Llorenç Giménez. Los cuentos nos ayudan a entender el mundo

Llorenç Giménez Cuentacuentos “Los cuentos nos ayudan a entender el mundo” Rafael Miralles Lucena / Cuentos Habla, te mira sonriente y su voz suave

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Llorenç Giménez Cuentacuentos

“Los cuentos nos ayudan a entender el mundo” Rafael Miralles Lucena / Cuentos

Habla, te mira sonriente y su voz suave y tranquila te seduce desde el primer momento. Llorenç Giménez, el cuentacuentos que antes fue maestro, repasa las páginas de unos libros que toma de unas estanterías repletas. Sentado en el sofá de su casa, junto a una terracita soleada, este hombre sencillo y amante de su tierra explica las claves de su oficio de contar historias, una vocación que cultiva todos los días desde que era pequeño. RAFAEL MIRALLES LUCENA Profesor y periodista. Universitat de València Correo-e: [email protected] Fotografías de Tania Castro

46 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº377 MARZO 2008 } Nº IDENTIFICADOR: 377.011

Cuénteme un cuento que le guste. Este cuento de la garza bailarina –Llorenç señala las ilustraciones del libro que tiene entre las manos mientras la fotógrafa dispara su cámara– habla de un hombre que está en una taberna y se dedica a pintar. Como no tiene dinero para pagar, le pinta al tabernero una escena con una garza, pero le advierte: “Sólo te bailará de tal a tal hora”. Y entonces la garza adquiere vida y baila. El bar se llena de gente porque todos quieren ver cómo baila la garza, pero ella sólo quiere bailar en un horario delimitado. Y cuando llega un ricachón y le exige con amenazas que baile, la garza desaparece y nunca más vuelve a la taberna. Cuando leí por primera vez este cuento me emocioné mucho, y conforme he ido contándolo ha ido tomando una nueva forma.

¿Con qué cuentos se encuentra más a gusto, los tradicionales o los contemporáneos? Mis narraciones beben fundamentalmente de los cuentos populares valencianos, catalanes y de los Pirineos, pero desde ahí he pasado a los de todo el mundo. Esta colección por ejemplo –se dirige a la estantería y toma varios libros– incluye cuentos japoneses, judíos, escandinavos, rusos, chinos, africanos… Son una maravilla. La transferencia de los cuentos populares es tan fuerte que me resulta muy fácil transmitir el entusiasmo con el que a mí me llegan esas historias. Un cuento moderno o de creación, como los de Gianni Rodari, puede atraparte, pero no tiene la fuerza

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comunicativa de un cuento enraizado en la tradición oral.

Los cuentos populares no aparecen en la mayoría de manuales escolares. Es verdad, lo normal es que los libros de texto de Infantil y de primer ciclo de Primaria incluyan cuentos que intentan conectar con los contenidos que se trabajan en clase, como el otoño. Pero como esos cuentos no atrapan, hay editoriales que están retomando los cuentos populares, que enganchan mucho más y nunca te los acabas.

¿En qué radica la fuerza y el valor del cuento popular? El cuento popular tiene un poso porque se ha contado muchas veces y atrapa, no me preguntes por qué. Esas historias contadas a niños de dos a doce años nunca fallan. ¿Verdad que cuando tú das con la fórmula de comenzar, sea en la cultura que sea, érase una vez, temps era temps, això era i no era…, ningún niño te dirá que esa historia es falsa? La magia del principio y del final del cuento continúa vigente.

¿Hay momentos mejores que otros para contar un cuento? En la escuela hay que distinguir la hora del cuento de aprovechamiento didáctico –estamos trabajando las garzas y se recurre a un cuento para motivar– y la hora del cuento por el placer de contar; es fundamental distinguir ambas situaciones. Mis cuentos son como un mue-

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lle, que se alarga o se acorta según como veo que reacciona el auditorio.

Déme una receta para contar bien un cuento. Para empezar, es fundamental que te guste la historia que vas a contar. Yo suelo aconsejar algo muy elemental, que la historia te atrape y que cuando la verbalices seas capaz de emocionarte y de transmitir esa emoción.

¿Es más fácil comprender un cuento contado que un cuento leído? Según el informe Pisa que se hizo público a finales de año, parece que nuestros jóvenes son incapaces de leer y comprender más de tres líneas. Pero en cambio, gracias a los cuentos, las narraciones o los romances, todo lo que sea oralidad, los niños te escuchan hasta media hora seguida con la boca abierta. Cualquier buena historia puede captar la atención del niño o de la niña.

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La magia del principio y del final del cuento continúa vigente

¿Cómo saber si es una buena historia? La historia primero ha de gustarte a ti, para que yo emocione contando es preciso que antes me haya emocionado leyéndola o escuchándola; la emoción es muy importante, te ha de salir del alma. Si leo un fragmento de una narración que me ha cautivado, automáticamente los niños van a desear leerla para emocionarse como yo.

Eso sirve para los más pequeños, pero ¿qué hacer con los mayores? El planteamiento es el mismo. Si soy profesor de Literatura en Secundaria y me gusta leer y a los jóvenes les gustan las novelas, ahí tengo una buena manera de atraparlos, leerles un fragmento y luego dejar que se acerquen por su cuenta a ese texto. Es importante, eso sí, leerles modulando la voz, que es algo que los cuentacuentos tradicionales trabajamos mucho.

Además de los cuentos, usted recurre a otras fórmulas narrativas… Están por ejemplo las adivinanzas o acertijos, que tú propones o te inventas y que son muy gratificantes para los niños. Pero ellos también son capaces de inventárselos. Yo les planteo un enigma, una especie de tesoro que deben descubrir y que les gratifica, y se alegran tanto cuando no lo adivinan, porque piensan “qué bueno que es este acertijo”, como cuando lo aciertan.

entrevista... También están los trabalenguas, un recurso fundamental para la oralidad que pueden aprender de memoria o inventárselos. Cuando les pregunto “¿sabéis algún trabalenguas?” y me dicen que sí, seguro que se los han enseñado los abuelos. Pero esta tradición se está perdiendo, es un error despreciar estos magníficos recursos, al menos en toda la Primaria. La oralidad es importantísima, aquí y en todas las culturas.

Pero gracias a las escuelas se ha recuperado mucho patrimonio oral tradicional en peligro de desaparecer. Con las escuelas de Picanya, una población del área metropolitana de València, nos pusimos a recuperar refranes, adivinanzas, rondalles, chascarrillos, anécdotas, chistes… Era un proyecto muy sencillo. Durante un trimestre en los colegios públicos y en la escuela de personas adultas los maestros pedían a los alumnos que hablaran con sus abuelos para que hicieran memoria y rescataran manifestaciones orales antiguas. Al final salió un libro precioso y descubrimos a una mujer mayor que era una narradora de raza y que tenía una memoria prodigiosa.

Esa experiencia podría extenderse a otros sitios… Sí, porque además es muy fácil. En los pueblos, los nietos pueden preguntar a sus abuelos si conocen algún cuento. Y cuando aparece alguien que recuerda alguna historia tradicional hay que invitarlo enseguida a la escuela. Cuando conoces a una persona mayor que es contadora, la distingues porque te engancha todo lo que te dice, la miras y enseguida le ves una chispa especial. Y ese narrador que a veces descubres puede ir luego contando cuentos por otras escuelas: un trabajo que nunca podremos pagarle.

¿Qué valor tienen los cuentos modernos? Un buen cuento, bien escrito y con una edición cuidada, fomenta la lectura y favorece que los niños reflexionen sobre determinados valores. Los cuentos contemporáneos son buenísimos para la lectura y por suerte disponemos de muy buenas colecciones de cuentos in-

Vivir del cuento Define su oficio de cuentacuentos (contacontes, en valenciano/catalán) con un acróstico: Contar historias; Objetos encantadores; Narraciones Populares; Trabucador de palabras; Animación a la lectura; Canciones para reír; Oyentes encantadores y encantados; ¿No la sabes? Ahora té la contaré; Titiritero de las palabras; Endevinador de adivinanzas; Silencio. Llorenç Giménez, Tarazona (Alfafar, València, 1954), describe así su llegada al mundo: “Nací a las ocho de la mañana de un 8 de octubre en la calle de en medio, número 88, tras estar en el seno de mi madre durante casi ocho meses. Al ser prematuro, mi primera semana de vida la pasé dentro de una caja de zapatos, envuelto en algodón y al calor de una bombilla eléctrica”. Antes de dedicarse en exclusiva a contar cuentos, estudió Magisterio y trabajó en la Escola La Gavina, una cooperativa pionera en la enseñanza en valenciano. Con apenas 22 años llegó a ser concejal de Educación y Cultura en su pueblo, aunque lo dejó a los seis meses, decepcionado por la escasa atención que el Ayuntamiento prestaba a la escuela pública. Ahora sigue comprometido con la cultura y con todos los colores de la izquierda: “Siempre digo que no estoy con nadie, pero estoy con todos”. Tras aprobar oposiciones en 1986 fue maestro en tres pueblos, y desde hace diez años ha convertido su afición en su oficio. Llorenç el contacontes, como se lo conoce popularmente en el País Valenciano, cuenta historias en todas partes y para todos los públicos: a los niños y los maestros en las escuelas, a los jóvenes en los pubs, a los investigadores y profesores en congresos y escuelas de verano y a la gente del pueblo en los lugares más insospechados. Además, colabora regularmente en la prensa escrita, en la que recopila chistes, adivinanzas, refranes, locuciones y proverbios, y en programas infantiles para la televisión. Ha publicado libros y ha recibido galardones literarios como el Empar de Lanuza y el Premio Crítica Serra d’Or de cuentos.

Para saber más > Bryant, Sara (1995): El arte de contar cuentos. Barcelona: Biblària. > Mato, Daniel (1991): Cómo contar cuentos. Caracas: Monte Ávila. > Rodari, Gianni (2006): La Gramática de la fantasía. Barcelona: Ediciones del Bronce.

Algunas publicaciones de Llorenç Giménez > (2007) Els animals agraïts. Alzira (València): Bromera. > (2007) El secret de les cinc llegendes. Alzira (València): Bromera. > (2004) Adivinanzas. València: Tàndem (en colaboración con Carmela Mayor y Montse Gisbert). > (2003) Les cançons de Llorenç. València: Tàndem. > (2003) Els acudits de Llorenç. Alzira (València): Bromera. > (2001) Els embarbussaments de Llorenç. València: Tàndem.

Enlaces web > http://groups.google.com/group/animacio-lectora/web/lloren-gimnez > http://www.flickr.com/photos/ultralocalia/sets/72057594094583832/

Correo-e > [email protected]

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fantiles, aunque esta faceta yo no la trabajo tanto porque cuando cuentas un cuento de éstos has de ser muy fiel a la letra y yo tengo tendencia a improvisar mucho… Me suelo quedar más con el espíritu y el fondo de ese texto, que es lo que creo que soy capaz de transmitir mejor.

¿En qué consiste la labor pedagógica de un cuentacuentos? Cuando intervengo en una escuela, siempre con mi maleta y mis libros, aprovecho cualquier momento para fomentar el respeto, la solidaridad o la estima entre todos. Hago también un trabajo lingüístico porque recupero palabras, expresiones, frases, modismos, refranes y modos de decir que se están perdiendo en el habla coloquial, pero que en el cuento aún tienen cabida. Y cuando los niños escuchan alguna palabra que les suena extraña le doy vueltas a la narración para que la interpreten y deduzcan su significado dentro del contexto.

¿Algún consejo para quien quiera contar bien un cuento? Conviene crearse un personaje para no repetir el cuento siempre igual, porque cuando te inventas una historia, al día siguiente tus hijos quieren que se la cuentes tal cual. Pero si te apoyas en un personaje inventado y te dicen que la historia que les explicaste ayer no es la misma tienes una salida: “La mona ha tenido otras aventuras, ayer se fue a la montaña pero hoy está en el parque…”. Eso te salva, pero has de tener capacidad para darle la vuelta y que no se note. Según las circunstancias, unas veces me apoyo en la palabra, otras en los libros y en otras creo un cuento a partir de una frase. Porque el contador de cuentos repite, lee e inventa.

¿Cómo sabe si los niños están metidos en el cuento que les está explicando? Con verles la cara tengo suficiente. Cuando un niño se me queda mirando ya sé que está dentro del cuento y si está dentro del cuento sé que todo va a funcionar. Para captar su atención a veces suelo apoyarme en algún objeto cotidiano, porque los objetos nos llevan a los cuentos y los cuentos a los objetos. 50 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº377 }

¿Puede explicarlo con algún ejemplo? (Llorenç mira a su alrededor y coge un pequeño cenicero metálico que está sobre la mesa, que se abre y se cierra con una tapa unida a la base con una bisagra). “Yo tengo este cenicero que cuando lo abro parece la boca de un animal, pero no es un animal. ¿Qué hay ahí?”. Los niños me dirán enseguida que no ven nada. “Pues yo veo una cosita allí en el fondo…”. Me estoy inventando un cuento a partir de este objeto. Puede ser la historia de una persona que fumaba y que lo dejó porque su salud estaba un poco delicada, el recuerdo de cuando fue fumador es ese objeto, un cenicero que le regaló su bisabuela. Luego saco de nuevo el cenicero y les pregunto: “¿No os lo creéis? Miradlo”. Si tú enseñas el cenicero como broche final tras contarles una historia has llevado el objeto al cuento y luego el cuento al objeto.

Con verles la cara tengo suficiente: cuando un niño se te queda mirando ya sé que está dentro del cuento y si está dentro del cuento sé que todo va a funcionar

Parece muy efectivo… También está el cuento del amor de las tres naranjas: no hay nada más espectacular que abrir mi maleta al final y mostrarles tres naranjas grandes de esas tan preciosas. Pero el objeto también puede aparecer en medio de la narración, cuando la ratita se encuentra un lazo precioso y tú vas y sacas un lazo de lo más hortera y brillante que encuentres. Con un metro clásico de carpintero desplegable les hago de todo, unas montañas, una cometa, una casita… Tengo ya tantos objetos que no sé donde guardarlos.

Mi hija de cinco años tiene muchos cuentos en casa y no ve mucha televisión. ¿Por qué los cuentos que más le atraen suelen ser los de Disney, que a mí me parecen horrorosos?

¡Ja, ja, ja! Conozco personas expertas en literatura infantil que dicen que las producciones de cuentos clásicos de Disney son bastante dignas, que están muy bien trabajadas y respetan la estructura del cuento popular, contra eso no puedes luchar. No es bueno contar cuentos que los niños ya han visto en el televisor o en el cine porque la fuerza y la gracia del cuento están en que tú les expliques una historia que puedan recrear en su imaginación. Si yo les cuento Blancanieves, sin querer, ellos van a imaginar automáticamente la versión audiovisual y se pierde la magia.

Pero en las representaciones de Disney abundan las princesitas tipo Barbie, pasivas, muy monas y blanditas, estilizadas, con mucho color rosa… No parece un ideal de mujer para las niñas. Esas versiones están basadas en los cuentos de Grimm o Andersen, que son europeos, aunque es verdad que la adaptación de Disney y las imágenes a las que recurre no los respetan al pie de la letra. No es lo mismo que si tú le das la vuelta y describes a una princesa que no es ni baja ni alta, que es muy valiente…

Es complicado luchar contra esos estereotipos tan instalados. Sí, pero antes o después la niña se encontrará con ellos en la televisión, en el cine, en los juguetes… Frente a esos modelos tenemos otros cuentos como la serie de Las tres mellizas de Roser Capdevila, una autora que ha sido maestra y que trata de contrarrestar unos estereotipos con los que no está de acuerdo. También están las rondalles de Enric Valor, un escritor valenciano de cuentos populares en los que algunos de sus protagonistas son chicas y los que están encantados son varones. En los cuentos populares la ruptura con los estereotipos dominantes se cuida mucho más.

¿Qué consejos le daría a una maestra sobre cómo ha de contar un cuento? En primer lugar, que ha de hacerlo pensando en el placer de sus alumnos al escucharla, y en que cualquier historia puede servirle siempre que no pierda eso de vista. Sobre los temas más

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La fuerza y la gracia de un cuento está en que tú les expliques una historia que puedan recrear en su imaginación

apropiados le recomendaría que rescatara narraciones de los cinco continentes porque nos ayudan a entender otras culturas. Cuando cuentas un cuento africano, por ejemplo, entiendes por qué allí tiene tanto valor la alimentación, el agua, el respeto a los animales o al baobab. Si dispones de una buena antología de cuentos puedes entender mejor el mundo.

Pero esos cuentos no están al alcance de la mayoría del profesorado. La animación a la lectura se está dejando en las manos de las editoriales. Hay maestros que se limitan a pedirle a la editorial que vaya alguien a la escuela

a hacer una sesión de animación lectora, y eso es sólo un flash puntual, algo testimonial. A los mayores el maestro puede leerles algún capítulo de una novela, por ejemplo La historia interminable, o cualquier lectura de obras literarias contemporáneas de autores consagrados, no conformarse con el libro de texto. Si tú les lees poesías, al final les gustará la poesía, y con las narraciones pasa igual.

¿Cualquiera está capacitado para contar? Como en cualquier oficio, todo se puede aprender, aunque para los maestros las lecturas son una herramienta fundamental. Y no sólo de literatura. Es importante captar la atención ante una lectura sobre cualquier tema, de matemáticas incluso. Está aquella historia del tablero de ajedrez en la que un rey necesitaba resolver un enigma y un personaje le dijo: “Si te soluciono el problema doblarás los sacos de grano en el tablero de ajedrez: uno, dos, cuatro, ocho, dieciséis, treinta y dos, sesenta y cuatro…”. Y al final llegaba a una cifra bárbara. Sirve cualquier tema

pero te lo tienes que creer. Si creas un ambiente y trasladas al grupo a la Prehistoria puedes preguntarles en voz alta: “¿Qué contarían aquellas personas?” o “¿por qué pintaban así?”. Si lo dejas así, con interrogantes, ellos se emocionan más. Y estas estrategias sirven para cualquier tema.

En su trabajo, ¿tiene en cuenta la creciente diversidad lingüística y cultural del alumnado? Nunca he tenido problemas debido a la comprensión de la lengua en la que trabajo, siempre en valenciano, aunque tengo recursos para enfrentarme a esas situaciones. De hecho, muchos latinoamericanos poseen una segunda lengua propia y valoran que aquí también tengamos dos idiomas. El otro día, en una escuela, un niño que acababa de llegar de Bolivia no entendía bien el castellano y la maestra estaba un poco sorprendida. Hablé con ella y le sugerí que averiguara si su familia venía del altiplano porque allí sólo hablan aimara. A la hora de contar cuentos también es fundamental que tú respetes su origen y su identidad.

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