En Unilandia vivimos un montón de personas de distintos países y todo lo hacemos en conjunto

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En Unilandia vivimos un montón de personas de distintos países y todo lo hacemos en conjunto. Yo me llamo Cristina, y hace ya algún tiempo, nos pasó una historia emocionante... Os la voy a contar.

Nuestro país es famoso por una estrella que reunía a muchas personas diferentes: negros, amarillos, blancos… Un día, un extraño duende la robó y parecía que desde ese momento la amistad entre los que aquí vivíamos se había roto.

En mi colegio nuestra maestra nos juntaba por equipos para hacer obras de teatro, deporte, para que construyéramos algo como un mecano. Cada equipo se formaba con uno o más niños o niñas de cada color y cultura.

—Somos el mejor equipo —decía Maruca. Su padre y su madre venían de las tierras de América—. Si hacemos un plan y encontramos al duende, podremos encontrar la estrella. —¿Y si nos descubre? —preguntó Yuri. Yuri es nuestro nuevo amigo que viene de un lugar de la lejana Siberia.

—Yo me podría esconder de noche, no me vería bien —comentó Mabutu, que tiene la piel muy oscura— y conmigo podríais venir vosotras —les decía Mabutu a Sara y Amina, que son mis mejores amigas. Sara y Amina, aunque tienen las dos los ojos castaños y la piel del color de la oliva, vienen de lugares muy diferentes. —Si estamos en grupo será más fácil despistar al duende, y yo podría enseñaros judo para luchar con él —decía Akame, nuestra valiente amiga, nacida en tierras orientales.

—Pero el duende es muy pequeño y puede escapar. Mejor hacemos un plan. Además, podría llevar a mi perro Toby —dije. Y dicho y hecho, así lo hicimos.

Encontramos dónde estaba escondido el duende con la estrella. Era un sitio muy oscuro y lleno de cuevas. La verdad es que teníamos miedo, porque no habíamos contado nada en nuestra casa; nuestras madres y padres, además, no podrían encontrar al duende porque las cuevas eran muy pequeñas.

Toby, mi perro, es un perro pastor y es muy listo. Le pusimos a buscar los rastros del duende. —¡¡¡Fufff, fufff, fufff!!! Con su hocico rebuscaba aquí y allá. De repente, paró y empezó a ladrar y a mover la cola. ¡Había encontrado algo! —Shhhhh —enseguida le hice callar.

Al anochecer, el duende salió de su escondite, tal como esperábamos. Akame, Sara y yo estábamos subidas en tres árboles separados, escondidas entre sus ramas. Para despistar al duende nos habíamos colocado frente a la entrada de la gruta, otra a la izquierda y la otra a la derecha.

—“Porque el mundo no es sólo blanco, queremos un mundo de colores...” Canté con toda mi voz la canción que habíamos aprendido en el colegio y el duende corrió hacia mí.

Entonces Akame volvió a repetir con fuerza: “Porque el mundo no es sólo blanco, queremos un mundo de colores...”. El duende miró hacia allí para saber de dónde venía la voz sin entender lo que pasaba. Sara estaba más lejos preparada para distraerlo. Casi sin hacer ruido, Mubuto y Amina entraron en la cueva y cogieron la estrella con mucho cuidado, escondiéndose entre la vegetación.

Yuri se había subido encima de la gruta junto a Toby, para caer sobre el duende cuando entrara a buscar la estrella de nuevo. Sara empezó también a cantar: “... porque el mundo es más bonito unido...”. Y otra vez el duende volvió a seguir la voz.

Mubuto y Amina rasparon una de las puntas de la estrella y la guardaron en un saquito. Ya estaba todo preparado, era el momento de conseguir que el duende se acercara a la cueva. —¿Quién se atreve a molestarme? Mi venganza será grande y os convertiré en sapos —gritaba enfadado.

Bajé del árbol y mi perro comenzó a ladrar. —¡Guau, guau! Toby, que era más grande que el duende, se lanzó sobre él sin dejar que se moviera. —¡Quítate de encima, chucho, déjame salir! Pero en lugar de eso, Toby le llenó de lametazos.

Mubutu y Amina abrieron el saquito y dejaron caer sobre el duende el polvillo de la estrella. —¡¡¡Aaaatchissssssssssssssssss!!! —estornudó con fuerza. Toby se retiró y el duendecillo se sentó mirándonos con desconcierto.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? —Que te habías llevado nuestra Estrella y hemos venido a por ella —contesté. —Me embrujó el Troll malvado, ahora lo recuerdo… y gracias a vosotras y a vosotros se ha roto el hechizo —respondió rascándose la cabeza.

—¡Déjalo en paz, Toby! ¡Deja de darle lametones! —Srluppppp, srluppppp Toby se sentó moviendo la colita.

Volvimos a la ciudad muy felices por haber recuperado la Estrella de la Paz y de la Unión; dejamos al duende en sus bosques despidiéndonos con su pequeña mano. Nos hicieron una fiesta muy grande por nuestra acción y nos colgaron una medalla con forma de estrella.

A lo lejos se escuchaba la canción aprendida. —“Porque el mundo no es sólo blanco, queremos un mundo de colores... porque el mundo es más bonito unido...” Y en un rinconcito chiquito, chiquito, el duende participaba de la fiesta cantando la canción.

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