EL COMIENZO DE UN PEQUEÑO GRAN DESCUBRIMIENTO

2 3 EL COMIENZO DE UN PEQUEÑO GRAN DESCUBRIMIENTO La historia de la píldora anticonceptiva es azarosa e imprevisible. Se desarrolla en los más disí

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EL COMIENZO DE UN PEQUEÑO GRAN DESCUBRIMIENTO La historia de la píldora anticonceptiva es azarosa e imprevisible. Se desarrolla en los más disímiles escenarios, desde la selva mexicana a los rascacielos de Nueva York; desde los más impolutos laboratorios a las barriadas africanas. Es, probablemente, el fármaco más utilizado en el planeta y, durante los últimos treinta años, ha formado parte de la rutina cotidiana de millones de mujeres de las más diversas razas, mentalidades y culturas. Sin embargo, su descubrimiento surgió casi por casualidad.

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INDICE

EL COMIENZO DE UN PEQUEÑO GRAN DESCUBRIMIENTO

Un Misterioso Tubérculo 5

Hormonas: Los Mensajes Secretos 7

La Millonaria y la Activista 10

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El Comienzo de un Pequeño Gran Descubrimiento

Dioscorea villosa

Un Misterioso Tubérculo Como tantos avances científicos, la invención de la píldora fue fruto de una conjunción del azar, cuyo punto de partida está en las profundidades del territorio mexicano.

Entre los profesores y estudiantes que solían hasta hace poco hacer sus compras en el supermercado de una pequeña ciudad universitaria de Estados Unidos, se mezclaba de vez en cuando un desacostumbrado cliente. Se trataba de un anciano cercano a los noventa, de vestimenta descuidada y escurridizo mirar, que compraba lo justo y lo necesario en una arrugada bolsa de papel, y que se retiraba sin pronunciar palabra. Es posible que ninguno de los parroquianos supiera que tan apagado personaje ejerció una influencia extraordinaria en la moralidad y las prácticas sexuales de la mayoría de las personas en el mundo: el desaliñado individuo, que pasaba sus días en el más radical anonimato, era Russell E. Marker que, en ciertos anales científicos, figura nada menos que como el padre de la píldora anticonceptiva. Durante décadas, Marker -un simple químico que ni siquiera ostentaba el grado de Doctor- intentó dejar en claro que jamás se propuso elaborar un fármaco para el control de la natalidad. En la década de los '40, cuando realizó su hazaña, su objetivo era, simplemente, obtener una sustancia de bajo costo para la elaboración de los recién descubiertos esteroides.

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Para ello, montó una noche en un bus destartalado que lo condujo a las profundidades del territorio mexicano. Sacó del barro varias docenas de un maloliente tubérculo que transportó a su laboratorio. Durante incansables días y noches, extrajo de ellos un líquido turbio y viscoso que, inesperadamente, se transformaría en la materia prima de uno de los avances científicos más gravitantes del siglo. Y es que, como la historia de tantos descubrimientos, la invención de la píldora se asemeja a una novela de misterio en que una pista lleva a la otra, y en que cada eslabón de la cadena es menos ambicioso y espectacular que el resultado final.

Un inocente tubérculo ocultaba la atesorada materia prima.

El condon

El condón: Una Armadura para el Amor Imágenes masculinas del Antiguo Egipto, que exhiben fundas genitales.

La primera ilustración que se conoce de un preservativo se encuentra en las pinturas rupestres de Les Combaralles, en Francia. Una de ellas muestra una escena

erótica entre una mujer y un hombre, cuyo pene está forrado con una suerte de funda. El registro siguiente corresponde

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Hormonas: Los Mensajes Secretos El descubrimiento de las hormonas suscitaba difíciles interrogantes: ¿cómo "sabían" los órganos a qué hormona obedecer?, ¿con qué código secreto descifraban sus misteriosos pero urgentes mensajes? La investigación sobre aquello constituyó un paso clave.

A fines del siglo XIX, se llegó a la conclusión de que las glándulas secretaban sustancias misteriosas que poseían el poder de suscitar ciertas reacciones en órganos determinados. Tales sustancias fueron bautizadas como "hormonas" -del vocablo griego que implica estimulación o impulso a la acción. Pasarían más de veinte años antes de que se produjera el siguiente descubrimiento acerca del sistema reproductor femenino. En 1921 se transplantó el ovario de una rata preñada a otro animal que no lo estaba. Como consecuencia, se detuvo la ovulación. Lo anterior requería de una investigación más acuciosa. En primer lugar, dos científicos norteamericanos -George Corner y Willard Allen- describieron la secuencia en que el sistema reproductivo de la mujer libera un huevo

El transplante de ovarios de una rata a otra dio importantes claves.

El Condon a imágenes halladas en Egipto, realizadas hace cerca de tres mil años atrás. Representan cubiertas genitales, aunque resulta imposible discernir si fueron diseñadas para uso sexual o ritual, o ambos. Posteriormente, hay teorías acerca

de la utilización del condón entre los hombres romanos. Difieren acerca de la materia prima: algunos expertos señalan que se fabricaban con vejigas de macho cabrío, y otros, más imaginativos, aseguran que se confeccionaban con tejido muscular de los guerre-

ros caídos en la batalla. Con todo, los preservativos más antiguos han sido encontrados en los cimientos del castillo de Dudley, cerca de Birmingham, en Inglaterra. Hechos con intestinos de peces y de animales, datan de me-

diados del siglo XVII. Fueron probablemente empleados para prevenir enfermedades venéreas durante la guerra entre las fuerzas de Oliver Cromwell y las huestes del rey Carlos I. No hay acuerdo entre los historia-

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tras otro. También definieron el funcionamiento del folículo y del cuerpo lúteo, y el proceso de secreción de una hormona que, según los investigadores, resultaba crucial para el ciclo. No se equivocaban, pues dicha sustancia era nada más y nada menos que la sin par progesterona. Tiempo después, otro científico en Estados Unidos descubrió una nueva hormona, tan relevante como la anterior: Edward Doisy, ganador del Premio Nobel de Medicina en 1943 por aislar la vitamina K, había hallado el inapreciable estrógeno. Luego se aclaró el papel del cerebro en el proceso y, gradualmente, comenzó a dilucidarse el complejo sistema de mensajes de ida y de vuelta que permiten el desarrollo del ciclo de la mujer. Cerca de una década más tarde, se produjo un nuevo e importante descubrimiento, pues tres investigadores de la Universidad de Pennsylvania -Makepeace, Weinstein y Friedman- concluyeron que el embarazo no era la única situación en que las señales hormonales podían bloquear un nuevo estado de preñez y que, probablemente, el organismo podía ser "instigado" a enviar el mismo mensaje aunque no se hubiese producido la concepción. Ese mismo año, Raphael Kurzrok, ginecólogo de la Universidad de Columbia, describió otra modalidad del fenómeno, al observar que durante la lactancia materna el organismo finge estar preñado aunque no exista embarazo. A partir de ello, Kurzrok publicó una hipótesis que, de comprobarse, podía resultar impactante: el científico aventuró que si tales ciclos podían inducirse a voluntad, sería posible elaborar un muy seguro método anticonceptivo.

Edward Doisy, ganador del Premio Nobel, logró aislar el estrógeno.

El condon dores acerca del nombre del adminículo. Se especula que cierto "doctor Condom" suministraba al rey Carlos II de fundas genitales para protegerlo del contagio venéreo en relaciones con prostitutas, y para evitar que procrease hijos ilegítimos. Sin embargo, no tuvo demasiado éxito en su come-

tido, pues el monarca reconoció a catorce de sus bastardos, cuyo número total se desconoce. Se dice también que la denominación responde a un "Coronel Cundum". Lo más probable, sin embargo, es que el vocablo derive de la voz latina condus, que significa "receptáculo".

Embajadores y caballeros Mientras los japoneses adquirían cierta fama por el empleo de fundas de cuero, de piel de reptiles o, incluso, de caparazón de tortuga, en Europa se había desarrollado la manufactura de condones hechos con tri-

pas de cordero, tratadas químicamente, suavizadas y disecadas. Luego se cortaban según el largo requerido y, en el extremo, se les adhería un pedazo de cinta para ajustarlas. En el siglo XVI, el anatomista italiano Gabriel Fallopio dio un paso importante al inventar el condón de

Pequeñas Criaturas Movedizas

bajo su microscopio al analizar una gota de fluido seminal. El naturalista Antonie van Leeuwenhoek nunca abandonó su Holanda natal.

Hasta mediados del siglo XIX, el sistema reproductivo de la mujer era prácticamente desconocido. Se pensaba que era el hombre quien "creaba" la vida a través de su simiente, y que el cuerpo femenino sólo proporcionaba el refugio apropiado para anidar al nuevo ser.

El instrumento para aumentar la visión estaba fabricado a partir de las lentes que utilizaban las tejedoras de encaje de su Delft natal, y si bien era enormemente precario, se mantuvo en uso hasta el siglo XIX.

Tal noción se originó a mediados del siglo XVII, cuando el naturalista holandés Antonie van Leeuwenhoek visualizó "pequeñas criaturas"

Con él, el investigador pudo describir los espermatozoos de diversas especies animales. Pudorosamente, expuso su descubrimiento ante la Royal Society de

Londres, con la advertencia de que, quizás, el asunto podía ser considerado ofensivo o de mal gusto -en cuyo caso, el investigador rogaba a sus colegas londinenses mantener la discreción.

Así dibujaba los espermatozoides que veía en su microscopio.

el condon lino húmedo. Sin embargo, su principal preocupación era proteger a los hombres del contagio de la sífilis. Casanova los usaba con frecuencia para "poner al bello sexo a resguardo de todo temor". En el siglo XVII, Madame de Sévigné -de la alta sociedad francesa- lo describía como

una "armadura contra el amor y una telaraña frente a la infección". Sin embargo, durante mucho tiempo los condones fueron asociados con la prostitución y la vida licenciosa. En Francia se los llamaba "gorra inglesa", mientras que en Inglaterra se denominaban "cartas francesas". Para dar-

les un cariz de mayor seriedad, se expendían disimulados, en envoltorios con un retrato de la muy prolífica reina Victoria sobre su etiqueta. También en Londres se publicitaban como instrumentos "para preservarte a ti mismo de la vergüenza o el temor". El Almacén de la Señora Phi-

llips los suministraba a "boticarios, químicos y farmacéuticos, y también a embajadores, extranjeros, caballeros y capitanes de ultramar". En Nueva York, un ingenioso empresario los fabricaba durante la noche, utilizando la misma materia prima que empleaba para su respetable empresa diurna: una fábrica de salchichas.

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La Millonaria y la Activista La creación de la píldora representó una genuina aventura, que se desarrolló con los más apasionados protagonistas. Algunos de ellos involucraron su prestigio y sus intereses en pos del descubrimiento. Otros pusieron en juego su carrera, su familia e, incluso, su libertad.

Se suele hablar de, al menos, cinco "padres" de la píldora. Sin embargo, la idea de un anticonceptivo oral no surgió de mente masculina alguna, sino de la visión de dos mujeres -la activista Margaret Sanger y la millonaria Katharine McKormick- que tenían clarísimo su propósito. En rigor, ellas son las auténticas madres del invento; son ellas quienes impulsaron la creación de un método barato y fácil de usar -de una simple píldora, en otras palabras-; más aún, ellas aportaron el financiamiento y exigieron rapidez al grupo de científicos que comisionaron para la ejecución del encargo.

A pesar de su aspecto suave y femenino, Margaret Sanger se erigió en una poderosa activista.

Margaret Sanger era una mujer de pequeña estatura y de voz delgada, lo que no constituyó nunca un obstáculo para los enardecidos discursos que pronunció durante su vida a favor de las minorías, de los pobres del mundo y de los oprimidos.

el condon El invento de la vulcanización del caucho constituyó un verdadero aporte para la historia del condón.

Los condones verdaderamente efectivos y fáciles de usar no se manufacturaron sino hasta el invento de la vulcanización del caucho, en 1840. Posteriormente, el látex mejoró su calidad y eficacia, y tras la Segunda Guerra Mundial, se le agregaron los lubricantes y espermicidas que, en versiones más efectivas, se añaden en la actualidad.

Después de la Segunda Guerra Mundial, a los condones se les agregaron espermicidas y lubricantes.

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En los arrabales de Nueva York campeaban la pobreza y la miseria. En la fotografía, el "Bandit's Alley" o "Callejón de los Bandidos".

Ella misma fue la hija primogénita de una paupérrima familia de inmigrantes irlandeses establecidos cerca de Nueva York. Después de seis partos y otras tantas pérdidas, su madre murió, consumida por la tisis y la pobreza, cuando la joven Margaret tenía 19 años. La muchacha quería ampliar sus horizontes, y con gran esfuerzo, ingresó a una escuela local de enfermería. Posteriormente partió a estudiar a un hospital en la ciudad, donde conoció a un joven arquitecto y pintor, William Sanger. Hasta aquel momento, la muchacha consideraba que el matrimonio equivalía al suicidio, según sus propias palabras. Pero su opinión cambió de la noche a la mañana, y seis meses después de su encuentro, durante la hora libre que su empleo le concedía para almorzar, accedió a acudir a un juez de paz para contraer matrimonio.

Isla de Ellis

La Isla de la Esperanza Por muchos años, los europeos empobrecidos por las guerras pensaban que las calles de América estaban pavimentadas con oro. Millones de hombres, mujeres y niños se aventuraron en malolientes embarcaciones para llegar a la "Isla de la

Esperanza", como se conocía a la Isla de Ellis, por donde ingresaban a Estados Unidos a comenzar una nueva existencia. Luego de pasar por estrictos controles sanitarios, las familias se en-

contraban con que la vida era muchísimo más dura de lo que imaginaban. Hacinados en estrechos conventillos y edificios sin agua ni alcantarillado, se ocupaban en fábricas -textiles, por lo general-, igualmente hacinadas.

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William Sanger introdujo a Margaret a la bohemia y la intelectualidad de la época. El matrimonio pasaba gran parte del tiempo en la parte sur de Manhattan, donde se reunían, por ejemplo, con el periodista John Reed, quien algún día sería enterrado en el Kremlin; también conversaban largamente con Emma Goldman, la activista del feminismo de izquierda que, desde 1900, abogaba por el revolucionario concepto de "maternidad voluntaria". A pesar de que muy pronto llegaron los hijos -la pareja sumó un total de cinco-, Margaret Sanger se reveló como una poderosa activista. El movimiento obrero comenzaba a organizarse en Nueva York, y en los barrios de la ciudad circulaban panfletos que llamaban a la agitación y a la huelga. Al comienzo, Sanger se inscribió en el Partido Socialista, del cual recibía un salario como organizadora de los mitines. Sus

A principios del siglo XX, la ciudad bullía de actividad y las fábricas empleaban a cientos de obreros.

La numerosa prole de los recién llegados era víctima del hambre y de las enfermedades.

Los inmigrantes que ingresaban a la “Isla de la Esperanza” debían atravesar estrictos controles médicos.

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deberes consistían en reclutar cuadros, revisar la propaganda de los socialistas y de las sufragistas y organizar cursos de adaptación para los nuevos inmigrantes. Pero pronto abrazó la causa del control de la natalidad, pues también se desempeñaba como enfermera en los arrabales de Manhattan, y cada visita la dejaba profundamente conmocionada por la miseria y los sufrimientos de las familias de inmigrantes.

Una boca más Aquellas mujeres poseían una ignorancia abismante respecto de su propio cuerpo; eran víctimas constantes de la sífilis y la gonorrea, y recurrían a sórdidas parteras para deshacerse de los embarazos no deseados. En 1912, por ejemplo, se hablaba de más de cien mil abortos clandestinos en la ciudad, pues cada nuevo hijo era una boca más que alimentar. Margaret Sanger no daba abasto para responder a las peticiones de sus pacientes, que no dejaban de interrogarla para saber "cómo lo hacen las mujeres ricas". Un testigo de la época relata que "existía una infinidad de métodos abortivos. Uno de los más comunes era un brebaje con sales y ginebra. Es probablemente por ello que la ginebra es conocida como 'Madre ruina'. Las mujeres lo bebían y luego tomaban un baño de asiento. Pero era difícil hacerlo, porque nueve de cada diez personas no poseían ni siquiera un lavatorio con agua corriente". "Había también decenas de comadronas callejeras que ofrecían sus servicios. Si las capturaban, recibían sentencias muy severas, pero supongo que ellas creían estar cumpliendo con un servicio público, pues, la

Ley Comstock

Cruzada contra el Vicio Anthony Comstock (1844-1915) era el líder de la cruzada contra el vicio en Nueva York. En la década de 1870 auspició una iniciativa legal contra la obscenidad. Entre otras actividades "impuras", la ley prohibió importar o enviar por

correo cualquier tipo de dispositivo o de información sobre el tema; utilizar métodos anticonceptivos, y menos publicitarlos, ni siquiera en textos médicos. Eventualmente, Comstock fue de-

signado como funcionario especial del Correo, y durante los últimos años de su vida se jactaba de haber con-

Anthony Comstock propició leyes que prohibían toda iniciativa para el control de la natalidad.

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La clínica de Margaret Sanger no daba abasto para los cientos de mujeres que esperaban ser atendidas.

verdad, cobraban bastante poco", cuenta el testimonio. "El problema era que poseían tan bajo nivel de educación que causaban más perjuicios que otra cosa. Hubo muchas muertes, o bien, daños para el ya deficiente estado de salud de estas personas".

Persecución policial Margaret Sanger fabricaba panfletos, ofrecía conferencias y escribía artículos en los diarios progresistas. En uno de ellos acuñó el término "control de la natalidad", que causó un escándalo de proporciones y que la hizo acreedora de la persecución policial, bajo cargos de indecencia y de violación a la "ley Comstock", propiciada por la Sociedad de la Supresión del Vicio. Debió abandonar el país, aunque luego se vio obligada a regresar pues la policía amenazaba con llevar preso a su marido -dejando a sus hijos en una virtual orfandad. A su regreso, se enfrentó con las autoridades, quienes finalmente la liberaron de los cargos. Comenzó entonces a dar charlas y conferencias por todo el país y en 1916 abrió la primera clínica para el control de la natalidad en Estados Unidos. El día de la inauguración, temprano por la mañana, ya había una fila de mujeres que daba vueltas la esquina. Durante todo el día y hasta el anochecer, atestaron el local en busca del "secreto" para impedir embarazos, -secreto que poseían los ricos pero que hasta entonces, estaba vedado para los pobres.

ley comstock

denado a "suficientes individuos como para llenar un tren de 61 carros con sesenta pasajeros cada uno: he destruido 160 toneladas de literatura obscena", vociferaba. Uno de aquellos individuos era,

precisamente, Margaret Sanger, quien, bajo la llamada "ley Comstock", fue constantemente hostigada. Ignoraba que años más tarde, luego de su muerte, el mismo Departamento de Correos acuñaría un sello en su honor.

En varias oportunidades, la clínica de Margaret Sanger fue allanada, y sus encargadas detenidas.

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A partir de aquel día, el lugar estaba constantemente abarrotado por las mujeres de todas las religiones y de las más variadas procedencias raciales que llegaban a consultar. Los testimonios eran dramáticos: una de ellas, por ejemplo, de 37 años, había dado a luz a quince hijos, de los cuales sólo seis quedaban vivos.

Finalmente, Margaret Sanger fue condenada. En la fotografía, escucha el veredicto de la corte.

Diez días después de la apertura de la clínica, se hizo presente una mujer de rasgos severos. Se abrió paso y declaró ser una oficial de policía, comisionada para detener a Margaret Sanger. "Usted no es una mujer: ¡Es una traidora del género!", se cuenta que fue la respuesta de la activista. Al instante hicieron su aparición tres hombres vestidos de civil y allanaron el local. Finalmente, Margaret Sanger fue condenada a treinta días de cárcel por ofensas a la moral. Lo anterior, sin embargo, contribuyó a hacerla más y más conocida, y a continuar con sus actividades en pro de su causa tanto en Estados Unidos como en Europa. Finalmente, en 1936, la American Medical Association incorporó la práctica anticonceptiva dentro del ejercicio de la profesión. Mientras, en Gran Bretaña, Marie Stopes -la primera mujer inglesa que obtuvo el grado de doctor en paleobotánica- seguía los pasos de la norteamericana. La problemática sexual la tocaba en forma personal, pues su marido sufría de impotencia. Luego de investigar la materia, escribió un libro titulado "El Amor en el Matrimonio", tras el cual recibió miles de cartas de mujeres que le expresaban su temor a un posible embarazo. Para responder a dicha inquietud, publicó una nueva obra, "La Maternidad Sabia", y luego fundó la Sociedad para el Control de la Natalidad y Progreso Racial en 1921. Mantenía además una clínica móvil para suministrar anticonceptivos a mujeres de bajos ingresos.

La clínica móvil de Marie Stopes.

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En Inglaterra, Marie Stopes seguía los pasos de Margaret Sanger.

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La millonaria rebelde Si la infancia de Margaret Sanger transcurrió entre el hambre y el frío, la de Katharine McKormick se desarrolló entre su Chicago natal y el suntuoso castillo de su madre en Ginebra -construido por José Bonaparte. Su padre era miembro de una familia de prosapia y tradición en la ciudad de Michigan -de cuya universidad fue fundador-. Viva e inteligente, Katharine siempre supo que su propósito existencial no sería únicamente buscar un marido. Así, fue una de las primeras mujeres en ingresar al Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde se licenció con una tesis acerca del sistema muscular de los reptiles. Lo tenía todo: belleza, inteligencia y un apuesto novio, Stanley McKormick, heredero de una de las más grandes fortunas de Norteamérica, quien además era un dotado artista plástico. La vida de la pareja se sucedía entre salones y cocteles, hasta que, dos años después del matrimonio, una tragedia empañaría sus vidas para siempre: Stanley McKormick comenzó a mostrar brotes de esquizofrenia cada vez más frecuentes, hasta que, al poco tiempo, fue declarado legalmente incapaz. Katharine se convirtió en viuda sin serlo y se hizo el firme propósito de jamás concebir un hijo. Los años que siguieron ilustran su empeño, pues dedicó el medio siglo siguiente a encontrar el método "perfecto" para el control de la natalidad. Al comienzo, sin embargo, debía encubrir sus intereses, pues los albaceas de la fortuna familiar ponían obstáculos si la dama ayudaba a financiar causas poco decorosas -como la de la planificación familiar. No obstante, aportaba pequeñas sumas a las ligas del control de la natalidad que proliferaban en el país, e incluso, ayudó en el contrabando de diafragmas para la clínica de Margaret Sanger.

Durante cincuenta años, Katharine McKormick hizo suya la causa de la planificación familiar.

El matrimonio McKormick parecía tenerlo todo: belleza, inteligencia y riqueza.

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Carta original de 1925, escrita por una mujer de clase baje a Margaret Sanger Querida Sra. Sanger: Tengo once hijos, el mayor tiene trece y el menor uno. Estoy enferma de mis riñones y de mi corazón y estamos muy pobres. Porfavor ayúdeme. Tengo atrasos en mi regla y estoy como loca no sé qué hacer. Esto tan procupada que e (sic) llorado y me enfermé y si no estoy bien me va a pasar igual como a mi pobre hermana que se volvió loca y murió. El doctor dice que no puedo seguir así pero no puedo hacer nada y él tampoco me ayuda porque los doctores nunca han tenido un bebé y no saben cómo es y tampoco me dan nada. Porfavor dígame quién puede darme uno de los pesarios de goma, ningún doctor los da. Por favor ayúdeme, prefiero morir a tener otro niño.

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El Frankenstein de Norteamérica Recién en 1947, a la muerte de Stanley McKormick, su viuda pudo disponer libremente su herencia. Un par de años más tarde, decidió reunirse con Margaret Sanger para financiar y comisionar los estudios que concluyeron en la fabricación de un anticonceptivo simple, barato y seguro. Para ello convocaron al biólogo Gregory Pincus. De imponente melena gris y penetrantes ojos negros, su temperamento era plácido y tranquilo, a pesar de su aspecto amenazador. Por aquella época era la autoridad mundial en el estudio del óvulo de los mamíferos. Logró incluso la fertilización in vitro de un óvulo de coneja, en un proceso que sus amigos bautizaron como la "pincogenesis". Más aún, se ganó el título de "el Frankenstein de Norteamérica" luego de que, por una lamentable omisión tipográfica, un periódico publicó que "el doctor Pincus (no) planea proseguir con sus investigaciones para crear vida humana en un tubo de ensayo". Margaret Sanger y Katharine McKormick no imaginaban por dónde podía Pincus comenzar. El, sin embargo, lo tenía claro como el agua: debía dirigir sus pasos a la Ciudad de México, en busca de cierto científico norteamericano que coleccionaba misteriosos tubérculos.

A pesar de su aspecto amenazador, Gregory Pincus era un hombre tranquilo y gentil.

PRODUCCION EDITORIAL: © EUROPA PRESS

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EUROPA PRESS COMUNICACIONES

Editora: Verónica Waissbluth • Diagramación: Erika Ruz • Documentación: Europa Press Chile

Gregory Pincus era la autoridad mundial en el estudio del óvulo de los mamíferos.

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