El verso que pinta; el dibujo que inspira; meditaciones sobre las rimas LXXIII y LXXVI

El verso que pinta; el dibujo que inspira; meditaciones sobre las rimas LXXIII y LXXVI Eugene B. Hastings MOREHEAD STATE UNIVERSITY HACE UNOS AÑOS, EN

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El verso que pinta; el dibujo que inspira; meditaciones sobre las rimas LXXIII y LXXVI Eugene B. Hastings MOREHEAD STATE UNIVERSITY HACE UNOS AÑOS, EN un pequeño libro, me puse a examinar la posible relación entre los dibujos de un conocido manuscrito de la Rima LXXVI y cierto «lugar becqueriano.» 1 Empezó esta saga cuando, estando en Toledo en una tarde de otoño de 1974, entré en la capilla de San Pedro Mártir para sacar algunas fotos. 2 Hace tiempo que pienso que algunas de las ideas expresadas en mi publicación---que es de 1987-merecen, si no una completa revisión, seguramente algunas reflexiones adicionales. Nunca me atreví a afirmar que mis pesquisas en la capilla del conocido convento establecieran una relación incuestionable con la Rima. Pero sabía que, al referirse en la Historia de los templos de España a cierto sepulcro gótico del templo aludido, Bécquer había señalado algunos atributos semejantes a los de la «celestial mujer» a quien enaltece en la Rima LXXVI. La tumba de la capilla supuestamente pertenece a la «Malograda,» una mujer famosa por su belleza, quien por desgracia murió joven. 3 Al

1 Eugene B. Hastings, Anotaciones sobre la «Malograda», San Pedro Mártir y la interpretación de la Rima l.XXVI de Gustavo Adolfo Bécquer, Valencia: Albatros Hispanófila, 1987. Para escribir este libro utilicé una copia del célebre manuscrito que existe en el Museo de Artes Decorativas de Buenos Aires-intermediario en relación con las versiones finales-y fui inspirado en parte por Robert Pageard, quien sugería que el dibujo de la gótica tumba trazado en el reverso de la hoja era «suficientemente preciso» por si acaso algún «curioso» quisiera buscar su paradero (ver Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, p. 357). En estos momentos empezó, pues, la saga de los permisos y las visitas que me llevarían a Soria, a Vera de Moncayo, a Burgo de Osma, finalmente a Toledo, siempre en busca de un sepulcro. 2 Hice bien ya que, por ejemplo, ha desaparecido en la actualidad el altar churrigueresco, junto a las estatuas funerarias de Garcilaso de la Vega y su padre. En mi libro una foto mía de esta escena, incluso el mencionado altar, «reproduce,» por decirlo así, un dibujo que hizo Valeriano Bécquer con comentario de Gustavo que apareció en la Ilustración de Madrid en 1870 (ver Gustavo Adolfo Bécquer, Obras completas, Madrid: Aguilar, 1981, p. 1000) 3 Ver Ramón Sixto Parro, Toledo en la mano, Reimpresión de la ed. de 1857, Toledo: Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1978, tomo 11, p. 63. Don Ramón afirma lo siguiente: «el vulgo ha llamado siempre á este monumento el sepulcro de la Malograda, y ciertamente no carece por completo de razón esta tradicional calificación aplicada á la que allí yace, pues era una señora extraordinariamente hermosa, hija de padres distinguidos y es esposa de no menos encumbrado varon, y murió á la tierna edad de 21 años, en el primero de su matrimonio. Este sepulcro, pues, pertenece á Doña María de Orozco, madre de Doña Catalina

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mirar de cerca el sarcófago, me llamaron la atención ciertos detalles, entre ellos el hecho de que la escultura de un ángel de guardia por el costado de la tumba recordaba a los ángeles «con el dedo sobre el labio» que «imponían silencio» en la quinta estrofa de la Rima4 (lam. 1)5 • Sin embargo, es difícil que esta talla refleje más que un paralelismo «general» o motivo, ni mucho menos una prueba. 6 Pero hay otros detalles que igualmente ponen en entredicho una identificación exacta. Por ejemplo, no aparece en el túmulo de la capilla de San Pedro Mártir una característica fundamental del dibujo del manuscrito becqueriano. Me refiero a la «cobertura gótica» en forma de arco ogival que se sostiene por encima de la tumba (lám. 27). Es más: después de consultar la Historia de los templos de España, descubrí que, lejos de ser la capilla un «templo bizantino,» en consonancia con la primera estrofa de la Rima, la arquitectura del recinto resulta ser en realidad «greco romana.» 8). 9 Tampoco recordaba yo durante mi visita a aquel oscuro rincón nada que me sugiriese la existencia de los «pintados vidrios» mencionados en la misma estrofa. Sin embargo, en un artículo de 1870 sobre la capilla de San Pedro Mártir en la Ilustración de Madrid, Gustavo Adolfo comenta un dibujo de Valeriano de los enterramientos de Garcilaso de la Vega y su padre, apuntando los siguientes pormenores reveladores: «La luz que penetra por la cúpula del templo y se derrama, suave y templada, por su espacioso ámbito, llega allí cansada y confusa, y sus reflejos azules se mezclan con la claridad rosada de un transparente de color que ocupa el fondo del camarín de la virgen» 10 A pesar de nuestras reservas respecto a la verdadera ubicación de la tumba sugerida por los dibujos del manuscrito, es posible señalar ciertas coincidencias con la capilla de San Pedro Mártir. Por ejemplo, nuestra foto del sepulcro de la «Malograda» y el dibujo Figueroa y Orozco que fue muger del primer Marqués de Santillana D. Iñigo López de Mendoza, y la malograda Doña María casó en 1389 con Don Lorenzo Suarez de Figueroa 83.o Maestre de Santiago, que fué electo por muerte de D. García Fernandez 82. o Maestre de la órden, y como el mencionado hospital pertenecía á los caballeros de tan insigne milicia, el gefe de ella quiso que su esposa fuera sepultada en su iglesia, y la mandó labrar ese monumento en prueba de su cariño; aunque segun otros esta malograda era Doña Estefanía de Castro (que segun el maestro Flores tuvo una muerte muy desgraciada) hija del Maestre de Santiago D. Pero Fernandez de Castro y de su muger Doña Sancha, que fué amiga de Don Alonso VII el Emperador (sic). 4 Ver Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, Madrid: C. S. C. l., 1971, p. 352. En general, al escribir mi comentario, he seguido los textos de la Rimas comentados por este autor. La versión que el crítico francés usa como base de sus observaciones es la del Libro de los gorriones. 5 Fotografía personal de mi archivo. 6 El propio Bécquer no siempre observaba los detalles con precisión. Por ejemplo, al describir el número de almohadas en que descansaba la cabeza de la «malograda,» indicó en la Historia de los templos de España que había dos cuando en realidad hay tres (ver ed. de José R. Arboleda, Historia de los templos de España de Gustavo Adolfo Bécquer, Barcelona: Puvill, 1979, p. 346). 7 Gustavo Adolfo Bécquer: copia mía de una copia del manuscrito número 478 (lmr. 1459) de la Rima LXXVI, por gentileza del Museo de Arte Decorativo, Buenos Aires 8 Gustavo Bécquer [ed. Arboleda], Historia de los templos ... , p. 343. 9 Es posible que el vocablo «bizantino» significara «románico» para Bécquer. He visto un uso similar en la obra de Benito Vicetto. 10 Bécquer, Obras completas, p. 996; la cursiva es mía. Ver también nota 2.

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de Bécquer nos impresionan precisamente por reproducir, más o menos, el mismo perfil. Notamos en particular la forma del breviario que la estatua lleva en la mano (láms. 3 11 y 412).

Por añadidura, en el anverso del manuscrito, nos llaman la atención cuatro tentativas de dibujar el rostro de una mujer, aunque la cuarta imagen podría representar un rey con su corona, si no es una monja en hábito (lám. 5 13). Particularmente, despertó nuestro interés la primera imagen, e invitamos al oyente a considerar la viabilidad de que, por su forma ovalada o «elíptica,» y la manera de ilustrar los ojos imprecisamente como «líneas» o puntos, este dibujo se asemeje a la de la cabeza de la «Malograda» en la capilla de San Pedro Mártir (láms. 6 14 y 7 15 ). Igualmente, notamos en este rostro la impresión de desgaste por la acción del tiempo. En todo caso, desde esta óptica, nos parece difícil que Bécquer, gran admirador de la «belleza femenina,» aceptara tal semblante como ideal. Es más: preguntamos si después de esbozar en el manuscrito una imagen parecida a la de la «Malograda,» la rechazara. Recurrimos a la Historia de los templos, y descubrimos que el poeta había clasificado los escultores de esta misma estatua entre los que, según del canon del siglo XIII, son «incorrectos en el dibujo,» y aunque por la elegancia de sus «ornatos,» «recompensan con usura» ese defecto, sigue insistiendo en la «tosquedad y rudeza de los detalles» 16 Ciertamente, Gustavo Adolfo podría haber levantado la vista, y habría observado a escasos metros una gloriosa estatua funeraria del siglo XVII de doña El vira de Castañeda en compañía de la de su esposo, Pero López de Ayala, monumento también descrito por Gustavo Adolfo en el citado artículo de su Historia y calificado allí de «obra notable por todos los conceptos» 17 (lam. 8 18). Un hecho que apoya esta identificación es que Bécquer usa en su Rima un lenguaje muy parecido al que emplea en la descripción de esta misma escultura en la leyenda «El beso.» Los versos de la Rima LXXVI se refieren a «una mujer hermosa» que «reposaba/sobre la urna, del cincel prodigio.» 19 • Nótese, pues, que en «El beso» el soldado francés borracho, al mirar la estatua de doña El vira afirma haber visto «la imagen de una mujer tan bella, que jamás salió otra igual de manos de un escultor>> 2 Mencionamos de paso que la extraña luminosidad del rostro de la mujer en la cuarta estrofa de la Rima - ese «resplandor divino» «De la última sonrisa» que «en sueños veía el paraíso» 21 - nos recuerda que en los «ojos modestamente entornados» de la estatua del fragmento «La mujer de piedra,»parecía arder una luz. 22

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Fotografía de la tumba de la «Malograda» de mi archivo personal. Ampliación mía del dibujo de Bécquer en el manuscrito del Museo de Arte Decorativo. Ampliación mía del dibujo de Bécquer en el manuscrito del Museo de Arte Decorativo 14 Ampliación mía del dibujo de Bécquer en el manuscrito del Museo de Arte Decorativo 15 Fotografía ampliada de mi archivo: escultura del rostro de la «Malograda». 16 Bécquer, Historia ... , ed. Arboleda, p. 346. 17 Bécquer, Historia .. ., ed. Arboleda, p. 345. 18 Fotografía ampliada de mi archivo: escultura del rostro de doña Elvira de Castañeda. 19 Bécquer, Rimas ,ed. Pageard, 351 (la cursiva es mía) .. 20 Bécquer, Obras completas, p. 286 (la cursiva es mía). 21 Bécquer, Rimas ,ed. Pageard, p. 352 22 Bécquer, Obras completas, pp. 760-61 (la cursiva es mía). 11

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Pero sigamos con nuestras conjeturas sobre los dibujos de la «mujer gótica» del reverso del manuscrito de Buenos Aires. La imagen superior se traza en perfil derecho, pero, a nuestro modo de ver, no son suficientemente precisas sus líneas para definir las facciones (lám. 923 ). Sin embargo, otro dibujo en perfil izquierdo salva esta dificultad 24 (lám. 1025 ). Y precisamente, esta imagen confirma nuestra impresión de que el rostro del dibujo de Bécquer no corresponde al de la imagen de la estatua yacente de la «Malograda» en la capilla. En efecto, pensamos que la mujer esbelta con largos cabellos que creemos representada en esta ilustración pertenece a una pauta de hermosura más contemporánea, por más que Bécquer quisiese proyectar mentalmente la imagen de una mujer medieval. En todo caso, el poeta vivía en una época en la que estaban en boga los cabellos largos y el ideal de una heroína romántica, delicada y frágil. En otra ocasión Gustavo Adolfo había dibujado una figura femenina semejante, como ésta que desplegamos, suponiéndola típica de su siglo (lám. 11 26 ). Aquí nos atrevemos a ofrecer una hipótesis arriesgada, pero al menos interesante. Hemos observado dos fotos de la joven Julia Espín, musa de Bécquer. Conviene recordar al respecto que, según Rafael Montesinos, esta mujer acabó por reaccionar violentamente hacia el bohemio Gustavo Adolfo, quien durante cierta temporada de sus primeros años en Madrid, y en compañía de su hermano, había frecuentado ciertas tertulias de la familia de Julia. 27 • Hemos ampliado una foto de esta hermosa mujer cuando tendría acaso diecinueve años-imagen en sí enigmática que nos provocó escalofríos al verla emerger en la cubeta-retrato, de todas formas, que nos recuerda a la mujer decimonónica de largos cabellos. En otra foto observamos la nariz vagamente aguileña de Julia a los treinta y un años. 28 (láms. 1229 y 13 30) El oyente puede decidir si estos aspectos aparecen en la imagen ampliada del dibujo del manuscrito en perfil

23 Ampliación mía del manuscrito becqueriano del Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires. Es el primer dibujo, en perfil derecho--algo impreciso--de la estatua funeraria yacente de una mujer. 24 Ver Bécquer, Rimas ,ed. Pageard, p. 355. El crítico francés utiliza aquí la terminología que he usado para designar los diversos «perfiles.» 25 Ampliación mía del manuscrito becqueriano del Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires. Se trata del segundo dibujo en perfil izquierdo de la estatua funeraria yacente de una mujer, trazado con mayor claridad .. 26 Esta es una copia fotográfica de «un dibujo a pluma» de Bécquer cuyo original se encuentra en el Museo Romántico en Madrid. La he encontrado en Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas, ed. de José Carlos de Torres, Madrid: Castalia, 1976, p. 162. 27 Rafael Montesinos, Bécquer: Biografía e imagen, Madrid: RM, 1977, pp. 24, 33. 28 Rafael Montesinos, Bécquer ... , p. 29. El célebre becquerianista señala que en la narración «Un boceto del natural,» Bécquer describe a otra «Julia» en lo que podría ser una velada descripción de su musa madrileña. Este personaje reúne las siguientes características: »(la cursiva es mía [ver también Bécquer, Obras completas., p. 711]) 29 Montesinos, Bécquer .. . , p. 174. 30 Montesinos, Bécquer .. ., p. 175.

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izquierdo (lam. 1431 ). ¿Se trata, pues, de una mujer «romántica» y moderna a la vez? Y, sobre todo, ¿es posible que sea una representación inconsciente de Julia? No lo sabemos. Creemos, en todo caso--sea ella o no---que lo crucial al respecto gira en tomo de la odisea de un Bécquer pobre que aspiraba a poseer a una mujer «de categoría,» siendo la Julia auténtica incapaz de reconocer el genio de su admirador, con una secuela de ceguera por parte del poeta en cuanto a los defectos de su «adorada,» aun cuando él parece haberla calificado de «estúpida,» como deduce Montesinos de la Rima XXXIV, al mismo tiempo que, en los mismos versos, opone su «hermosura» ideal---que salva todo-a cualquier obstáculo. 32 Ecuación, a nuestra manera de ver, en la que lo espiritual y lo arquetípico entran en delicado equilibrio con las necesidades de la carne y las aspiraciones humanas. 33 No sé si detrás de todo esto encontramos un anhelo de superar la inseguridad, paliar la pobreza, encontrar por fin un remanso de paz, donde la vida prometería igualmente prestigio, elegancia, comodidad física. En la narración becqueriana «Tres fechas» el poeta ha dicho que hay «hilos de luz» que «reúne[n] los puntos más distantes y los relaciona[n] entre sí de un modo maravilloso.» 34 No sé si esto es lo que ocurre cuando, al reflexionar sobre el reverso del manuscrito de la Rima LXXVI y enfocar los dibujos de esa mujer retratada con cabellos largos, me inclino, cada vez más, a pensar que Bécquer paga tributo a algo más que la supuesta belleza de una triste figura medieval difunta. Hay dos dibujos más en el reverso del manuscrito de la Rima LXXVI que acaso apoyan nuestra tesis, aunque a primera vista parecen no tener nada que ver con el poema. Abajo, a la izquierda de la página, he aquí el dibujo de una «mujer moderna,» o al menos de «sociedad» (lám. 15 35 ). Retrato de una joven, garbosa y apuesta, con cabellos en trenza y con moño. Poseedora de un tocado elegante, también la imaginamos con los labios pintados y con máscara sobre los cejas. Esbelta, vigorosa, una vez más la concebimos ocupando un mundo hasta cierto punto vedado al bohemio Gustavo. También nos hemos preguntado si el otro dibujo que aparece debajo del señalado, un poco a la derecha, no reflejaría otra vertiente de la misma cosmovisión becqueriana. Se trata de dos figuras abocetadas con turbantes que acaso se pasean por un bazar o casba (lám. 1636 ). Bien podrían representar un capricho del poeta, o bien, es posible que debajo 11 Ampliación mía del manuscrito becqueriano del Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires, esta vez con orientación vertical (ver lam. 10). Una vez más, se trata del segundo dibujo en perfil izquierdo de la estatua funeraria yacente de una mujer. 12 Ver Montesinos, Bécquer ... , p. 33. JJ En este trabajo nos hemos concentrado en la figura de Julia. Rafael Montesinos subraya la existencia de otras mujeres en la vida de Bécquer, por ejemplo, Josefina, la hermana de Julia, Julia Cabrera, la novia de la adolescencia del poeta, y cierta joven, Elisa Rodríguez Palacios, por lo visto, de una familia acomodada,. En nuestras conversaciones, Montesinos me ha sugerido que esta última Elisa (para distinguirla de la otra apócrifa inventada por Fernando Iglesias Figueroa) podría haber sido más trascendental en la vida de Bécquer que Julia. Ver también Bécquer:

Biografía e imagen, p. 40. 34 Bécquer, Obras completas, p. 369. 35

Aires.

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Ampliación mía del manuscrito becqueriano del Museo de Arte Decorativo de Buenos Ampliación mía del manuscrito becqueriano del Museo de Arte Decorativo de Buenos

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del exotismo que se insinúa haya un anhelo latente de conocer otro mundo sólo disponible a personas adineradas. 37 Dejamos por el momento estas conjeturas, pero las tenemos en cuenta. Obviamente, estas ansias de «vivir» y vivir bien que hemos expuesto tienen, desde luego, su necesario contrapeso en el culto de la muerte. Si, como piensan algunos, la Rima LXXVI es un poema de la desesperación, es al menos aceptable sospechar que la dama de piedra con su «resplandor divino» y «que en sueños veía el paraíso» invita al poeta en la octava estrofa a reunirse con ella en reposo eterno, pues vemos que desde su «lecho de piedra ... ofrecía/ próximo al muro otro lugar vacío.» De lo contrario, ¿para quién estaría destinado este espacio vacío? No olvidemos que al final de la Rima el poeta casi expresa su rendición: Indica que está «Cansado del combate/en que luchando [vive],» y al recordar a la mujer de la tumba, parece aspirar a lo que no ha podido encontrar en la vida, a saber, ese «amor tan callado, el de la muerte.» Amor, pues, que sólo puede conseguirse en el «sueño del sepulcro, tan tranquilo.» 38 Aquí, como vemos, no se trata de cadáveres de los recién fallecidos-en fin, han pasado siglos desde el entierro de la misteriosa mujer-sino que ha llegado un momento sublime de purificación espiritual. Desde esta perspectiva, no hay que preocuparse por la corrupción física de la muerte, ni por la ridiculez de las damas veleidosas y pretenciosas de la «alta vida.» Poema, pues, del cansancio y de la resignación. Por el contrario, es evidente que en otra Rima, la LXXIII, Bécquer reacciona con menos favor a las sirenas de la muerte que ocupan los sepulcros silenciosos. Todos recordamos el estado solitario de la pobre niña y cómo en el compás del reiterado estribillo el poeta proclama con consternación la célebre e irrevocable sentencia: «Dios mío, que solos/ se quedan los muertos.» 39 Notamos semejantes ansias en los versos de la duodécima estrofa, la cual, lejos de expresar una aceptación del deceso inevitable de todo mortal, atestiguan horror: lluvia y viento del «helado hivierno» (sic) que baten la abandonada tumba donde yace la pobre pequeña, y donde «tendido en un hueco,/acaso de frío/se hielan sus huesos.» 40 Al final de la Rima, el poeta declara que, al dejar sola a la pobre chiquilla, hay «algo que repugna,/aunque es fuerza hacerlo.»41 • Pero, a nuestro modo de ver, la aversión se extiende más allá de la triste soledad de una niña. Apuntamos al respecto que en la versión final de El libro de los gorriones, y en las ediciones posteriores, la descripción de la preparación del nicho destinado para su pobre ocupante es la siguiente: «Del último asilo,/oscuro y estrecho/abrió la piqueta el nicho

Aires.

37 El interés de Bécquer en la vida de la aristocracia no deja lugar para la duda. Ver Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas, ed. Russell Sebold, Madrid: Espasa Cal pe, 1991, p. 13 y siguientes. Dice Sebold: «el aparente bohemio, supuestamente antisocial y nada pulido, alentaba una fuerte fascinación por el absurdo pero sempiterno ritual de esa sociedad que acostumbramos llamar distinguida;» Para entender esto hay que leer las numerosa crónicas escritas en periódicos de la época en las que el poeta de las Rimas refleja lo que Sebold llama «el ambiente de salón» (p. 16). 38 Como en la mayor parte de los casos, tomo las citas de la Rima LXXVI de la edición de Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, p. 352. 39 Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, pp. 337-38. 40 Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, pp. 338-39. 41 Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, pp. 339.

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a un extremo.» 42 Basándonos en un autógrafo, reproducido por Rafael Montesinos, que había pasado de Bécquer a Campillo y al amigo de éste, Carlos Peñaranda43 , seguimos la explicación de un artículo de Juan Antonio Tamayo44 , anotando que Bécquer, antes de llegar a la forma definitiva señalada, había tachado unos versos reveladores por expresar, en mi opinión, no sólo repulsión hacia la muerte, sino también verdadero espanto. Bécquer personifica el sepulcro, diciendo que: «» 45 . ¡Monstruo hambriento, pues! ¡Y, seguramente, algo que a toda costa hay que evitar! La tumba de la Rima LXXIII, de ninguna manera, expresa, pues, un afán de unión y reposo en un sepulcro, como parece probable en la Rima LXXVI. Para nosotros Bécquer proclama indirectamente sus aspiraciones de vida. De todas formas, hay en el manuscrito aludido de la Rima LXXIII dos dibujos que acaso expresen «anhelos» de buscar rango social. En la primera imagen vemos a un «guerrero,» quien, en las palabras del propio Carlos Peñaranda, aparece con y 46 (lám. 17. 47 ) Subrayo el vigor de la imagen. Pregunto si se da a entender por debajo un afán de prestigio, o posibles pretensiones de fama. El otro dibujo seguramente hace hincapié en la vitalidad de la juventud. Carlos Peñaranda lo describe así: 48 (lám. 1849 ). El mensaje de estas imágenes sería todo lo contrario del de la pobre niña abandonada en un camposanto. No sé si, en estos detalles, las ilustraciones de este manuscrito pueden compararse con las de los dibujos del manuscrito de la Rima LXXVI. No sé si allí el perfil de la tumba que hemos examinado ha sugerido al poeta el de una mujer romántica o moderna---de carne y hueso. De todas formas, al contemplar juntos los versos y dibujos de la Rima LXXIII, preguntamos una vez más: ¿no es posible que se represente un contrapunto a la triste visita al cementerio descrita? ¿No reflejan una forma de afirmación de la vida, de anhelos de una vida risueña y prometedora?. Y ¿no es que presenciemos en la Rima LXXIII un concomitante terror de aniquilación del cuerpo, y por extensión, de las aspiraciones? Pensamos que aquí el poeta no está dispuesto al «descanso de la tumba» ni mucho menos, ni hablar de experimentar sublimación en el amor eterno. Más bien refleja un afán de huir del espanto, del aislamiento, del silencio, y de lo que Enrique Gil y Carrasco llamó «la estrechez y la miseria» del sepulcro. 50 Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, p. 339. Montesinos, Bécquer: .. , pp. 193-95. 44 Juan Antonio Tamayo, «Contribución al estudio de la estilística de Gustavo Adolfo Bécquer,» Estudios sobre Gustavo Adolfo Bécquer, Madrid: C. S. l. C., 1972, p. 25. 45 Tamayo, Estudios, p. 28. 46 Cito de Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, p. 341. 47 Montesinos, Biografía e imagen, pp. 193-95. 48 Cito de Robert Pageard, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, p. 341. 49 Montesinos, Biografía e imagen, pp. 193-95. 50 Rafael Montesinos me ha indicado que, en efecto, la Rima LXXIII no sigue el sistema general de las Rimas. Notable es su uso del

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