El fenómeno del Ocio. Amenaza para el patrimonio y el turismo cultural?

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El fenómeno del ocio. ¿Amenaza para el patrimonio y el turismo cultural?

El fenómeno del Ocio. ¿Amenaza para el patrimonio y el turismo cultural? Ana Goytia Prat ADOZ, Boletín del Centro de Documentación en Ocio, núm. 21, Septiembre 2001, págs. 28-38.

I.

Introducción.

Como ha quedado sobradamente demostrado en la bibliografía especializada, el turismo y el patrimonio están inexorablemente unidos. Ambos tienen una significación reciproca, el patrimonio acogiendo a la industria turística y el turismo proveyendo una justificación para la preservación del patrimonio. Sin embargo, esta unión no siempre ha sido equilibrada. En el marco del análisis del difícil equilibrio entre la rentabilidad del patrimonio histórico y la sostenibilidad en relación al turismo, surgen grandes preguntas a resolver. La idea de “patrimonio universal” defendida por la Convención del Patrimonio de la Humanidad (1972) y la aceptación del turismo como un elemento fundamental para el desarrollo del patrimonio (ICOMOS, 1998) conduce a la necesidad de poner en practica la política de la UNESCO. (1992). Aunque tanto la UNESCO como ICOMOS proveen unas líneas básicas, es necesario considerar diferentes aproximaciones a la hora de ponerlas en practica ya que, por definición, la puesta en practica de la sostenibilidad no esta exenta de juicios de valor. Es decir, existen muchas “maneras de hacer la sostenibilidad”

1

puesto que es imposible encontrar dos lugares patrimoniales iguales,

ni una única manera de pensar o política en las que basar la gestión sostenible, ni un único agente implicado. Si entendemos la sostenibilidad como “una aproximación positiva que intenta la reducción de tensiones y fricciones derivadas de interacciones complejas entre la industria turística, los visitantes, el medio-ambiente las comunidades locales y los turistas” (Goytia, 1995:125), observamos que la relación patrimonio-turismo puede analizarse desde puntos de vista diversos en función del agente implicado. 1 Bramwell, B, Goytia, A. y col (1996), tomando como punto de referencia la categorización de O’Riordan (1981), diferencian entre dos grandes corrientes. Por un lado el “ecologismo”, también denominado “ecocentrismo” o “ecología profunda” y, por otro lado, el “medioambientalismo”, también llamado “ecología superficial” o “tecnocentrismo”. El ecologismo rechaza las relaciones basadas en la economía de mercado por considerar que conducen a una sociedad de consumo y rechaza el turismo. Las estrategias tecnocentristas se sitúan al otro extremo del espectro definido por O’Riordan. Incorporan tanto la aceptación de los principios económicos del mercado como la capacidad de la tecnología para solucionar los problemas contemporáneos. E-Documentos de Estudios de Ocio.

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Sin restar importancia a los aspectos relacionados con la gestión de la oferta, estas páginas se centrarán en el papel del turista, como agente clave en la relación turismopatrimonio a través de la vivencia de su experiencia de ocio. Concretamente se intentara dar respuesta a la pregunta ¿es el fenómeno del ocio una amenaza para el patrimonio y el turismo cultural? Para ello, la ponencia inicia su discurso analizando los términos clave que la soportan para, posteriormente, centrarse en la pregunta que da titulo a la reflexión, abordándola desde dos puntos de vista: el ocio como amenaza y el ocio como oportunidad. De este modo, se abordaran los siguientes puntos 1. El ocio como vivencia y experiencia humana y el turismo cultural como experiencia que permite la vivencia del ocio. 2. El patrimonio desde la vivencia de ocio. 3. Cuando el Ocio es una amenaza para el patrimonio y el turismo. 3.1.

Turismo y patrimonio. Conflictos desde la gestión sostenible de la oferta.

3.2.

Ocio, turismo y patrimonio, la sostenibilidad desde la mirada del turista.

4. Cuando el Ocio es una oportunidad para el patrimonio y el turismo cultural.

II.

Turismo Cultural como ámbito de Ocio

Frecuentemente se identifica el ocio con el tiempo libre y la ociosidad. Sin embargo, estos términos son claramente diferentes. Tal y como señala Cuenca (1995:54) “tiempo libre es un término utilizado para señalar un tiempo en el que no tenemos obligaciones o (…) un tiempo de no trabajo (…). Frente a tiempo libre y ociosidad, que se definen en función a su oposición al trabajo, el ocio se caracteriza por ser su complemento”. Por tanto, desde el Instituto de Estudios de Ocio, defendemos que “el Ocio no es un tiempo (tampoco es un bien de consumo ni una actividad) sino una vivencia propiciada por un estado mental que permite disfrutar de algo con los que otros tal vez no disfrutan” (Cuenca, 1995 a:55). El ocio, por tanto, se entiende “como un modo de ser y percibir, un estado mental (…) un ámbito de la experiencia humana determinado por la actitud con la que se lleva a cabo una acción” (Cuenca, 1995b).

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Este concepto de ocio, basado la vivencia subjetiva, en la motivación intrínseca y la libertad percibida, nos conduce a una importante aclaración: el ocio es una capacidad humana que se manifiesta en diversos ámbitos. Es decir, la vivencia del ocio, se puede realizar a través de la cultura, el deporte, la recreación y el turismo. Sin embargo, estos ámbitos son un medio para vivir el ocio y no el ocio en si mismo. En este sentido, el turismo cultural entendido como experiencia, “La actividad que permite explorar o experienciar diferentes estilos de vida, costumbres sociales, tradiciones religiosas y patrimonio cultural y natural así como las ideas de un vasto patrimonio cultural que pudieran ser desconocidas” (Borley 1994: 4) el turismo patrimonial, definido como vivencia “Viajes relacionados con la vivencia de las artes visuales y escénicas, patrimonio arquitectónico, áreas, paisajes y estilos de vida peculiares, valores, tradiciones y eventos” (Jamieson, 1998:65) aparecen como ámbitos a través de los cuales se manifiesta la vivencia de ocio, vivencia que se nutre y origina en el patrimonio.

III. El Patrimonio desde la vivencia de Ocio. El patrimonio, como origen de la experiencia de ocio, requiere definirse desde el punto de vista de aquel que lo experiencia, desde el consumidor, desde el turista cultural. Las definiciones comúnmente utilizadas, recogen la idea de patrimonio desde el punto de vista de la oferta. Así, el patrimonio es definido por la UNESCO (1972) como “Monumentos, grupos de edificios y propiedades culturales móviles que demuestren ser piezas artísticas únicas y pasan el test de autenticidad” (en Thomas, 2000 1), como “monumentos, edificios y lugares con valor histórico, estético, arqueológico, científico, etnológico o antropológico” (en Du Cros y McKercher, 2000:1). Por su parte, la Carta Internacional del Turismo Cultural lo define como “paisajes, lugares históricos, lugares y entornos construidos, así como biodiversidad, colecciones , pasado y experiencia cultural continua” (ICOMOS 1998, en Farouk, 2000:1).

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Sin embargo, analizado desde el punto de vista de la demanda, el patrimonio aparece como origen de la experiencia de ocio. El turista cultural vive su ocio a través de la ludificación del pasado; del gusto por la imagen, el espectáculo, y los lugares acumulados ya sean ciudades, paisajes o monumentos. El pasado proporciona diversión, excitación, originalidad. En palabras de Urry (1990), se vive un “aura de nostalgia”, de tal manera que todo lo antiguo es interesante, tan interesante como cualquier cosa antigua (en Watson, 2000:452). En otras palabras, el pasado proporciona una oportunidad para la vivencia del ocio. Partiendo del consumidor, la mirada del turista, en palabras de Urry (1990), juega un papel fundamental en la definición del patrimonio. El turista, a través de su mirada, a través de su vivencia de ocio, se convierte en el protagonista y en su vivencia reside el poder para potenciar o destruir el patrimonio. ¿Cómo se define el patrimonio desde la vivencia de ocio, desde la mirada del turista? Las reflexiones a este respecto resultan diversas, dependiendo de la perspectiva ideológica en la que se soporten. De este modo, la tradición marxista defiende la recuperación de un concepto inclusivo de patrimonio, interpretado por el individuo. Estos autores entienden que lo que el turista vive como patrimonio no es sino “tradición” o la interpretación clasista del patrimonio por parte de la superestructura. Mientras patrimonio incluye todos los periodos históricos y de estilo, todas las formaciones sociales, sin excepción, la tradición es solamente

un

componente

del

patrimonio.

Son

las

ideas

consolidadas en el pensamiento publico, las cuales requieren una elección aceptación e interpretación del patrimonio desde el punto de vista de ciertas clases y grupos (Andra, 1987 en Smith y Evans, 2000:190) Por su parte, los autores postmodernos entienden que el patrimonio es una versión popular de la historia, dando a la vivencia del turista el protagonismo del significado del término. “Patrimonio e historia no son lo mismo. El patrimonio es la historia procesada, a través de la mitología, la ideología, el nacionalismo, el E-Documentos de Estudios de Ocio.

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orgullo local, las ideas románticas o el marketing” (Schorter, en Watson, 2000:455) Ahora bien, dejando de lado discusiones terminológicas e ideólogicas, desde el punto de vista del consumidor, del turista, el elemento clave reside en la vivencia, el procesamiento, la Interpretación. Es decir, si tal como afirma MacCanell (1998) “el patrimonio no es lo que los muertos hicieron o pensaron, sino su manera de hablar a los vivos”, los turistas ¿respetamos y entendemos lo que nos cuenta el patrimonio o lo destruimos o reinterpretamos a través de una mirada simplificada, mediática y perversa? ¿Puede la experiencia de ocio, de ser una amenaza para el ámbito turístico a través del cual se desarrolla? ¿Puede el disfrute del ocio, o mas exactamente el modo de vivirlo, ser una amenaza para el patrimonio?

IV. Cuando el Ocio es una amenaza para el patrimonio y el turismo cultural. 1. Turismo y patrimonio. Conflictos desde la gestión sostenible de la oferta. Las criticas hacia el turismo cultural y al consumo del patrimonio se ven tradicionalmente ligadas a la gestión no sostenible de la oferta. Las críticas a la utilización del pasado al servicio del comercio, así como la perversión del mercado que convierte el pasado y el patrimonio en espectáculo, son probablemente las más frecuentes En este sentido, la Carta Internacional del Turismo Cultural (ICOMOS 2,1998), que se centra en la gestión del turismo en lugares con patrimonio significativo, establece

2 ICOMOS. International Council of Monuments and Sites. IUCN World Conservation Union Ambas son Organizaciones no Gubernamentales que actuan como consejeros tecnicos ante la UNESCO en lugares culturales y naturales, respectivamente.

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como prioridades: la preservación y la conservación. A estos dos aspectos se une la “interpretación”, que se analizara mas adelante. Estos dos aspectos, preservación y conservación,

hacen, fundamentalmente

referencia a la sostenibilidad ambiental. Los principios para el Turismo Sostenible definidos por ICOMOS (1990) enfatizan la planificación a largo plazo “el medio-ambiente tiene un valor intrínseco que dimensiona su valor como activo turístico. Su disfrute por parte de las generaciones futuras y su supervivencia a largo plazo no debe perjudicarse por consideraciones a corto plazo”. (Evans y Smith, 2000 189). Las líneas de acción operativas de la UNESCO indican que todos los lugares patrimonio de la humanidad deben tener planes de gestión. Estos planes deben de garantizar la preservación y conservación de los lugares al mismo tiempo que maximicen la experiencia del visitante y contribuyan al desarrollo del turismo sostenible (Evans y Smith, 2000 188). Asimismo, la sostenibilidad económica y los riegos de la mercantilización del patrimonio, son otro de los elementos que lideran las criticas desde el punto de vista de la gestión de la oferta. En este sentido se critica la explotación del patrimonio, la mercantilización de entornos históricos y la falta de endogeneidad en el desarrollo turístico. La sostenibilidad económica esta, en el caso de la gestión del patrimonio, estrechamente unida a la reivindicación de la sostenibilidad política, o sostenibilidad en la interpretación del patrimonio por parte de los gestores. En este sentido, autores como Tunbridge y Ashworth (1995) nos hablan del ‘patrimonio disonante” para analizar los conflictos potenciales entre las diversas versiones que se pueden dar del pasado. Ciertamente, mucho se ha discutido sobre la apropiación del patrimonio por parte de ideologías o intereses dominantes. Criticas que han llegado a rechazar el concepto de patrimonio, y que han conducido, en términos de Lowenthal (1998), a una animosidad anti-patrimonio por considerarlo destructivamente chovinista, elitista, incoherente, ecléctico, basado en el comercio e históricamente falso. Adoptando perspectivas neomarxistas y el pensamiento de la Escuela critica de Frankfurt, autores como Farouk (2000) critican la explotación capitalista del patrimonio, argumentando que:

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a) La cultura se mercantiliza y se consume en los ciclos de acumulación de capital. b) Los conservadores del patrimonio impulsan la conservación desde un punto de vista elitista y tecnocrático, institucionalizando la cultura a través de las políticas culturales publicas. c) Las tendencias de explotación del patrimonio son una moda cuyo único propósito es la acumulación de capital o la creación de identidades sociales que provocan la gentrificación, la museización y la mercantilización de los entornos históricos (Daher, 1999) d) Siguiendo las ideas de Horkheimer y Adorno (1972) se critica que se manipula al publico, se usa la cultura y el patrimonio y se intelectualiza la diversión. e) Además, se carece de substancia y predominan el efecto y las imágenes. f)

Se museizan los entornos.

2. Ocio, turismo y patrimonio, la sostenibilidad en la mirada del turista. Sin embargo, el análisis del patrimonio desde el ocio, desde la demanda, conlleva analizar los riesgos que pudiera entrañar la potencialidad del patrimonio y el turismo cultural para favorecer la experiencia de ocio. Ello nos lleva a centrar nuestro discurso en la otra cara de la moneda: en el papel del turista y en las consecuencias que la vivencia de ocio pudieran tener. Retomando el famoso concepto de Urry (1990), es la “mirada del turista”, la Interpretación (tercera prioridad de la Carta Internacional del Turismo Cultural, ICOMOS 1998), la que define que es el patrimonio y, en gran medida, donde reside la oportunidad para la sosteniblidad. Ciertamente, los turistas varían en las formas que reciben, consumen e interpretan el patrimonio.

2.1. Miradas que matan: Cuando el turista mira el patrimonio. Por un lado, encontramos una perspectiva estructuralista en la que el turista entiende que el patrimonio, la estructura, encierra un mensaje, un significado hegemónico y absoluto. Mas que una interpretación, el turista mira un pasado que pertenece al pasado, pervirtiendo el hecho de que el pasado una vez tuvo lugar como presente. El patrimonio es consumido como una “extracción y una abstracción” del pasado. Es la interpretación del turista tradicional o del turista de masas, definido por Urry como “aquel que disfruta de pseudoeventos, alejado de la población local”. El turista busca una lectura hegemónica, etiquetada y congelada del pasado: consume un trozo de historia muerta que ha quedado fotografiada en un monumento, un paisaje o un E-Documentos de Estudios de Ocio.

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edificio. Esta aproximación lleva al consumo de un turismo cultural a costa del alma y sentido del patrimonio. El turista vive su experiencia de ocio jugando con una idea preconcebida del pasado que queda vampirizado. Comprobamos así, que la interpretación del patrimonio a través de la vivencia de ocio puede ser perversa. El pasado al servicio del consumo, de la mercantilización del ocio, entendido de una manera hegemónica, completa, estereotipada, congelada, mata la esencia del patrimonio para estereotipar monumentos, paisajes, lugares históricos, y convertirlos en parques temáticos al servicio de la industria de ocio. Aquí reside el peligro del ocio, en la falsa interpretación que hace del patrimonio algo solamente rentable a corto plazo y, desde luego, no sostenible. Sin embargo, tal y como se verá más adelante, “la mirada que mata”, la miopía del turista puede ser corregida. Tal y como afirman Goytia y Maiztegui (1996:109), recordando las palabras de Jean-Didier Urbain, “el viajero reúne (potencialmente) todas las condiciones para hacer de él un turista” 3. El turista evidente, el turista de masas, el turista patán , como le llama Urbain, es un viajero sin experiencia, un turista que no es superficial “sino preliminar, iniciático (...). Emprende las principales rutas y se procura unos guías. Introducido en el circuito del reconocimiento, quiere ver, leer y grabar los signos que puedan responder una primera vez a su deseo de exploración (...) es un observador que se doblega ante la lógica de circuito. Adopta la rigidez de una serie ininterrumpida de ceremonias y marca un recorrido ritualizado que impone a millones de viajeros una serie de visitas obligadas”.

2.2. Cuando el turista ve el patrimonio. Como alternativa a la perspectiva estructuralista aparece la interpretación cognitiva del mensaje. Este modelo asume que el significado o imagen atribuida al lugar no es necesariamente evidente. Por el contrario, depende de la interpretación. El turista recodifica, reconstruye el pasado desde el presente, desde el sistema cultural en el que el lugar es descodificado. El nuevo turista o post-turista del que nos habla Auliana Ponn, consciente de que el pasado auténtico no se puede conocer, lo recrea, lo interpreta desde el presente. En palabras de Marchena Gómez (1992) ”el turismo es una experiencia de descubrimientos que proporciona no solo descubrimientos del destino sino sabiduría”. El viaje deja de ser un recorrido neutral de espacios para convertirse en una inmersión del sujeto en si mismo y en el medio visitado. El turista 3

Urbain entiende el término viajero de modo peyorativo, mientras que utiliza el término turista para referise al iniciado, ético y responsable. E-Documentos de Estudios de Ocio.

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interpreta, da sentido, vida y perspectivas de futuro al patrimonio a través de su experiencia de ocio turístico cultural. La interpretación del patrimonio a través de la vivencia de ocio (y no solamente del consumo de turismo cultural), permite que el patrimonio siga vivo. En este caso, la mirada del turista da vida al patrimonio, contextualizandolo en el presente. La cuestión radica en analizar el “sistema cultural” a través del cuál el patrimonio es descodificado e interpretado. Dejando de lado las críticas marxistas a la interpretación clasista del patrimonio por parte de los gestores, quisiéramos centrar nuestra atención a las interpretaciones que pudieran hacer del patrimonio los turistas. En este sentido, tal y como afirma Goytia (1995), no todos los turistas tienen la capacidad ni la posibilidad de vivir su ocio turístico interpretando de modo sostenible el patrimonio. No se trata de negar la capacidad de la demanda y defender una interpretación tecnocrática del patrimonio por parte de los especialistas. Muy al contrario, defendemos que la interpretación sostenible del patrimonio solo es posible si el turista no solamente mira lo que otros le enseñan sino que ve. Si busca no solo conocimientos sino sabiduría. Como nos recuerdan C. Finger y B. Gayler (1990:9), no podemos olvidar que “el principal participante de unas vacaciones exitosas siempre será el turista. La responsabilidad de sus propios deseos y modos de comportamiento no puede ser asumida por otro. Las vacaciones sólo adquieren un sentido enriquecedor cuando el animador y el turista interactúan”. De ahí la necesidad de la orientación, la educación o animación del turista en aras a la sostenibilidad. Las ponencias que se sucederán en este encuentro prestaran especial atención a “la comunicación social y avances en la interpretación del patrimonio histórico”, ofreciendo valiosas contribuciones a nuestra premisa. Por ello, a continuación se ofrece una reflexión general sobre la importancia de facilitar al turista la vivencia de un ocio sostenible que permita la rentabilidad y sostenibilidad del patrimonio. En este sentido haremos especial hincapié en la necesidad de que el guía, el animador provenga de la población local.

V. Cuando el Ocio es una oportunidad para el patrimonio y el turismo cultural. Coincidimos con Walsh, 1992 en afirmar que el patrimonio mantendrá su significado si realmente se democratiza, si mantiene su capacidad de conectar el pasado con el

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presente, y si esto se hace a través de una valorización de lo local. Retomando la importancia de la “mirada del turista”, esta debe enfocar hacia el significado del “lugar”. Este significado requiere, muchas veces de ayuda por parte de u guía o un animador que, en palabras de Cohen (1985:15) “traduce la extrañeza de una cultura extranjera en un idioma familiar para los visitantes”. Así, la filosofía de la animación sociocultural, definida por M. Hichter (citado en Quintana, 1993:22-23) como “las prácticas que buscan ayudar al hombre a comprender su entorno social, económico, político, jurídico y cultural y tomar conciencia de los problemas ahí planteados y los medios y voluntad que hay para resolverlos”, se pone al servicio del turismo apellidado “consciente o ético” por Krippendorf (1992). Sobre estas bases, la experiencia de ocio vivida a través del turismo cultural y el disfrute del patrimonio, ha de pretender la integración y participación del turista a partir de tres procesos conjuntos: 1. Un proceso de descubrimiento. 2. Un proceso de creatividad, y 3. Un proceso de puesta en relación del turista con obras, lugares y culturas. ¿Cómo conseguirlo? En este sentido, la sostenibilidad social y cultural, juegan un papel fundamental. Persiguiendo la distribución de beneficios entre los diferentes agentes implicados y la promoción del desarrollo comunitario a través de proyectos turísticos. La sostenibilidad social y cultural implica que la población local debe interpretar su lugar para los turistas e invertir su sentido de pertenencia como un elemento inclusivo para el desarrollo comunitario y la inclusión social. Es decir, desde la sostenibilidad, el lugar no es un parque temático compuesto de patrimonio muerto, sino un espacio vivo que nos habla a través de sus habitantes. El turista ha de mirar a través de los ojos vivos de los residentes del lugar que democratizan, dan sentido, vida y permanencia al patrimonio. Por ello, desde la sostenibilidad las políticas y acciones encaminadas a la demanda, incluyendo la imagen, la promoción y la interpretación del patrimonio, requieren una aproximación inclusiva a su significación histórica, incluyendo representación local endógena y considerando los valores actuales en vez de una versión hegemónica del pasado. E-Documentos de Estudios de Ocio.

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Sin embargo, tal y como frecuentemente se denuncia (Evans, 1999, Newman y Maclean, 1998 en Evans y Smith, 2000 190), existen pocos ejemplos de planificación y gestión comunitaria del patrimonio, o ejemplos en los que el ciudadano juega un papel importante en la definición del patrimonio, aunque este aspecto cada vez se tiene en mayor consideración. Por ello quisiéramos finalizar recordando que la propia Convención del Patrimonio de la Humanidad para la protección del patrimonio cultural y natural, 1972

4

estableció una obligación formal para los estados que les obliga a

adoptar una política general encaminada a dotar al patrimonio cultural y natural una función en la vida de la comunidad (Articulo 5ª). Por su parte, la Carta Internacional de Turismo Cultural (ICOMOS, 1998) incluye en su principio cuarto la idea de que “la población local debe estar involucrada en la planificación para la conservación y el turismo” y el principio 5 afirma que “el turismo y las actividades de conservación deben beneficiar a la población local” (en Farouk, 2000 17)

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4 Es el tratado internacional que encarna el principio de reconocimiento para la posteridad de lugares y paisajes de alto valor cultural y/o natural. Hoy participan de la Convencion 158 paises La lista de patrimonio mundial se creo en esta Convencion, y es controlada por el Centro del Patrimonio Mundial (brazo de la UNESCO) Las nominaciones de los estados soberanos para incluir nuevos lugares a la lista se evaluan por parte de ICOMOS o IUCN, luego pasan al Bureau Mundial del Patrimonio que hace recomendaciones y finalmente pasan al Comité del Patrimonio Mundial, que toma la decision final. E-Documentos de Estudios de Ocio.

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