan a aduanas, administración tributaria, seguridad y justicia. En este escenario ubicamos actores del ejecutivo con un margen de autonomía respecto al Presidente y a su partido, generando una especie de gestión gubernamental paralela. Las reformas legales y constitucionales en seguridad y justicia se inscriben en este escenario de reformas controladas.

Un tercer escenario (con posibilidades de acuerdos coyunturales y diálogo con el anterior) considera la adopción de medidas estructurales y cambios de raíz, en el entendido que la crisis no es coyuntural y la Constitución de 1985 no debe ser sustituida por un nuevo pacto de elites. Se debate sobre el modelo extractivo y la plurinacionalidad, es decir, la necesidad de una organización estatal y social que responde a la existencia de pueblos con identidad y formas organizativas

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propias (autonomía). Este escenario es promovido por organizaciones y luchas históricas, y por sectores urbanos que propugnan una radicalización de la ciudadanía y la democracia.

Retos y rutas de acción

¿Cuáles son nuestros retos en este contexto de cambios, donde todo se mueve pero en ocasiones parece que no cambia nada? En primer lugar, debemos ubicarnos en una situación de ruptura, entendiendo ésta como proceso plural, que se da en múltiples ámbitos: ruptura con la linealidad en el ejercicio del poder impune, ruptura con la mediocridad, ruptura con la apatía y el conformismo, ruptura con la desesperanza. Esta ruptura no niega, sino que entra en tensión, con las continuidades estructurales y los riesgos de reconfiguración del esquema tradicional de poder.

Un segundo reto es asumir con humildad que no tenemos todas las respuestas: mucho menos, cuando nos obstinamos en recurrir a marcos de interpretación tradicionales, excesivamente lineales, construidos para realidades estáticas, sobre variables fijas, inhábiles para esta coyuntura desbordante que contradice supuestos, invalida hipótesis y destruye categorías de análisis. La consciencia de nuestros límites es una característica positiva, opuesta a la arrogancia del que todo sabe y así actúa.

El tercer reto es no permanecer indiferentes, a la expectativa, atrapados en el pesimismo o fatalismo, ese pragmatismo resignado (Andrés Pérez Baltodano) que parece indicarnos que nada va a cambiar y que la agenda de los poderosos se impone siempre.

El siguiente reto implica reflexionar, retroalimentar, debatir, revisar nuestras concepciones y prácticas. Entre otros, sobre algunos tópicos que se han revelado como tensiones o nudos para las movilizaciones sociales durante esta coyuntura: cómo articulamos lucha institucional y lucha social, partidos y movimientos; cuáles son los límites de la política estadocéntrica, aquella que pone el Estado como centro, que es instrumento y fin; cómo entendemos el poder: momento inaugural o construcción permanente.

Quinto reto, integral y abarcador: la articulación, que no pretende pegar o amontonar siglas de organizaciones, sino:

articular lo inmediato con lo estratégico,

articular visiones del mundo, sus sujetos y actores,

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complementar identidades, culturas políticas, espacios de lucha,

fortalecer las diversidades

vincular luchas urbanas y rurales.

El esfuerzo (vocación y apuesta estratégica, según Isabel Rauber) de la articulación implica construir caminos de diálogo y capacidad de escucha, priorizando consensos sobre imposiciones (aunque sean de mayorías representativas).

Por fin, el último reto es, siguiendo a Edgar Morin, la construcción de estrategias para moverse en la incertidumbre, fortaleciendo el pensamiento complejo, huyendo de las consignas, las recetas, las fórmulas hechas, los finales felices o cualquier final. Supone adoptar la pedagogía de la pregunta (José de Souza Silva) frente a la pedagogía de la respuesta: crítica y autocrítica permanente, fomento de la curiosidad y la creatividad política.

Nuestro empeño no transita, dice Zibechi, con paso seguro, en sendas despejadas y, de ser posible, rectas, lineales, acumulativas. Por el contrario, el horizonte y el futuro (también el hoy) es otro: hurgar en las miles de brechas y grietas abiertas por la resistencia al capitalismo, re-conocer las menores briznas de rebeldía, sentir, vivir las fisuras existentes en la cotidianeidad de la dominación para, partiendo de ellas, intensificarlas, expandirlas, multiplicarlas, sin dirigirlas ni fijarles metas desde afuera.

No es sencillo, pero es posible si lo hacemos juntxs.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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