EL CAMINAR CRISTIANO. El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:27

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EL CAMINAR CRISTIANO La personalidad de un cristiano, a menudo la vemos tildan de muchas cosas positivas y negativas por las demás personas que nos rodean, por el simple hecho que a través del tiempo, el mundo se ha formado en su interior, las actitudes que nosotros debemos tener o que según ellos tenemos, por el simple hecho, que ellos han tenido una buena o mala experiencia con alguien que les dijo que era cristiano. Nosotros como hijos de Dios, debemos andar siempre en pos de nuestro Señor Jesucristo porque además de ser hijos de Dios y que eso nos constituye o nos forma en personas que tenemos Padre, también debemos recordar que Jesús dijo que debíamos ir en pos de El si en realidad éramos sus discípulos. Pero si vemos lo que dice la Biblia, podemos notar que nos habla de una cruz que debemos tomar y seguirlo a El, como diciendo que a pesar de lo que podamos llevar sobre nosotros, si vamos en pos de El, no volveremos a ser igual que antes porque nuestra mirada y nuestro corazón están en Jesucristo. El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:27 Pero volviendo al punto central sobre la personalidad o el caminar cristiano que a veces asumimos; no siempre podemos ser lo que los demás esperan que seamos o en la forma en la que actuemos, por ejemplo: vemos a un hombre que Dios le había dado el mandato; el cual consistía en que fuera a Nínive a predicar, y en lugar de obedecer la voz de Dios, se subió a un barco que no iba a Nínive, sino que iba a otra parte y cuando el barco va mar adentro, se desata una tormenta: Vino palabra del SEÑOR a Jonás, hijo de Amitai, diciendo: Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí. Pero Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de la presencia del SEÑOR. Y descendiendo a Jope, encontró un barco que iba a Tarsis, pagó el pasaje y entró en él para ir con ellos a Tarsis, lejos de la presencia del SEÑOR. Y el SEÑOR desató sobre el mar un fuerte viento, y hubo una tempestad tan grande en el mar que el barco estuvo a punto de romperse. Los marineros tuvieron miedo y cada uno clamaba a su dios; y arrojaron al mar la carga que estaba en el barco para aligerarlo. Pero Jonás había bajado a la bodega del barco, se había acostado y dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: ¿Cómo es que estás durmiendo? ¡Levántate, invoca a tu Dios! Quizás tu Dios piense en nosotros y no pereceremos. Y cada uno dijo a su compañero: Venid, echemos suertes para saber por causa de quién nos ha venido esta calamidad. Y echaron suertes, y cayó la suerte sobre Jonás. Entonces le dijeron: Decláranos ahora por causa de quién nos ha venido esta calamidad. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres? Y él les respondió: Soy hebreo, y temo al SEÑOR Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra. Los hombres se atemorizaron en gran manera y le dijeron: ¿Qué es esto que has hecho? Porque ellos sabían que él huía de la presencia del SEÑOR, por lo que él les había declarado. Entonces le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se calme en torno nuestro? Pues el mar se embravecía más y más. Y él les dijo: Tomadme y lanzadme al mar, y el mar se calmará en torno vuestro, pues yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros. Los hombres se pusieron a remar con afán para volver a tierra firme, pero no pudieron, porque el mar seguía embraveciéndose contra ellos. Entonces invocaron al SEÑOR, y

dijeron: Te rogamos, oh SEÑOR, no permitas que perezcamos ahora por causa de la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente; porque tú, SEÑOR, has hecho como te ha placido. Tomaron, pues, a Jonás y lo lanzaron al mar; y el mar cesó en su furia. Y aquellos hombres temieron en gran manera al SEÑOR; ofrecieron un sacrificio al SEÑOR y le hicieron votos. Y el SEÑOR dispuso un gran pez que se tragara a Jonás; y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. Jonás 1:1­16 Notemos que el hombre que tenía al Dios verdadero y que podía clamarle para que cesara la tormenta, estaba durmiendo mientras la tormenta hacía estragos con el barco; y lo impresionante de esto es que los incrédulos, en medio de la tormenta, creyeron en Dios. Pero en punto es que las otras personas, además de Jonás; esperaban que él orara a Dios y en lugar de eso estaba profundamente dormido, como queriendo decir que no le importaba lo que sucediera afuera, porque él sabía la razón y aún más, sabía la forma en la que podía calmar la tormenta. Si Jonás se hubiera arrepentido y hubiera pedido perdón y obedecido a Dios, entonces Dios lo hubiera perdonado y no lo hubiera hecho pasar lo que tuvo que pasar; pero Jonás en lugar de hacer eso; no se hizo el dormido, sino que, verdaderamente se durmió sin importarle nada. A veces, suceden cosas parecidas en la realidad de la vida, porque los demás esperan que nosotros como cristianos tomemos autoridad y que batallemos en el nombre de Jesús para obtener la victoria; pero no siempre es eso lo que hacemos. Cuando veamos la tormenta, lo que debemos hacer es tomar autoridad y en el nombre de Jesús reprender todo estorbo del enemigo, porque Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino que, de poder y de dominio propio: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7 Cuando llegue alguna situación difícil a nuestra vida, debemos recordar lo que dice la cita anterior y tomar autoridad con el poder que Dios nos ha delegado y enfrentar cualquier situación y no dejarnos deprimir. Si nos dejamos deprimir, seguramente el enemigo nos tratará de destruir por completo.

Cada vez que nosotros llegamos a la congregación a buscar a Dios, debemos aprovechar cada instante en que estamos reunidos buscando al Señor Jesucristo, y si hemos llegado con preocupaciones, problemas, etc., ese es el momento para botar toda carga y cuando llegue el momento de salir de la congregación, debemos salir con gozo y fortalecidos en espíritu, alma y cuerpo. No puede ser que estemos reunidos para alabar, bendecir y escuchar la Palabra de Dios, y que al final del culto salgamos igual de como llegamos, porque en tal situación, no aprovechamos que Dios nos visitó ese día para fortalecernos nuevamente. Es cierto que existen batallas y que los enemigos se levantan constantemente, pero también es cierto que si

clamamos a Dios, se levantará y nos pondrá a salvo: Por la desolación del afligido, por los gemidos del menesteroso, me levantaré ahora, dice el SEÑOR; lo pondré en la seguridad que anhela. Salmos 12:5 Por eso, cada momento en la Iglesia, debemos aprovecharlo. Si llegamos temprano, antes que empiece el culto, nuestra actitud debe ser de estar buscando el rostro del Señor, orando en todo momento porque eso está escrito: Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu; no menospreciéis las profecías. Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno; absteneos de toda forma de mal. Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:16­23 El hecho de asistir a la Iglesia y no haber tenido una verdadera comunión con el Señor Jesucristo, podríamos decir que es como si fuéramos al medico, dentista, oftalmólogo y si no somos completamente con ellos, no habremos aprovechado en nada la visita porque el médico esperaba que le dijéramos cuál era el mal que nos estaba molestando en nuestro cuerpo, pero si no se lo decimos; el dolor seguirá y cuando pase mucho tiempo, ese dolor habrá alcanzado magnitudes muy fuertes que nos puede cobrar muchas cosas. Nuestro tiempo debe ser debidamente aprovechado y pedirle a Dios que cambien en nosotros las cosas que deba cambiar, pensando realmente que si tenemos amargura, odio, rencor y muchas cosas negativas en nuestro ser, eso limitará nuestro gozo aquí y quizá también en la eternidad. El tiempo que pasemos orando al Señor Jesucristo debe ser una oración que en verdad aproveche nuestro ser, porque si estamos pidiendo para nuestros deleites y placeres, por nada estaremos orando entonces; y quizá hasta tiempo perdido pueda significar. La Biblia nos muestra que a veces pedimos y no recibimos porque pedimos mal: Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres. Santiago 4:3 En nuestra vida debe estar como prioridad, buscar primeramente lo de arriba, lo que es eterno y no lo material que es pasajero: Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Colosenses 3:1

Las cosas que son terrenales, a menudo, provocan que nos afanemos y que estemos aferrados a tener o alcanzar algo, pero la Palabra de Dios nos habla y nos dice: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos! Vuestra bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. Filipenses 4:4­7 Caminemos entonces de acuerdo a la voluntad de Dios, que nuestro caminar y nuestra personalidad sea de acuerdo a la voluntad de Dios. No debemos preocuparnos por lo que digan y piensen los demás, más bien debemos esforzarnos por alcanzar aquello para lo cual fuimos alcanzados y agradar en todo momento a nuestro Padre. Sergio Apóstol

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