Escuela de Padres Colegio Vizcaya

Escuela de Padres Colegio Vizcaya Premios y castigos Premios y castigos  Introducción  ¿Se puede modificar una conducta?  Premios  Castigos  ¿Có

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Escuela de Padres Colegio Vizcaya Premios y castigos

Premios y castigos  Introducción  ¿Se puede modificar una conducta?  Premios  Castigos  ¿Cómo aplicarlos?  La violencia verbal y física  ¿Cuándo retirarlos?  ¿Cuándo resultan inútiles?

Introducción “La fábula del hombre, la serpiente y la rana”

“Un pescador dominguero estaba mirando por la borda

de su barca, y vio una serpiente que llevaba una rana entre los dientes. Al pescador le dio pena la rana y alargó la mano, libró a la rana de las mandíbulas de la serpiente, sin hacerle daño a ésta, y la dejó en libertad. Pero entonces le dio lástima la serpiente que también tenía hambre y como no llevaba nada de comer, sacó una botella de aguardiente y derramó unas gotas en la boca de la serpiente. Ésta se largó muy satisfecha; la rana también estaba contenta y el hombre quedó muy satisfecho de sus buenas acciones. A educar también se aprende

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Pero al rato, cuando más tranquilo estaba, oyó golpes en el costado de su barca y se asomó otra vez a mirar, y cuál no sería su asombro al ver que era la misma serpiente… con dos ranas entre los dientes.” Esta fábula nos puede servir de gran utilidad para reflexionar acerca de la habilidad de ser recompensante. 1. Un comportamiento se aprende a menudo al margen o con independencia de los deseos de las personas. La condición fundamental es que dicho comportamiento vaya seguido de unas consecuencias que resulten recompensantes. La serpiente repitió la conducta porque cuando cazó experimento una consecuencia gratificante. 2. Son precisamente estas consecuencias, y no los deseos ni los grandes sermones o consejos, las que impactan poderosamente en el comportamiento. Es por ello que sin darnos cuenta, a veces estamos recompensando comportamientos que no deseamos. En este caso el pescador

consiguió,

sin

pretenderlo,

reforzar

la

conducta de la serpiente animándola a seguir cazando ranas. Este

gran

principio

nos

resulta

útil

también

para

explicarnos por qué determinados comportamientos de las personas (sean niños o adultos) se aprenden, y por qué

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otros, a pesar de nuestros esfuerzos y deseos por extinguirlos, no se extinguen. ¿Se puede modificar una conducta? Las conductas de nuestros hijos suele tener relación con los modelos aprendidos y con la manifestación de estados de ánimo y de equilibrio personal. A veces, nuestros hijos presentan conductas ilógicas, tercas o que están fuera de lugar

sin

que

podamos

encontrar

una

explicación

razonable ni consigamos erradicarlas. Con frecuencia recurrimos a los castigos o reprimendas como herramienta para mejorar la situación. Consideramos castigo la pena que se le impone al menor como consecuencia de acciones o inhibiciones que los padres consideran incorrectas. La primera cuestión que hemos de abordar es qué sentido tienen los castigos en la educación. Es decir, qué papel cumplen. Cuando el adulto castiga, puede suponer que corrige una conducta, ya que asociada a la sanción es fuente de displacer y que por lo mismo el menor ha de evitar en lo sucesivo. En torno a este supuesto haremos algunas reflexiones. Tal y como menciona Pedro María Lahoz (pedagogo), premios y castigos, aunque afectan sólo a la conducta

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externa y, por tanto, pueden no influir en la personalidad íntima, generan un ambiente que facilita la comunicación entre las personas de la familia o mejora las capacidades de la persona. Ambos aspectos son elementos facilitadores de la educación. ¿No es cierto que será más fácil la educación de los hijos si, con ayuda de algún premio y algún castigo, conseguimos que mantengan el orden en sus cosas y usen ciertos modales? ¿No será lo mismo si conseguimos que estudien y mejoren su capacidad de razonamiento? Retomando medicinas,

el

símil

de

evidentemente

premios su

y

uso

castigos no

puede

como ser

indiscriminado ni generalizarse. Al igual que cualquier medicamento, es preciso adecuar su administración a la necesidad concreta del paciente y tener en cuenta sus contraindicaciones y efectos secundarios. En resumen, los premios y castigos son recomendables y adecuados si se usan como medios temporales de obtención de logros y siempre de forma apropiada. Lea, por favor, las instrucciones de uso.  Premios o refuerzo positivo. Instrucciones de uso. Tipos de premios:

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Premios previstos: previstos Son las recompensas pactadas que se ofrecen si se presenta la conducta que se espera. El deseo de conseguirlas ayuda a regular la conducta. Premios imprevistos: imprevistos Se conceden sin previo aviso como reconocimiento a una conducta deseable. Puede producir efecto en la persona que lo recibe y en las que lo observan. Ambos

relacionan

las

conductas

deseables

con

la

recompensa. Premios por por entregas: entregas Son los que mantienen el interés más vivo, al concederse puntos o vales acumulables cuando se producen pequeños logros. Al alcanzar una cierta cantidad, se logra el premio. Premios liberadores: liberadores Permiten liberarse de alguna tarea desagradable. Composición de los premios: De base afectiva: afectiva Consisten en expresiones afectivas de los

padres,

como

abrazos,

felicitaciones,

lugares

preferentes en la mesa o en el coche… De base material: material Consisten en posesiones materiales, como diversos objetos o dinero.

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Relacionados con la autonomía: autonomía Ofrecen más libertad o autonomía para gestionar el dinero, el tiempo, el espacio… Orientaciones de uso:  Definir bien lo que se espera y el premio que se puede conseguir.  Luego, cumplir lo pactado.  Proporcionar premios acordes con el esfuerzo realizado y con las posibilidades razonables de la familia.  Plantear la obtención del premio a corto plazo para los más pequeños.  Proponer premios alcanzables. Sólo son útiles si se confía en alcanzarlos. Efectos secundarios: Evitar su uso prolongado y variado porque crea adicción y no se actuará si no es a cambio de premios. Modifica

la

conducta

pero

no

necesariamente

las

actitudes y motivaciones, por lo que hay que combinarlos con otras acciones educativas.  Castigos o refuerzo negativo . Instrucciones de uso. Tipos de castigos:

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Castigos previstos: previstos Son las consecuencias desagradables que aguardan como respuesta a una conducta inaceptable determinada. Castigos imprevistos: imprevistos Son consecuencias desagradables que

se

otorgan

sin

previo

aviso

ante

conductas

indeseables. Tratan de evitar que se repita la conducta. Castigos con oportunidades: oportunidades Se ofrece un castigo si se da una conducta, pero se concede la oportunidad de rectificar en dos ocasiones antes de recibirlo. Composición de los castigos: De base afectiva: afectiva Consisten en expresiones afectivas negativas por parte de los padres como reprimendas, amonestaciones, alejamiento físico, silencio, caso omiso… De base material: material Suponen pérdida de ingresos, multas, no poder usar algo (TV, equipo de música, bicicleta…) o quedarse sin alguna posesión. Relacionados con la autonomía: autonomía Restringen o privan de la libertad de salir, reducen el tiempo de ocio, exigen quedarse inmóvil, prohiben algunas relaciones… Orientaciones de uso:

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 Elegir los castigos con prudencia: Los castigos han de cumplirse, por lo que un castigo absurdo o que no se cumple produce el efecto contrario.  Ser proporcionado a la conducta: Cuanto más indeseable, más severo.  Ser

severo,

es

decir,

ha

de

ser

verdaderamente

desagradable ya que si sólo supone una ligera molestia, se puede acabar aceptando la molestia como un mal menor.  Buscar castigos relacionados con la conducta indeseable: Así, por ejemplo, si se es descuidado y se estropean las cosas, se han de arreglar; si la conducta es molesta, se tiene que aislar…  Procurar que el castigo se acepte como algo merecido y se entienda que ayudará a mejorar.  Aviso importante: nunca los castigos pueden atentar contra los derechos y la dignidad de los niños Efectos secundarios: Pueden aumentar la conducta indeseable. En algunas ocasiones, los hijos buscan llamar la atención de los padres y, al no conseguirlo con una conducta deseable, les basta con que les prestemos atención mediante castigos por las indeseables. En este caso está directamente contraindicado su uso.

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Si el castigo se ve desproporcionado, injusto o absurdo, puede generar sentimientos de aversión, venganza y resentimiento. Como consecuencia, es probable que no se evite

la

conducta

indeseable.

También

estará

contraindicado su uso en estas circunstancias. Dejo para el lector la elección del tratamiento más adecuado

a

las

diferentes

situaciones

que

se

le

presentarán. Y, de todas formas, en caso de duda, consulte a un especialista (profesor o psicólogo), es la persona más adecuada

para

facilitarle

toda

la

información

complementaria. Controla tus emociones: Las situaciones en las que recurrimos al castigo suelen ser tensas, podemos estar enfadados o nerviosos. Todo el autocontrol

que

desearíamos

tuviese

nuestro

niño

debemos aplicárnoslo a nosotros mismos. Antes de recurrir al castigo debemos reflexionar sobre las consecuencias de éste, sobre los motivos que han llevado al niño a actuar como lo ha hecho.

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Ha llegado el momento: y ahora... ¿Cómo aplicar el castigo?  El niño debe tener muy claro el porqué se le castiga. Qué ha hecho mal. Y qué debería haber hecho.  El niño debe ver claramente la relación existente entre su conducta y las consecuencias de ésta, es decir, el castigo

que

le

sigue.

Por ello no debe transcurrir mucho tiempo entre la conducta que deseamos corregir y la aplicación del castigo.  Si hemos advertido o “amenazado” al niño con un castigo, debemos ser consecuentes y cumplir con nuestra palabra.  Repetidas

amenazas

de

castigo

incumplidas

son

contraproducentes.  Un mismo castigo repetido muchas veces llega a perder la

eficacia

correctora

que

se

le

suponía.

Debemos tener cuidado con ciertas asociaciones que el niño pueda establecer entre el castigo y los estímulos o motivos que lo rodean. No podemos castigar al niño a hacer sus deberes, porque luego ir al colegio será un castigo también; o a comer lentejas si sabemos que no le gustan demasiado, porque después no querrá comer ninguna legumbre, o simplemente nada que no le guste.

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 Debe existir consenso entre los padres en los criterios y límites disciplinarios a aplicar en casa: sobre todo en cuanto

a

decisiones

los se

castigos. tomarán

Cuando y

sea

llevarán

posible, a

las

efecto

conjuntamente, evitando la adopción de roles opuestos: como por ejemplo que uno castigue, y el otro perdone. Los castigos y la violencia verbal y física Seamos intolerantes con la violencia, en cualquiera de sus formas. Un castigo no es más eficaz si lo acompañamos de muestras de ira y enfado, si gritamos o recurrimos a una actitud de violencia física, sea cual sea la forma que ésta adopte. Los castigos físicos, aunque puedan parecer muy eficaces a corto plazo, generan graves problemas a largo plazo. Lo único que conseguimos con patrones de conducta violentos es mostrar al niño un modelo en el que la violencia aparece como recurso aceptado y tolerado para la solución de problemas. Cuando el niño comience a jugar con otros niños, será inevitable que surjan peleas, enfados o discusiones entre ellos. Cómo le explicamos al niño que no está bien pelearse con los demás... ¿gritándole? ¿Cuándo retirar el castigo? Tan importante es saber cuándo castigar, como decidir cuándo retirar el castigo. Si tenemos claro cuál es la

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función del castigo, qué mensaje y enseñanza queremos transmitir al niño, será fácil comprobar en qué momento ha comprendido e interiorizado éstos y podremos retirar el castigo. Si mandamos al niño a su cuarto porque ha tirado al suelo parte de la comida que no quería, debe permanecer allí el tiempo suficiente como para comprender que su conducta ha sido la causa de que tenga que abandonar la cocina, que por eso se encuentra solo; pero lógicamente no será necesario

que

esté

allí

toda

la

tarde.

Y el momento de retirar el castigo, una vez pasado el enfado, será la ocasión de dialogar con él: ¿por qué crees que te han castigado?, ¿cómo te encuentras?, ¿por qué has hecho eso?, ¿sabes cómo se han sentido papá y mamá?, ¿qué crees que debías haber hecho?, ¿qué crees que debes hacer ahora? Y vuelta a la normalidad.

Cuándo resulta inútil el castigo A veces en los niños aparecen conductas extrañas que les sirve de válvula de escape y que forman parte de su proceso evolutivo. En general, estas manifestaciones suelen alarmar a los padres o incomodarles hasta el punto de llegar a ser intolerantes con ellos. En estos momentos hay que tener claro que existen distintas formas de ayudarles y acompañarles en

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dichas situaciones, pero que el castigo sea del tipo que sea no nos va a llevar a ninguna vía de solución. A continuación pasaremos a enumerar algunas de esas conductas:  Dificultades en el sueño  Problemas de alimentación  Accidentes en el control de esfínteres  Tics  Fobias Para concluir: Ante la presencia de alguna de estas conductas enumeradas anteriormente

o

cuando

exista

cualquier

conducta

inapropiada y no hayamos podido extinguirla mediante el refuerzo positivo o negativo bien aplicado, es conveniente consultar con un especialista (pedagogo o psicólogo) para proporcionarle toda la información complementaria.

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