en tres cuentos de Julio Ramón Ribeyro

Retazos del pasado: construcción del narrador-testigo... Escritos Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje Número 39-40, enero-diciembre de 2009,

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Escritos Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje Número 39-40, enero-diciembre de 2009, pp. 145-164

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Retazos del pasado: construcción del narradortestigo en tres cuentos de Julio Ramón Ribeyro Vanessa García Díaz Tres relatos del autor Julio Ramón Ribeyro, “Los eucaliptos”, “Alienación” y “Los otros” de Cuentos de circunstancias (1958), Silvio en El Rosedal (1977) y Relatos santacrucinos (1992), respectivamente, se estructuran a partir de un narrador en la modalidad de testigo. Los tres se remontan a los años de infancia y adolescencia del narrador: relatan acontecimientos del pasado mediante la reconstrucción de la memoria. Este estudio describirá las características compartidas por los narradores-testigo de cada relato mediante la definición y conceptualización de lo que, para Genette, Gómez Redondo y Bal, es un narrador homodiegético; después se contrastarán los tres relatos para identificar los mecanismos específicos de construcción de cada narrador; finalmente se resaltará la intención única y, a la vez, compartida de los narradores de los tres cuentos.

Three stories by the author, Julio Ramón Ribeyro, “Los eucaliptos,” “Alienación” and “Los otros” from Cuentos de circunstancias (1958), Silvio en Rosedal (1977) and Relatos santacrucinos (1992), respectively, are structured from a narrator in the modality of witness. All three return to the narrator’s years of infancy and adolescence and relate incidents of the past by means of a reconstruction of memory. This study will describe the characteristics shared by the narrator-witness of each story by means of definition and conceptualization of what a homodiegetic narrator is according to Genette, Gómez Redondo and Bal. Then the three stories will be contrasted to identify the specific mechanisms of construction of each narrator. Finally we will bring out the unique and, at the same time, shared intention of the narrators in the three stories.

Gérard Genette ha puntualizado que hablar de personas gramaticales en los actos narrativos resulta ambiguo si se toma en cuenta que quien enuncia siempre se asume desde un “yo”. Resulta más

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provechoso discernir entre un narrador1 que se encuentra fuera del mundo ficcional y uno que se involucra como personaje en la trama; este último se denomina narrador homodiegético y puede presentarse de dos maneras: como narrador de su propia historia o como personaje que participa en los hechos sin ser el protagonista2. La última clasificación resulta útil para el análisis del narrador ribeyreano en “Los eucaliptos”, “Alienación” y “Los otros”; interesa en tanto que sólo es testigo, es decir, carece de un papel central en la historia que narra. El narrador homodiégetico, en su función testimonial, se caracteriza por contar la vida de otro u otros3. La presencia de un “yo”, ofrece ciertas particularidades que influyen en la verosimilitud y objetividad de los sucesos. El narrador, como un “yo”, asume una visión parcial y subjetiva, la información que proporciona se encuentra fragmentada y, probablemente, con ciertos matices propios de su personalidad. De acuerdo con Gómez Redondo, “cuando el narrador organiza la dimensión del relato desde la primera persona, la narración pierde en objetividad, pero en cambio la historia gana en verosimilitud” (2001, 177). Por un lado gana credibilidad porque sugiere que el narrador conoció al protagonista y que éste u otros informantes le han revelado datos dignos de relatarse; esto otorga un alto grado de probabilidad de que la historia haya acontecido realmente: “esta subjetividad narrativa es la que permite que 1 Bal considera que el análisis de este elemento del discurso resulta imprescindible para el análisis de textos narrativos: “The narrator is the most central concept in the analysis of narrative texts. The identity of the narrator, the degree to which and the manner in which that identity is indicated in the text, and the choises that are implied lend the text its specific character” (2004, 19). 2 El estudio del narrador y las estrategias que utiliza para articular su relato para Booth son elementos que deben tomarse en cuenta para distinguir lo que diferencia a un narrador de otro: “Perhaps the most overworked distinction is that of person. To say that a story is told in the first or the third person will tell us nothing of importance unless we become more precise and describe how the particular qualities of the narrators relate to specific effects” (Booth, 1983, 150). 3 Genette, al referirse a este tipo de narrador, cree que “su papel de narradores, y su función, como narradores, de destacar al héroe contribuyera a borrar su propio comportamiento, a hacerlo transparente y, con él, a sus personajes: por importante que pueda ser su papel en este o aquel momento de la historia, su función narrativa anula su función diegética” (1998, 70).

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el lector […] encuentre más verosímil el desarrollo de las líneas argumentales, o, lo que es lo mismo, genere una ilusión de credibilidad semejante a la que podría otorgar a cualquier otra persona (‘real’) que le contara algo que le está interesando mucho” (Gómez Redondo, 2001, 178). Por otro, la distancia temporal que existe entre el narrador-testigo y los hechos que recuerda generan duda: ¿realmente los acontecimientos sucedieron de esa manera?; además, por ser a fin de cuentas un personaje, también late el peligro de que la memoria le falle o recuerde algunos datos y no otros o, por qué no, que sólo cuente lo que él cree saber de la historia, aunque los hechos no hayan sucedido de tal forma4. Así se presenta el narrador-testigo de los tres cuentos de Ribeyro: un personaje que, a pesar de vivir en el mismo tiempo y espacio que el o los protagonistas de su relato, se agazapa a la sombra de otros para tener una presencia semioculta en la historia, pero, al mismo tiempo, se muestra, sin recelo, como el que decide qué y cómo contar otras vidas5. Nosotros y los otros

El narrador ribeyreano de los tres cuentos elegidos estructura sus historias a partir de sus propios recuerdos6, éstos se remontan mucho tiempo atrás, cuando vivía sus años de infancia y adolescencia. En “Los eucaliptos” son claras estas alusiones desde el inicio del cuento: “Entre mi casa y el mar, hace veinte años, había 4 Para Gómez Redondo, la narración pierde objetividad ya que los recuerdos del narrador “se ofrecen desde una inseguridad (‘creo descubrir’, ‘supongo’, ‘tal vez’) que advierte al lector de que las cosas que se le ‘dicen’ parecen así, pero, a lo mejor, pueden ser de otra manera” (2001, 178). 5 Dentro de las variantes que Gómez Redondo propone para el relato enfocado en primera persona se encuentra lo que denomina narrador con carácter secundario (homodiegético en su variante testimonial). Para él “este narradorsecundario, que no es protagonista de la historia, sí lo es, en cambio, del relato, y de ahí que esté, continuamente orientando las perspectivas con que la materia argumental debe ser concebida” (2001, 179). 6 Respecto del papel de la memoria en la narración, Bal expone: “Memory is an act of vision of the past but, as an act, situated in the present of the memory. It is often a narrative act: loose elements come to cohere into a story, so that they can be remembered and eventually told” (2004, 147).

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campo abierto […] pasábamos largas horas desterrando patillos muertos, recogiendo conchas y caracoles” Ribeyro, 1994, 117)7. También desde el inicio, aunque no de una forma tan precisa, en “Los otros” se observa los años de separación y la época a la que hace referencia: Ese hombre gordo y medio calvo que toma una cerveza en la terraza del café Haití mientras lee un periódico y se hace lustrar los zapatos fue el invencible atleta de la clase que nos dejó siempre botados en la carrera de cien metros planos y esa señora ajada y tristona que sale de una tienda cargada de paquetes la guapa del colegio a quien todos nos declaramos alguna vez en vano (739).

En “Alienación” no ocurre lo mismo, sólo hasta el tercer párrafo se estipulan ambos datos: “Todo empezó la tarde en que un grupo de blanquiñosos jugábamos con una pelota en la plaza Bolognesi. Era la época de las vacaciones escolares y los muchachos […] nos reuníamos allí para hacer algo con esas interminables tardes de verano” (452). En el primer caso, el tiempo transcurrido entre los acontecimientos y el acto de narrar es específico, “veinte años”, además de que en aquel entonces el narrador realizaba actividades propias de un niño; en cambio en “Los otros” el tiempo tiene que deducirse por medio de otros indicios como la calvicie del hombre y lo marchito de la mujer; ambos adjetivos, calvo y ajada, dan muestra del tiempo transcurrido desde que el hombre era veloz y la mujer guapa8. En “Alienación”, aunque desde el principio del relato no se encuentra una señal evidente del tiempo al cual hace 7 A partir de aquí, cada vez que se haga referencia a “Los eucaliptos”, “Los otros” y “Alienación”, sólo se anotará la página de donde se extrajo la cita, ya que la obra consultada de Ribeyro es la misma para los tres relatos. 8 Los datos respecto de la edad que los personajes tenían cuando sucedieron los acontecimientos relatados se encuentran diseminados a lo largo del cuento. Sólo como ejemplo se mencionan algunos pertenecientes a la historia de dos de los protagonistas: “llegamos a las finales del torneo, lo que causó sensación pues era la primera vez que un equipo que empezaba sus estudios de secundaria tenía que disputar la copa contra los alumnos de terminal” (742) y “del posible crematorio nazi en Polonia, Martha se libró para morir ahogada a los trece años en las miserables aguas de un río miserable de un país miserable” (741, las cursivas son mías).

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referencia el narrador, el fragmento sirve para destacar dos frases clave: “todo empezó” y “años escolares”. Puede decirse, entonces, que en los tres casos el narrador-testigo se encuentra ubicado a una distancia temporal considerable respecto de los acontecimientos que cuenta. Además, dichos sucesos pertenecen a su niñez o adolescencia. Tanto en “Los eucaliptos” como en “Alienación”, el tiempo de narración se alarga y, a pesar de que parte de los años de infancia, la historia supera los años de adolescencia. En “Los eucaliptos” el narrador alude al paso del tiempo de esta forma: “Ya no nos trepábamos a sus ramas ni jugábamos a los escondidos en sus troncos [...] Más tarde nos dimos cita bajo su sombra y grabamos en sus cortezas nuestros primeros corazones” (120-121). En “Alienación”, aunque el narrador encauza el transcurso del tiempo sin necesidad de explicitarlo, hay ciertos fragmentos que aluden a este aspecto: “Otros niños y niñas cogían el relevo de la pandilla anterior y repetían nuestros juegos con el candor de quien cree haberlos inventado” (454). En cambio “Los otros” no abarca tanto tiempo. El narrador se enfoca sólo al relato de hechos que acaecieron durante un corto lapso. Señales de esto se encuentran en la similitud de edades de los diversos protagonistas, así como la interpresencia de ellos en todas las historias. Por ejemplo, en el apartado de Paco, el narrador menciona: “Llevaba siempre una honda en el bolsillo con la cual, a la salida del colegio, se entretenía en abatir a las cuculíes que anidaban en los ficus”9 (741). Más adelante, cuando es narrada la historia de María, se nota la presencia de Paco quien realiza la misma actividad: “Nosotros […] nos dábamos maña para demorarnos en la alameda jugando lingo o mirando a Paco tirar hondazos a las cuculíes” (744). Otra similitud entre los narradores-testigo reside en la forma pronominal en la que se asumen: un “nosotros” en lugar de un “yo”. El narrador-testigo, por tanto, no se dibuja como un solo personaje, más bien se conforma como una visión colectiva de 9 Este pasatiempo de Paco también se presenta en “Los eucaliptos”: el narrador, asumido en un nosotros, menciona: “espiábamos su copa con la honda tendida para abatir a las tórtolas” (121).

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los sucesos, una de tantas. Baste observar los ejemplos citados: “pasábamos”, “nos dejó”, “nos declaramos”, “jugábamos”, “nos reuníamos”. No se trata de un solo testigo, sino de varios. Los tres cuentos se desarrollan, entonces, a partir de las observaciones de muchos, lo que dota al relato de una mayor verosimilitud. Un testigo puede equivocar sus observaciones, pero el crédito de un acontecimiento presenciado por varios aumenta su objetividad. Esta estrategia, entonces, se utiliza, en los tres casos, para dar mayor credibilidad a los hechos contados. El narrador se sirve de otros para justificar la veracidad de su relato: la cantidad y la calidad de sus observaciones. Es como si el narrador dijera: “Pero esto es cierto, no soy el único testigo. Hay otros que pueden constatar lo que digo”. La estrategia de una visión colectiva contrasta con la visión parcial y subjetiva de un solo testigo. “Los otros” es el único cuento que presenta al narrador-testigo, en dos ocasiones, como único observador. La primera, cuando se vanagloria de haber visto desnuda a María (la chica más bella de los baños de Miraflores): Y ese cuerpo, quizá fui yo el único que lo pudo contemplar en su más límpida desnudez y en circunstancias completamente azarosas […] una noche, en medio de un curso de geometría, sentí la necesidad de ir al baño […] La puerta que se me indicó estaba ligeramente entreabierta y en su interior había luz. La empujé apenas para cerciorarme si era el lugar que buscaba y quedé petrificado: María, desnuda, ligeramente de espaldas con un paño amarrado en la cabeza, tenía un pie apoyado en el borde de la bañera y se cortaba las uñas con unas tijeritas (745).

El cambio de un “nosotros” a un “yo” despierta recelo: un único testigo es sospechoso, tiene en sus manos la oportunidad de manipular la información, lo que no sucede cuando otros, además de él, participan como espectadores de los sucesos. Además, la situación que presencia es excepcional, única, acariciada por muchos sólo como una fantasía: “los baños de Miraflores se convirtieron en el reino de María y tanto los mocosos como los peludos bajábamos a la playa ansiosos, sólo para admirar ese regalo de la natura que enriquecía nuestra inteligencia de la belleza, ponía

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en ebullición nuestros sentimientos y alimentaba nuestros turbios sueños adolescentes” (744). En este caso, el narrador-testigo no posee el apoyo de otros, se encuentra inmerso en una situación donde sólo él sabe lo que realmente ocurrió. Estas circunstancias lo sitúan en una posición precaria, quién podrá creer lo que dice. Él intuye esta deficiencia y, para solucionar la tensión entre la visión colectiva y la individual confiesa: “De ello no le hablé a nadie, pues nadie lo hubiera creído y me hubieran tomado por un fanfarrón” (745). Con esta frase, el narrador advierte que está consciente de que, por ser el único que encontró a María desnuda, es posible que su relato sea tildado de engañoso y se adelanta a los juicios; acepta la inverosimilitud de lo que denomina como un encuentro producido por la casualidad. La segunda ocasión que se presenta como único testigo difiere en gran medida de la primera. Por una parte, la situación que observa no es excepcional ni deseada por todos; por otra, el propio narrador la matiza con un toque de absoluta veracidad. Los datos que proporciona el narrador se refieren a un compañero de clase, Ramiro, del cual se especulaba que “se había trasladado al extranjero y otros más inclinados a la fabulación, que se había fugado en un barco mercante” (748). Los rumores son acallados por el narrador: “Nada de eso era cierto, pues Ramiro seguía en su caserón solariego, recluido, llevando una vida crepuscular” (748). Su “nada de eso era cierto” refieren al narrador como garante de la verdad. Él solo lo vio varias veces en su casa10 y eso basta para que se le crea. Nótese el peso que asigna el propio narrador a sus observaciones. En el caso de María acepta como una posibilidad que no se le crea del todo; pero con Ramiro no cabe la menor duda de lo que dice es cierto. Otra característica que asemeja a los tres cuentos deviene de la focalización11 que el narrador-testigo (recuérdese que siempre 10 “En una de mis excursiones al malecón pasé ante su casa y al observar su fachada lo distinguí apoyado en el alféizar de una alta ventana mirando el poniente. Al instante desapareció, al punto que me pregunté si no había sufrido una alucinación. Pero en otros paseos lo volví a ver tras los cristales cerrados, apenas una sombra difusa en el atardecer” (748). 11 “Focalization is […] the relation between the vision and that which is seen, perceived” (Bal, 2004, 142).

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se trata de una visión colectiva) asume en la percepción de los sucesos relatados. Para Bal la focalización reside en la manera en que se presentan los eventos, “es un punto de vista escogido, un cierto modo de ver las cosas, un ángulo que permite ver hechos históricos reales o sucesos ficticios. Es posible ofrecer una visión objetiva de los hechos, pero cómo lograrlo. La objetividad se consigue sólo cuando se presenta lo que se ve o percibe, por lo tanto todo comentario e interpretación implícita deben evitarse”12 (2004, 142). Los narradores-testigo de “Los eucaliptos” y “Los otros” focalizan13 sólo lo que le corresponde como personajes;14 tratan de seguir las reglas para crear el efecto de que lo que cuentan efectivamente sucedió. En “Los eucaliptos”, el narrador visita los lugares que menciona, observa el desarrollo del lugar donde vive, conoce de cerca a los personajes que caracterizan ciertas zonas: “Cuando veíamos aparecer al loco Saavedra con su hoz en la mano y su costal de yerbas a la espalda, escalábamos sus troncos y desde lo alto, inmunes a su cólera, nos burlábamos de su extravío” (118). Sin embargo lo que conoce y observa también se confirma por lo que otros dicen. Con el loco Saavedra se emplean diversas fuentes de información: A veces transcurrían semanas sin que se vieran trazas de su persona […] Se decía, entonces, que había muerto. Pero cuando menos se le esperaba, reaparecía más pálido, más sucio, más trastornado. Sus resurrecciones nos llenaban de pavor porque siempre creíamos 12 “A point of view is chosen, a certain way of seeing things, a certain angle, whether real historical facts are concerned or fictitious events. It is possible to try and give an objective picture of the facts. But what does that involve? Objectivity is an attempt to present only what is seen or is perceived in some other way. All comment is shunned and implicit interpretation is also avoided”. 13 De acuerdo con Bal “the focalizor coincides with the character, that character will have an advantage over the other characters. The reader watches with the character’s eyes and will, in principle, be inclined to accept the vision presented by the character” (2004, 146). 14 La focalización, para Genette, es “una restricción de campo, es decir, de hecho, una selección de la información con relación a lo que la tradición denominaba omnisciencia […] El instrumento de esta (posible) selección es un foco situado, es decir, una especie de estrangulamiento de información que no deja pasar más que lo que permite su situación” (1998, 51).

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estar en presencia de su sombra. Con el tiempo se le vio con menos frecuencia. Matilde decía que donde la japonesa María bebía ron de quemar en vasos de cerveza (119).

El fragmento oscila entre dos distintas informaciones. En primer lugar las que se conocen de cierto por medio del narradortestigo: “sus resurrecciones nos llenaban de pavor”. En segundo, la información obtenida por otros medios. Aquí hay una subdivisión: información impersonal, es decir que no se sabe exactamente cómo la obtuvo el narrador, e información proporcionada por otro personaje. La información impersonal se caracteriza, precisamente, por el uso del impersonal para referirla: “se decía”, “se le esperaba”, “se le vio”. La información proporcionada por otro personaje, en este caso, Matilde, ayuda, al igual que en los otros casos, a tener una visión más amplia de los sucesos que se narran, es decir, además de un “nosotros” como testigo, el narrador también utiliza lo que otros personajes (especificados o no) dicen. “Los otros” también se articula a partir de las observaciones del narrador, pero la recolección de información no sólo proviene de su visión de los hechos. Cuando trae a la memoria la tragedia que sobrevino a Paco cuenta: “Estaba sin conocimiento. Intentamos reanimarlo echándole agua a la cara y dándole palmadas en los cachetes, inútilmente […] Esa misma tarde lo operaron, pero en vano, pues no sobrevivió a la intervención. Según el gordo Battifora, en el segundo tiempo del encuentro Paco le dio a entender que tenía dolor de estómago” (743). Pueden advertirse, como en el caso anterior, tres diferentes fuentes de información: la directa, presenciada por el narrador y la indirecta manifestada en las dos subdivisiones antes expuestas. La impersonal proviene de “no sobrevivió a la intervención”, dato procedente de una fuente desconocida. La proporcionada por Battifora es que Paco, de alguna manera, le informó que le dolía el estómago. Tanto en “Los eucaliptos” como en “Los otros”, el narradortestigo se asume como lo que es: sólo un observador de ciertos acontecimientos. Por medio de esta estrategia discursiva el narrador-testigo cumple con las características que Bal le otorga a este tipo de narrador:

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Vanessa García Díaz El personaje “yo” que, desde su punto de vista e identidad, coincide con el narrador […] se mantiene aparte, observa los acontecimientos y relata la historia de acuerdo con sus percepciones. Un narrador de este tipo es un testigo. Su relato se encuentra lleno de indicios que deben considerarse reales por lo que cuestionar si su historia es verídica resulta infructuoso. Sin embargo estos indicios no prueban que la historia sea cierta ya que sólo reflejan la intención del narrador […] Como el narrador pretende que se le dé crédito, entonces, también, debe justificar cómo obtuvo esa información (Bal, 2004, 28)15.

El narrador ribeyreano, en estos dos cuentos, se percata de su parcialidad y, para remediarla, ofrece dos soluciones. Una manifiesta al referirse a una visión colectiva, otra, cuando brinda información extra que ha sido recopilada de diversos medios. Lo dicho caracteriza los dos relatos analizados: el narrador-testigo no sólo ofrece lo que su presencia singular aporta al conocimiento de los sucesos, para dotar de credibilidad lo que dice se asume desde un “nosotros” y proporciona información que él, por su simple observación, no ha podido recopilar. Las restricciones que determinan a este narrador-testigo anteriormente descritas no se presentan en “Alienación”; pero al igual que los dos anteriores cuentos, éste utiliza la observación directa del narrador, la información impersonal y los datos que otros personajes pueden revelarle: Lo vimos entonces merodear, en sus horas libres, por lugares aparentemente incoherentes, pero que tenían algo en común: los frecuentaban los gringos. Unos lo vieron parado en la puerta del Country Club, otros a la salida del colegio Santa María, Lucas de Tramontana juraba haber distinguido su cara tras el seto del campo de golf, alguien le sorprendió en el aeropuerto tratando de cargarle 15 “The actor ‘I’, which, from the point of view of identity, coincides with the narrator […] stands apart, observes the events, and relates the story according to its point of view. A narrator of this type is a witness. The question whether the story that it tells is invented can no longer be asked. The text is full of indications that the story must be considered ‘true’. Of course, this does not prove that it is also true; it merely speaks for the implied claim of the narrator […] Since the narrator so clearly pretends to testify, it must also, supposedly, make clear how it got its information”.

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la maleta a un turista, no faltaron quienes lo encontraron deambulando por los pasillos de la embajada norteamericana (455).

Pero lo que distingue a “Alienación” de los otros dos cuentos es lo que Genette denomina paralepsis16. Un narrador homodiegético que cuenta la historia del protagonista “está obligado a justificar (‘¿Cómo lo sabes?’) las informaciones que da sobre las escenas de las que ha estado ausente como personaje, los pensamientos de otros, etc.; y toda infracción de este deber constituye una paralepsis”17 (1998, 54). Este cuento de Ribeyro se desarrolla con esta desviación del narrador-testigo y crea un grado de omnisciencia al conocer los pensamientos del protagonista: “Por lo pronto confirmó que los gringos se distinguían por una manera especial de vestir que él calificó, a su manera, de deportiva, confortable y poco convencional” (455). Sus sentimientos: “Fueron interminables días de tristeza, mientras buscaba otro trabajo” (457). Y hasta lo que realiza fuera de su campo de visión: “El asunto del pelo no le fue muy difícil: se lo tiñó con agua oxigenada y se lo hizo planchar. Para el color de la piel ensayó almidón, polvo de arroz y talco de botica hasta lograr el componente ideal” (455). La explicación para tan deliberada infracción de los alcances del narrador homodiegético reside en la intención del cuento: “Alienación. (Cuento edificante seguido de breve colofón)”. Al contrario de los otros dos relatos, “Alienación” pretende dar una lección, una especie de moraleja, por lo que el narrador rebasa sus límites e, incluso, muestra un ligero desdoblamiento, marca una separación entre sus juicios y los hechos que relata: 16 “Información que excede la lógica del tipo adoptado” (Genette, 1998, 54). En este caso el narrador-testigo sólo “puede decirnos, entonces, todo lo que percibe y piensa ese personaje […] en principio no debe decir nada más; si lo hace, es […] una alteración […] una infracción, deliberada o no, de la posición modal del momento” (Genette, 1998, 51-52). 17 Aunque “Los otros” también presenta esta infracción quizá, como menciona Genette, no es deliberada ya que sólo se encuentra en tres ocasiones: “Las chicas […] presentían en ella el modelo de un nuevo tipo de muchacha” (740); “Martha se quitó los zapatos, la falda y la blusa y se aventuró en la corriente hasta que el agua le llegó a la cintura” (741); “pocos en su vida habían leído un poema y eran menos aún los que sabían cómo escribirlos” (747). En cambio en “Alienación” la paralepsis funciona como estrategia organizadora del relato.

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Vanessa García Díaz A pesar de ser zambo y de llamarse López, quería parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima y cada vez más a un rubio de Filadelfia […] se compuso una nueva persona, un ser hecho de retazos, que no era ni zambo ni gringo, el resultado de un cruce contranatura, algo que su vehemencia hizo derivar, para su desgracia, de sueño rosado a pesadilla infernal (452).

Este inicio del cuento deja un sabor a las moralejas de las fábulas que sintetizan lo que, después, expondrá la sucesión de acciones de los personajes. Además se nota que este narrador se encuentra más allá de los acontecimientos que cuenta, como si fuera un ente externo a la historia, como si no hubiera sido parte de ella y lo que cuenta fuera la repetición de una historia que escuchó por ahí. Esta historia, de la cual se deslinda, le permite calificar el proceder de Roberto a pesar de que, luego, trata de asumir la posición de un narrador homodiegético. La oscilación entre ser testigo de los hechos relatados y sólo conocer la historia de oídas es clara en diversas partes del relato: “En su ascensión vertiginosa hacia la nada fue perdiendo en cada etapa una sílaba de su nombre” (452), “¡Era la ocasión que esperaba desde hacía tanto tiempo! […] Estas cinco palabras decidieron su vida” (453), “Pelo planchado y teñido, blue-jeans y camisa vistosa, Roberto estaba ya a punto de convertirse en Boby” (456), “Todo lo que viene después es previsible y no hace falta mucha imaginación para completar esta parábola” (459). Las anteriores frases, diseminadas a lo largo de la narración, revelan una presencia externa al mismo narrador, manifiestan un rastro de la tradición oral, de los cuentos que se relatan a los niños para que se porten bien. Y esta figura externa a los hechos narrados también aparece al final del relato, en el colofón. Los narradores-testigo de los tres relatos ofrecen semejanzas en las estrategias discursivas que emplean para sus relatos; sin embargo, su función dentro del relato varía. Se han expuesto, hasta el momento, las diferencias y similitudes de matices que ofrecen los narradores. Las distinciones no estarían completas si no se menciona que “Los otros”, además de contar la historia de cuatro protagonistas diferentes (Martha, Paco, María y Ramiro), presenta dos notas particulares. Por una parte, el narrador es una mani-

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festación ficcionalizada del autor18 y al inicio y final del cuento se manifiesta como un “yo”, y cuando termina su relato como el escritor que es: “Los otros se fueron definitivamente de aquí y de la memoria de todos salvo quizás de mi memoria y de las páginas de este relato, donde emprenderán tal vez una nueva vida, pero tan precaria como la primera, pues los libros y lo que ellos contienen, se irán también de aquí, como los otros” (749). El autor, Julio Ramón Ribeyro, como escritor de este relato plagado de reminiscencias del pasado, tiene una voz que coincide con la del narradortestigo, única forma de hacerse presente en el espacio narrativo. Por otra parte, al asumirse como el “yo” de la enunciación puede interpelarse a sí mismo; su condición de narrador-testigo lo sitúa “en un tiempo de escritura que le presta respuestas que, en el tiempo de esa vida anterior, no conocía” (Gómez Redondo, 2001, 185). En este caso, la búsqueda de respuestas no pretende más que asir el presente que vive el narrador, un presente deshabitado por los compañeros de infancia: “Pero los otros, me pregunto, ¿dónde están los otros? ¿Dónde están los que se fueron tan temprano y ya no pueden, aunque fuese minados por la vida, y ya no pueden seguir hollando los caminos de su niñez y respirando el aire de su balneario?” (p. 739). Escombros de un antiguo esplendor

Los tres relatos riberyanos presentan una clara división de épocas: el estático ayer y el efímero hoy. El narrador se ubica en un presente y, mediante la evocación de recuerdos, interpreta, cohesiona, valora los hechos del pasado. La estrategia narrativa utilizada en los tres casos es la misma: las visiones pertenecientes a un tiempo anterior develan una acción del presente; sin embargo, esta acción no es sólo rememorar, sino asumir una postura en el tiempo 18 De acuerdo con Filinich, “el autor puede ‘ficcionalizarse’ como narrador, como personaje o como narratario. Al asumir alguno de estos papeles podrá realizar las acciones propias de cada entidad ficcional: narrar (si se presenta como narrador) […] La ficcionalización del autor tiene la función de borrar las fronteras entre enunciación ‘real’ o literaria, en la cual están implicados autor y lector, y enunciación ficticia, cuyos protagonistas son narrador y narratario” (Filinich, 1999, 43).

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actual. En este punto es donde los tres relatos presentan diversos matices. En el caso de “Los eucaliptos”, la memoria le sirve al narrador-testigo para reconstruir, más que hechos, una geografía de la hacienda Santa Cruz, el lugar donde vivió. Recordar sirve para desaparecer, momentáneamente, al menos en el pensamiento, construcciones, gentes, lugares que no había antes, durante la infancia del narrador, y, en contraparte, reaparecer los eucaliptos, “los genios titulares del lugar”. En este relato, el narrador-testigo decide presentar el antes y el ahora por medio de la transformación de espacios. El surgimiento de nuevos lugares trae consigo el paulatino sometimiento a la nostalgia y la pérdida del antiguo esplendor: “La ciudad progreso. Pero nuestra calle perdió su sombra, su paz, su poesía” (121). La estrategia narrativa se fundamenta en el paralelismo entre el crecimiento del narrador y el de la ciudad; sin embargo, es un paralelismo opuesto: mientras la ciudad se conforma, el narrador atestigua que Santa Cruz pierde su identidad, su especificidad, sus personajes pintorescos... sus eucaliptos. Al principio del relato, sólo el mar: “entre mi casa y el mar, hace veinte años, había campo abierto” (117), y los recuerdos de una infancia remota: conchas y caracoles, perros sueltos, agua fresca del acantilado, lanzamiento de piedras. Conforme el narrador crece, los lugares para jugar y explorar se tornan más variados y alejados: la huaca Juliana, el Mar del Plata, caserón abandonado. La primera, más apartada del tiempo presente del narrador, conforma un mundo de misterio, inmerso en una oscura leyenda: cuando conocimos la huaca Juliana, nos olvidamos del mar. La huaca estaba para nosotros cargada de misterio. Era una ciudad muerta, una ciudad para los muertos. Nunca nos atrevimos a esperar en ella el atardecer. [...] A la hora del crepúsculo, sin embargo, cobraba un aspecto triste, parecía enfermarse y nosotros huíamos despavoridos, por sus faldas. Se hablaba de un tesoro escondido, de una bola de fuego que alumbraba la luna. Había, además, leyendas sombrías sobre hombres muertos con la boca llena de espuma” (117).

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El segundo lugar era lo suficientemente enigmático como para irlo a explorar por las noches: A veces íbamos hasta el Mar del Plata, viejo caserón abandonado sobre la avenida Pardo. A través de su verja de madera observábamos el jardín donde la yerba crecía en desorden invadiendo los caminos y las gradas de piedra. Perdidas en el follaje se veían estatuas de yeso sin brazos, sin nariz, sucias de polvo y de excrementos de ave. [...] Nunca supimos a quién pertenecía esa casa ni qué sucedía en su interior. Sus persianas estaban siempre cerradas (117-118).

El mar, la huaca y el caserón son cobijados por los eucaliptos. Estos árboles dotan de una identidad al barrio del narrador: “Ni los hombres más viejos de Santa Cruz sabían quién los había plantado”, “se veían desde la huaca, desde el mar” (118). Los eucaliptos, además, fungen como testigos de todos los personajes pintorescos de Santa Cruz, como el loco Saavedra. La construcción de casas ocasionó la llegada de nuevos vecinos, la ampliación de espacios reflejados en los años de más que tiene el narrador: él y los nuevos vecinos forman una pandilla:19 En razón de nuestro número nos atrevíamos a salir fuera del área de los eucaliptos y nos aventurábamos hasta la calle Enrique Palacios [...] existía allí otra pandilla que nosotros llamábamos la pandilla de los “cholos”. Ellos nos llamaban los gringos y nos tiraban piedras con sus hondas. Las riñas se sucedían. Muchas veces regresamos a casa con la cabeza rota (119).

Pero no fue hasta que llegó la luz eléctrica y se regularizó el agua potable, cuando Santa Cruz se transformó. Y, curiosamente, 19 Esta confrontación entre los advenedizos y los originarios, en “Juegos de la infancia”, fragmento de su autobiografía inconclusa, Ribeyro (1995: apud Valero Juan, 2003, 96) la expone así: “El otro hecho fue más complejo y profundo: la aparición en el parque de niños venidos de otros lugares. [...] El parque limitaba por el este con los rieles del tranvía, más allá de los cuales se encontraba el barrio popular de La Victoria. Y de este barrio fueron surgiendo y entrando al parque niños y muchachos diferentes, porque eran pobres, estaban mal vestidos y no teníamos con ellos ninguna relación de familia, colegio ni condición social. Eran cholos que hollaban nuestro espacio. Al comienzo sólo merodeaban por los linderos orientales del parque, al que nosotros apenas llegábamos. Pero poco a poco fueron avanzando [...] Ello desató una reacción hostil de nuestra parte...”.

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a esta transformación que anula los espacios específicos de la hacienda la acompaña la luz. El contraste explícito: la magia de la huaca y el caserón surgía de la oscuridad. En la última parte del relato, el narrador varía el paralelismo mencionado con una nota distintiva, que se acrecienta, entre el antes y el después: la huaca Juliana fue recortada y al final quedó reducida a un ridículo túmulo sin grandeza, sin misterio [...] para llegar al barranco teníamos que atravesar calles y calles y contornear plazas, cuidarnos de los ómnibus y llevar a nuestros perros amarrados del pescuezo. Una baranda nos separaba del mar. [...] Los personajes pintorescos se disolvieron en la masa de vecinos [...] Nuestros perros fueron atropellados” (120).

Los eucaliptos permanecían incólumes: “Nuestra mirada, huyendo de los tejados y de las antenas, encontraba reposo en su follaje. Su visión nos restituía la paz, la soledad. Nosotros habíamos crecido, habíamos ido descubriendo en estos árboles nuevas significaciones, le habíamos dado nuevos usos...” (120). El espacio geográfico, ya modificado radicalmente, diluido en la modernidad, aún conserva rastros del pasado: los eucaliptos; mas estas presencias con identidad propia pronto se reducen a objetos idénticos, sin originalidad, como ocurrió con la hacienda Santa Cruz: “Cuando la sierra los dividió en trozos de igual longitud, nos dimos cuenta que había sucedido algo profundo; que habían muerto como árboles para renacer como cosas. Sobre los camiones sólo partieron una profusión de vigas rígidas a las que aguardaba algún tenebroso destino” (121). “Los eucaliptos” crea una ruptura entre el pasado y el presente geográfico del narrador; expone una infancia llena de misterio, de lugares por descubrir, en contraparte, la adultez del narrador, rodeada de progreso, ha perdido su identidad, su especificidad, al igual que la hacienda Santa Cruz. En “Los eucaliptos” y en “Los otros” un elemento de la naturaleza enmarca20 la percepción del pasado del narrador. En el 20 Aunque en “Los eucaliptos” funge como eje articulador entre el antes y el ahora del narrador, en “Los otros” sólo se menciona al final, pero interconecta el pasado y el presente en la apreciación del narrador.

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primer caso son los eucaliptos; su ausencia detona la nostalgia de nosotros en el que se asume el narrador; abreva el recuerdo que transcurre con una serie de contrastes entre el pasado y el presente y esclarece la posición del narrador: antes como un tiempo de gloria, esplendor, del que ya no queda más que evocaciones. En el segundo, el elemento es dual: un atardecer y un mar. A diferencia del primer caso, el atardecer junto al mar permanece intacto, tanto en la memoria del narrador como en la realidad. Esta identidad origina que el narrador de “Los otros” confunda el ayer y el hoy: “reconozco en el poniente los mismos tonos naranja, rosa, malva que vi en mi infancia y escucho venir del fondo de los barrancos el mismo fragor del mar reventando sobre el canto rodado. Me pregunto por un momento en qué tiempo vivo, si en esta tarde veraniega de mil novecientos ochenta o si cuarenta años atrás cuando por esa vereda caminaban Martha, Paco, María, Ramiro” (749). Para el narrador el presente y el pasado se cruzan, entrelazan y mezclan no sólo exteriormente, sino dentro de él mismo: “Presente y pasado parecen fundirse en mí” (749). Respecto de la trama, “Los otros” no se conforma cronológicamente, como “Los eucaliptos”, sino que presenta una serie de segmentos interconectados en espacio y tiempo para dar respuesta a la interrogante de inicio: “Pero los otros, me pregunto, ¿dónde están los otros? ¿Dónde están los que se fueron tan temprano y ya no pueden seguir hollando los caminos de su niñez y respirando el aire de su balneario?” (739). El narrador recuerda a los otros, cada uno de sus compañeros de infancia: Martha, Paco, María y Ramiro21 –los tres primeros muertos en fatídicos accidentes y del último no se volvió a saber nada– y relata sus vidas con la finalidad de contraponer el pasado (sus compañeros vivos) con el presente, donde sólo se encuentran los vivos, los que sí han sobrevivido hasta este día que el narrador vuelve a su ciudad de infancia: “Ese hombre [...] fue el invencible atleta de la clase [...] esa señora [...] la guapa del colegio [...] Ahora, que como otras veces, paseo por Miraflores luego de tantos años de ausencia, veo y reconozco 21 Incluso, como se mencionó en el apartado anterior, hay una interpresencia de ellos en cada relato de su vida.

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a ambos, como a otros tantos amigos de escuela o de barrio y me siento afligido pues nada queda de sus galas y ornamentos de juventud, sino los escombros de su antiguo esplendor” (739). Los otros murieron cuando eran niños y dejaron su esplendor en la memoria del narrador. El hoy lo habitan la mujer ajada y el hombre gordo y calvo, cuyo esplendor se ha marchitado. Al igual que “Los eucaliptos”, este relato presenta una doble dualidad pasado-esplendor, presente-escombros; ¿pero por qué en “Los otros” se presenta una fusión de ambos tiempos? La respuesta recae en los otros. Ellos no sucumbieron al tiempo y, por lo tanto, conservan su esplendor. Por el contrario, los vivos son los escombros de lo que alguna vez fueron. En “Los eucaliptos”, el narrador observa un mismo espacio desde diferentes perspectivas y tiempos (niño/antes/presencia de eucaliptos, adulto/ahora/ausencia de eucaliptos), lo que le permite realizar comparaciones y separar sus emociones; en “Los otros”, ayer sus compañeros eran jóvenes, ahora lo siguen siendo. El narrador siente que el tiempo no ha transcurrido porque, como sus compañeros perecieron adolescentes, no dispone de un punto temporal de referencia para contrastar lo que fue y lo que es. Esta imposibilidad se materializa en los hechos del final del relato: el atardecer, idéntico al de hace veinte años. En “Alienación” también presenta la dualidad escombros-esplendor en el protagonista del relato: Boby. Como en el caso de “Los eucaliptos”, este relato muestra la confrontación entre lo original y lo homogéneo. Ser zambo se establece como lo distintivo y el deseo de Roberto por convertirse en gringo, como lo uniforme. Los años de esplendor corresponden a la infancia del protagonista, cuando su origen conserva sus particularidades. Su juventud y adultez –léase el paso del tiempo– transforman esas características específicas en los escombros de lo que alguna vez fue Roberto: un zambo. “Los eucaliptos”, “Alienación” y “Los otros”, como se ha revisado, recurren a la memoria como estrategia narrativa. Para Bal: recordar es un acto para acceder a una visión del pasado, pero revela una acción ubicada en el presente. Generalmente es un acto

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narrativo: sucesos dispersos adquieren coherencia cuando conforman una historia por lo que pueden ser recordados y, en ocasiones, relatados […] Recordar, también, crea una unión entre tiempo y espacio22 (2004, 147).

Esta estrategia se complementa con la dualidad esplendor-escombro que aparece nítidamente en los tres relatos. Aunque “Los eucaliptos”, “Los otros” y “Alienación” pertenecen a épocas diferentes de la producción de Ribeyro y se conforman con particularidades que indican la evolución escrituraria del autor, se percibe un insistente tratamiento de la infancia y su vinculación con el recuerdo y, por la estructura narrativa de cada uno, pareciera que fueron creados a partir de la misma consigna: “Todo tiempo pasado fue mejor”. Bibliografía

Bal, Mieke 2004 Narratology. Introduction to the theory of narrative. Toronto University of Toronto Press. Booth, Wayne 1983 The rethoric of fiction. Chicago-London: The University of Chicago Press. Filinich, María Isabel 1999 La voz y la mirada. México: Plaza y Valdés. Genette, Gérard 1998 Nuevo discurso del relato. Madrid: Cátedra. Gómez Redondo, Fernando 2001 El lenguaje literario. Teoría y práctica, 4ª ed. Madrid: edaf. Kristal, Efraín 1996 “El narrador en la obra de Julio Ramón Ribeyro”, en Ismael Márquez y César Ferreira (eds.). Asedios a Julio Ramón Ribeyro. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. 22 “Memory is an act of ‘vision’ of the past but, as an act, situated in the present of the memory. It is often a narrative act: loose elements come to cohere into a story, so that they can be remembered and eventually told […] Memory is also the joint between time and space”.

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Ribeyro, Julio Ramón 1994 Cuentos completos. México: Alfaguara. Valero Juan, Eva María 2003 La ciudad en la obra de Julio Ramón Ribeyro. Valencia: Universidad de Alicante.

palabras clave del artículo y datos de lA autorA

narrador homodiegético, focalización, paralepsis, memoria, verosimilitud Vanessa García Díaz El Colegio Mexiquense, A. C. Ex Hacienda Santa Cruz de los Patos s/n Col. Cerro del Murciélago Zinacantepec, Estado de México, C P 51350 Tel. (722) 2799908 (institución) (045) 7223031526 (personal) e mail: [email protected] [email protected] (institución) [email protected]

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