El rey y los reyes en la mojiganga dramática

El rey y los reyes en la mojiganga dramática Catalina Buezo S.I.T.B.E. La fiesta de las Saturnales romanas (Satumalia), adscrita al ciclo de los carn

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El rey y los reyes en la mojiganga dramática Catalina Buezo S.I.T.B.E.

La fiesta de las Saturnales romanas (Satumalia), adscrita al ciclo de los carnavales de invierno, caía el 17 de diciembre, aunque los regocijos comprendían desde esa fecha hasta el día 23'. En las leyendas a Saturno se le relacionaba con Jano, y era el dios de las sementeras. Su reinado se recordaba como la edad de oro en la que todos los hombres eran iguales y vivían con poco esfuerzo y gran bienestar. Por ello en esos días se borraban las distinciones entre hombres libres y siervos y se dejaba en libertad a los exclavos, quienes podían criticar a sus amos, subvirtiéndose el orden social imperante. No se conservan textos republicanos, por lo que debió aparecer durante el Imperio la costumbre de elegir un rey burlesco por sorteo entre los jóvenes, el cual mandaba en los bailes y en los banquetes de esa semana. También se nombraban cónsules, pretores o tribunos, y otras costumbres de esta época eran los parlamentos y discursos burlescos, así como el ofrecerse mutuamente regalos, a veces fingidos, de orden cómico. En relación con las Satumalia parecen estar algunas festividades cristianas donde se eligen alcaldes momentáneos: los obispillos de San Nicolás o Inocentes, el rey de la faba o de la haba, los reyes de Navidad, los reyes y alcaldes de Inocentes, y los reyes de porqueros y pastores. Es decir, cuando se cristianizan fiestas de la gentilidad como la de las Satumalia, los elementos del rito se mantienen, y nos encontramos con que la autoridad se da en Navidad, Reyes, San Antón, San Nicolás o Inocentes a los mozos del pueblo, que forman una comisión compuesta por un comisario y varios mayordomos. Esta comisión escoge a sus reyes, alcaldes u obispillos por un día, y a ellos, que presencian la comitiva burlesca de danzantes o mojiganga propiamente dicha, se dedican los festejos. Se inscribe la celebración en el marco temporal de una determinada festividad cristiana, cuyo culto sustituye al de Saturno. Sin embargo, los reyes de burlas no eran al parecer exclusivos de esas fechas. Así, actualmente, en las fiestas de Graus en honor de San Vicente Ferrer, celebradas regular1 Véase la descripción que de las Satumalia ofrece J. CARO BAROJA en El Carnaval (Análisis histórico-cultural) (Madrid: Taurus 1965, reimpr. 1981), 298-304. Cf. C. BUEZO, La mojiganga dramática. Historia y Teoría (Madrid: Universidad Complutense, 1990,1, tesis doctoral), 529-534.

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mente a mediados de septiembre, el pueblo recibe con las danzas que conforman la mojiganga a los reyes de la la misma, elegidos por la comisión durante un día2. Se dice que se los espera, pues están de paso por la villa, y el pueblo entero se reúne para darles la bienvenida. Las fiestas grausinas se documentan desde el siglo XV, teniéndose de primitivas danzas profanas de jóvenes al compás de tambor y alrededor de una hoguera que ardía en la playa Mayor, si bien las representaciones de la «mojiganga» no comienzan propiamente hasta el siglo XVII. En la recepción de 1901, en el mensaje de la comisión, se recogen las palabras pronunciadas el año anterior por los Reyes en la «Alocución» al pueblo: «Nosotros no somos reyes más que esta noche, y de la Mojiganga»', idea que reitera un rotativo en 1983 {Heraldo de Aragón, 25. 9. 83). De la noticia se desprende que, como en la Saturnalia, los grausinos durante un día se quejan y burlan de los poderes establecidos. A partir del siglo XIX se generaliza el juicio bufo en la plaza Mayor presidido por los reyes de la mojiganga, quienes atienden a los ruegos y ridiculas quejas de sus paisanos. En la mojiganga pública del siglo XVII se aprecian ios mismos interrogantes: unas autoridades, en este caso oficiales y graves -no ya una comisión de mozos— dedican la fiesta a los Reyes de la Casa de Austria, y éstos presencian la comitiva burlesca de danzantes o mojiganga. Se dice que son fiestas con que Valladolid o Madrid, por ejemplo, conmemora el paso hacia la llegada a la Corte de los Reyes4. Paralelamente, en la mojiganga dramática prototípica del siglo XVII, es elegido por un día, suponemos que por una comisión de festejos burlesca, un «alcalde nuevo» o de mojiganga, quien también resulta ser el presidente de la danza, como se desprende de algunos textos5. Este alcalde organiza la fiesta para los Reyes de la Casa de Austria, para celebrar el parto de la Reina, el nacimiento de un príncipe o sus bodas, llevando a palacio a los danzantes que conforman la mojiganga. Asimismo la organiza para el Corpus, que contaba con varias funciones, una ante los Reyes. El marco temporal en estos dos casos es una festividad regia (paso por o hacia la Corte, parto de la Reina, nacimientos o nupcias reales) o religiosa (Navidad, Corpus). J. M. Diez Borque señala que hay mojigangas dramáticas que acaban en palacio, relacionándolas con las callejeras que concluían de igual

2 Acerca de las fiestas de Graus, véanse los programas de festejos de esta localidad, de carácter anual, además de publicaciones específicas de esas fechas: El Mojiganga. Guía de la mojiganga (Graus: Gráf Lacoma-Barbastro, 1981), y Mojiganga y Romance de la mojiganga (Gratis: Graf. Lacoma-Barbastro, 1981). Cf. C. BUHZO, Ibid., I, 194-206. " 3 La última mojiganga del siglo XIX y la primera del siglo XX. Años ¡900 y 1901, en Graus (Graus: Lacambra, 1974). 4 Ejemplos de este tipo son la Relación de las fiestas que se han hecho a su Magestad que Dios guarde en esta ciudad de Valladolid (1660) o la Relación y romance en que se refiere el Aparato, que la Excelsa, y Coronada Villa de Madrid, dispuso para la Real Entrada de Nuestro Católico Monarca Don Felipe Quinto (que Dios guarde) desde el Real Retiro al Real Palacio, el día 14 de Abril de 1701. ¡untamente con la Mogiganga que salió essotro día. Cf. C. BUKZO, La mojiganga dramática..., op. cit., I, 233, n. I 19 y 227, n. 37, respectivamente. Véanse además otras notas al capítulo II. 5 El personaje se hallaba tipificado «alcalde de mojiganga», y los textos dan cuenta de sti condición de necio y del carácter temporal de su mandato («tonto consumado», «alcaide de palo», «simple» y «tilde de alcalde», Las bodas de Proserpina; «alcalde extraordinario», La sortija). Se viste de «mojarra» o «moharracho» en La burla de los títeres, de Francisco de Castro, y gobierna la danza en Los titanes, del mismo autor. Cf. ¡d., ibid., I, 27-28 y 542-543.

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suerte6. En nuestra opinión, este final para palacio o en el palacio puede explicarse porque tanto la autoridad burlesca del alcalde de la mojiganga dramática como los Reyes a quienes esta figura dedica la mojiganga callejera incardinada en dicha pieza teatral desepeñan una función estructural en el género7. Las mojigangas parateatrales y las teatrales comparten, pues, un mismo esquema: una autoridad (burlesca o no) recibe a un rey (motivo civil) y/o alegra las fiestas de un santo (motivo religioso) con una comitiva ridicula de danzantes y de danzas conocida como mojiganga8. En el segundo caso, los movimientos de los danzantes pueden cobrar una interpretación religiosa, formando figuras simbólicas como «la Eme», que alude al nombre de María. Así sucede con la mojiganga de Titaguas, donde el componente burlesco prácticamente ha desaparecido9. El rey del Carnaval, en el cual imperan las leyes del mundo al revés, es un bufón10 -o una pareja de bufones o reyes por un día- que preside un tribunal burlesco, como de forma debilitada se aprecia en las fiestas de Graus. En la mojiganga dramática, estilización de los festejos de Carnaval, entendido éste en sentido amplio, perviven los ecos de tribunales bufos y reyes de burlas (vgr. El alcalde de Mairena, de Fernando de Zarate; El Cid, de Simón de Samatheo, respectivamente). En la mojiganga teatral El Cid ", el rey Alfonso VI ha sido sustituido por el Rey Palomo, a quien antes se identifica con el rey que rabió. Se trata de un rey burlesco, presente en proverbios y en frases hechas, que sale a escena de la siguiente manera:

Rey.

Criados. Canta Rey. Primero. Rey.

6

Sale el rey. ¡Hola! ¿No hay ningún criado que contra derecho y ley el paño levante a un rey para salir al tablado? ¡Soldados! ¡ Ah de mi guarda! ¿Quién llama con tal rumor? Salí al tablado, Señor, que vuestro rey os aguarda. Ya estamos en tu presencia, los pies, gran señor, nos da. Mentecato, haceos allá, que perderé la paciencia. Decid: ¿sabéis quién soy yo? ¿No me respondéis, salvaje?

J. M. DÍEZ BORQUE, Sociedad y teatro en la España de Lope de Vega (Barcelona: Bosch, 1978),

282. 7

C. BUEZO, La mojiganga dramática..., op. cit., I, 531. Ibid, 1,531 y II, 711-713. 9 Ibid, 212. 10 Ibid., 531-532. Cf. M. BATJÍN, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de Frangois Rabelais (Barcelona: Barral, 1971; reimpr. Madrid: Alianza, 1987), 179. 1 ' J. HUERTA CALVO (ed.), Teatro breve de los siglos XVIy XVII (Madrid: Taurus, 1983), 348. 8

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Primero. Rey. Primero. Rey. Canta

No, pero según el traje seréis el Rey que rabió. Yo sor rey de tomo y lomo. No os conocemos, señor. Pues yo os lo diré mejor: Yo me soy el Rey Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como.

Ahora bien, salvo en algunos casos semejantes al anterior, el rey de la mojiganga dramática es el alcalde mojiganguero, subtipo del loco o bufón que viste un traje arlequinado y, danzando y empuñando una vara, trasunto de las vejigas de vaca hinchadas, guía la danza a palacio como lo haría un botarga de Carnaval. Es el máximo representante del tiempo de fiesta, un personaje vital ligado a la Naturaleza -de ahí que se le presente como analfabeto y rústico-, una autoridad burlesca, «nueva» (se puede entender las mojigangas como parodias de las procesiones serias, al estar organizadas por un loco o bufón), cuyo mandato se circunscribe a ciertas festividades cíclicas (Natividad, Carnaval, Corpus). La posible ambigüedad entre los reyes burlescos de la fiesta pública, que ya encontramos en las Saturnales romanas, y los monarcas de la Casa de Austria a quienes se dedica la mojiganga, lo que llevaría a la presentación de los Reyes como bufones, presumiblemente explica que esa doble autoridad burlesca se resemantice en el siglo XVII, y que sobre el alcalde de burlas, que ya existía en la mojiganga pública, descansó tanto en la calle como en el tablado toda la carga cómica12. Los únicos reyes que salen en escena son los folklóricos, como el Rey que rabió o el Rey Palomo, que no ponen en peligro la institución monárquica. Ahora bien, la mencionada ambigüedad reaparece en la mojiganga de Graus de 1986, a pesar de que en las mojigangas de principios de siglo de esta localidad se afirma que los reyes de la misma no tienen paralelo con los de ninguna nación. Una referencia a un programa de la B.B.C. sobre la monarquía española («Dar que hablar a la prensa del corazón, alguna filmación sobre la institución... ¡Con lo maja que quedó la de la B.B.C.!») dio pie en la edición de la mojiganga de 1986 a la identificación momentánea de los reyes de la mojiganga con D. Juan Carlos I y Dña. Sofía13. Con todo, se trata de un comentario gracioso, no de una falta de respeto, pues la comicidad hay que buscarla más en los que presentan sus quejas a los reyes o son juzgados por ellos, que en los reyes mismos, aunque reciban éstos nombres burlescos («Trípalux de la Santísima Cruz», el «Ben Penshaú» y «Anacrónica de Bonsón Bonsón»). Recapitulando, hemos dicho que en la mojiganga dramática el alcalde mojiganguero es la única autoridad burlesca, siendo su cometido muchas veces llevar las figuras que 12

C. BUEZO, La mojiganga dramática..., op. cit., I, 539-540. Veamos algunos casos de alcaldes de burlas en la mojiganga callejera. Aparecen «dos alcaldes con sus varas, pero tan raras figuras que podían esconderse con ellos los Juan Ranas y Mojarrillas», en la mojiganga a caballo organizada por los pelaires el sábado 20 de mayo de 1690 en Zaragoza, para celebrar la llegada de Mariana de Noeburgo a España y sus bodas con Carlos II. En la mojiganga que se hizo en Madrid el 29 de mayo de 1693, con motivo de la recobrada salud de Carlos II, tanto el gremio de los plateros como el de los cereros sacaron dos alcaldes de aldea con sus varas, y se mencionan alcaldes bobos en la mojiganga del 14 de febrero de 1707 con que Burgos daba gracias por el embarazo de la reina María Luisa, mujer de Felipe V. Cf., id., ibid.. I, 126-131. 13

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componen la mojiganga a la Corte de los Austrias. Se cita normalmente al final de esta piececilla dramática a Carlos II, a sus esposas o a Mariana, la reina madre, ya que los años de apogeo y de decadencia del género coinciden con la trayectoria vital del último Austria14. Si no hay nada de risible ni de subversivo en ello, se debe al hecho de que en la fiesta pública del siglo XVII, desde un principio, la mojiganga se presenta como un festejo con que se intenta divertir a los monarcas sin menoscabo de sus personas. Los reyes de burlas, con excepción de los del folklore, son eliminados sistemáticamente en los desñles callejeros, perviviendo quizá en algunos festejos locales, similares al aludido de Graus. Así, los motes alusivos a la familia real en las mojigangas públicas son de tipo elogioso y están exentos de sátira, respondiendo por lo general a temas fijos: la belleza de la nueva reina, el deseo del pueblo de que el rey Carlos II tenga descendencia, o su satisfacción ante la mejoría de su Majestad tras una larga enfermedad15. Ahora bien, el género de la mojiganga, debido a su sustrato carnavalesco, era el más apropiado para ridiculizar costumbres y hacer burlas de las autoridades, a pesar de la presión que sobre él ejercían los censores. Por ello, no descartamos la hipótesis de una doble lectura por parte de un sector minoritario del público, para quienes resultaría risible y grotesco ver presidir al rey Carlos II, disminuido física y psíquicamente, una mojiganga.

14 15

Ibid, I, 203-205. Ibid, I, 270.

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