LA REPRESENTACIÓN DE LAS EMOCIONES EN EL RETRATO FOTOGRÁFICO

LA REPRESENTACIÓN DE LAS EMOCIONES EN EL RETRATO FOTOGRÁFICO Ana María Martín López IE Universidad Los primeros daguerrotipos (1839) muestran escenas

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Monografía Curso de Capacitación Docente en Neurociencias Alumna: Jacqueline Gómez Rodríguez www.asociacioneducar.com Mail: informacion@asociacioneduc

TEORIAS DE LAS EMOCIONES
ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR 2922/2007 Nº 29 – ABRIL DE 2010 “TEORIAS DE LAS EMOCIONES” AUTORÍA ALVARO DIAZ ORTIZ TEMÁTICA EMOCIONES ETAPA PRIMARIA

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LA REPRESENTACIÓN DE LAS EMOCIONES EN EL RETRATO FOTOGRÁFICO Ana María Martín López IE Universidad

Los primeros daguerrotipos (1839) muestran escenas arquitectónicas o naturalezas muertas, únicos temas posibles en aquel momento debido a los largos tiempos de exposición del material sensible. Sin embargo, poco tiempo después de la presentación del procedimiento, se producen mejoras técnicas que permiten el retrato. Por el estudio del fotógrafo pasaron personas de todo tipo que, a menudo, aparecen sentadas o apoyadas delante de un fondo liso y con la expresión más natural de la que son capaces, dado que la pose duraba cerca de un minuto. Estas representaciones fotográficas del siglo XIX importan códigos estéticos propios de la pintura. El modelo, en cierto modo, también posaba ante la cámara. Su indumentaria y su actitud hablaban de él pero la imagen no explicaba quién era o qué sentía. Cuando Disderi presenta la carte-de-visite (1854), aumenta la demanda y el mercado se llena de miles de retratos. Utilizando placas húmedas, que se exponían varias veces en una cámara provista de varias lentes, conseguía ocho tomas sobre un mismo negativo. La imagen, de unos pocos centímetros, mostraba al retratado de cuerpo entero en diversas actitudes que, en ocasiones, rozaban lo cómico. No había interés por el estudio del personaje, ni por su expresión y tanto la iluminación como el encuadre eran similares en todas las copias. No obstante, gozaron de bastante éxito. Más interesantes desde el punto de vista estético, son los retratos que realiza Nadar (1820-1910). Su formación artística se traduce en imágenes clásicas en tres cuartos, con luz lateral en las que, a menudo, el retratado mantiene una intensa mirada a cámara. El fotógrafo, que se convierte en el mejor cronista visual del París literario y artístico de su época, intenta captar la personalidad de su modelo, buscar lo que denominaba su parecido íntimo. Ante su lente pasaron Gustave Doré, Theophile Gautier, Charles Baudelaire, Julio Verne, Alexandre Dumas o Sarah Bernhardt. Precisamente, sus retratos de la actriz son de una sencillez cautivadora, muy distintos de otras imágenes en las que demuestra sus dotes teatrales en amaneradas composiciones. Napoleon Sarony (1821-

1896) la fotografía en diversas ocasiones: desmayada en un diván, con una lánguida mano rozando el suelo o caracterizada como una altiva Cleopatra. No es difícil encontrar en el retrato del último tercio del siglo XIX a modelos disfrazados, representando escenas literarias o mitológicas en un intento de elevar lo que era un mero proceso químico a la categoría de arte. No pocos autores bocetan antes de la toma la imagen que quieren captar, cultivan el efecto flou, utilizan varias copias y las combinan. Son imágenes recreadas que, de forma pretendida, se acercan a lo pictórico. Muchas de las fotografías que realizó Julia Margaret Cameron (1815-1879) responden a esta idea. Grupos de personajes –sirvientes y amigos disfrazados- pueblan un universo de ensueño por el que desfilan ángeles de cándida expresión, heroicos caballeros medievales y delicadas princesas y hadas. Sin embargo, es también capaz de realizar vigorosos retratos a contemporáneos célebres. El melancólico perfil de la madre de Virginia Woolf es casi escultórico y, al ver su retrato, Thomas Carlyle le escribió una carta en la que decía: “Es como si de repente comenzara a hablar, terriblemente feo y abatido” (Newhall, 2002: 78). Los retratos infantiles de Lewis Carroll (1832-1898) son muy distintos. Los disfraces y el decorado en el que sitúa a algunas de las chiquillas no hacen que emerjan la alegría e inocencia propias de la infancia. Y aunque las fotografías de Alicia Liddell posando como una mendiga (1858), Alice Grace como Caperucita Roja (1857), Lorina y Alice Liddell as Chinamen (1859) y otras muchas, son de moderna factura, han pasado a la historia mirándonos con expresiones que van del fastidio a la pura displicencia. Oscar Rejlander también cultivó la fotografía infantil. Hizo numerosos estudios de niñas y golfillos callejeros pero, según Newhall (2002:74), en el fondo era un actor al que le gustaba fotografiar expresiones como el miedo o el disgusto. Algunas de estas imágenes fueron utilizadas por Charles Darwin (1872) para la ilustración de su libro La expresión de las emociones en el hombre y en los animales y una de ellas, el cómico puchero del Niño llorando (1872), se hizo tremendamente popular. Pero aunque el pictorialismo fue la corriente estética imperante en el panorama fotográfico internacional durante décadas, a principios del siglo veinte muchos fotógrafos empiezan a descubrir y a apostar por las posibilidades expresivas propias del medio. Alfred Stieglitz fue uno de ellos y su trabajo fue calificado de directo, llano. Sin artificios, retoques, poses o disfraces, sus retratos –como el que realiza a Georgia O´Keeffe (1922)- sorprenden por la exquisita iluminación, la cuidada composición, el

equilibrio en el encuadre, la fuerte vitalidad que desprenden y la personalidad de sus personajes. En 1888, la revolución Kodak pone la fotografía al alcance de todo el mundo. El fotógrafo, profesional o amateur, se encuentra liberado de un pesado equipo y la tendencia a ofrecer cámaras cada vez más pequeñas y manejables les pone en disposición de acceder a temas que estaban fuera de su alcance. Los periodistas aprovecharon muy bien estos recursos. Algunos de ellos se dieron cuenta de que la imagen era un poderoso elemento comunicativo, incluso más que la palabra, cuando se trataba de denunciar realidades injustas. Jacob A. Riis utilizó la luz de magnesio para llegar a los interiores de las viviendas de los suburbios, cuyos habitantes, cegados por el destello, miran a cámara con asombro. Son retratos crudos, como los que realiza Lewis W. Hine a los niños que trabajan en las minas de carbón o en las fábricas de algodón del sur de Estados Unidos, aunque la mirada del fotógrafo está llena de piedad y ternura. En la mejor tradición de la fotografía documental y de denuncia se enmarca el trabajo de los fotógrafos que participaron en el proyecto del gobierno norteamericano bautizado como Farm Security Administration, cuyo objetivo era documentar las duras condiciones en las que vivía la población agrícola del sur del país durante la Depresión. De las miles de imágenes que se obtuvieron, Destitute pea pickers in California. Mother of seven children. Age 32. Nipomo. California (1936) es la más conocida. Esas jóvenes madres rodeadas por sus hijos se han convertido en auténticas madonnas contemporáneas mirando a la cámara, desafiantes, con una extraña dignidad. Y no sólo eso, otros fotógrafos aprovecharon la versatilidad de los equipos para captar escenas sencillas de la vida cotidiana. El fotógrafo se convierte en voyeur, puede ver sin ser visto y su trabajo gana en naturalidad. Brassaï se adentra en el París nocturno y llena sus imágenes con los curiosos personajes que lo pueblan. Bijou (1933) con sus pieles, anillos y pulseras está tratada con ironía pero con enorme respeto y un punto de cariño. En una línea parecida, Bill Brandt se introduce en los hogares de los ingleses para fotografiar sus costumbres pero quizá lo más destacable de su producción sean los retratos que hizo a escritores, artistas y políticos. Francis Bacon on Primrose Hill (1963) nos trasmite una enorme melancolía que roza la locura y, aunque no de un modo tan acusado, muchos de estos retratos generan en el espectador una cierta sensación de incomodidad que consigue gracias a una iluminación efectista, encuadres extremos y la utilización del entorno para hablar de los paisajes interiores de sus modelos. Este

recurso es también utilizado por Henri Cartier-Bresson en sus retratos a Truman Capote (1947), Henri Matisse (1944) o Samuel Beckett (1964). Sin embargo, las instantáneas en las que busca el “momento decisivo”, las que ha conseguido poniendo ojo, corazón y cámara en el mismo eje, son mucho más interesantes porque son frescas y aparecen llenas de vida y optimismo. Por el contrario, Lisette Model realiza estudios críticos de sus personajes, a los que retrata en situaciones absurdas, con gestos grotescos. Se dice que aconsejaba a sus alumnos no disparar hasta que el sujeto les provocara un nudo en el estómago. Woman with veil (1949), Sammy´s (1940), Café Metropole (1946) son tomas despiadadas, en las que no aparece ni un ápice de compasión. Tampoco la tiene Weegee con algunos de sus personajes. Fotógrafo de sucesos y colaborador habitual de la prensa sensacionalista, se dice que llegaba a los escenarios antes incluso que la misma policía. Sus trabajos son violentos, sombríos y muy expresivos pero, al mismo tiempo, están llenos de vitalidad. The critic, publicada en Life en 1943, es una ácida crítica social que contrasta vivamente con las imágenes tomadas en el Lower East Side en verano o en el cine, y cuyos protagonistas son niños. En los años 20, Alemania publicaba más revistas ilustradas que cualquier otro país. Textos e imágenes se integraban a la perfección ofreciendo a los periodistas un nuevo modo de contar historias y haciendo llegar al lector a todas partes. Basándose en este modelo comunicativo y en la revista francesa Vu, el empresario Henry Luce ideó una publicación que apareció en 1936 y se convirtió en escuela, lugar de trabajo de fotógrafos de actual reconocido prestigio y archivo de imágenes espectaculares, que se han convertido en iconos visuales. Alfred Eisenstaedt realizó para Life una serie de retratos de personalidades inglesas que han influido de manera notable en el retrato editorial posterior. Sin cámaras de gran formato, focos ni maquillaje, su pequeña Leica revelaba la personalidad a través de la intensidad de la mirada. La lente del fotógrafo era testigo de la vida y el lector tenía acceso a todo lo que ocurría “ahí fuera” cómodamente sentado en el salón de su casa. También las revistas de moda usaron habitualmente la fotografía. Edward Steichen se incorporó en los años veinte al equipo de Condé Nast, publicando para Vogue y Vanity Fair imágenes de personajes populares. Son fotografías pensadas para resultar espectaculares gracias al gesto del modelo y a la utilización de la luz. Greta Garbo (1928), enmarcando con sus manos su enigmática mirada, o Gloria Swanson (1928), cuyos ojos taladran el encaje tras el que se oculta, resultan inolvidables y nos

hablan de mujeres misteriosas y sensuales. Se retrata a la estrella que no mostraba en ningún momento a la mujer. Un estilo completamente distinto es el de Cecil Beaton que dejaba ver en sus retratos su vocación de escenógrafo. Dispone a sus modelos en complicadas ubicaciones y las hace adoptar poses que las integran a la perfección en el decorado. Y es que ¿cuál de las dos figuras en las fotografías de Marlene Dietrich (1935) o de Coco Chanel (1937) es la estatua? Aunque no resulta tan teatral, Arnold Newman fotografía a sus modelos en ambientes que nos hablan de quiénes son. Este espacio simbólico les arropa y aumenta el potencial expresivo de las imágenes. Escribió que le motivaba lo individual y cómo el fotógrafo percibía e interpretaba la personalidad. Quería que sus fotografías, independientemente de que los retratados fuesen conocidos o no, tuvieran el mismo interés para el que las veía. Esa era su vida y su trabajo. Es célebre la anécdota del retrato al empresario alemán relacionado con el régimen nazi, Alfred Krupp (1963). El autor utiliza un punto de vista elevado, que deforma la figura; el rostro anguloso, iluminado desde los dos laterales, y apoyado sobre las manos, eleva los hombros dándole la apariencia de un ave siniestra. Sin embargo, sabe ser divertido y desenfadado retratando a Cecil Beaton (1978) en un barroco salón; atrevido y creativo ante Andy Wharhol (1973) y elegantemente discreto captando a J. F. Kennedy (1953) ante una arquitectura clásica. Los retratos de Yousuf Karsch hablan del poder. La imagen de Winston Churchill (1941), publicada en la portada de Life, capta a la perfección lo que el fotógrafo denominaba su “fuerza interior”. Para ello utilizaba una iluminación clásica y un punto de vista bajo, que engrandece al modelo. Sin embargo, Bert Stern los mira de tú a tú. La sonrisa de Louis Armstrong (1959) es luminosa y está llena de optimismo. Esa complicidad es también patente en su trabajo más celebrado, la última sesión fotográfica a Marilyn Monroe, más de dos mil imágenes que forman parte del imaginario colectivo y en las que la mujer más deseada del mundo no puede ocultar su alma rota. Richard Avedon es uno de los principales y más prolíficos fotógrafos del siglo XX. Ha cultivado prácticamente todos los géneros pero sus retratos, sobre todo los de la serie In the American West, han sido muy celebrados. Utilizando un fondo liso y con una iluminación sin apenas sombras, ante su cámara ha desfilado todo un catálogo de personajes. Sin embargo, los protagonistas de estos retratos no transmiten sentimiento alguno, mirándonos con gesto hosco. Y es que el autor ha declarado que no quiere ir

más allá de la superficie; los rostros son paisajes fascinantes llenos de claves, libres a la interpretación del espectador. Más comercial y optimista, el trabajo de Annie Leibovitz ha ido transformándose desde sus instantáneas alrededor de los Rolling Stones hasta las grandes producciones de moda para Vanity Fair. Su mirada cómplice ha captado el desvalimiento de un joven Mick Jagger, el abrazo de John Lennon y Yoko Ono y la orgullosa maternidad de Demi Moore. No hay celebridad que no haya pasado ante su cámara. Es una fotógrafa teatral, que utiliza el entorno para hablar del retratado con un punto de ironía y humor que convierte sus imágenes en sorprendentes. Bajo la aparente normalidad que nos rodea, Diane Arbus buscó lo extraordinario y, volcando en su trabajo una biografía agitada, fotografió seres socialmente inaceptados, deformes, deficientes, insólitos y hasta patéticos con enorme curiosidad pero, a la vez, con una mirada llena de respeto. Al contrario de lo que piensan otros, cree que la fotografía no está hecha para hacer sentir bien ni al que dispara ni al que posa. Child crying (1967) o Looser at a diaper derby son la viva imagen del desconsuelo y sus lágrimas son tan auténticas y desesperadas como sólo pueden serlo las de un pequeño mientras que el Gigante en casa con sus padres (1970), Hermafrodita y perro en carnaval (1970) o Tragasables albino (1970) producen incomodidad y desasosiego. No aparta la vista y nos obliga a mirar. Si Nadar decía que a quien mejor retrataba era a quien mejor conocía, algunos fotógrafos utilizan el autorretrato y la fotografía familiar para conocerse a ellos mismos. Nan Golding captura trozos de su vida y nos convierte en cómplices de su existencia obligándonos a mirar con cierto pudor lo que parece un diario. Son imágenes tristes, desoladoras, de un gran vacío y con una gran carga sexual que están en el extremo opuesto del retrato formal. Pero las imágenes más capaces de expresar la tristeza son las que se toman durante los conflictos bélicos o las grandes catástrofes. Miles de situaciones desgarradoras que nos han dejado retratos memorables como la mirada inocente de Omayra Sánchez, en Colombia, tras la erupción del Nevado del Ruiz. James Natchwey, que ha cubierto tragedias en todo el mundo, es considerado el mejor fotoperiodista de la actualidad. Poseedor de los más prestigiosos galardones y herido de guerra se considera un testigo y sus fotografías son testimonios; los sucesos que capta no deberían olvidarse y no deberían repetirse. El brasileño Sebastiao Salgado ha practicado la fotografía de denuncia sin dejar de lado su faceta estética. Refugiados, desplazados, trabajadores nos

muestran sus duras condiciones de vida sin perder la dignidad. Algunas imágenes de su serie Éxodos, en África, son de factura casi pictorialista aunque sus personajes apelan a nuestra solidaridad. El rostro humano y su expresividad siguen fascinando al artista contemporáneo. Christian Khöler se introduce en la intimidad de sus retratados, a los que fotografía para el proyecto Sleeping time recién sacados de su sueño más profundo, como sólo podrían verlos sus más allegados. Los primeros planos iluminados sin piedad nos los muestran, de forma casi paradójica, sin la rigidez ni las barreras de la consciencia. Vida y muerte y su reflejo en los rostros es el tema que inspira a Walter Schel su trabajo Life before death. Varios enfermos terminales son fotografiados en primer plano y mostrados en gran formato poco antes y después de morir. Las imágenes, con una enorme carga emotiva, transmiten serenidad, aceptación y esperanza. Los Close up de Martin Schoeller impresionan por su verdad. Se trata de grandes retratos en primerísimo primer plano de personajes populares y gente anónima, captados de frente y con una iluminación que no permite esconder un solo detalle. Desprovistas de adornos o gestos, son imágenes sencillas a simple vista, pero dejan entrever la personalidad del retratado a la que el espectador puede asomarse a través las miradas, que resultan hipnóticas. Todo lo contrario de la serie Xteriors de Desiree Dolron. Admiradora confesa de la pintura flamenca, elige cuidadosamente a modelos de inquietantes facciones e ilumina sus rostros herméticos de manera que el resto quede en la más absoluta penumbra. Misteriosos, fríos e irreales, la autora ha declarado que sus retratos son tranquilos pero de una muy fuerte presencia. Alegría, miedo, ira, tristeza… hemos visto que a lo largo de la historia de la fotografía distintas técnicas y estéticas han explorado las emociones humanas. Y no sólo eso, en muchas ocasiones la imagen no explica tanto al modelo como al fotógrafo. Ya decía Richard Avedon que sus imágenes hablaban más de sí mismo que de sus personajes.

Además, la tecnología permite modificar el aspecto del retratado y

adaptarlo al sentir del artista. Cada vez se dice con mayor frecuencia que, hoy en día, los retratos no se toman sino que se hacen. Como explica Coleman (2007: 37-38) “Un rostro es la identidad y el destino, fijo e inmutable: esto ya no es una verdad inapelable ya que puede rejuvenecerse con maquillaje y cirugía estética, sin olvidar que cualquier fotógrafo puede manipularlo digitalmente”.

BIBLIOGRAFÍA BFF Association of Freelance Photographers of Germany (2008), The 2008 Yearbook, Stuttgart, Germany. BOSWORTH, P (2006), Diane Arbus. Lumen. Barcelona. BRANDT, B (1999), Brandt. Thames and Hudson. London. CARTIER BRESSON, H (2003), Fotografiar del natural. Gustavo Gili. Barcelona. COLEMAN, C (2007), Jano. La doble cara de la fotografía. Fondos de la colección permanente. MNCARS. Madrid. COX, J (2003), Julia Margaret Cameron: the complete photographs. Thames and Hudson. London. FERNÁNDEZ, H (2007), “Cuatro apuntes sobre fotografía reciente: técnicas, creencias, estilos, asuntos” en Jano. La doble cara de la fotografía. Fondos de la colección permanente. MCARS. Madrid. MORRISROE, P (1996), Robert Mapplethorpe. Circe. Barcelona. NATIONAL GALLERY OF ART USA (2002), Alfred Stieglitz. National Gallery of Art, H. N. Abrams. Washington. 2 vol. NEWHALL, B (2002), Historia de la fotografía. Desde sus orígenes hasta nuestros días, Barcelona. STEICHEN, E (1963), A life in photography. Garden City. New York.

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