El concurso literario

El concurso literario i Agora Portals International School Curso 2012/2012 1º Bachillerato Internacional Prof. J. Daniel García El concurso‐Ágora 

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El concurso literario

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Agora Portals International School Curso 2012/2012 1º Bachillerato Internacional Prof. J. Daniel García

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INDICE Akdogan, Idris Buscando mi verdad ...............................................................................................13 Alberto, Óscar El último aviso ....................................................................................................... 30 Bisbal, Lydia El piano en el agua ................................................................................................ 23 Clar, Patricia El silencio de la heroína......................................................................................... 32 Escarrer, Gabriel Laura Albert ............................................................................................................ 11 Feliu, Aina Afghanistan 26, noviembre, 1876 ............................................................................. 3 Goyarrola, Claudia corta, raspa, araña. ................................................................................................... 9 Hartman, Michael Bajo la capa fría...................................................................................................... 26 Isern, Lorenzo Y tan rápido como el día .........................................................................................17 Obrador, Carme EL PODER DE LAS PALABRAS........................................................................... 6 Oliver, Joaquín MI TIEMPO ...........................................................................................................15 Orell, Lucas Aire .......................................................................................................................... 18 Pagés, Belén El tiempo va llenando de dormidos las cunetas ...................................................... 5 Perepadenko, Natalia Atrapados ............................................................................................................... 28 Pérez-Cuesta LL., Lucas R. Frío ......................................................................................................................... 20 Reus B., Teresa Sin esfuerzo, no hay progreso ................................................................................ 35

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Afghanistan 26, noviembre, 1876 Aina Feliu

La guerra iba avanzando a medida que las últimas posesiones que quedaban por parte de los Grueik iban disminuyendo. Las pequeñas guerrillas se iban extendiendo por aquel país. Ese país, que ahora había perdido su nombre. Ese país que antes lo era todo, y que ahora no era nada. Nada. Completamente nada. La destrucción, la pena, la rabia, la tristeza, la amargura, la desesperación se había apoderado de esas almas que quedaban, de esas almas que tenían el espíritu de seguir luchando pero que ahora prácticamente estaban rendidas. Ese espíritu luchador con el que habían muerto tantas personas. Tanto esfuerzo, tanta dedicación, con apenas ninguna recompensa. El país estaba totalmente desolado, ese país ya no tenía ningunas ganas de seguir luchando, ya que ya no recibirían nada a cambio. Lo hecho estaba hecho, ya no había vuelta atrás. Era un camino sin salida, un laberinto que era imposible encontrar la solución.

Corriendo, pasó por ese muro por donde solía pasar mientras iba a la guardería junto con su madre y sus hermanos. Buscaba un sitio donde pudiese refugiarse, esconderse, él no quería acabar cómo seguramente había acabado su familia. Al pasar por allí, se acordó de ese muro, en donde él siempre pasaba sonriendo y cantando canciones alegres que aprendía en los festivales de Navidad. Y ahora, lo único que se le ocurría hacer era mirar hacia abajo, mirar hacia esa acera que ya no era acera, esa acera cubierta de polvo y escombros de tal manera que tenía que ir esquivando obstáculos. Bajó las escaleras y se escondió de tal manera que nadie le pudiese ver. El pueblo estaba vacío, le recordaba a los veranos cuando todos sus vecinos se desplazaban a las montañas para pasar esos meses más frescos. Una señora mayor estaba tumbada junto a las vías del tren, estaba extendida en el suelo, pidiendo auxilio, ayuda, pidiendo compañía para los últimos minutos que le quedaban. Pidiendo que alguien le aguantara y sujetará la mano. Srij, se acercó y se sentó a su lado. No reconoció su cara. No sabía quién era. Pero, esto no era lo que importaba ahora, lo importante en ese instante era dedicarle los minutos más bonitos que pudiese. La mujer iba cerrando los ojos a medida que su mano iba perdiendo fuerza, y como un ave, esa alma desapareció; pasó a otra vida, probablemente una mejor. Almenos esa persona había tenido a alguien a su lado que le acompañase en su último viaje de la vida, la muerte. Para muchos era un paso más que debíamos superar para continuar existiendo en otro mundo pero para la mayoría era el no despertar jamás, era el fin de nuestra existencia. Srij, ese niño adolescente con poco más de 12 años se levantó, miró por última vez aquel cuerpo sin vida y sin saber porque cogió su pañuelo que llevaba en el cuello, lo dobló hasta hacer una pequeña almohada y la colocó en el suelo apoyándole la cabeza con extrema suavidad, la acomodó lo mejor que supo y mirándola con ternura y tristeza a la vez le fue cerrando los ojos.

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Seguía caminado por las calles de su ciudad, aquellas que en un tiempo atrás las recordaba llenas, con sus tiendas de especies que llenaban el aire con miles de aromas diferentes, con gentes chillando y aquellas canciones que salían por las ventanas de las casas luchando entre ellas por ver quien era la mejor. En aquel instante, le invadió una sensación de tal impotencia que sin más echo a llorar, su cuerpo fue debilitándose hasta derrumbarse en el suelo, este suelo, que ahora estaba manchado de sangre…Gritó tan fuerte como pudo y mirando al cielo deseando que su Dios lo escuchara pronunció una palabra, una sola palabra aquella que de muy pequeño ya formaba parte de él y que todo hombre debía conocer, aquella que tenía que formar parte de uno de los pilares más importantes de la ideología de todas las personas por encima de cualquier creencia política, religiosa...Tan fácil de pronunciar y a la vez tan difícil de creer en ella. Cuando la pronuncias su sonido es dulce y simplemente hace que te sientas más buena persona; “Paz”. Srij era incapaz de acordarse del tiempo que estuvo llorando. Mientras se secaba las lágrimas y se ponía en pie tomó una firme decisión; la de enfrentarse al momento más difícil de su vida: dirigirse hacia su barrio para conocer el paradero de su familia. Su paso era firme y seguro. Su corazón cada vez latía con más fuerza. Sus piernas no podían disimular su temblor, el miedo le estaba invadiendo poco a poco, no podía evitar pensar en Fátima su hermana pequeña, tan inocente y a la vez tan madura. La guerra le había robado su infancia, un derecho que según Srij debía disfrutar todo niño. El panorama era dantesco, edificios destruidos, casas quemadas, gente muerta, herida, el barrio Ghurkmav, su barrio se había vestido de rojo y dolor. El parque donde solía jugar con sus amigos y hermanos había desaparecido, sólo podía verse aquel viejo columpio rojo que tantos recuerdos le traía. Por un instante, su cara se le iluminó, una pequeña criatura, ajena al horror, se balanceaba con suavidad mientras cantaba una canción. No era una canción cualquiera, ni aquella voz angelical le era desconocida. Empezó a correr hacia ella tan rápido como pudo, deseaba que no fuera un sueño, le faltaba el aliento, era ella, Fátima, no cabía la menor duda. Sólo quería abrazarla y prometerle que siempre estaría a su lado.

Audio: http://snd.sc/SsVauu

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El tiempo va llenando de dormidos las cunetas Belén Pagés

Y el corazón ausente, exhausto y sin latido Vencido por el miedo de lo que no tuvo sentido Y la vida que traspasa de su piel en remolino Y la sangre que late por las venas del olvido Y el Perfume de la soledad que no huele tan amargo Y Aquel silencio mudo que cayó en letargo

Aquella fe que se encuentra entre la sombra y su reflejo De aquel color tan familiar de esos ojos ya añejos Por ese orgullo que alguna vez fue herido y que ahora se realza Y que en la fría incertidumbre lucha por su ya perdida causa Y el efímero recuerdo de ese arraigado sentimiento Perdido entre las llamas de aquel despreciado tormento

Y esa voz tan tenue que suena entre tu eco resonante Rompiendo los esquemas que se abaten en un instante En la inmortal esencia de la juventud ya olvidada Quien dijo que crecer fuera una mentira resguardada Corrompieron todas sus almas en una eterna hipocresía Pero lucharan sin cansancio por salir de esa vida tan vacía Audio: http://snd.sc/SsVrO5 5   

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EL PODER DE LAS PALABRAS Carme Obrador "Toda idea está copiada de alguna impresión o sentimiento que la precede, y allí donde no podamos hallar ninguna impresión, podemos tener la certeza de que no existirá ninguna idea." David Hume "Aunque nuestro pensamiento parezca poseer una libertad ilimitada, encontramos bajo un examen más detenido que, en realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo este poder creativo de la mente no viene a ser sino la facultad de mezclar, trasponer, aumentar, o disminuir los materiales suministrados por los sentidos y la experiencia" David Hume

Oscuridad. Un olor familiar. Un ruido ensordecedor. Demasiada gente hablando al mismo tiempo, las voces se entremezclan, se hacen indescifrables, las conoces, te suenan, pero no recuerdas a quienes pertenecen. Empiezas a mover los dedos de la mano derecha y reconoces el tacto de algo, no sabes muy bien que es, tienes la sensación que deberías conocerlo, sí, antes ya habías tocado algo semejante. Al notar lo que tienes en la mano izquierda piensas, ‘’es algo frío, pero a la vez cálido, es una mano, pequeña, ¿cómo describirla? Es una mano dulce, sí, eso, es dulce. Alguien se preguntará; ¿cómo puede ser algo frío y cálido al mismo tiempo? Muy sencillo, cuando te sientes perdida, confusa, pero en algún momento dentro de todo ese desorden la mano de tu hermana pequeña, o de tu hermano, o de tu amiga coge la tuya y la estrecha entre sus dedos, por muy congelados que estén estos, tienes la sensación de estar protegida por la cosa más cálida que puedas encontrar en el mundo.’’ De repente, oscuridad otra vez. Abres los ojos y el proceso sigue, vas despertando, todo va cobrando color, forma. Al tenerlos completamente abiertos vas observando todo cuanto hay a tu alrededor; es una habitación rosa, un rosa pálido. Justo en frente hay una puerta, a su izquierda una estantería repleta de libros, carpetas, fotos… al otro lado simplemente hay un pequeño trozo de papel enmarcado, en él, se pueden ver lo que parecen letras recortadas de una revista formando una sencilla frase, pero dada la condición de tu vista, aún adormecida, no tienes la capacidad visual necesaria para leerla. Sigues analizando cada objeto de la habitación: un 6   

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pupitre, una mesita de noche, pero lo que más te llama la atención es un ventanal, desde donde se puede observar un maravilloso paisaje; a lo lejos se ven unas siluetas blancas, enormes, son montañas repletas de nieve, justo abajo está un jardín, verde, el sol brilla. Dado el panorama parece que sea un día soleado de invierno. Pero realmente en lo que te fijas al mirar por la ventana es en ese chico, no es alto, ni bajo, castaño… justo cuando lo estás mirando él hace lo mismo y una expresión de incredulidad se dibuja en su rostro. Empieza a correr hacia dentro de la casa, ‘’parece que viene hacia mí’’ piensas, y realmente, no vas equivocada. Acaba de ocurrir un milagro, pero, tú, aún no lo sabes. Al cabo de menos de treinta segundos alguien abre la puerta de la habitación, esperas que sea ese hermoso muchacho, pero no, es un hombre alto, de cabellos claros, eso sí, igual de guapo, lleva una bata blanca. Se acerca a tu lado y empieza a mirarte el pulso, tus constantes vitales, parece que todo marcha ya que al hacer distintos movimientos y apretar varios botones en una máquina te mira a los ojos, sonríe, te acaricia el pelo y luego, se va. No tardan en aparecer otro hombre y una mujer en la habitación, parecen una pareja, van cogidos de la mano y los dos tienen una expresión de angustia, pero a la vez de felicidad en su rostro. Estos también empiezan a acariciarte, a preguntarte cosas, pero no los entiendes, o más bien, no quieres hacerlo. Estás asustada, no sabes quienes son, no recuerdas cómo te llamas, ni dónde estás, ni que ha pasado, realmente, no sabes nada. Pero compruebas que tu sentido del humor no ha desaparecido ya que al darte cuenta de lo perdida y confusa que estás te viene a la mente la famosa frase de Sócrates: ‘’yo solo sé, que no sé nada’’. Y te ríes de lo que acaba de rondar por tu cabeza y eso parece que provoca un agradable efecto a esas personas que están a tu lado ya que se abrazan y empiezan a besarse como si tuvieran algo que celebrar. Como si tu risa hubiera sido el motor de su alegría. De repente, algo cambia dentro de ti, la angustia aumenta, el miedo a no recordar nada de tu pasado, nada de ti misma, y no sabes exactamente porque, empiezas a llorar desesperadamente, las lágrimas caen de tus ojos como gotas de agua en pleno día de tormenta. Le pides a esa pareja que se marche, no quieres verlos, no quieres hablar con nadie, estos aceptan y desaparecen, detrás de ellos cierran la puerta, ahora estás totalmente sola. En el jardín ya no está ese chico, el día está más nublado, ya nada es tan bonito. No puedes parar de llorar, algo se ha apoderado de ti y en ese momento, cuando lo ves todo perdido entra él, se sienta a tu lado, empieza a contarte cosas sobre ti, te tranquiliza, te anima, te acaricia, te besa en la mejilla y se levanta, un susurro sale de tu boca y le pides que no se vaya, pero no se iba. Pone en el ordenador una canción, una de Alex Ubago, ya la habías escuchado.

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Empieza. Lenta. Llega el estribillo y oyes esa frase:’’ vuela alto, no te rindas’’… Tu mente se despierta y en un mismo flash todo vuelve, esas palabras, el significado que tienen, tu madre, tu padre, todos y cada uno de ellos… El muchacho vuelve a tu lado y te pregunta: ‘’Paula, ¿te acuerdas?’’ Y quieres decir: “Sí, sí. Me acuerdo de todo, de todos y cada uno de vosotros, de esa frase, esas palabras que mi madre me ha dicho día a día durante todo este tiempo que he estado ausente, que he estado dormida, recuerdo las caricias y los besos que me habéis ido dando cada momento, y por eso quiero daros las gracias, gracias, gracias. Volaré, alto, no me rendiré, sé que puedo hacerlo.’’ Vuelves a oír su voz: ‘’Paula, Paula ¿qué te pasa?’’ ‘’No me pasa nada’’, piensas. Pero no te sientes fuerte, tu cuerpo parece que quiere irse, descansar. Y en ese último instante, antes de que tu cuerpo vuelva a dormirse, consigues vocalizar una única, sencilla, pero también, una de las palabras más valientes que has pronunciado nunca: ‘’volaré…’’

Audio: http://soundcloud.com/gnze796/el-poder-de-las-palabras-2

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corta, raspa, araña. Claudia Goyarrola

corta, raspa, araña. El aire es blanco y seco, y duele la garganta duelen los blancos ojos y los labios, vaho de agua que expira.

Febrero es suave y rosa, el hielo se ablanda y pequeñas, frágiles, flores de blanco y ámbar, surgen de entre la nieve para ser sepulcradas de nuevo.

Marzo, abril, y mayo pasan rápidos, rojos, color frente a los ojos, ¡ah! repentino crecer de vida, verde, rosa y amarilla, al calor y luz del sol.

Junio y julio son lentos, se arrastran bajo el sol 9   

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sofocante, naranja, se queman con su ardor. Agosto sigue detrás, visión borrosa, lengua seca, calor.

Silencioso septiembre, quieto es el ambiente gris y negras las nubes gris y marrón la tierra. Brisa quieta, que espera, lluvia a Octubre y Noviembre lleva.

Verde, amarillo, negro, blanco a veces de noche. puntos de luz pegados altos, nunca apagados emoción contenida. Diciembre es el centro del año espiral. Audio: https://soundcloud.com/claudiagl/poema‐noviembre

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Laura Albert. Gabriel Escarrer

-Todos en pie, su señoría el juez Martínez ha entrado- dijo el guardia. En ese momento toda la sala se puso en pie a la vez, como si hubiesen estado ensayándolo. -Señorita Albert, por favor, proceda relatar su versión de lo sucedido con el caso “Malaya”- dijo el juez. -Eran los años 80.-Dijo Laura a el jurado. Mi madre, Marta Albert, acababa de dejar los estudios y ahora se iría a vivir con su novio a Jerez, y ahí iba a trabajar de camarera. Mis abuelos no sabían nada de esto, pero cuando se enteraron no se alegraron nada, y decidieron denegar el echo de que tuviesen una hija, y lo negaron hasta que supieron que yo había nacido. El novio de mi madre en aquel momento se llamaba Toni, pero su nombre cambio muchas veces a causa de su trabajo en Jerez. Mi madre se había locamente enamorado de el en una fiesta, en la cual, ella me dijo que fue amor a primera vista, y que el resto, el tiempo lo había hecho. Yo en este tiempo no había nacido todavía, y mi madre no tenia ninguna intención de que lo hiciera, ella era feliz con su vida tal y como era. A mi madre y a Toni les estaba yendo muy bien en Jerez, mi madre había conseguido su trabajo como camarera y tenían un piso muy bonito junto al puerto. Había algo que a mi madre le preocupaba, Toni, estaba saliendo muchas noches hasta muy tarde, y cuando volvía, normalmente lo hacia mojado. Mi madre le pregunto varias veces que era lo que estaba haciendo, pero el siempre cambiaba de tema, y al final mi madre se dio por vencida y dejo pasar el tema. Vivieron felices durante dos años, hasta que un día, unos hombres vinieron a casa, forzaron la puerta, y sin dar una oportunidad a mi madre, la violaron, uno de esos repugnantes cerdos es mi padre, pero mi madre nunca me ha dicho cual. Cuando terminaron, solo dijeron una frase. - Dile a Toni que nos pague, o si no.. Mi madre estaba tirada en el suelo, llorando. No se movió de ese rincón hasta que Toni llego, y fue entonces cuando mi madre le exigió una explicación. Toni se la dio. Le explico que el dinero que había estado trayendo a casa, provenía de las drogas. Había estado transportando drogas ha Ceuta y marruecos. También le explico que había perdido un cargamento, y que por eso habían venido los hombres. Después de eso, cogió el dinero que les quedaba, y se fue. Nunca mas mi madre le vio. A las pocas semanas vinieron unos hombres, y obligaron a mi madre a ir ver a su jefe. -Como podrá comprender, mi padre le había dejado tas sus deudas a mi madre, y ahora, Mustafara Ahli, el que había sido su antiguo jefe, quería los cien mil euros que Toni le debía. Nueve meses después yo nací. Por esos tiempos, mi madre estaba trabajando 11   

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como sirvienta, en la mansión del señor Ahli. A mí me criaron en su mansión. Y el señor Ahli fue muy generoso con migo y con mi madre, al dejarle a ella quedarse con migo. Yo fui criada en las calles de marruecos, en una enorme casa, que tenía una piscina de veinte metros, dos pistas de tenis y un gimnasio completo. Contaba con cinco habitaciones principales, una cocina, una sala de estar y tres baños. Era una casa con una decoración muy bonita, tenia los mueves modernos, que contrastaban con los cuadros de la época renacentista. La casa también contaba con una gran biblioteca, la cual, estaba impregnada de obras de grandes escritores españoles como Cervantes, Góngora o Quevedo. El señor Ahli, también me enseño a leer y escribir en español y en árabe, algunos de los otros sirvientes sentían envidia por como me trataba él, pero a mí no me importaba. Yo era feliz con mi madre. Cuando cumplí los doce, el señor Ahli, me propuso una forma de ganar dinero rápido, vendiendo sus frutos secos en el mercado con otros criados. A mí me gustaba ese trabajo, porque me daba la ocasión de ver la ciudad y de salir de la casa. Vendí los frutos secos durante un año, hasta que un día, el señor Ahli, me propuso vender otro producto en las calles, me dijo que vendiese “cocaína.” Yo al ser una inocente niña lo acepte, y lo estuve vendiendo durante tres meses, hasta que un día, mi madre se dio cuenta. Ese día me acuerdo que me tuve que quedar encerada en mi cuarto sin comer nada, oyendo a mi madre gritar, y al señor Ahli, con la voz calmada, intentando apaciguar a mi madre. Después de ese día, trabaje de sirvienta en la casa, limpiando la biblioteca y los baños. Cuando cumplí los quince, decidí trabajar de profesora en una guardería, en el centro de la ciudad, para ayudar a niños, que cuyos padres eran demasiado pobres para pagarles una educación normal. También decidí independizarme y irme a vivir a un piso en la parte este de la ciudad. Cuando me fui de la mansión, el señor Ahli ya no trataba a mi madre de la misma manera, ahora siempre la pegaba, o abusaba de ella, hasta que el miércoles de la semana pasada, a las tres de la madrugada, decidí asesinarlo por lo mal que mi madre lo había pasado. Al yo crecer en la religión musulmana, en la cual me es prohibido matar, después de haber asesinado al hombre que me había dado todo lo que tenia, decidí entrar en un régimen, en el cual solo podía comer los frutos secos que el cultivaba, como castigo por lo que había hecho. -Muy conmovedora la historia que nos acaba de contar, señorita Albert.- dijo el fiscal con un tono de ironía – pero eso no cambia el hecho de que usted haya asesinado a un hombre, y que además sea sospechosa de haber heredado todo su negocio, señoría en mi opinión creo que esta jovencita debería ser enviada a un centro especial hasta que sea mayor de edad. Laura, la chiquitina, adolescente joven, solitaria profesora y respetable mujer grito con gemidos de lloro y desespero cuando el fiscal, conmovido por ella, propuso cambiar la cadena perpetua por una reclusión en un centro, donde, al menos comería de todo. Audio: http://snd.sc/UOK2CC 12   

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Buscando mi verdad Idris Akdogan

Hoy cumplo 18 años , soy un estudiante de Mallorca que acaba de terminar sus pruebas de Bachillerato , vivo en Andratx , con mi madre y mi hermana de 5 años . He pedido el mismo deseo cada cumpleaños, conocer a mi padre. Me he peleado muchas veces con mi madre para que me dijera quién es mi padre . Mi madre dice siempre que el día que ella muera conocerá a mi padre , pero yo no estoy dispuesto a conocerle de esta manera , mi nombre es Rodrigo . Son las 8 de mañana , ya comienzo a recibir las primeras felicitaciones a través del móvil que no para de vibrar . Mi madre me ha felicitado justo después de salir del baño , mi hermana Ana sigue dormida . Mi madre me ha preparado el desayuno de siempre , creía que haría algo diferente , pero bueno, un bocata de queso y otro de nocilla. Después de quitarme el pijama y vestirme toca agradecer a mis amigos que me han felicitado en internet. Me da mucha pereza agradecer a cada uno de ellos , simplemente pondré en el estado “Muchas gracias a todos , os quiero “. Mi madre me ha dicho que la tarta de cumpleaños me va a gustar mucho. Bajo las escaleras y le doy al timbre de mi vecino Dani , me abre la puerta y me da una colleja , y después estira mi oreja derecha 18 veces ; a veces pienso que es muy infantil , pero es muy gracioso y estando con él nunca te aburres. Dani es mi mejor amigo , nos conocimos cuando solo teníamos 7 años , desde entonces siempre estábamos juntos en todo , en el colegio , en el equipo de fútbol infantil y en el antiguo club de Judo. Después de jugar un buen rato a la Playstation vamos a sacar al perro. Su perro Scooby , es un perro pequeño y muy activo. Saliendo de la puerta mi vecino , que vive solo , me ha felicitado , el perro no nos ha dejado hablar mucho , así que me he despedido y hemos paseado al perro durante media hora cerca del piso . Después de pasear al perro , he vuelto a casa y le he dicho a mi madre que me voy a pasear por Andratx con Dani , me ha dicho que disfrute y que no llegue tarde , que a las 2 hay que comer. Eso pienso hacer. Después de ver la Formula 1 he subido a casa , pero mi madre no estaba , me ha abierto la puerta mi hermana y me ha dicho que se ha ido a comprar pan en el supermercado y que no me mandado a mi porque es mi cumpleaños. Entonces he vuelto a casa de Dani. Han pasado las horas y mi madre aún no ha venido , la he estado llamando varias veces , y no contesta , el móvil tampoco se lo ha dejado en casa , siempre lo lleva encima , le he dicho a mi hermana que se ha ido a Palma porque tenía un trabajo que hacer , para que no se preocupara, pero el preocupado ahora mismo soy yo. 13   

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Dani me ha dicho que llame a la policía , al principio creía que era demasiado exagerado , pero acepté , llamé a la policía y les avisé , les di el número de matrícula del coche y el DNI , que me los sabía de memoria. Después de unos minutos he recibido una llamada , era el móvil de mi madre , pero quien estaba al otro lado no era ella , era un hombre que me dijo que han llevado a mi madre al hospital , que ha sufrido un accidente en medio de la autopista . Cogí un taxi y fui al hospital. Comencé a dar vueltas , el tiempo en el taxi se me hizo eterno, comencé a pensar en muchas cosas , la mayoría de ellas muy malas. Al llegar , pagué el taxi , y entré al hospital lentamente . Entonces me acerqué para consultar , y dije el nombre de mi madre , miró en el ordenador y dijo que estaba en urgencias , que la estaban operando ; me quedé helado. Llegué a urgencias , vi a un hombre , y me preguntó si era el hijo de mi madre y le dije que sí ; me contó que el accidente ocurrió en la autopista , ella estaba conduciendo el coche muy rápido y entonces al perder el control del coche comenzó a dar vueltas, el coche quedó destrozado y mi madre muy herida , él fue el primero en atenderla , cogió el móvil de mi madre y buscó un familiar , el primero de la lista era yo. Entonces mientras estaba explicando lo ocurrido sale un doctor de la sala y escucho la lo que no quería escuchar : “la hemos perdido”, y después de eso no recuerdo nada del mundo real. Entonces me desperté , al lado mío estaba un hombre. Le pregunté quién era y donde estoy. Él me dijo que estaba en el hospital , que me había mareado , suspiró y me contestó la primera pregunta : “Yo soy tu padre Rodrigo”. Ya tenía un presentimiento de que era él , pero comencé a hacerle preguntas , quien era , de donde venía , como conoció a mi madre y porque no estuvo con nosotros . Respondió a todo lo que le iba preguntando , y me dijo que se separaron porque el matrimonio no estaba funcionando y para ahorrar los problemas entre los hijos y los padres decidió llevárselos. Y aquí estoy , en el hospital , he encontrado a mi padre , la promesa de mi madre la ha cumplido , y es el cumpleaños más triste de mi vida...

Audio: http://snd.sc/SsVauu

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MI TIEMPO. Joaquín Oliver Vermeulen. Cuando el sol palidece por las montañas, el mes de agosto es diferente. Las gaviotas vuelan lentamente, y los pequeños gorriones se posan en la sombra. Mi adolescencia, como la vida, me empuja a mi infancia, a esas calurosas tardes, ahora las recuerdo: hotel de toldo amarillo, sillas vista al mar, sombrillas y piscinas... Perdonadme, pero me he criado, en esa burguesía mallorquina, como decía Biedma: "de la pérgola y la buena familia" En una de esas descafeinadas y "felices" tardes, tuve una aparición: un ángel caminando, llevaba el pelo recogido y una falda negra afrancesada, todavía la recuerdo y como una ilusión, apareció en mi alma rodeada de una áurea inalcanzable y flores silvestres perfumadas... ...Su imagen aún me persigue, en esas noches de verano, tan estrelladas, reconfortando mi espíritu, y mi turbado e incandescente corazón... Audio: http://snd.sc/UOKil2

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Y tan rápido como el día Lorenzo Isern Y tan rápido como el día, y tan lento como la noche, recuerdo ese tierno reproche que por mi cabeza bruñía. cuando de ti huía como un fantoche, al caer medianoche, me despedía alma mía. Como un corcel presto, cabalgo por tus cabellos, con un simple gesto. Con los bellos destellos que desprenden tus ojos propuestos, me despido de ellos aquellos.

Audio: http://snd.sc/UOKtfW

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Aire Lucas Orell

Aire, al fin podía respirar libremente, sin presión y por encima del nivel del mar. Félix odiaba las clases de buzo pero sus estudios como biólogo marino requerían esta experiencia, o al menos así lo consideraban sus padres. Félix vivía en Valencia, y estaba contento de poder estudiar lo que más le gustaba pero esas clases obligatorias no las soportaba.El problema era que sus padres financiaban todo, incluso el pequeño piso que se había alquilado cerca del centro, de modo que cada vez que surgía un conflicto aprovechaban esto para controlarle. Un día en la universidad todo el mundo miraba a Félix lleno de expectativas, como si hubiese hecho o dicho algo impresionante, Félix no sabía el motivo por el cual ocurría esto hasta que su mejor amigo le dijo que mirase el tablón de anuncios en la entrada. Cuando llegó no vio nada, solo los típicos anuncios de conciertos o eventos que siempre estaban, pero después encontró el origen de todo aquel movimiento, había sido escogido para un programa de intercambio con Australia. Perplejo y sin saber que decir fue corriendo a su casa a mirar si le habían notificado de alguna otra manera o si simplemente había sido una estúpida broma de un compañero de clase, pero efectivamente había recibido dos e-mails, uno informándole de su elección y otro con las fechas de vuelo. Australia era conocida por sus hermosos arrecifes y fue la primera vez que estuvo verdaderamente contento de saber bucear con botellas de oxígeno. Después de un mes de preparación y organización Félix se encuentra en el aeropuerto, sabiendo que dentro de poco se encontraría en un vuelo con dirección a Sydney. Iba con distintos sentimientos, su novia rompió con él porque no quería una relación a distancia pero la alegría de realizar este trayecto prevalecía. Embarcó, se sentó en su lugar y así fue como comenzó todo. Ya esperaba media hora y sus maletas no llegaban, desde luego que la primera imagen de este país no era muy buena, aunque el personal era bastante más amable que en otros lugares. Cuando salió de aquel lugar enseguida vio el cartel con su nombre y se dirigió hacia el hombre alto que probablemente era su conductor. Este le dijo: - Do you speak english? - Only a littlebit. - Respondió Félix con acento español. - Prefieres que hable en español? - preguntó el hombre.

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Félix, agradecido por no tener que hablar en inglés dijo: - Sí, me sería de gran ayuda. Después de dos horas en coche Félix ni se fijó en el lugar que sería su hogar durante los próximos meses, simplemente agotado por el largo viaje en avión pidió cual era su habitación, entró y durmió más de diez horas seguidas. Al despertar y salir del edificio dio la vuelta al campus y habló con algunos de los otros alumnos, enseguida supo que estaba en un lugar muy internacional, ya que vio a alumnos de América, China, Alemania, Francia, Rusia y Japón. Después se dirigió a la recepción donde le dieron las llaves el día anterior y preguntó donde se realizaban las clases, la señora le dijo que al sur. Cruzó un riachuelo, caminando por un estrecho y sinuoso sendero se encontró a más gente y finalmente llegó a una bahía inmensa, con forma de "U" y solamente un edificio muy tradicional surgía de la dorada arena. Se fijó en las grandes olas que rompían en la entrada de la bahía, seguramente donde se encontraba el arrecife de corales. Entró en la casa y un fuerte olor a pescado le invadió, se encontró con unas cincuenta personas en una sola habitación, todas apretujadas como sardinas, irónicamente era justo eso lo que comían. Después de varias conversaciones con distintas personas se encontró con una chica llamada Amy, de Nueva Zelanda, y comenzó a hablar con ella. Después de las primeras preguntas que siempre se hacen ella le ofreció ir a bucear al arrecife, pero solo se puede acceder con botellas de oxígeno y hay que tener mucho cuidado con las olas y la corriente. Félix aceptó y quedaron que se encontrarían en la casa a las cinco de la madrugada, antes de que llegaran todos los otros. Era oscuro y no se veía nada cuando se subieron a la lancha y pusieron rumbo a los corales. - Are you nervous? - preguntó Amy. - No,should I? - respondió Félix. - No, probably not. - dijo Amy pero no parecía muy convencida. Comenzaron a bucear y vieron una gama de colores espectacular, una gran variedad de peces y también corales. Pero eso no impidió la opresión que sentía Félix, él quería subir pero Amy decía, o mejor dicho, señalizaba que no, que aun quedaba mucho por descubrir. Entonces ocurrió lo inesperado, una ola de cinco metros los arrolló, Félix chocó con el fondo del mar y perdió la consciencia. Se despertó en una cueva, sin salida y con la botella intacta y pudo respirar. El pánico se apoderó de él, donde estaba y que haría eran las dos cuestiones que más miedo le daban. Gritó pidiendo ayuda pero nadie le escuchó, y esperanzas se dejó flotar. Colgando del techo vio unas algas que jamás había visto, ni en sus excursiones ni en los libros de biología, pero esto ya no importaba. De repente algo le rozó la pierna y vio peces que entraban y salían por algún lado, entonces pensó que si había entrado también 18   

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podría salir y encontró una salida submarina. Llegó a la casa y vio el cadáver de Amy, ella no había tenido tanta suerte como él, Cada ano Félix vuelve a este lugar y visita la tumba de Amy, que había sido enterrada allí. También volvió a la cueva y después de unos años estudiando las algas se descubrió que del líquido que expulsan se puede crear un antídoto contra el cáncer. Félix se consolidaba pensando que Amy murió haciendo lo que más le gustaba y que su muerte en cierta manera había salvado y salvará la vida a millones de personas. Al final una actividad que odiaba le salvó la vida y a muchas más personas también.

Audio: http://snd.sc/SsWEop

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Frío Lucas Rafael Pérez-Cuesta Llaneras Hacía frío. Mucho frío. El vaho volaba en el aire como una gota de tinta en el agua, subía; no, bailaba. Disfrutaba de su ascenso, como si de un alma se tratase, como si ese fuese su propósito, como si estuviese vivo, como si fuese al cielo. Y de cada vez había más. Más. Y más. La respiración de Nathan aumentaba por el segundo, se aceleraba y el humo salía saliendo de su boca. Como una tetera en la típica casa inglesa a las 5 de la tarde. Estaba nervioso. Y confuso. No entendía nada. Y cansado, cansado de tanto correr, pero no podía parar, ya era tarde. Pero empecemos por el principio. Unos cuantas horas antes, el despertador de Nathan le pitó en la oreja, de un manotazo lo apagó y después de una rápida ducha, bajó a desayunar. Su madre le esperaba, pero no estaba sola. Le extrañó mucho, nunca había nadie por la mañana en casa. Al bajar las escaleras, de una en una, que desembocaban a la cocina, veía más claramente al acompañante de su madre. Alto, fornido, rapado, vestía un traje negro liso y moderno, de unos treinta años. Su rostro mostraba un conjunto de cicatrices que parecía uno de esos puzles de Eli, su hermana pequeña. Por cierto, Nathan tenía diecisiete años. Oía como hablaban en voz bajita pero no distinguía las palabras, veía como su madre estaba tan metida en su propio diálogo que no dejaba de mirar a su compañero. La mirada de estos era fuerte, penetrante, mutua, las cosas volaban de un par de ojos a otros; una conversación. Nathan estaba intrigado, el gusanillo de su barriga aumentó. Bueno, por la intriga, y por el hambre que ya hacía unas cuantas horas que tenía la barriga vacía. Al escuchar el pequeño rugido del escalón que justo acababa de pisar Nathan, su madre calló. Tanto la mirada como la conversación se vieron interrumpidas, y ambas vías de comunicación se cerraron para darle paso a él. “Buenos días mamá” saludó Nathan con un toque de incertidumbre. “Hola cariño” le respondió ella “Saluda a Pere” “Hola, encantado” Dijo este. Su voz era grave, lenta, aseguradora, confortante, y a la vez, daba miedo. Parecía imparcial, sin sentimiento, sin el sentido más humano de la voz humana, robotizada por su subjetividad, pero tranquilizadora a la vez. Le recordaba a Nathan al sonido de una trompeta, le puso los pelos de punta, estaba confuso. No sabía si la voz era tranquilizadora, o todo lo contrario. Nathan le respondió con un titubeante “igualmente”. Después de un incómodo silencio únicamente alterado por la presencia de su hermana pequeña Eli, salió por la puerta desayunado y mochila colgando, dirección al colegio que estaba a unos diez minutos a pie. Nathan estaba pensando en ese extraño señor, en su manera de mirarle, en su manera de analizar cada uno de sus movimiento, en su simple presencia, en el porque de su presencia, en su voz, su aspecto, en todo. Pensaba, y por más que lo hacía no llegó a ninguna respuesta, pero sí a miles de preguntas. ¿Por qué? ¿Dónde y cuando conoció su madre a tal personaje? ¿Quién era? ¿Qué hacía? ¿Por qué le miraba así? ¿Para que estaba allí un Lunes por la mañana? Tantas, que se le olvidaron. Tantas preguntas, y tan pocas respuestas. Lo único que sacó de tal comida de coco fue una 20   

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conclusión, no iba muy allá, simplemente sabía que no le gustaba. No le gustaba él. No le gustaba que estuviese en su casa, no le gustaba que conociese a su madre, y mucho menos que hablase con ella, y más aún de esa forma, con esa pasión, con ese interés, con esa fluidez. Para cuando se dio cuenta ya estaba en el colegio, pero no quería ir. No quería. Era un infierno, los compañeros se reían, los profesores pasaban y lo peor era que ni siquiera sacaba buenas notas, su madre le presionaba, los profesores le gritaban, los niños le insultaban y el colegio le aburría, le oprimía y le deprimía. “A la mierda”. Dio media vuelta e intentó aparentar normalidad. Hoy no iba al colegio. La intriga y los nervios le reconcomían un poco, sentía otra vez el gusanillo en la barriga. Caminó sin rumbo, solo sabía que tenía que irse, y acabó en una calle antigua y estrecha, con una hilera de escalones a su izquierda. Las casas eran de piedra estaban un poco en ruinas, y muy sucias. El suelo tenía hojas sucias teñidas de barro, había botellas de cerveza barata tiradas en el suelo y hasta un condón usado. Era deprimente, gélida, oscura y daba miedo y asco. Detrás del olor a suciedad olía como a pesticida. Notaba en su cuello una mirada. Y el cielo se empezó a oscurecer. Parecía que las nubes estaban corriendo para bloquear los pocos rayos de sol que calentaban esa fría mañana. La sensación de ser observado aumentó, su paranoia también. Se le erizó la pelusilla de la nuca y la piel se le puso de gallina. Decidió fumarse un cigarrillo. Se deslizó la mochila para sacar la cajetilla de Marlboro escondida en el estuche y se encendió el piti. Las primeras caladas le tranquilizaron un poco, pero después de esa falsa sensación en formato de ola de humo, la intranquilidad perduró. Incluso, aumentó. Se giró y le vio. Le vio a él. A el señor de esa mañana. Estaba ahí de pie a unos cinco metros, con un abrigo largo cruzado y una bufanda gris bien enrollada, observándole. La sensación no era falsa, le estaban mirando. Y su mirada era fría, intensa, penetrante, era la mirada que le ofrecía a su madre no tantos minutos antes, ¿pero qué tenía él para ofrecer? Se giró y caminó. De un tiro se deshace del cigarro. Sin rumbo, con paso constante y titubeante, con miedo, inseguridad y nervios. Pisada tras pisada este le seguía. Su sensación de ser observado se mantenía, y esta vez estaba seguro que su cuerpo no le mentía. De cada vez iba más y más rápido, obteniendo velocidad en cada toque que daban sus pies al suelo. Giró el cuello y seguía ahí. Detrás de él. Siguiéndolo. Observándolo. Matándolo con la mirada. Notaba como entraba en él, como la mirada viajaba hasta llegar a su cuerpo donde este no suponía obstáculo, notaba como se infiltraba entre los diminutos poros de la piel, notaba en su piel un frio escalofrío donde esta se introducía en él. Oía como su corazón latía, como su cara se enrojecía entre el frío y el bombeo del corazón. No podía parar. Notaba como la mirada se fundía en el y traspasaba la piel, como fluía junto a su sangre, como recorría vena tras vena, artería tras artería y órgano tras órgano, hasta llegar a él, a su punto más débil, a su núcleo más humano, a su ser, a su corazón. Notaba como este se enfriaba oleada tras oleada de la mirada. Pero ¿cómo? ¿Por qué? De cada vez le costaba más y más correr, su corazón latía más y más lento, y su jadeo era más acelerado, en un intenta en vano de tragar más oxígeno. Sentía desesperación.

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No sabía dónde ir, ni a donde llegar, sólo sabía que tenía que seguir corriendo. Los pies ya le dolían, el eco de sus pasos se oía en toda la calle. Después de las hileras vino una plaza. Tenía una escultura de un dios griego al que le brotaba agua de la boca. Solo la vio fugazmente. Y es aquí donde retomamos el principio. Su vaho volaba, su corazón se aceleraba, su piel estaba congelada y solo lo tapado estaba caliente. Sudaba debajo el uniforme. Ahora estaba corriendo a máxima velocidad, seguido por el incesable ruido de los pies de su acompañante. De eso, y de su mirada. Era incansable. Siguió corriendo a toda velocidad, jadeante. Su respiración era de cada vez más acelerada y notaba como sudaba por dentro del uniforme, y como su cara se enrojecía. Corrió y corrió. Huyó. Pasó por una calle con una casa en su época señorial, por otra plaza sin fuente y por un parque donde unos niños le miraron raro. Se tornó y no vio a nadie. Nadie le seguía, no oía el eco de otro par de zapatos, ni distante ni cercano. Sólo había unos poco columpios y un grupito de niños pequeños con sus madres, no mucho mayores que Eli. ¿Y Eli? ¿Qué había pasado con ella? No se había parado a pensarlo, si le querían a él, entonces a ella también. ¿La había puesto en peligro huyendo? No lo sabía. Pero por ahora estaba seguro que detrás suyo no estaba él. ¿Le había despistado? ¿Era posible? Estaba nervioso. Se sentó y se intentó relajar. Cerró los ojos y captó el fresco olor de los pinos en esa fría ya no tan mañana de diciembre. Se volvió a deslizar la mochila y sacó otro cigarrillo, pese a ir en contra de la nueva ley. También le ayudó a tranquilizarse. Unos cinco minutos más tarde, ya estaba mucho más tranquilo. Pero la ansiedad y el nerviosismo no tardaron en tocar a otra vez a su puerta, ¿qué había pasado con su madre? ¿Y con Eli? ¿Para qué le quería? ¿Le quería o le necesitaba? Cuando estaba ahogado y totalmente consumido en sus preguntas y sus paranoias, notó que alguien le tocaba el hombro. ¿Acaso podía ser él? Sintió como su corazón volvía a latir con rapidez, la intriga y el miedo se dispararon en el aire. No sabía si girar la cabeza o no. No podía más. Notó como se tensaban los músculos de su cuello, bueno y el resto de él, mientras giraba la cabeza para ver quién era el que le llamaba. Siguió tornando hasta ver una cara cicatrizada hasta las cejas, pelo oscuro y corto y un traje sudado, en efecto, era él. Pero había algo distinto, que no encajaba, en su rostro no sólo se distinguían esas viejas y sucias marcas de guerra, pero también una sonrisa, de oreja a oreja. Mostrando dos dientes de oro y con un brillo en los ojos de pura felicidad. Nathan estaba confuso. No sabía que hacer. No sabía si correr o quedarse. Pero sabía que correr ya no era una opción. Esa mirada le ancló en su sitio. Por más que lo intentase era imposible mover un solo músculo, ni una simple célula era capaz de hacer ningún movimiento para escapar. Le habían pegado con “superglue”, le habían cosido el culo al banco, le habían succionado al asiento, una fuerza no le permitía moverse, y sabía que esta estaba alimentada por la mirada de ese señor. Viva. Y por la sonrisa, prominente, verdadera. Deslumbraba felicidad en su estado más puro. -“Hola hijo”.

Audio: https://soundcloud.com/lucasperezcuestallaneras/podcast-el-concurso 22   

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El piano en el agua Lydia Bisbal

Ainhoa empujó con ímpetu la puerta. Sintió una inmediata sensación de calor al entrar, muy agradable, como si la piscina la saludara. Fuera hacía frío, mucho frío. El cielo había cambiado de color pasando por todos los tonos de azul, para llegar a un gris que se oscurecía progresivamente. El tono grisáceo había traído consigo un gélido viento. Mientras bajaba la pasarela, su mirada se dirigió al exterior. Las primeras nubes, poco densas, que salieron tímidas y dulces por la mañana se habían convertido en oscuros nubarrones. Empezaban a caer algunas gotas de lluvia. -Se avecina tormenta -dijo una voz grave. -Eso parece, Nicolás. Y tengo la sensación de que será una tormenta muy fuerte -le contestó Ainhoa. -¿Qué te pasa? Normalmente siempre bajas por la pasarela muy contenta y te abalanzas sobre mí -le preguntó, guiñándole un ojo. -¿Te suena el nombre de Carla? Sí, tu novia y mi mejor amiga. Y por si no te acuerdas, no queremos tener problemas con ella. -No pongas excusas. ¿Pero me quieres decir por qué tienes esa carita por favor? -No... No es nada -le contestó, con la voz entrecortada. -Anda, ven aquí. Si tú no me das ese abrazo, te lo tendré que dar yo. El rubio socorrista se acercó a ella y la abrazó. Justo en ese momento, Ainhoa comenzó a sollozar. -Me voy a quedar allí sentado y tú vas a nadar. Así, tú te despejarás y a la vez siempre me verás. Ainhoa se quitó el albornoz, se recogió el pelo en un sencillo moño y se puso el gorro de natación. 23   

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Mientras se acercaba al borde de la piscina, vio como Nicolás se sentaba al final de la misma. Sumergió la punta de sus dedos de los pies en el agua. "Hoy el agua está sorprendentemente caliente", pensó Ainhoa, "O tal vez yo esté demasiado fría". Se zambulló en el agua. Un salto de cabeza limpio, como los que realizan las nadadoras profesionales. Al abrir los ojos, estaba sumergida, buceando. Y delante suyo estaba su piano. Su piano blanco, en cuya tapa estaban pintadas las cinco mariposas de colores. Se conocieron en una preciosa tarde de verano. Ainhoa estaba tocando ese piano blanco en el jardín de su casa cuando notó que alguien se le acercaba. Sin dejar de tocar, se giró y vio a un chico moreno y de ojos verdes que le sonreía. Hizo un ademán de sentarse en el banco junto a ella; Ainhoa no se lo impidió, sino que se movió para dejarle sitio. Para su sorpresa, el chico puso sus manos y comenzó a tocar con ella. "¿Quién eres? ¿Y cómo puedes tocar tan bien? Sólo alguien que haya tocado toda su vida el piano, como yo, puede tocar esta melodía a cuatro manos", se preguntó Ainhoa, dejándose llevar por la magia de la música. Esa magia y esa complicidad que tuvieron esa tarde, tan solo fue el comienzo de una bonita historia. De repente, apareció

Alex, un chico que tenía todas las cualidades

que siempre había buscado. Y esa relación parecía tener mucho futuro. "¡Cuántas veces he evocado ese recuerdo! Fue un día muy especial para mí. Estoy convencida que desde el momento en que empezamos a tocar juntos nos enamoramos perdida e irremediablemente". Ella no lo sabía, pero mientras pensaba en ese momento tan feliz, ya había nadado dos cientos cincuenta metros. Ni se había dado cuenta de ello. El 24 de diciembre de ese año. Alex pasó la Nochebuena con su familia, en su casa. Sus padres, su abuela y su novio dijeron que tenían un regalo muy especial para ella. Descubrieron el piano, que estaba al lado de la chimenea y del árbol de Navidad. En la tapa del piano había pintadas cinco mariposas. En seguida supo lo que significaban. Las cuatro primeras simbolizaban cada una de las personas que estaban allí y la quinta representaba a su mejor amiga. Las personas más importantes de su vida. "Casa... Lo único que quiero es volver a casa. Pero ahora es demasiado tarde, ya no tenemos un lugar al que llamar hogar". Acababa de llegar al borde de la piscina y, por

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primera vez en media hora, dejó de nadar. Se quitó las gafas, que estaban anegadas de lágrimas. Habían pasado dos semanas desde que el banco se quedó con su casa. La crisis había afectado a todas las clases sociales. Sus padres jamás fueron ricos, pero teñían dinero para vivir relativamente bien. Pero su padre dejó de tener tanto trabajo como antes y tuvo que pedir créditos para poder pagar la hipoteca y los demás gastos. Siempre había impagos. Siempre había cobradores llamando o enviando cartas. Ainhoa tomó una decisión muy difícil para ella. Un día fue al estudio de su padre, se sentó en su regazo y le dijo con una sonrisa: -Vende el piano. Vende mi piano. -Pero cariño, adoras ese piano. Es toda tu vida -replicó su padre, conmovido por el generoso gesto de su hija. -Sabes que es un piano muy bueno... Y muy caro. Si lo vendemos podremos tener dinero suficiente para arreglarnos una temporada, hasta que las cosas mejoren. Una lágrima corrió por la mejilla de su padre. Los dos lloraron abrazados un buen rato. Sus padres sabían que era una solución, pero sabían lo que significaba ese piano para Ainhoa. Aún así no bastó, y unos meses después recibieron la notificación del banco. Debían dejar su casa. Toda la familia estaba destrozada. "Renuncié una de las cosas que más quería. ¿Por qué no ha sido suficiente? Ahora solo me quedan mis padres y mi BUEL. He perdido mi casa y mi piano." Eso era lo único que podía pensar Ainhoa. Tuvieron la suerte de poder irse a vivir con su abuela y así no quedarse en la calle. Ainhoa volvió a mirar el agua de la piscina, más clara gracias a la iluminación de los focos. En ella veía el reflejo de su piano.

Audio: https://soundcloud.com/playalavanda/lectura‐el‐piano‐en‐el‐agua

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Bajo la capa fría Michael Hartman Bajo la capa fría del triste otoño, su alma escondía un temor muy hondo. Las hojas del árbol caían al suelo, Y él destrozado, Buscaba consuelo. Su amor frustrado de la primavera ya había marchitado, causándole pena. Pasado ya el tiempo, del largo verano asomaba el invierno, ya no tan lejano. Quien dijo que el tiempo cura las heridas, si estas abiertas siguen todavía. Mientras el joven pensaba en tiempos pasados el tiempo aun pasaba, y llegó así el verano. Que aunque te duelan, aun las heridas el tiempo las cierra, de noche o de día. Por muy largo que sea, este frío invierno, llegará la primavera, pues nada es eterno. Audio: https://soundcloud.com/michaelhartman/trabajo-castellano

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ATRAPADOS Natalia Perepadenko Al final de esa calle , ahora oscura, abandonada, desolada e invadida por almas sin rumbo. Fue un día El reino donde la imaginación gobernaba mi mente, donde la pureza y limpieza del alma dominaban ese mágico universo en el que todo sueño era posible. Recuerdo que el mundo era pequeño para mí, todo lo quería descubrir, todo lo quería vivir. Era un lugar donde un simple juego o acción se convertían en toda un aventura. Rememorar esa sensación bajo la cama. Con mi cara pegada contra el suelo olor a cera y a madera. Recordar sus pasos y la amenaza de ser descubierta. Venía por mí y yo sentía ese frío en la espalda con su presencia recorriendo el dormitorio. Mi respiración agitada y la esperanza de que no me viera. Que no me encontrara. Como si fuese ése un escondite adecuado, como si sólo eso importara, mi total preocupación en ese momento se centraba... en jugar al escondite. Hasta ir al baño podía ser una travesía cuando un terrible monstruo escondido bajo la cama amenazaba con comernos por los pies a un mundo distinto de ese mundo... Donde los días estaban envueltos de paz, armonía, paciencia, donde no había lugar para las prisas, ni los agobios, ni el estrés, porque el tiempo parecía que transcurría muy despacio. Si por un minuto pudiera volver a subir mi bicicleta roja... a mis precarios patines... a convivir con aquellas místicas criaturas que hoy en día tan sólo son perros o gatos. Construir inmensos castillos y convertirme en princesa! Y soñar...Soñar... Soñar... Un mundo denominado “paraíso perdido”. Donde no hay vuelta atrás, donde la magia y esperanza quedan retenidas y donde cualquier ser permanecería hasta el fin de su existencia. Sólo nos permite desnudar nuestra inmutable consciencia al recordar tan entrañable experiencia. Creces, maduras, te dejas atrapar por una oscura realidad en la que la magia, inocencia y pureza no tienen lugar. Te encadena, se hace dueña de tu alma y de aquella persona que un día creyó en milagros. ¿Qué fue del soñar, soñar y soñar...? Un nuevo mundo, una nueva realidad...donde la traición, el interés y la picardía gobiernan en lo más alto del reino. ¿Cómo escapar? Adiestrado, dominado, nunca los traicionarás. Han vencido. Ya eres adulto.

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Una pequeña huella perdura en las esquinas de nuestra memoria, las que reflejan tenues luces del brillo de la infancia.

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EL ÚLTIMO AVISO Óscar Alberto Éste había sido un día cualquiera dentro de una semana aburrida en un mes tranquilo de un año nada especial. Me encontraba tumbado en la cama, mirando el techo de mi habitación y pensando en cómo había llegado a esta vida tan tediosa. Recuerdo poco de mi infancia, pero creo que no fue una infancia fácil. No era una persona muy extrovertida y a menudo mis compañeros me solían tachar de raro. Al menos no se metían conmigo, simplemente no solían hablar conmigo. Lo único que me mantenía con ganas de seguir adelante era pensar que en la universidad todo iba a cambiar, que sería un nuevo comienzo, que asumiría una nueva identidad. Fue una época mejor, pero tampoco fue lo que esperaba. Al graduarme en la universidad, pensaba que un nuevo mundo lleno de posibilidades aparecía ante mis ojos, pero no tardé en darme cuenta de que ese mundo que tantas promesas me había hecho no era más que una quimera. El mundo que me esperaba era un oscuro agujero del que uno no puede salir. Acabé trabajando en una apestosa oficina, donde sigo trabajando ahora, a los treinta y cinco años de edad. Todos los días hacía la misma rutina, de casa a la oficina y de la oficina a casa. Ya no tengo afición por nada, y he perdido las ganas de vivir. Nada me interesa De repente, alguien tocó a mi puerta. Me levanté, me puse las pantuflas y me dirigí hacia ella. Abrí la puerta, y lo que vi al otro lado me dejó sin respiración, ¡era yo! ¡Una copia exacta de mi cuerpo cuando era niño. No podía moverme, estaba completamente paralizado por el miedo. - ¿Qué clase de brujería es esa? – pensé desconcertado, entonces, me quedé paralizado. Una extraña fuerza se había apoderado de mi cuerpo, no era como unas cadenas, que te oprimen y hacen daño, esa fuerza era más bien como una manta enrollada alrededor de mi cuerpo, impedía que me moviera, pero no me hacía daño -

Hola Juan, ¿puedo pasar? -Me preguntó.

Yo, en ese momento, era incapaz de articular palabra alguna. Al quedarme en silencio, el extraño visitante entró y se sentó en el sofá, mirándome con ojos curiosos. Acto seguido, me hizo una seña para que me sentara en una silla. Yo me sentí hipnotizado y, como si fuera una marioneta, me senté. -

¿sabes quién soy? – me preguntó.

Yo, que empezaba a recuperar la voz y a tranquilizarme, le dije que no. -

Permite que me presente, yo soy la muerte, y he venido a por ti porque ha llegado tu hora. 29 

 

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Un torbellino de pensamientos surgió en mi cabeza, no podía creerlo, creía que era injusto, y no había forma de que cambiase de opinión al respecto. -

¿Qué he hecho yo para merecer morir? Le pregunté, furioso. No has hecho nada, simplemente ha llegado tu hora – me contestó, impasible, su frío aliento hacía que cada fibra de mi cuerpo se estremeciera. ¡Pero eso no es justo! – le contesté, temblando de miedo. Mis piernas ya no me sostenían, y sentía que me iba a desvanecer en cualquier momento. ¡No quiero morir ahora!, ¡Quiero vivir! – exclamé.

Una procesión de lágrimas desfilaba por mis mejillas, me sentía impotente, como un muñeco de trapo. Quería salir de allí, huir a alguna parte pero, ¿a dónde ir? no se puede escapar de la muerte, eso es de sentido común -

La vida es una hermosa mentira, yo soy una dolorosa verdad

Después de oírle decir eso, se me cayó el alma al suelo, no podía creer que hubiera llegado mi hora, tan pronto, con tantas cosas que vivir… pero, realmente, ¿qué iba a vivir en el futuro? Estaba estancado en un trabajo que odiaba, rodeado de gente a la que no aguantaba. ¿Que había hecho para cambiar el rumbo de mi vida a mejor? Nada, simple y llanamente nada. Quería llorar, pero sabía que no serviría para nada. Ahí estaba quieto, sin poder hacer nada al respecto. La muerte se acercó lentamente, señalándome con el índice para darme el toque mortal, lo último que sentiría mi cuerpo antes de morir. Y luego qué? Había cielo o infierno, o simplemente moríamos sin más? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Le eché una última mirada a la muerte, una mirada que no fue de miedo, ni de terror, sino de alivio. Entonces, me tocó por última vez. Me levanté rápidamente de la cama, tenía el pulso por las nubes y estaba nadando en mi propio sudor. Miré el reloj que había en mi mesita de noche y vi que eran las cinco de la mañana. Pensé que había tenido una pesadilla, pero todo parecía tan real… Después de pensar durante un par de horas lo que había pasado, decidí dar un vuelco a mi vida, desde ese momento, veo el mundo de otra manera, cada segundo es valioso y debe ser aprovechado al máximo porque nunca sabes cuando la muerte te hará una visita. Recuerda, la próxima vez podrías no despertar.

Audio: http://snd.sc/SsXsK9

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EL SILENCIO DE LA HEROÍNA Patricia Clar Gritos y más gritos, quejas a montones e incluso ciertos lloros se podían escuchar alrededor de una de las casas del pueblo. Nos situamos en un pueblecito español en el centro de la península. La casa, la cual encontramos más o menos en el centro, al lado de la plaza más conocida del lugar, era una casita hecha de piedra, bastante agradable y cómoda, era la casa perfecta para una familia como la que vivía allí, la familia de Raquel. Raquel era una niña sobreprotegida por sus padres, siempre la tenían muy controlada, no podía salir a ciertas horas a la calle, tampoco la dejaban salir con algunas personas, ya fueran o no, amigas de su hija e incluso, estaba obligada a enviar cada hora un mensaje a sus padres por el móvil. Ella era hija única, vivía junto a sus padres en dicho pueblo. Era un encanto de chica, educada, simpática y muy divertida. Una de las grandes cualidades que tenía era lo espabilada e independiente que podía llegar a ser, pero claro, con unos padres de ese modo, excesivamente protectores, esa cualidad era la única que desconocían de ella. Ahora bien, centrémonos en los gritos y quejas mencionados al principio. Todo comenzó una noche en la cual Raquel se quedó a dormir en casa de una amiga, la noche fue bien, como otra cualquiera, vieron una película, hablaron y a eso de la una de la mañana se acostaron. Pero el problema llegó esa misma mañana, a las diez el teléfono de Raquel sonó, era su madre que quería que fuera ya hacia su casa, Raquel, cansada le contestó que no, que quería dormir más, había sido una semana muy dura en el colegio y lo único que quería era poder descansar. Su madre aceptó poniéndole la condición de que a la una, ella estaría en casa. Las horas pasaban y las dos chicas dormían tranquilas, no había nadie en la casa, excepto ellas dos, que dormían tranquilas hasta el momento en que el sonido del timbre, las interrumpió. El sonido del timbre era bastante desagradable y lo peor, es que no paraba de sonar, Carla, la amiga, se levantó y lentamente se acercó a la puerta, pero no había nadie, pensó que tal vez fue parte de su sueño, así que volvió a la cama. Cinco minutos más tarde un portazo despertó esta vez, a ambas niñas. Era la madre de Raquel enfurecida, que ya eran la una, y ella no le cogía el móvil ni nada. Carla estaba confusa, lo único que oía eran gritos y más gritos entre madre e hija, cuando ambas se callaron, la madre se llevó a su hija más o menos a la fuerza. Carla se quedó paralizada en su habitación, intentando averiguar sobre todo, como pudo entrar por la puerta de su casa, la madre de su amiga. Y bien, ahora ya sabéis a que vienen los gritos, son entre Raquel y su madre, ella le dice que está harta de cómo la tratan y lo que había hecho era una auténtica vergüenza, deseaba poder irse de una vez al internado en Inglaterra. 31   

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Y así fue, dos meses más tarde, Raquel había empezado el curso escolar, pero este año, era un poco diferente, se encontraba en un internado en Inglaterra en el cual debía perfeccionar su inglés. Los días allí eran increíbles según Raquel, se sentía libre, es cierto que en un internado las normas son bastante estrictas, pero en comparación a las de sus padres, ella podía sentirse libre. Un fin de semana, Raquel y dos amigas más decidieron salir a ver una película a un centro comercial no muy lejos del colegio. No era la primera vez que iban y el colegio les dejaba, al fin y al cabo, no eran mas que las cuatro de la tarde. Pero no fue una salida al cine normal y corriente, aquel día fue especial, un tanto raro, pero un gran día que Raquel recordaría toda su vida. Así empezó: Como ya he dicho, las tres amigas fueron al cine, una vez dentro, se sentaron y se pusieron a ver al película, Raquel, que como sabemos es española, estaba concentrada intentando entender las palabras inglesas, aunque sabía inglés, si se despistaba un momento, se perdía. Media hora nada más debían llevar de película cuando de repente se apagó el proyector, no solo eso, sino que la alarma de incendios se encendió y se apagaron las luces de la sala y de todo el centro comercial. La gente estaba asustada, los había que intentaban parecer tranquilos, pero era inútil, el pánico se les notaba en sus rostros. Casi no se veía nada, las luces de emergencia estaban en la parte alta de la sala, al nivel de las butacas apenas se veía. Lloros, alborotos, gritos, de todo se podía oír, sobre todo de niños pequeños. Poco a poco el aire dejaba de ser limpio y se empezaba a oler un poco a humo pero cada vez iba a más, estaba claro, algo se estaba quemando. Raquel, que como ya he dicho, es una niña espabilada, recordó un dicho que le enseñaron en el cual menciona que el humo, siempre sube. Ella sabía perfectamente lo que había que hacer para sobrevivir, lo tenía muy claro, y también, que si había alguien capaz de guiar a aquellas pobres personas, era ella. - ¡Atención por favor, cálmense todos, si seguimos así acabaremos mal, por favor, hacedme caso, si nos unimos saldremos de aquí, solo os pido que os calméis y sigáis todo lo que yo os diga!-dijo Raquel en ingles. Así, Raquel empezó a dar órdenes, hizo que todos, ordenadamente se arrastraran por el suelo, cada uno se cogía al de adelante, y lentamente, fueron dirigidos hacia la salida. Quince minutos más tarde, las veinte personas que se encontraban en la sala de cine se encontraban sanos y salvos en las puertas de entrada del centro comercial, no sabían como agradecérselo a Raquel, les había salvado la vida. Unos se le acercaron y la abrazaron, otros aun seguían confusos por lo que había pasado, en fin, había de todo tipo. Y os preguntaréis que es lo que pasó, pues no fue más que un grupito de jóvenes de unos dieciocho años que creyeron que sería muy gracioso prender fuego a una papelera, este fuego, poco a poco fue extendiéndose hasta llegar a la sala de cine donde se 32   

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encontraba Raquel y compañía. Lo que pasara con ellos es otra historia, veamos que le pasó a Raquel. Pues como iba diciendo, en unos minutos llegaron periodistas de ciertos canales informativos ingleses, todos ellos queriendo entrevista a Raquel, la cual fue conocida en el resto del país como la extranjera que salvó a veinte ciudadanos de morir asfixiados. En las próximas dos semanas, Raquel fue noticia en Inglaterra, todos la conocían y la entrevistaron varias veces, fue como una heroína en Inglaterra, en España, nadie sabía nada. Y de este modo, poco a poco quedaba cada vez menos, hasta que llegó el día, veintidós de octubre, Raquel debía volver a casa con sus padres. La vuelta estuvo bien, sus padres la recibieron con mucho cariño y ella les contó su experiencia por Inglaterra, los tres pasaron un buen momento juntos. Esa misma tarde sonó el teléfono en la casa, el padre fue quien cogió la llamada, era un hombre que decía ser periodista de una revista popular inglesa. El padre no entendía nada, él le hablaba sobre una chica que hizo de heroína pero nada, el padre estaba confuso. Tras varios minutos discutiendo, el periodista le dijo que estaba seguro de haber llamado al número de la casa de Raquel. El padre, al oír el nombre de su hija, preguntó que era a lo que se refería, el periodista le explicó todo. - ¡Raquel, baja a cenar! - gritó su madre. Ella bajó enseguida y se encontró a sus padres sentados en la mesa bastante serios. Al preguntar si ocurría algo, ellos le contaron que sabían la verdad, todo lo que había pasado en Inglaterra y sobre todo, les dijeron que estaban molestos porque ella no se lo contó. - Mamá, papá, os preocupáis demasiado por mí, siempre me estáis vigilando, cada movimiento que hago, ¡todo! Estos dos meses fuera he sentido por primera vez un poco de libertad y bueno, resultó que un día ocurrió lo sucedido pero, no fui capaz de contároslo, os habríais preocupado, me habríais traído de vuelta pensando que ese no sería un sitio seguro para mí o a saber qué cosas, si quería seguir pasándolo bien, sabía que no debía deciros nada para que no os preocupaseis - fueron las palabras que dijo Raquel. - Cielo, nosotros nos preocupamos por ti porque te queremos, es cierto que si somos un poco sobreprotectores, tal vez deberíamos darte un poco más de libertad, pero te voy a decir una cosa, cuando leo este articulo sobre lo que hiciste allí, no es preocupación lo que me invade, es orgullo, estoy orgullosa de ti, los dos. Tenemos la mejor hija del mundo, y damos gracias a que seas así, no lo olvides jamás - dijo su madre. Y aquí acaba esta historia. Sus padres cambiaron un par de normas, pero seguían siendo estrictos, pero bueno, Raquel sabía que lo hacían porque la querían.

Audio: http://snd.sc/UOLsNc 33   

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Sin esfuerzo, no hay progreso Teresa Reus Barceló

¿Es verdad lo que dicen? Un túnel negro y profundo con una luz resaltante en el fondo; la recreación de tu vida, de como el paso del tiempo ha alcanzado su fin, donde todos los recuerdos pasan fugaces ante tus ojos, y solo te das cuenta, de que todo lo que empieza tiene un final, o que el final, no es más que el principio de una gran historia. Tras una intensa noche de insomnio, con la almohada cansada de secar sus lágrimas, escuchar sus pensamientos y haberla dado tantas vueltas, con una visión positiva, con una sensación de que las cosas iban a cambiar, Sara se incorporó de aquella cama donde había descansado sus 18 años de vida, y sabiendo que no volvería a estar en aquel lugar, extrajo la maleta de debajo de su cama, cogió la guitarra, se secó las lágrimas y dejó la nota junto a la cama de su madre. Al salir por aquel portal, Sam se encontraba en la furgoneta esperándola. Cuando los ojos de ambos se encontraron, a pesar de que los de Sara estaban rojizos y cansados de tanto llorar, los dos esbozaron una sonrisa, de esas que nos es inevitable a todos, cuando miramos a esa persona especial para nosotros. Los ojos de Sam, decían mucho más que las palabras, significaban el comienzo de una nueva vida, completamente diferente para los dos. Sara asomaba la cabeza por la ventanilla de aquella furgoneta de segunda mano, que Sam había heredado de su tío Taylor. Era muy temprano. Los primeros rayos del sol, se podían ver a través de las montañas del Este, que enrojecían y coloreaban el cielo oscuro y las nubes de la noche, e iluminaban las estelas de los barcos que creaban la lúcida espuma blanca del mar Cantábrico, dando paso a las olas que viajaban hasta la orilla y rompían contra las rocas. Sam había nacido en un pequeño barrio de las afueras de Santander, donde sus padres murieron cuando él era un niño, y se crió prácticamente solo, ya que su tío trabajaba durante noche y día y le daba el dinero justo para que se pudiera alimentar. Casi no recibió ningún tipo de educación. Su única motivación era Sara, que tras dos años juntos, ya los dos mayores de edad, decidieron alejarse de esa rutina monótona, en la que ella se sentía incomprendida por todos, tanto por su familia como amigos, y decidieron empezar una vida bohemia, con la que pasarían una gran serie de aventuras, solo con su música y unos billetes en sus carteras. Tras horas de camino, después de su llegada al País Vasco, pararon a descansar en San Sebastián. Ambos estaban asustados, no sabían que sería de ellos, a quien iban a conocer, donde se hospedarían ni que harían con ellos mismos. Decidieron acercarse a la playa, donde desde allí, las ideas fluían mejor, y podían pensar con más claridad. Sara bajó de la furgoneta, se quitó las sandalias, y empezó a caminar por la orilla. Sam la seguía a un par de metros atrás, siguiendo las huellas que sus pies dejaban marcados en la orilla . Se arrodilló en la arena mojada y se quedó mirando fijamente el mar, donde un grupo de jóvenes estaban con sus tablas. Todo parecía muy fácil para ellos. Estaba segura de que eran niños ricos de la zona, que llevaban una vida fácil con todos los recursos a su alcance, 34   

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sin ningún tipo de problema. Sam la contemplaba a ella, no sabía muy bien en que pensaba, pero estaba seguro de que se arrepentía de haber comenzado aquel viaje. Una gota de agua sobre la nariz de Sara la despertó. Sam estaba junto a ella dormido, estirado en la arena, como si fuera un día normal. Miró hacia arriba, y vio a aquel surfista extendiéndole la mano y presentándose como Dani. Sara no entendía porque un desconocido se había acercado a ella de tal manera, pero pensó dos veces antes de hablar, y concluyó que lo que más le convenía en ese momento era conocer gente. Dani se sentó junto a ella, y observando a Sam, comentó que había deducido que no eran de la zona. Sara hizo un esfuerzo para ser lo mas abierta posible, a pesar de que no era una chica de muchos amigos y que no tenía el humor ni las fuerzas, pues cada vez que se imaginaba la cara y la reacción de su madre al leer la carta de despedida, el corazón se le hacía trizas. Ella le explicó su situación y su emprendimiento con el nuevo propósito de conseguir cambiar de estilo de vida, y Dani sonrió y añadió que él y todos sus compañeros que estaban surfeando, venían de Galicia, con el mismo propósito, pero que llevaban varias semanas estacionados en la ciudad de San Sebastián. Sara se sintió aliviada al ver que no era la única a la cual se le había ido la cabeza. Cuando Sam despertó de su profundo sueño y los compañeros de Dani salieron del agua, se dirigieron hacia el bar chiringuito de la playa, donde las amigas de Dani les invitaron a comer. Los días pasaban. Sara y Sam compartían una pequeña habitación que Dani les había alquilado por sesenta euros al mes, que conseguían pagarse a través de los conciertos que interpretaban de su música en las calles de la ciudad, en los que Sam se encargaba de los acordes y Sara de que la letra concordara con el ritmo y juntos recreaban sus vivencias. Todo iba tal cual lo habían planeado. Dani enseñó a Sara a surfear, lo que le facilitó y le hizo más divertido el paso del tiempo. Cada mañana, se levantaba temprano cuando el mar todavía estaba calmado, y escribía letras, versos, incluso todos sus pensamientos en aquellos folios blancos que luego se convertirían en arte para los odios de los ciudadanos y en recursos para ella. Cuando el viento se levantaba, Dani la esperaba en la playa de La Concha, donde cogían juntos las olas, y se despejaba para por la tarde seguir con su música. Todo perfecto para ella, pero Sam no tuvo tanta suerte. Sara, al pasar tanto tiempo con Dani, se había alejado bastante de su novio. Este se juntaba con otro tipo de gente de la zona, con músicos bohemios que le influenciaron y se metió en el mundo de las drogas. Una tarde de un sábado, Sam llego arrastrándose al pequeño apartamento donde vivían. Sara estaba hablando con Dani, pero el interpretó mal aquella conversación, y la besó. Sam al ver lo ocurrido se abalanzó sobre el chico, pero en el intento, cayó al suelo de rodillas, miró a Sara y en el momento en el que se le cerraron los ojos, ella se abalanzó sobre el para sujetarlo, con la mirada fija en él y con la sensación de que todo su mundo se derrumbaba Una vez más, las drogas se habían apoderado de un ser querido suyo. Primero su hermano mayor Jean, varios años atrás, y ahora Sam, al que nunca volvería a ver. 35   

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A partir de ese momento, todo cambió. Sara no quería hacer nada. No podía pensar, no podía componer, no podía adentrarse en el mar, ni siquiera tenía fuerzas para hablar con Dani. Pasaron los días, llevaba mucho tiempo sin apenas comer. Pensaba que eso era el fin, no podía volver a casa, pero tampoco podía seguir adelante ella sola. Se dio cuenta de que la vida le había puesto una piedra en el camino para ver si era capaz de superarla y madurar. Después de tres semanas de no salir de su habitación, se presentó en la playa de La Concha, donde Dani estaba como siempre a las seis de la tarde remando las olas. Sara le confesó que no podía con aquella situación. Tenía que salir de allí, ya que todo le recordaba a Sam, y sentía como se moría por dentro. Su nuevo destino era viajar al Suroeste de Francia, donde comenzaría una nueva vida, trabajaría, y se independizaría. Dani no se lo pensó ni una vez, y le dijo que le acompañaría en su viaje, que total él estaba solo y que no le vendría mal su compañía. Una semana más tarde, recogieron todos sus pocos ahorros, hicieron las maletas de nuevo, y en la furgoneta de Sam, partieron hacia Francia. Dani tuvo que hacerse cargo del volante, pues Sara se pasó la mitad del viaje inundada en sus propias lágrimas, pensando que la mala suerte siempre la acompañaba. Horas mas tarde, llegaron a Lacanau, zona costera del Suroeste de Francia. Esta vez en la furgoneta viajaban ellos dos, sus equipajes, las tablas de surf, y la guitarra de Sara. Con el paso del tiempo y con ayuda de su buen amigo Dani, consiguió pasar página. Se ganaban la vida como profesores de surf en la zona francesa. El surf era una de sus pasiones más fuertes, pero la música, seguía siendo lo primero. En su tiempo libre, se dedicaba a escribir y componer, en honor a Sam. Su gran talento, la llevó a actuar en varios locales, en los cuales Dani siempre estaba presente para apoyarla. Ahora su vida había cambiado. Conoció gente nueva, aprendió idiomas, se enamoro varias veces, vivió riesgos nuevos, triunfó con su música, pero nunca consiguió olvidarse de su primer amor. Son las pequeñas decisiones las que controlan tu destino y hay que pensar, que lo bueno de que algo termine, es saber que algo nuevo está por llegar.

Audio: http://teresa-reus.blogspot.com.es/2012/12/relato.html                                                              i

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