El Erasmismo en los Entremeses de Cervantes

El Erasmismo en los Entremeses de Cervantes Chul Park La importancia de los estudios sobre el erasmismo1 en el mundo literario de Cervantes ha alcanz

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El Erasmismo en los Entremeses de Cervantes

Chul Park La importancia de los estudios sobre el erasmismo1 en el mundo literario de Cervantes ha alcanzado relevancia en los últimos años. Así, se ha convertido en un campo de investigación muy discutido por la crítica al que se han dedicado numerosos estudios. En 1925 Américo Castro publicó El Pensamiento de Cervantes, en el que vio a Cervantes no como un contrarreformista, sino como un pensador y un reformador inhibido solamente por la censura y las autoridades. En el artículo «Erasmo en tiempo de Cervantes», Américo Castro mantiene que López de Hoyos, el maestro de Miguel de Cervantes, se sabía a Erasmo y debió trasmitírselo en algún sentido a su discípulo «caro y amado»: en él depositó los gérmenes de ese cristianismo orientado más hacia el espíritu que hacia las prácticas, y «con escasa estima por los frailes»2. Américo Castro llama la atención de manera particular hacia el libro de fray Felipe de Meneses «Luz del alma cristiana» que constituyó uno de los cauces que alimentaron en Cervantes formas de espiritualidad religiosa, muy distintas de las que a comienzos del siglo xvn dominaban casi exclusivamente en el ámbito del Imperio español. Américo Castro mantiene que el erasmismo cervantino se inicia en el trato con López de Hoyos, y la cita del libro de Meneses responde a un complejo de simpatías y preferencias del erasmismo3. Erasmo es considerado como el creador e impulsador de la renovación del cristianismo humanista en el siglo xvi. La filosofía de Cristo que Erasmo divulgaba era un intento de aunar filosofía y fe, pues era un humanismo cristiano. Erasmo permaneció fiel a la Iglesia católica pero criticándola salvajemente. El erasmismo buscó una reforma del cristianismo. Denunciando la hipocresía de los clérigos, procuró una religión sincera, según los ideales de caridad de la iglesia primitiva, próxima al verdadero cristianismo (Bataillon, Marcel, Erasmo y España, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1991). Dámaso Alonso considera probada por Américo Castro la huella erasmiana en Cervantes; «algo de la admiración erasmiana de López de Hoyos —dicen sus palabras— pasó a su discípulo, y no sólo lejana admiración sino muy posiblemente lectura». (Cfr. Abad, Francisco, «Las ideas lingüísticas y el erasmismo de Cervantes», en Actas del III CIAC, Barcelona, Anthropos, 1993). Américo Castro concluye diciendo que, en efecto, el cristianismo de Cervantes resulta esencialmente erasmista, y menciona algunas convergencias ideológicas con el

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En relación con el mismo tema José Antonio Maravall dice: «La inadptación y disconformidad del pensamiento del Quijote respecto a la situación social rebosa en todas las páginas del libro»4. El hispanista francés Marcel Bataillon publicó en 1937 su Erasmo y España, donde dedica su último capítulo a Cervantes, representante del erasmismo español. Cervantes, como Erasmo, se opone a la vida monástica, al concepto de autoridad religiosa. No consta el contacto directo de Cervantes con las obras de Erasmo, prohibidas todas ellas en España en la segunda mitad del siglo xvi. Pero es seguro el contacto indirecto, a través de su maestro López de Hoyos, o por la Censura de la locura humana y excelencias della de Jerónimo de Mondragón, especie de adaptación de Elogio de la Locura5. Así, la mayoría de los cervantistas están de acuerdo con la íntima depedencia del pensamiento de Cervantes con el humanismo erasmista del siglo xvi6. En este trabajo hemos de apreciar la trascendencia de la visión satírica que se expresa en el entremés La elección de los alcaldes de Daganzo respecto a la realidad política de la España de Felipe II y su heredero. Según Agostini del Río, este entremés no está exento de cierto eco erasmista7. En este sentido, he seleccionado La elección de los alcaldes de Daganzo, que se considera más significativo para la influencia erasmista sobre los entremeses de Cervantes. Hasta ahora ha habido en gran parte una tendencia a buscar solamente la broma y humorada en los entremeses cervantinos. Pero se sospecha que Cervantes no se propone hacer sólo «un simple cuadro de costumbres aldeanas». El asunto de La elección de los alcaldes de Daganzo parece haber sido un invento de Cervantes. Recordemos el argumento: los regidores del pue-

Elogió de la locura. Sin Erasmo Miguel de Cervantes no habría sido como fue; así, en un libro que escribió en 1925 Américo Castro proclamaba la filiación renacentista del autor estudiado, e insistía en su «cristianismo... simple», un cristianismo de «San Pablo y no Santiago Matamoros», de «castidad y caridad y no abstinencias ni teologías» (Castro, Américo, Hacia Cervantes, Madrid, Taurus, 1967, p. 251) 4 Cfr. Maravall, José Antonio, Utopía y contrautopía en el Quijote, Santiago de Compostela, Pico Sacro, 1976. 5 Cfr. Vilanova, Antonio, Erasmo y Cervantes, Barcelona, Agustín Núfiez, 1949. 6 La mayoría no tiene duda de que Cervantes leía muchísimo y era uno de los hombres intelectualmente mejor formados de su época. Cervantes vivía y escribía sus obras cuando Europa estaba organizándose rápidamente, de acuerdo con las nuevas formas políticas del Renacimiento. (Cfr. Bataillon, Marcel, Erasmo y el erasmismo, Barcelona, Crítica, 2000). 7 Cfr. Zimic, Stanislav, «Sobre dos entremeses cervantinos: La elección de los alcaldes de Daganzo y El rufián viudo», Anales Cervantinos, Madrid, CSIC, XVIII (19791980).

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blo de Daganzo, Panduro y Algarroba, y el bachiller Pesuña, asistidos por el escribano Estornudo, improvisan un tribunal para nombrar alcalde. El proceso da comienzo con la entrevista de candidatos, Humillos, Jarrete, Berrocal y Rana, quienes pasan a exponer las razones de sus merecimientos. Antes de aparecer los candidatos en escena, nos asombramos al ver a los miembros del tribunal enredados en unas conversaciones muy ridiculas. El regidor Algarroba esgrime como argumento esencial su limpieza de sangre. Aquí no es difícil advertir la burla del autor. ALGARROBA: BACHILLER:

Cristiano viejo soy a todo ruedo y creo en Dios a pies jontillas. Bueno;

no hay más que desear. ALGARROBA:

Y si por suerte

hablé mal, yo confieso que soy ganso, y doy lo dicho por no dicho. ESTORNUDO:

Basta;

no quiere Dios del pecador más malo sino que viva y se arrepienta. ALGARROBA:

Digo que vivo y me arrepiento, y que conozco que el Cielo puede hacer lo que él quisiere, sin que nadie le pueda ir a la mano, especial cuando llueve.

PANDURO:

De las nubes

Algarroba, cae el agua, no del cielo.

En los versos subrayados «Cristiano viejo soy a todo ruedo...y creo en Dios a pies jontillas...conozco que el Cielo puede hacer lo que quisiere...», Cervantes destaca con muy fina sátira que el cristiano viejo tiene absoluta prioridad en esa sociedad, incluso respecto a la creencia en Dios. La reacción de Panduro es muy racional y científica, sin tener fe ciega en el Cielo diciendo «el agua no cae del cielo sino de las nubes.» Aquí, Cervantes se burla de la fé ciega, y a su vez elogia el conocimiento científico en voz de Panduro. Recordemos la pregunta que Rana hace a Humillos, al burlarse de la ignorancia de Humillos: «¿Y con eso pensáis de ser alcalde?». BACHILLER: HUMILLOS:

¿Sabéis leer, Humillos? NO, por cierto,

ni tal se probará que en mi linaje haya persona tan de poco asiento,

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Chul Park que se ponga a aprender esas quimeras, que llevan a los hombres al brasero, y a las mujeres a la casa llana^ BACHILLER: HUMILLOS:

¿Y cuáles cosas son? Sé de memoria

todas cuatro oraciones, y las rezo cada semana cuatro o cinco veces. RANA:

¿ Y con eso pensáis de ser alcalde?

Aquí Humillos no se atreve a mencionar los nombres de sus ascendientes, sino que basa sus méritos en la obsesiva insistencia de ser cristiano viejo, y en no saber leer. Realmente, Humillos no sabe leer. La ironía de Cervantes se transforma en intención satírica cuando el personaje justifica su analfabetismo diciendo que saber leer es cosa que lleva a los hombres a la Inquisición, y a las mujeres al prostíbulo. La sátira cervantina se revela aquí solidaria con las más típicas premisas erasmistas8. En realidad, los méritos de Humillos para aspirar al cargo municipal son saber rezar cuatro oraciones, pues con eso y con ser cristiano viejo se atrevería a ser un senador romano. Es decir, estamos ante la sátira profunda pero sin perder de vista la nota de humor. Cervantes suaviza el denso contenido ideológico con la comicidad y la soltura que exige el entremés. El orgullo con que Humillos ostenta su ignorancia y su desprecio por la cultura, no sólo como prueba de su ortodoxia religiosa, sino como evidencia de su aptitud mental, profesional y cívica, merece un puesto honorífico en la literatura satírica del Siglo de Oro9. Como es sabido a partir del reinado de Felipe II, el conflicto de castas se agrava con los expedientes de limpieza de sangre y la dificultad de probar una procedencia genealógica impecable10. A diferencia de Humillos, Jarrete afirma estar iniciado en las primeras letras. «Yo, señor Pesuña, sé leer, aunque poco; deletreo y ando en el be a, ba bien ha tres meses, y en cinco más daré con ello a un cabo...». Pero, como los demás personajes, también Jarrete hace profesión de cristiano viejo: «Yo soy cristiano viejo como todos»11. 8

Erasmo, amante de la paz y defensor de las letras, se pasó la mayor parte de su vida adulta tratando de escapar al ambiente de intolerancia y crueldad. Sus críticas a los monjes ignorantes estaban inspiradas ante todo por su amor a las letras clásicas, que los monjes despreciaban o atacaban (Cfr. Duran, Manuel, «Erasmo y Cervantes: Fervor, Ironía, Ambigüedad», en Cervantes: su obra y su mundo, Actas del I Congreso Internacional sobre Cervantes, ed. Criado del Val, Manuel, Madrid, EDI-6, 1981). 9 Zimic, Stanislav, op. cit. (nota 7), p. 123. 10 Cfr. Castillo, Alberto, Entremeses, Madrid, Akal, 1997. 11 Américo Castro ha expuesto en varias de sus obras, especialmente en De la edad conflictiva (Madrid, Taurus, 1961), cómo el sentimiento de la honra y de la limpie-

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Con Jarrete, Cervantes tipifica la figura del aldeano bruto y fanfarrón: «además de esta ciencia que ya aprendo, sé calzar un arado bravamente y herrar, casi tres horas, cuatro pares de novillos briosos y carreros: soy sano de mis miembros, y no tengo sordez ni cataratas, tos ni reumas... y tiro con un arco como un Tulio». JARRETE:

ALGARROBA:

YO, señor Pesuña?, sé leer, aunque poco; deletreo y ando en el be a, ba bien ha tres meses, y en cinco más daré con ello a un cabo. Y además de esta ciencia que ya aprendo, sé calzar un arado bravamente y herrar, casi tres horas, cuatro pares de novillos briosos y carreros. soy sano de mis miembros, y no tengo sordez ni cataratas, tos ni reumas y soy cristiano viejo como todos, y tiro con un arco como un Tulio. ¡Raras habilidades para alcalde, necesarias y muchas!

El regidor Algarroba comenta con ironía, diciendo «Raras habilidades para alcalde...». Cervantes destaca satíricamente la asociación de esas raras habilidades con la condición de cristiano viejo, como calificativos de igual importancia para desempeñar la alcaldía. Humillos es un ignorante por causa de sus prejuicios religiosos y sociales, mientras que Jarrete lo es por una condición mental endémica. Por otra parte, los candidatos a la alcaldía se afanan en recordar a cada paso que son cristianos viejos, y, sobre todo, en hacer que los demás lo crean. La ostentación llamativa de la cristianidad vieja no es de ningún modo un sinónimo del genuino sentimiento religioso. Los electores comparten plenamente esta obsesión, pues existía en toda España el horror a la herejía y la obsesión por la limpieza de sangre. Desde la perspectiva irónica Cervantes contempla a sus personajes al hacerlos proclamar: «Soy cristiano viejo, como todos». Jarrete defiende su limpieza de sangre y abandona sus continuas dudas sobre su ascendencia12. Berrocal, el tercer candidato, representa otra clase de invalidez o extravío mental. Toda su virtud se limita a entender de vino y a diferenza de sangre afecta la estructura de la vida española en los siglos xvi y xvn (Alberto Castilla, Entremeses, Madrid, Akal, 1999). 12 Zimic, Stanislav, op. cit. (nota 7), p. 123.

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ciarlos por el gusto. Probablemente Berrocal es un alcohólico. Parece que se encuentra borracho en el instante mismo de defender su candidatura. Lo sugiere fuertemente su conducta agresiva y amenazadora. BERROCAL:

Tengo en la lengua toda mi habilidad y en la garganta; no hay mojón en el mundo que me llegue; sesenta y seis sabores estampados tengo en el paladar, todos vináticos.

ALGARROBA:

¿Y quiere ser alcalde?

BERROCAL:

Y lo requiero:

pues cuando estoy armado a lo de Baco, así se me aderezan los sentidos que me parece a mí que en aquel punto podría prestar leyes a Licurgo y limpiarme con Bartulo. PANDURO:

¡Pasito, que estamos en concejo!

BERROCAL:

N O soy nada

BACHILLER:

melindroso ni puerco; sólo digo que no se malogre mi justicia, que echaré el bodegón por la ventana. ¿Amenazas aquí?...

En efecto, con total franqueza Berrocal promete gobernar el pueblo por inspiración exclusiva de los muchos «sabores vináticos». En La elección de los alcaldes de Daganzo los tres candidatos, Humillos, Jarrete y Berrocal son símbolos del cerrado dogmatismo y del fanatismo religioso, de la ignorancia y de la tontería irremediable, con que se acostumbra a gobernar al pueblo, según Cervantes13. Rana, cuarto candidato y figura central de este entremés, suele verse como un personaje idealizado por Cervantes a causa de su lenguaje. El concepto de justicia, enteramente representativo, no nos sorprende, si escuchamos el discurso que Rana hace ante el tribunal, cuando se presenta como candidato a la alcaldía:

13 El elogio de la locura se titula en latín Declamatio in laudem Stultiae y esta última palabra recuerda las festas stultorum, las fiestas de los bobos o de los insensatos, que tanta popularidad tuvieron en la Edad Media (Rotterdam, Erasmo de, Elogio de la locura o Encomio de la Estulticia, Introd., José Antonio Marina, Madrid, EspasaCalpe, Colección Austral, 1999).

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Yo, señores, si acaso fuese alcalde, mi vara no sería tan delgada como las que se usan de ordinario; de una encina o de un roble la haría, y gruesa de dos dedos, temeroso que no me la encorvase el dulce peso de un bolsón de ducados, ni otras dádivas, o ruegos, o promesas, o favores, que pesan como plomo, y no se sienten hasta que os han bramado las costillas del cuerpo y alma; y, junto con aquesto, Sería bien criado y comedido, parte severo y nada riguroso; nunca deshonraría al miserable que ante mí le trajesen sus delitos; que suele lastimar una palabra de un juez arrojado, de afrentosa, mucho más que lastima su sentencia, aunque en ella se intime cruel castigo, no es bien que el poder quite la crianza, ni que la sumisión de un delincuente haga al juez soberbio y arrogante.

Rana promete que «si acaso fuese alcalde», su vara «no sería tan delgada» que se «la encorvase el dulce peso de un bolsón de ducados..., o ruegos, o promesas, o favores», que no sería nunca «soberbio y arrogante», sino «bien criado y comedido, parte severo y nada riguroso». Aquí es evidente que la voz noble de Rana implica el inconfundible acento cervantino. Rana promete un gobierno honesto y humanitario. Rana promete un gobierno ideal, y coincide en varios aspectos, significativamente, con los consejos de Don Quijote para el gobierno de Sancho14. Los críticos proclaman alcalde a Rana y a su discurso lleno

14 Véase El Quijote II, cap. 42: «Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia; Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.; Al culpado que cayere debajo de tu jurisdición considérele hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia» (Cervantes, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, edición del Instituto Cervantes, Barcelona, Crítica, 1998); Cfr. Chul, Park, «La república bien ordenada en el mundo literario de Cervantes», en Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma, Universidad de les Ules Baleares, 2001, Tomo I).

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de sabiduría y lección política, hasta el punto de que parecen una anticipación de las ideas de Montesquieu o de Jean-Jacques15. Los críticos piensan que en Pedro Rana Cervantes personifica las cualidades de un alcalde ideal, como contraste agudo a los otros individuos perturbados que aspiran a la alcaldía del pueblo. Como en Don Quijote de la Mancha, Cervantes idealiza su utopía en el gobierno de Pedro Rana. Pues sus consejos dados a Rana son los mismos que los consejos dados a Sancho Panza16. Rana promete un gobierno honesto y humanitario. Sin embargo, los aldeanos no creen que sus palabras sean sinceras y que no representen sólo un típico discurso político de campaña electoral. Cervantes hace expresar esta duda específica a uno de sus personajes, Humillos: Esos ofrecimientos que ha hecho Rana son de lejos. A fe que si él empuña vara, que él se trueque y sea otro hombre del que ahora parece. Stanislav Zimic dice que no hay duda de que todo lo que dice Rana sobre el alcalde ideal representa una noción política y humanitaria de Cervantes mismo17. En la última escena del entremés interviene de repente un sacristán, quien reprocha a los regidores su descuido del deber: «Señores regidores: ¡voto a Dios! que es de bellacos tanto pasatiempo. ¿Así se rige el pueblo, noramala, entre guitarras, bailes y bureos?». Parece que la intervención del sacristán no responde a una mera preocupación por las convenciones teatrales, sino a un requisito impuesto por el tema fundamental de la obra. Ante el atrevimiento de un sacris-

15 En efecto, Cervantes no ataca las creencias fundamentales, pero sí da en sus escritos punzadas a la vida eclesiástica o a la creencia en milagros superticiosos; además, siente hondamente el valor de las virtudes cristianas en cuanto amor y comprensión del prójimo. Su cristianismo se basa más en la conducta que en las aparentes ceremonias. La caridad y el perdón de las injurias mueven su pluma con expresiva elocuencia (Cfr. Zimic, Stanislav, El teatro de Cervantes, Madrid, Castalia, 1992). 16 Cfr. Chul, Park, op. cit. (nota 14). 17 Además, Agostini del Río, por ejemplo, habla de la « buena palabra [...] misericordia [...] justicia», del «buen sentido castellano» de Rana, viendo en él a un gobernador ideal. Asensio expresa una opinión semejante al referirse a la sabiduría de Rana y a la lección política que representa su intervención en la obra. Por su parte, Aveleyra observa: «Pedro Rana se opone a todas las demás figuras por su dignidad... es la figura del juez ideal». Canavaggio, asimismo, considera a este personaje como «ideal, sabio, etc», mientras Honig lo caracteriza de humanístico (Cfr. Zimic, Stanislav, op. cit. (nota 7)).

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tan intruso, todos lo critican y hasta lo mantean, pero es Rana el que lo reprende más severamente: Dime, desventurado: ¿qué demonio se revistió en tu lengua? ¿Quién te mete a ti en reprender a la Justicia? ¿Has tú de gobernar a la república? Métete en tus campañas y en tu oficio; deja a los que gobiernan, que ellos saben lo que han de hacer mejor que no nosotros. En esta arenga hay una obvia ironía. Los aldeanos acusan al sacristán por su intromisión en los asuntos civiles. Pero el eclesiástico ha entrado en escena para censurar a los villanos la falta de seriedad en los asuntos civiles, y lo que hacen estos es mantearlo18. Valbuena Prat dice que en la aparición del sacristán hay una censura clara a la intromisión del elemento eclesiástico en los asuntos civiles, y la voz noble de Rana se oye aquí también en esta lección ejemplar de inconfundible acento cervantino: «¿Has tú de gobernar a la república? Métete en tus campañas y en tu oficio...» 19 . Pensando en la realidad histórica de la España de Felipe II y sus herederos, y comprendiendo que los personajes del teatro cómico de Cervantes, en apariencia inocentes, son personificaciones de los problemas reales de esa sociedad, las sátiras serias de la escena con el sacristán destacan muy obvias. Con la intervención del sacristán, de comicidad tan pronunciada, Cervantes representa otra inevitable calamidad de la vida política y social de su tiempo. Dice Stanislav Zimic20: En el teatro de Cervantes, el sacristán, manteniendo el tratamiento satírico, aparece en varios entremeses (La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda cuidadosa, La cueva de Salamanca). Está claro que en los entremeses se refiere al matiz satírico contra el sacristán, el monje y la vida religiosa, que eran las características externas del erasmismo. Recordamos que en La guarda cuidadosa la figura del sacristán se sitúa una vez más en la tradición de la sátira con-

18 La sátira del clérigo, presentado generalmente como persona de escasa dignidad y desenfrenados apetitos sexuales, ya había sido tema frecuentada en el teatro primitivo español y continuó siéndolo hasta mediados del siglo xvi. A partir del reinado de Felipe II, la figura raramente aparece en las obras y la sátira anticlerical es eliminada de la escena. En este sentido, los entremeses de Cervantes son excepcionales (Castilla, Alberto, op. cit. (nota 10)). 19 Cervantes, Miguel de, Obras completas de Cervantes, Madrid, Aguilar, p. 556. 20 Zimic, Stanislav, op. cit. (nota 7), p. 134.

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tra la Iglesia del teatro medieval castellano. En la rivalidad por el amor de una fregona, el soldado acusa a la persona de la Iglesia, diciendo «el hábito no hace al monje». Y en El viejo celoso Cervantes se burla del fraile, diciendo «si mi vecina me hubiera traído mi frailecico, yo la tuviera por mejor vecina...». En La elección de los alcaldes de Daganzo, los labradores conservan la actitud anticlerical y se atreven a manifestar el odio colectivamente en la escena del manteo. En la aparición del sacristán hay una censura clara a la intromisión del elemento eclesiástico en los asuntos civiles. Precisamente contra las creencias ciegas se manifiesta a menudo la más característica e ingeniosa sátira erasmiana. Manuel Duran dice: «Si Cervantes no hubiera reprochado a los cristianos viejos su conducta dura, intolerante, y anti-intelectual, no se habrían escrito ciertas frases de los Entremeses y del Quijote.»21 En conclusión, en los entremeses de Cervantes podemos afirmar que las obras teatrales respiran el criterio humanista renacentista, pues Cervantes no se propone hacer solamente un simple cuadro de costumbres aldeanas, y a su vez plantea varias escenas cómicas de cierto eco erasmista. En el entremés, más allá del nivel de comicidad propio del género, Cervantes sugiere el horror a la herejía y la obsesión por la limpieza de sangre de los aldeanos de Daganzo. A pesar de que este estudio no ha sido profundo, creo poder afirmar que los entremeses recogen, directa e indirectamente, muchas de las ideas del humanismo cristiano iniciado por Erasmo de Rotterdam, y también que, gracias a Miguel de Cervantes, España conservó cierto espíritu de libertad y de humanismo renacentista.

21 Duran, Manuel, op. cit. (nota 8), p. 913.

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