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EL OLVIDO ESTÁ EN LA FRONTERA SUR #CRUZANDO MÉXICO
Estados Unidos cifró en 57.000 los menores sin papeles detenidos en su territorio entre octubre de 2013 y junio de 2014. Las imágenes de arrestos de niños sin acompañamiento que han dado la vuelta al mundo ignoran obviamente toda la ruta anterior, en muchos casos recorrida con guías o coyotes. El drama humanitario empieza antes, mucho antes de llegar a esa frontera de más de 3.000 kilómetros plagada de hormigón, desierto y patrullas que no sirve para frenar a los migrantes, siempre en busca de nuevas rutas aunque sean más riesgosas. En su periplo por México, los niños y las mujeres son los más vulnerables, cada vez se les ve más en el camino y corren más peligros Agus Morales - Anna Surinyach Médicos Sin Fronteras
“Respétenos la vida, por favor.” Juan Ramón Salvador Moreno implora clemencia. Despojado de su ropa y sus pertenencias, está tumbado boca abajo junto a sus tres hijos y su hermano, maniatados por hombres armados en una arrocera del sur de México, cerca de la frontera con Guatemala. Los delincuentes les obligan a permanecer en esa postura, hincados en el verde de esta zona frondosa de Chiapas, mientras registran sus mochilas. Les piden que no se muevan, pero el hermano de Juan Ramón es sordomudo y no entiende nada: su agitación hace que le caiga una lluvia de patadas.
- ¡Háganles caso! ¡No se muevan! - pide Juan Ramón a su familia.
- Vuelves a levantar la cabeza y te la bajo de un balazo.
Mucho se ha escrito sobre el drama migratorio en la frontera entre Estados Unidos y México, pero para los centroamericanos que persiguen el sueño americano los peligros empiezan mucho antes, en concreto en la frontera sur de México, integrada por los estados de Chiapas,
Tabasco, Campeche y Quintana Roo, que limitan con Guatemala y Belice. Son 1.149 kilómetros de selva, ríos y montañas: el accidentado preámbulo de una odisea cuyo puerto final es Estados Unidos.
Las rutas migratorias que van de Centroamérica a EEUU
Juan Ramón escogió la ruta del Pacífico, una de las más concurridas. Natural de San Pedro de Sula, una de las ciudades del mundo con una tasa de homicidios más alta, salió de Honduras y se internó en Guatemala, hasta llegar al río Suchiate, que cruzó junto a toda su familia. Ya estaban en México, en el estado de Chiapas: empezaba un durísimo tramo en el que debían intentar no ser detectados por las fuerzas de seguridad y podían ser víctimas de delincuentes comunes, grupos de crimen organizado o de los propios agentes. La familia viajó a bordo de una Kombi (microbús) pero pronto tuvo que bajarse para rodear una garita y esquivar el control de migración. Fue allí, en la arrocera, donde fueron asaltados por delincuentes y luego dejados a su suerte. Se trata de una zona en la que abundan los robos y las violaciones y que hay que cruzar antes de llegar a Arriaga, la primera localidad del suroeste desde la que sale el tren de mercancías a cuyos lomos de metal se suben los migrantes: La Bestia.
Pero el Gobierno mexicano los quiere bajar del tren. En julio lanzó un plan para contener la migración y puso en marcha un dispositivo para evitar que se monten a La Bestia, con el pretexto de que este medio de transporte los hace más vulnerables. Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF), desplegados estratégicamente en varios puntos de la ruta, vertebrada por las vías del tren, dan fe de la casi absoluta desaparición de migrantes en esta zona: muchos se han visto obligados a huir al monte o la maleza, a buscar rutas alternativas parecidas a la tomada por Juan Ramón y su familia cuando fueron asaltados. Ahora es mucho más difícil para las organizaciones de ayuda humanitaria llegar a la población migrante.
"Prohibir a los migrantes subir a La Bestia solo servirá para proteger la conciencia de la opinión pública, que ya no los verá en los telediarios. El problema no es el tren, sino los delincuentes y los grupos de crimen organizado que abusan de ellos", alerta Pablo Marco, que dirige las operaciones de MSF en México. "Es cierto que sobre el microcosmos del tren y las vías se tiende una tupida red de extorsión, crimen y tráfico de personas, pero esta se reproducirá igualmente cuando los migrantes busquen nuevas rutas", remacha Marco. Casi seis de cada diez de los migrantes atendidos por MSF sufrieron uno o varios episodios de violencia durante la ruta, según una encuesta elaborada entre julio de 2013 y febrero de 2014. A partir de ahora será más difícil recabar datos, pero el hecho de que los migrantes sean menos visibles no significa que no sigan expuestos a peligros.
El 58% de los pacientes tratados por MSF en México han sufrido uno o más episodios de violencia. *Encuesta elaborada por MSF entre sus pacientes a partir de 396 cuestionarios. La muestra se refiere a pacientes tratados en el centro y en el sur de México.
Un camino peligroso
La decisión del Gobierno mexicano llega a rebufo de una tormenta mediática acerca de los niños. Estados Unidos cifró en 57.000 los menores sin papeles detenidos en su territorio entre octubre de 2013 y junio de 2014. Las imágenes de arrestos de niños sin acompañamiento que han dado la vuelta al mundo ignoran obviamente toda la ruta anterior, en muchos casos recorrida con guías o coyotes. El drama humanitario empieza antes, mucho antes de llegar a esa frontera de más de 3.000 kilómetros plagada de hormigón, desierto y patrullas que no sirve para frenar a los migrantes, siempre en busca de nuevas rutas aunque sean más riesgosas. En su periplo por México, los niños y las mujeres son los más vulnerables, cada vez se les ve más en el camino y corren más peligros, como los hijos de Juan Ramón, asaltados en la arrocera.
La hondureña Julieth Hernandes Alvarado, de 19 años, atravesó sola la frontera entre Guatemala y México. Trabajó como vendedora de comida en Tapachula, cerca de la frontera, y el mismo día en que cobró un grupo de hombres la asaltó y golpeó. La adolescente no acudió a ningún centro médico por miedo a que la regresaran a su país o a no ser tratada de forma adecuada, pese a que las leyes mexicanas ya estipulan que los migrantes pueden recibir atención médica de urgencia en cualquier centro sanitario público. Semanas después y cientos de kilómetros más al norte, en Lechería, cerca de la capital, Julieth recuerda el suceso junto a otro adolescente que venía con un grupo de hondureños y con el que continuó el viaje.
Julieth dejó atrás, en su país, a un bebé de dos años del que su padre no quiere saber nada y que ahora cuida su madre. Necesita ganar dinero. Tras la paliza que recibió, ahora está a medio camino: puede seguir en el tren hacia el norte, agarrando varias rutas que la lleven a Tijuana, Nogales, Juárez, Nuevo Laredo… O puede esperar un tiempo cerca del D.F. y buscar trabajo. Ninguna de estas opciones será fácil. Algunos estudios aseguran que seis de cada diez mujeres migrantes sufren episodios de violencia sexual en el camino. Es difícil tener datos precisos, pero el hecho de que algunas de ellas usen inyecciones anticonceptivas antes de partir ya da una idea de la magnitud del fenómeno. Todos los actores están implicados: las organizaciones criminales usan la violencia sexual como un arma para extorsionar a las mujeres o para que sus familias paguen rescates una vez son secuestradas, mientras que los coyotes a menudo fuerzan a las migrantes a tener relaciones sexuales con ellos a cambio de guiarlas.
El derecho al asilo
La violación masiva de derechos humanos tiene una débil respuesta legal en esta parte del mundo. Es fundamental conocer en qué marco los migrantes toman la decisión de salir de su país. La violencia ejercida por las maras en Centroamérica está expulsando de la región a miles de personas. Entre los pacientes de MSF en México, el 42 por ciento de los salvadoreños y el
32 por ciento de los hondureños exponen algún motivo relacionado con la violencia como factor determinante en la decisión de huir.
¿Deberían tener derecho al asilo, tanto en México como en otros países de la región, los que huyen de las maras? Sí, responde el jefe de misión de MSF en México, Marc Bosch, quien expone: "Aunque la situación en varios de estos países no responde a la definición de conflicto armado, las consecuencias sobre la población sí que presentan un parecido razonable: desplazamiento interno forzado, cruce de fronteras para escapar de la violencia, impacto sobre la salud mental de la población y casos de violencia sexual". No hay una respuesta de los estados a esta cruda realidad. Un cálculo conservador a partir de la información recogida por MSF sobre el impacto de la violencia en la decisión de migrar muestra que decenas de miles de personas podrían reunir las condiciones para solicitar el estatus de refugiado cada año en México o EEUU. A pesar de ello, en 2013 tan solo se presentaron 1.296 solicitudes en México, de las cuales 270 fueron aceptadas por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). De hecho, en los doce años de existencia de la Comar, solo se han reconocido como refugiados a 1.756 personas, pese a que centenares de miles han entrado en México huyendo de la violencia que devora Centroamérica.
Un significativo porcentaje de los migrantes que cruzan México desconoce la legislación y sus derechos. Para los que sufren violencia en tránsito, las leyes mexicanas prevén un instrumento que apenas se está usando. Es la visa humanitaria, un documento que permite a los migrantes permanecer en territorio mexicano sin miedo a ser arrestados. El problema es que el proceso obliga a los migrantes a denunciar a los asaltantes y a quedarse en un lugar fijo, cuando su prioridad es seguir hacia el norte. Otro ejemplo de la desprotección que sufre esta población.
Falta de información, miedo a ser regresados, solicitudes atascadas en la maquinaria burocrática… El limbo legal es la situación más frecuente entre los migrantes que quieren llegar a EEUU. El mensaje del sistema es claro: mejor entrar por la puerta de atrás. Como países receptores, México y sobre todo Estados Unidos deben despertar a una nueva realidad: la violación de los derechos humanos en Centroamérica es desmesurada y afecta a amplios estratos de la población. El concepto de refugiado sigue remitiendo de una u otra forma a la guerra, y esa es una palabra con una significativa carga política que muchos estados no quieren ver ni en pintura. Al centroamericano que abandona su país amenazado por las maras no le importa cómo se defina la situación de su país, pero su historia no es tan diferente de la del sirio que huye de la violencia ejercida por el ejército o grupos de la oposición armada. "En Honduras ni siquiera perdonan a una señora que venda cinco libras de maíz en tortillas. Le pasan el impuesto de guerra", dice Juan Ramón.
Ciudad Hidalgo es la primera ciudad a la que llegan los migrantes que entran en México desde Guatemala. El tren no sale desde aquí, así que deben caminar durante horas.
Los migrantes llevan todas sus pertenencias en mochilas livianas. Es imposible hacer el viaje cargando mucho peso.
El tren de mercancías al que los migrantes se suben para viajar a través de México es conocido como La Bestia. Arriaga es uno de los primeros puntos en la ruta del Pacífico.
A veces los migrantes tienen que esperar durante horas o días debido al retraso de los trenes de mercancías.
Varias veces a la semana, un tren llega a la ciudad de Ixtepec con centenares de migrantes, que se quedan varias horas o días y luego prosiguen su periplo.
Familias, mujeres y niños sin acompañamiento viajan a lomos de La Bestia e intentan llegar a Estados Unidos. Son los más vulnerables.
Un grupo de migrantes en el albergue de Ixtepec (sur de México) viendo un partido del Mundial: Francia-Honduras. Aquí descansan hasta que parta el próximo tren hacia el norte.
Los migrantes no tienen mucho tiempo para el esparcimiento a lo largo de la ruta. En este albergue de Ixtepec aprovechan para jugar a fútbol.
El viaje es extenuante y peligroso. Casi un 60% de los migrantes tratados por MSF en México han sufrido episodios de violencia a lo largo de la ruta.
Mario René Murillo, hondureño de 29 años, y Fredid Salinas, de 25 Estos dos jóvenes acaban de entrar en México tras cruzar el río Suchiate. Están en Tapachula, en la frontera con Guatemala, y quieren llegar a EEUU. No es la primera vez que lo intentan: semanas atrás ya fueron deportados por las autoridades mexicanas en esta misma zona.
Yenny Guardado, salvadoreña de 26 años "No vale la pena dejar tus hijos solos por perseguir un sueño". Yenny partió rumbo a EEUU junto a su pareja. Sus dos hijas se quedaron en El Salvador. Tras su primer trayecto en tren, pidió a las autoridades mexicanas que la devolvieran a su país. No puede seguir.
Gustavo Adolfo Godoy, guatemalteco de 25 años Ya sabe lo que son las cárceles de EEUU. Estuvo detenido en Arizona tras haber intentado cruzar la frontera varias veces de forma irregular. Ahora tiene el objetivo de llegar a Canadá. En el albergue de Ixtepec, Gustavo cose flores de tela y las vende para ganarse la vida.
Byron Solares, guatemalteco de 34 años Vivió tres años en EEUU pero tuvo que volver a Guatemala por asuntos familiares. Cuando quiso volver a cruzar México, sufrió un accidente. Iba montado en La Bestia y huía de unos hombres que querían asaltarlo. Cayó y perdió una pierna.
Fuente: http://exodus.msf.org/es/mexico.html Red En defensa de la humanidad Cuba www.especieenpeligro.org