EL ÚNICO CAMINO por el presidente Marion G. Romney

Conferencia General Abril 1976 EL ÚNICO CAMINO por el presidente Marion G. Romney Al comenzar este discursó tengo en mente tres preguntas: ¿De dónde

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Conferencia General Abril 1976

EL ÚNICO CAMINO por el presidente Marion G. Romney

Al comenzar este discursó tengo en mente tres preguntas: ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Adónde vamos cuando dejamos esta vida de probación? Todo ser humano debería conocer las respuestas reveladas a estas preguntas, y dejarse guiar por ellas. Hace algunos meses, me senté en un avión al lado de un hombre que vivía en el este. Después de un agradable intercambio de palabras, él, contestando a una pregunta que le hice, me contó acerca de sus ocupaciones y me preguntó a su vez en qué me ocupaba yo. Esto llevó la conversación al tema de la religión. El no era religioso, a pesar de que su madre era cristiana; tampoco tenía un concepto de Dios, ni idea de que hubiese tenido una existencia pre-terrenal o de si viviría después de la muerte. Con respecto al propósito de la vida me dijo que no tenía ninguno, con excepción de trabajar bastante como para obtener un "nivel de vida razonable". Después de discutir unas pocas verdades fundamentales del evangelio, me dijo: "por supuesto que tales conceptos le darían a uno un motivo para vivir". Pocas semanas más tarde le mandé una carta conjuntamente con alguna literatura informativa de la Iglesia. En su respuesta, escribió: "Todavía recuerdo la agradable conversación que tuve con usted en el avión. . . He estado trabajando mucho . . . sin propósito . . . Además, usted me hizo abrir los ojos a lo que es el verdadero propósito del trabajo de cada día y de la vida en sí misma . . . Hasta el momento, no he podido dejar de beber y fumar —en el avión llevaba una botella de licor así que yo le había hablado de la Palabra de Sabiduría— pero nunca olvidaré de dónde vinimos, porqué estamos aquí, y adónde vamos después que dejemos esta vida de probación": Con respecto a quiénes somos, yo le había explicado, por supuesto, tal como Pablo dijo a los atenienses en el Areópago, que somos la progenie de Dios. Esta declaración requiere cierta explicación porque, tal como él lo señaló, nuestros cuerpos físicos son la progenie de nuestros padres mortales. Le hice leer en las revelaciones del Señor la declaración de que "el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre" (D. y C. 88: 15), e hice énfasis en el hecho de que el espíritu del hombre es la progenie de Dios. Esto dio la oportunidad de explicarle que Dios en sí es un alma compuesta de un cuerpo de carne y huesos tan tangible como el del hombre, y un espíritu; que El es un ser resucitado, glorificado, exaltado,

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omnipotente, omnisciente y -en espíritu, poder e influencia-, una persona omnipresente, el gobernador de los cielos, la tierra y todas las cosas; que los espíritus de todos los hombres son literalmente sus "amados hijos e hijas". (D. y C. 76:24.) Seguramente, estaría recordando este concepto cuando escribió: "Nunca olvidaré de dónde vine". Con respecto a porqué estamos aquí en la tierra, le había recordado el claro y evidente hecho de que, como progenie de Dios, heredamos la capacidad de alcanzar en total madurez, el estado de nuestros padres celestiales, en la misma forma que heredamos de nuestros padres terrenales la capacidad de alcanzar el grado mortal de ellos; y que, como Dios tiene un cuerpo de carne y huesos, era necesario y perfectamente natural que nosotros, su progenie espiritual, obtuviéramos cuerpos iguales a fin de llegar a ser como El; que el venir a la tierra fue el medio que se nos dio para que los obtuviéramos. Más adelante le expliqué que si en esta probación mortal caminamos por la fe, ello nos da la oportunidad de probar que somos dignos de seguir hacia la perfección y exaltación, a semejanza de nuestro Padre Celestial. Le expliqué que Abraham escribió concerniente a su visión sobre el concilio de los cielos donde se presentó el plan del evangelio y se proyectó la creación de esta tierra. También examinamos la declaración de Abraham que dice: "Y el Señor me había mostrado a mí, Abrahán, las inteligencias que fueron organizadas antes que el mundo fuese. . . "Y estaba entre ellos [aquellos que eran espíritus] uno que era semejante a Dios, [o sea, Jesucristo] y dijo a los que se hallaban con él: Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos estos materiales, y haremos una tierra en donde éstos puedan morar. Y así los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare. Y a los que guardaren su primer estado les será añadido; y aquellos que no guardaren su primer estado no recibirán gloria en el mismo reino con los que lo hayan guardado; y quienes guarden su segundo estado, recibirán aumento de gloria sobre sus cabezas para siempre jamás." (Abr. 3:22-26.) Por supuesto que todos sabemos que el programa así anunciado fue puesto en práctica. Los espíritus que guardaron su primer estado -el estado espiritual, tal como se les había prometido recibieron más al obtener cuerpos mortales naciendo en esta tierra como seres humanos. La promesa es que si cumplen con éste, su segundo estado (el mortal), "recibirán aumento de gloria sobre sus cabezas para siempre jamás". Así, fue bien claro para él, como lo es para todos nosotros, que vinimos a esta tierra con dos propósitos: uno, el de obtener un cuerpo físico de carne y huesos, a

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semejanza del de nuestro Padre Celestial; y dos, para ser probados, para ver si haremos todas las cosas que el Señor nuestro Dios nos mandare. Esto es lo que mi amigo estaba pensando cuando dijo: "Nunca olvidaré . . . por qué estamos aquí . . .” Nuestra probación aquí en la tierra terminará, por supuesto, con la muerte, siendo ésta la disolución del alma, o sea la separación del espíritu y el cuerpo. Como resultado de la victoria de Cristo sobre la muerte, todos nosotros resucitaremos, lo que es la redención del alma. El tipo de cuerpo que recibamos en la resurrección y adónde vayamos, depende de nosotros. Tal como Pablo escribió a los Corintios concerniente a la resurrección: "Hay . . . cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas: pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos . . . " ( 1 Cor. 15:40-42.) Si guardamos los mandamientos de Dios aquí, regresaremos a su presencia y moraremos con El en vida y gloria eternas. Si no los guardamos, moraremos en un lugar no tan placentero. Depende de nosotros. “ . . . de acuerdo con el albedrío moral" que Dios nos ha dado, somos libres de actuar a nuestra elección y cada persona responderá "por sus propios pecados en el día del juicio". (D. y C. 101:78.) Un antiguo profeta americano se refirió a esta verdad con las siguientes palabras: “ . . . los hombres son libres . . . y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias . . . pueden escoger la libertad y la vida eterna . . . o escoger la cautividad y la muerte según la cautividad y el poder del diablo, porque éste quiere que todos los hombres sean miserables como él." (2 Nefi 2:27.) Otro antiguo profeta americano describió en esta manera la forma en que estaremos entre la muerte y la resurrección: “ . . . he aquí, un ángel me ha hecho saber que los espíritus de todos los hombres, luego que se separan de este cuerpo mortal, sí, los espíritus de todos los hombres, sean buenos o malos, son llevados ante aquel Dios que les dio la existencia. Y sucederá que los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena. Y entonces acontecerá que los espíritus de los malvados, sí, los que son malos pues he aquí, no tienen porción del Espíritu del Señor porque escogieron las malas

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obras más bien que las buenas; por lo que el espíritu del diablo entró en ellos y se posesionó de su casa -éstos serán echados a las tinieblas de afuera; allí habrá llantos, lamentos y el crujir de dientes; y esto a causa de su propia iniquidad, pues fueron llevados cautivos por la voluntad del diablo. Así que éste es el estado de terrible y espantosa espera de que la ardiente indignación de la ira de Dios caiga sobre ellos; y así permanecen en este estado, como los justos en el paraíso, hasta el tiempo de su resurrección." (Alma 40: 1 I-14.) En el Jardín de Edén, Dios dotó a Adán y a toda su posteridad con ese libre albedrío, del cual habían disfrutado en el mundo espiritual. Más adelante, El dijo: " . . . Yo, Dios el Señor, les concedí a Adán y a su simiente que no muriesen en cuanto a la muerte temporal, hasta que yo, Dios el Señor, les enviara ángeles para declararles el arrepentimiento y la redención por la fe en el nombre de mi Unigénito Hijo" (D. y C. 29:42). Comenzando con Adán, y repitiéndolo en cada subsecuente dispensación del evangelio, el Señor ha revelado el evangelio de Jesucristo, el cual abarca los principios y ordenanzas que son el camino, el único camino, que conduce a la paz y a la felicidad de esta vida, y a la vida eterna y la exaltación en el mundo venidero. La última dispensación se abrió en la primavera de 1820 cuando Dios, nuestro Padre Eterno, con su Hijo resucitado, Jesucristo, nuestro Salvador, aparecieron en persona a José Smith, en la arboleda sagrada cerca de Palmyra, Nueva York. Durante los años siguientes, se revelaron todos los principios y ordenanzas del evangelio de Jesucristo necesarios para la salvación y exaltación del hombre, con el poder y la autoridad de enseñarlos y administrarlos. El 6 de abril de 1830, la verdadera Iglesia de Jesucristo, con su nombre, "La Iglesia de Jesucristo" con el sufijo "de los Santos de los Ultimos Días", para distinguirla de la Iglesia primitiva, fue reestablecida en la tierra con 6 miembros; actualmente tiene más de 3 millones. Hay alrededor de 23.000 misioneros llevando el mensaje de la restauración a las naciones de la tierra. Ahora, mis hermanos y amigos, yo sé, y os testifico que lo que acabo de decir es verdadero. Sé que somos almas humanas, compuestas de espíritus amados de Dios, puestos en cuerpos mortales de carne, sangre y huesos. Por supuesto, como cada uno de vosotros sabe, sé que moriremos; que nuestros cuerpos regresarán a la tierra de donde vinieron; que nuestros espíritus regresarán al mundo espiritual; que por la victoria de Cristo sobre la tumba, todos resucitaremos y como almas inmortales nos presentaremos al juicio del gran Jehová y que allí se nos asignará el grado de gloria cuyas leyes hayamos obedecido aquí. en esta etapa mortal. Si tenemos siempre presente quiénes somos, porqué estamos aquí, y dónde iremos después de esta probación, y vivimos nuestra vida inspirados por ese conocimiento, tendremos paz en esta tierra y vida eterna en el mundo venidero.

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La forma de determinar la verdad o falsedad de estas enseñanzas divinas, es aplicar la prueba prescrita por Jesús, tal como lo describe Juan en el capítulo 7, versículos 14 a 17, que dice: "Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba. Y se maravillaron los judíos diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado? Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi "propia cuenta." No se justifica que ninguna persona rechace estas enseñanzas y mandamientos, los cuales han sido revelados por el Señor, con la excusa de que no sabe si son verdaderos, porque todo lo que el Señor hace o dice tiene en sí la evidencia de su propia autenticidad, y cada persona está divinamente dotada con el medio de descubrir tal evidencia. “. . . el Espíritu de Jesucristo", dice la revelación, "da luz a cada ser que viene al mundo; y el Espíritu ilumina a todo hombre por el mundo, si escucha la voz del Espíritu. Y todo aquel que escucha la voz del Espíritu, viene de Dios, aun el Padre." (D. y C. 84:45-47.) El profeta Lehi testificó algo similar cuando dijo a su hijo Jacob, "los hombres tienen el conocimiento suficiente para poder discernir el bien del mal" (2 Nefi 2:5). Y también lo hizo Mormón cuando enseñó a sus hermanos que -"a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda distinguir el bien del mal . . ." (Moroni 7:16). Que todos podamos saber por medio del Espíritu, de dónde venimos, porqué estamos aquí, y adónde vamos después de dejar esta probación, y que también vivamos de modo tal que recibamos "aumento de gloria" sobre nuestras cabezas "para siempre jamás". Lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.

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