El arte de Haití: Reflejo de una realidad ineludibe

Monográficos de Arte 10. Revista de arte contemporáneo El arte de Haití: Reflejo de una realidad ineludibe VV.AA. Febrero de 2010. "Este arte no re

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Monográficos de Arte 10. Revista de arte contemporáneo

El arte de Haití: Reflejo de una realidad ineludibe VV.AA.

Febrero de 2010.

"Este arte no resuelve los problemas pero nos hace consciente de su existencia y ayuda a nuestros sentidos a imaginar un país inimaginable desde lejos, del cual no basta con conocer que fue el primer territorio libre del colonialismo europeo y actualmente el más pobre de América Latina y el Caribe" ... Desde Arte10.com queremos poner el foco en Haití a modo de homenaje.

La pintura ha sido una de las manifestaciones artísticas más importantes dentro del panorama del arte haitiano de todos los tiempos. Fundamentalmente después de la segunda mitad del siglo XX se aprecia una eclosión del llamado estilo naive el cual ha resultado ser uno de los referentes más importantes que identifica el arte de Haití a nivel mundial. Muchos son los pintores destacados, entre ellos se encuentran:

Philomé Obin, Hector Hyppolite, Préfète Duffaut, Antonio Joseph, Rose Marie Desruisseaux, entre otros. Muchos han sido también, sus seguidores pues este estilo se hizo tan popular que los lienzos, realizados en calidad de artesanía, salieron a la calle donde expuestos en largas tendederas o colgados abigarradamente en los muros exteriores de grandes mansiones se ofrecen a la venta. Sin embargo en la actualidad, varios caminos se han perfilado dentro de las manifestaciones artísticas. En primer lugar se han incorporado diferentes medios expresivos y un nuevo grupo de artistas aporta un lenguaje contemporáneo y original el cual expresa a partir de varios recursos e interpretaciones la situación social y económica del país más pobre de América Latina y el Caribe. Si bien el dilema del arte haitiano podría recaer en la carencia de materiales o educación especializada como consecuencia de la miseria, no ocurre así. La gran riqueza cultural de esta nación se expresa en su talento para la creación artística y una de sus revelaciones es el arte de recuperación, en el cual los artistas utilizan los materiales de desecho a su alcance, cualquiera que este sea. Hermosos relieves con toda clase de figuras, ya sean humanas o mitológicas han sido creadas por Serge Jolimeau, Murat Brierre, Lionel Saint Eloi, en Croix de Bouquets un barrio de escultores con alrededor de treinta talleres, Jose Delpe, Remy Jean Eddi a partir del material de los bidones de petróleo vacíos. Este estilo, como el arte naive, ha devenido tan popular que es también realizado en calidad de artesanía y ha pasado a integrar las filas de la economía informal. No obstante es la utilización de los desechos automotrices y aún los desechos más relacionados con la vida humana cotidiana los que han venido ha formar parte de una de las producciones artísticas más importante en la contemporaneidad de Haití. Se trata de André Eugène, Céleur Jean Hérard y Guyodo, “les artistes de la Grand Rue”, de quienes Mario Benjamín ha dicho son: -“lo más vibrante del arte haitiano contemporáneo” “Les artistes de la Grand Rue” son conocidos con este seudónimo porque habitan en uno de los guetos ubicados en el área por donde atraviesa la calle de ese nombre. Es un lugar situado en la zona costera, en las cercanías de la bahía de Puerto Príncipe. Área considerada durante la década de 1920, bajo la ocupación norteamericana, el centro económico y por lo tanto lo más elegante. Actualmente, es una de las zonas más pobres. La mayoría de las casas, están en franco estado de deterioro. Han aparecido pequeñísimas viviendas construidas con zinc tanto para las paredes como para el techo, sin cimientos, sin baños, sin cocinas, sin electricidad (pocas horas al día en los lugares donde existe la instalación), sin alcantarillado, con graves problemas para la distribución del agua potable. Una gran parte de la población haitiana vive en condiciones como estas y ejemplo de ello son los artistas de la Grand Rue y sus obras. En términos generales, aunque cada uno tiene sus propias particularidades, realizan esculturas ensambladas de pequeño y gran formato. Están compuestas de los desechos de un taller automotriz situado en las cercanías y de objetos de cualquier tipo y calidad reciclados de la basura, la cual se puede encontrar abandonada en los lugares más insólitos de Puerto Príncipe. Utilizan el imaginario vodú como soporte conceptual, pocas piezas llevan títulos. Sobre todo priman los colores oscuros: grises, ocres, sienas. Son situadas en los alrededores de su vecindad o almacenadas dentro de sus moradas, en pequeños habitaciones o en cualquier espacio disponible donde puedan estar guarecidas. André Eugène (1959), fue uno de los primeros en desarrollar esta manifestación en su vecindad. De formación autodidacta, aprendió el oficio de albañil y músico en la Escuela Central Profesional de Haití. Sus primeras esculturas estuvieron destinadas al mercado turístico. Ha expuesto en Haití, Barbados y en Florida (E. U.). Las exhibe al público, en su casa, como su museo personal, al cual nombra “E plubirus unum” (unidos en la diversidad), el cual fue el primer lema nacional de los Estados Unidos. Un tema escogido pues considera que entre la diversidad de las personas se debe encontrar unidad mirando el lado positivo de cada situación. Trabaja sobre la cultura haitiana sobre todo con temas referentes a la religión vodú, de la cual le llega su inspiración y representa sus criaturas, símbolos y loas. Es usual encontrar a sus hombres atribuidos de un gran falo: emblema de fuerza y poder según los preceptos del vodú. También utiliza elementos de la cultura mundial y aborda asuntos de interés colectivo como la niñez. El hierro, la madera esculpida y

residuos de cualquier tipo son los materiales de su preferencia y los unifica a través de la técnica de ensamblaje. A primera vista no se distingue bien la forma, pero cuando uno se acerca puede descubrir todos los detalles: paletas y coberturas de ventilador, tubos de escape, gomas de autos, muñecas mutiladas, clavos, alambres, camisas, conformando las extremidades y el cuerpo de cada uno de los seres Es increíble descubrir como de los objetos reciclados o para ser más exactos con el término, de la basura, brota una unidad singular. De lejos aparece como un conglomerado homogéneo, pero al acercarse se puede ver la riqueza de sus partes integrantes. De cierta forma esto sucede con Haití y algunas opiniones generalizadas sobre su contexto: a lo lejos se piensa en la pobreza paupérrima, y se obvian los elementos de una cultura bien delimitada, con fundamentos, tradiciones y memorias bien enraizadas en cada uno de sus individuos. Aparentemente parecen de un contenido ingenuo, no obstante en su discurso André Eugène aclara los presupuestos de su creación y lo ha dejado como testimonio en el cortometraje “E Plubirus Unum” de 2001 dirigido por Maxence Denis: “Estamos en un gueto, donde para sobrevivir debes pensar en una realidad otra. No podemos vivir como nos gustaría. En nuestra situación debemos encontrar nuestro propio camino para sobrevivir, sin ayuda. Por eso escogí este tema y llamo a mi museo “E Plubirus Unum”. Yo expreso la frustración de la sociedad. Vivimos en la miseria. No podemos esperar nada de los políticos. Creamos obras de arte que no podemos vender. No podemos mandar a nuestros niños a la escuela, nada puede mejorarse. Cuando hablamos de esto nadie nos escucha y por eso yo tomo mis instrumentos, no le hablo a nadie. Tiro agua, malo para quienes se sientan mojados…Yo me considero en una cárcel y mientras esté en ella buscaré la forma de expresarme”. Céleur Jean Hérard (1966) aprendió las técnicas de la escultura con su hermano mayor y frecuentando el taller de André Eugène, uno de sus colaboradores principales, cursó la escuela primaria. Comenzó trabajando en actividades manuales, como pulidor y ebanista. Sus primeros encargos, tanto pintura como escultura tenían como objetivo el mercado artesanal turístico. Ha expuesto en Haití y Estados Unidos. La inspiración de Céleur proviene del vodú, representa a sus loas, símbolos, espíritus y criaturas. Con respecto a ello afirma: “Gracias al vodú encontré esta luz” , la de la creación. Lo considera el mejor lenguaje de expresión. Se siente libre cuando lo utiliza dándole la oportunidad de enunciar sus pensamientos. Alega que puede visualizar sus creaciones antes de realizarlas y a veces siente las vibraciones de los espíritus, con visiones fuertes, durante el día y la noche, sin que estos lo dejen trabajar. Algunas tienen gran formato, de hasta tres metros de altura y entre los setenta centímetros de ancho y profundidad. Sus espíritus, están constituidos con madera esculpida, en ocasiones como la estructura central. Algunos son estilizados esqueletos de madera, mientras otros tienden a ser bajitos y gorditos con rostros misteriosos y grandes falos. Igualmente emplea gomas, cámaras de automóviles como un elemento secundario, pero pueden llegar a ser los únicos materiales, como en las piezas para Inter Peintures Promotion d´Art en las cuales agrega colores amarillos, rojos, verdes y aprovecha la propia textura de la goma para integrarla a su propuesta. También utiliza cráneos reales arrancados por las lluvias del cementerio. Estos pasan en un torrente de agua por las cercanías de su casa. Además, emplea el hierro de los residuos automotrices y residuos de todo tipo (basura). Como Andre Eugene, el contenido conceptual tiene fundamentos sociales, significado en el uso de los materiales. El artista explica: “La libertad de pensamiento, la lucha por el valor humano, todo a la vez: lo espiritual, lo intelectual, lados sociales, la miseria se plasma en lo que hago. Aunque no pueda vivir de mi arte. Me siento feliz. Mi arte es admirado y por eso soporto todas las penurias. Nunca se sabe lo que deparará el futuro” . Guyodo (1973), es el último de los integrantes, discípulo de Céleur Jean Hérard, ha participado en varias exposiciones en su tierra natal. La religión vodú, sus símbolos y loas también constituyen unos de sus temas fundamentales. Realiza grandes esculturas de hasta cinco metros de alto en las cuales predomina

la técnica de ensamblaje. Como materiales emplea hierro, plástico, gomas y cámaras para autos, carteras, zapatos, muelles de colchones, muñecos, pianos eléctricos, etc. Agrega pintura de colores primarios y planos para el acabado. Entre sus representaciones abundan hombres y mujeres, Kwa Bawon, guardián de los cementerios. Por lo general son personajes graciosos, seres alegres, alertas y guardianes. Muchas están colocadas en las callejuelas del interior del gueto, lo cual otorga una pizca de humor entre las pequeñas casas de zinc y el suelo de tierra o inclusive a los lados de la calle “Grand Rue”. El interior de su casa es un espacio diminuto abarrotado de piezas de pequeño formato: situadas en el suelo, en las paredes, en el techo. En ellas recurre al lienzo como soporte para combinar la incrustación de varios objetos con la aplicación de pigmentos. Su obra tiende a ser simpática, alegre e ingenua, por lo tanto menos agresiva para la vista, pero sin dejar de trasmitir el mensaje subliminar de sus compañeros. Evidentemente no es un estilo exclusivo de Haití. Por ejemplo Giulianno Montijo de Brasil, crea juegos interactivos con materiales de desecho, algunos titulados Pinballs, una serie del 2006. Irving Vera de Cuba, un artista muy joven trabaja con escombros de casas derruidas y crea series denominadas Paisajes Urbanos, una serie de 2007. Dilomprizulike de Nigeria, utiliza materiales de desecho en muchos de sus trabajos, en Waiting for Bus de 2003, emplea ropas viejas para representar personas. Jerome Fortín de Canadá erige paisajes marinos y artefactos decorativos con pomos, fósforos, cajas, papel reciclados, como en Paisaje Marino de 2006. Mutoid Waste Co. de Inglaterra, con increíbles artefactos forjados a partir de hierro viejo de vehículos fuera de uso como Dinosaur Beetle de 2007. Y muchos artistas más, sin embargo sus razones y las del arte haitiano no son las mismas, no es un problema de estilos aprendidos a través de una educación especializada. Las piezas de “Les artistes de la Grand Rue”, en su conjunto, nacen como sorprendentes propuestas artísticas dentro de un medio ambiente donde la extrema pobreza resulta una de sus fuentes inspiradoras y son los materiales utilizados, los elementos que le connotan su trasfondo social y exteriorizan la pobreza de los sectores más marginales y abundantes de su país. Sus artífices han logrado comunicarse artísticamente utilizando los recursos de su medio (basura de los alrededores). Bien puede calificarse como arte ingenuo, pues reflejan su entorno de forma fantástica e idealizada, de ahí la utilización de la basura, transfigurada a partir de los símbolos de la religión vodú, la cual actúa en ese contexto como un presupuesto filosófico y de vida. Ahora bien, no solo el arte de la recuperación es un ejemplo de la evolución de un arte contemplativo y placentero a un arte analítico expresión de una realidad social. Otra cara del mismo fenómeno se advierte en el quehacer de aquellos artistas quienes han contado con recursos económicos tanto en su vida personal como para el desarrollo de su carrera artística y su obra. En este caso pintores como Maria Louise Fouchard, Pascale Monnin, quien también realiza grabados, Sergine Andre, Barbara Prezeau, Pierre Pascal Merisier (Pasko), Mario Benjamín, o fotógrafos como Roberto Stephenson o artistas del video como Maxence Denis exteriorizan la pobreza pero con un carácter diferente: a través de un discurso que atiende más al concepto que al material. Mario Benjamín (1964), por ejemplo, quien es uno de los artistas haitianos más reconocidos. Bien distinguido en el circuito de las Bienales internacionales. Estuvo en la Séptima Bienal de la Habana en 1997, en la Segunda Bienal de Johannesburgo, en 1997, en la Vigésimo Cuarta Bienal de Sao Paulo 1998, en la 49 edición de la Bienal de Venecia en 2001 y en la Cuarta Bienal del Caribe en 2001. Ha realizado exposiciones en Haití, Martinica, Santo Domingo, México, Estados Unidos, Austria, España, Francia, Noruega. Sus cuadros, sus instalaciones y la intervención de espacios arquitectónicos están entre sus propuestas estéticas fundamentales. Por lo general son de grande y mediano formato, sin título. Una de sus singularidades es lograr observar parte del contenido psicológico de su sociedad y comunicarse con el espectador con gran economía de recursos visuales: pocos colores, luces y objetos, aunque el uso de estos últimos es más bien limitado. Utiliza tonos oscuros como el negro, los sienas, el rojo y el azul, estableciendo grandes contrastes, acentuado también con luces. A veces estas ganan más protagonismo

y coloca sus instalaciones en cuartos oscuros iluminando solo el objeto de su intervención como en la instalación para la Séptima Bienal de la Habana o la de la Segunda Bienal de Santo Domingo. Conceptualmente cita la cultura de su sociedad y también su realidad, en un lenguaje metafórico. Con un trasfondo místico, algo sobrenatural, sus trabajos llegan a ser hasta un poco tenebrosos. En ellos se vincula asimismo la violencia, la agresividad y la muerte, temas constantes en su sociedad. Estos elementos se evidencian en instalaciones como la del Instituto Francés de Puerto Príncipe en 1994 y la del 2006 donde son representados cuerpos hechos con materiales textiles, a tamaño natural, los cuales aparecen mutilados, como inertes, abandonados en el suelo o colgados. La influencia de la religión vodú es notable y si bien no lo manifiesta mostrando los íconos y loas, se declara como un componente cultural imposible de evadir en el contexto haitiano. En la exposición para la Séptima Bienal de la Habana, una retro proyección de sombras sobre esponjas sintéticas, crea un ambiente oscuro y solemne como el de una ceremonia vodú, las sombras dentro de las campanas semejan fuego ardiente. Se puede apreciar mejor en la pieza para el Carnaval del 2006, fruto de una colaboración con el grupo de la Grand Rue, a quienes ayuda con la promoción. Sobre bidones de petróleo, llenos de fuego, trazaron mediante incisiones varios vévès. Una de las series de pintura realizada entre 1994-2005 tiene por protagonista un hombre. Su rostro, rojo de ira o quizás ensangrentado, después de una experiencia violenta, parece estar confrontando al espectador para exigirle respeto para él como persona, por su privacidad y sobre su territorio, y le pregunta -¿qué le asombra?, ¿por qué me mira así?, ¿no comprende usted qué ha sucedido? Y así ocurre cuando uno camina por las calles haitianas y mira con curiosidad a su gente o cuando se intenta tomar fotografías sin autorización. El rostro aparece como figura única de estas composiciones, sobre un fondo negro con matices grises. Son imágenes de gran fuerza y magnetismo que recuerdan los rostros duros, tristes, solitarios de las calles de Puerto Príncipe. Por último Maxence Denis (1968), quien trabaja la multimedia y el video arte. Su obra resume de cierta manera el discurso de las obras mencionadas anteriormente, pues el video y la instalación son manifestaciones que ofrecen recursos para una expresión aún más completa. Vive y trabaja en Haití y en Francia. Estudió en la Escuela Superior de Realización Audiovisual en París, donde obtuvo su diploma en 1991. Ha expuesto en países como Francia, Haití, Senegal, la 51 Bienal de Venecia (2005). Armoniza su destreza en la creación, manipulación y edición del video con la instalación, la cual resulta un complemento para apoyar su discurso principal. Utiliza una o varias pantallas, en las cuales conjuga simultáneamente varias escenas de la vida urbana de Haití: imágenes en movimiento, fotografías, ceremonias vodú, los cascos azules de la ONU, rostros serios, comerciantes, el tráfico automovilístico, niños sonrientes en los portales de su casa, combinadas con imágenes abstractas, símbolos vodú, frases, música concreta y típica, diversos ruidos, los tambores y los cantos vodú. Tiene un referente directo con la realidad actual de su entorno. El video le ha dado la posibilidad de crear una especie de documental enriquecido, juega con el tiempo, las imágenes, el movimiento, el sonido ambiente. Nos acerca al dilema real de la vida en su país, y en ese sentido logra hacer un resumen en el cual completa el cuadro social que le rodea. No solo se refiere en ella a la dinámica urbana, a la violencia, la economía informal y otras penurias generadas por los problemas económicos y sociales, del mismo modo muestra las consecuencias de esta situación en el estado psicológico de las personas. Por ejemplo, en “Kawatchou” recurre a personajes devenidos en sus protagonistas. Los sigue en su deambular por la ciudad, ociosos, dejando el tiempo pasar: no existen empleos, ni medios de vida y solo les queda la posibilidad de la economía informal a la cual no todos se adscriben por falta de vocación o de recursos. El hecho religioso se pone de manifiesto con insistencia es un componente cultural imposible de obviar. “Kwa Bawon” , es un video-instalación con siete televisores tienen en forma de cruz, la del Barón Samedi, guardián de los cementerios. Proyecta imágenes con los nombres de personas perdidas, víctimas políticas, periodistas asesinados. Su trabajo constituye un homenaje colectivo a las numerosas víctimas

haitianas. Como se decía anteriormente, las manifestaciones artísticas haitianas han tomado muchos caminos y nuevas expresiones han ocupado los espacios de expresión. Las obras no solo actúan a un nivel representativo mostrando las actividades de la población o símbolos y ceremonias religiosas relacionadas con el vodú donde prima la alegría y la abundancia, como en el estilo de la pintura naive. Ahora también connotan una preocupación por su sociedad, analizan e interpretan su contexto y lo refieren con un lenguaje simbólico y contemporáneo en el cual se resalta la pobreza como una de las principales preocupaciones. De forma general estos cinco artistas transitan desde lo precario hasta lo más sofisticado. Sus piezas se unifican por su capacidad de reflejar la sociedad haitiana desde diferentes perspectivas: el material empleado y en el plano de las ideas. En el caso de Andre Eugene, Celeur y Guyodo, se apropian de los materiales desechados (“basura”) en su entorno. Mientras Mario Benjamín y Maxence Denis han tenido la posibilidad de comunicarse conceptualmente mediante manifestaciones que sí requieren de medios económicos. Ellos han tomado los recursos a su alcance. Son imágenes visuales en las cuales han sintetizado su entorno, apropiándose tanto de su cultura (muy relacionada con la religión vodú), como de los graves problemas económicos y sociales (la extrema pobreza). Estas obras expresan el alma de una nación y su dolor. Y el dolor de Haití es su pobreza y este arte es un grito de auxilio, un llamado de atención. Su espíritu y su alma está enraizado en su gente y de ahí esas manifestaciones artísticas impresionantes, porque revelan lo profundo de su naturaleza, la capacidad para transformar en poesía inclusive aquello que ya no es bello, sino terrible. Aunque son condiciones persistentes, sus interpretaciones vislumbran una preocupación por el asunto. Este arte no resuelve los problemas pero nos hace consciente de su existencia y ayuda a nuestros sentidos a imaginar este país inimaginable desde lejos, del cual no basta conocer fue el primer territorio libre del colonialismo europeo y actualmente el más pobre de América Latina y el Caribe. Para sorprenderse es necesario ver sus interioridades cara a cara, experimentar el rigor de la vida allí y entonces, entender la singularidad de un entorno tan afectado por la miseria en el cual florecen increíbles manifestaciones artísticas, algunas de ellas forjadas a partir de los únicos recursos que les permite su vida precaria.

BIBLIOGRAFÍA Brasil-Haiti, Olahares Cruzados, Regards Croisés, Frechal Port au Prince; Câmara Brasileira do Livro, SP, Brasil; Imagem da vida; Sao Paulo; 2006. “E Plubirus Unum”, 22 min, documental, Maxence Denis (director), Haití, 2001. Haitin Taide Ja Voodoo, Haitian Art And Vodoo; The Retretti Art Centre, Punkaharju, Finland; Art Print Oy; Helsinky; 1998. Landings 2 ; Centro de Artes Visuales, CAV, Eugenia Montalbán Proyectos Culturales, S. C. P.; Mérida, Yucatán, México; 2006. L’universel ? Dialogues avec Senghor ; Face à face; Nord’Imprim ; Steenvoorde ; 2004.

1. 2. 3. 4.

“E Plubirus Unum”, 22 min, documental, Maxence Denis (director), Haití, 2001 Autor, Op. cit Ibidem “Kawatchou”, obra para la exposición “landings 2”, Centro de Artes Visuales, Mérida, Yucatán, México, 2006. 5. “Kwa Bawon”, obra para la exposición del Instituto Francés de Puerto Príncipe (2004) y Bienal de

Venecia (2006).

Lena Iñurrieta Rodríguez. URL pública: http://www.arte10.com/noticias/El-arte-de-Haiti-Reflejo-de-una-realidad-ineludibe.html Número (ID): 364 ISSN: 1988-7744

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