El fracaso de las teorías keynesianas y del Estado de Bienestar Lucía Gueler

El fracaso de las teorías keynesianas y del “Estado de Bienestar” Lucía Gueler La tesis del “modo de acumulación financiero” Abundan en todos los med

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El fracaso de las teorías keynesianas y del “Estado de Bienestar” Lucía Gueler

La tesis del “modo de acumulación financiero” Abundan en todos los medios masivos de comunicación las teorías que plantean que a partir del triunfo de las políticas neoliberales en los comienzos de la década del ´70 se afirmó la hegemonía del “capital financiero”1. En lo esencial la tesis afirma que la producción gira, a partir del triunfo de lo que lla-

1 Aunque el propósito de este artículo no sea entrar en la discusión profunda de este concepto, queremos aclarar que lo encomillamos ya que consideramos como categoría científica la expuesta por Lenin en su obra “El Imperialismo. Etapa superior del capitalismo”, y no

man la “reacción neoliberal”, en torno a las necesidades y exigencias de un capital “financiero” que separan artificialmente de otro que sería “productivo”. “Lo financiero”, en estas teorías, comprendería a los accionistas, los tenedores de capital dinero, los fondos de inversiones, los bancos, el FMI, las aseguradoras de riesgo y similares. Las “finanzas” (en esta concepción estrecha) habrían tomado

como lo difunden los defensores de estas tesis. En este caso, el capital financiero surge a comienzos del siglo XX cuando el grado de concentración de la banca y la industria llevan a la necesidad de su fusión en aras de eliminar la competencia y el logro de

cada vez mayores ganancias. Generar una separación artificial entre un “capital productivo” y un “capital financiero” sólo responde a la necesidad de embellecer al sistema capitalista, como veremos más adelante.

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las riendas de mando a partir del “golpe” de fines de la década de 1970, con la suba de las tasas de interés, y desde entonces el capital financiero se habría convertido en la fracción dominante de la clase capitalista, subordinando al capital industrial y comercial a su imperio. Por eso se habla de la etapa actual como la etapa de la financiarización. Se piensa que la crisis, y los problemas y padecimientos que sufren los pueblos, se deben en lo esencial a este dominio y al parasitismo asociado al mismo. Lo que esconden estas teorías es que todas las actividades empresariales se rigen según criterios de rentabilidad inmediata, por encima de criterios productivos. ¿Acaso los criterios productivos en el capitalismo pueden entenderse por fuera de la lógica de la ganancia? La producción en el capitalismo sólo se realiza en función de ella, jamás en base a necesidades sociales o a “criterios productivos” en abstracto. De este erróneo diagnóstico concluyen que la precarización del trabajo, la superexplotación, es culpa del neoliberalismo que expresa en política este nuevo modo de acumulación “financiero”. Así lo expresa, por ejemplo, el economista francés Gerard Dumenil, que se autoproclama “marxista” 2 : “el neoliberalismo es una nueva etapa del capitalismo… Es una etapa del capitalismo, un nuevo orden social que definimos a partir de una nueva hegemonía financiera, cuya meta sigue siendo el poder y los ingresos de la clase capitalista”3. Los Krugman, Stiglitz y Soros no se cansan de repetir su teoría de la actual crisis económica mundial por la falta de regulaciones. La crisis no sería del capitalismo sino culpa de unos financistas sedientos de ganancias especulativas rápidas que no fueron controlados por el Estado. “Pero la desregulación no fue un capricho. Se generalizó para recomponer la ganancia y volverá a imperar si afecta agudamente esa variable. Bajo el capitalismo

2 En la Argentina este economista es seguido como referente por diversas corrientes estudiantiles y de intelectuales que se autoproclaman de izquierda independientes y que en

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los controles están articulados en torno a la rentabilidad y se refuerzan o debilitan en función del lucro”4. Sostenemos aquí que las crisis son inherentes al capitalismo como modo de producción. A diferencia de aquellos que sostienen que las crisis son provocadas por algún espíritu avaro y codicioso que guía el accionar de sectores ligados a las finanzas (en este caso el neoliberalismo), Marx descubrió que el capitalismo es un régimen social de producción cuya lógica de funcionamiento depende de la búsqueda de ganancias; por lo tanto la producción de bienes sólo se realiza si las ganancias a obtener con ella son satisfactorias; de no ser así, los capitalistas buscarán invertir sus capitales en otras actividades que se las garanticen. Es en esos momentos, en los que las actividades especulativas y usurarias (mal llamadas financieras) cobran todo su vigor. Desde ya, el capital/dinero volcado a la usura y a la especulación proviene de la enorme masa de plusvalía extraída a los trabajadores. Por lo tanto, cuando se generan burbujas (con las cuales se obtienen en forma efímera y a corto plazo enormes fortunas) totalmente desligadas de la producción, ellas terminan en ESTALLIDOS. Este estallido y la consecuente caída abrupta de todos los valores que cotizan en bolsa, son evidencias de las crisis. De ninguna manera, su causa. La lógica de la competencia (donde algunos sucumben y se genera cada vez mayor concentración) y el consecuente achicamiento de los mercados consumidores (por la necesidad de “achicar costos” en esa despiadada competencia), son los factores que ponen en evidencia que el capitalismo genera sus contradicciones inherentes que derivarán (y así lo hicieron históricamente) periódicamente en crisis. Creemos que las políticas económicas asociadas al llamado neoliberalismo son la expresión de la revancha de los grandes monopolios capitalistas mundiales contra la clase obrera y los pueblos en condiciones histó-

política son muy suaves en sus posturas hacia el kirchnerismo. 3 Dumenil, Gerard. Entrevista en Revista Kamchatka. Año 1 Nº 2, mayo 2009.

ricas que lo hicieron posible, para reestablecer su poder omnímodo y su rentabilidad. La especulación financiera es intrínseca y existe desde los orígenes del capitalismo. En todo caso, en la etapa actual conocimos un nivel inédito de sofisticación de esa acción especulativa. Y la difusión de la misma no es un parásito al que es posible extirpar de un cuerpo sano, sino expresión de que la inversión productiva dejó de ser rentable debido a la sobreproducción relativa, propia de un modo de producción que limita constantemente sus mercados (con caídas abruptas de los ingresos populares con la explícita finalidad de recomponer las ganancias) y concentra las riquezas en cada vez menos manos. En los Nº 65 y 67 (100) de nuestra revista se abordó esta cuestión. Citamos aquí diversos autores que contribuyen (aunque desde ópticas no siempre coincidentes) en esta interpretación de la crisis actual. “La crisis iniciada en 2007 es una crisis de sobreproducción capitalista. Hay crisis porque las fuerzas productivas se han desarrollado y entran en contradicción con las relaciones sociales de producción, esto es, con la propiedad privada del capital y con la lógica que gobierna la acumulación, la tasa de ganancia” 5. “Es importante indagar las contradicciones productivas que subyacen bajo el colapso bancario para evitar la fantasmagoría financiera. Esos desequilibrios obedecen a un ciclo de sobreproducción, resultante del periódico desfasaje entre expansión creciente de la producción y restricciones al poder de compra, que caracteriza al capitalismo. La competencia por incrementar la tasa de explotación potenció esta brecha de excedentes”6. La culpa ¿es del neoliberalismo? Desde diversas usinas ideológicas de la socialdemocracia a nivel mundial, y que en la Argentina se expresan en las posiciones de diversos sectores políticos y sociales que se

proclaman progresistas, se plantea que la crisis fue causada por las “políticas neoliberales” y que para salir de ella es necesario retornar a las recetas keynesianas y de intervención y regulación estatal redistribuyendo las riquezas, generando un equilibrio entre Estado y mercado, a través de políticas sociales y controles estatales. Desde el punto de vista teórico, estas corrientes se guían por la escuela regulacionista, que plantea la existencia del capitalismo como una realidad dada, inmodificable, y plantean la sucesión de diversos modos de acumulación de capital. Son ellos los que entran en crisis (nunca el modo de producción) y siempre el capital encuentra un nuevo régimen de acumulación que suplante al moribundo. En sus análisis prevalece el orden, el equilibrio y las crisis siempre vienen a reestablecer el equilibrio perdido. En esta interpretación, como veremos mejor más adelante en este artículo, existe una vergonzante admiración por el que llaman Modo de Acumulación fordista que permitiría demostrar la viabilidad de un capitalismo productivo con condiciones sociales de vida “aceptables” para los trabajadores. A muchos de ellos quizás les incomode escuchar que desde la derecha se suman voces a estas interpretaciones. Como el presidente francés, Nicolás Sarkozy quien planteó en una nota de opinión de Clarín “Esta crisis no es la del capitalismo. Es, al contrario, la crisis de un sistema que se aleja de los valores más fundamentales del capitalismo… es la crisis de un sistema que ha tolerado que tantos actores y que tantas plazas financieras escaparan a todo control… Lo que se espera de nosotros es que reconstruyamos juntos un capitalismo renovado, mejor reglamentado, más ético, más solidario”7. También economistas, apologistas del capitalismo, como Dani Rodrik –profesor en Harvard- cuando plantea que “ni la propiedad privada ni el estado pueden funcionar

4 Katz, Claudio. Lección acelerada de capitalismo. 5 Astarita, Rolando. Crítica de la tesis de la financiarización. Diciembre 2008. 6 Katz, Claudio. Idem 7 Clarín. Jueves 2 de abril de 2009.

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solos. Exigen que otras instituciones sociales los apoyen. El derecho de propiedad depende de los jueces y del imperio de la ley, y los mercados, de reguladores para frenar sus abusos y corregir sus fallas… La lección no es que el capitalismo está muerto. Es que tenemos que reinventarlo… Quienes predicen el fin del capitalismo olvidan un dato histórico: el capitalismo tiene una capacidad ilimitada de reinventarse. Su maleabilidad le permitió superar crisis periódicas durante siglos y sobrevivir a las impugnaciones, de Marx en adelante… porque el capitalismo no tiene rival para desencadenar las energías económicas colectivas de las sociedades.” 8(sic!!!) En la Argentina, también desde sectores de derecha podemos escuchar afirmaciones como la siguiente: “La versión neoliberal, desregulada, salvaje del capitalismo está evidentemente agotada. Pero eso no implica el fin del capitalismo. La mejor época de la historia del capitalismo, y tal vez de la humanidad , es la de los llamados “treinta gloriosos años”, los que transcurrieron desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la crisis del 70. Era otro capitalismo, un capitalismo más ordenado. Hay que buscar el equilibrio entre la sociedad civil, el Estado y el mercado”9. Frente a estos postulados que defienden explícitamente el capitalismo, se ofrece, como variante desde la izquierda o “centroizquierda”, desde sectores que se autoproclaman “progresistas”, la tesis que encuentra en el “capitalismo fundamentalista del libre mercado” o “capitalismo salvaje” el culpable de todos los males: la “teoría económica ha estado dominada por un grupo de adoradores del mercado en los últimos cuarenta años”, dice el pakistaní/yanki promocionado por Página 12 Anwar Shaikh. Como vemos, hasta aquí no encontramos siquiera matices con los argumentos antes escuchados.

8 Clarín. Suplemento Economía. Domingo 15 de marzo de 2009. 9 Juan José Sebreli. La Gaceta de Tucumán. 5 de abril. El subrayado es mío. 10 Incluso algunos intelectuales

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Desde esa crítica, reivindican la viabilidad de un capitalismo “productivo”, regulado por el Estado, quien a su vez garantice que las riquezas se redistribuyan. Shaiks lo plantea de esta manera: “una síntesis entre el capitalismo y otras formas de producción socialmente orientadas”. Fundamentan estas ilusiones en la experiencia histórica del período de la segunda posguerra (1945 – 1970) al que denominan “edad dorada del capitalismo”, “los treinta años gloriosos”10 (reivindicación que ya escuchamos también en boca de intelectuales apologistas del capitalismo como Sebreli). Sobre este tema Duménil afirma: “Después de la II Guerra Mundial teníamos otro orden social que podemos llamar socialdemócrata o keynesiano, en el cual las clases capitalistas disminuyeron su ingreso comparativo y su poder” 11. Es decir, que la socialdemocracia y las teorías keynesianas serían contrarias a los capitalistas… Termina de ratificar esta idea cuando plantea que ese era “un período de progreso del poder de compra, de la protección social, la educación; y a la vez, de limitación de la acción de las empresas en particular a escala mundial... pero en la década del 70 comienza otra lucha de clases en la cual ganaron las clases capitalistas, y entramos en el neoliberalismo donde se reestableció el poder y los ingresos de las clases capitalistas”12. Subyace a todas estas interpretaciones la idea de que el socialismo fracasó. Y, entonces, habría que buscar dentro del capitalismo una “alternativa” más humanizada. Así, por ejemplo, lo plantea un historiador que, surgido de la escuela marxista inglesa, ha sido y es un exponente en la historiografía del revisionismo marxista desde la época de Jruschov en adelante, siendo uno de los intelectuales más influyentes de la socialdemocracia, vieja y nueva, a nivel mundial: Eric Hobsbawm.

marxistas coinciden con esta caracterización cuando hablan acríticamente de ese período como el del “boom de posguerra”, sin cuestionar que ese boom no fue del capitalismo, sino de las luchas

obreras y populares y del triunfo del socialismo en la tercera parte de la humanidad, como trataremos de demostrar a lo largo de este artículo. 11 Dumenil, Gerard. Idem 12 Ibidem

“La idea básica que dominó la economía y la política del siglo pasado claramente se ha ido por el resumidero de la historia: el pensar a las economías industriales modernas, o a todas las economías en términos de dos opuestos excluyentes: capitalismo o socialismo”13. Y reafirma después “La impotencia asedia, entonces, tanto a los que creen en un capitalismo de mercado, puro y sin intervención estatal, una especie de anarquismo burgués internacional, como a quienes creen en un socialismo planificado no contaminado por la búsqueda de ganancias. Ambos se fueron a la quiebra”14. La crítica de Hobsbawm a las experiencias socialistas intenta ser disimulada con oraciones perdidas como ésta: [las supuestas deficiencias políticas y económicas del socialismo] “no debería llevarnos a subestimar sus impresionantes logros sociales y educativos ” (la negrita es mía). ¿Qué nos propone Hobsbawm? “Una política progresista requiere… una vuelta a la convicción de que el crecimiento económico y la riqueza que conlleva son un medio. El fin es lo que le hace a las vidas, las oportunidades y las esperanzas de la gente”. Pero, ocultando que SÓLO bajo la dictadura del proletariado se pudo construir una sociedad regida por la satisfacción de las necesidades sociales y no por la lógica de la ganancia, nos intenta convencer de la posibilidad de lograr que este Estado en este sistema tenga una iniciativa pública que no persiga el fin de la ganancia, cuyo rol esencial debiera ser “redistribuir la acumulación privada. Decisiones públicas que apunten al mejoramiento social colectivo del cual deberían beneficiarse todas las vidas humanas. Esa es la base de la política progresista, no maximizar el crecimiento económico y los ingresos personales.” 15 ¿Dónde quedó el marxismo de este inte-

lectual? Cuántas semejanzas entre sus actuales postulados y los más arcaicos de teorías liberales y humanistas burguesas del siglo XIX que atribuían las injusticias y desigualdades a una esfera supuestamente desvinculada del modo de producción, de la economía, como el Estado, las instituciones. “Decisiones públicas al servicio de las vidas humanas” (increíble!!) ¿Y las clases sociales? ¿y la teoría marxista del Estado? Es evidente que Hobsbawm ha resuelto traicionar el marxismo y convertirse en un apologista de “las economías mixtas” (mercado con intervención estatal), creando falsas expectativas en la posibilidad de una vida digna para las mayorías populares del mundo en un sistema cuya lógica inherente es la búsqueda de cada vez mayores ganancias y donde el Estado es el instrumento del que disponen las clases dominantes en cada nación para asegurar este objetivo.

LA EPOCA ¿DORADA? DEL CAPITALISMO Un poco de historia: el fracaso histórico de las teorías keynesianas. El propósito de este artículo es intentar desmontar la tesis mentirosa según la cual hubo un período en la historia reciente del mundo occidental en el que la clase obrera y los pueblos de estas regiones vivieron más dignamente gracias a la existencia de un capitalismo guiado por una lógica “productivista”, no contaminado por la histeria especulativa, con políticas keynesianas y “del bienestar” redistributivas, cualidades atribuidas a un supuesto modo de acumulación fordista basado en un círculo virtuoso: empresarios emprendedores – aumentos de productividad – aumentos salariales. En síntesis, la utopía de un capitalismo no gobernado exclusivamente por la lógica

13 Suplemento IEco de Clarín. Domingo 19 de abril de 2009. 14 Ibidem. 15 Idem

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pura de la ganancia y compatible con la búsqueda de mayores cuotas de justicia social. La historia del capitalismo ha demostrado, por el contrario, que las políticas “keynesianas” de regulación y mayores márgenes de intervención estatal, a las que recurrió y recurre la burguesía frente a las crisis, no pueden evitarlas y tampoco eliminar las contradicciones propias de este modo de producción. En primer lugar, las recetas keynesianas aplicadas en EEUU partir de 1933 con el llamado “New Deal”, no permitieron sacar de la crisis a ese país, sólo consiguieron atenuar, en determinados períodos, sus efectos. Fue recién a partir de los enormes gastos estatales bélicos (con los impuestos pagados por toda la población) en medio de la Segunda Guerra Mundial, que se recuperaron los índices de producción y empleo. Aquellos “30 años gloriosos” de posguerra hay que ubicarlos en un contexto donde la gloria no fue precisamente para el capitalismo, sino para el avance de las conquistas obreras y populares. Las concesiones arrancadas y aceptadas por las burguesías monopolistas como un mal menor, fueron puro instinto de supervivencia ya que una vez terminada la guerra, Europa Occidental quedó en un estado de destrucción fabuloso: el capitalismo estaba en peligro: • avanzaban las luchas obreras en las debilitadas potencias europeas, • triunfó en 1949 la Revolución China, • el socialismo se extendía por toda Europa Oriental, mientras la URSS batía récords en la rapidez de su reconstrucción (gracias al esfuerzo y voluntad del pueblo soviético) • avanzaban las luchas de liberación nacional en los países coloniales, • los Partidos Comunistas en Europa obtenían importantes resultados electorales, • crecían en América Latina movimientos reformistas dirigidos por las burguesías nacionales o por sectores de la pequeña

16 Aunque ellas mantuvieron áreas claves de la economía –a través del capitalismo de Estado- y, en un

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burguesía –apoyados (en algunos casos) en enormes movilizaciones obreras, campesinas y populares- que ponían en peligro la dominación imperialista, • triunfó en 1959 la Revolución Cubana. Es en este contexto histórico cuando comienzan a aplicarse las políticas de los llamaEstados de bienestar” y las recetas keydos “E nesianas de intervención y regulación estatal. Se nacionalizaron ramas básicas de las economías capitalistas. En un momento de enorme debilidad y destrucción del capital privado que necesitaba de “su” Estado –es decir, el instrumento de dominación del capital- que, operando como capitalista colectivo ideal, se hiciera cargo de ramas fundamentales de la economía posibilitando la reconstrucción del proceso de acumulación de capital. Por ejemplo, en Francia y Gran Bretaña se nacionalizaron el sector bancario, la aviación, las minas de carbón, la industria siderúrgica, empresas de transporte. En Francia, además de las nacionalizaciones, se llegaron a implementar políticas de planificación estatal. A todo esto, debemos agregar los miles de millones de dólares que los Estados Unidos inyectaron en Europa Occidental (a través del Plan Marshall y otras inversiones) y en Japón. Necesitaban preservar a su principal aliado frente al avance socialista en plena Guerra Fría (mientras todavía la Unión Soviética era socialista) para fortalecer a las burguesías europeas y subordinarlas.16 La clase obrera europea, en este período, conquistó significativos beneficios sociales en salud, educación, vivienda, seguros sociales, aumentos salariales de importancia. Por esto, se denominó a esta etapa como la de los “Estados de Bienestar”, como si los Estados capitalistas de entonces hubieran logrado independizarse milagrosamente del dominio del capital convirtiéndose en una especie de Robin Hood. Pero, como ya dijimos, estas conquistas, entonces, fueron arrancadas a los Estados ca -

proceso, se volverían competidoras de los yankis, una vez reconstruidas.

pitalistas en un momento de enorme debilidad de las burguesías monopolistas. Estas debieron hacer concesiones. Secundariamente, y a la larga, permitieron un crecimiento del mercado interno y, teniendo en cuenta el nivel de destrucción general que había dejado la guerra, las economías capitalistas vivieron un período de crecimiento económico muy importante. La burguesía imperialista supo hacer de la necesidad, virtud. Sin embargo, desde el marxismo debemos recordar el punto de partida del mismo y los motivos que lo impulsaron, para no sacar las conclusiones erróneas que ya indicamos. En América Latina esa situación fue aprovechada por diversos movimientos nacionalistas burgueses para acceder al gobierno e intentar convertir a la burguesía nacional en una clase hegemónica sobre la base de recortar privilegios y beneficios de las oligarquías nativas y de los monopolios imperialistas, a través de la nacionalización de ciertas ramas de la economía y ampliando el mercado interno con la concesión a la clase obrera y el campesinado de ciertas reivindicaciones históricas. El carácter dual de esa clase social impidió que esos proyectos triunfaran al no animarse a destruir el latifundio y la dependencia de raíz. Su derrocamiento a través de golpes de estado dictatoriales o la traición lisa y llana aliándose con el imperialismo, fue el corolario de estas experiencias de las burguesías nacionales. En las potencias occidentales estos avances en las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera y sus luchas contribuyeron a que hacia fines de la década del ´60 se evidenciara una caída de la tasa de ganancia de esos monopolios. La tasa de ganancia en el sistema capitalista es inversamente proporcional al aumento en las condiciones salariales y de vida de las masas obreras y populares. Por lo tanto, la inversión productiva del capital dejó de satisfacer sus expectativas de rentabilidad. Comenzó entonces una nueva crisis económica del capitalismo. En aquel caso, el factor determinante se encontraba en la caída de la tasa media de benefcio -no en la superproducción relativa (como en el caso de la crisis del ´30 o la actual) ya que la demanda se mantenía (por las conquistas y

las luchas ya mencionadas). Esta situación de caída de la actividad productiva y desempleo, sumada a una demanda en crecimiento o estable derivó en lo que se llamó durante los ´70 la estagflación, es decir estancamiento con inflación (durante los ´30 la caída abrupta de la producción vino acompañada de una profunda deflación de precios). En esta crisis, entonces, se puso de manifiesto la ley descubierta por Marx de “tendencia descendente de la tasa de ganancia”, en momentos en que el aumento de la composición orgánica del capital (proporción del capital constante en la masa total de capital desembolsado) producto del período anterior de crecimiento, no pudo ser contrarrestado por un aumento en la extracción de la plusvalía (mediante reducción salarial directa o indirecta). Marx planteó que esta ley hay que entenderla como una tendencia en el largo plazo y que el propio capital genera los mecanismos que necesita para contrarrestarla. En particular, la propia innovación tecnológica al mismo tiempo que aumenta la Composición Orgánica del Capital (y, por lo tanto, podría derivar en una posible caída de la tasa de ganancia), permite simultáneamente –y es este uno de los propósitos con los que se realiza- aumentar la plusvalía extraída al obrero, al reducir el tiempo de trabajo necesario (aquel con el cual el obrero cubre su salario) y, consecuentemente, aumentar el tiempo de trabajo excedente (plusvalía) apropiado por el capitalista. En el caso histórico que estamos analizando, la posibilidad de aumentar la plusvalía relativa se vio frenada por la imposibilidad de reducción salarial producto de la correlación de fuerzas de la clase obrera que ya explicamos. Es la fuerza de trabajo la creadora de valor nuevo y por lo tanto la parte de ese valor nuevo apropiado por el capitalista (plusvalía) determina la tasa de ganancia (tg = p /c+v). Si mejoran las condiciones de vida y de trabajo de las masas populares, disminuye la plusvalía apropiada por los capitalistas y, en definitiva, cae la tasa de ganancia. La crisis de fines de la década del 60 y comienzos de los ´70 demostró que las recetas keynesianas habían fracasado en términos de superar las crisis bajo el capitalismo. nº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 65

Cuando aquello sucedía, la burguesía monopolista comenzó a buscar otras “inversiones” más rentables –como en todas las crisisa través de la usura financiera por parte de la banca privada monopolista, particularmente en el galopante endeudamiento del Tercer Mundo. Fue la época de los euro-dólares (a los que se agregarán a los petrodólares) que se ofrecían al Tercer Mundo en cantidad y a tasas de interés muy bajas, proceso que derivó en la llamada “crisis de la deuda” en América Latina en la década del ´80 cuando esas tasas de interés se fueron por las nubes. Al mismo tiempo, comenzaron a presionar a sus propios estados para que eliminaran aquellas conquistas obreras y populares permitiéndoles recuperar sus niveles de ganancia, así como a acusar de la crisis al “excesivo gasto estatal”, claro que en temas como salud y educación. Así se abrieron paso las recetas “neoliberales” de “reducción del déficit fiscal a través de la reducción del gasto público”17. Aquella contraofensiva de los monopolios y las burguesías imperialistas para liquidar todos los beneficios sociales conquistados pudo desplegarse a fondo a partir de la restauración capitalista en la URSS, que a la vez dio un enorme impulso al revisionismo y al reformismo de las direcciones de la clase obrera europea, fundamentalmente. La restauración capitalista en China en 1978 culmina este proceso. Al ser derrotado el socialismo y, aún peor, con la “máscara socialista” que hacía aparecer la ferocidad imperialista y explotadora de la URSS y luego de China como “socialismo”, pudieron comenzar con las llamadas políticas “neoliberales” con Reagan y Tachter como exponentes principales; comenzó la ofensiva mundial contra las conquistas obreras y populares, pero no sólo desde las potencias capitalistas occidentales, sino también en el este, en el norte y en el sur. Los matices entre conservadores, liberales y socialdemócratas se volvieron cada vez más tenues. En nuestro caso, el golpe de Estado de 1976 hegemonizado por los pro-soviéticos (en dura disputa con sus rivales yankis) es un ejemplo paradigmático de esta contraofensiva. Así, en definitiva, entonces y hoy, cuando la tasa de ganancia no es satisfactoria para 66 /

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continuar el ciclo de reproducción del capital por la vía de la extracción de plusvalía a los trabajadores (urbanos y rurales) la presión de las clases dominantes exigen a sus estados que muten sus formas de intervención. Llegó el momento de i n t e r v e n i r para garantizar mayores ganancias: • Aprobar leyes de flexibilización-precarización laboral (derogar derechos laborales conquistados en la etapa anterior): permitir despidos masivos, intensificar ritmos de producción, alargar la jornada laboral, fraccionar vacaciones, reducir salarios. • Desmantelar los llamados “Estados de Bienestar”: Desfinanciar y precarizar los sistemas de salud y educación públicas. Eliminar seguros de desempleo y sistemas de jubilación. • Liberalizar la entrada de inmigrantes para superexplotarlos con salarios de hambre y sin seguridad social18 • Privatizar ramas claves de la economía • Desregular todos los movimientos de capital • Eliminar leyes proteccionistas allí donde traben la entrada de los productos de los monopolios capitalistas a través de los llamados “tratados de libre comercio” • Liberar las tasas de interés • Avanzar en el dominio de las economías dependientes: trasladando procesos productivos allí donde brillan por su ausencia los derechos laborales, saqueando los recursos naturales, generando niveles inéditos de endeudamiento externo con tasas de interés usurarias, garantizando la fuga de capitales por las vías más diversas (exenciones de impuestos, pago de patentes y regalías, etc.) • Reducir impuestos al capital. Otra conclusión que debemos extraer de aquella crisis: la tendencia más global del capitalismo es a la pauperización creciente de la clase obrera y NO es compatible en el mediano y largo plazo con avances en las condiciones de vida de las masas populares. A partir de la restauración capitalista primero en la URSS y luego en China, comenzó la reunificación del mercado capitalista mun-

dial, proceso concluido con la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la URSS en los inicios de la década del ‘90. De este modo, no sólo fue posible incorporar a millones de personas al mercado consumidor de los grandes monopolios imperialistas, sino que estos contaron con una masa enorme de mano de obra que pudo ser superexplotada y permitió aumentar enormemente la extracción de plusvalía y, por ende, sus ganancias. En conclusión, las teorías keynesianas y de regulación estatal que intentan utópicamente (en sus versiones más sinceras) obtener “justicia social” bajo el capitalismo y salvarlo de sus crisis, demostraron ya su fracaso. Suponen la posibilidad de un sistema capitalista en el cual los monopolios y los grandes terratenientes acepten resignar parte de sus ganancias y de sus rentas a favor de mejorar las condiciones de vida para la clase obrera y el pueblo. Esta sí que es una gran utopía. En definitiva, niegan el carácter de clase de los Estados. Por el contrario, lo que demuestra la historia es que sólo la lucha popular puede y podrá arrancar nuevamente conquistas sociales y sólo con la revolución será posible hacerles pagar esta nueva

crisis en beneficio de las mayorías populares en cualquier lugar del mundo. La crisis actual En los años 90 la ofensiva de las burguesías monopolistas e imperialistas, revestida de ropaje “neoliberal” aunque también “socialdemócrata”, recuperaron sus tasas de ganancia. El período de crecimiento económico fenomenal, con avances tecnológicos de gran importancia (comunicaciones, informática, robotización) fue la contracara de la superexplotación del proletariado a nivel mundial, engendrando la base de la actual crisis de sobreproducción relativa.19 Cuanto más grandes fueron las masas de plusvalía extraída a la clase obrera (y, por lo tanto, menor su capacidad de consumo) más tuvieron que buscar otras colocaciones rentables, constituyendo la base para la especulación y para inflar el crédito; que a su vez ayudó a mantener la economía, a pesar de la debilidad de la inversión. Se trató de una fuga hacia delante hasta que la crisis volvió a manifestarse, esta vez a una escala mucho mayor. ///

17 En este contexto de crisis, la

19 David Harvey colabora en esta

cuadruplicación del precio del petróleo (decidido por la OPEP) en 1973 vino a agravar y profundizar aún más la crisis, aumentando enormemente los costos de producción. Pero de ninguna manera, como teorizan los socialdemócratas, se trató de una crisis “del petróleo”.

idea cuando plantea que “el subitáneo colapso de la Unión Soviética y la transformación de buena parte de China vinieron a añadir a cerca de 2 mil millones de personas al proletariado global en el pequeño espacio de 20 años. Así pues, la disponibilidad de trabajo no representa hoy problema ninguno, y el resultado de eso es que el mundo del trabajo ha ido quedando en situación de indefensión en los últimos 30 años. Pero cuando el trabajo está inerme, recibe salarios bajos, y si te empeñas en represar los salarios, eso limitará los mercados. De modo que el capital comenzó a tener problemas con sus mercados.” David Harvey. ¿Estamos realmente ante el fin del neoliberalismo? La crisis y la consolidación del poder de las clases dominantes. Abril de 2009.

18 Es notable ver cómo hoy esos mismos Estados aprueban leyes fascistas contra los inmigrantes frente al desempleo creciente, intentando contener las luchas de su propia clase obrera.

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