EL MEXICANO AL VOLANTE: MITOS Y REALIDADES ~ 4 ~

Revista destiempos - Año 7 – Número 35 – Publicación bimestral La manera de conducir de las mujeres es calificada con 5.7, mientras que la de los hom

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Revista destiempos - Año 7 – Número 35 – Publicación bimestral

La manera de conducir de las mujeres es calificada con 5.7, mientras que la de los hombres es de 6.4 en promedio. Al evaluarse ellos mismos, el 63% de los automovilistas cree que conduce muy bien y se da 6.8 de calificación promedio.

EL MEXICANO AL VOLANTE: MITOS Y REALIDADES José Arturo Salcedo Mena Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México

PREÁMBULO AGRESIVOS, PERO HÁBILES

El automóvil es una parte fundamental de la vida en la Ciudad de México. Un porcentaje alto de capitalinos maneja y pasa una buena parte de sus días detrás del volante. Hace algún tiempo, el periódico Reforma realizó una encuesta en el Distrito Federal a 610 personas mayores de 18 años sobre lo que los conductores piensan de sí mismos y sobre la cultura vial1. Los resultados fueron los siguientes:

5 de cada 10 automovilistas dicen haber vivido una situación potencialmente agresiva con otro conductor. 59% de los capitalinos opina que los conductores del Distrito Federal son groseros y el 15% cree que son amables. 72% los califica como imprudentes y el 11% como precavidos. 75% los considera irrespetuosos de las señales de tránsito y el 15% respetuosos. 70% los ve agresivos y el 13% tranquilos. 70% de los automovilistas afirmó haber estado en situaciones potencialmente agresivas con otro conductor. 52% los considera hábiles para manejar y el 30% torpes para conducir.

TODOS CONDUCEN MAL, MENOS YO Los capitalinos dan una calificación de 5.2 a los automovilistas del Distrito Federal. La calificación promedio con la que fueron evaluados los conductores de microbuses es de 2.8, mientras que los taxistas fueron calificados con 4.6.

1Cfr.

Grupo Reforma, “Encuesta/Radiografía de los Capitalinos: Así conducen”, en Reforma, México, 15 de febrero de 2004.

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CULTURA VIAL

hacen psicólogos, filósofos, sociólogos y literatos. En este trabajo trataré de explicar el comportamiento del mexicano detrás del volante, haciendo uso de mis elementales conocimientos en torno a la psicología, y en concreto a la psicología del mexicano. Me referiré al mexicano medio; no es mi intención de ningún modo generalizar ni asumir un determinismo irresponsable.

Sólo una tercera parte sabe que la velocidad máxima permitida en zonas escolares es de 20km/h. El 24% sabe que entre las 23:00 y las 5:00 horas está permitido pasarse la luz roja del semáforo siempre y cuando sea con precaución. El 13% sabe que la distancia máxima autorizada para conducir en reversa es de 50 metros. Quienes más desconocen el reglamento de tránsito son las mujeres.

Considero necesario para introducir a este trabajo, mencionar aquello que señala Samuel Ramos3 respecto a que es necesario tener en cuenta que la valoración de la naturaleza mexicana se desarrolla sobre la base de los acontecimientos más salientes de nuestra historia, que arrojan una suma de experiencias colectivas desfavorables; de ahí la imagen que pudiesen tener los mexicanos y en concreto los automovilistas mexicanos y de ellos mismos. Las experiencias y desgracias históricas fueron las que condujeron a una “autodenigración”, es decir, una valoración negativa de la naturaleza mexicana. Aunado a esto, las opiniones negativas extranjeras en torno al país y su gente son abultadas y hasta exageradas. México para los extranjeros es un país atrasado, sumido en el desorden y la barbarie. La primicia de este trabajo es que

(fuente: Reforma)

Los resultados son significativos, y no sólo por lo que indica este estudio, sino también por las experiencias desafortunadas que cada capitalino puede narrar al ser cuestionado sobre el tema. De aquí que se pueda afirmar que el mexicano, cuando conduce, es potencialmente agresivo, imprudente, grosero e irrespetuoso. Pero, ¿cuáles son las causas de tales conductas? En este trabajo intento hacer una aproximación para responder a la interrogante anterior; para ello hago uso de algunos estudios llamados “de estereotipos”2 que 2Ver

Reygadas Robles Gil, Luis, “Estereotipos rotos. El debate sobre la cultura laboral mexicana”, en... p.p. 125 - 156

Ramos, Samuel, “El complejo de inferioridad”, en Roger Bartra (comp.), Anatomía del mexicano, Plaza y Janés Editores, México, 2002, p. 113. 3

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precisamente esta devaluación es la que hace surgir la desconfianza de los mexicanos, unos respecto a otros, debilitando su espíritu de solidaridad y de cooperación social, sintiéndose más atenidos a sus recursos e intereses individuales. Debilitado el sentimiento de solidaridad y de cooperación social, no resulta extraño que el grueso de los conductores manifiesten (o se quejen amargamente) que al pedir el paso con la direccional, la generalidad de automovilistas no les ceda el paso.

impulsos individuales”4, es decir el sólo buscar el beneficio propio: “pasar a como dé lugar pues lo importante es llegar”. Al no estar balanceadas las tendencias individualistas con los sentimientos colectivos, es natural que se exalte desmesuradamente en las calles y ejes viales el individualismo y se desarrollen expresiones de una actitud antisocial como son la desconfianza, la agresividad, el resentimiento, la timidez o la altanería en el volante.

“AQUÍ MIS CHICHARRONES TRUENAN”

¿TE ATREVES A “ECHARLES LAS ALTAS”?

Pareciera que la actitud que adoptan los conductores de la Ciudad de México se ve resumida por aquella frase mexicana que dice “aquí mis chicharrones truenan” ya que esta actitud refleja la atenencia del mexicano hacia sus recursos e intereses individuales, pero hay un porqué que explica esta conducta. A aquella autodevaluación de la que se hablaba renglones atrás también se le llama complejo de inferioridad. Al padecer un complejo de inferioridad la conciencia de nacionalidad del mexicano se ve debilitada, entendida la nacionalidad como el sentido de nación y donde nación es la asociación humana en donde hay una comunidad de cultura, hay un proyecto común (adhesión a fines colectivos comunes con solidaridad) y existe una relación con el territorio. Por tanto, como apunta Samuel Ramos, “es natural que por una reacción compensatoria se eleven o exageren los

¿Qué es lo que sucede cuando, como conductores, nos atrevemos a manifestar nuestro descontento con el tipo de actitudes mencionadas?, ¿qué pasa cuando un automovilista se aventura a tocar el claxon o a “poner las altas” en señal de desaprobación por el comportamiento de otros conductores? Es probable que la persona a la que se le reproche su comportamiento, a pesar de que haya obrado de una manera errónea, se irrite con facilidad, se sienta insultado y ofendido, y que en el mejor de los casos siga actuando como lo hizo hasta ese momento: violando las reglas (en el peor de los casos, el conductor que se enoja porque nosotros nos ofendimos por su mala conducta vial, se bajará de su vehículo y comenzará a patear la portezuela de nuestro automóvil5; aunque pensándolo bien el peor de los casos sería que se bajara 4 5

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Ramos, Samuel, op. cit., p. 115 Al que escribe estas líneas, le sucedió.

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 El mexicano siempre está inclinado a alzar la voz; el maldecir no le basta, no le llena, el conductor bajará la ventanilla y expresará con voz alta aquellas maledicencias.  Siempre está dispuesto a extremar los gestos; en caso de que se le dificulte maldecir con el lenguaje, siempre queda la posibilidad de utilizar los gestos y señas.  Tiende a violentar las expresiones para impresionar al auditorio; ¡y vaya que lo hace!

de su automóvil con un arma). Pase lo que pase, es evidente que al mexicano no le gusta que le digan lo que debe de hacer. Probablemente se trate de aquél estado profundo de humillación del que hablábamos párrafos atrás, que ha desarrollado su gruesa capa de susceptibilidad. Samuel Ramos6 sostiene que el mexicano posee una susceptibilidad extraordinaria a la crítica y la mantiene a raya al esgrimir la maledicencia contra el prójimo. Necesita convencerse de que los otros son inferiores a él. No admite, por tanto, superioridad ninguna y no conoce la veneración, el respeto y la disciplina; el mexicano ante el volante hace evocar inmediatamente las reflexiones de Samuel Ramos:

No obstante, es necesario recordar que la maledicencia, la jactancia, la fanfarronería y la exageración de la capacidad viril son signos e indicadores del sentimiento de inferioridad del mexicano. En este mismo tenor, Rogelio Díaz Guerrero7 señala que el complejo de inferioridad del mexicano es una actitud que consiste en no saber valorar la importancia del individuo, pues lo importante en México no es cada persona, sino la familia que éste forme. ¿Qué sucede si el conductor mexicano se encuentra en las calles a un familiar o a un amigo conduciendo también su automóvil? Seguramente, después de saludarlo o después de haber charlado con él unos segundos bajando la ventanilla del coche, le concederá el paso y le demostrará una actitud recatada; ahí es donde se ve la otra cara de la moneda. Pero es curiosa la actitud que tiene el mexicano

 El conductor mexicano es ingenioso para menoscabar al prójimo hasta el aniquilamiento, incluso adoptó una melodía caricaturesca para desvalorizar a los otros, a aquellos que no son lo que nosotros no somos.  El automovilista mexicano practica la maledicencia con una crueldad de antropófago; el auto es el lugar adecuado para expresar todas las groserías que conoce, dirigidas a los demás.

6Ramos,

Samuel, El perfil del hombre y la cultura en México, Espasa-Calpe Argentina, S.A., Buenos Aires-México, 1951, p. 96

7Díaz

Guerrero, Rogelio, Psicología del mexicano. Descubrimiento de la etnopsicología, Editorial Trillas, México, 2003, p.15.

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hacia personas que son “ajenas a él”. Los mexicanos, dice Díaz Guerrero, se sienten seguros como miembros de una familia, pues en la familia tienden a ayudarse entre sí. No obstante, es evidente que sucede todo lo contrario fuera de este núcleo familiar dado que el sentido de unidad y pertenencia nacional, del cual se habló anteriormente, no está bien desarrollado en el país. Leopoldo Zea8 dice al respecto que el mexicano busca el bienestar del cuerpo, cuando mucho el del grupo, “pero nunca el de la nación”.

defensivo del cual nos habla Paz y estar siempre dispuesto a repeler “el ataque” de los demás. El mexicano es un ser de naturaleza explosiva, cuyo trato es peligroso, porque estalla al roce más leve, aunque sus explosiones, como ya mencionamos, tengan como finalidad la afirmación de sí mismo. Es incuestionable que la conducta agresiva de los conductores irrita a la sociedad, y quizás sea esto lo que busca el imprudente automovilista mexicano porque ―dada la soledad del mexicano a la cual se refiere Octavio Paz― sólo así podría establecer una relación más viva con la sociedad que provoca.

MALAS VIBRAS: “LA ATMÓSFERA ESTÁ CARGADA”

Tomando en cuenta lo esbozado hasta este punto, se puede retomar aquello que Octavio Paz9 señala, en el sentido de que en México la atmósfera está cargada. Las calles de México son el mejor ejemplo que pueda haber para ilustrar lo que dice Paz; las arterias viales en México son un caos a cualquier hora: tránsito, provocaciones de automovilistas, manifestaciones, violaciones al reglamento de tránsito, accidentes e imprecaciones. Lo anterior ha provocado que al mexicano le produzca estrés el conducir y que su estrés cargue aún más la atmósfera. Es probable que todo lo anterior se deba a que el mexicano considere la vida como una lucha de todos contra todos. El automovilista podría acentuar el carácter

“EN MÉXICO LA CULTURA VIAL SE TOMA COMO PURO RELAJO” Jorge Luis Zúñiga, Agente de tránsito

8Cfr.

10Portilla,

Jorge Portilla10 indica que el mexicano es incapaz de tomarse algo verdaderamente en serio (ni siquiera sus capacidades, su propio destino y mucho menos la cultura vial). Quizá el comportamiento del conductor mexicano pueda explicarse bajo los argumentos de Portilla y su filosofía del relajo. José Luis Zúñiga, que ha sido agente de tránsito durante 10 años y que trabaja en la avenida Insurgentes, al ser cuestionado sobre la cultura vial en México, respondió que “en México la cultura vial se toma como puro relajo”11. De acuerdo con el Diccionario de la

Zea, Leopoldo, Conciencia y posibilidad del mexicano, Editorial Porrúa, México, 1960. 9Cfr. Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, Fondo de Cultura Económica, México, 1978.

Jorge, “El relajo”, en Roger Bartra (comp.), Anatomía del mexicano, Plaza y Janés Editores, México, 2002, p.179 11Prieto, Jesús Emilio, “¿Cuál cultura vial?”, en Reforma, México, 3 de noviembre de 2003.

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Lengua Española del Grupo Editorial Océano, relajo es “Desorden, falta de seriedad, barullo. // Holganza, laxitud en el cumplimiento de las normas. // Degradación de costumbres”12. La significación o sentido que da Jorge Portilla del relajo es suspender la seriedad, cancelar la respuesta normal al valor (que puede ser el orden, la civilidad y el respeto), desligando al individuo del compromiso de su realización. Es decir, suspender o aniquilar la adhesión del sujeto a un valor propuesto a su libertad. Parecería ser que la situación que se ve en las calles y avenidas de la Ciudad de México es precisamente producto del relajo. Las violaciones más comunes al reglamento de tránsito son: no usar el cinturón de seguridad, estacionarse en lugares prohibidos, conducir un auto en malas condiciones, tripular un automóvil con vidrios polarizados, dar vuelta prohibida, pasarse un alto, conducir sin licencia o permiso, circular en sentido contrario, subir o bajar pasaje en zonas no autorizadas, conducir en estado de ebriedad y conducir bajo el efecto de enervantes psicóticos13. Este tipo de actitudes nos hace pensar en el mexicano como un sujeto cuyo propósito es imposibilitar la incorporación del valor mediante actos suspensivos de la seriedad, como un ser

relajiento entendido como el sujeto que viola constantemente las normas de buena conducta, un sujeto que transgrede permanente y descaradamente el respeto de las buenas normas sociales. La forma relajienta de comportamiento detrás del volante representa una amenaza para la buena convivencia. Portilla señala que el relajo consta de tres momentos y aquí podemos imaginar cualquier situación caótica producto de la conducta de cualquier automovilista imprudente: en primer lugar, un desplazamiento de la atención (el conductor sube el volumen del radio de su automóvil, observa un espectacular de Wonderbra y habla por teléfono a su amante que le dice que debe llegar puntual a la cita); en segundo lugar, una toma de posición en que el sujeto se sitúa a sí mismo en una desolidarización del valor que le es propuesto (es importante para él llegar a la cita con la amante, no le importa que los demás conductores también tengan compromisos, y se pasa las luz preventiva color naranja de los semáforos); y finalmente, una acción propiamente dicha que consiste en manifestaciones exteriores del gesto o la palabra, que constituyen una invitación a otros para que participen en

Grupo Editorial Océano, Diccionario de la Lengua Española, Ediciones Océano, Barcelona, 1994, p. 655. 13 Cfr. Díaz, César y Leticia Ríos, “Multas baratas, mordidas caras: Una ciudad, dos reglamentos”, en Reforma, México, 7 de diciembre de 1999. 12

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esa desolidarización (al ver los demás automovilistas la actitud de aquél conductor, tienden a imitarlo e incluso algunos se pasan el color rojo, impidiendo a los otros automovilistas la circulación). Quienes actúen así y quienes utilicen la filosofía del relajo como filosofía de vida, estén concientes o no de lo que su actitud provoca, efectúan movimientos irracionales consistentes en la supresión de toda regulación. El relajo es volverle la cara al futuro, es despojar al futuro de su poder de atracción. Con este tipo de comportamiento, la conducta regulada por el valor correspondiente es sustituida por una atmósfera de desorden en que la realización del valor es imposible. Con esta actitud, el automovilista mexicano se entrega a una lenta autodestrucción. Roger Bartra14 trata otra actitud muy semejante que se puede observar en la Ciudad, ésta es la del peladito. Se trata en este caso de un sujeto emotivo, sentimental, impulsivo, violento, agresivo, desmadroso, resentido, ardido, lepero, alburero, relajiento, capaz de soportar y hacer siempre frente a situaciones difíciles y dolorosas. Un rasgo común resalta en todas estas formas de ser del peladito urbano: su violencia. En sondeos de opinión que apliqué con algunos allegados para efectos de este trabajo, al cuestionar si estaban de acuerdo con las frases: “La mayoría de los

conductores se irrita con facilidad” y “En caso de haber algún percance automovilístico en la Ciudad de México, éste se resuelve sin violencia en la mayoría de los casos”, gran parte de los consultados se manifestó totalmente de acuerdo con el primer enunciado y más de la mitad de los encuestados respondió estar en desacuerdo con la segunda frase. El conductor mexicano es agresivo e irrespetuoso, como se puede observar en el estudio realizado por Reforma, mismo que fue utilizado para introducir este trabajo. Jesús Sánchez, agente de tránsito con 12 años de experiencia, ha establecido una teoría similar a la de Bartra. El agente ha señalado que la causa de que los automovilistas no respeten el reglamento de tránsito es porque “vienen con ira”. El agente de tránsito que trabaja en la esquina de Insurgentes y Puebla de la Ciudad de México, señaló que “la gente se pone muy tensa, viene con ira por el tráfico, a lo mejor trae problemas y se desquita con los demás automovilistas y con los policías, pero tenemos que entenderlos”15. Roger Bartra explica que este tipo de actitud es una forma de hacer frente a la modernidad, del capitalismo, de resistir la inmersión de la fría tecnología y los contaminados y ponzoñosos aires de la sociedad industrial moderna. Rebeldía, desorden, explosión, agresión, forman un conjunto de actos violentos cuyo sentido es protegerse y negar el aplastamiento urbano e industrial inminente en el país. A través de estas

14Cfr.

15Brito,

Bartra, Roger, La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano, Grijalbo, México, 1987.

2004.

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Luis F., “Viene con ira la gente”, en Reforma, México, 8 de agosto de

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actitudes puede evadir, aflojar, transgredir y burlar las redes disciplinarias y opresoras de la sociedad moderna. El mexicano niega la modernidad porque no puede penetrar a ella de lleno, y sin embargo la añora. Pero la modernidad no puede llegar si las leyes no son aplicadas, si no son eficientes y si el mexicano se las puede saltar. A MANERA DE CONCLUSIÓN

En este trabajo se aprecia cómo la conducta de los mexicanos puede estar originada fundamentalmente por su psicología y su cultura. La forma de actuar del mexicano, como se aprecia en este estudio está impulsada más por factores emocionales, irracionales, sentimentales, que racionales. O, en palabras de Bartra, “el pueblo mexicano es caracterológicamente un pueblo agresivamente sentimental y emotivo”16. Creo que es válida la conclusión de Mauro Rodríguez y Patricia Ramírez en torno a la cultura y la psicología del mexicano en cuanto a que México, como pueblo, es un caso psiquiátrico: “Histéricos que simulamos para ser aceptados; narcisistas que nos autoidealizamos en la fantasía; esquizoides que no

acabamos de saber quiénes somos; paranoides que desconfiamos de todo y de todos”17. Probablemente la actitud relajienta de los conductores mexicanos pueda explicarse con los argumentos de Roger Bartra18 en torno a este tema. El autor señala que más que encantarle el relajo al mexicano y definir su forma de ser, el relajo es una trampa, pues lo que impera en nuestro país es un relajo institucionalizado que funciona como una diversión que encamina las protestas potenciales por un desvío que asegura el equilibrio y la permanencia de las relaciones de dominación. El mexicano siempre ha vivido en circunstancias no del todo creadas por él. No tiene el país que ha querido tener, y no tanto por sus fallas propias, sino por las fuerzas externas que le han mutilado su libre albedrío. Al mexicano se le han impuesto reiteradamente políticas gubernamentales que repudia y que humanamente no ha podido sacudirse, como es el pago de impuestos por la posesión de automóviles, la mala infraestructura en vías de comunicación, el pago de uso de suelo para taxistas y los altos costos de la gasolina. Bajo este tipo de políticas la voluntad del mexicano es reiteradamente burlada, reprimida o desviada, por lo que el mexicano tiene que desarrollar mecanismos de defensa como los que se mencionaron en este trabajo. 17Rodríguez,

16Bartra,

Roger, La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano, Grijalbo, México, 1987, p. 147.

Mauro y Patricia Ramírez, Psicología del mexicano en el trabajo, Mc. Graw-Hill, México, 1992, p42 18Bartra, Roger, Op. cit., p. 196.

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El individuo puede vivir solamente gracias a la organización de su comunidad local y nacional que le proporciona el ambiente y los medios de subsistencia. La vida en común crea en cada individuo el sentimiento de solidaridad, que da apoyo y estímulo a la acción individual. Se trata, pues, de balancear las tendencias individualistas con los sentimientos colectivos. Es evidente que en este trabajo se ha insistido, quizá demasiado, en los rasgos anómalos del carácter del mexicano, pero justamente por su anomalía son los que más impresionan a primera vista. Probablemente es necesario considerar las manifestaciones que son “más normales” en la vida mexicana, pues ahí es donde puede descubrirse el fondo auténtico de nuestro ser. Una de las virtudes del mexicano, señala Félix Fernández Campo19, es que no está conforme con lo que es, y esta virtud es el punto inicial de partida para procurar ser mejor. Emilio Uranga20 manifiesta que el mexicano no debe avergonzarse por lo que es, ni debe sentirse limitado y negativo por los resultados de los estudios que se realizan en torno a él; lo que debe hacer es tomar en cuenta estos estudios para conocerse a sí mismo y para no dar “palos de ciego” en la tarea de conocer su carácter. ¿Cuáles serían las vías de solución para mejorar la situación en las calles de la Ciudad de México? Creo que primero el mexicano debe adquirir conciencia de lo que le Campo, Félix, Identidad Nacional, Editorial Alethia, México, 1987, p.82 20 Cfr. Uranga, Emilio, op.cit.

ocurre para evitar autoinculpaciones exageradas y abrir horizontes hacia el futuro. El segundo paso sería reconocer que en el descontento de su presente y en los valores de conciencia hay promesas de cabal realización, en ese descontento de sí mismo y ese descontento impuesto del presente y en los valores que alientan al mexicano, yacen caminos de superación. El tercero es que la necesidad de mejorar el ambiente en el que se desenvuelve le haría reconocer y recobrar sus valores. Y por último, estaría el papel del gobierno, que debe dar importancia y atención al conflicto, pues de esta manera además de mejorar la eficiencia del sistema, mejorará la estima del mexicano. Finalmente, quisiera cerrar este trabajo presentando una fórmula que propone Rodolfo Sánchez21 que puede servir como vacuna para prevenir la agresividad y descortesía viales: VA + PR + ED = SV Vigilancia de Autoridad, más Precaución y Responsabilidad, más Educación Vial, igual a: Seguridad Vial (traducida como menos agresividad en las calles y menos accidentes viales).

19Fernández

Sánchez S., Rodolfo, “Manual del Conductor / ¿Por qué la agresividad?”, en Reforma, México, 17 de mayo de 2003 21

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