EL CUENTACUENTOS. Ven conoce ese Mundo

EL CUENTACUENTOS Imagina un mundo donde todos los seres son niños: seres de todas las edades se convierten en diablillos sedientos de leer cuentos, fa

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EL CUENTACUENTOS Imagina un mundo donde todos los seres son niños: seres de todas las edades se convierten en diablillos sedientos de leer cuentos, fabulas y adivinanzas.

Ven conoce ese Mundo

El Lobo

La humilde flor

El muñeco de nieve

La venta del asno

El papel y la tinta

La bobina maravillosa

Moraleja: nunca te acostaras sin aprender algo nuevo El Cabrito y el Lobo

El Camello y la Pulga

El Castigo del avaro

El pastor mentiroso

La gallina y el diamante

El hombre y el ratón

EL LOBO Cauto, silencioso, el lobo salió una

noche del bosque atraído por el olor del rebaño. Con paso lento se acercó al redil lleno de ovejas, poniendo atención en donde ponía la pata para no despertar con el más leve ruido al dormido perro. Sin embargo, la puso sobre una tabla y la tabla se movió. Para castigarse por aquel error, el lobo levantó la pata con que habla tropezado y se la mordió hasta hacerse sangre. ¿Verdad, amiguitos, que este lobo fue el mejor juez de sí mismo?

EL MUÑECO DE NIEVE Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada. La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entrego a la tarea de moldearla. Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo. Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba... Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas calidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo. Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: Seca tus lagrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.  

EL PAPEL Y LA TINTA Estaba una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la mancho llenándola de palabras. ¿No podrías haberme ahorrado esta humillación? Dijo enojada la hoja de papel a la tinta. Tu negro infernal me ha arruinado para siempre. No te he ensuciado. Repuso la tinta. Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel, sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso. En efecto, ordenando el despacho, alguien vio aquellas hojas esparcidas y las junto para arrojarlas al fuego. Pero reparo en la hoja "sucia" de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojo las demás al fuego.

LA HUMILDE FLOR Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas las flores. Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa: -iNo me olvides! ¡No me olvides! Como su voz era tan fina, Dios no la oía. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así: -No tengo nombre para ti, pero te llamarás "No me olvides". Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañaras a los muertos. Así nació el "no me olvides" o mio-sota, pequeña florecilla de color azul y rojo.

LA VENTA DEL ASNO Erase un chicuelo astuto que salió un día de casa dispuesto a vender a buen precio un asno astroso. Con las tijeras le hizo caprichosos dibujos en ancas y cabeza y luego le cubrió con una albarda recamada de oro. Dorados cascabeles pendían de los adornos, poniendo música a su paso. Viendo pasar el animal tan ricamente enjaezado, el alfarero llamó a su dueño: -Qué quieres por tu asno muchacho? -iAh, señor, no está en venta! Es como de la familia y no podría separarme de él, aunque siento disgustaros... Tan buena maña se dio el chicuelo, que consiguió el alto precio que se había propuesto. Soltó el borrico, tomó el dinero y puso tierra por medio. La gente del pueblo se fue arremolinando en torno al elegante asnito. ¡Que elegancia! ¡Qué lujo! -decían las mujeres. -El caso es... -opuso tímidamente el panadero-, que lo importante no es el traje, sino lo que va dentro. -insinúas que el borrico no es bueno? -preguntó molesto el alfarero. Y para demostrar su buen ojo en materia de adquisiciones, arrancó de golpe la albarda del animal. Los vecinos estallaron en carcajadas. Al carnicero, que era muy gordo, la barriga se le bamboleaba de tanto reír. Porque debajo de tanto adorno, cascabel y lazo no aparecieron más que cicatrices y la agrietada piel de un jumento que se caía de viejo. El alfarero, avergonzado, reconoció: Para borrico, yo!

LA BOBINA MARAVILLOSA Un día, por encargo de su abuelita, Adela fue al bosque en busca de setas para la comida. Encontró unas muy bellas, grandes y de hermosos colores llenó con ellas su cestillo. -Mira abuelita -dijo al llegar a casa-, he traído las más hermosas... ¡mira qué bonito es su color escarlata! Había otras más arrugadas, pero las he dejado. -Hija mía -repuso la ancianaesas arrugadas son las que yo siempre he recogido. Te has dejado guiar por las y apariencias engañosas y has traído a casa hongos que contienen veneno. Si los comiéramos, enfermaríamos; quizás algo peor... Adela comprendió entonces que no debía dejarse guiar por el bello aspecto de las cosas, que a veces ocultan un mal desconocido.

El CABRITO Y EL LOBO Al salir la cabra de su establo encargó a su hijo el cuidado de la casa, advirtiéndole el peligro de los animales que rondaban por los alrededores con intención de entrar a los establos y devorar los ganados. No tardó mucho en llegar el enemigo: ¡Un lobo horrible, amiguitos míos, un lobo!, que imitando la voz de cabra llamó cortésmente a la puerta para entrar. Al mirar el cabrito por una rendija vio al feroz carnicero y, sin intimidarse le dirigió el siguiente discurso: - Bien sé que eres nuestro mayor adversario y que, imitando la voz de mi madre, pretendes entrar para devorarme. Puedes marcharte, odiado animal, que no seré yo quien te abra la puerta. Sigue el consejo de tus padres; vivirás feliz toda la vida.

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