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Elogios para
Revolución desde adentro «El Espíritu Santo ha hecho de Bolivia su casa y de los esposos Salcedo sus ministros que, junto a otros hombres y mujeres de Dios, forman parte del avivamiento que ha impactado a toda América del Sur. Revolución desde adentro es un impresionante testimonio del poder del Señor y de su deseo de bendecir a las naciones». Cash Luna Fundador y pastor de Casa de Dios, Guatemala
«Siempre me ha impresionado la sencillez, la espontaneidad y la fortaleza de la fe como de niño de los pastores Alberto y Silvia, así como su habilidad para impartírsela a los demás. Combinada con su sincera semejanza a un niño, yace la complejidad de sus habilidades de liderazgo. Tienen la experiencia madura, la sabiduría, la creatividad rhema, la habilidad interpersonal, la capacidad intelectual, la resistencia física y la fe para la toma de decisiones financieras, no solo para construir una megaiglesia con todos sus ministerios, sino también los muy exitosos ministerios de televisión y radio. Los pastores Alberto y Silvia son líderes nacionales e internacionales que viven para amar y servir a Dios y a la gente con corazones puros y con excelencia. Su historia inspirará e impartirá fe y visión a todo aquel que lea el libro». Jack Louman Pastor ejecutivo de City Bible Church
«He tenido el privilegio de observar, admirar y participar en Ekklesía por muchos años. Tengo que decir que lo que Dios ha hecho en este país, con grandes desafíos económicos, es nada menos que milagroso. Considerando la oposición que Alberto y Silvia Salcedo han encontrado de grupos religiosos, gobiernos y los que procuran destruirlos, su historia habla de que Dios es fiel y que su Reino no se puede detener. Su historia es una caminata de milagros, avivamientos, reveces y
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victorias. Es una impresionante historia que te inspirará a creer más en el poder de Dios para moverse de poderosas maneras a través de aquellos cuyas vidas se rinden a Él». Bill Scheidler Pastor y maestro
«Este libro cuenta la historia de un gran mover de Dios que continúa hasta estos días. Mi recorrido con la obra en Bolivia se remonta a los años de 1970 cuando Julio Ruibal llegó a nuestra iglesia en Portland, Oregón. A través de una serie de encuentros ordenados por Dios, conocí a los Salcedo y he tenido el privilegio de ser amigo de su gran iglesia por muchos años. La obra que Dios ha alcanzado por medio de ellos está registrada en este libro y es asombrosa. A través de su ministerio, miles de personas se han salvado, sanado y llenado con el Espíritu Santo. Este libro solo toca de manera superficial lo que Dios ha hecho y estoy convencido que las futuras hazañas de fe serán aun mayores». Dick Iverson Fundador de Ministers Fellowship International
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ALBERTO SALCEDO PENALOZA SILVIA CAMACHO DE SALCEDO En colaboración con Scott Mclndoo
desde aden ro
Publicado por Unilit Miami, FL 33172 Derechos reservados Primera edición 2012 Revolución desde adentro © 2012 por Alberto Salcedo Peñaloza Reservados todos los derechos. Ninguna porción ni parte de esta obra se puede reproducir, ni guardar en un sistema de almacenamiento de información, ni transmitir en ninguna forma por ningún medio (electrónico, mecánico, de fotocopias, grabación, etc.) sin el permiso previo de los editores, excepto en el caso de breves citas contenidas en artículos importantes o reseñas. Edición: Nancy Pineda Traducción: Karen Galeb Director del Proyecto: Juan Carlos Salcedo Diseño de la cubierta e interior: Ximena Urra Ilustración: © 2012 High Leg Studio. Usada con permiso de Shutterstock.com. A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia. Las citas bíblicas señaladas con nvi se tomaron de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. El texto bíblico indicado con «ntv» ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation 2008, 2009, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados. Usadas con permiso. Producto 495801 ISBN 0-7899-2050-6 ISBN 978-0-7899-2050-8 Impreso en Colombia Printed in Colombia Categoría: Iglesia y ministerio /Vida de la iglesia /Iglecrecimiento Category: Church & Ministry /Church Life /Church Growth
Dedicatoria
A
nuestro Padre que nos conquisto con su amor, a Jesucristo que con su gracia nos dio la dimensión de su obra en la cruz, al Espíritu Santo, que nos acompaña con una dulzura indescriptible. A nuestros hijos Silvia Alejandra y Mauricio Alberto, que recorrieron desde pequeños todos los caminos por los que nos guiaban, sin quejarse y solo ayudándonos a creer. A nuestros padres, los que viven y los que partieron que se alegraron y lloraron junto a nosotros. A Pocho Salcedo, su tenacidad fue clave. A los esposos Aguayo, por animarnos y conectarnos para dar este paso de escribir lo que vivimos. Un agradecimiento especial para Scott y Laura McIndoo por su talento y las largas horas invertidas en la investigación, la redacción y los aportes muy especiales para que se pudiera escribir este libro, así como para la congregación de City Church en Albuquerque, Nuevo México. A Ekklesía, la iglesia que conocimos antes de nacer y que ahora es nuestra casa de retos y sueños. A los fieles pastores y líderes en más de noventa lugares en Bolivia y el mundo, por su amor y oraciones. También a los hombres y las mujeres que citamos en estas páginas que marcaron, confirmaron y alentaron nuestro camino.
Contenido
Bienvenida .....................................................................................9 Introducción: Sobre la cornisa del estadio (Alberto) ........................11 Primera parte: El bautismo de fuego (1972-1977) 1. Una reunión improbable: 17 de octubre de 1972 (Alberto) ................................................................17 2. El comienzo: 19 de octubre de 1972 (Alberto) ................29 3. Un viento recio y poderoso: 20 de octubre de 1972 (Silvia) ...............................................................37 4. San Miguel Arcángel: 21 al 31 de octubre de 1972 (Alberto) .........................................................................47 5. «Sígueme»: De noviembre a diciembre de 1972 (Alberto) ................................................................57 6. «Todo el que pide, recibe»: 1 al 12 de enero de 1973 (Alberto)............................................................67 7. El clamor de la gente: 14 al 21 de enero de 1973 (Alberto)............................................................73 8. La expansión del avivamiento: 27 de enero a marzo de 1973 (Alberto) .................................................93 9. El precio de la entrega: De abril a octubre de 1973 (Alberto)..........................................................105 10. El difícil camino hacia el primer amor: De noviembre de 1973 a 1977 (Alberto) .......................117 Segunda parte: La obediencia (1982-1986) 11. Nuestra unión a Ekklesía: 1982 (Silvia) .........................129 12. «La Nueva Jerusalén»: 1983 a 1986 (Alberto) ................141
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13. El reconocimiento de la voluntad de Dios: 1982-1985 (Silvia) ........................................................151 14. Las posibilidades de un matrimonio lleno del Espíritu: 1985 (Alberto) ..........................................163 15. La muerte de Silvia: 6 de junio de 1986 (Silvia).............169 16. La reaparición del avivamiento: Verano de 1986 (Silvia) .................................................179 Tercera parte: El regreso del fuego (desde 1987 hasta el presente) 17. De vuelta a lo aprendido en el avivamiento: 1987-1994 (Silvia) ........................................................191 18. El crecimiento de la iglesia: Desde 1987 hasta la fecha (Alberto)...........................................................203 19. Sistema Cristiano de Comunicaciones: Desde 1987 hasta la fecha (Alberto) ..................................................215 20. Se abren las puertas para las mujeres en el ministerio (Silvia) ......................................................227 21. Oposición espiritual (Alberto) .......................................237 22. Julio César Ruibal y Ekklesía: 1991-1995 (Alberto) .......................................................................249 23. El restablecimiento de la visión de Dios para Bolivia y Ekklesía: Desde 1987 hasta la fecha (Alberto)...........................................................257 Cuarta parte: El cierre (desde 1987 hasta el presente) 24. Una lección fundamental: Avivamiento es vivir en lo sobrenatural (Alberto) ...................................................267 Notas ........................................................................................277 Acerca de los Autores..................................................................283
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Bienvenida
B
ienvenidos a esta Revolución desde adentro, una revolución que anhelamos todos y de la que todos podemos ser protagonistas. Los que hemos decidido caminar con Dios, conocer de su amor, saber de la gracia de Jesucristo y vivir de manera intensa en comunión con su Espíritu Santo somos capaces de provocar y vivir este cambio profundo: Una transformación que no necesitamos esperar que venga de ningún otro lado. Esa revolución se estableció y se selló dentro de nosotros mismos, y solo tiene como condición que se afine en armonía con la voluntad de Dios, para después soltarla y provocar así la extensión del Reino. Este es un desafío desde el corazón de Suramérica para quienes aman y anhelan el avance del Reino y que la gloria de Dios transforme con intensidad nuestras vidas y la de nuestras naciones. Atrevámonos a pasar de lo invisible a lo visible, de lo que creímos y soñamos a lo que podemos palpar y disfrutar. ¡Él es todo lo que Él dice que es!
Introducción Sobre la cornisa del estadio 21 de enero de 1973 (Alberto)
E
n el corazón de Suramérica, a lo largo de la cordillera Real de los Andes, yace una gran ciudad, la capital más alta del mundo, a tres mil seiscientos metros de altura sobre el nivel del mar: La Paz. La Paz está situada en una antigua encrucijada que enlaza los Andes con los valles andinos o Yungas, los cuales descienden con rapidez hacia las tierras bajas y los bosques de uno de los países con mayor diversificación geográfica en el planeta. Bolivia es una nación de características definidas por grandes espacios, como el lago Titicaca, el vacío de los desiertos y los grandes salares, las llanuras del Chaco y la impenetrable selva verde del Amazonas. La Paz está aprisionada a los lados por profundas crestas onduladas en las laderas de las montañas y esparciéndose a los pies de profundas cañadas y casas que se levantan una encima de la otra en barrios que ascienden y desaparecen en las laderas de los cañones. Cada espacio utilizable está saturado por humanidad desbordante. Se escucha el murmullo de las zonas comerciales a la sombra de viejos árboles de eucalipto, extrañas columnas de piedra erosionadas y brillantes acantilados. Áreas enteras de la ciudad están separadas unas de otras, divididas por grandes colinas sobre una meseta, talladas por enormes glaciares, hoy desaparecidos en las cumbres de algunas de las más altas montañas del hemisferio occidental. En una profunda cuenca, en el centro de la ciudad y entre dos cordilleras circundantes, yace el barrio de Miraflores, y en su centro se
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mantiene en pie el monumento a la obsesión nacional de Bolivia: el fútbol. Edificios de apartamentos, centros comerciales y hogares privados se alinean en las desbordantes calles en la plaza central continuando hasta las paredes del Estadio Hernando Siles en la Plaza del Estadio, también conocida como Plaza Tiahuanaco, donde los antiguos ídolos tallados, de una civilización precolombina, permanecen con la mirada fija desde su estática posición en las paredes y encima de monolitos. La plaza es el centro de una gigante rueda, las avenidas que irradian desde la rotonda, sus radios, cada uno es un camino diseñado para unir a la gente en uno de los principales lugares públicos de Bolivia. Desde un promontorio sobre el estadio, un observador podría ver a la distancia, en un brillante día de verano, el macizo nevado del Illimani, a seis mil cuatrocientos treinta y ocho metros. Ese domingo 21 de enero de 1973, también hubiera visto, y escuchado, debajo la atronadora multitud de veintidós mil personas apiñadas en el estadio, y más de ochenta mil que rebasaban los límites y se apiñaban abajo en la Plaza del Estadio. El tránsito estaba detenido. A decir verdad, ningún conductor podía llegar a ningún lugar cerca del estadio ese domingo. Sin embargo, abandonando su automóvil, se sintieron atraídos de manera inexplicable e involuntaria hacia lo que en su espíritu sabían que era la vida, la verdad y un asombroso poder. Esta fue la atracción que muchos paceños sintieron ese día mientras se dirigían expectantes hacia el estadio para escuchar a un joven, de tan solo diecinueve años de edad, explorar el interior de su alma con la verdad del evangelio. A medida que se acercaban, el sonido que oían era algo nunca antes escuchado en la capital del Altiplano. Era semejante al rugir de un océano: «¡JESÚS! ¡JESÚS! ¡JESÚS!». La multitud en todo el estadio hacía retumbar el nombre de su Rey, mientras por sobre sus altas paredes este solitario hombre en un traje blanco sostenía un micrófono y proclamaba a Dios con las manos en alto: Julio César Ruibal, de tan solo diecinueve años de edad, había aprendido a obedecer a su Padre y llamaba a la Iglesia a regresar a su Señor, su Esposo, Cristo. Él permanecía allá solo, equilibrándose sobre la cornisa del estadio con vista a la plaza, y haciéndole señas a la multitud para que guardara silencio. 12
Sobre la cornisa del estadio
«¡JESÚS!», rugió la multitud una vez más y por fin se calmó. Las cientos de miles de almas reunidas en la plaza y en el estadio esa mañana inclinaron sus cabezas ante el Señor, expectantes de su presencia y en reconocimiento de su soberanía. Hasta la policía, con su equipo antidisturbios, levantaba sus manos sobre sus cabezas, sosteniendo sus bastones policiales en una actitud de rendición, mientras sus sabuesos pastores alemanes se sentaban a su lado con atención, en silencio y esperando. «Jesús está entre nosotros y Él hará como lo ha prometido», declaró Julio. «Sé que ahora muchos están sanos. Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” [Juan 11:2526]1. ¡Dios está aquí de nuevo! Él es el mismo ayer, hoy y por siempre. Tenemos la confianza y seguridad de que Él está con nosotros»2. Una vez más, la multitud gritó el nombre de Jesús, pero yo solo podía escucharlos, no verlos, pues en ese momento mi rostro estaba presionado contra la pared, debajo de donde Julio estaba parado sobre la cornisa del estadio. Con mis manos sostenía sus tobillos, sujetando sus pies, de modo que no cayera de la pared a la plaza. Mis amigos, sus discípulos, estaban a lo largo de la pared también. Desde abajo, mi novia, Silvia, observaba asombrada el espectáculo. Julio estaba parado sobre la cornisa para llegar a la multitud, pues en realidad se preocupaba de que recibieran al Señor y al Espíritu Santo. Cuando muchas de esas personas llegaron a tiempo para escucharle predicar, se encontraron con que no solo las puertas se cerraron en cuanto el estadio se llenó a su capacidad, sino que miles durmieron afuera del estadio desde la noche anterior solo para lograr entrar. También descubrieron a miles de almas que ya estaban dispuestas a testificar acerca de cómo el Señor había obrado milagros entre ellas, incluso desde el momento en que la gente comenzó a esperar, acampando afuera, en la acera, solo por su fe y su expectación. Allí estaban los necesitados, los enfermos, los cojos, los que tenían sus corazones rotos, los desahuciados y los cansados, las desilusionadas almas que anhelaban un encuentro fresco con su Dios. Este domingo debía ser el último de una serie de servicios de una campaña evangelística que comenzó en las casas y las calles y que, con la fuerza del Espíritu Santo, fue in crescendo en tan solo el corto 13
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tiempo de unos pocos meses. Dentro del estadio, la gente experimentaba sanidades, no solo mientras Julio predicaba y él y sus discípulos oraban y les imponían las manos, sino también mientras cantaban y respondían a la alabanza con sabor boliviano y la música de adoración compuesta por los jóvenes creyentes tan solo días antes. Sobre el campo, una gran cantidad de los asistentes, los más severamente incapacitados, gritaban con gozo. Los paralíticos se levantaban y caminaban. Los niños y los adultos sordos escuchaban. La vista se les restauraba a los ciegos y los lisiados dejaban caer sus muletas para danzar. En ese momento, se pusieron a disposición camiones para llenarlos de sillas de ruedas vacías, muletas innecesarias, bastones, aparatos ortopédicos... Mientras salían del estadio frente a la multitud que se apiñaba, se avivaba aun más la fe en los corazones de los que eran testigos de su testimonio silencioso. Más adelante, durante esa semana, Julio iba a partir a otra de las importantes ciudades del país para esparcir el avivamiento entre la nación. Sin embargo, todos en La Paz anhelaban escucharle predicar y recibir este poder del Señor que fluía con tanta facilidad a través de él. Aun después que Julio esparciera el avivamiento a todas las ciudades importantes de Bolivia, este fue llevado a otras naciones en Suramérica, y su impacto todavía se siente entre los creyentes alrededor del mundo. A lo largo de toda la mañana, fueron testigos de incontables milagros. Julio predicó por toda una reunión dentro del estadio, presentándole el evangelio a la gente sedienta de Dios. Desde afuera del estadio, podíamos escuchar el rugido entremezclado de la multitud que rogaba que se le permitiera entrar. Así que, él tomó el micrófono, mientras la gente debajo escuchaba por el sistema de amplificación y de las radios portátiles que estaban sintonizadas a la transmisión nacional en directo, llevando su voz y la Palabra de Dios a la nación a través de sus receptores. ¿De qué manera un hombre tan joven se levantó a esta notable posición en tan corto tiempo, sin ninguna aparente preparación teológica, aun sin un pasado que pudiera sugerir el papel que representaría como un comandante en el ejército del Señor? En pocas palabras, fue su obediencia a la dirección del Espíritu Santo sin ningún tipo de duda ni cuestionamiento.
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Capítulo 1
PRIMERA PARTE
EL BAUTISM O DE FUEGO (1972-1977)
I •
Una reunión improbable 17 de octubre de 1972 (Alberto)
Capítulo 1
E
l día en el que mi vida tomaría un dramático giro, y cuando mi camino por fin se fusionaba con el sendero que Dios había extendido para mí, comenzó como muchos otros días en la primavera de 1972 en mi casa en la ciudad de La Paz, Bolivia. La mañana del 17 de octubre estaba afuera de nuestra casa, en la Zona Sur, apoyado sobre nuestro automóvil y esperando a que saliera mi papá. Había acabado de sacar el auto de la entrada al patio y aseguré la puerta. Así que, mientras se calentaba el motor, hojeaba los titulares del periódico.
Tiempos de revueltas Cada día, mi papá y yo íbamos hasta el centro de la ciudad para ir a trabajar. En ese entonces, tenía veintidós años de edad y estaba en una especie de limbo en cuanto a mi educación y carrera. Bajo circunstancias normales, estaría listo para asistir a mis clases en la Universidad Mayor de San Andrés, pero la historia cambió eso. En 1968, entré a la universidad. Sin embargo, en todos los años desde entonces (1969, 1970 y 1971), hubo golpes militares que interrumpieron los años académicos. Como casi todos los estudiantes en La Paz, estaba a la expectativa. Así que hacía trabajos por aquí y por allá, sobre todo a la espera de que mi vida pudiera volver a encaminarse. Dejando atrás la pequeña calle de adoquines de nuestro vecindario, entramos a la principal arteria de tránsito, la avenida Ballivian, y comenzamos el largo y sinuoso camino que dividía una tercera parte de la zona sur de la ciudad, del gran centro. Subimos hasta la parte
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vieja de la ciudad. Un promontorio a lo largo del camino, el macizo del Illimani, de seis mil cuatrocientos treinta y ocho metros, se hizo visible sobre el horizonte iluminado de manera deslumbrante por el sol del este y sobresaliendo sobre los picos más bajos en primer plano. Quería ver la montaña antes de llegar al centro de la ciudad, donde pasaría el resto del día dentro de una oficina que teníamos alquilada unos amigos y yo. Hoy no era la excepción, pues la vista de los impresionantes picos me levantó el ánimo. Cuando entramos a la parte inferior del centro de la ciudad, conduje con lentitud a través de la zona universitaria. Mientras me aproximaba al edificio de gran altura del «Monoblock», el núcleo del campus, el recuerdo del golpe de Estado y la protesta armada de los estudiantes vinieron a mí. Esos hechos lo habían cambiado todo: la política, la educación... y mi vida. El golpe de Banzer comenzó el 18 de agosto de 1971, y después de tres días, se sentó en el poder, derribando al gobierno de izquierda de su predecesor, Juan José Torres. –En realidad, un grupo de estudiantes fue el último en rendirse al dictador y, como es sabido, se encerraron en la universidad y se enfrentaron a la policía en una violenta pelea. El gobierno respondió con un espectáculo aterrador de poder, ordenando a la fuerza aérea boliviana que atacara el campus desde el cielo. Arrestaron a docenas y docenas de estudiantes. Desde esos acontecimientos, nadie había ido a las universidades. A través de la zona central del comercio, continuamos hacia El Prado para llegar por fin hasta el corazón de la ciudad. Cada día de mi vida, al parecer, iba a esta área con mi papá, donde mi hermano Juan Carlos y yo pasamos los doce años de la escuela en el Colegio La Salle, en la esquina de las calles Potosí y Loayza. Conocía bien el centro, y mientras todos parecían esperar que un día siguiera los pasos de mi papá, en ese tiempo estaba mucho más interesado en otras cosas.
La Galería Luz y mis ocupaciones Dándole un caluroso abrazo de despedida a papá, crucé en seguida la calle para echarle un vistazo a cómo iba uno de mis pequeños proyectos paralelos en el puesto de periódicos. Mis amigos y yo publicábamos una revista mensual musical, que abarcaba algo de la mejor música de rock and roll americana y británica. Tenía un poco de
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experiencia como DJ de un programa de música rock, y mantuve ese interés yendo hacia las publicaciones impresas. ¡Era tan solo uno de los proyectos que llevaba adelante para mantenerme ocupado! La edición existente de la revista comprendía mucho de la gran música de The Doors, Black Sabbath, Cream, The Stones, Deep Purple y Led Zeppelin. Teníamos muchas de las grabaciones, pues las intercambiábamos por espacios publicitarios para una tienda de discos. En el quiosco de revistas parecían tener las suficientes copias, así que continué mi camino hacia nuestra oficina en la nueva Galería Luz. Nuestra oficina, la número 9-A, estaba escondida en la esquina de la planta superior de la construcción con el atrio al aire libre. Unos cuantos estudiantes y yo, todos amigos de colegio, alquilamos esa oficina para operar un pequeño negocio que llamamos «PB-Producciones Beats». Era un gran lugar para reunirnos y donde surgían toda clase de emociones, mientras esperábamos continuar nuestras carreras. No obstante, hacíamos casi todo lo que se nos cruzaba en el camino: Diseñábamos etiquetas para mercancías, imprimíamos logotipos sobre las vestimentas, cualquier negocio que pudiéramos obtener. Queríamos ganar dinero, pero en realidad era más diversión y camaradería. Algunos de nosotros solo deseábamos sentirnos como verdaderos hombres de negocio, pero carecíamos de experiencia. De toda la gente que pasaba tiempo en esa oficina, casi ninguno cobraba. Nosotros solo queríamos estar en la oficina en lugar de quedarnos en casa sin hacer nada todo el día. Esa mañana tenía algo que leer, aparte de los asuntos que deseaba seguir atendiendo. Todos en la oficina tenían algunos contactos en el mundo de los negocios. Así que, a través de ellos, escuchábamos los rumores acerca de los diferentes proyectos que podríamos conseguir para nuestra empresa. Con tantos jóvenes en un lugar, sin embargo, era difícil mantener la atmósfera profesional intacta. Uno de los muchachos que estudiaba arquitectura pidió a la cafetería de la planta baja un paquete de salteñas1 y algunas botellas de refresco. Las salteñas son un alimento básico en La Paz: Una pasta caliente, que casi siempre se come con la mano y está disponible en cualquier lugar de la ciudad. En pocos minutos, todos estaban sentados alrededor y comiendo, como si fuera una fiesta. Eran casi las nueve de la mañana y
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la atmósfera era festiva. Pusieron música, y cuando comenzó el coro, algunos de los muchachos saltaron y cantaron una pequeña línea del coro. Juntos danzábamos y cantábamos, mermando aun más nuestro profesionalismo. En ocasiones, me preguntaba cómo estaría mi novia, Silvia, en su trabajo. En realidad, también estaba impedida de ir a la universidad, después de terminar la secundaria en un colegio católico para mujeres. Hablábamos todos los días, pero siempre tenía que esperar hasta la noche para llamarla, pues no deseaba ocupar el teléfono en la oficina con tanta gente trabajando allí. Además, era muy difícil tener una verdadera conversación con tu novia, debido a tantos oídos que escuchaban. Algunas veces nos quedábamos dormidos en el teléfono. Su papá, un excoronel de la policía, era muy tradicional. Así que hablar por teléfono, y verla durante nuestros encuentros con su familia, representaba todo el tiempo que teníamos juntos. Por las siguientes dos horas, leí algo, tomé algunas notas y continúe con mis llamadas de trabajo. La Galería Luz está en el centro de la vida comercial, religiosa y gubernamental, en la ciudad capital. Las calles a la hora del almuerzo son testigos de toda expresión de humanidad, desde los más pobres miembros de la sociedad que luchan trabajando en las calles para sobrevivir, hasta los más acaudalados y los más poderosos que trabajan en las modernas oficinas mirando hacia abajo al gentío. Alrededor de todo, se impregnaba la atmósfera de un país en guerra consigo mismo, después de haber sufrido muchos años consecutivos de cambios bruscos provocados por el trajín de un gobierno militar tras otro, con la represión y la violencia que le acompañaban. No obstante, me concentré en lo que tenía que hacer ese día.
Las noticias sobre Julio Al cabo de unos pocos minutos de haberme sentado para trabajar otra vez, levanté la vista de mi escritorio para ver a mi primo Juani que entraba corriendo por la puerta. —¡Alberto! —gritó—. ¡Necesito hablar contigo! —¿Qué está pasando? —le pregunté. —¡Nunca vas a adivinar con la persona que me encontré hace, quizá, dos minutos atrás!
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—¿Con quién? Vamos, dime. —Me encontré abajo con Julio —me dijo—, y le conté que tú estabas trabajando en este edificio. —¿Julio César Ruibal? —¡Sí, hombre! ¡Julio! —Juani parecía emocionado—. Regresó de los Estados Unidos. Quiere discutir algún asunto contigo. —¿Qué? —exclamé. A decir verdad, no estaba del todo emocionado al escuchar que Julio César Ruibal sabía dónde trabajaba yo y que deseaba verme por algo. Mi recuerdo de Julio no era del todo grandioso. Lo conocí cuando éramos niños, pero él era unos pocos años menor que yo, tenía más o menos la misma edad de Silvia y de mi hermano. Su papá y mi papá trabajaron juntos alguna vez en el Banco Central, y nos habíamos visto cuando las familias de los empleados se reunían para socializar. Desde que me gradué de la secundaria, no lo había visto mucho. Durante el tiempo que lo conocí, Julio había hecho hasta lo im- posible para convertirse en un fastidio. Se parecía mucho a Daniel el Travieso, el de las caricaturas. Sin embargo, durante su adolescencia las cosas empeoraron mucho más. En una ocasión, cuando era apenas primavera……………………..
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