EL MINISTERIO ORGÁNICO DE JUAN

EL MINISTERIO ORGÁNICO DE JUAN El ministerio orgánico de Juan Semana 14 El ministerio de la palabra (Juan 3:34-36) Alimento Diario www.dailyfood.ca 1

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EL MINISTERIO ORGÁNICO DE JUAN El ministerio orgánico de Juan Semana 14 El ministerio de la palabra (Juan 3:34-36)

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Lunes Leer con oración: Jn 1:1, 14; 3:34-36; 5:8; 6:63; 7:37-38; 11:43 “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn 6:63)

LAS PALABRAS DE DIOS PROVIENEN DEL ESPÍRITU El tema de esta semana es “El ministerio de la Palabra” (Jn 3:34-36). El Señor Jesús es el primer ministro de la palabra pues Él mismo es la palabra, el Verbo que estaba en el principio con Dios y era Dios (Jn 1:1) y se hizo carne (v. 14). Juan 3:34-36 dice: “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. El Señor Jesús ejerció Su ministerio de la palabra como enviado de Dios, la palabra de Dios. El término palabras en el versículo 34 es rhema, y no logos (término usado para Verbo en 1:1). El término rhema (también traducido por palabras en 6:63) indica el hablar instantáneo del Señor, y logos es Su palabra constante. Las palabras del Enviado de Dios provienen de Dios, que no da el Espíritu por medida (3:34). Quien las recibe, es decir los que creen en el Hijo, tienen la vida eterna (v. 36). Como el primer ministro de la palabra, el Señor recibe la palabra de parte de Dios y la transmite a nosotros. En el evangelio de Juan, Él habló muchas palabras después de Su primera señal, cuando transformó el agua en vino, Sus palabras siguen ese principio, el principio de la vida. En el capítulo 3 Jesús le dijo a Nicodemo que necesitaba nacer de nuevo y en el capítulo 4 habló con la mujer samaritana, una mujer sedienta, diciéndole que Él era la fuente de agua de vida. En el capítulo cinco había un hombre enfermo que por treinta y ocho años se encontraba así. Esta enfermedad indica falta de vida. El Señor Jesús le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda” (v. 8). Aquí vemos también al Señor Jesús ejerciendo Su ministerio 2

de la palabra, en el principio de la vida. En el capítulo 6 vemos la multiplicación de los cinco panes y los peces para suplir a la multitud. En ese mismo capítulo el Señor dice que es el pan de vida, y quien comiere de Él vivirá para siempre, y afirma que Sus palabras (rhema) son espíritu y son vida (v. 63). En el capítulo 7, Él ejerció Su ministerio de la palabra para los que tenían sed: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí (…) de su interior correrán ríos de agua viva” (vs. 37b-38). El Señor siempre profería palabras llenas de vida al ejercer Su ministerio. En el capítulo 8 vemos a una mujer adúltera que se encontró con la luz de la vida y fue salva. En el capítulo 9 el Señor sanó a un ciego de nacimiento: escupió en la tierra e hizo lodo con Su saliva (eso prefigura la palabra que salió de Su boca), ungió con ello los ojos del ciego y le dijo que se lavase en el estanque de Siloé (que quiere decir enviado). De esa manera manifestó la gloria de Dios. En el capítulo 10 el Señor se muestra como el buen Pastor, que da Su vida por las ovejas. En el capitulo once tenemos la historia de Lázaro que enfermó, murió y fue sepultado. El Señor fue hasta su tumba y le dijo: “¡Lázaro, ven fuera!” (v. 43), y le dio vida. Así que, vemos que el Dios que es la Palabra, el Verbo que se hizo carne, ejerció Su ministerio de la palabra a partir del capítulo 2, donde transformó la muerte en vida. Este es el principio del ministerio del Señor y debe ser el nuestro también. Punto clave:

El principio de la vida Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuál es la diferencia entre el término logos y rhema?

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Martes Hch 6:3-4; 1 Co 1:18-29; 4:15; 14:31; 1 Ts 2:7, 11-12 “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Co 3:6) Leer con oración:

PLANTAR Y REGAR Debemos ser ministros de la palabra según el principio de la vida y para eso necesitamos llenarnos del Espíritu (Ef 5:18). No debemos usar nuestra fuerza natural sino el poder de la resurrección, de la muerte transformada en vida, como en la primera señal que el Señor hizo en Caná de Galilea. Este es el principio por el cual el Señor ejerció Su ministerio de la palabra en la tierra. Más adelante vemos a Pedro, Juan y Jacobo con los demás apóstoles ejerciendo el ministerio de la palabra. Después de que fueron levantados los siete diáconos para cuidar de las mesas, los doce se dedicaron mayormente al ministerio de la palabra (Hch 6:3-4). Aunque la función principal de un diácono no era la palabra, sin embargo, ellos también tenían ese ministerio. En el Nuevo Testamento el ministerio de la palabra no es ejercido sólo por una minoría; ahora todos pueden profetizar (1 Co 14:31), pero hay una condición: estar en el espíritu. Seguidamente el Señor levantó a Pablo como ministro de la palabra. Para testificar sobre el particular, no necesitamos considerar todas sus epístolas, nos basta una sola epístola para poder ver esto. En 1 Corintios 11:8-24 leemos que él predicaba “la palabra de la cruz (…) locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios (…) agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados (…) poder de Dios, y sabiduría de Dios”. Por tanto, vemos que si queremos ser ministros de la palabra necesitamos tener poder y sabiduría, pero no la sabiduría terrenal sino la celestial que es predicar a Cristo crucificado. En los versículos 26 al 29 él continuó: “No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio 4

del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”. El ministerio de la palabra no está restringido a un grupo de personas sabias según la carne, sino que ahora todos podemos procurar tener este ministerio. Los ministros de la palabra deben ser sembradores que salen a sembrar: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor” (1 Co 3:6-8). Como ministros de la palabra algunos siembran y otros riegan. Plantar es un trabajo arduo, pues exige preparar la tierra y escoger las mejores semillas. Regar exige constancia y sensibilidad. En algunos casos es necesario regar todos los días, para que no haya escasez de agua. En otros no se puede regar demasiado para que no haya saturación. Necesitamos engendrar a más personas para que planten, porque los que plantan, ciertamente, tienen el encargo de volver para regar. Si otros fueren levantados para regar necesitan estar en unidad con quienes plantan (v. 8). En la obra de expansión, cuando un grupo de personas recibe la salvación y la iglesia es levantada en una ciudad, debemos cuidar de ellos como padres y madres ministrándoles vida hasta que crezcan (cfr. 1 Co 4:15; 1 Ts 2:7, 11-12). Punto clave:

Quien planta ciertamente riega Su punto clave es: Pregunta:

¿Cómo deben ser los ministros de la palabra?

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Miércoles Leer con oración: 1 Co 3:8-11; 4:1-2; 1 Ti 1:4 “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Co 3:9)

EDIFICAR SEGÚN LA VOLUNTAD DE DIOS Primera Corintios 3:8 dice: “Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor”. Tanto el que planta, como el que riega ejercen el ministerio de la palabra. A partir del versículo 9 Pablo cambia la figura de labranza a edificio: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. El que planta coloca el fundamento, que debe ser Cristo (v. 11). Cuando la semilla crece, Cristo crece. Por eso Pablo dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica” (v. 10). Si usamos oro, plata y piedras preciosas, utilizaremos al Dios Triúno mismo para edificar. Si hacemos uso de la madera, el heno y la hojarasca, estaremos utilizando nuestra humanidad. En otras palabras o edificamos según la voluntad de Dios o de acuerdo con la voluntad del hombre. A la hora de plantar debemos sembrar al mismo Señor en las personas, a la hora de regar, que es la edificación, debemos también utilizar al Dios Triúno como material y edificar con el dispensar del Padre, el dispensar del Hijo y el dispensar del Espíritu. Un día el fuego va a probar nuestra obra. Si edificamos con madera, heno y hojarasca, todo será quemado y se consumirá. Pero si edificamos con oro, plata y piedras preciosas, aunque pase por el fuego no será consumido. ¡Gracias al Señor! En 1 Corintios 4:1-2 Pablo dice “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado 6

fiel”. Nosotros que queremos hablar por el Señor y tener el ministerio de la palabra debemos ser fieles en suplir a las personas con la palabra de Dios. Gracias al Señor, Pablo es nuestro modelo, debemos aprender de él e imitarlo. Aunque Pablo haya ejercido el ministerio de la palabra a fin de edificar el cuerpo de Cristo, muchos no la practicaron; antes se envolvieron con mitos y genealogías interminables (cfr. 1 Ti 1:4). Por eso la tienda, el tabernáculo que Pablo levantó, sufrió daño y la degradación entró. Entonces, el Señor levantó al apóstol Juan con el ministerio de la palabra. En todos los aspectos Pablo habló muchas verdades. La verdad es la palabra de Dios que necesita ser transmitida a las personas. Pero el problema es que la verdad oída y no practicada se transforma en doctrina. Incluso cuando predicamos el evangelio debemos estar llenos del Espíritu, de lo contrario solamente transmitiremos doctrinas bíblicas a las personas. Para que no haya “huecos” en la iglesia debemos tener en cuenta la verdad en el aspecto de la vida. Cuando caemos en la esfera de la mente, en la esfera del alma, aparecen los problemas en la iglesia, y eso es como si la tienda tuviese huecos. Cuando Juan ya era de edad avanzada fue levantado por el Señor para hablar por Él de manera nueva. En Éfeso, Juan realmente ejerció el ministerio de la palabra para suplir la necesidad de la época. Punto clave:

Evitar los “huecos” en la tienda Su punto clave es: Pregunta:

¿Cómo es posible evitar que se produzcan “huecos” en la tienda? 7

Jueves Leer con oración: Ap 1:1; 2 Co 3:14; Jn 10:10 “Yo (Jesús) he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10:10b)

EJERCITAR EL ESPÍRITU AL HABLAR POR EL SEÑOR El ministerio ulterior de Juan, sus escritos finales, están llenos de vida, porque todo lo que está escrito en su evangelio y en sus epístolas tienen como meta resaltar el aspecto de la vida, tomando la palabra del Señor para llevar a cabo su ministerio. Así como el Señor hablaba las palabras de Aquel que lo envió, Juan también tomó las palabras del Señor y fielmente las transmitió a fin de suministrar vida a la iglesia. Pasados tantos años de experiencia y aun de exilio, al ver las revelaciones contenidas en el libro de Apocalipsis, tomó el encargo especial que el Señor le había encomendado: Espíritu y vida. Apocalipsis 1:1 dice: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”. Apocalipsis es la revelación de Jesucristo para mostrar a Sus siervos, pero fue entregada primeramente a Su siervo Juan. El Señor no envió a un ángel para mostrar esto a Sus siervos, sino que Dios le mostró primeramente a Juan, porque estaba en el espíritu y era fiel a la palabra de Dios. Por eso, Juan recibió la palabra de parte del Señor y con ella comenzó a ejercer el ministerio de la palabra, con el que habló a todos los siervos de Dios. La responsabilidad de Juan fue muy grande. Gracias al Señor, porque su ministerio nos trae vida, todos podemos recibir vida para crecer. Su ministerio era según el principio del agua transformada en vino en Caná de Galilea. El agua en las seis tinajas de piedra prefiguraba a la muerte, pero por la obra del Señor se transformó en vino que representa a 8

la vida. Igualmente, cuando hoy ministramos debemos hacerlo en este principio. Toda nuestra “vida” natural debe ser eliminada y la vida divina debe rebosar de nosotros. No nos embriaguemos con el vino natural, sino llenémonos del Espíritu para transmitir a las personas la palabra del Señor por medio del “vino superior”. Los ministros de la palabra no pueden ministrar de cualquier manera. No se trata de estudiar la palabra del Señor y debatirlas a fin de ganar un conocimiento objetivo. El ministerio de la palabra es algo totalmente vivo, en el Espíritu y en la vida. Es hablado de manera viva según la palabra viva de Dios. Si no estamos en el espíritu, lo que hablemos procederá de nuestra mente. Si no estamos constituidos de vida, nuestro ministerio será de muerte. En este caso, cuando se termine de ministrar la palabra no habrá impacto, pues no hay vida y los santos no serán edificados. El ministerio de Juan no es así. Su ministerio de la palabra es totalmente en el Espíritu y en la vida. Hoy necesitamos de este ministerio de la palabra. Si no seguimos al Espíritu y no ministramos vida, nuestras palabras no procederán del espíritu sino del alma. El ministerio de Juan ciertamente estaba repleto del “vino superior”, lleno de vida. El Señor Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10:10b). Por eso necesitamos ejercitar el espíritu al hablar por el Señor, es decir, al ejercer el ministerio de la palabra. Especialmente ahora, cuando muchas iglesias nuevas están siendo establecidas, es necesario suplirlas con la palabra de vida. Punto clave:

Suministrar vida a los hermanos Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuál fue el encargo dado al apóstol Juan? 9

Viernes Leer con oración: 1 Co 1:14; 2 Co 3:6; 3 Jn 1-2, 5-8; Ro 16:23 “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn 2)

LA PALABRA DEBE SER PRACTICADA Segunda Corintios 3:6 dice: “El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica”. Necesitamos de la palabra viviente, el agua de muerte necesita transformarse en vino vivo. La letra mata (2 Co 3:6), por eso debemos hablar las palabras de la Biblia con Espíritu y vida, las cuales se hacen vida, vivifican y suplen a las personas. Este es el ministerio de la palabra que necesitamos hoy. Una vez hablada la palabra necesita ser practicada. Tanto el evangelio como las epístolas de Juan fueron escritos en Éfeso donde él ejerció su ministerio de la palabra. Por medio de Juan lo que Dios dio a los efesios fue una palabra viva y llena de Espíritu. Los que la oyeron recibieron Espíritu, se llenaron del Espíritu y de su interior fluyeron ríos de agua viva. Esos ríos no sólo fluyeron en la ciudad de Éfeso, sino también fluyeron en las iglesias de Asia y hasta en Corinto. La tercera epístola de Juan es una carta destinada a un hermano llamado Gayo (v. 1), nombre que encontramos en la iglesia en Corinto (1 Co 1:14). De acuerdo con Romanos 16:23, Gayo hospedó a Pablo en Corinto cuando él escribió a los romanos. Podemos decir que Gayo tenía el ministerio de hospedar. De acuerdo con 3 Juan, también brindó hospitalidad a los hermanos de Éfeso pues Juan le escribió: “Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor” (vs. 5-6, cfr. vs. 7-8). Juan, siendo de edad ya avanzada, escribió esa epístola a Gayo diciendo: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y 10

que tengas salud, así como prospera tu alma” (v. 2). La manera como escribió es diferente de la que escribiríamos. Siempre deseamos que alguien sea próspero en el espíritu así como también la salud de las personas. Sin embargo, él mencionó que el alma de Gayo era próspera, y al cuerpo le faltaba salud. Gayo tenía el alma muy próspera porque el Espíritu la saturaba. Pero su cuerpo no podía acompañar la salud del espíritu y el alma. Debemos cuidar todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Debemos dar especial atención a nuestra alma. ¿Cómo hacerla prosperar? Por el ejercicio del espíritu, el Espíritu la satura haciéndola saludable y próspera. El Espíritu del Señor en nuestro espíritu nunca se debilitará, pero nuestro espíritu puede no ser un hogar para Él, sino una prisión; esto ocurre cuando nuestra alma impide que el Espíritu fluya de nosotros. El Espíritu debe invadir el alma y saturarla al punto de rebosar. Ciertamente fue eso lo que ocurrió con Gayo y por eso su alma era próspera. Aun habiendo envejecido en el cuerpo, y aunque su salud no era tan buena, puesto que debía ser tan anciano como Juan, tal vez con más de 90 años; Gayo desarrolló su don de hospedar a los hermanos. Punto clave:

Alma próspera Su punto clave es: Pregunta:

¿Qué significa tener el alma próspera?

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Sábado Leer con oración: 3 Jn 3-8; Gn 49:22 “Harás bien en encaminarlos como es digno de Dios. Porque ellos salieron por amor del Nombre, sin aceptar nada de los gentiles” (3 Jn 6b-7)

LLEGAR A SER UN COOPERADOR DE LA VERDAD Tercera Juan 3 dice: “Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad”. Esto quiere decir que mientras Juan servía en Éfeso, los hermanos de la iglesia allí, por causa del suministro de vida dado por él, tenían un espíritu muy fuerte y la vida en ellos crecía y maduraba, al punto de que salían para visitar a otras iglesias. Esto es semejante a lo que Jacob dijo de su hijo José en Génesis 49:22: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro”. Las ramas de un árbol plantado junto a la fuente son llenas de vida y vigor por el suministro de agua y se extienden por encima del muro. Así era la iglesia en Éfeso después de que Juan fue para allá. Mediante el Espíritu vivificante la vida de los santos creció mucho, de tal manera que se extendió hacia fuera alcanzando a otras ciudades, como Corinto. Puesto que algunos hermanos de Éfeso vinieron hasta Corinto, fueron hospedados por Gayo. Éstos que fueron enviados relataron a Juan las buenas nuevas de que Gayo practicaba la verdad. Concluimos que la verdad debe ser practicada y no solamente oída. Tercera Juan 4 dice: “No tengo yo mayor gozo que éste, el oír que mis hijos andan en la verdad”. La palabra de vida debe ser practicada. Debemos ser como Juan, presentar las verdades a las personas a fin de que las puedan practicar. No solamente nosotros nos alegramos, también el Espíritu Santo se alegrará mucho más si todos andamos en las verdades presentadas. En los versículos 5 y 6a leemos: “Amado, fielmente te conduces en todo los que haces por los hermanos, aunque sean forasteros, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor”. Al hospedar a los 12

hermanos desconocidos, Gayo dio una demostración de amor pues sólo por amor a un hermano se puede hacer eso. Los versículos 6b al 8 indican que estos hermanos formaban parte de un grupo de obreros enviados por Juan a visitar las iglesias. La iglesia en Corinto los recibió y comenzó a practicar la verdad. Entonces Gayo, lleno de amor, no sólo los hospedó, también los encaminó ya que necesitaban continuar el viaje a otras ciudades, a otras iglesias. Gayo procedió de esa manera y nosotros también debemos proceder así. Los versículos 7 y 8 dicen: “Porque ellos salieron por amor del Nombre, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad”. Por tanto, debemos acoger a los hermanos para llegar a ser colaboradores de la verdad (v. 8). Cuando ofrendamos riquezas materiales para los que salen a trabajar por el Señor es como si nosotros mismos saliésemos con ellos. Así, llegamos a ser cooperadores de la verdad, es decir, cooperamos juntamente con ellos en la obra de expansión del Señor. Aunque todos queramos ser enviados a la obra sabemos que los hermanos tienen sus empleos y las hermanas tienen una casa para cuidar. No obstante, también queremos participar de esta obra y podemos tener parte en ella ofrendando. ¡Aleluya! ¡De esta manera cada uno de nosotros puede participar! Punto clave:

Extenderse sobre los muros Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuáles eran las características de Gayo?

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Domingo Leer con oración: 3 Jn 9-10 “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios” (3 Jn 11)

LOS MINISTROS DEL MINISTERIO ORGÁNICO En la época en que Juan estuvo en Éfeso la iglesia allí llegó a ser un centro de obra. No era la obra del recobro judicial, sino orgánico, por tanto, el centro de la obra del recobro también era orgánico. Esperamos que en el ministerio del recobro orgánico muchos puedan levantarse y recibir tal encargo no sólo en la ciudad donde vivimos, sino también en otros lugares. En Tercera Juan 9 se habla de alguien llamado Diótrefes: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe”. Él era un líder entre los hermanos, pero no recibió a los que fueron enviados por Juan. En el versículo 10 leemos: “Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”. Diótrefes actuaba de manera contraria a Gayo. ¡Que seamos como Gayo y que recibamos a los que son enviados para hacer la obra del Señor! En aquella época la iglesia en Éfeso era un centro de obra, desde allí los hermanos salían para muchos frentes de 14

trabajo, en varias iglesias y en diferentes lugares. Éfeso llegó a ser el centro de obra del ministerio orgánico de Juan. Igualmente nosotros debemos llevar a cabo el ministerio orgánico, promoviéndolo desde donde vivimos. Ya hay cerca de dos mil iglesias en nuestra región y esperamos que todas ellas lleguen a ser centros de obra para llevar adelante el ministerio orgánico. ¡Aleluya! Esta es la comisión de Dios para nosotros. Dios la declaró a Su siervo Juan, pero estas palabras son para todos Sus siervos. Esperamos que todos nosotros, como Sus siervos, podamos oír estas palabras del Señor y practicarlas. Vamos a ejercer el ministerio orgánico de la palabra, no como en el Antiguo Testamento, un ministerio de muerte, sino algo que sea realmente orgánico, lleno de vida. ¡Que todos seamos ministros del ministerio orgánico! ¡Amén! Punto clave:

Promover el ministerio orgánico desde donde vivimos Su punto clave es: Pregunta:

En su experiencia de servicio a la iglesia, ¿ha sido como Diótrefes o como Gayo?

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Lectura de apoyo La lectura de su Alimento Diario será enriquecida con el acompañamiento simultáneo de los libros que a continuación sugerimos:

Doce Aspectos de la Iglesia – Cáp. 6 – Dong Yu Lan Estudio- Vida de Juan – Msj. 10 – Witness Lee Estudio- Vida de 1 Corintios – Msj. 7–9 – Witness Lee El Hablar Divino – Cáp. 4 – Witness Lee Estudio- Vida de Génesis – Msj. 104 – Witness Lee

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