INVIERNO EN LA IGLESIA?

NORBERT GREINACHER ¿INVIERNO EN LA IGLESIA? Tras la presentación, a partir del ejemplo de cuatro católicos europeos, de cuatro formas detectadas de u

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NORBERT GREINACHER

¿INVIERNO EN LA IGLESIA? Tras la presentación, a partir del ejemplo de cuatro católicos europeos, de cuatro formas detectadas de una fe invernal dentro de la iglesia, el autor se pregunta si realmente vivimos, en la iglesia católica europea, un auténtico invierno. La respuesta es que "sí". Pero también es que es un invierno que puede ser la puerta de la primavera, la puerta de una nueva vida. En esta línea, el autor propone unos cansinos muy sugerentes. Winter in der Kirche?, Theologische Quartalschrift, 167 (1987) 182-195

I. Formas de fe invernal 1. Alfred Delp (A.D.) Nacido en 1907, de padre protestante y madre católica, fue bautizado en la iglesia católica. Recibió el sacramento de la confirmación en 1921. Jesuita desde 1926. Ordenado sacerdote en 1937. Arrestado en julio de 1944, fue juzgado, condenado a muerte y ahorcado en febrero de 1945. Presentaré dos contribuciones significativas de A.D. en relación al tema que nos ocupa. Primera: en 1941 en una conferencia sobre la "Confianza de la iglesia" afirmó: "Nos hemos convertido en tierra de misión. El mundo circundante no es cristiano". A.D. no había llegado a esta afirmación a partir del nacionalsocialismo, sino al darse cuenta de que ya había pasado en Alemania la época de la identidad iglesia-pueblo. Segunda: la crítica a la burocratización de la iglesia. En 1944 escribía: "Los ministros de la iglesia tienen la guía y la garantía interna del Espíritu. Pero... ¿y los representantes oficiales?, ¿y los "creyentes" de una seguridad imperturbable? Creen en todo, en cualquier ceremonia y en cualquier costumbre: no sólo en el Dios vivo. Me vienen a la memoria tantas posturas y gestos contra la vida. ¿En nombre de Dios? No, en nombre de la tranquilidad, de lo tradicional, de lo que no es peligroso. De hecho, en nombre de lo burgués, que es el órgano menos apropiado del Espíritu Santo".

2. Reinhold Schneider (R.S.) Nació en 1903 en Baden-Baden. Desde 1938 vivió en Friburgo y se convirtió a la iglesia católica. Murió en esta misma ciudad a los 55 años. Sus sonetos se difundieron ilegalmente durante el tiempo de la guerra y fueron enviados a los soldados de la Wehrmacht. Durante el invierno de 1957/58 residió en Viena. Allí escribió su impresionante libro "Invierno en Viena". Leemos allí: "Orar más allá de la fe, contra la fe, contra la increencia, contra sí mismo. Hay una increencia, que se encuentra en el orden de la gracia: se trata de la entrada en abandono cósmico e histórico de Jesucristo; tal vez una

NORBERT GREINACHER participación en él: ¿Es hoy el cristianismo esta experiencia de la desesperación ante el cosmos y la historia, la desesperación ante la cruz?". "Para expresar patéticamente lo que ha sucedido en mí durante este invierno en Viena, debería hablar de un accidente interior, de la entrada de agua oscura en un espacio que se ha vuelto vacío". "Se debe orar aunque no se pueda. Yo puedo orar muy bien por los demás...; por mí no puedo orar; de hecho, no puedo decir "Padre". R.S. no es el único católico que se halla en una crisis de fe invernal como ésta. Hoy podríamos preguntarnos: ¿se puede creer después de Auschwitz e Hiroshima?

3. Ida Friederike Górres (I.F.G.) Nació en 1901 en Böhmen. La cito en este contexto por dos escritos. Uno de ellos es la "Carta sobre la iglesia" publicada en el "Frankfurter Hefte", en 1946. Dice allí: "¿Es realmente desagradecimiento el hecho de que muchos fieles no se alegren al pensar en los sacerdotes?... Mal están las cosas cuando uno tiene que quejarse de que no es infrecuente en los curas la dureza de corazón... ¿Es quizá esta pobreza de sentimiento la consecuencia necesaria de un celibato vivido negativamente que, en lugar de liberar para un encuentro paternal y fraternal, encierra a los individuos en su "Yo"?... ¿Por qué somos todavía católicos? Porque amamos a nuestra iglesia como por encima de todo. Nuestra crítica sólo es la ira y la queja del amor". El otro escrito se titula "En invierno crece el pan. Seis ensayos sobre la iglesia". El motivo fundamental del amor a la iglesia sigue siendo el mismo, pero el juicio de la situación en la iglesia católica ha cambiado totalmente. En 1946 LEG. hablaba desde el punto de vista de una intelectual crítica de izquierdas; aquí se vuelve con amargura contra las reformas y cambios seguidos en la iglesia. Habla de "comandos de demolición en la iglesia": "Mirad, cómo se odian, dicen los malintencionados al contemplar, la guerra fraterna de los católicos: progresistas contra conservadores, vanguardistas contra reaccionarios, etc. La energía con la que antes se atacaban las distintas confesiones, hoy, prohibida por la ola ecuménica, se nota en las discusiones internas". Se dirige contra la secreta increencia en la iglesia; contra la "traición de los intelectuales" en y a la iglesia; contra los teólogos que "buscan novedades a cualquier precio, hasta identificarse a veces fácilmente con el error". "El Credo es impugnado y reinterpretado, no por ateos oficiales, sino por sacerdotes ordenados, por teólogos encargados de la predicación, por pastores de almas". Concluye: "Todavía tengo confianza en el padecimiento de la iglesia". No nos burlemos de este juicio de LEG., mujer profundamente íntegra y piadosa. Es una prueba de que la iglesia se halla en plena crisis de identidad de graves consecuencias.

4. Karl Rahner (K.R.) Nacido en Friburgo en 1904. Entra en la Compañía de Jesús en 1922. Ordenado sacerdote en 1932. Muere en 1984. K.R. hablaba en los últimos años de su vida de la "fe en tiempo invernal".

NORBERT GREINACHER En su epílogo al libro de Sigmund Kripp "Despedida de la mañana", sobre la vida en el centro juvenil Kennedy Haus de Innsbruck escribe: "Este libro refleja en los educadores y en los educandos el tiempo invernal de la piedad. No debe prescindirse de ello ni glorificarlo. Pero tampoco puede vencerse a base de predicar altos ideales y actuar como si ya pudieran llevarse a cabo con un poco de buena voluntad". En la entrevista que concedió poco antes de su muerte al redactor jefe de "HerderKorrespondenz", David Seeber (D.S.) leemos lo siguiente: "D.S.: Profesor Rahner, usted habla de la "iglesia invernal". ¿Se refiere a la situación actual de la iglesia y a la de los cristianos que viven en un mundo profano?". K.R.: "Esta expresión quiere caracterizar la impresión que da nuestra iglesia centroeuropea. Sólo hemos de dar una ojeada a los números. ¿Cómo nos ha ido con los novicios de nuestras órdenes religiosas? ¿Cuántos niños ya no reciben el bautismo en las grandes ciudades? ¿Con qué evidencia se acepta el divorcio entre los católicos bautizados? ¿Qué se piensa de la cuestión del casarse por la iglesia?, etc. La iglesia en Europa se encuentra a la defensiva". En otro lugar dice Rahner: "Otro punto importante es si la iglesia hace bien en mantener el sistema de cubrir las parroquias o de si no sería mejor crear oasis, aun cuando por ello queden muchos espacios desérticos desde un punto de vista humano, pastoral y eclesiológico". ¿Invierno en la iglesia? Una metáfora, ciertamente, pero no por ello menos cierta. A partir de estos testimonios, de los resultados de las investigaciones socio-religiosas y de nuestras propias experiencias, podemos concluir que la iglesia católica europea vive en un tiempo invernal.

II. Invierno en la iglesia de Europa No quiero añadirme a una lamentación sobre la iglesia, en la que "la iglesia" son siempre los otros. Deseo presentar algunos elementos importantes sobre la situación de la iglesia católica en Europa para apoyar la tesis de que vivimos una época invernal en ella.

1. Fin de la iglesia del pueblo Desde hace 20 años he defendido la tesis de que está cerca el fin de la iglesia del pueblo. El desarrollo fáctico de la iglesia en los últimos veinte años me ha dado la razón. Si por "iglesia del pueblo" se entiende o bien aquella configuración social de la iglesia en laque el hecho de haber nacido en una determinada sociedad implica tambié n la pertenencia a una de las dos iglesias o bien una situación en la que la iglesia y pueblo constituyen una "quasiidentidad", siendo aquélla la garante de la unidad de un pueblo y la que legitima religiosamente el sistema de valores de una sociedad, entonces debe preverse el fin de la iglesia del pueblo. Todavía hoy existen rasgos de una iglesia del pueblo. Pero muchos indicios apuntan a que ésta ha pasado a la historia.

NORBERT GREINACHER 2. Crisis de identidad Con el fin de la iglesia del pueblo se da una crisis de identidad. Encontramos estas crisis en la vida de los hombres y de las instituciones. No se está seguro de lo que se es, de a quién se favorece y a quién se pertenece. No se tiene ninguna confianza en el mundo circunstante. ¿Debe la iglesia misionar o, más bien, debe preocuparse de que los mahometanos se hagan mejores mahometanos? La ayuda al desarrollo por parte de la iglesia, ¿es una tarea constitutiva o sólo un vehículo de su trabajo misional? ¿Tiene la iglesia un mandato político deducible de su existencia cristiana o no? ¿Cómo debe entenderse el nacimiento virginal? ¿Es Dios masculino o femenino? ¿Es la homosexualidad un pecado o una predisposición? Tales preguntas demuestran que nos encontramos en una intensa crisis de identidad y de fe.

3. Pérdida de cre dibilidad Tampoco es creíble la iglesia a los ojos de muchos, sobre todo intraeclesialmente: para muchos cristianos la iglesia oficial ya no despierta ningún tipo de confianza. Dos ejemplos. Cada vez es más claro el hecho de que muchas mujeres abandonan la iglesia. No se sienten comprendidas por esta iglesia de hombres ni están dispuestas a someterse obedientemente al dominio masculino. En segundo lugar, la iglesia todavía no ha integrado la sexualidad en la vida humana como una dimensión fundamental y determinante de ésta. Alguien me dijo: mientras la iglesia oficial no se disculpe públicamente de la carga de culpa que ha puesto en el pasado en el terreno de la sexualidad, para mí no es creíble. También hacia afuera la iglesia ha perdido credibilidad. Al presentarse de un modo autoritario y exigente, decae rápidamente su peso moral en el ámbito público. La distancia entre los principios defendidos por la iglesia y su comportamiento real cuestiona su autoridad hacia dentro y hacia fuera.

4. Burocratización El grado de Burocratización en la iglesia ha aumentado considerablemente. Parece que mientras más ha disminuido la vivacidad de la iglesia, más se ha intensificado la burocracia. No debemos abandonarnos a una especie de romanticismo social. Una iglesia que quiere ser eficaz en el seno de una sociedad diferenciada y organizada, necesita una burocracia, es decir, un sistema social en el que las gestiones decisivas se llevan a cabo no en las relaciones personales sino en el marco de instancias impersonales y jerárquicas. El dilema es si la burocracia sirve a los hombres o si los hombres deben obedecer a la burocracia. Existe un principio según el cual la preocupación por los hombres es la ley

NORBERT GREINACHER más importante. Cuando la burocracia de hecho ya no está determinada funcionalmente en relación a la tarea de la iglesia y no sirve a la salvación y al bienestar de los hombres, entonces se ha pervertido. Además, la burocracia tiene una fuerte tendencia a la centralización. Desgraciadamente, también en la iglesia. Debemos tener presente los fundamentos del N.T. y de las antiguas tradiciones de la iglesia, según las cuales la iglesia se compone de iglesias locales que tienen el derecho de elegir a su obispo. El principio de subsidiariedad, que la iglesia defiende con razón en su doctrina social para la sociedad, debe aplicarse a la misma iglesia.

5. Tendencia al "ghetto" La época del concilio Vaticano II estuvo marcada por una apertura al mundo. Sin embargo, cada vez se tiene más la impresión de que la iglesia tiene nuevas tendencias al "ghetto". La apertura ecuménica a la iglesia protestante ha sido bloqueada; las organizaciones juveniles católicas, comprometidas social y políticamente, deben ocuparse sólo de lo que presuntamente es "esencial"; se funda una universidad católica propia. En una palabra: se pretende crear, como en el s. XIX, una propia subcultura católica. Por otra parte, la iglesia cada vez es más irrelevante socialmente a pesar de ser un importante factor social en la historia de la posguerra, sin la cual o contra la cual no se tomaba ninguna decisión social importante. Esta situación contrasta con el poder de la iglesia. Mientras más desciende su influencia fáctica en la opinión pública, más se aferra a sus privilegios sociales, en lugar de renunciar a ellos como exige la Gaudium et Spes. La iglesia se está convirtiendo cada vez más en un fenómeno marginal de nuestra sociedad. Un indiferentismo general en materia religiosa se va abriendo camino. La iglesia no es ni siquiera considerada digna de discusión o de crítica. Invierno en la iglesia e invierno de la iglesia. Pero en cada invierno se anuncia ya la primavera.

III. En cada invierno se anuncia la primavera Tres de los cuatro testimonios a quienes hemos dado la palabra en la primera parte anuncian también la primavera. Reinhold Schneider: "En todas las raíces, troncos y retoños trabaja la vida; muda e impetuosa". Ida Friederike Görres: "Los mayores debemos estar preparados a las legítimas sorpresas que puedan depararnos los cambios externos de la iglesia". Karl Rahner: "Si el cristianismo estuviese marcado por la radical ¡dad, surgiría la primavera en la iglesia. De qué modo, con qué medios podemos apuntar hacia esta radicalidad es difícil de saber. Pertenece a la esperanza cristiana no interpretar estos tiempos invernales como anuncio de una muerte definitiva". Pertenece a la ambivalencia de la vida y de las instituciones humanas el que su desarrollo no se lleve a cabo sin crisis ni conflictos. Pero cuando todo esto es asumido

NORBERT GREINACHER de un modo humano, entonces de la crisis puede surgir una maduración y de los conflictos pueden obtenerse nuevas perspectivas y experiencias. La iglesia tiene hoy grandes oportunidades. En nuestro mundo se da una falta de sentido. En la medida en que la iglesia se ocupe de esta falta de sentido tiene posibilidades insospechadas: sólo tiene que confiar en el potencial de sentido latente en la tradición judeocristiana, no de un modo autoritario y exigente sino con el talante de quien invita. Si demuestra con su propio comportamiento que se deja determinar por estas tradiciones gana también una nueva credibilidad. De hecho la iglesia ha conseguido esto en Latinoamérica. Ha hecho una opción preferencial por los pobres a través del estudio de la palabra y de los hechos de los profetas y de Jesús de Nazaret en la teología de la liberación y en la praxis de las comunidades de base. Se ha lanzado a un cambio impensable unos veinte años antes y ha ganado una nueva credibilidad. Es sabido que esto no se ha conseguido sin un fuerte conflicto con la curia romana. Sin embargo, en el reciente desarrollo de este conflicto veo las oportunidades reales para un reconocimiento de la teología de la liberación por parte de toda la iglesia. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que el centro de gravedad de la iglesia ya se ha desplazado de hecho a Latinoamérica. También aquí en Europa se perciben signos esperanzadores. Mencionemos dos ejemplos. En primer lugar, surge una nueva conciencia de comunidad. Podemos constatar cómo de algunas parroquias, consideradas tradicionalmente como distritos de competencia del párroco para el cuidado de sus feligreses, surgen comunidades vivas en las que sus miembros asumen la responsabilidad y configuran autónomamente su vida comunitaria teniendo en cuenta sus necesidades y expectativas. Estas comunidades eclesiales se abren a los problemas de los hombres necesitados y a los de la sociedad: los asilados y extranjeros, los impedidos y los presos, los enfermos y los ancianos, la solidaridad con los hombres del "tercer mundo" que padecen hambre, el desarme y los problemas ecológicos. Quien critique esta apertura de los cristianos al servicio individual y social por considerarlo una renuncia a lo esencial de la fe cristiana u "horizontalización de la iglesia", demuestra que no ha entend ido el centro del mensaje de Jesús de Nazaret, según el cual el servicio a los hombres es servicio a Dios y no hay ningún servicio a Dios sin servicio a los hombres.

IV. ¿Que hacer? Me parecen particularmente importantes los siguientes cinco elementos.

1. De la iglesia del pueblo a la iglesia de la comunidad He dicho que la configuración social de la iglesia del pueblo ha sido históricamente superada. En su lugar debe aparecer una nueva configuración social: la iglesia de la comunidad. De una iglesia jerárquica, centralizada y burocrática, debe surgir una iglesia

NORBERT GREINACHER que crece a partir de las comunidades eclesiales. No puede obtenerse ninguna otra visión de la iglesia a partir del N.T.

2. Simplificación de la fe Hace falta una simplificación de la fe. Los esfuerzos de años anteriores para llegar a conseguir una "fórmula breve de la fe" tienen plena actualidad. Se trata de transmitir a nuestros contemporáneos el núcleo liberador y esperanzador de la tradición bíblica. Más que un nuevo catecismo que lo englobe todo, hace falta un testimonio creíble y transmisible del mensaje central de Jesús, el liberador.

3. Cultura de la libertad Las tradiciones del A.T. y del N.T. tienen un mensaje liberador que debería traducirse en una cultura de la libertad. "Cristo nos ha liberado y ahora somos libres. Permaneced firmes y no os dejéis imponer de nuevo el yugo de la servidumbre" (Ga 5,1). Necesitamos en la iglesia una cultura de la libertad, una actitud de tolerancia, un respeto a las minorías y a los marginados, saber escuchar las opiniones diferentes, tener sensibilidad hacia las posibles alternativas. Esto no es sólo asunto de los jerarcas de la iglesia, que conceden este o aquel espacio de libertad, sino, en primer lugar, de todos los cristianos, que luchan por su derecho a la libertad cristiana hasta conseguirla.

4. Iglesia conciliar Iglesia conciliar no significa en este contexto sólo una iglesia que se deja guiar por el espíritu y la letra de los documentos del Vaticano II. Esto se da por supuesto. Es más: los progresistas de la iglesia deben defender los contenidos del concilio Vaticano II contra quienes quieren hacer volver atrás la historia de la iglesia. Aquí hablo de la iglesia conciliar en un sentido más amplio: en esta iglesia - ya desde los tiempos del N.T.- ha habido una pluriformidad de teologías, de espiritualidades, de formas litúrgicas, de estructuras comunitarias. Esto debe ser posible en una sociedad diferenciada. Hemos de aceptar de entrada la pluriformidad en la iglesia. Junto a la teología latinoamericana de la liberación hay una teología profética política en Europa; junto a una tradición calvinista, el pasado ortodoxo; junto a una comunidad orientada carismáticamente, un grupo cristiano políticamente, etc. Esto no supone arbitrariedad, sino el reconocimiento de que la verdad absoluta sólo está en Dios y nosotros sólo podemos apropiarnos particular mente de esta verdad en una confrontación mutua.

5. Simpatía hacia los alienados El auténtico campo de prueba de la iglesia se encuentra en mostrar, de palabra y de hecho, que la iglesia es, en el auténtico sentido de la palabra, compasiva con los

NORBERT GREINACHER hambrientos del "tercer mundo", con las víctimas de la polución del medio ambiente y con las víctimas potenciales de un holocausto atómico.

V. Conclusión A partir de las tradiciones del A.T. y del N.T., la iglesia debe llevar a cabo una teología profética política marcada por la fe en la acción liberadora de Dios a los hombres en Jesucristo y por la necesidad de una acción política concreta en relación a los tres conflictos que hoy nos amenazan: el conflicto norte-sur, el conflicto este-oeste y la crisis ecológica. Si las iglesias cristianas no consiguen tomar una postura inequívoca en un concilio ecuménico de la paz ante estos conflictos, quedarán relegadas a la parte antigua de la historia (¡si es que, para entonces, todavía existe la historia!). ¿Invierno en la iglesia? Esta es la pregunta a la que hemos respondido afirmativamente. Se trata, sin embargo, de una metáfora con un valor expresivo limitado. A cada invierno sigue una primavera. De nosotros depende. Tradujo y condensó: JOSEP GIMENEZ

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