LA POESÍA ÉPICA PRECEDENTES

LA POESÍA ÉPICA PRECEDENTES El objeto específico de la poesía épica es cantar "las hazañas de los reyes y de los caudillos y las guerras funestas" (H

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LA POESÍA ÉPICA

PRECEDENTES El objeto específico de la poesía épica es cantar "las hazañas de los reyes y de los caudillos y las guerras funestas" (Horacio). Los romanos, cuyas hazañas militares pasman al mundo, produjeron sus primeros poemas épicos a finales del siglo III a.C. Pero, en los siglos anteriores, pueden rastrearse indicios de lo que luego será la gran poesía épica. ELOGIA Son inscripciones funerarias en verso, en elogio de un difunto. Son famosas, entre las conservadas, las que figuran en sepulcros de miembros de la familia de los Escipiones. Narran el valor, los méritos diversos y las gloriosas hazañas del muerto. CARMINA CONVIVALIA Los cantos de banquetes son los más claros precedentes de la poesía épica. Era costumbre en los primeros siglos de Roma cantar, al final de los banquetes, con acompañamiento de flauta o sin él, las glorias y las valerosas hazañas de los antepasados ilustres. Debió de existir todo un ciclo épico de cantos heroicos, que sirvieron de base a las leyendas de personajes heroicos transmitidas luego por los historiadores (Tito Livio, sobre todo), cuando se refieren a los primeros tiempos de Roma. CARMINA TRIUMPHALIA Eran cantados por los soldados que acompañaban al general vencedor en la procesión triunfal desde las afueras de Roma hasta el Capitolio. Celebraban en ellos las hazañas del general y las suyas propias en la guerra, jactándose de haber dado muerte a miles de enemigos. A veces desembocaban en rasgos de humor, en pullas dirigidas incluso al propio general en jefe. Suetonio nos cuenta que, en el cortejo triunfal de César tras sus victorias contra los galos, los soldados cantaban versos como éste: Romani, servate uxores, moechum calvum adducimus (Romanos, tened cuidado con vuestras esposas, que traemos al adúltero calvo) NENIAE En las honras fúnebres de personajes ilustres, los parientes en un principio, y luego mujeres contratadas para ello (las praeficae o plañideras), recitaban una fúnebre melopea con el elogio del difunto, de sus virtudes y sus hechos heroicos.

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LA ÉPICA ARCAICA

LA ODUSSIA DE LIVIO ANDRÓNICO

El primer poema épico que aparece en la Literatura latina no es de creación original, sino una traducción de la Odisea de Hornero, la primera traducción literaria de Occidente, realizada por Livio Andrónico, con el título latino de Odussia. Nos quedan de esta traducción unos 50 versos; por ellos puede verse que es una traducción fiel al original, pero con un gran afán de romanidad, que se manifiesta en la utilización de términos latinos autóctonos, frente a los de derivación griega, y en el empleo del verso "saturnio", igualmente autóctono, que dejará pronto de usarse suplantado por los metros griegos. EL BELLUM POENICUM DE NEVIO Nevio es el introductor en la literatura de la poesía épica original, no traducida. Su poema épico Bellum Poenicum trata de la primera guerra púnica, en la que el autor militó como soldado. Rompiendo con la tradición épica de Hornero, Nevio no canta sucesos legendarios y lejanos en el tiempo, sino un hecho histórico real y contemporáneo. Sin embargo, para explicar el odio entre romanos y cartagineses, se remonta a la leyenda de Eneas y al episodio de sus amores con la reina Dido, fundadora de Cartago, a la que abandona; esta lo maldice y expresa antes de suicidarse su deseo de que exista siempre un odio a muerte entre los descendientes de ambos. El poema fue escrito también en versos saturnios, con un estilo equilibrado entre la influencia griega y la tradición romana. LOS ANNALES DE ENNIO Con Ennio la épica latina da un gran paso y se consolida definitivamente. Su poema Annales es considerado como la epopeya nacional romana hasta la aparición de la Eneida. Los sucesos están narrados cronológicamente, de ahí el título. Pero no es una mera historia versificada, sino un poema de gran aliento, que aúna los elementos de la épica griega con la tradición romana. Imita a Homero, de quien toma comparaciones y toda clase de procedimientos expresivos. De los poemas homéricos procede una importantísima innovación en la literatura latina: Ennio introduce el hexámetro, abandonando el verso saturnio. En adelante, el hexámetro quedará como verso definitivo de la poesía épica.

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LA ÉPICA CLÁSICA: VIRGILIO Y SU ENEIDA

Desde Ennio hasta Virgilio transcurre un largo período de siglo y medio en el que no aparece ningún poeta épico digno de ser tenido en cuenta. Con Virgilio la épica latina alcanzará su más alta cumbre. Virgilio nace en una aldea cercana a Mantua, en la Italia del norte, el año 70 a.C., de una familia de clase media. Creció entre los rústicos habitantes de la brumosa Lombardía y toda su vida fue un enamorado de la vida sencilla del campo, de los animales, de los verdes prados y de los bosques sombríos. Su obra está poblada de esos recuerdos infantiles y llena de ese amor intenso a los seres animados e inanimados de la naturaleza. Estudia en Cremona y en Milán, y se traslada a Roma en el año 54 a.C., a los 17 años de edad. Fue presentado en el círculo de los poetae novi, que se caracterizaban por su erudición y virtuosismo poético. Catulo lo inició en el arte de la versificación y, en la obra de Lucrecio, aprendió que la poesía debe sobrevolar las vulgaridades de la vida sensible y nutrirse de la Filosofía y de la Teología. Frecuentó la escuela de Epidio, un retórico famoso, en la que trabó amistad con César Octaviano, el futuro Augusto, y con Marco Antonio. Sus tratos con el primero resultarán determinantes en la vida del poeta. Pero aquel ambiente no cuadraba con el temperamento de Virgilio, más dado a la soledad y a la contemplación. Volvió a su terruño, pero allí se encontró con que los cultivos eran repartidos a los legionarios veteranos que se licenciaban, y a Virgilio le fue confiscada la finca que poseía de sus padres. El gobernador de la región, Asinio Pollión, consiguió que las tierras le fueran restituidas a Virgilio, quien entonces compuso su primera obra poética de madurez, las BUCÓLICAS. Pero le volvieron a confiscar sus tierras, ahora definitivamente, y el poeta se vio obligado a regresar a Roma donde encuentra al hombre que, por indicación seguramente de Augusto, le toma bajo su protección y le libera definitivamente de preocupaciones económicas: Mecenas, que fue también ilustre protector de Horacio. Mecenas ofrece a Virgilio una casa en Roma y una finca en Nápoles; el poeta se establece definitivamente aquí, con eventuales escapadas a Roma. Los siete años siguientes los dedica a escribir las GEÓRGICAS y los últimos 14 años de su vida los empleó en la redacción de la ENEIDA (11 años) y en su corrección (3 años). En el año 19 a.C. salió con intención de viajar por Grecia y Troya, para visitar los lugares cantados en el poema, pero en Atenas se encontró con Octavio Augusto, que lo convenció para volver con él a Italia. Enfermó en Megara, empeorando durante el camino de regreso, y murió en Brindisi. No terminó la Eneida a su gusto y ordenó que la quemaran, pero sus amigos no le hicieron caso y la publicaron tal como él la dejó, con algunos versos incompletos. La ENEIDA es la gran epopeya nacional romana. Consta de doce libros y de cerca de diez mil hexámetros. Se ha hecho notar desde siempre que Virgilio, siguiendo las huellas de Homero, imita en los seis primeros libros la Odisea y en los seis últimos la Ilíada. En efecto, la primera mitad de la Eneida narra los viajes de Eneas, sus avatares y peripecias desde que sale de Troya, destruida e incendiada por los griegos, hasta que llega a tierras de Italia. Pero la narración no sigue una línea cronológica; al empezar el poema, se encuentran Eneas y los suyos intentando llegar a Italia desde Sicilia; la diosa Juno, enemiga de los troyanos y que desea impedir que Eneas funde en Italia una nueva Troya, convence a Eolo para que desate una tempestad, que arrastra los restos de la flota de Eneas a las costas de África; allí los acoge hospitalariamente Dido, reina de Cartago, y le ruega a Eneas que le cuente cómo ha llegado hasta África desde Troya. Y es en el

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libro II donde se pone en boca de Eneas la narración de los sucesos que dieron origen a la peregrinación del héroe: la toma y destrucción de Troya. En el libro III sigue contando Eneas las peripecias y los diversos territorios que han abordado desde la salida de Troya en llamas hasta el momento presente. El libro IV trata de la estancia de Eneas en Cartago y sus amores con Dido. Advertido por los dioses de su misión, Eneas abandona a Dido, que se suicida. Se pone en marcha de nuevo hacia Italia y toma otra vez tierra en Sicilia. El libro V describe extensamente los "juegos fúnebres" que celebraron los troyanos en Sicilia para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Anquises, padre de Eneas. En el libro VI se narra la llegada a las costas de Italia y la bajada de Eneas a los infiernos, donde su padre lo anima a cumplir su misión, presentándole para ello a los grandes personajes que va a producir en el futuro la historia de Roma. La segunda mitad del poema, a imitación de la Ilíada, canta las " guerras" que riñe Eneas en suelo itálico, especialmente contra Turno, caudillo de los rútulos, que pretendía, como él, la mano de Lavinia, hija del rey Latino. En los diversos libros se enumeran las tropas y pueblos favorables a los dos caudillos y las hazañas y las muertas de héroes de uno y otro ejército. El relato culmina con la muerta de Turno a manos de Eneas, episodio que cierra el poema. Aparte de esta división en dos mitades, se ha observado también otra en tres bloques, cada uno de ellos con un protagonista parcial, aunque el héroe absoluto sea Eneas: libros I-IV, con Dido como figura principal; libros V-VIII, el bloque central, con total protagonismo de Eneas; y libros IX-XII, en los que destaca la figura de Turno. Parece que Virgilio, a instancias de Mecenas y de Augusto, pensó primero en la posibilidad de componer un poema épico cantando las gestas de Augusto; pero afortunadamente se decidió por un tema más grandioso y más acorde con su robusta inspiración y su independencia artística: la "exaltación de Roma" en sus orígenes mitológicos. Nevio había cantado un suceso contemporáneo. Ennio, la historia de Roma hasta su tiempo. Ambos habían tocado los orígenes, pero como una digresión. Virgilio los convierte en el tema fundamental de su epopeya. Sin embargo, consigue hábilmente insertar en la Eneida la glorificación de Augusto, de su familia y de otros personajes y familias ilustres. En la bajada de Eneas a los infiernos, Anquises hace desfilar anta sus ojos, como en una procesión, los héroes gloriosos que "va a engendrar" Roma; y Virgilio aprovecha para ensalzar la familia de Augusto, la familia Iulia, a la que hace descender de Julo, hijo de Eneas. En el libro VIII, Venus, madre de Eneas, pide a Vulcano que forje un escudo para su hijo; Vulcano graba en el escudo una sucinta historia de Roma y, como motivo central, la gloria de Augusto en la batalla de Accio. De este modo Virgilio identifica, en una hábil síntesis, la historia nacional con la historia de la dinastía imperial. Virgilio, aunque sigue las huellas de Homero e imita episodios homéricos, abre una etapa nueva en la poesía épica. La Eneida es una epopeya "sabia", producto de vastos conocimientos sometidos a una rigurosa "selección" e "integrados" armónicamente en una unidad concebida y realizada a la perfección: la glorificación de Roma. Se distingue además la épica virgiliana, como el resto de su producción, por su "subjetividad", nacida de su "simpatía" con la naturaleza entera, los seres animados y los inanimados. El héroe del poema, Eneas, no es un puro guerrero, como Aquiles, sino el pius Aeneas, el héroe religioso y humano, desgarrado por una tragedia interior: tiene que obedecer a los dioses, y por ello abandona, contra su voluntad, a Dido; y por ello mata, contra su voluntad y tras dudarlo mucho, a Turno, su antagonista. Eneas parece un héroe blando, comparado con la ferocidad de Aquiles; pero no es blandura, sino humanidad de sentimientos, no incompatible con el valor guerrero. La Eneida respira, en sus

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personajes, en su desarrollo, en sus descripciones y digresiones, un perfecto "equilibrio", que es la virtud más excelsa de los verdaderos "clásicos". El mismo equilibrio y armonía caracteriza la lengua y el estilo virgilianos. En él se conjugan magistralmente la solemnidad épica con la gracia de los poetas "neotéricos". Usa las palabras con absoluta propiedad y con la colocación exacta. Evoca como ningún otro poeta colores y sonidos. Resulta a veces dulce, a veces brillante, a veces vigoroso según convenga a la ocasión. Por todo esto, ya en vida se convirtió en un clásico. Y su fama no ha decaído jamás, desde la Edad Media, en la que Dante lo eligió como guía para el Infierno, hasta la época actual, en que se le ha llamado, en el título de un libro, "Virgilio, padre de Occidente".

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