El enfoque comparativo de la literatura picaresca

El enfoque comparativo de la literatura picaresca Julio Rodríguez-Luis University of New York El propósito de esta ponencia es examinar el enfoque co

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El enfoque comparativo de la literatura picaresca Julio Rodríguez-Luis University of New York

El propósito de esta ponencia es examinar el enfoque comparativo de la novela picaresca en relación a la española, la creadora de este género, sub-género o «modo»; examinar la relación entre la matriz de la picaresca y un enfoque, el comparativo, cuyo propósito último es revelar la esencia de esa literatura. No fue hasta el final del siglo XIX, en las obras de Haan y de Chandler, que se empezó a tratar la picaresca como un género, identificando las obras que pertenecen a él. En su Romances of Roguery. An Episode in the History ofthe Novel. The Picaresque Novel in Spain, de 1899, Chandler afirma que aunque la novela picaresca es originaria de España, sus elementos se hallan desde antiguo en otras literaturas (El asno de oro, Román de Renart, Tul Eulespiegel). La caracterización por Chandler del picaro literario como un personaje sin profundidad psicológica creado para que le sucedan cosas con el fin de pintar cierta sociedad, es la que ha tenido más larga vigencia para definir el género picaresco. Esas características se presume que las deduce el crítico de las novelas picarescas «clásicas», aunque, bien examinadas tanto las unas como las otras, comprobamos que se aplican mejor que al Lazarillo, el Guzmán, y el Buscón, a sus epígonos. De cualquier modo, Chandler las emplea para constituir un género, cuya solidez apoya en la presencia de esas mismas características en narraciones anteriores provenientes de otras literaturas. En su The Literature of Roguery (1907), Chandler examina la «literatura del pillo» (picaro se ha convertido en una de las acepciones de roque) en un contexto no-español (Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda), con la intención de demostrar que la picaresca expresa un modelo narrativo universal. El vasto estudio de Chandler trivializa no obstante ese modelo narrativo al convertir la picaresca propiamente dicha -los textos originales y sus primeras imitaciones españolas- en la expresión literaria de la vida del maleante. El concepto de la picaresca se convirtió también por esa vía en una noción harto vaga. Varios críticos trataron de poner orden en ese confuso panorama definiendo la novela picaresca de modos capaces de excluir de la denominación de picarescos aquellos textos que no se adaptasen a cierta definición. Ya en 1903 Haan había definido la picaresca como la narración que se propone reflejar las costumbres durante el remado de los Austrias españoles; Pfandl clasificó en 1929 la picaresca española del Siglo de Oro en tres tipos AISO. Actas II (1990). Julio RODRÍGUEZ-LUIS. El enfoque comparativo de la litera...

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(idealista-satírica, realista-optimista, descriptiva-novelística); Moreno Báez y Werner Beck (1948 y 1957) hacen depender el concepto de picaresca del de barroco; Alexander Parker, en 1967, del de una angustia existencial causada por el sentimiento de culpa del delincuente; Francisco Rico, en 1970, excluye de la picaresca las narraciones en las que no domina la perspectiva de la primera persona (técnica a la que había prestado gran atención Jauss en 1957). Estos criterios sociológicos, temáticos, historicistas, narratológicos, nos alejan de la definición del género picaresco como una forma narrativa independiente ella misma de las relaciones de los textos que la componen con determinada época, tema, técnica, etc. Entretanto, la antología de 1943 de Valbuena Prat establecía un corpus de narraciones picarescas españolas. Sin embargo, sólo respecto a aproximadamente la mitad de los veintitrés textos que contiene la antología existe acuerdo crítico sobre el que sean en efecto picarescos. En su tesis doctoral The Anatomies ofRoguery (1953), Claudio Guillen examinaba la literatura con la que identificaba Chandler a la picaresca, buscando una característica de esos textos capaz de proveer la base para una definición del género y concluía que era la soledad del protagonista la situación básica de la picaresca. Una década más tarde, Rogue's Progress: Studies in the Picaresque Novel (1964), de Robert Alter, el cual se ocupa de un solo texto español (el Lazarillo) antes de pasar a Gil Blas y muchos otros, entiende la novela picaresca como una categoría semejante a la sátira o la literatura bucólica, y aplicable por lo tanto a textos de muchas épocas y literaturas diferentes. Stuart Miller, por su parte, en The Picaresque Novel (1967), estudia los procedimientos narrativos de varios textos picarescos clásicos con el objeto de establecer un modelo genérico; el cual, por su dependencia de los textos matrices, admite apenas algún texto contemporáneo, pues las novelas del siglo XX que a menudo son llamadas «picarescas» no se adaptan a los patrones de las que crearon el género. Como Miller, Richard Bjornson, en The Picaresque Hero in European Fiction (1977), trata de definir el género picaresco, en su caso de acuerdo a un modelo dinámico lo suficientemente flexible como para crear un tipo ideal a partir de las características de los textos picarescos originales, y muy en particular del enfrentamiento de una sociedad hostil por un individuo alienado. El aislamiento del protagonista picaresco respecto a la sociedad en que vive es también la condición que sirve de base a Alexander Blackburn para su estudio de cuatrocientos años de novela picaresca en The Myth of the Picaro (1979). Frente a estos intentos de establecer un prototipo de novela picaresca, Peter Dunn, explicando cómo la picaresca española se caracteriza no por el seguir sino por el diferir de cierto modelo, por el modo como las obras originales se oponen a sus predecesoras, concluye que el concepto de la «novela picaresca» como un género es una invención decimonónica que es hora de «deconstruir», opinión con la que varios críticos están de acuerdo. Si por género picaresco entendemos una serie de narraciones cuyas características corresponden perfectamente a las de una obra prototipo (que sería el Guzmán, conocido en su época como «el Picaro»), es claro que tal género no existiría verdaderamente más allá de la obra que lo define y cuyos rasgos distintivos han servido para definir los del género; de hecho para asumir la existencia de éste por la presencia de algunas de las características del prototipo en textos que, sin embargo, mientras más ricos y menos imitativos, más se apartan de aquél. Es por eso que varios críticos plantean desde hace años la necesidad de estudiar la picaresca como un «modo» en lugar de un género. AISO. Actas II (1990). Julio RODRÍGUEZ-LUIS. El enfoque comparativo de la litera...

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En 1962 Claudio Guillen desarrolló un nuevo enfoque de la picaresca basado en una re-interpretación del concepto de género dirigida a restarle especificidad y aumentar su capacidad de ser aplicado a obras que introducen variantes fundamentales en el genus original. El género es un modelo, «una invitación a la escritura de la obra sobre la base de ciertos principios». Guillen acepta la existencia del género picaresco, mas diferenciando entre los textos que podemos llamar estrictamente picarescos por corresponder al modelo original español, otros que sólo son picarescos en el sentido amplio del término, y, finalmente, un «mito picaresco»: cierta situación o estructura derivada de las novelas mismas. Hecho lo cual, el crítico pasa a enumerar ocho características distintivas de la picaresca, la totalidad de las cuales no aparecen en las obras picarescas en un sentido amplio, en tanto que algunas son indispensables para que una obra sea considerada plenamente picaresca, aunque, de hecho, Guillen sólo menciona la narración en primera persona como la característica cuya ausencia impide que una novela sea picaresca en un sentido pleno. En cuanto a las obras picarescas en un sentido amplio, los elementos indispensables para que lo sean están contenidos en la primera característica (la cual reelabora la que en su trabajo anterior sobre la picaresca ya había planteado el crítico como la que define ésta): la soledad radical del huérfano y su permanente estrañamiento de la sociedad, el cual generalmente genera una conducta antisocial. En un ensayo publicado treinta años antes que el de Guillen, André Jolles había propuesto ver la picaresca como la expresión de nuestro deseo de escapar a las presiones de la cultura en que vivimos por medio de un movimiento que lleva al personaje que expresa esa actitud a instalarse debajo de la sociedad (en la literatura heroica el protagonista se sitúa por encima de la sociedad; en la pastoril, fuera de ella). La tesis de Jolles identifica la picaresca como una de las tres posibilidades universales de la narrativa, la cual incluye tanto el concepto de género picaresco como el de un «mito picaresco», el genus y la especie. A finales de los sesenta, Robert Scholes expuso otra interpretación estructuralista de la picaresca que, aunque independiente de la de Jolles, permite establecer relaciones de un modo más sistemático entre esa forma narrativa y otras. La picaresca es para Scholes uno de los tres tipos de ficción que pintan un mundo peor que el real (en el caso de la picaresca por más caótico): sátira, picaresca, comedia. En esa secuencia, la picaresca se halla más cerca de la sátira -cuyo opuesto, al otro extremo de la serie, es el romance- que de la historia, la proximidad a la cual como «modo» de la escritura narrativa da lugar a la formación de la novela. Esa posición no corresponde verdaderamente a la práctica de la novela picaresca clásica, la cual es básicamente realista; es innegable, al mismo tiempo, que la picaresca participa de las características de la comedia y de la sátira. Dentro del enfoque modal cabe el estudio del género, entendido como un grupo de obras individuales que comparten ciertas tradiciones. El enfoque modal, la identificación de la picaresca con una de las estructuras básicas dentro de las cuales se desarrolla la literatura narrativa, reafirma dentro de una teoría general de la narrativa la tesis de Guillen respecto a la existencia de un «género» y de un «mito» picarescos. Tanto los textos que pertenecen obviamente al género como aquellos que sólo podemos llamar picarescos en un sentido amplio resultan de una misma actitud, una misma reacción, expresada por medio de la imaginación creadora, al mundo en tor-

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no. Esa situación original o básica se va desarrollando en los textos mismos con características ninguna de las cuales es exclusiva de la picaresca, y cuya presencia en las narraciones que llamamos picarescas puede ser más o menos intensa según la medida como las afecten o modifiquen elementos provenientes, a la larga, de otros modos. La existencia de una de esas características en una narración identifica las porciones del texto donde aparece de picarescas, permitiéndonos decir de la narración que muestra elementos picarescos. Mas para que un texto narrativo pueda ser considerado como esencialmente picaresco, como perteneciente a ese modo en lugar de a otro, es necesario que bastantes de esas características aparezcan en él produciendo cierta visión del mundo y determinada estructura narrativa que identificamos como típicamente picarescos. Para Guillen las características de la picaresca son: una situación psicosociológica cuyo exponente es un huérfano, alguien que no está integrado con su sociedad; narración pseudodautobiográfica que revela y enmascara al narrador al mismo tiempo; un punto de vista prejuiciado y no sintético; una visión reflexiva, filosófica, crítica, como la de la novela de tesis; énfasis en el nivel material de la existencia y sus aspectos sórdidos, el hambre, el dinero; la observación, como en la sátira, de clases sociales y otros componentes de la existencia colectiva; un movimiento horizontal en el espacio y vertical dentro de la sociedad; estructura episódica y final abierto. Ulrich Wicks, cuyo análisis de la interpretación de la picaresca sirve de base a mis observaciones, enumera otra serie de características, algunas coincidentes con las de Guillen, además de temas y motivos de la picaresca. La situación picaresca esencial la constituye un protagonista a-heroico, peor que nosotros, quien en un mundo caótico, peor que el nuestro, resulta, a través de una serie de encuentros, alternativamente víctima y victimario. El enfoque modal de la picaresca, gracias a la amplitud de su base, identificada con cierta actitud ante el mundo, facilita la comparación entre sí de textos aparentemente picarescos provenientes de literaturas y tiempos diferentes; incluso de otros modos con afinidades con el picaresco, como la sátira. También facilita ese enfoque el rechazo de definiciones de la picaresca cuyos estrechos límites se oponen no ya a la noción de un modo, sino a la de un género picaresco. Tales son las de Castro, que hace de la picaresca la expresión de la amargura del converso; la de Parker, para el que expresa una preocupación con la delincuencia, y más recientemente la de Maravall, quien ve al picaro como el representante de una crisis social durante el siglo XVII que resulta en que los pobres dejen de aceptar su situación para, en cambio, tratar de medrar por cualquier medio; definiciones todas que caben mejor dentro de la categoría de temas que de características de la picaresca. Al igual que la primera característica de Guillen (la situación psicosocial del alienado/huérfano), la célula de la narración picaresca según Wicks (la cual complementa la de Guillen: protagonista a-heroico cuyo transcurrir por un mundo caótico lo hace a veces víctima y a veces victimario) describe a los primeros picaros -Lázaro, Guzmán, Pablos-; los rasgos que siguen, los más sobresalientes de los textos que narran sus peripecias. Lo que distingue este enfoque del genérico es que permite que consideremos picarescas obras que no contienen todas esas características, o que contienen todas o muchas de ellas de manera atenuada, siempre y cuando podamos identificar su motor o célula generatriz con la respuesta artística a la experiencia vital que define el modo picaresco. Podremos en consecuencia llamar picarescas a las novelas picarescas españolas del siglo

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XVII que Rico rechazaba como verdaderamente picarescas por no utilizar la narración en primera persona, al igual que las que, por no expresar una conciencia culpable, excluía Parker. Y también las muchas novelas modernas que a algunos críticos parecía confuso llamar picarescas. Reparando, sin embargo, en cómo esa «situación esencial» picaresca de la que parten las enumeraciones de características de Guillen y de Wicks se manifiesta plenamente sólo en los tres textos clásicos de la picaresca española, podría replantearse el concepto de la picaresca. El Lazarillo, cuya perspectiva expresa la individual de su autor al mismo tiempo que ciertas condiciones sociales específicas, provoca una respuesta artística, el Guzmán, que a su vez provocará otras, más o menos artísticamente satisfactorias, pero en todas las cuales se desarrolla una «situación» similar a la que servía de base al relato de Lázaro de Tormes. Esos textos incluyen el Buscón, La picara Justina, Estebanillo González, y algunos más españoles, pero también los de otras literaturas (Gil Blas, Molí Flanders, incluso Simplicissimus) que obviamente se inspiran, aunque no sea directamente, en el modelo español de 1554. Lo que tiene lugar en el siglo XX -pues como ha señalado Guillen, el siglo XIX no favorece la actitud picaresca, por ambigua- es una respuesta intertextual a una serie de novelas a las que caracteriza como «picarescas» la presencia en ellas del antepasado común español. En algunos casos (¿Félix Krull?, ¿El tambor de hojalata?) la respuesta podría ser más deliberada que meramente intertextual. Es claro que todos estos textos caben dentro de la definición de Scholes de la picaresca como una literatura que representa un mundo peor que el real (la caracterización del picaro por Jolles como el protagonista que escapa a las presiones de su mundo por medio de una autometamorfosis que lo sitúa por debajo de aquél, podría aplicarse al Guzmán, pero parece apropiada ante todo para Simplicissimus, cuyo héroe es un picaro sólo latu senso, como dice Guillen). Lo que los define como picarescos, sin embargo, es lo que tienen en común, a través de innúmeras modificaciones, con el modelo original. Obviamente, el largo eco despertado por ese modelo (Lazarillo, Guzmán, Buscón), el que el complejo connotativo contenido en esas narraciones haya despertado tan a menudo el deseo de desarrollarlo, indica que responde a capacidades expresivas que se hallan en muchos narradores. Pero el examen de las novelas que pueden llamarse picarescas en un sentido estricto revela un vínculo demasiado fuerte entre las características que las hacen tales y las narraciones picarescas clásicas, cuyos epígonos más conocidos en las literaturas francesa e inglesa del XVIII son, a su vez, obras clásicas de esas literaturas; un vínculo más sólido que el que une entre sí a textos pertenecientes a otros modos (la sátira, el romance), sugiriendo pues que rechacemos la categorización de la picaresca como un modo. Mientras que otras de las actitudes artísticas fundamentales identificadas por Scholes se manifiestan a través de varias formas artísticas (drama, poesía, novela), la picaresca prefiere siempre la narración, reafirmando de ese modo su total dependencia del modelo original. A medida que nos apartamos del género picaresco en dirección al modo que debería abarcarlo, las bases para el análisis crítico pierden solidez, favoreciendo las generalizaciones de aquellos que, posiblemente sin haber leído ninguna novela picaresca clásica, incluso las no-españolas, llaman «picaresca» a cualquier narración cuyo protagonista cambia de lugar a menudo y/o engaña a otros.

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Existe una ventaja, sin embargo, en concebir la picaresca como un conjunto de textos -género en un sentido muy específico; y género, no lo olvidemos, con relativamente pocos integrantes, como ha señalado Daniel Eisenberg- que, a partir de cierto modelo, se extiende en el tiempo y el espacio literarios repitiendo aquél con modificaciones a veces radicales. Esto nos permite evitar la identificación del discurso picaresco, según han pretendido algunos, con una o dos de sus manifestaciones, para plantear, en cambio, la posibilidad de que continúe vivo.

OBRAS CITADAS

ALTER, Robert: Roque's Progress: Studies in the Picaresque Novel (Cambridge: Mass.: Harvard University Press, 1964). BJORNSON, Richard: The Picaresque Hero in European Fiction (Madison: University of Wisconsin Press, 1977). BLACKBURN, Alexander: The Myth ofthe Picaro: Continuity and Transformation ofthe Picaresque Novel, 1554-1954 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1979). CHANDLER, Frank Wadleigh: Romances of Roquery, An Episode in the History ofthe Novel. Part I, The Picaresque Novel in Spain (New York: Columbia University Press, 1899) (reedición: New York: Burt Franklin, 1958). The Literature of Roquery, 2 vols. (Boston: Houghton Mifflin, 1907) (reed. ibíd.). DUNN, Peter: The Spanish Picaresque Novel (Boston: Twayne, 1979). EISENBERG, Daniel: «Does the Picaresque Novel Exist?», Kentucky Romance Quarterly, 26 (1979): 203-19. GUILLEN, Claudio: The Anatomies of Roquery: a Comparative Study in the Origins and the Nature of Picaresque Literature (New York: Garland, 1987 (tesis doctoral, Harvard University, 1953). «Toward a Definition of the Picaresque», en Literature as System: Essays toward the Theory of Literary History (Princeton: Princeton University Press, 1971). 71-106 (originalmente en Proceedings of the Illrd Congress of the International Comparative Literature Assocciation, ed. W. a. P. Smit (The Hague: Mouton, 1962), 252-66. HAAN, Fonger de: An Outline ofthe History ofthe Novela Picaresca in Spain (The Hague and New York: Martinus Nijhoff, 1903) (tesis doctoral, Johns Hopkins University, 1895). JOLLES, André: «Die literarischen Travestien: Ritter-Hirt-Schelm», en Heidenreich, Helmut, ed., Pikarische Welt: Schriften zum europaischen Schelmenroman (Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1969), 101-18 (orig. en Blatter für deutsche Philosophie, 6 (1932-1933), 281-94. MlLLER, Stuart: The Picaresque Novel (Cleveland: Case Western Reserve University Press, 1967). PARKER, Alexander A: Literature and the Delinquen!: The Picaresque Novel in Spain and Europe, 1599-1753 (Edinburgh: University Press, 1967). Rico, Francisco: La novela Picaresca y el punto de vista (Barcelona: Seix Barral, 1970) (trad., The Spanish Picaresque Novel and the Point of View, trad. Charles Davis (Cambridge: Cambridge University Press, 1984). SCHOLES, Robert: Structuralism in Literature. An Introduction (New Haven and London: Yale University Press, 1974), 131-38. VALBUENA PRAT, Ángel: La novela Picaresca española, 2 vols. (Madrid: Aguilar, 1974) (origin. 1943). WlCKS, Ulrich: Picaresque Narrative, Picaresque Fictions. A Theory and Research Guide (New York, Westport, Connecticut, London: Greenwood Press, 1989).

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