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ESCAPATE con a “TERUEL Y ALBARRACIN” SÁBADO, 6 de octubre MADRID
08.00 h.
Salida en autocar del grupo. Punto a concretar.
TERUEL 12.30 h. aprox. Llegada del autocar a Teruel. Recepción por parte del guía para iniciar la visita. Se recorrerá el centro histórico que nos permitirá tener una primera visión de la ciudad. 14.30 h.
Almuerzo en uno de los restaurantes del centro de la ciudad
16.00 h.
Visita a dos monumentos emblemáticos de la ciudad: el Conjunto Amantes, que incluye la Iglesia de San Pedro, Torre y Mausoleo de los Amantes y la Catedral de Teruel con su techumbre mudéjar.
18.30 h.
Salida del autobús hacia Albarracín.
ALBARRACIN 19.15 h. Llegada a Albarracín y distribución de alojamientos. El personal de la Fundación nos estará esperando para acompañarnos. En la habitación encontrarán una documentación completa informativa sobre Albarracín, estancia y actividades programadas. 20.30 h. Paseo guiado por la ciudad. El personal de la Fundación nos acompañará en la visita al conjunto histórico de Albarracín. Al finalizar iremos directamente al restaurante para la cena. 21.45 h.
Cena en el restaurante del hotel “Casa de Santiago”.
Al finalizar, podremos tomar un café o una copa en el “Molino del Gato”, antiguo molino restaurado y convertido en un acogedor y tranquilo local al lado del río.
DOMINGO, 7 de octubre 9.00
Desayuno en los respectivos hoteles.
10:30-13.00 Visita guiada al conjunto Albarracín, Espacios y Tesoros que aglutina los monumentos más significativos recuperados o en fase de restauración por la Fundación durante los últimos años: Catedral, antiguo Palacio Episcopal (s.XVIII), Museos Diocesano y de Albarracín, Castillo, torre Blanca… acompañados nuevamente por el personal de la Fundación. Al finalizar las visitas, tiempo libre hasta el almuerzo. 14.00 h.
Almuerzo en el comedor del H-residencia “Casa de Santa María”. Al finalizar paseo hasta el autocar para iniciar la vuelta a Madrid
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PRECIO DEL VIAJE POR PERSONA (grupo mínimo 30 pax.): Asociados y primer acompañante p.p 158 euros No asociados: 169 euros Suplemento individual:
18 euros
Este precio incluye: Transporte en autocar durante todo el recorrido. Alojamiento y desayuno en los hoteles seleccionados (CASA DE SANTA MARIA Y CASA DE SANTIAGO). Almuerzo en Teruel Cena y almuerzo en Albarracin. Las visitas indicadas en el itinerario, acompañados por guías y personal de la Fundación Santa Maria la Blanca de Albarracín. Entradas en los Monumentos indicados. Seguro de Viaje No incluye: Extras en los hoteles Nada no indicado en el presente itinerario
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En la singularidad del mudéjar de Teruel confluyen dos tradiciones artísticas claramente diferenciadas, que acaban por integrarse en una sola, logrando de este modo su fuerte e indiscutible personalidad.
En
primer lugar el mudéjar de Teruel bebe en la tradición islámica aragonesa, que es tanto como decir zaragozana, circunstancia de fácil fundamentación ya que tanto política como eclesiásticamente la ciudad se halla vinculada con la capital del reino de Aragón. A esta tradición aragonesa cabe adscribir algunos de sus elementos básicos: la utilización profusa del ladrillo con carácter constructivo y ornamental en sus monumentos, tan característica del mudéjar aragonés, la aplicación de la cerámica decorada en los exteriores arquitectónicos y la recepción de fórmulas ornamentales y estructurales muy arraigadas en la tradición islámica aragonesa.
De
este conjunto de características de raigambre aragonesa destaca la riqueza exuberante de la decoración cerámica aplicada a los exteriores arquitectónicos, ya presente en los monumentos más antiguos del siglo XIII, las Torres de Santa María y de San Pedro. No se trata de piezas reutilizadas sino que han sido hechas expresamente para la ornamentación arquitectónica, circunstancia que corrobora la antigüedad y primacía de los alfares turolenses en su serie cerámica verde y manganeso, de tradición islámica cordobesa. Aunque la decoración cerámica sea una característica común del mudéjar aragonés, en Teruel alcanza su mayor verbosidad, fenómeno que no encuentra parangón en el resto de los focos mudéjares españoles, y que a pesar de las distancias geográficas y culturales sólo es comparable al de la profusión ornamental de la azulejería en exteriores que se desarrolla en al arte islámico de Oriente a partir del siglo XIII. Hay una comunidad estética entre ambos extremos de la cultura islámica; a través de la cerámica vidriada Teruel estrecha su mano con el Oriente islámico.
A esta renovación de estructuras y sistemas ornamentales inmigrados hay que adscribir de un lado la estructura de la techumbre de Santa María, con su armadura de par y nudillo, única en el mudéjar hispánico por su decoración pintada, y el sistema ornamental de grandes paños de sebqa en ladrillo resaltado que se estrena en las Torres de San Martín y de El Salvador. Todo ello perfectamente asimilado e integrado en la tradición aragonesa anterior. Por todo ello, el mudéjar de Teruel, espejo del mudéjar hispánico, ha sido reconocido justamente por la UNESCO como patrimonio de la humanidad
Torre de la Catedral
Decorada con arcos de medio punto entrecruzados, frisos de esquinillas con fustes de cerámica, ventanas abocinadas en arco de medio punto, platos y azulejos vidriados en verde y morado, etc. Un rasgo original de las torres mudéjares medievales de Teruel es su ubicación sobre la red vial, que las atraviesa. En el caso de la Torre de la Catedral la abertura de la parte baja se soluciona mediante arcos apuntados y una bóveda de cañón.
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Su configuración estructural es similar a la Torre de la Catedral. Sobre el pasadizo está constituida por un muro exterior, que delimita un espacio interior único en toda la altura, dividido por forjados de madera. El modelo se corresponde con la tradición de los campanarios cristianos.
La estructura interna de esta torre es similar a la del Salvador: se trata de dos torres una envolviendo a la otra, mediando entre ambas las escaleras de acceso al campanario. La interior está formada por estancias abovedadas superpuestas, mientras que la torre exterior soporta todo el repertorio decorativo.
Presenta grandes similitudes decorativas con la Torre de San Martín: abundantes elementos cerámicos verdes y blancos, paños de ladrillo resaltado formando estrellas de ocho puntas, friso de arcos mixtilíneos, etc. Se diferencia en que esta última torre dispone de un paño de arcos lobulados entrecruzados.
Obra de la segunda mitad del s. XVI, consta de tres cuerpos; tanto el inferior como el medio son mudéjares, de planta cuadrada y ochavada, respectivamente, mientras que el tercero, de planta octogonal, es fruto de una ampliación barroca.
Se encuentra decorado con paños de arcos mixtilíneos, frisos de cerámica verde y morada y torrecillas. Estos últimos se asientan sobre la tribuna interior. La Iglesia, consagrada en 1392, es de una sola nave, con capillas laterales. Recibió una profunda reforma interior en 1910.
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Se encuentra profusamente decorada con elementos vegetales estilizados, geométricos y epigráficos de tradición islámica y con decoración figurada gótica lineal. La riqueza y variedad de esta última ha llevado a interpretarla como una representación cósmica del devenir del tiempo, presidida por los meses del año y las distintas actividades humanas vinculadas a los mismos; como temática vinculada a la literatura romance, etc.
La ciudad de Teruel está vinculada a una tradición medieval de sabor y belleza románticos: la de los Amantes. Constituye una de las más bellas páginas de amor del mundo, y repetidamente ha ido su tema al teatro, a la literatura y al arte. http://www.amantesdeteruel.es/index0.html
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Emplazada en una colina de los Montes Universales, es ciudad medieval que se asienta en el istmo y la península que forma el río Guadalaviar. Está rodeada en sus cuatro quintas partes por un profundo tajo que hace de foso defensivo, complementado por el imponente cinto de murallas que culminan en el castillo del Andador. Cuenta con abundantes monumentos, como la Iglesia de Santa Maria, la Catedral, el Palacio Episcopal, algunas mansiones señoriales, entre las que destaca la de los Monterde, y una peculiar arquitectura popular donde destacan la casa de la Julianeta, la casa de la calle Azagra, la plaza de la Comunidad y la pequeña y evocadora Plaza Mayor. Pero el encanto de Albarracín está sobre todo en el trazado de sus calles adaptadas a la difícil topografía del terreno, con escalinatas y pasadizos y en el conjunto de su caserío de muros irregulares, de color rojizo, con entramado de madera, en difícil equilibrio, con aleros que se tocan. Una característica diferenciadora de la ciudad de Albarracín respecto a los pueblos de la Sierra es el empleo abundante de las estructuras con entramado de madera y tabicones de yeso rojizo que confieren el color característico al conjunto. El yeso es material característico en Albarracín, más incluso que la piedra. La arquitectura de madera y yeso es más liviana que la de piedra, lo que reduce el volumen de materiales a utilizar, y en el caso de la ciudad economiza el costo de la obra por la dificultad de accesos de los mismos a esta. Cada rincón, cada casa, es objeto de admiración por sus puertas y llamadores (picaportes de hierro imitando un pequeño y fantástico dragón), sus diminutas ventanas con visillos de encaje, sus balcones corridos en rica forja y de madera tallada,... El monumento principal de Albarracín es la ciudad misma, con todo su sabor popular y aristocrático, reflejo de su historia y del buen hacer de sus gentes. La ciudad de Albarracín está situada a 1.171 metros sobre el nivel del mar condicionando esta altitud su clima, que se puede clasificar dentro de los mediterráneos de montaña, con matices continentales, siendo su temperatura media anual de 11º y la precipitación de 480 mm. Clima y altitud han condicionado a su vegetación, siendo la sabina albar la especie clímax. Junto a ella diversas variedades de pino y de robles y encinas degradados. De gran belleza es el paisaje del rodeno, contratando su color rojo con el verde de los pinos. Las calizas son famosas por su contenido en fósiles del jurásico. (Turismo de Albarracín)
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Bellísimo
Ibn-Racin era el nombre de la tribu berberisca que con la invasión musulmana se estableció aquí. Andando el tiempo fue poblado romano. La villa se llamó Santa María de Oriente cuando fue cristiana... Así comienza la vieja historia de Albarracín, una historia donde el protegerse y el defenderse ha sido la premisa. Hoy, al caminar por sus calles estrechas y respirar su placidez cuesta pensar que su ubicación no haya sido imaginada para el deleite sino para guarecerse del peligro. El delicioso casco antiguo de Albarracín es sólo para peatones y está muy alto. Si subes en la tarde, verás que los pasadizos bajo los arcos, las escalinatas, los portales de las mansiones señoriales, parecen habitados por misteriosas sombras. Albarracín destila un aire aristocrático, lo ves en sus puertas tachonadas, en los llamadores de hierro, en sus balcones corridos de madera tallada, en su espectacular herrería. En alguna callecita estrecha que baja tortuosa, hay pequeñas plazoletas que se abren sobre el abismo desde donde casas de arquitectura más popular parecen colgar. El panorama es bellísimo. Para la construcción de los edificios de Albarracín se ha usado desde siempre el yeso más que la piedra, y el color de sus muros tiene el exacto color de los barrancos sobre la que está asentada. (Minube)
Con la colaboración de:
http://fundacionsantamariadealbarracin.com/
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