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Salvó la vida al p o ne r gasas e n ce r ebr o Medida extrema. En medio de una cirugía, la rotura de una vena hizo que un niño perdiera dos veces la sangre de su cuerpo; un neurocirujano detuvo la hemorragia de una forma poco usual
Alejandra Dimas El Diario de Hoy
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Juan Antonio Martínez, de nueve años, despidió el fin de año en una sala de emergencia y se encontró con el 2006 en una de operaciones. Su historia pasó desapercibida en el área de urgencias del Bloom, atestada de pacientes quemados por la pólvora. Los fuertes dolores de cabeza y las nauseas, sin motivo aparente, preocuparon a los médicos de turno,
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“Fue poco usual en neurocirugía, pero fue heroico porque permitió salvar una vida” Zanoni Yada Neurocirujano
quienes de inmediato le hicieron una resonancia magnética. El resultado arrojó la posible presencia de un tumor en la
“No había nada más que hacer, sólo se podía empacar y esperar” Mauricio Muñoz Neurocirujano
cabeza. La sorpresa para los cirujanos, en concreto para el responsable de turno, el Dr. Mauricio Muñoz, llegó cuando al abrir el cráneo observó una aneurisma, es decir, una dilatación de una vena del cerebro. “En la intervención se vio como un tumor que al abrirlo salía carne. Encontré una cápsula y pensé que era el tumor, pero había una segunda y al manipularla se abrió y sangró un montón”, recordó Muñoz. Por el líquido que el paciente necesitó, el neurocirujano calcula que el niño perdió dos veces la sangre de su volumen c orporal. En ese momento, la distancia entre la vida y la muerte apenas era perceptible. Fue entonces cuando el especialista recurrió a un procedimiento inusual: la colocación de
unas gasas estériles, literalmente, sobre la masa del cerebro. Decisión Esa acción de poner compresas es común en intervenciones abdominales o en sangramientos por golpes severos; esta vez, esa medida, hasta cierto punto extrema, salvó la vida de Juan. Ese procedimiento que el médico define como “empaquetar” frenó la hemorragia y facilitó el proceso de coagulación de la sangre. La parte más difícil había pasado, pese a que Chequeo. El pasado miércoles, Juan asistió a la cita que tenía en el hospital Bloom. Llegó acompañado de su madre. Foto EDH
el niño aún permaneció dos días más, debido a la malformación, con el cerebro al aire. Cuando el niño se estabilizó, un compañero
de Muñoz, el Dr. José Zanoni Yada, especialista en cirugía endovascular, colocó unas piezas conocidas como coills en las arterias callosa marginal y pericallosa para cerrar el paso al área afectada. Para Yada, la colocación de las gasas fue acertada. “Es poco usual en el área de neurocirugía, pero fue heroico porque le permitió conservar al paciente”, dijo el especialista. Cinco meses sin hacer un TAC Desde agosto pasado, la máquina que sirve para hacer la Tomografía Axial Computarizada (TAC) en el hospital de Niños Benjamín Bloom está fuera de servicio. El aparato es de vital importancia para el diagnóstico certero de tumores en la cabeza y el cáncer en etapas tempranas, entre otros padecimientos comunes. Cuando se requiere un examen de este tipo, los pediatras tienen que dar una referencia para que a los pacientes se les realice una resonancia magnética, una prueba mucho más costosa para el centro hospitalario. Otras veces, la familia tiene que realizarlo fuera del hospital lo que significa que el costo recae en el paciente.
En un centro privado, este tipo de pruebas supera los $200. Al aparato en cuestión le falla el tubo de Rayos X, un utensilio que cuesta más de 18 mil dólares. El dinero, por el momento, no está al alcance del principal centro pediátrico del país. En el caso del niño Juan Martínez, los pediatras optaron por realizarle una resonancia magnética,
Adorno. El aparato tiene una falla en el sistema. Foto EDH
debido a que el niño debía ser tratado con urgencia por el riesgo de un daño en el cerebro. Resulta curioso que el Hospital Zacamil tiene el otro TAC que hay en el sistema público. Y como el anterior se encuentra fuera de uso desde hace más de dos años. La pequeña Fátima ya camina y dice: papá Fátima Dayana Gámez, una bebé que nació con una malformación en una vena del cerebro, crece con normalidad cinco meses después de que se le practicara una cirugía endovascular, es decir, el empleo de catéteres que “viajan” por las venas para corregirle el problema. Por la ubicación de la malformación, la pequeña corría un elevado riesgo de desarrollar hidrocefalia, presentar fallas en el corazón o algún grado de retraso mental. Francisco Gámez, padre de la pequeña, aseguró que la niña ha desarrollado sus habilidades de acuerdo a la etapa que vive. “Ya camina y comienza a querer hablar. Casi me dice papá”, mencionó entusiasmado. En diciembre pasado, los especialistas le realizaron una resonancia magnética para determinar cómo se desarrollaban las arterias después de la cirugía. El resultado fue satisfactorio. “ Casos son raros en el mundo”
A pesar de que el sistema de salud carece de un registro que respalde la frecuencia de casos de malformaciones arteriovenosas, el neurocirujano Mauricio Muñoz estima que éstas no son muy comunes. “Los casos son raros en todas las partes del mundo. En éste, como es un hospital de choque, todos vienen a dar aquí”, razonó el especialista.
Examen. Neurocirujano Mauricio Muñoz muestra las pruebas. Foto EDH
Muñoz estima que al año corrigen un promedio de cinco aneurismas en el cerebro, una especie de dilataciones de los vasos sanguíneos que suponen un riesgo para el niño. Hasta la fecha se desconoce la causa de estas malformaciones en las arterias. De acuerdo con la literatura médica, su origen está relacionado con el debilitamiento progresivo de éstas. En algunos casos puede ser un defecto congénito, es decir de nacimiento, o puede desarrollarse en las etapas avanzadas de la vida. En la mayoría de ocasiones, la detección de estos daños en el cerebro es fruto de la casualidad. Es al realizar al paciente una tomografía o una resonancia magnética cuando aparecen en los exámenes este tipo de malformaciones. Por lo general, los aneurismas no presentan síntomas. Los médicos se dan cuenta cuando se rompen y ocasionan sangramientos en el cerebro. Diversos estudios indican que el cinco por ciento de la población mundial tiene algún tipo de aneurisma, pero la posibilidad de que éste se rompa es muy baja, de apenas un caso de cada diez mil.