“Espacio Múltiplemente Conexo”

Inmaculada Arriola Bolaños 5º Curso; Facultad de Psicología Universidad Autónoma de Madrid

2013: “Espacio Múltiplemente Conexo”

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No quiero hablar de todas las implicaciones éticas y morales, sociales, mundiales o incluso de supervivencia de la propia especie, ni del respeto hacia nuestro planeta y el medio ambiente. Léase este ensayo con un deje un tanto irónico. Alcances de otras tecnologías, la domótica y los edificios inteligentes, los nuevos implantes robóticos que han logrado dar una esperanza a ciertos tipos de discapacidad, el dominio de ciertos animales para el rescate de personas como si se tratase de coches teledirigidos, la clonación, entre otros como método para conseguir órganos de transplante (como dicen los investigadores: si nos comemos a los cerdos, por qué no utilizarlos para salvar vidas), en coches parecidos a los que aparecen en películas como “Minority Report” o “El Quinto Elemento”... O acabar con un “Gran Hermano” introducido en nuestras venas y que permita el control de los sujetos de tal manera que hagan lo que se les ordena sin considerar su voluntad. Repito, no se tengan en cuenta consideraciones morales. ¿Recuerda la película “Regreso al Futuro II”? ¿Recuerda la indumentaria que llevaba Michel J. Fox en dicho film?... Imagine una chaqueta que puede adaptarse a su talla, que cambie su color por otro que conjunta más con lo que lleva puesto; que perciba, a través de distintos sensores, su temperatura corporal, designar si ésta es la adecuada, y aumentar o disminuir la suya propia para gusto de su portador. Imáginese además que percibe su tasa cardiaca y su respiración, y que le informa cada cierto tiempo, el que usted haya determinado oportuno, sobre sus condiciones físicas. Y todavía un poco más allá. Imagine que lleva lo último en tecnología, y que a través de unas gafas, el “pequeño ordenador de a bordo” incorporado le transmite las últimas novedades, le informa del mundo que le rodea, le proporciona información necesaria para mantener una conversación sobre un tema del cual usted no tiene la más mínima idea, le permite tener una conversación telefónica mientras observa a su interlocutor, graba sus ideas y posibles conversaciones que haya mantenido, le recuerda los nombres de sus interlocutores, etc. Para mí, todo esto no era más que pura ciencia ficción hasta que leí un artículo sobre nuevos proyectos del pentágono junto con diseñadores de alta costura. Chaquetas que además hidratarán a los soldados e incluso les curarán las heridas (no me pregunten cómo), y estarán dotadas de un sistema de GPS para detectar su posición, y que les ocultarán, camuflándose oportunamente, del enemigo. ¿Y por qué no enviar sus constantes vitales para que puedan ser atendidos en un momento dado? ¿O para poder, a

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través de esta información, decidir una estrategia de ataque u otra según en qué condiciones estén nuestras tropas? Pero un poco más allá. Y por qué no que las chaquetas no sólo realizaran estas funciones, sino que no hiciera falta teclado, que las realizaran por sensores de reconocimiento de voz, o incluso que interpretara a través de sensores altamente especializados lo que el sujeto necesita en cada momento, y que en lugar de funcionar con pilas, funcionara con discretos paneles solares, o incluso a través de la energía que desprenda el que la lleva. Y si pudiera detectar tu nivel de alcohol en sangre, o si llevara un dispositivo que permitiera a los consumidores de sustancias tóxicas conocer la calidad de su compra, o que se les informara acerca de la dosis oportuna según calidad, talla y peso. Todo esto siguiendo una iniciativa de algunos locales barceloneses que contrataron especialistas que llevaban a cabo esa tarea, considerados ilegales porque en esos lugares está prohibido el uso de estas sustancias. Y pensando en las personas mayores, que les recordara la hora de su pastilla, o se pudiera hinchar como un airbag cuando percibiera que el sujeto se va a caer, que llamara a los servicios oportunos cuando se detectaran anomalías físicas, etc. Y unos pantalones que sujetaran bien los músculos, pensando en mi madre y en las medias tan incómodas que se tiene que poner para mejorar la circulación sanguínea, y en posibles lesiones de deportistas, que dieran masajes, y que igualmente pudieran combinar con el resto del vestuario. E incluso, para los que crean en los productos de Antena 3 directo y La Tienda en Casa, con funciones de electromusculación incorporada. ¿Y qué me dice del calzado? Igualmente con sensores de temperatura, que pudieran cambiar de tamaño, ya no para adaptarse a diferentes tallas sino que se pudieran dilatar cuando el sujeto tiene los pies hinchados, que tuvieran funciones de masaje... Pero a lo mejor no nos tenemos que ir tan lejos para encontrar la comodidad. Recientemente, en la televisión pública, apareció un invento que, sin basarse en la electrónica, hacía más cómoda la vida de su portador. Se trataba de un pantalón con unas varillas semirígidas en la parte de atrás, que permitían que cuando la persona hacía la acción de sentarse se acoplaran de tal forma que se transformaban en el asiento del sujeto. Vestimenta elaborada con partículas nanométricas. Ropa que no se arruga, cambia de color, repele ciertas sustancias, etc.

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La nanotecnología es otra fuente a la que todavía queda mucho por avanzar. Recuerdo un capítulo de una teleserie llamada “Más allá del límite”. En dicho episodio un investigador diagnosticado de algún tipo de enfermedad, decidía introducirse lo que denominaba “nanobots” en su organismo, y que éstos modificaran sus células curándole definitivamente. Los nanobots decidieron, no sólo reconfigurar estas células, sino alterar ciertas características de su organismo para mejorar la adaptación del individuo. Así, resolvieron que sería más adaptativo para el sujeto tener ojos en la espalda, y el investigador se despertó un día con sendos globos oculares en su nuca. Decidieron también que el sujeto necesitaba branquias para poder bucear mejor en la piscina, y que por qué no, que su piel desprendiera una sustancia venenosa, para que nadie le pudiera tocar y por tanto hacerle daño... El sujeto acaba en una habitación, solo, convertido en lo que en nuestra sociedad actual se denominaría un “monstruo”. La nanotecnología intenta dar cuenta de cambios atómicos, en algunos, y no pocos momentos, intentando ser Dios. Eliminemos la cirugía como método curativo, introduzcamos unas pequeñas “máquinas”, capaces de reestructurar células, reparar aquellas que estén dañadas o recolocarlas siguiendo un plan. O mejor, introduzcamos sólo una, más barato, pero que sea capaz de reproducirse, avanzando así mucho más rápidamente en su trabajo. ¿Ha pensado alguna vez en la juventud eterna? Con la nanotecnología este sueño está un poco más cerca. Elimina arrugas, repara tejidos... ¿Podría llegar a modificar la estructura genética? Modificación genética, no en gametos, en fetos. Que el bebé tiene alguna enfermedad, le inyectamos nanorobots y tenemos un niño perfecto ¿Y si a mitad del embarazo prefiere que el niño tenga los ojos verdes? En vez de inyectárselos podemos hacer que la madre se tome un vasito de nanorobots con sabor a melocotón y que actúen en su organismo... Robots, por así llamarlos, que viajen por nuestras venas e informen de nuestro estado físico, que limpien nuestras arterias de colesterol, que ayuden a la reconstrucción de huesos, que hagan que las grasas se disuelvan más rápidamente o incluso que no se adhieran en nuestro organismo y sean eliminadas (¡Adiós a la liposucción!), etc. Y es posible, que modifiquen organismos inertes, ¿por qué no cambiar la forma de la mesa según el número y la disposición de los invitados? Nanomáquinas que reconviertan elementos perjudiciales para la naturaleza y para el hombre en recursos energéticos inocuos y útiles.

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Pero, sigamos con Michael J. Fox y su máquina del tiempo. La tan descabellada idea que H. G. Wells plasmó en su libro “La Máquina del Tiempo”, hoy en día no parece tan absurda. Series como “Stargate” y “Perdidos en el Tiempo” hablan de lo que los científicos denominan Agujero de Gusano, una especie de túnel que conecta dos puntos en el espacio; algo parecido a lo que le ocurre a Jodie Foster en la película “Contacto” cuando ponen en marcha la máquina que construyen basándose en unos planos enviados por unos alienígenas. Para la protagonista pasan horas dentro de esa nave (demostrado por una grabación), para los que observaron el despegue, el vuelo sólo duró unos segundos, ¿podría hablarse de máquina del tiempo? Parece que la velocidad y la gravedad afectan al paso del tiempo. Así, si se mide el tiempo en un vuelo a 920 kilómetros por hora durante ocho horas, con un reloj atómico, se percibe un desfase temporal acumulado de diez nanosegundos, una minucia, pero un principio interesante. Si el mismo tipo de medición se realiza sobre la permanencia en un submarino nuclear a 300 metros de profundidad durante seis meses la diferencia aumenta a 500 nanosegundos. Los relojes avanzan un poco más rápido en un ático que en un sótano, debido a que este último está más cerca del centro de la Tierra, percibimos estrellas que sabemos inexistentes, estrellas que se extinguieron hace millones de años, que para nosotros siguen ahí... Un compañero de investigación, Agustín M., me comentaba una tarde que había leído un artículo sobre aceleradores de partículas, y que se había constatado como una partícula podía ser lanzada a tal velocidad, que llegara a la meta antes de iniciar el recorrido desde el origen. Los Agujeros de Gusano serían una especie de agujeros negros, con una alta gravedad, pero bidireccionales, permitiendo la entrada y la salida de los objetos. Un requisito que científicos como Thorne proponen que “para combatir la tendencia natural de los cuerpos con mucha masa a convertirse en agujeros negros por su propio peso” debería tratarse de una materia dotada de antigravedad. Si se considera factible este requisito (paradojas aparte), por ejemplo, arrastrando al agujero a una estrella de neutrones (algo difícil y demasiado largo de explicar), sería posible utilizar estos Agujeros de Gusano, más estables, como máquinas del tiempo. Quizás, y no tan quizás, y con una frase pretenciosa, me alejo demasiado del año 2013, pero también consideraron “loco” a Julio Verne.