LITERATURA 4º AÑO
EL VIAJE EN LA LITERATURA MATERIAL DE LECTURA 1º trimestre 2014
LA NARRACIÓN Un texto narrativo es aquel en que una “voz” llamada narrador presenta las acciones o acontecimientos realizados por uno o más personajes, en determinado lugar y tiempo (lo que llamamos marco). Un texto narrativo puede referir tanto acciones o acontecimientos reales como ficticios o imaginados por el autor. Esto significa que la naturaleza de los hechos narrados no sirve para definir si un texto es narrativo o no lo es. En efecto, existen textos narrativos en diversos ámbitos de la actividad humana, no solo en la literatura. Por ejemplo, las crónicas periodísticas son textos narrativos no literarios. Las acciones o acontecimientos que constituyen un texto narrativo se conectan entre sí a través de dos tipos de relaciones: - Relaciones temporales: son las que permiten establecer relaciones de anterioridad, simultaneidad y posterioridad entre los acontecimientos narrados. - Relaciones causales: son las que vinculan los hechos estableciendo entre ellos cuál es la causa y cuál es la consecuencia. Comprender una narración significa poder “rearmar” este tipo de relaciones, aun cuando el texto no las exponga explícitamente. Una de las formas más claras de visualizar esa red de relaciones causales y temporales que vinculan los acontecimientos entre sí es reconstruir la secuencia narrativa del texto. Llamamos secuencia narrativa a la enumeración de las acciones principales de un texto narrativo, ordenadas lógica y cronológicamente, es decir, respetando el orden temporal y causal que los hechos guardan entre sí. Para lograr una adecuada y sintética exposición de las acciones, confeccionamos las secuencias narrativas empleando nominalizaciones, es decir, oraciones unimembres, encabezadas por un sustantivo abstracto derivado de un verbo. Este tipo de sustantivo permite expresar con claridad “la acción pura”. Como se puede ver, la realización de la secuencia narrativa implica un paso previo muy importante, que es la selección de las acciones principales del relato. Para reconocer esas acciones se deben tener en cuenta algunos criterios, como los que se enumeran a continuación. Son acciones principales: -
Las que harían incomprensible la historia si las elimináramos Las que alterarían totalmente la historia si las elimináramos
-
Las que introducen información nueva y hacen avanzar el relato Las llevadas a cabo por los personajes principales Las que generan un cambio en la situación narrada.
Hay que agregar que las descripciones, los comentarios a cargo del narrador y los diálogos, por ser segmentos no narrativos del texto, quedan fuera de la secuencia narrativa. Algunos diálogos, sin embargo, pueden ser referidos en la secuencia si lo que los personajes dicen es de importancia para el avance del relato. Por ejemplo, si un criminal dialoga con un detective y le confiesa que cometió un asesinato, en la secuencia se podrá decir “Confesión del crimen por parte del asesino”. Para comprender mejor estas ideas, veamos el siguiente ejemplo, en el que se realiza la secuencia narrativa de un cuento breve. EL ECLIPSE Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido, aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica, se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento filo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora. Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
- Si me matáis- les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura. Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después, el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
- Planean sacrificarlo en un altar. - Fray Bartolomé recuerda que ese día habría un eclipse. - Quiere impedir su ejecución fingiendo que tiene poderes mágicos. - Los indígenas lo matan. - Un sacerdote maya recita las fechas de los eclipses ya previstos.
indígenas Plan de sacrificio. Recuerdo del eclipse para ese día (por parte de Fray Bartolomé) Fingimiento de poderes mágicos para evitar su ejecución. Muerte del cura por los indígenas Recitado de las fechas de los eclipses por un sacerdote maya.
AUGUSTO MONTERROSO
En la tabla que sigue se enumerarán las acciones principales del cuento y luego se las formulará como unimembres para construir la secuencia narrativa. ACCIONES PRINCIPALES
- Fray Bartolomé se extravía en la selva. - Un grupo de indígenas lo captura.
SECUENCIA NARRATIVA
Extravío de Fray Bartolomé en la selva Captura por parte de los
En la secuencia anterior, las acciones se encadenan temporalmente en forma cronológica, es decir, respetan el orden en que sucederían en el tiempo. También se encuentran causalmente ordenadas, porque cada una de estas acciones es causa de la acción que le sigue. Por ejemplo, la causa de la captura de Fray Bartolomé en la selva es que se extravió. A su vez, la consecuencia de esa captura es que los indígenas planeen sacrificarlo.
LA CRÓNICA PERIODÍSTICA LA CRÓNICA: LA ILUSIÓN DEL DESPLIEGUE DEL TIEMPO1 Al contrario de lo que ocurre con la noticia, la crónica es, fundamentalmente, un discurso narrativo; es decir, que relata un acontecimiento dando la ilusión de un desarrollo cronológico (del griego, "cronos": tiempo), representando, a partir de una serie de recursos, la temporalidad. Considerando el discurso narrativo propio de la crónica periodística, la categoría de "tiempo" remite a la relación de dos líneas temporales bien 1
Extraído de ATORRESI, Ana: Los géneros periodísticos. Buenos Aires, Colihue, 1995.
diferenciadas: el tiempo de la historia efectivamente ocurrida y el tiempo del relato que se hace de ella. Si 'tenemos en cuenta el orden en que la crónica relaciona estas dos líneas cronológicas, es posible establecer dos modos básicos de organización temporal: la correspondencia o paralelismo entre el orden de la historia y el orden del relato y las anacronías entre ambos órdenes. La correspondencia entre el orden de la historia y el orden del relato implica la ilusión de que se está ante los hechos en el mismo orden en que sucedieron, tal como se fueron desencadenando. Este recurso permite borrar las huellas de la actividad del narrador-cronista de modo que no se evidencie su intervención en la construcción del relato y con la finalidad de crear un efecto de objetividad. Otra de las ilusiones que surge del paralelismo entre las dos historias es la de
consecuencia: alcanza con que dos segmentos estén ubicados en posición de sucesión cronológica para que se produzca el apoyo de uno en el otro y aparezcan no sólo asociados en sucesión temporal sino también en función lógica (causalidad, finalidad, etc.) En síntesis: la correlación entre el orden de la historia ocurrida y del relato que hace de ella el cronista da la impresión, por una parte de que el relato “refleja” la historia tal cual fue y, por otra parte, genera el efecto que nos hace percibir la sucesión temporal como un encadenamiento lógico. Así, “X robó la cartera a una dama en el colectivo. Un pasajero lo descubrió. El chofer lo condujo a la comisaría", no sólo implica relatar los hechos "en el orden en que sucedieron" sino también las relaciones lógicas "a causa de que X robó, un pasajero lo descubrió y, como consecuencia, el chofer lo condujo a la comisaría". En el caso de relación temporal que definimos como anacronías los órdenes de la historia y del relato no coinciden. Hay una historia que efectivamente ocurrió, una historia, en este sentido, terminada. Pero hay también ciertos elementos en esa historia que se presentan como irresueltos, como "enigmas" y que hacen que el cronista se retrotraiga a datos relevados antes, que "vuelva atrás" en el relato para reelaborarlos, rectificarlos o ratificarlos. También puede ocurrir que los "enigmas" lo "obliguen" a formular conjeturas, a "ir hacia adelante". Todo esto para construir no sólo el relato de la historia ocurrida sino también el relato de su investigación. Si el tiempo base que rige todo relato es el pretérito perfecto simple, las "idas hacia atrás" se expresan en pretérito pluscuamperfecto y las "idas hacia adelante" en condicional o en presente de enunciación, a modo de comentario del cronista. Por ejemplo, “X desapareció hace un mes. ¿Por qué tres meses antes había consultado a un parapsicólogo? ¿Por qué éste se presentó ayer ante la policía? ¿Sería/es posible pensar en un secuestro del que el parapsicólogo tuvo conocimiento?” Desde ya que las anacronías no sólo se utilizan en casos enigmáticos; también aparecen como simple recurso narrativo destinado a amenizar el relato, sobre todo en las crónicas deportivas, para crear cierto "suspenso" ante una historia que ya desde el título se sabe cómo terminó: "X pudo concretar el gol que 10 minutos antes se había llevado las esperanzas del equipo. Pero el destino, a esa .altura, ya había determinado que la copa caería en otras manos". Todo lo planteado hasta aquí, respecto de la narración. Pero... La crónica ¿es una narración pura? Hemos definido fundamentalmente a la crónica como un relato. Esto significa que la narración funciona como marco general de la crónica y no impide que, en ese marco, funcionen a modo de segmentos diferenciados otros tipos de discursos. De este modo, podemos mejorar nuestra definición: la crónica es un
relato constituido por segmentos narrativos, comentativos, descriptivos y escenificados. Detengámonos a caracterizar estos segmentos. Ya hemos planteado que los segmentos narrativos se definen por el empleo de los tiempos típicos del relato. El tiempo-base de un relato, su punto de partida, está dado por el pretérito perfecto simple en combinación con el pretérito imperfecto; el primero se emplea para expresar acciones puntuales, acabadas y destacadas el segundo, para dar cuenta de procesos ubicados en un segunde plano, como telón de fondo (por ejemplo, "murió" frente a "mientras dormía"). Las "idas hacia atrás" respecto del tiempo-base se expresan en pretérito pluscuamperfecto y las "idas hacia adelante", en condicional. (¡Hay que repasar las "anacronías"!) Otro tiempo del relato empleado con frecuencia en las crónicas, sobre todo en aquellas de los llamados "diarios populares", es el presente histórico, que equivale, en cierta medida, a la combinación de pretérito perfecto simple y pretérito imperfecto: "Apresan a siete delincuentes; seis de ellos son casi niños" o "Empresario acribilla a novio de su hija porque es pobre" (Crónica, 27/7/93). El presente histórico tiene la particularidad de no permitirnos distinguir qué acciones se ubican en primer plano; esto se comprueba fácilmente si parafraseamos el enunciado en pasado: "Empresario acribilló al novio de su hija porque era pobre". La narración, en síntesis, se dedica a los acontecimientos considerándolos como puros procesos y por ello pone el acento en el aspecto temporal del relato. Los segmentos descriptivos: el proceso vuelto "espectáculo" Los segmentos descriptivos, contrariamente a lo que ocurre con los narrativos, se detienen sobre objetos y seres considerados en su "yuxtaposición espacial y consideran los procesos como espectáculos. Estos "procesosespectáculo" son frecuentes en la crónica; aparecen cada vez que la mirada del cronista se detiene en individuos u objetos marginales respecto de la trama narrativa y, en este sentido, implican siempre una pausa en la narración. Los segmentos descriptivos tienen también marcas verbales específicas; en primer lugar, el predominio de los verbos de estado ("ser", "estar", "encontrarse", "ubicarse", etc.) y de percepción ("ver", "observar", "escuchar", etc.) por sobre los de acción y, en segundo lugar, la abundancia de procesos durativos expresados en imperfecto, que convienen más a la ilusión de suspensión temporal ("era", "se ubicaba", etc.) en relación con los procesos acabados y puntuales propios de la narración. ¿Qué función cumplen los segmentos descriptivos en la crónica? Fundamentalmente, tienden a revelar y, al mismo tiempo, a justificar el porqué de los acontecimientos, y la psicología de los personajes implicados, en ellos; son, a la vez, signo, causa y efecto. Pero además, la ilusión de "haber estado allí" que surge
de las descripciones se supone como justificación suficiente del describir, como prueba de verdad. R. Barthes llama a ese recurso "efecto de realidad" y al respecto afirma: “los detalles connotan lo real dicen somos lo real”. Si bien la mayoría de los segmentos descriptivos son descripciones de atmósferas y de seres y constituyen una pausa en la trama narrativa, existen otros que al mismo tiempo que describen se enlazan con la narración y la hacen avanzar. Los segmentos comentativos: la huella más clara de la enunciación Cada vez que dentro del relato aparece una intervención del cronista para juzgar, más o menos explícitamente, los hechos referidos, se pasa a otro sistema temporal, el del comentario. Por lo tanto, el comentario implica una ruptura en el relato en la medida en que el cronista abandona el esquema verbal planteado para la narración y adopta como tiempo-base el presente de enunciación que remite, claramente, al momento en que está hablando. Veamos, por ejemplo, este pasaje: "X murió hace un mes. ¿Cómo es posible que no se conozcan las causas deja muerte?". Es fácil notar que se plantea aquí la existencia de un emisor —el cronista— de un "yo" que manifiesta su desconcierto ante y en el "ahora" en el que se sitúa y enuncia ("¿Cómo es posible, en el ahora en el que yo me encuentro hablando, que no se conozcan las causas de su muerte?"). Recalquemos que esto no significa que en el caso de la narración no exista emisor; significa, en verdad, que se borran sus huellas y que, por el contrario, en el comentario, estas huellas se hacen visibles, explícitas. Y no sólo a partir de un uso distintivo de los tiempos verbales; también es posible detectar al sujeto anunciador en expresiones como: "hay que decirlo claramente", "curiosamente", "sin lugar a dudas", "fatalmente", etc. (es decir: "yo encuentro curioso", "me resulta fatal", etc.). Los segmentos comentativos suelen estar introducidos en el marco del relato por colectores que permiten que el pasaje de la narración al comentario se articule de modo coherente: "sin embargo", "por otra parte", "de este modo", etc. La escena: un segmento poco frecuente La escena o transcripción de un diálogo (entre el cronista y testigos, entre testigos y jueces, entre políticos, etc.) es poco común en las crónicas. En general, las palabras de los otros son referidas en discurso directo ("El presidente C. Menem dijo: La reforma es el momento institucional más importante del siglo") o indirecto ("Menem dijo que la reforma hubiera sido imposible sin diez años de
democracia"). También pueden ser narrativizadas: en este caso, el periodista sólo retiene el tema y lo integra al hilo de su relato ("Reclamaron mejoras salariales y el pago de viáticos"). La narrativización suele aparecer en negrita y sin comillas (“El plan de Sony, anunciado en marzo, tiene por objeto reducir la burocracia”). Otras veces, sólo el acto de discurso es mencionado, con elipsis total del contenido ("EE.UU. vetó el plan económico de Lula". "Presión del oficialismo para reelegir gobernadores"). Todos los ejemplos fueron tomados de Clarín, 26/5/94. Crónicas periodísticas y relatos literarios Según su temática, podemos clasificar las crónicas como policiales, políticas, sociales y deportivas. Seguimos esta clasificación para plantear algunas relaciones entre la crónica periodística y los relatos literarios. Las crónicas deportivas, muchas veces, se presentan a modo de epopeya. Las epopeyas eran poemas narrativos extensos, que trataban de hazañas de héroes, generalmente en momentos de guerra; nacieron como literatura oral, que se transmitían de generación a generación en cada pueblo; para facilitar esta transmisión se empleaban una serie de recursos como la regularidad en el número de sílabas de cada verso, los epítetos (que ayudaban a completar el verso), las repeticiones de palabras o de versos enteros, etc. Quizás por la vinculación que presenta la crónica deportiva en diarios con la crónica deportiva radial — oral— registramos todo un conjunto de recursos y temáticas propios de la oralidad de la épica: la competición deportiva se plantea en términos de "contienda" o "lucha"; los competidores, como "héroes victoriosos" o como "derrotados"; los héroes deportivos viven la competición al modo épico: se les "derrumban los sueños", "agonizan sus esperanzas", "palpitan sus corazones", etc.; de la misma manera que en la epopeya, el relato deportivo parte de una situación inicial de equilibrio y estabilidad, atraviesa por una serie de peripecias que implican situaciones de riesgo y llega finalmente a alcanzar un nuevo equilibrio; también es común a ambos tipos de relato que aparezca la idea del Destino o Fortuna como rector de los resultados. La transmisión radial de los torneos y competencias deportivas, "refleja": lo "vertiginoso de la competición por medio de una narración casi sin pausas (en sentido estricto, sin pausas para respirar, casi) que podríamos calificar de “narración con horror al vacío” ; proliferan los epítetos respecto de los participantes y las acciones que realizan se acumulan ininterrumpidamente; con suerte, es posible gritar un gooool que nos distienda... Todo esto se reproduce en la crónica deportiva escrita como un modo de mantenernos “en vilo" ante un resultado que ya se conoce.
Ha habido períodos en la historia de la literatura en que las vidas de personajes "infames" o santos eran objeto de relatos; las "vidas infames", y las hagiografías relataban la historia de una vida a partir de considerar que uno es lo que es y por eso le pasa lo que le pasa; a partir de considerar que el "ser" determina los acontecimientos. El caso policial también narra la historia de una vida, pero en este caso, se trata de la vida de un hombre común sometida a un desarreglo. ¿Cuál es el sentido de la vida para un hombre que ha sido llevado al crimen? ¿Qué desarreglos se han producido en su destino? Estas son las grandes preguntas de la crónica policial. Pero los antecedentes del caso policial no sólo están en las biografías. También, en la literatura policial. Tanto el relato policial clásico como la crónica se articulan alrededor de la pregunta acerca del criminal y su móvil. La diferencia está en que en la literatura descubrir el móvil sirve para descubrir al criminal y en la crónica, el criminal importa más que nada para resaltar el móvil. La crónica policial espectaculariza las relaciones de causalidad: "drama por pasión", "crimen por ajuste de cuentas", "accidente por tales circunstancias". Las causas son tan estereotípicas, están tan automatizadas que, muchas veces, se recurre a figuras socialmente "dramáticas" con el objeto de vivificar el clisé: "la pobre anciana asaltada", "la madre dolorida", el niño, etc. Otras veces, las crónicas se estructuran a partir de establecer una serie de coincidencias que llevan a pensar en causas desconocidas, fantásticas: "Asaltan por 5ta. vez la misma joyería"; o ponen en relación dos términos opuestos por sus cualidades: "Anciana pone en fuga a cuatro jóvenes malvivientes que intentaban asaltarla". Las crónicas también se apartan de la literatura porque las redes de sentido que construyen a partir del vocabulario son, otra vez, clisés; por ejemplo, los delincuentes aparecen como "maleantes", "malhechores", "forajidos", "bandidos", "piratas", "vándalos", etc.; los hechos, ocurridos, como "fatales", "tortuosos", "terroríficos", "trágicos", "feroces", "sórdidos", etc. Las crónicas políticas, como remiten a un mundo en permanente cambio, a una realidad transtemporal, implican, en general, una estructura por episodios (uno por día), una información parcial, un fragmento de un discurso que se construya casi al modo de una novela. En este sentido podemos sostener que la crónica política, tiene una estructura abierta. Las crónicas deportivas y policiales, por el contrario, tienen una estructura cerrada desde el momento en que su información es total, completa. No queremos decir con esto que su información no remite al hombre y al mundo sino que, a nivel de su lectura, las circunstancias, los participantes, las causas y el desenlace, quedan resueltos, cerrados, aunque en la realidad no lo estén.
Novelas, cuentos cortos, folletines, informes judiciales, epopeyas: distintos espacios de los que participa la crónica...
LOS GÉNEROS DE OPINIÓN La caracterización básica que engloba a los géneros de opinión es aquella que los define como variedades dentro de la forma retórica argumentativa. Ya no encontramos el despliegue temporal típico de la crónica: los juicios y razonamientos son enlazados mediante conectores lógicos que permiten la demostración. A los tiempos verbales propios del relato se oponen ahora otras formas verbales, las regidas por el discurso, cuyo tiempo base es el presente de enunciación que remite al "ahora" del periodista. A la ilusión de que lo "vivido" y "percibido" es relatado "objetivamente" se contrapone la explicitación de un análisis subjetivo puesto en funcionamiento a partir de la reflexión del periodista. Dentro de los géneros de opinión, teniendo en cuenta la perspectiva o punto de vista desde el cual se asume la intencionalidad de opinión, podemos diferenciar los conceptos de opinión propiamente dicha, interpretación y crítica especializada. Por opinión propiamente dicha se entiende la formulación de un juicio personal y subjetivo acerca de un acontecimiento determinado. Por interpretación, la puesta en relación de determinados datos o acontecimientos de modo tal que el lector deduzca los nexos causales entre ellos, sin que el periodista manifieste explícitamente su subjetividad. Por crítica especializada entendemos la formulación de juicios de valor por parte de un especialista en la materia, no desde un ángulo subjetivo sino como resultado de un análisis aparentemente objetivo, metódico y fundamentado del acontecimiento. Estas tres perspectivas mencionadas pueden convivir en cada uno de los géneros de opinión e implican maneras diversas de manifestar la subjetividad. ¿Qué es una estructura argumentativa? Hemos planteado que los distintos géneros de opinión pueden ser caracterizados globalmente como variedades dentro de la estructura argumentativa. ¿Cómo se organiza esta estructura? En realidad, su esquema básico es muy conocido; se trata de la secuencia HIPÓTESIS/CONCLUSIÓN. Las hipótesis o premisas son suposiciones respecto de algo de las que se extrae una consecuencia o conclusión. La estructura argumentativa se presenta tanto en conclusiones formales (por ejemplo, un teorema) como en enunciados cotidianos ("Estoy enfermo. Por eso no puedo ir").
Tomemos el siguiente ejemplo: "X es un corrupto. Por lo tanto, merece ser castigado". Tenemos una premisa ("X es un corrupto") de la que se extrae una conclusión ("debe ser castigado"). El paso de la premisa a la conclusión que se expresa por medio del conector "por lo tanto" se denomina inferencia. El conector "por lo tanto", como cualquier otro conector que funcione en el marco de una estructura argumentativa, además de reproducir la relación causal entre dos circunstancias ("a causa de que es corrupto debe ser castigado"), se refiere a la acción de inferir que realiza quien saca la conclusión ("X es corrupto y yo infiero de ello que debe ser castigado"). Contrariamente a lo que ocurre en las aseveraciones directas (si sólo planteamos "Debe ser castigado"), en la argumentación se trata de convencer al receptor de lo correcto de la aseveración. Para esto se aducen suposiciones a partir de las que pueda deducirse la aseveración ("X es corrupto"), o suposiciones que la confirmen y la hagan aceptable ("X robó y mintió en tal oportunidad"). Comparemos estos dos ejemplos: 1) "Sócrates es hombre. Todos los hombres son mortales. Por lo tanto, Sócrates es mortal"; y 2) "X es un político honesto. Hace lo mejor que puede por los argentinos. Por lo tanto, es el más indicado para ese cargo". Es fácil comprobar que en la demostración lógica estricta (ejemplo 1) la conclusión se deriva necesariamente de las premisas y que en la argumentación periodística (ejemplo 2), la conclusión se dedica más bien a una relación de probabilidad y credibilidad: sus conclusiones intentan ser convincentes y creíbles a partir de basarse en hipótesis que son sólo probables. La concepción tradicional del editorial Tradicionalmente el editorial es definido como la forma de periodismo de opinión e interpretación a través de la cual se expresa el punto de vista personal de quien dirige un diario o de la empresa toda a través de un equipo de editorialistas especializados en los distintos campos de la realidad. La cola de editorial es un material similar, pero que generalmente aborda temas de menor trascendencia que el editorial principal y por ello es compuesto con menor espacio y, a veces con cuerpo de letra menos destacado, siempre ubicado debajo del editorial.
Por tradición, los editoriales periodísticos se publican en forma anónima, lo que supone que el texto expresa las opiniones del periódico y no las de un redactor como individuo. Se usa el "nosotros" en lugar del "yo" personal o se elimina por completo la primera persona y se opta por una forma impersonal. Es común que aparezca el modo imperativo o formas sustitutas del tipo "hay que", "se debe", "es necesario", etc. Agreguemos que, cuando el editorial es opinión personal del director o editor, éste suele firmarlo con su nombre y apellido o coloca como firma "La Dirección". El editorial merece en los diarios un tratamiento especial en cuanto a su ubicación, paginación y diagramación; aparece siempre en la misma página, con un cuerpo de letra y títulos diferentes a los normales del resto del texto impreso y debajo de la marca del diario y los datos editoriales. La concepción tradicional del comentario Para la concepción tradicional de los géneros periodísticos, si en el editorial un diario o periódico presenta su opinión o interpretación de los hechos más trascendentes del día, en el comentario un periodista —no ya el medio, sino un redactor— analiza algún acontecimiento o problemática de actualidad tratando, supuestamente, de recoger y expresar, sobre todo, la opinión pública; es decir, que el periodista intentaría dar una imagen del suceso que traduzca su repercusión en la sociedad. A diferencia del editorial, el comentario muchas veces no tiene lugar fijo para su publicación, lo que ha dado lugar a la habitual denominación de ''suelto''. Escapa a esta última característica la llamada "columna", es decir, el comentario que aparece en un sitio determinado del diario, con una periodicidad establecida (diaria, semanal, etc.) y con una presentación también habitual. Según la concepción tradicional de los géneros periodísticos, el hecho de que el comentario asuma la representatividad de un punto de vista comunitario, implica que éste deba aparecer preferentemente sin firma del redactor; la única excepción a este anonimato se produciría con los comentarios que provienen de agencias informativas del exterior: en este caso se incluiría la firma del corresponsal para señalar claramente el origen del material. [...]
EL PARATEXTO Podríamos decir que el paratexto es lo que queda de un libro u otro tipo de publicación sacando el texto principal. Consideramos parte del paratexto tanto la tapa, la contratapa, la solapa y las ilustraciones de un libro, diario o revista, como el diseño gráfico y tipográfico, el formato y el tipo de papel, es decir, el soporte material del texto. También se incluyen en la categoría prólogos, notas, epígrafes, dedicatorias, índices, apéndices, resúmenes y glosarios. La forma del paratexto Lo que llamamos texto es, en primera instancia, una superficie escrita en la que, a simple vista, se distinguen zonas o bloques diferenciados. Por ejemplo, los títulos se destacan por su ubicación, por la distancia que los separa del resto del texto y por otras marcas gráficas, como el tipo de letra. La disposición en párrafos es otra de las primeras informaciones que el lector obtiene, antes incluso de comenzar la lectura. A estos primeros datos, presentes en casi todos los textos impresos o manuscritos, pueden sumarse variaciones de tipo y cuerpo de letra, notas, anotaciones en los márgenes, paréntesis, guiones, etc. que son captados por contraste con la grafía dominante. Algunos de ellos son signos de puntuación que, en su conjunto, integran un sistema de señalización del texto escrito cuya función es organizar la información que este aporta. Pero no todos los signos que releva un lector en ese “barrido” inicial, previo a la lectura, pertenecen al texto del mismo modo que los signos de puntuación. Estos son parte del texto, porque sin ellos el texto sería una masa indiscriminada de palabras imposible de descifrar, es decir, no sería texto. Las variaciones tipográficas, de diagramación, disposición de texto y gráfica (cuadros, gráficos, ilustraciones, etc.) son cuestiones morfológicas, que hacen a la forma en que el texto se presenta a la vista. Un mismo texto puede asumir formas (diseños) distintos sin que el contenido del mismo se modifique sustancialmente. Estos aspectos morfológicos constituyen un “plus” que se agrega para facilitar la lectura o para favorecer un tipo de lectura que interesa al autor propiciar. Se trata, entonces; de elementos paratextuales, auxiliares para la comprensión. Si bien el paratexto no es privativo del material impreso, es allí donde se manifiesta en todo su esplendor. Por una parte, porque a mayor tecnología se multiplican los recursos destinados a facilitar la lectura. Por otra, porque los textos impresos, por lo general, van destinados a un receptor plural
–a un público lector – y a un mercado. La mayoría de los textos impresos- no todos, desde luego- son además mercancías, y, para competir en el mercado específico, requieren de un aparato paratextual cada vez mas sofisticado. Proliferan, entonces, en el caso de los libros, fundas, bandas, tapas de colores llamativos, destinadas a captar la atención del lector con un mensaje corto y directo, que se añade al más clásico de solapas y contratapas. Los medios de prensa, por su parte, compiten en el diseño de sus tapas y en la ingeniosidad de sus titulares y copetes que anticipan el contenido de las notas. Rito de iniciación del texto que ingresa a la vida pública, el paratexto se define como un aparato montado en función de la recepción. Umbral del texto, primer contacto del lector con el material impreso, el paratexto es un instructivo, una guía de lectura. En ese sentido, los géneros escritos cuentan entre sus marcas aspectos paratextuales que permiten anticipar, en cierta medida, el carácter de la información y la modalidad que esta asumirá en el texto. Los elementos que integran el paratexto dependen del carácter especial y autónomo de la escritura: bibliografías, índices, serían impensables en forma oral; así como la objetivación del mensaje, la distancia que supone la escritura, hace posibles notas y prólogos, en el que el propio autor analiza, critica, amplía o sintetiza su discurso. Además, los elementos del paratexto cumplen, en buena medida, una función de refuerzo, que tiende a compensar la ausencia del contexto compartido por emisor y receptor. Ese es el caso de muchas ilustraciones y en particular de la gráfica (representación visual de la información en la superficie de la página). La comunicación escrita exige la puesta en funcionamiento de un dispositivo que asegure o refuerce la interpretación del texto que el autor quiere privilegiar. Ese dispositivo actúa, en buena parte, sobre el componente gráfico del texto, sobre su carácter espacial, reforzando visualmente el sentido, o bien superponiéndose un segundo mensaje. Elementos del paratexto. La categoría de paratexto es bastante amplia y difusa. Sin embargo, podríamos intentar una primera clasificación a partir de la naturaleza de los elementos que incluyamos en él. Así, distinguimos el paratexto icónico (elementos gráficos e ilustraciones) del paratexto verbal. Sin embargo, no es este el único criterio de clasificación. Gerard Genette distingue el peritexto del epitexto, según se trate de elementos paratextuales que rodeen el texto
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dentro de los límites del libro (peritexto) o fuera del libro (epitexto). Dentro de este último están los diversos discursos que la editorial despliega con vistas a la promoción y venta de un libro y que en su mayoría coinciden con su lanzamiento: gacetillas, entrevistas al autor, afiches, presentaciones, reseñas en medios de prensa, incluso los catálogos pueden considerarse parte del epitexto. Siguiendo con esta clasificación, dentro del peritexto se puede distinguir entre paratexto editorial y paratexto autoral, según sea el emisor de este discurso. Genette organiza su descripción de los elementos del paratexto a partir de las clásicas preguntas: ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿para qué? El “quién” corresponde a la enunciación, puede ser el autor o el editor. Por lo general, los aspectos publicitarios del paratexto corren por cuenta del editor, mientras que su función de auxiliar para la comprensión del texto queda en manos del autor. El paratexto icónico (y nos acercamos al cómo) es por lo general responsabilidad del editor: él es quien elige al ilustrador, decide el formato, la tapa, la tipografía y la diagramación. El paratexto verbal se reparte entre el autor y el editor. Y aquí entra a terciar el “dónde”, ya que por lo común, el paratexto verbal que es responsabilidad del editor se ubica en la perdiera del libro, las partes más exteriores, como un envoltorio que rodea al texto, mientras que el paratexto de autor acompaña al texto, como corresponde a su función básicamente auxiliar. El paratexto a cargo del editor Solapas, tapas, contratapas son lugares estratégicos de influencia sobre el público. Estos elementos del paratexto son los más exteriores del libro. Podemos decir que en su conjunto el paratexto a cargo del editor se ocupa de la transformación del libro en mercancía y los diversos elementos que lo integran son marcas de ese proceso. Este carácter mercantil que en los libros a veces se desdibuja detrás de la sobriedad o el esteticismo, es evidente, en cambio, en los medios de prensa: el contraste en el diseño de las tapas de los diarios desplegadas en los quioscos permite apreciar, sin demasiado esfuerzo, la estratificación del público al que apelan, y, por lo tanto, el intento de ocupar una franja del mercado. Revisemos ahora algunos elementos del paratexto editorial: La ilustración: cumple distintas funciones. No sólo ilumina, esclarece el texto, sino que también lo embellece, con lo que cumple, además un objetivo comercial: atraer la atención del público, función que es particularmente notoria en las tapas de los libros.
Diseño: se puede definir como el ordenamiento y combinación de formas y figuras. Junto con la ilustración son un factor dominante desde el punto de vista comercial, porque se relaciona con la forma que toma el texto ante los ojos del lector. Tapa: Lleva tres menciones obligatorias: nombre del autor, título de la obra y sello editorial. Contratapa: se ocupa de comentar brevemente el libro: resume su argumento, analiza aspectos relevantes y emite juicios de valor que suelen extenderse a toda la obra del autor. Primeras páginas: (anteportada, frente-portada, portada y postportada), por su parte, llevan indicaciones editoriales como el titulo de colección, el nombre del director de colección, la mención de tirada, la lista de obras del autor, la de obras publicas en la misma colección, menciones legales (copy original, etc.), si es de traducción, el título de original y el nombre del traductor, fechas de ediciones anteriores, lugar y fecha de la actual, dirección editorial. El título: es la tarjeta de presentación del autor en público, el primer mensaje que envía a sus lectores potenciales. para el lector, el titulo, en general es la primera clave del contenido del libro, por lo que (junto con la ilustración de tapa y el sello de colección) constituye el disparador de sus primeras conjeturas. El título tiene tres funciones: identificar la obra, designar su contenido y atraer al público. No necesariamente están las tres presentes a la vez; y solo la primera es obligatoria, ya que la función principal de un titulo es la de nombrar la obra. El titulo puede no ser atractivo, e incluso puede no guardar relación con el contenido del texto, pero siempre será el modo de identificarlo. Según el género de la obra y el público al que se dirija, desde luego, el titulo puede variar su función: los títulos de obras literarias buscan atraer más que los de obras teóricas o científicas, que suelen privilegiar la claridad a la originalidad. La dedicatoria: suele ubicarse al principio del libro, antes o después de la página del título. Los destinatarios pueden ser personas relacionadas con el autor con el autor. El epígrafe: suele estar ubicado en la página siguiente a la dedicatoria y anterior al prólogo. Es siempre una cita, verdadera o falsa (atribuida falsamente al autor). También puede ser atribuida a un autor imaginario, o ser anónimo. El prólogo: el prólogo o prefacio es un discurso que el autor u otra persona en quien él (o el editor) delega esta función, produce a propósito del texto que precede o sigue (en este caso se lo denomina postfacio o epílogo). La mayoría de los prólogos cumplen dos funciones básicas que comparten con la contratapa: una función informativa e interpretativa
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respecto del texto y una función argumentativa o persuasiva destinada a captar al lector. El índice: es la tabla de contenidos o materias, un listado de títulos del texto por orden de aparición con la indicación de página correspondiente. Refleja además la estructura lógica del texto, por lo tanto, cumple una función organizadora de la lectura.
La nota: es una advertencia, explicación, aclaración que va fuera del texto. La bibliografía: es una lista ordenada alfabéticamente de autores y títulos de las obras consultadas por el autor.
Caloi, Revista Viva
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LAS CRÓNICAS DE INDIAS2 Los orígenes de la literatura hispanoamericana Uno de los problemas que se plantea todo crítico que se acerca a la literatura hispanoamericana es fijar la fecha de iniciación de esa literatura, pues, en general, encuentra múltiples respuestas a su interrogante. Algunos opinan que no existe literatura hispanoamericana independiente de la española hasta que, en el siglo XIX, a partir de 1810, se producen los movimientos de emancipación en el continente. Para otros, el hecho que fijaría la iniciación no sería el fenómeno político de la independencia, sino el deseo de elaborar una literatura no sujeta al modelo neoclásico español, circunstancia que no se concreta hasta la aparición de la primera generación romántica, en la década de 1830. En contraposición a los dos puntos de vista anteriores (que fijan una fecha tardía para marcar el comienzo de la literatura hispanoamericana) existen historiadores que prefieren retrotraer los inicios a fines del siglo XV, más precisamente al año 1492, año en que Cristóbal Colón, paralelamente a su descubrimiento, registró por escrito los primeros testimonios acerca del paisaje y del hombre americanos. De acuerdo con este último enfoque, las llamadas "crónicas", correlato escrito del descubrimiento, conquista y colonización de América (hechos que se llevan a cabo vertiginosamente a lo largo del siglo XVI) serían los primeros testimonios de una naciente literatura. Año 1492... siglo XVI... ¿se puede hablar de "literatura hispanoamericana" en esa época?; las crónicas ¿ pertenecen al campo de la literatura o de la historia? ; ¿qué características tienen sus emisores?; ¿cuáles son sus temas?; estos relatos, escritos muchas veces por hombres rudos y casi simultáneamente a los hechos que narran, ¿resultan aún interesantes y amenos para los lectores del siglo XX? La literatura en Hispanoamérica en el siglo XVI Tal vez fuera más acertado plantearse en primer lugar si existe Hispanoamérica, tal como la concebimos actualmente, en el siglo XVI. Desde un punto de vista geográfico, los límites son vagos, imprecisos, y se irán perfilando lentamente a lo largo de los siglos siguientes. Desde un punto de vista cultural, Hispanoamérica se gesta en el siglo XVI a partir del "tremendo impacto que 2
Extractado de: Calero, Silvia. Cronistas de Indias. Ed. Colihue.
produjo en la gente indígena la aparición del conquistador blanco". Del choque entre dos culturas tan distintas como lo fueron la indígena y la española, surge un núcleo ético, social y cultural, sumamente complejo y original, cuyos rasgos también se irán modelando con lentitud, aunque están ya presentes desde el primer momento. Las obras escritas que se producen en este continente se ajustan a los cánones impuestos por los géneros líricos, épico - narrativo y dramático, vigentes en España en ese siglo en el que Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León componen poesía lírica, en el que aparece la primera manifestación de novela picaresca, El Lazarillo de Tormes, en el que Lope de Vega pone en escena sus primeras comedias. Indudablemente, desde ese punto de vista, por la misma época, salvo ejemplos aislados, no se crea en Hispanoamérica ninguna obra lírica, épica -narrativa, ni dramática de importancia. Los hombres que llegan a las nuevas tierras no se detienen a "crear literatura", pues, están inmersos en una situación que los lleva a la acción concreta: descubrir, conquistar, peticionar para que sus derechos sean reconocidos, sentar las bases de una nueva sociedad. Lo que escriben, las crónicas, es una manifestación más de su pragmatismo, tal vez la más importante para comprender las raíces de la Hispanoamérica del siglo XX en la que hoy habitamos. La historia y las crónicas De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia (edición de 1970), la palabra "crónica" está relacionada con otra de origen griego "cronos" = "tiempo". Uno de sus significados más importantes es "historia en que se observa el origen de los tiempos". Esta definición permitiría encuadrar a las crónicas del descubrimiento y la conquista dentro del campo de la Historia. Sin embargo, se pueden hacer algunas objeciones a este enfoque, pues, los textos estudiados no responden al concepto que en la actualidad se tiene acerca de una obra histórica. Entre los hechos sucedidos y su registro por escrito no existe la distancia temporal requerida como garantía de objetividad, pues, los relatos de los "cronistas de Indias" se realizan casi simultáneamente o con una diferencia de tiempo muy escasa en relación con los acontecimientos narrados El emisor, por lo general cuenta sucesos que ha protagonizado o que ha presenciado como testigo, por lo tanto, no se apoya en la confrontación de una documentación anterior y en muchos casos la desdeña. Las crónicas, por el contrario, han de convertirse en los "documentos" en los que se apoyarían los historiadores de otros siglos. Al hecho de que los protagonistas o testigos hayan sido también los redactores, se suma la finalidad práctica por la cual se escriben (obtener un beneficio de la Corona). Ambas circunstancias determinan una marcada subjetividad, reñida con la relativa imparcialidad que se exige actualmente a un texto de historia (aunque es cierto que toda reconstrucción del
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pasado se hace desde un punto de vista determinado y que el historiador vuelca en ella su ideología, sus angustias, sus esperanzas). Muchas veces el cronista, a partir de un marco de referencia real, se permite relatar sucesos novelescos que no pueden ser probados por la documentación. Salvo algunas excepciones, se ha señalado que la crónicas carecen de un aparato erudito y filosófico desde el cual organizar e interpretar los hechos que narran. La literatura y las crónicas Desde el punto de vista semántico, la palabra literatura es polisémica, como ocurre con casi todos los vocablos que expresan la actividad intelectual y artística del hombre. Su significado ha variado a lo largo de la historia. Hasta el siglo XVIII se entendió por literatura todo lo escrito por el llamado hombre de letras, aun la historia, la filosofía la ciencia, el derecho etc., participaban de este tan amplio campo semántico. Considerar a la obra literaria como producto de una actividad estética y no pragmática, considerarla como ficción, como una situación comunicativa en la que el mensaje crea imaginariamente su propio realidad, como símbolo polivalente, son conceptos relativamente recientes, que se han elaborado a través del siglo XX, es decir, mucho después de escritas las crónicas de Indias. De lo expuesto, se desprende que el entender las crónicas como obras literarias o no dependerá, en parte, de las definiciones de literatura y de obra literaria de las cuales partamos. En general compartimos la idea de que la obra literaria obedece a criterios puramente estéticos. Con una óptica contemporánea los rasgos que apartan a las crónicas de lo literario son: a. El propósito perseguido no es estético. Su finalidad es pragmática: informar sobre costumbres, paisajes, animales, vegetales hasta entonces desconocidos; obtener beneficios concretos de la Corona; conseguir un cambio en lo referente a la organización de la nueva sociedad y en especial al trato dado por los españoles a los indios. b. No se encuadran dentro de los géneros literarios tradicionales (lírico, épico, dramático). Por el contrario el modelo seguido es el de las llamadas probanzas de méritos y servicios. El que ha descubierto y conquistado tierras se presenta, llevando testigos, ante autoridad competente y redacta un informe, la probanza, en el que luego de aclarar quién es, de qué lugar proviene y cuáles son sus padres, pasa al relato de lo actuado para finalizar con el pedido concreto a la Corona (una encomienda, rentas, títulos, etc.), en base a los méritos expuestos.
c. Si bien todo lo narrado implica una selección de la realidad, esta no se realiza con propósitos estéticos, sino por el deseo de justificar una actitud o alcanzar un determinado logro. d. A pesar de que en algunos casos la realidad se reelabora a través de una óptica fantasiosa, lo habitual es que los cronistas no creen imaginativamente un mundo de ficción. Los hechos relatados y los personajes mencionados han existido en un tiempo y en un espacio reales y pueden ser verificados. e. Las crónicas plantean una situación comunicativa real en la que tanto el emisor como el receptor son personajes de probada existencia histórica. El emisor relata sucesos que ha protagonizado o de los que ha sido "testigo de vista". En general son relatos de lo visto y oído. De lo expuesto hasta aquí se saca como conclusión que las crónicas, aunque usen algunas máscaras literarias (por ejemplo: presentación novelesca de ciertos sucesos, incorporación de situaciones ficticias de no probada existencia histórica, aparición de recursos literarios) son, fundamentalmente, por su motivación, su naturaleza y sus objetivos, distintas de una obra literaria auténtica. A lo sumo puede decirse que pertenecen a una zona fronteriza entre la historia y la literatura. Los emisores de las crónicas Tradicionalmente, cuando se busca caracterizar a los conquistadores, se parte de criterios simplificadores que los muestran ya como iluminados, portadores de la fe cristiana y de la civilización, ya como malvados endemoniados, portadores de la destrucción. Ambas imágenes son falsas. Es necesario considerarlos como hombres ubicados en una situación histórica concreta, aunque los hechos por ellos realizados los hayan convertido en héroes de leyenda. Excepto el caso particular de Colón, los conquistadores pertenecen al mundo de la Edad Media: entienden la conquista como la continuación de la Reconquista de España, transplantan a América "la guerra de botín", buscan el enriquecimiento no a través del comercio (rasgo saliente de la naciente burguesía europea del Renacimiento) sino a través de la posesión de grandes extensiones de tierra y de los indios ligados a ella. Trasladan a América la organización feudal de la sociedad y de la explotación de la tierra. El escalón más bajo de esa nueva sociedad es el indio. El origen social de los conquistadores es diverso. Algunos son hijos menores o naturales de nobles, otros poseen ya una ubicación elevada y buscan acrecentarla. Otros son sacerdotes misioneros que constituyen el ala de avanzada dentro del
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clero de la época: llegan para evangelizar y pronto se convierten en durísimos censores de la conquista militar y en defensores apasionados del indio. Otros acompañan las expediciones como soldados mercenarios o como simples viajeros deseosos de aventura. En todos ellos existe el afán de aventuras que los impulsa a volver a salir una vez que se ha concretado la posesión de un territorio para buscar oíros nuevos. Se instalan a tal punto en las nuevas tierras que llegan a sentir que su destino está ligado a ellas. En América han tenido hijos, han sido jóvenes, han sufrido y han gozado y, en algunos casos, han llegado a obtener fortuna y honra. Actúan como socios de la Corona: corren con todos los riesgos económicos. Firman contratos con banqueros y comerciantes que a cambio reciben parte del botín. La Corona actúa solo como parte recibidora. Esperan, a cambio de lo realizado, el reconocimiento jurídico de la posesión de la tierra y de los indios y los honores correspondientes. La promoción buscada encontró resistencias oficiales, de allí que sea frecuente el pedido constante a los reyes. Los temas de las crónicas El contenido de las crónicas posee dos centros de interés: la naturaleza (el paisaje de América) y los hombres que protagonizaron los sucesos narrados. El tema de la naturaleza se presenta con las siguientes variantes: -la naturaleza vista y descripta a través de un lente deformante (lo americano se capta a través de una óptica proveniente de las novelas de caballería, las Sagradas Escrituras, relatos de viajeros medievales, etc.) -la naturaleza paradisíaca. -la naturaleza desmesurada. -la naturaleza como enemiga y destructora del hombre. -la naturaleza degradada (el punto de referencia para describir lo americano es lo ya conocido en Europa). Puede deducirse, entonces, que América desde los momentos iniciales, sufrió un enmascaramiento de su realidad. No se la miró cara a cara, sino a través de una carga de expectativas que hicieron que su primera imagen estuviera condicionada. El hombre europeo proyectó en ella sus esperanzas y sus creencias. No creyó lo que vio sino vio lo que creyó. Estos enfoques acerca de la naturaleza se proyectan en la literatura tanto europea como hispanoamericana. El tema del hombre: el otro tema importante es el de los hombres que se mueven dentro de la naturaleza. En relación con el español vale todo lo dicho anteriormente sobre los cronistas. En relación con el indio, como ocurrió con el paisaje, tampoco fue visto como una realidad, sino como una abstracción del
hombre bueno o malo. La actitud del conquistador recorre una variada gama que abarca desde el velado desprecio por los indios desnudos y simples, la admiración y el respeto, hasta la comprensión humana nacida de compartir iguales penurias y la defensa apasionada del que se considera más débil. El interés contemporáneo por las crónicas responde, entre otras, a las siguientes razones: a. Los historiadores ven en ellas documentos de primera mano para la reconstrucción de la conquista. b. Los escritores contemporáneos hispanoamericanos han tomado de ellas temas, personajes, actitudes, mitos, rasgos formales, al elaborar sus obras. c. No sólo la literatura las ha tomado como fuente de inspiración, también lo han hecho creadores pertenecientes a oíros campos artísticos (pintores, cineastas, etc.). d. Los críticos literarios encuentran en ella una serie de temas y actitudes que van a ser constantes en la literatura hispanoamericana posterior: el paisaje paradisíaco, la naturaleza devoradora y desmesurada, la presencia de lo maravilloso vivido como cotidiano, el indio y sus relaciones con el blanco, la defensa del más débil, etc. e. Muchos de los mitos cuyo nacimiento testimonian las crónicas, sirven en la actualidad a filósofos, antropólogos y sociólogos para expresar simbólicamente los rasgos esenciales de lo hispanoamericano.
********** ACERCA DE LAS CRÓNICAS DE INDIAS [Fragmentos tomados de Vera historia de Indias, de Oski. Ed. Colihue] Prólogo Para la gente del viejo mundo el nuevo fue durante mucho tiempo una cosa increíble. Lo que dijera el poeta Píndaro, cinco siglos antes de Cristo, que no era posible saber nada de lo que ocurría más allá de las columnas de Hércules, siguió siendo una verdad incontestable para los europeos durante veinte centurias. La afirmación del poeta pagano estaba (para mayor seguridad) corroborada por los padres de la Iglesia. San Agustín había asegurado que era imposible que hubiera antípodas. Los primeros viajeros que llegaron a estas partes del mundo debieron
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hacer esfuerzos de dialéctica para explicar que en estas zonas también había cielo (aunque con otras estrellas) y que se podía pisar impunemente sin caerse, porque en la redondez del mundo no hay arriba ni abajo. El jesuita Joseph de Acosta, que publicó en 1590 su Historia Natural y Moral de las Indias, asegura que "nosotros que habitamos en el presente en la parte del mundo que responde en contrario de la Asia, y somos sus antíctonos, como los cosmógrafos hablan, ni nos vemos andar colgando, ni que andemos las cabezas abajo y los pies arriba". No hubo más remedio que admitir que "Las Indias" eran, realmente, una parte del mundo, pero una parte tan fuera de lo corriente, tan desaforada que todas las extravagancias y los caprichos de la naturaleza podían darse en ella. Era un mundo en el que no parecían regir las leyes comunes. Sus árboles y sus animales parecían seres de otra creación. Todo lo milagroso o lo monstruoso podía tener cabida en ese escenario nuevo. No era extraño que aquí cantaran las sirenas. Sebastián Gaboto, en las instrucciones que redactó para un viaje en 1522 recomendaba a los marineros que "se precavieran contra los artificios de ciertas criaturas que, con la cabeza de hombre y la cola de pescado, andaban en las ensenadas y bahías armadas de arcos y flechas, y comían carne humana". Los viajeros en tierra de Indias no pueden dejar de enumerar las cosas extraordinarias que vieron (o creyeron ver) en estos parajes. El arcediano Barco Centenera que vino al Río de la Plata en 1572, en la expedición del adelantado Ortiz de Zarate, contó en su poema Argentina las maravillas que conociera "ya de vista, ya de oídas" en estas tierras todavía mal dibujadas en los mapas. Supo (él también) de "sirenas que cantaban en el río, de ciudades sumergidas en el fondo de las lagunas, de peces que salían del agua en persecución de las mujeres, de mariposas que se convertían en ratones y de un extraño animal (el carbunclo, al que los guaraníes llamaban Añapitán) que tenía como un espejo luminoso en la frente. Todo era maravilloso en estas regiones y los libros lo registraban escrupulosamente. El doctor Monardes, famoso médico y herbolario, aseguraba que en el Perú crecía un árbol "que muestra si uno ha de vivir o morir". ¿Y cómo olvidarnos de la aventura de la mujer y el culebrón que cuenta el jesuíta Antonio Ruiz Mentoya? Todavía la repite el padre Lozano en su Historia de la conquista del
Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Sucedió, pues, que una india estaba "lavando, descuidada, alguna ropa en las márgenes del Paraná", cuando "vino una de estas bestias y la asaltó de improviso con ademanes de violentarla". El resto puede leerse en la mencionada Historia. […] Aquí Ulrico Schmidl, el arcabucero que vino con don Pedro de Mendoza, nos habla del sabor del “pescado” llamado yacaré; Pedro de Aguado diserta sobre venenos; Francisco López de Gomara elogia a las indias de Santa Marta; pero es Gonzalo Fernández de Oviedo el que suministra mayor caudal de noticias. Oviedo, en su calidad de primer cronista oficial del Nuevo Mundo, detalló las rarezas de estas tierras en su Historia General y Natural de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano (Sevilla 1535). Ahí se habla del extraño sistema de locomoción de los caciques, de la mordedura de los murciélagos, de las cacerías de tigres y de animales y árboles raros, como el perico ligero y el hobo. Cieza de León relata las virtudes de la zarzaparrilla y, por fin, el padre Cristóbal de Acuña da noticias de un viaje por el río Amazonas. […] En ese escenario ocurren extrañas escenas. Se mueven indios, conquistadores, crecen árboles raros, respiran animales nunca vistos. La serie de láminas que se refiere al Río de la Plata comienza con la fundación de Buenos Aires por Juan de Garay. Aquí el estático y decorativo cuadro de Moreno Carbonero (que puede observarse en cualquier billete de cien pesos) cobra, como por arte de magia un movimiento inusitado. El fundador —de acuerdo con el ritual de la toma de posesión- corta yerbas, tira cuchilladas y pregunta si hay alguien que lo contradiga, todo ante el asombro de los indios lugareños, uno de los cuales piensa (muy expresivamente) en la locura del fundador. […] Desde el acta de fundación de la ciudad hasta los Viajes de Pablo Mantegazza publicados en 1858. Los libros de viaje le suministran una fuente muy útil, ya sea el Diario del misionero Fray Pedro Parras (1752) las Ilustraciones pintorescas de Emeric Esex Vidal (1820), o el Viaje pintoresco de Alcides D'Orbigny (1842). José Luis Lanuza
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Los cuatro viajes del almirante y su testamento. Madrid. Espasa-Calpe, 1971. Pasada la medianoche del jueves 11 de octubre, Colón avistó por primera vez las tierras americanas. En el siguiente texto, el padre Las Casas resume las primeras impresiones sobre el paisaje y el hombre americanos, que el Almirante registró en su Diario del primer viaje. Jueves 11 de octubre.- Navegó al Ouesudueste. Tuvieron mucha mar y más que en todo el viaje habían tenido. Vieron pardelas3 y un junco verde junto a la nao4. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramojos5. Con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta puesto el sol, veintisiete leguas. Después del sol puesto, navegó a su primer camino al Oueste: andarían doce millas cada hora; y hasta dos horas después de media noche andarían noventa millas, que son veintidós leguas y media. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra y hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vido6 primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana; puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vido lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra; pero llamó a Pero Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, e díjole que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y vídola; díjole también a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina enviaban en el armada por veedor, el cual no vido nada porque no estaba en lugar do7 la pudiese ver. Después que el Almirante lo dijo, se vido una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos., rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que vía
tierra le daría luego un jubón8 de seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran diez mil maravedís9 de juro a quien primero la viese. A las dos horas después de media noche pareció 10 la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amañaron todas las velas y quedaron con el treo, que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní.11 Luego vinieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Anés su hermano, que era capitán de Niña. Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escovedo, Escribano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escripto. Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias. “Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hobieron12 mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estábamos, nadando, y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas13 y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles”.
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Pardela: ave acuática, palmípeda, parecida a la gaviota. 4 Nao: nave. 5 Escaramojos: escaramujos, especie de rosal silvestre de flores o rositas encarnadas y de fruto similar a una baya de color rojo. // Especie de molusco. 6 Vido: forma antigua para “vio”. 7 Do: forma antigua de “donde”.
Jubón: camisa. Maravedís: antigua unidad monetaria. 10 Pareció: apareció. 11 E lugar donde arribaron pertenece al archipiélago de las Bahamas y no ha sido identificado aún en forma definitiva por los historiadores. 12 Hobieron: obtuvieron, tuvieron. 13 Azagayas: lanza o dardo pequeño y arrojadizo. 9
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Oski, Vera historia de Indias. Buenos Aires, Colihue [Selección de fragmentos] DESCUBRIMIENTO DEL AMAZONAS DEL PEJEBUEY (P) “...pero entre todos, el que como rey se señorea y está poblando en todo el río, es el pejebuey, pescado que el gusto sólo le queda del nombre de tal, pues no hay persona que cuando lo come no lo tenga por sazonada carne. Muévese en el agua con dos brazos cortos, debajo de los cuales muestra la hembra sus pechos, con que mantiene con leche los hijos que pare... Susténtase este pescado sólo de yerba que pace, como si fuera buey verdadero... De donde cobra su carne tan buen gusto, y es de tanta sustancia que, con pequeña cantidad queda una persona más satisfecha y con más fuerza que si comiera doblado de carnero.” TORTUGAS DE RÍO (T) “Son estas tortugas tan grandes y mayores que rodelas de buen tamaño; es su carne como de vaca tierna; tienen las hembras de ordinario, más de 200 huevos cada una, algo mayores y casi tan buenos como los de gallina, aunque más duros de digestión..."' USO DE LOS ESCLAVOS (E) “Y no diga nadie que el no querer vender los indios sus esclavos nace de tenerlos para comer en sus borracheras, que es dicho común con muy poco fundamento de los portugueses... No quiero con esto negar que hay en este río gente caribe, que en ocasiones no tiene horror de comer carne humana. Lo que quiero persuadir es que no existen en todo él, carnicerías públicas, en que todo el año se pesa carne de indios...” NOTICIAS QUE DIERON LOS TUPINAMBAS “Dicen que cercanos a su habitación, viven dos naciones, la una de enanos tan chicos como criaturas muy tiernas que se llaman Guayazís (G), la otra de una gente que todos ellos tienen los pies al revés, de suerte que quien no conociendo los quisiese seguir sus huellas, caminaría siempre el contrario que ellos; llámanse Mutayús (M)...” DE LAS AMAZONAS (A) “Tienen estas mujeres varoniles su asiento entre grandes montes y eminentes cerros... Son mujeres de gran valor, y que siempre se han conservado sin
ordinario comercio de varones, y aun cuando éstos, por concierto que con ellas tienen, vienen cada año a sus tierras, los reciben con las armas en la mano.” [Nuevo descubrimiento del gran río de las Amazonas. Por el Padre Cristóbal de Acuña (1641)]
HERNÁN CORTES “Fue de buena estatura y cuerpo, y bien proporcionado, y membrudo, y la color de la cara tiraba algo a cenicienta, y no muy alegre; y si tuviera el rostro más largo, mejor le pareciera: los ojos en el mirar amorosos, y por otra grave; las barbas tenía algo prietas, y pocas y ralas, y el cabello que en aquel tiempo se usaba era de la misma manera que las barbas, y tenía el pecho alto, y la espalda de buena manera, y era cenceño, y de poca barriga, y algo estevado, y las piernas y los muslos bien sacados, y era buen jinete, y diestro de todas armas, ansí a pie como a caballo, y sabía muy bien menearlas, y sobre todo corazón y ánimo, que es lo que hace al caso.” [Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Por Bernal Díaz del Castillo].
ALONSO DE HOJEDA “Pero porque los españoles venían flacos y con gran trabajo, por no pelear con los indios huían de los pueblos y hallaron una ciénaga que les llegaba a la rodilla y poco más, y pensando que presto se acababa, prosegían su camino adelante; andados dos o tres días, íbase ahondando la ciénaga. De esta manera anduvieron ocho o diez días por ella, con esperanza de que se acabara y con temor de andar lo que dejaban atrás andado; y para dormir subíanse sobre los árboles, y allí dormían algún sueño, harto inquieto, triste y amargo. Llegaban muchas veces a lugares por ella, en los cuales les llegaba el cieno y agua hedionda a los sobacos, y otras que les subía sobre las cabezas, y otras más alto, donde se ahogaban los que no sabían nadar. Traía Hojeda en su talega una imagen de Nuestra Señora, muy devota; sacaba Hojeda su imagen de su talega y poníala en el árbol y allí la adoraba y exhortaba que los demás la adorasen. Duróles la ciénaga 30 leguas y anduvieron por ella treinta días con los trabajos y miserias que dichos están... Plugo a Dios que llegaran algunos, los más recios y ligeros..." [Historia de las Indias, Por Fray Bartolomé de las Casas]
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ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA “...Y andadas cinco jornadas con muy grande hambre, porque en el camino no había tunas ni otra fruta ninguna, allegamos a un río, y fuimos a buscar una fruta de unos árboles, que es como hieros; y como por toda esta tierra no hay caminos, yo me detuve más en buscarla: la gente se volvió, y yo quedé solo, y viniendo a buscarlos aquella noche me perdí, y plugo a Dios que hallé un árbol ardiendo, y al fuego de él pasé aquel frío aquella noche, y a la mañana yo me cargué de leña y tomé dos tizones, y volví a buscarlos, y anduve de esta manera cinco días, siempre con mi lumbre y mi carga de leña, porque si el fuego se me matase en parte donde no tuviese leña, tuviese de qué hacer otros tizones y no me quedase sin lumbre, porque para el frío yo no tenía otro remedio, por andar desnudo como nascí; y para las noches yo tenía este remedio: en la tierra hacía un hoyo y en él echaba mucha leña, y al derredor de aquel hoyo hacía cuatro fuegos en cruz, y yo tenía cargo y cuidado de rehacer el fuego de rato en rato y hacía unas gavillas de paja larga con que me cubría en aquel hoyo; y una de las noches el fuego cayó en la paja con que yo estaba cubierto, y estando yo durmiendo en el hoyo, comenzó a arder muy recio, y por mucha priesa que yo me di a salir, todavía saqué señal del peligro en que había estado. En todo este tiempo no comí bocado ni halle cosa que pudiese comer; y a cabo de cinco días llegué a una ribera de un río, donde yo hallé a mis indios, que ellos y los cristianos me contaban ya por muerto. Todos tuvieron gran placer en verme, principalmente los cristianos, y aquella noche me dieron de las tunas que tenían, y otro día partimos de allí y fuimos donde hallamos muchas tunas, con que todos satisficieron su gran hambre, y nosotros dimos muchas gracias a nuestro Señor porque nunca nos faltaba su remedio.” [Naufragios. Por Alvar Núñez Cabeza de Vaca]
PRIMERA BATALLA ENTRE INDIOS Y CRISTIANOS “Aquellos indios se llegaron a la barca, y la gente della, cristiana, salió en tierra; comenzáronles a comprar los arcos y flechas y las otras armas porque el Almirante así lo había ordenado; vendidos los arcos, no quisieron dar más, antes se aparejaron para arremeter a los cristianos y prenderlos, sospechando, por ventura, que de industria los cristianos les compraban las armas para después dar en ellos. Viéndolos venir denodados, los españoles, que pocos desean ser
mártires, que no dormían, dan con ímpetu en ellos, y alcanzó uno dellos a un indio una gran cuchillada en las nalgas, y a otro, por los pechos, una saetada; visto por experiencia los indios que las armas de los cristianos eran otras que las suyas, y que en tan poco tiempo tanto efecto hacían, y así que podían en la burla ganar poco, y, aunque los cristianos no eran sino siete y ellos cincuenta y tantos, dieron a huir todos, que no quedó alguno. Y esta fue la primera pelea que hobo en todas las Indias, y donde hobo derramada sangre de indios, y es de creer que murió el de la saetada, y aun el de las nalgas desgarradas no quedaría muy sano.” [Historia de las indias. Por Fray Bartolomé de las Casas]
LOS GAUDERIOS Estos son unos mozos nacidos en Montevideo y en los vecinos pagos. Mala camisa y peor vestidos, procuran encubrir con uno ó dos ponchos, de que hacen cama con los sudaderos del caballo, sirviéndoles de almohada la silla. Se hacen de una guitarrita, que aprenden á tocar muy mal y á cantar desentonadamente varías coplas, que estropean, y muchas que sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean á su albedrío por toda la campaña y con notable complacencia de aquellos semibárbaros colonos, comen á su costa y pasan las semanas enteras tendidos sobre un cuero, cantando y tocando. “Muchas veces se juntan de éstos cuatro o cinco, y á veces más, con pretexto de ir al campo á divertirse, no llevando más prevención para su mantenimiento que el lazo, las bolas y un cuchillo. Y lo más prodigioso es verlos matar una vaca, sacarle el mondongo y todo el sebo que juntan en el vientre, y con sólo una brasa de fuego o un trozo de estiércol seco de las vacas prenden fuego á aquel sebo, y luego que empieza a arder y comunicarse a la carne gorda y huesos, forma una extraordinaria iluminación, y así vuelven á unir el vientre de la vaca, dejando que respire el fuego por la boca y orificio, dejándola toda una noche ó una considerable parte del día, para que se ase bien, y á la mañana ó tarde la rodean los gauderios y con sus cuchillos va sacando cada uno el trozo que le conviene, sin pan ni otro aderezo alguno.” [El lazarillo ciegos caminantes. Por Concolorcorvo (1773)]
Antonio Pigafetta: Viaje alrededor del mundo. Barcelona, 16
Orbis, 1986 LIBRO PRIMERO PARTIDA DE SEVILLA HASTA LA DESEMBOCADURA DEL ESTRECHO DE MAGALLANES (Fragmentos) El capitán general Fernando de Magallanes había resuelto emprender un largo viaje por el Océano, donde los vientos soplan con furor y donde las tempestades son muy frecuentes. Había resuelto también abrirse un camino que ningún navegante había conocido hasta entonces; pero se guardó bien de dar a conocer este atrevido proyecto temiendo que se procurase disuadirle en vista de los peligros que había de correr, y que le desanimasen las tripulaciones. A los peligros naturalmente inherentes a esta empresa, se unía aún una desventaja para él, y era que los comandantes de las otras cuatro naves, que debían hallarse bajo su mando, eran sus enemigos, por la sencilla razón de que eran españoles y Magallanes portugués. (…) Partimos de San Lúcar el 20 de septiembre, dirigiéndonos hacia el sudoeste, y el 26 llegamos a una de las islas Canarias, llamada Tenerife, situada en 28 grados de latitud septentrional. Detuvímonos ahí tres días en un sitio adecuado para procurarnos agua y leña: en seguida entramos en un puerto de la misma isla, llamado Monte-Rosso, donde pasamos dos días. El lunes 3 de octubre hicimos rumbo directamente hacia el sur, pasando entre el Cabo Verde y sus islas, situadas por los 30° 30' de latitud septentrional, y después de haber corrido durante varios días a lo largo de la costa de Guinea, arribamos hacia el 8° grado de latitud septentrional, donde existe una montaña que se llama Sierra Leona. (…) Durante los días serenos y de calma, nadaban cerca de nuestra nave grandes peces llamados tiburones. Estos peces poseen varias hiladas de dientes formidables, y si desgraciadamente cae un hombre al mar, lo devoran en el acto. Nosotros cogimos algunos con anzuelos de hierro; pero los más grandes no sirven para comer y los pequeños no valen gran cosa. (…) Hemos visto aves de diferentes especies: algunas parecía que no tenían cola; otras no hacen nidos, porque carecen de patas; pero la hembra pone e incuba sus huevos sobre el lomo del macho en medio del mar. Hay otras que llaman cágasela, o caca-ucello (estercolero), que viven de los excrementos de las otras aves y yo mismo vi a menudo a una de ellas perseguir a otra sin abandonarla jamás hasta
que lanzase su estiércol, del que se apoderaba ávidamente. He visto también pescados que vuelan y otros reunidos en tan gran número que parecían formar un banco en el mar. Cuando hubimos pasado la línea equinoccial, acercándonos al polo antártico, perdimos de vista la estrella polar. Dejamos el cabo entre el sur y el sudoeste, e hicimos rumbo a la tierra que se llama de Verzino (el Brasil) por los 23° 30' de latitud meridional. Esta tierra es una continuación de la en que se encuentra el cabo de San Agustín, por los 8° 30' de la misma latitud. Aquí hicimos una abundante provisión de aves, de patatas, de una especie de fruta que se asemeja al piñón del pino, pero que es extremadamente dulce y de un sabor exquisito (piña), de cañas muy dulces, de carne de anta, la cual se parece a la de vaca, etc. Realizamos aquí excelentes negociaciones: por un anzuelo o por un cuchillo, nos daban cinco o seis gallinas; dos gansos por un peine; por un espejo pequeño o por un par de tijeras, obteníamos pescado suficiente para alimentar diez personas; por un cascabel o una cinta, los indígenas nos traían una cesta de patatas, nombre que se da a ciertas raíces que tienen más o menos la forma de nuestros nabos y cuyo gusto se aproxima al de las castañas. De una manera igualmente ventajosa, cambiábamos las cartas de los naipes: por un rey me dieron seis gallinas, creyendo que con ello habían hecho un magnífico negocio. Entramos a este puerto (Río de Janeiro) el día de Santa Lucía, a 13 días del mes de diciembre. Teníamos entonces, a mediodía, el sol en el zenit, y experimentábamos mucho más calor que cuando pasamos la línea. La tierra del Brasil, que abunda de toda clase de provisiones, es tan extensa como la Francia, la España y la Italia juntas: pertenece al rey de Portugal. Los brasileros no son cristianos, pero tampoco son idólatras, porque no adoran nada: el instinto natural es su única ley. Viven tan largo tiempo, que es frecuente encontrar individuos que alcanzan hasta los ciento veinticinco y aun algunas veces hasta los ciento cuarenta años. Tanto las mujeres como los hombres andan desnudos. Sus habitaciones, que llaman boy, son cabañas alargadas, y duermen sobre redes de algodón, llamadas hamaks, sujetas por los dos extremos a postes gruesos. Encienden fuego a flor de tierra. Uno de estos boys encierra algunas veces hasta cien hombres, con sus mujeres e hijos: se siente por lo tanto siempre mucho ruido. Sus embarcaciones, que llaman canoas, las fabrican de un tronco de árbol ahuecado por medio de una piedra cortante, porque las piedras
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reemplazan al hierro, de que carecen. Estos árboles son tan grandes que una sola canoa puede contener hasta treinta y aun cuarenta hombres, que bogan con remos semejantes a las palas de nuestros panaderos. Al verlos tan negros, completamente desnudos, sucios y calvos, se les podría confundir con los marineros de la laguna Estigia.
Comen una especie de pan redondo y blanco, que no nos agradó, hecho con la médula, o, mejor dicho, con la albura que se encuentra entre la corteza y el palo de cierto árbol, que tiene alguna semejanza con la leche cuajada. Poseen también cerdos que nos parecieron que tenían el ombligo en el lomo, y unas aves grandes cuyo pico semeja una espátula, pero que no tienen lengua.
Los hombres y las mujeres son bien constituidos, y conformados como nosotros. Algunas veces comen carne humana, pero solamente la de sus enemigos, lo que no ejecutan por deseo ni por gusto, sino por una costumbre que, según lo que nos dijeron, se ha introducido entre ellos de la manera siguiente: Una vieja no tenía sino un hijo que fue muerto por los enemigos. Algún tiempo después, el matador del joven fue hecho prisionero y conducido delante de ella; para vengarse, esta madre se lanzó como un animal feroz sobre él y le desgarró una espalda con los dientes. El hombre tuvo la suerte no sólo de escaparse de las manos de la vieja y de evadirse, sino también de regresar a los suyos, a quienes mostró la huella de los dientes que llevaba en la espalda, y les hizo creer (quizás lo creía también él) que los enemigos habían tratado de devorarle vivo. Para que los otros no les aventajasen en ferocidad, se determinaron a comerse realmente a los enemigos que se tomasen en los combates, y éstos hicieron otro tanto. Sin embargo, no se los comen inmediatamente, ni tampoco vivos, sino que los despedazan y los reparten entre los vencedores. Cada uno se lleva a su casa la porción que le ha cabido, la hace secar al humo y cada ocho días asa un pequeño pedazo para comérselo. He tenido noticia de este hecho de Juan Carvalho, nuestro piloto, que había pasado cuatro años en el Brasil.
Algunas veces para procurarse un hacha o un cuchillo, nos prometían por esclavos una y hasta dos de sus hijas, pero no nos ofrecieron jamás sus mujeres, quienes, por lo demás, no habrían consentido en entregarse a otros que a sus maridos, porque, a pesar del libertinaje de las solteras, su pudor es tal cuando se casan que no soportan que sus maridos las abracen durante el día. Están sujetas a los trabajos más duros, viéndoseles a menudo descender de los cerros con cestas muy pesadas sobre la cabeza, aunque no andan jamás solas, porque sus maridos, que son muy celosos, las acompañan siempre, llevando en una mano las flechas y el arco en la otra. Este arco es de palo de Brasil o de palma negra. Si las mujeres tienen hijos los llevan suspendidos del cuello por medio de una red de algodón. Muchas otras cosas podría decir de sus costumbres, que omito por no hacerme demasiado prolijo.
Los brasileros, tanto las mujeres como los hombres, se pintan el cuerpo, especialmente el rostro, de una manera extraña y en diferentes estilos. Tienen los cabellos cortos y lanudos, y carecen de pelos en todo el cuerpo, porque se los arrancan. Usan una especie de chupa hecha de plumas de loro, dispuestas de manera que las mayores de las alas y de la cola les formen un círculo en la cintura, lo que les da una figura extraña y ridícula. Casi todos los hombres llevan el labio inferior taladrado con tres agujeros por los cuales pasan pequeños cilindros de piedra del largo de dos pulgadas. Las mujeres y los niños no poseen este incómodo adorno. Añadid a esto que andan enteramente desnudos por delante. Su color es más bien oliváceo que negro. Su rey lleva el nombre de cacique. Pueblan este país un número infinito de loros, de tal manera que nos daban ocho o diez por un pequeño espejo. Poseen también una especie de gatos amarillos muy hermosos, que semejan leones pequeños.
Estos pueblos son en extremo crédulos y bondadosos, y sería fácil hacerles abrazar el cristianismo. La casualidad quiso que concibiesen por nosotros veneración y respeto. Desde hacía dos meses reinaba en el país una gran sequedad, y como sucedió que en el momento de nuestra llegada envióles lluvias el cielo, no dejaron de atribuirlas a nuestra presencia. Cuando desembarcamos a oír misa en tierra, asistieron a ella en silencio, con aire de recogimiento, y viendo que echábamos al mar nuestras chalupas, que dejábamos amarradas a los costados de la nave o que la seguían, se imaginaron que eran hijos de la nave y que ésta los alimentaba. (…) “En caso que no hubiésemos descubierto este estrecho para pasar de un mar a otro, el comandante en jefe tenía determinado continuar su derrota al sur hasta el grado 75 de latitud meridional, donde durante el verano no hay noche, o, al menos, muy poca; así como no hay día en invierno. Mientras nos hallábamos en el Estrecho no teníamos sino tres horas de noche, y estábamos en el mes de octubre. La costa de este Estrecho, que del lado izquierdo se dirige al sudeste, es baja: dímosle el nombre de Estrecho de los Patagones14. A cada media legua se encuentra en él un puerto seguro, agua excelente, madera de cedro, sardinas y 14
Se llama hoy “de Magallanes”.
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marisco en gran abundancia. Había también hierbas, y aunque algunas eran amargas, otras eran buenas para comer, sobre todo una especie de apio dulce que crece en la vecindad de las fuentes y del cual nos alimentamos a falta de otra cosa mejor: en fin, creo que no hay en el mundo un estrecho mejor que éste. En el momento en que desembocábamos en el océano, presenciamos una caza curiosa que algunos pescados hacían a otros. Los hay de tres especies, esto es, dorados, albacoras y bonitos, que persiguen a los llamados peces voladores. Estos, cuando son perseguidos, salen del agua, despliegan sus nadaderas, que son bastante largas para servirles de alas, volando hasta la distancia de un tiro de ballesta: en seguida vuelven a caer al agua. Durante este tiempo, sus enemigos, guiados por su sombra, les siguen y en el momento en que vuelven a entrar en el agua, los cogen y se los comen. Estos peces voladores tienen más de un pie de largo y son un excelente alimento.[…] Miércoles 28 de noviembre, desembocamos por el Estrecho para entrar en el gran mar, al que dimos en seguida el nombre de Pacífico, y en el cual navegamos durante el espacio de tres meses y veinte días, sin probar ni un alimento fresco. El bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda. Para no morirnos de hambre, nos vimos aun obligados a comer pedazos de cuero de vaca […] Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario sumergirlo durante cuatro o cinco días en el mar para ablandarlo un poco; para comerlo lo poníamos en seguida sobre las brasas. A menudo aun estábamos reducidos a alimentarnos de serrín, y hasta las ratas, tan repelentes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan delicado que se pagaba medio ducado por cada una. Sin embargo, esto no era todo. Nuestra mayor desgracia era vernos atacados de una especie de enfermedad que hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los enfermos no pudiesen tomar ningún alimento. De éstos murieron diecinueve y entre ellos el gigante patagón y un brasilero que conducíamos con nosotros. Además de los muertos, teníamos veinticinco marineros enfermos que sufrían dolores en los brazos, en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero que al fin sanaron. Por lo que toca a mí, no puedo agradecer bastante a Dios que durante este tiempo y en medio de tantos enfermos no haya experimentado la menor dolencia.[…] Cuando hubimos corrido setenta leguas en esta dirección, hallándonos por el grado doce de latitud septentrional y por el ciento cuarenta y seis de longitud, el 6 de marzo, que era miércoles, descubrimos hacia el noroeste una pequeña isla, y en seguida dos más al sudoeste. La primera era más elevada y más grande que las dos últimas. Quiso el comandante en jefe detenerse en la más grande para tomar
refrescos y provisiones; pero esto no nos fue posible porque los isleños venían a bordo y se robaban ya una cosa ya otra, sin que nos fuese posible evitarlo. Pretendían obligarnos a bajar las velas y a que nos fuésemos a tierra, habiendo tenido aun la habilidad de llevarse el esquife que estaba amarrado a popa, por lo cual el capitán, irritado, bajó a tierra con cuarenta hombres armados, quemó cuarenta o cincuenta casas y muchas de sus embarcaciones y les mató siete hombres. De esta manera recobró el esquife, pero no juzgó oportuno detenerse en esta isla después de todos estos actos de hostilidad. Continuamos, pues, nuestra ruta en la misma dirección. Al tiempo de bajar a tierra para castigar a los isleños, nuestros enfermos nos pidieron que si alguno de los habitantes era muerto, les llevásemos los intestinos, porque estaban persuadidos que comiéndoselos habían de sanar en poco tiempo. Cuando los nuestros herían a los isleños con flechas (que no conocían) de modo que los pasaban de parte a parte, estos desgraciados trataban de sacárselas del cuerpo, ya por un extremo ya por el otro; las miraban en seguida con sorpresa, muriendo a menudo de la herida: lo que no dejaba de darnos lástima. Sin embargo, cuando nos vieron partir, nos siguieron con más de cien canoas, y nos mostraban pescado, como si quisieran vendérnoslo; mas, cuando se hallaban cerca de nosotros, nos lanzaban piedras y en seguida huían. Pasamos por medio de ellos a velas desplegadas, aunque supieron evitar con habilidad el choque de las naves. Vimos también en sus canoas mujeres que lloraban y se arrancaban los cabellos, probablemente porque habíamos muerto a sus maridos. Estos pueblos no conocían ley alguna, siguiendo sólo su propia voluntad; no hay entre ellos ni rey ni jefe; no adoran nada; andan desnudos; algunos llevan una barba larga y cabellos negros atados sobre la frente y que les descienden hasta la cintura. Usan también pequeños sombreros de palma. Son grandes y bien hechos; su tez es de un color oliváceo, habiéndosenos dicho que nacían blancos, pero que con la edad cambiaban de color. Poseen el arte de pintarse los dientes de rojo y negro, lo que pasa entre ellos por una belleza. Las mujeres son hermosas, de buen talle y más blancas que los hombres; tienen los cabellos muy negros, lisos, que les llegan hasta el suelo; andan desnudas como los hombres, salvo que se cubren sus partes genitales con un angosto pedazo de género, o más bien de una corteza, delgada como papel, que fabrican de las fibras de la palma. Sólo trabajan en sus casas en la confección de esteras y cestas de hojas de palma y de otras labores semejantes del uso doméstico. Hombres y mujeres se untan los cabellos y todo el cuerpo con aceite de cocos y de seselí. Aliméntase este pueblo de aves, peces voladores, patatas, de una especie de higos de un medio pie de largo (plátano), de la caña de azúcar y de otras frutas semejantes. Sus casas son de madera, techadas con hojas de plátanos, y con departamentos bastante aseados, provistos de ventanas, y de lechos muy blandos que hacen de esteras de palma muy finas y extienden sobre la paja amontonada.
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No tienen más armas que lanzas cuya punta está provista de un aguzado hueso de pescado. Los habitantes de estas islas son pobres, pero muy diestros y sobre todo hábiles ladrones, con cuyo nombre los designamos15. Sus diversiones consisten en pasearse con sus mujeres en canoas semejantes a las góndolas de Fusino, cerca de Venecia, pero son más angostas y pintadas de negro, blanco o rojo. La vela la forman hojas de palma cosidas entre sí en forma de latina; está siempre colocada de un lado, y en el opuesto, para dar equilibrio a la vela y al mismo tiempo para contrapesar la canoa, atan un grueso poste puntiagudo con palos atravesados de cuya manera navegan sin peligro. El timón se asemeja a una pala de panadero, esto es, a una vara a cuyo extremo está atada una tabla. No hacen diferencia entre la proa y la popa, por cuya razón tienen un timón a cada extremo. Son buenos nadadores y no temen aventurarse en alta mar, como delfines. Manifestáronse tan sorprendidos y admirados de vernos, que llegamos a creer que no habían conocido hasta entonces más hombres que los habitantes de sus islas.”
Álvar Núñez Cabeza de Vaca: Naufragios. Barcelona, Cambio 16, 1992. A 17 días del mes de junio de 1527, partió del puerto de Sant Lúcar de Barrameda el gobernador Pánfilo de Narváez, con poder y mandado de Vuestra Majestad para conquistar y gobernar las provincias que están desde el río de las Palmas hasta el cabo de la Florida, las cuales son en Tierra Firme; y la armada que llevaba eran cinco navíos, en los cuales, poco más o menos, irían seiscientos hombres. Los oficiales que llevaba (porque de ellos se ha de hacer mención) eran estos que aquí se nombran: Cabeza de Vaca, por tesorero y por alguacil mayor; Alfonso Enríquez, contador; Alonso de Solís, por factor de Vuestra Majestad y por veedor; iba un fraile de la Orden de Sant Francisco por comisario, que se llamaba fray Juan Suárez, con otros cuatro frailes de la misma Orden. Llegamos a la isla de Santo Domingo, donde estuvimos casi cuarenta y cinco días, proveyéndonos de algunas cosas necesarias, señaladamente de caballos. Aquí nos faltaron de nuestra armada más de ciento y cuarenta hombres, que se quisieron quedar allí, por los partidos y promesas que los de la tierra hicieron. De allí partimos y llegamos a Santiago (que es puerto en la isla de Cuba), donde en algunos días que estuvimos, el gobernador se rehizo de gente, de armas y de caballos. Sucedió allí que un 15
Son las que se llaman hoy Marianas.
gentilhombre que se llamaba Vasco Porcalle , vecino de la villa de la Trinidad, que es la misma isla, ofreció de dar al gobernador ciertos bastimentos que tenía en la Trinidad, que es cien leguas del dicho puerto de Santiago. El gobernador, con toda la armada, partió para allá; mas llegados a un puerto que se dice Cabo de Santa Cruz, que es mitad del camino, parescióle que era bien esperar allí y enviar un navío que trajese aquellos bastimentos; y para esto mandó a un capitán Pantoja que fuese allá con su navío, y que yo, para más seguridad, fuese con él, y él quedó por cuatro navíos, porque en la isla de Santo Domingo había comprado un otro navío. Llegados con estos dos navíos al puerto de la Trinidad, el capitán Pantoja fue con Vasco Porcalle a la villa, que es una legua de allí, para rescebir los bastimentos; yo quedé en la mar con los pilotos, los cuales nos dijeron que con la mayor presteza que pudiéramos nos despachásemos de allí, porque aquél era un mal puerto y se solían perder muchos navíos en él; y porque lo que allí nos sucedió fue cosa muy señalada, me paresció que no sería fuera del propósito y fin con que yo quise escrebir este camino, contarla aquí. Otro día, de mañana, comenzó el tiempo a dar no buena señal, porque comenzó a llover, y el mar iba arreciando tanto, que aunque yo di licencia a la gente que saliese a tierra, como ellos vieron el tiempo que hacía y que la villa estaba de allí una legua, por no estar al agua y frío que hacía, muchos se volvieron al navío. En esto vino una canoa de la villa, en que me traían una carta de un vecino de la villa, rogándome que me fuese allá y que me darían los bastimentos que hobiese y necesarios fuesen: de lo cual yo me excusé diciendo que no podía dejar los navíos. A mediodía volvió la canoa con otra carta, en que con mucha importunidad pedían lo mismo, y traían un caballo en que fuese; yo di la misma respuesta que primero había dado, diciendo que no dejaría los navíos, mas los pilotos y la gente me rogaron mucho que fuese, porque diese priesa que los bastimentos se trujese lo más presto que pudiese ser, porque nos partiésemos, luego de allí, donde ellos estaban con gran temor que los navíos se habían de perder si allí estuviesen mucho. Por esta razón yo determiné de ir a la villa, aunque primero que fuese dejé proveído y mandado a los pilotos que si el Sur, con que allí suelen perderse muchas veces los navíos, ventase y se viesen en mucho peligro, diesen con los navíos de través y en parte que se salvase la gente y los caballos; y con esto yo salí, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en mi compañía, los cuales no quisieron salir, diciendo que hacía mucha agua y frío y la villa estaba muy lejos; que otro día, que era domingo, saldrían con el ayuda de Dios, a oír misa. A una hora después de yo salido la mar comenzó a venir muy brava, y el norte fue tan recio que ni los bateles osaron salir a tierra, ni pudieron dar en ninguna manera con los navíos al través por ser el viento por la proa; de suerte que con muy gran trabajo, con dos tiempos contrarios y mucha agua que hacía, estuvieron aquel día y el domingo hasta la noche. A esta hora el agua y la tempestad comenzó a crecer tanto, que no menos tormenta había en el pueblo que en la mar, porque todas las casas y iglesias se cayeron, y era necesario
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que anduviésemos siete u ocho hombres abrazados unos con otros para podernos amparar que el viento no nos llevase; y andando entre los árboles, no menos temor teníamos de ellos que de las casas, porque como ellos también caían, no nos matasen debajo. En esta tempestad y peligro anduvimos toda la noche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudiésemos estar seguros. Andando en esto, oímos toda la noche, especialmente desde el medio de ella, mucho estruendo y grande ruido de voces, y gran sonido de cascabeles y de flautas y tamborinos y otros instrumentos, que duraron hasta la mañana, que la tormenta cesó. En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vio; yo hice una probanza de ello, cuyo testimonio envié a Vuestra Majestad. El lunes por la mañana bajamos al puerto y no hallamos los navíos; vimos las boyas de ellos en el agua, adonde conoscimos ser perdidos, y anduvimos por la costa por ver si hallaríamos alguna cosa de ellos; y como ninguno hallásemos, metímonos por los montes, y andando por ellos un cuarto de legua de agua, hallamos la barquilla de un navío puesta sobre unos árboles, y diez leguas de allí, por la costa, se hallaron dos personas de mí navío y ciertas tapas de cajas, y las personas tan desfiguradas de los golpes de las peñas, que no se podían conoscer; halláronse también una capa y una colcha hecha pedazos, y ninguna otra cosa paresció. Perdiéronse en los navíos sesenta personas y veinte caballos. Los que habían salido a tierra el día que los navíos allí llegaron, que serían hasta treinta, quedaron de los que en ambos navíos había. Así estuvimos algunos días con mucho trabajo y necesidad, porque la provisión y mantenimientos que el pueblo tenía se perdieron y algunos ganados; la tierra quedó tal, que era gran lástima verla: caídos los árboles, quemados los montes, todos sin hojas ni yerbas. Así pasamos hasta cinco días del mes de noviembre, que llegó el gobernador con sus cuatro navíos, que también habían pasado gran tormenta y también habían escapado por haberse metido con tiempo en parte segura. La gente que en ellos traía, y la que allí halló, estaban tan atemorizados de lo pasado, que temían mucho tornarse a embarcar en invierno, y rogaron al gobernador que lo pasase allí, y él, vista su voluntad y la de los vecinos, invernó allí. Dióme a mí cargo de los navíos y de la gente para que me fuese con ellos a inventar al puerto de Xagua, que es doce leguas de allí, donde estuve hasta 20 días del mes de hebrero.
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EL VIAJE DEL HÉROE Afirma Campbell que el héroe lo es porque se sobrepone a las pasiones oscuras, es decir que simboliza nuestra capacidad de controlar al salvaje irracional que todos llevamos dentro. Lo más importante es que la trayectoria del héroe no es vivida como un acto de valor, sino como un modo de autodescubrimiento. Su periplo tiene como finalidad no el engrandecimiento de su persona, no el identificarse con ninguna figura de poder; el héroe no emprende su camino para lograr la liberación o la felicidad personal, sino para obtener la sabiduría y el poder para servir a los demás. Por eso sostiene que cuando una persona encarna un modelo para vidas ajenas, entra en la vía de la mitologización, porque el héroe es alguien que ha dado su vida por algo más grande que él mismo, sea su hazaña física o espiritual —de transformación psicológica. En El Héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito (1949), Campbell plantea la existencia de un único mito al que denomina monomito y que es posible encontrar en todas las culturas y en todos los tiempos. No se trata de un relato mítico específico, sino de una estructura —única, siempre idéntica a sí misma— que se adapta a las diferentes culturas. Esta estructura está definida por el subconsciente humano, y ha cumplido un rol fundamental en guiar a las personas en sus vidas. En este monomito es posible distinguir tres etapas: la Partida (o Separación), la Iniciación, y el Regreso. Cada una de ellas está compuesta por varias partes, que pueden estar presentes o no, y cuyo orden puede variar dependiendo de la encarnación del monomito. La Partida • La llamada a la aventura. La historia comienza con el héroe —un hombre común, casi nunca una mujer— que recibe una llamada a la aventura. Esta llamada puede perturbar la vida cotidiana del futuro héroe. Además, puede haber un heraldo que comunique la llamada. • El rechazo a la llamada. El héroe puede decidir rechazar la llamada. Esto generalmente trae sufrimiento para el héroe, a quien finalmente algún hecho doloroso convence de aceptar dicha llamada. • Ayuda sobrenatural. Para poder emprender su aventura, en ocasiones el héroe puede requerir de ayuda sobrenatural. • El Cruce del Umbral, El umbral marca la división entre el mundo familiar y el mundo desconocido para el héroe.
• El renacimiento. En ocasiones el héroe debe morir para pasar el umbral — descenso a los infiernos, retiro en el desierto. La Iniciación • El camino de las pruebas. Una vez que el héroe se encuentra en el mundo desconocido, debe superar una serie de pruebas que lo ayudarán a aumentar su nivel de conciencia. Este camino es el entrenamiento. • El matrimonio. La última prueba suele ser el matrimonio con una figura femenina, lo que representa el dominio del héroe sobre la vida —por eso el símbolo femenino. • La mujer tentadora. Una vez que el héroe ha expandido su nivel de conciencia, existe una desigualdad entre la verdad y su apariencia exterior que puede ser seducida por las tentaciones carnales. Como resultado, el héroe puede presentar un rechazo hacia alguna figura femenina que intenta seducirlo. • Reconciliación con el Padre. El héroe se reconcilia con la figura tirana y piadosa del padre, lo que le permite a la vez comprenderse a sí mismo. • La Apoteosis. El ego del héroe "yo" se desintegra. Esto lo transporta a un nuevo nivel de conciencia, que le permite sacrificarse. • La bendición final. El héroe finalmente está listo para recibir aquello para lo cual emprendió su aventura. El Regreso • El rechazo del regreso. Una vez que el héroe ha logrado la iluminación, puede existir la duda o el rechazo a volver al mundo normal. • El vuelo mágico. En ocasiones el héroe regresa —con la bendición final— escapando de algún mal. • El rescate desde el mundo normal. Para poder volver al mundo normal, el héroe puede necesitar que alguien de éste lo ayude. • El cruce del umbral. El héroe regresa al mundo normal y lo acepta como real. • Maestro de dos mundos. Gracias a la bendición final, el héroe ahora es el maestro de los dos mundos. • Libertad para vivir. Finalmente el héroe entrega la bendición final a la humanidad.
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LECTURAS RELACIONADAS
El Conquistador, de Federico Andahazi (otro misterio del Premio Planeta) Enviado por Pedro Verdugo el 13/05/2008 a las 15:58
Nuevamente Planeta premia una obra que debió ser otra. Déjenme decirles cómo supe de Federico Andahazi. Fue en una librería de aeropuerto, en Ezeiza, ya no sé qué año, pero el 2000 probablemente. Yo partía de vuelta a Chile, con la fascinación de haber caminado por las calles de Buenos Aires nuevamente, encantado con el aroma cultural de esa ciudad frenéticamente europea, con las mil conversaciones sostenidas con viejos amigos porteños sobre el futuro de Argentina y el mundo que allí nacía incesantemente. Se venía la crisis, pero aún faltaban dos años y yo no era quién para permitirme esa oscura certeza, así que mi ánimo era entre festivo y asombrado esa tarde, cuando me acerqué a comprar un libro de último momento (es un viejo rito personal comprar un libro antes de subirme a un avión), de algún escritor argentino de los que aquí no se conocen. Pensé en Abel Posse, pero no había o lo que había ya estaba en mi poder. La chica de la tienda me miraba con ojos clarividentes mientras yo trataba de explicarle lo que buscaba. Finalmente me interrumpió para sugerirme El Anatomista. No diré demasiado de ese libro, porque pretendo comentarlo alguna vez en el futuro cercano, pero por el momento baste decir que es una novela notable, de una prosa arrobadora, que cuenta la historia ficticia de un personaje real, un tal Mateo Colón […] Encariñarse con ese libro y buscar otros fue un solo movimiento del espíritu. Las Piadosas me produjo similar maravilla, pero me desilusionó su final, demasiado burdo para formar parte de la misma obra. Otro tanto me pasó con El Príncipe, que no terminé. Y sin embargo, persiste en mí la certeza de que la magia de El Anatomista proviene de una pluma casi infalible. Después dejé de leerlo. Pasaron años. Y un día, antes de subirme a otro avión, compré El Conquistador. El resumen de la contraportada me maravilló. Supe que por fin un novelista de talento se había aventurado en las arenas movedizas de la historia ficción acerca de la relación entre Europa y América. Suponer que un hombre, un erudito azteca hubiese podido construir una embarcación y descubrir el territorio europeo y a sus bárbaros habitantes. Imaginar que aquel descubrimiento asombroso hubiese podido inspirar en él el impulso del conquistador destinado a forjar imperios. Mostrar cómo el poderío militar y cultural de la América de entonces hubiese podido compararse de igual a igual con la paupérrima Europa desangrada por guerras y por pestes. Hacer todo eso con una prosa de lujo, con un ritmo narrativo interesante. ¡Sorprender al lector en sus propios prejuicios, enrostrándole cómo Tenochtitlán era en esa época una ciudad más grande y mejor urbanizada que París o que Londres! Todo eso y más esperaba yo de aquel libro que compré sin pensarlo dos veces, porque además había sido premiado con el premio más acaudalado de las letras hispanas. Pero mi desilusión fue total. La prosa no es la exquisita prosa de Andahazi, sino otra, simplota y bobalicona, como si la hubiese escrito alguien más, o peor aún, como si la hubiese escrito él mismo, imitando a lo peor de sí para amoldarse a los gustos del público menos refinado. La historia empieza bien, pero se pierde en la maraña de omisiones históricas necesarias para otorgar al relato la necesaria verosimilitud. El protagonista termina idealizado hasta la náusea: no es humano, sino una especie de santurrón imperial cuyos impulsos de conquista están moralmente justificados de antemano por una especie de autodefensa anticipatoria. Los aztecas no son los desalmados sanguinarios que en verdad fueron, sino que hay en ellos un grupo de rebeldes buenos de corazón de entre cuyas filas surge el
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descubridor. Por lo demás, nada dice de las enfermedades, que hubieran hecho imposible el desenlace de la novela. De haber llegado nativos americanos a Europa a comienzos del siglo XV, habrían muerto al poco tiempo por la viruela o cualquier otra de las pestes que los europeos llevaban encima y contra las cuales en nuestro continente no había defensa alguna, como la historia demostraría después de la llegada de Colón. En fin, es una novelita. Entretenida, para qué más. Pero pobre, pobremente lograda por una de las mejores plumas de habla hispana. Y sin embargo, me compraré la próxima, con el alma poblada por la esperanza de que la tranquilidad del éxito le haya dado a nuestro ilustre novelista la oportunidad de recobrar sus viejas y tan queridas facultades de narrador. [Extraído y adaptado de http://www.clubdelectura.cl/profile/view/27/Pedro-Verdugo.html]
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Apuntes provisionales
La escritura que no viajó en barco Del lado de aquí y del lado de allá, la historia transitaba en ritmo diverso. Allá, en Europa, era época de grandes viajes y descubrimientos, también de guerras. El hombre imitaba y estudiaba la antigüedad clásica, el Renacimiento insinuaba su plenitud, y se volvía sobre la naturaleza para admirarla y, también, para conocer sus leyes y principios de un modo más pragmático que el medieval. Del lado de aquí, transcurría un tiempo sin tiempo, más próximo al mito que a la historia, insinuado por el ciclo natural de la vida. Las civilizaciones nacían, se desarrollaban, alcanzaban su
plenitud y, cuando su fuerza declinaba, daban lugar al surgimiento de otra, o eran dominadas por la fuerza y la juventud de las nuevas. Se recordaban los hechos de los héroes fundadores y se vivía de acuerdo con lo que ellos habían determinado; también se sabía que tarde o temprano el fin de los tiempos llegaría desde allende ¡os mares. En el centro y sur del continente, que más tarde sería nombrado con un lenguaje extraño América, tres de estas civilizaciones se destacaron por el alto grado de desarrollo cultural alcanzado: la maya, la azteca y la inca.
Los mayas "En la ciudad de Palenque, sobre el cielo juvenil, se recortan las terrazas bañadas por el sol, simétricas, sólidas y simples, y sobre los bajorrelieves de los muros..., los pinos delinean sus figuras ingenuas. Dos princesas juegan alrededor de una jaula de burriones y un viejo de barba niquelada sigue la estrella tutelar diciendo augurios." Miguel Ángel Asturias, Leyendas de Guatemala.
Los primeros mayas, en el siglo IV de nuestra era, habían establecido importantes centros en Palenque y Copal (Antiguo Imperio) y allí permanecieron hasta el siglo X. Durante ese período, la economía maya se basó principalmente en el cultivo de maíz, cacao y algodón. Como era un pueblo de carácter sedentario, se realizaron residencias estables. Esto permitió un amplio desarrollo de la arquitectura y, como la clase sacerdotal era la más poderosa, se
Apuntes provisionales construyeron muchos templos con forma de pirámide truncada y escalinatas laterales, sobre los cuales se erigía una construcción rectangular. Más tarde, debido al paulatino empobrecimiento del suelo por los métodos de cultivo empleados, los mayas debieron emigrar hacia el este de la península de Yucatán. Allí se desarrolló el Nuevo Imperio (siglos X a XV) con centro en las ciudades-estados de Chichén Itzá, Mayapán y Uxmal. Cada una de estas ciudades era gobernada por un jefe y un consejo formado por guerreros y sacerdotes. La sociedad estaba dividida en cuatro clases sociales: nobles, clero, militares y esclavos. . Cuando Valdivia llegó a la península del Yucatán en 1511, después de un naufragio, encontró los restos de una civilización que se había debilitado debido a las luchas internas entre esas sus ciudades-estados. Sin duda alguna, una de las piezas claves en esta cultura fue el calendario. Realizado en jeroglíficos, desarrolla un complejo sistema numérico y cronológico que regía todas las actividades del pueblo.
La literatura maya Cuando los sacerdotes mayas dominaron la técnica de la escritura, traída por los conquistadores, tradujeron sus largos pictogramas, dibujados sobre unas tiras de papel vegetal, en libros sagrados como los Chilam Balam (Chilam, "el que es boca", Balam, "jaguar o brujo") y el Popo! Vuh (libro de la comunidad). Estos libros no son de fácil lectura pues están escritos en un lenguaje simbólico a través del cual se desarrollan las creencias del pueblo, sus mitos y su metafísica. En el libro del Chilam Balam se manifiesta la desesperación maya ante la llegada de los ospañoles que había sido profetizada por un wicerdote. El Popo/ Vuh, por su parte, es la verllón de los mitos quiche, uno de los pueblos •las importantes de la civilización maya, y narra
el origen del mundo, del pueblo maya, y la historia de sus reyes. Si bien se conservan otros textos mayas (Anales de los chakchiqueles; Rabinal Achí, drama), la mayor parte de ellos fueron destruidos por los conquistadores, que los consideraron sacrilegos.
Los aztecas "Y lo llamaron Teotihuacán, porque era el lugar donde se enterraba a los señores. Pues decían: 'Cuando morimos no es verdad que morimos porque vivimos, resucitamos, seguimos viviendo, despertamos.'" Cantar náhuatl.
Este pueblo se estableció en el valle de México alrededor del año 1325 y fundó la ciudad de Tenochtitlán. Allí debieron imponerse a las antiguas tribus que habitaban el valle. Durante este período los aztecas desarrollaron un fuerte carácter guerrero y es ésta la razón por la cual lograron sojuzgar a pueblos de mayor evolución cultural como los toltecas, cuyas tradiciones, religión y arte asimilaron. Quetzalcóatl (dios de origen tolteca) era la principal divinidad de los aztecas. En él se expresa la dualidad cuerpo-espírítu que sólo se resuelve a través de la purificación por el sacrificio. Si el hombre tiene origen divino, la muerte es el regreso al origen y el sacrificio humano el medio inevitable.
Apuntes provisionales
Calendario azteca.
En la religión náhuatl toda la vida es una lucha para que el espíritu y el cuerpo se reconcilien. Cuando el espíritu triunfa el cuerpo florece (flor: metáfora del alma). Por esto, en literatura es muy frecuente la alusión a la guerra florida, símbolo de esta lucha para llegar a la purificación y a la divinidad. Esta guerra florida, con fundamento religioso, fue el instrumento usado por los aztecas para dominar de un modo sangriento a los enemigos. Si el Sol (Huitzilopochtli-dios de la guerra) estaba destinado a morir, para preservar su existencia eran necesarios continuos sacrificios y las guerras eran el instrumento adecuado para conseguir las víctimas para sacrificar. De este modo, las clases superiores se aseguraban el cumplimiento del ritual religioso sin arriesgar su propia vida. El corazón ofrecido al dios era el lugar donde se llevaba a cabo la guerra florida. En 1519, Hernán Cortés desembarcó en las costas de México y nueve meses más tarde era recibido por Moctezuma amistosamente. Poco
después, la matanza ocurrida en el templo de Cholula, donde seis mil aztecas fueron asesinados, desató la reacción de éstos contra los conquistadores. Muerto Moctezuma, Cuauhtémoc entregó Tenochtitlán a Cortés, en medio de la destrucción y el horror.
La literatura azteca La lengua náhuatl no llegó a tener un sistema de escritura fonética, no obstante, gracias a la labor de Fray Bernardino de Sahagún (s. XVI) y de un indígena azteca, el vasto caudal de esta literatura fue copiado y conservado. La temática de la poesía azteca está estrechamente ligada a su concepción filosóficoreligiosa de la vida: hablan de la caducidad de lo existente y de la vida después de la muerte, otros poemas son de carácter ritual o religioso, muchos aluden a la guerra florida. También se conservan narraciones de carácter mítico, como La guerra de ios soles, donde se cuenta cómo Quetzalcóatl llega al país de los muertos.
Apuntes provisionales
H
Los incas "su padre Guayna Cápac le mandaba al tiempo de su muerte que fuese amigo de las gentes blancas y barbudas que viniesen, porque habían de ser señores de la tierra. [...] Estas palabras que nuestro Inca nos dijo, [...] fueron más poderosas para nos sujetar y quitar nuestro imperio que no las armas de tu padre y sus compañeros."
Por tradición oral pervivieron cantos religiosos, épicos, líricos y cantos de amor. También se conserva un interesante manuscrito que contiene un drama quechua donde se dramatiza la tragedia deí fin de Atahualpa en Cajamarca y cantares anónimos sobre el mismo tema.
Inca Garcilaso de la Vega.
Las dinastías anteriores al desarrollo del Imperio Inca se establecieron en el Cuzco a partir del año 1200 a.C. donde permanecieron hasta 1532, fecha en que Pizarra conquista Perú. Los incas llegaron a crear un imperio que se extendía desde el norte del Ecuador hasta el centro de Chile (900.000 km2). Este imperio estaba dividido en cuatro suyos, o regiones gobernadas por delegados del inca. La tierra y todas las actividades del pueblo eran controladas por el Estado, que daba una parte de aquélla a las comunidades reunidas en el ay//u, otra al rey y la tercera al clero. Los incas se destacaron en el cultivo de la tierra, pues era rotativo, y en todo lo que tenía que ver con lo artesanal (tejido, cerámica, metalurgia, orfebrería, cestería, etcétera). En arquitectura, emplearon la piedra, tanto en templos y palacios como en las casas particulares. Machu Picchu es un claro ejemplo de la construcción incaica.
La literatura incaica No poseyeron escritura sino un complejo sistema de cuerdas anudadas que tenía un carácter eminentemente administrativo. A pesar de ello se conserva su rica literatura gracias a las referencias y citas de cronistas, indígenas y la obra del Inca Garcilaso de la Vega (s. XVI).
Contador mayor y tesorero del reino inca, con quipus, de ¡as Crónicas de Guarnan Poma de Ayaía.
ANTOLOGÍA
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Azulejos
Relatos de viajeros KIÍI >MI >NI> O'HANLON, BRUCE CHATWIN, ALEXANDRA DAVID-NÉEL, LAWRENCE DE ARABIA, MAKY KINCSLEY, CHARLES DARWIN, ANTONIO PIGAFETTA, MARCO POLO, I|'.I>HT, I'SHUDO CALÍSTENES
Desde los tiempos más remotos, el viaje y el relato están emparentados. El viaje es descubrimiento, aprendizaje, aventura. Pero también se relaciona con la imaginación, lo distinto, lo maravilloso. El viaje vale como recuerdo, aventura o ritual, pero también como proyecto y certeza. En suma, el viaje es una de las metáforas más poderosas de la existencia y, por eso, siempre nos apasiona.
Cód. 4513.9 ISBN 978-950-01-1224-6
Estrada www.editorialestrada.com.ar
LLAN 9"789500 II 112246">
apoyando la educación
T Esta obra fue realizada por el equipo de Editorial Estrada S. A. bajo la coordinación general de Juan L Rodríguez. Edición: Silvana Daszuk. Compilación: Christian Kupchik. Introducción: Claudia Torre. Actividades: María Eva Bisceglia. Corrección: Mariano Sanz. Realización gráfica: Verónica Carman. Ilustración de tapa: Martín Gouric. Documentación gráfica: Tania Meyer y Samanta Méndez Galfaso. Jefe del Departamento de Diseño: Rodrigo R. Carreras. Gerente de Preprensa y Producción Editorial: Carlos Rodríguez.
Relatos de viajeros / Redmond O'Hanlon ... [et.al.]; compilado por Christian Kupchik. - 1a ed. - Boulogne Sur Mer: Estrada, 2010. 144 p., 19 x 14 cm - (Azulejos) ISBN 978-950-01-1224-6 1. Material Auxiliar para la Enseñanza. 2. Apreciación Literaria. 3. Enseñanza Primaria. I. O'Hanlon, Redmond. II. Kupchik, Christian, comp. CDD 371.33
Colección Azulejos Editorial Estrada S. A., 2010. Editorial Estrada S. A. forma parte del Grupo Macmillan. Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina. Internet: www.editorialestrada.com.ar E-mail:
[email protected] Obra registrada en la Dirección Nacional del Derecho de Autor. Hecho el depósito que marca la Ley 11.723. Impreso en la Argentina. Printed in Argentina. ISBN 978-950-01-1224-6
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Relatos de viajeros Antología
índice
Rutas y travesías La narrativa de viajeros: experiencia y escritura Viaje por los textos
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Entre el Orinoco y el Amazonas,
de Redmond O'Hanlon En Patagonia, de Bruce Chatwin
11 27
Escenas de la vida de una parisina en Lhasa,
de Alexandra David-Néel
45
Los siete pilares de la sabiduría,
de T. E. Lawrence de Arabia Una odisea africana, de Mary Kingsley Un naturalista en el Plata, de Charles Darwin Noticias del Nuevo Mundo, de Antonio Pigafetta Libro de las maravillas, de Marco Polo El viaje de san Brandan, de Benedeit
55 73 87 97 105 113
Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia,
de Pseudo Calístenes
121
Actividades Actividades de comprensión de lectura Actividades de producción de escritura Actividades de relación con otras disciplinas
134 136 138
Rutas y travesías
Sobre el compilador CHRISTIAN KUPCHIK es escritor, traductor, periodista y editor. Como escritor, se dedicó a la poesía, el ensayo y la narrativa. Se especializó en la literatura de viajes y participó en diversos congresos sobre ese género. Además de artículos específicos incluidos en diversas compilaciones, publicó los libros El camino de las damas (2000), La ruta argentina (2000), En lusca de Cathay (2001), Las huellas del río (2001), En la vía (2002) y Relatos de París (2003). Ha vivido en París, Barcelona, Estocolmo y Montevideo. Actualmente reside en Buenos Aires, donde codirige la revista Siwa. Biblioteca Universal de Literatura Geográfica.
Los relatos de viajeros presentan un doble atractivo. Por un lado, exhiben un mundo: una geografía desconocida, una ciudad lejana, vidas e historias de personas de otros lugares, experiencias de aventura y riesgo, reflexiones y descripciones de espacios y culturas. Por otro lado, ofrecen una perspectiva: la mirada o punto de vista del viajero narrador y de la cultura a la que pertenece. Un viajero o viajera puede emprender el camino llevado por distintos móviles: conocer el mundo, acompañar a otros, formar parte de expediciones o de comitivas de gobierno, o simplemente arriesgarse a tierras desconocidas por puro interés personal. La mayoría de los relatos de esta antología nacen de viajes que sus autores y autoras realizaron porque otros los convocaron. Se trata de expediciones científicas o de excursiones con fines comerciales, políticos o sociales. Muchos de los viajes que se realizaron y cuyos escritos hoy leemos, forman parte de una cultura del viaje que no tiene que ver con el turismo (que recién surge hacia finales del siglo xix) ni con el deseo personal, sino con la conquista y, en particular, con el colonialismo que procuraba aumentar la riqueza en los grandes centros metropolitanos con mercancías, materias primas, objetos del patrimonio cultural y esclavos que trasladaban de otras tierras. En ese contexto colonial, muchos viajeros se lanzaron a la conquista respondiendo a la demanda de los imperios, especialmente de Inglaterra y de España. Sin embargo, en sus relatos no predomina solo el deseo de conquista sino también la fascinación, el riesgo, el miedo y la curiosidad por el mundo desconocido del "otro" que, como abre las puertas a una cultura diferente de la del que llega, puede resultar aterrador o extraño, aunque siempre acaba por ser apasionante. El traslado implica siempre el encuentro con otras geografías y con personas y culturas que no forman parte del propio mundo. La proximidad con ese mundo diferente es un verdadero desafío durante la experiencia misma del viaje como así también en el momento de su escritura.
La narrativa de viajeros: experiencia y escritura Aproximarse al mundo del otro para observarlo, intentar conocerlo y hasta esforzarse por comprenderlo llevó a muchos viajeros a reflexionar sobre esa cultura ajena y también sobre su propio mundo y su propia identidad. Es que observar lo desconocido da al observador un nuevo modo de mirar lo ya conocido. Por su condición de extranjero en el lugar que visita, el viajero puede ver cosas que los propios habitantes no ven, porque su mirada es la de quien ve desde afuera y con una lógica diferente. Se encuentra próximo a muchas cosas nuevas frente a las cuales se constituye como extranjero. Pero, aunque extranjero, él allí ha visto con sus propios ojos la materia misma que luego se convertirá en relato. Entonces, aprende o ensaya una forma de mirar ese mundo "diferente" y de volverlo comprensible para sí y para sus lectores. Y, justamente, en el esfuerzo por describirlo es donde se produce la riqueza de la narrativa de viaje, y sus recursos más significativos y específicos. Algunos autores señalan que los viajeros y las viajeras son verdaderos "traductores culturales", que nos "traducen" otras culturas a través de sus relatos. No se trata de una versión que pretenda ser objetiva sino de una experiencia subjetiva, llena de marcas personales y atravesada algunas veces por prejuicios y sobreentendidos sobre aquello que no se conoce. De todos modos, esa "traducción" es muy interesante porque está avalada por la experiencia del narrador, que viene a decir a los lectores: "Yo estuve allí". El deseo que impulsa al viajero no surge de la nada, sino de su imaginación y, sobre todo, de la imaginación de su cultura. A veces, específicamente de sus lecturas. Muchos leen antes de partir y así descubren su deseo de recorrer aquellos itinerarios y lugares que las páginas les describen. Por eso, los relatos de viaje forman parte de una especie de red en la que los autores se citan unos a otros.
Viaje por los textos Justamente eso sucede en los relatos compilados en esta antología, donde se leen citas y menciones de autores viajeros de otras épocas o de autores contemporáneos al narrador que han viajado en la misma época a los mismos lugares. Y, en ese sentido, algunos viajeros resultan paradigmáticos, esto es, representativos de un tipo específico de viaje. Tal es el ejemplo del alemán Alexander Von Humboldt, cuando se piensa en la expedición científica; del legendario veneciano Marco Polo, que realizó el viaje mercantil al servicio del Imperio de Gengis Khan; o del naturalista Charles Darwin en la expedición de Fitz Roy cuyos resultados científicos serían, unos años más tarde, la base de la Teoría de la Evolución. Es decir que, cuando se habla de relatos de viaje, de narrativa de viajeros o de literatura de viajes, se puede afirmar que existe una red intertextual: los viajeros recorren territorios movidos por el relato de viajeros anteriores y, a su vez, sus propios escritos resultan importantes para los viajeros posteriores. Tomando por caso los viajes a la Patagonia argentina, se sabe que el relato del viaje de Antonio Pigafetta, realizado en el siglo xvi, fue leído por Charles Darwin en el siglo xix y que, a su vez, el viaje de Darwin inspiró, en muchos sentidos, el que realizó Bruce Chatwin en el siglo xx. Y así se podría seguir... El modo de relación intertextual entre los relatos de diversos viajeros permite observar que esos textos muchas veces contienen una tensión interna, un debate que se produce entre las expectativas del viajero, lo que creía y pensaba, por un lado, y lo que él efectivamente encuentra, por otro. En esa tensión, a veces se trata de confirmar lo que el viajero pensaba y había leído y estudiado, de cuestionarlo en parte, o directamente de desmentirlo. Es la experiencia del viaje lo que habilita al viajero a decir "Esto era así, como nos lo imaginábamos" o "Esto no era así". Y sus palabras nos llegan a través de los tiempos y los autores, en historias sobre rutas y lugares que tal vez nunca conozcamos, pero que se imprimen en nuestra memoria como si hubiéramos estado allí. Claudia Torre