EL SUFRAGISMO. Las pioneras. La lucha por el sufragio femenino se inicia con la Revolución Francesa

EL SUFRAGISMO El derecho al voto fue una de las principales reivindicaciones del movimiento feminista nacido a finales del siglo XVIII. Su triunfo sup

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EL SUFRAGISMO El derecho al voto fue una de las principales reivindicaciones del movimiento feminista nacido a finales del siglo XVIII. Su triunfo supuso una lucha con altibajos de varias décadas POR BERNARDO MENDOZA

Las pioneras Éstas son algunas de las mujeres que se atrevieron a desafiar ¡a hegemonía masculina tanto en el ámbito laboral como en el político, pese a los prejuicios sobre su inferioridad.

Epson, Inglaterra, 1913. Durante una carrera de caballos a las que tan aficionada es la aristocracia británica, una mujer se coloca en medio del circuito. Muere arrollada ante el horror de los espectadores. Se llamaba Emily Davidson y pertenecía al ala más radical del movimiento sufragista. En su lucha por el voto femenino había sido encarcelada en diversas ocasiones por participar en actos violentos, como romper las ventanas del Parlamento o incendiar buzones de correos. Consciente de que con estas acciones no conseguía resultados tangibles, tomó la decisión del suicidio. Sin llegar a este extremo, la lucha por los derechos políticos de la mujer arrastraba más de un siglo de antigüedad. Se había iniciado en Francia, durante la revolución de 1789. Sus protagonistas denunciaron que la libertad, la igualdad y la fraternidad sólo se referían a los hombres. Una de las voces de protesta más enérgicas fue la de Olimpia de Gouges, autora de la

Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana (1791). En este documento reclamaba para las mujeres los mismos derechos políticos que disfrutaba el hombre, el voto entre ellos.

La lucha por el sufragio femenino se inicia con la Revolución Francesa Si ellas podían subir al cadalso, también debían poder ocupar cargos públicos. No tuvo éxito. De Gouges, en plena vorágine del Terror revolucionario, murió ajusticiada en la guillotina. Pocos años después, Napoleón, en su Código legislativo, sometía a la mujer a una estricta autoridad masculina. La lucha feminista no había hecho más que empezar. Las clases trabajadoras reclamaban derechos políticos excluidos en el nuevo orden burgués, que había sustituido a las monarquías absolutas. No

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aceptaban que el voto sólo quedara en manos de los que alcanzaban cierto nivel de riqueza. Sin embargo, el incipiente movimiento obrero tampoco tenía en cuent aal asmuj er es.Est asconst i t uí an“ el pr ol et ar i adodel pr ol et ar i ado” .

reivindicación tomó forma a través de la Asociación Nacional proSufragio de la Mujer, fundada por las estadounidenses Elisabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony.

Roles predefinidos A mediados del siglo XIX, la mayoría de los hombres no asimilaba la idea de una participación femenina en los asuntos públicos Creían que el lugar de la mujer estaba en casa, al cuidado de los hijos La política, en cambio, debía ser un espacio reservado al varón, el único capaz de gobernar un estado. Los defensores de esta mentalidad consideraban que el sufragismo invertía las relaciones de género establecidas por Dios. Si triunfaba, las mujeres se masculinizarían. En el caso británico, estas ideas entraban en flagrante contradicción con la existencia de una reina, Victoria I, cabeza del más poderoso imperio colonial del siglo XIX.

Motivos políticos Derecha e izquierda coincidían, por diferentes motivos, en oponerse al acceso de la mujer a las urnas. Para la primera, bastaba con que votara el hombre en representación del núcleo familiar La segunda temía que las mujeres, en unos comicios, se inclinaran a favor de las opciones conservadoras por estar manipuladas por el clero.

A base de tópicos

La oposición Las reivindicaciones del movimiento sufragista encontraron una feroz resistencia en los sectores más tradicionales de la sociedad

Según los tópicos difundidos por los antifeministas, las sufragistas eran en su mayoría solteronas y poco agraciadas. En realidad, la mayoría estaban casadas.

La enemiga en casa Por paradójico que parezca, en ocasiones fueron las propias mujeres las que se opusieron enérgicamente al sufragio femenino. Entre ellas, la novelista británica Mary Ward, presidenta de la Liga Nacional de Mujeres anti-Sufragio.

La fuerza de la unión — La aparición del feminismo como movimiento colectivo arranca con un congreso celebrado en Seneca FalIs, estado de Nueva York, en 1848. Sus artífices, militantes antiesclavistas, decidieron organizar aquel acto para tratar la problemática femenina después de que se les hubiese impedido participar en el Congreso Mundial contra la Esclavitud celebrado en Londres. La negativa se basaba en la supuesta debilidad física, que incapaditaba a la mujer “ par al asr euni onespúbl i cas” . La denominada Declaración de Seneca Falls no sólo criticaba las discriminaciones sexistas y reclamaba la igualdad de género, sino que también defendía el accesodel amuj eral“ sagr adoder echoa v ot ar ” . Años después esta última

Cuestión de prioridad — Desde mediados del siglo XIX, el derecho al voto constituyó la reivindicación central del movimiento feminista. Por ello, la historiografía utilizó los términos feminismo y sufragismo como intercambiables. En realidad, los estudios de las últimas décadas han mostrado que esta equivalencia no siempre resulta acertada. Para algunas feministas, como la escritora española Concepción Arenal, el voto no constituía una prioridad. Sí, en cambio, el acceso de la mujer a la educación.

Se ridiculizaba a las sufragistas por doquier con caricaturas de solteronas

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¿Y España? En nuestro país el movimiento sufragista tuvo un origen tardío respecto al europeo. Alcanzó su cenit durante los años treinta del siglo pasado, en el transcurso de la Segunda República.

1 Lucha en solitario A principios del siglo xx, el Parlamento español desestimó la propuesta de varios grupos minoritarios, entre ellos los republicanos, de aprobar el sufragio femenino. En general, el movimiento feminista no era capaz de hacer escuchar sus demandas. Por su parte, las posiciones conservadoras, vinculadas a la Iglesia, def endí an un f emi ni s mo “ net ament e cat ól i co”y aceptaban el sufragio. La derecha no temía el comportamiento electoral de las españolas, ya que éstas, en su mayoría, eran cristianas.

2Reconocimiento de la igualdad La igualdad legal entre ambos sexos no llegó hasta 1931, con el establecimiento de la Segunda República. En las Cortes, las dos únicas diputadas discrepaban en la cuestión del voto femenino. Clara Campoamor, del Partido Radical, lo defendió. Victoria Kent, de Izquierda Republicana, era partidaria de conceder a la mujer derechos políticos, pero creía que el país no estaba preparado para ello. Había que esperar a que las mujeres no se dejasen manipular por fuerzas conservadoras como el clero.

3Ejercicio del

voto femenino

Las españolas ejercieron el voto por vez primera en las elecciones legislativas de 1933. Venció la derecha, lo que dio pie a pensar que un factor decisivo del triunfo residió en el apoyo femenino. En realidad, esta teoría carece de fundamento. Lo ha demostrado la historiadora Mercedes Vilanova. Ellas, como los hombres, votaron en función de variables diversas, como la clase social, no de su sexo.

El sufragismo alcanzó especial importancia en países de tradición protestante, como Inglaterra y Estados Unidos, debido, entre otras razones, al mayor grado de alfabetización femenina. La religión había favorecido la educación de las mujeres para que fueran capaces de leer por sí mismas los textos bíblicos. En esta época, el movimiento feminista estaba dirigido por mujeres pertenecientes a las clases acomodadas. En un principio, sus métodos respondieron a una estricta

legalidad: organizaban mítines o campañas propagandísticas. En palabras de una de sus líderes, la británica Millicent Garret Fawcet t ,i ban a enseñaralmundo “ cómo conseguir reformas sin violencia, sin matar gente y volar edificios o sin hacer las otras cosas estúpidas que los hombres han hecho cuando han querido alterar las l ey es” . Las feministas lograron coordinarse a nivel internacional a través del International Council of Women, organización creada en Washington en 1888. Pero sus resultados fueron escasos. A principios del siglo xx, las mujeres habían alcanzado el voto en contados países: Australia, Nueva Zelanda y algunas regiones de Estados Unidos, como Colorado o Wyoming. En cambio, se ridiculizaba a las sufragistas por doquier con caricaturas en las que se las representaba como solteronas o figuras masculinizadas que pretendían ocupar el papel de los hombres. Radicalismo — Ante la insistencia de las democracias liberales en continuar manteniendo a las mujeres alejadas de la política, surgió un ala del movimiento sufragista más radical, el de las denominadas suffragettes. Bajo el lema “ Acci ón,sí ;pal abr as,no! ” ,er anpar t i dar i as de métodos más contundentes, como interrumpir mítines o incendiar comercios. Muchas de las responsables de estas acciones acabaron en la cárcel, donde prosiguieron su lucha. Se consideraban presas políticas, por lo que protestaron a través de huelgas de hambre. Cada vez que iniciaban una, el gobierno las liberaba de forma provisional. Tras recuperarse, eran de nuevo encarceladas. Durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres abandonaron el ámbito doméstico para incorporarse al mundo laboral y sostener el esfuerzo bélico. Se inició así un proceso de cambio social que afectó, sobre todo, a las clases media y alta (las obreras trabajaban fuera del hogar desde hacia tiempo). El conflicto supuso una pausa en la lucha feminista. Las sufragistas inglesas, tanto feministas como radicales, dejaron aparcada su particular contienda por la igualdad para volcarse en apoyar los objetivos bélicos de su país.

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El triunfo — Llegada la paz en 1918, diversos países, entre ellos Estados Unidos y Gran Bretaña, establecieron el sufragio femenino. Los motivos, sin embargo, se prestan a discusión. ¿Fue un reconocimiento a la contribución de la mujer en el esfuerzo de guerra? ¿O el resultado de décadas de lucha feminista? En todo caso, parece claro que en algunos países las mujeres accedieron al voto gracias a movimientos revolucionarios, como el de Rusia en 1917 o el de Alemania dos años después. En líneas generales, el movimiento sufragista había triunfado. Sin embargo, como ha señalado la historiadora Mary Nash,l a concesi ón delv ot o“ desar t i cul ó par t e del mov i mi ent o” . Par a al gunas mujeres, seguir con la lucha no tenía sentido porque ya habían alcanzado su meta: el sufragio. Otras, en cambio, continuaron con sus reivindicaciones, porque consideraban que todavía quedaba un largo camino por recorrer para alcanzar la igualdad con el hombre. El avance de las dictaduras fascistas en el Viejo Continente trajo consigo tiempos duros. Para gobernantes totalitarios como Hitler o Mussolini, el papel de la mujer se limitaba al cuidado del hogar y la familia. Durante la Segunda Guerra Mundial el esfuerzo femenino volvería a ser un recurso imprescindible para todos los países contendientes. H y V

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ELISABETH CADY SATANTON (1815-1902). Feminista norteamericana. Luchó contra la esclavitud desde el movimiento abolicionista, fue una de las organizadoras del Congreso de Seneca Falls y reivindicó la igualdad de la mujer en diferentes ámbitos. Escribió la Biblia de la mujer para despojar el cristianismo de interpretaciones sexistas

EMMELINE PANKHURST (1858-1928). Esta británica fundó la Unión Social y Política de la Mujeres y defendió métodos radicales en la lucha feminista, como incendiar comercios y agredir a políticos. “ No ser emosr esponsabl esde la propiedad que sacrifiquemos o del perjuicio que la propiedad suf r acomor esul t ado” ,af i r mó.

CLARA CAMPOAMOR (18881972) Abogada y feminista española. Defendió el voto femenino en las Cortes durante la Segunda República. Con posterioridad fue delegada del gobierno republicano ante la Sociedad de Naciones, antecedente de la actual ONU. tras la victoria del general Franco en la Guerra Civil se vio obligada a exiliarse

HISTORIA Y VIDA MARZO 2006

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