ESTUDIO BIBLIOGRÁFICO SOBRE SALUD Y MUJER DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO

PROYECTO FIN DE GRADO ESTUDIO BIBLIOGRÁFICO SOBRE SALUD Y MUJER DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO AUTORA: Dña. Noelia María Basurto Valgañón DIRECTORA:

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PROYECTO FIN DE GRADO

ESTUDIO BIBLIOGRÁFICO SOBRE SALUD Y MUJER DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO AUTORA: Dña. Noelia María Basurto Valgañón

DIRECTORA: Dra. Dña. Beatriz Palacios Vicario

Enero 2016 1

Universidad Pontificia de Salamanca

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RESUMEN

La salud está muy ligada al género que ocupamos. El machismo, que aún sigue instaurado en nuestra sociedad, deja en clara desventaja a las mujeres en calidad de vida y por tanto en salud. Este estudio trata de hacer ver la desigualdad con la que diariamente convivimos en función al género y repercute de manera directa en la salud de la mujer. El objetivo es tener una visión amplia de las diferentes formas de desigualdad para poder vencerlas y lograr una mayor salud tanto en hombres como en mujeres.

PALABRAS CLAVE

Salud, diferencias de género, mujer, desigualdad

ABSTRACT

Health is really bound to the gender we are. Sexism, which is still established in our society, put women at a disadvantage concerning their quality of life and as a consequence their health. This dissertation deals with the fact that gender inequality must be taken into account due to its direct impact on women's health. The aim is to achieve a broad overview of different types of inequalities to be overcame and achieve a better health of both men and women.

KEY WORDS Health, gender differences, woman, inequality

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INDICE

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………6 CAPITULO 1. INTRODUCCIÓN A LA SALUD DE LAS MUJERES Y EL GÉNERO………………………………………………………………………….9 1.1.-Introducción al sexo, género y salud…………………………………………….9

CAPITULO 2. HOMBRES Y MUJERES SEGÚN EL GÉNERO………...10 2.1- Teorías de la construcción de género. ………………………………………….10

2.2- Identidad de género y valores…………………………………………………..16

2.3- Identidad de género y estereotipos……………………………………………...17

CAPITULO 3. ¿QUÉ ES LA SALUD DE LAS MUJERES?.......................19

CAPITULO 4. SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA…………………..20 4.1- La niña…………………………………………………………………………..20

4.2- La adolescente…………………………………………………………………...20 4.3- La mujer madura. ……………………………………………………………….21 4.4- La menopausia…………………………………………………………………..21

4.5- La SSR en la senectud…………………………………………………………..22

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CAPITULO 5. SALUD MENTAL Y GÉNERO…………………………23 5.1- Diferencias de género en salud mental………………………………………..23 5.2- Estrés y género………………………………………………………………....24 5.3- Repercusión de la SSR en la salud mental. …………………………………....26

CAPITULO 6. VIOLENCIA DE GÉNERO Y SALUD………………….28 6.1- Concepto de violencia de género……………………………………………....28 6.2- Tipos de violencia de género…………………………......................................30 6.3- Impacto de la violencia de género en la salud de las mujeres…………………32

CAPITULO 7. MEDICALIZACIÓN DE LAS MUJERES Y NORMALIZACIÓN DE LA INFERIORIDAD……………………………...34 7.1- Medicalización de las mujeres…………………………………………………35

7.2- Normalización de la inferioridad……………………………………………....36

CONCLUSIÓN…………………………………………………………..38 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS…………………………………...40

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INTRODUCCIÓN La sociedad en la que vivimos sigue cargando la mochila de un machismo presente a lo largo de toda la historia de la humanidad, este hecho hace que nos convirtamos en cómplices de una invisibilización de las necesidades y la salud de las mujeres. La salud y la enfermedad se manifiestan en un contexto social, personal y económico en el que la mujer siempre ha jugado un papel inferior, por tanto si se quiere lograr una comprensión correcta del fenómeno de salud y tomar medidas adecuadas en su maximización, debemos desterrar los sesgos y centrarnos en los verdaderos problemas que subyacen en la sociedad y que se hacen normales en nuestro día a día a la hora de juzgar la salud de hombres y mujeres. El enfoque adecuado del estudio de la salud debería tener en cuenta los factores sociales, económicos, físicos y psicológicos para proporcionar indicios necesarios para aclarar, orientar y evaluar las intervenciones que se realicen sobre ella. Profundizar en el conocimiento y la comprensión del papel que tienen el sexo y el género sobre la salud, va a contribuir a mejorar el estado de salud de las personas y de las poblaciones. Se sabe que el sexo puede influir en sobre la salud, ya que una misma patología en hombres y mujeres no tiene por qué presentar síntomas distintos y puede responder muy distintamente a un tratamiento, por esto es muy importante centrase en el estudio de la salud en función al género, ya que la cultura ha considerado como normal todo lo referido a el rol masculino, dado a que las mujeres ni siquiera han formado parte de muchas de las investigaciones en salud. (Sánchez, 2013)

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El género , que son los diferentes papeles y responsabilidades que se adjudican a una persona en función de si es hombre o mujer, pueden hacer que los hombres acepten el no pedir ayuda , mientras que las mujeres, inculcadas en valores totalmente distintos sean las que si lo hagan y sin tener en cuenta los factores que las llevan a hacerlo, se las muestre como más neuróticas , depresivas y con más tendencia al estrés, al consumo de fármacos etc., algo que si no se evalúa con total corrección no hará nada más que seguir fomentando los estereotipos de género y mantener la desigualdad de las mujeres y la desigualdad en el ámbito de la salud.

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CAPITULO 1. INTRODUCCIÓN A LA SALUD DE LAS MUJERES Y EL GÉNERO. 1.1-Introducción al sexo, género y salud. Estos dos términos se utilizan muchas veces de forma indistinta, pero no tienen en absoluto el mismo significado. El término sexo, hace referencia a las características biológicas y distingue al hombre-mujeres y a lo masculino-femenino (Sánchez, 2013). El término género hace referencia a los roles, a las relaciones, actitudes, comportamientos, valores, rasgos de personalidad y relaciones de poder que se construyen culturalmente. El género, al ser una categoría social, implica que no existan rasgos o conductas que a priori, pertenezcan a un sexo determinado. Tener en cuenta el género, ayuda a entender que el ambiente cultural y social en el que se desarrolla una persona, incide en la diferencia entre mujeres y hombres, esto permite saber cómo lograr una buena salud en ambos. Las normas fundadas en el género (las expectativas que un grupo social tiene sobre cuáles son los comportamientos y los papeles de los hombres y las mujeres) ejercen una influencia clara sobre el bienestar y la salud de las personas (OMS, 2005). Las instituciones sociales en las que se mueve el individuo, tales como; familia, cultura, medios de comunicación, sistema educativo, leyes y religión, influyen y determinan los roles y las relaciones basadas en el género. Estas instituciones dan imágenes poco reales de feminidad y masculinidad que no suelen corresponder con la realidad, haciendo que tanto hombres como mujeres sientan presión por encajar en ciertos roles. Estos roles van a influir en las tareas adecuadas en función al género. Las mujeres normalmente tienen la responsabilidad de ejercer de cuidadoras, esto ligado a ser un obstáculo profesional, tiene consecuencias negativas en su salud (Shelley, 2008 en Sánchez, 2013).

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El sexo y el género han mostrado una influencia a padecer enfermedades y problemas de salud y a producir desigualdades en ésta. No toda la diferencia de salud entre hombres y mujeres implica inequidad de género, por tanto, lograr esta inequidad de género en salud no sería igualar las tasas de mortalidad de hombres y mujeres, sino eliminar las diferencias evitables para gozar de salud. Tampoco habría que igualar los recursos para hombres y mujeres, sino en asignarlos según las necesidades particulares de cada persona (Sánchez, 2013).

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CAPÍTULO 2. HOMBRES Y MUJERES SEGÚN EL GÉNERO. El sexo, una diferencia entre hombres y mujeres. El género, una discriminación de la mujer (Almeida, 2002 en Matud et al, 2002). 2.1-Construcción del género. Teorías de la adquisición de género. Matud y colaboradores (2002) dicen que las principales teorías de la construcción de género son las que posteriormente van a ser citadas. Bandura (1986) integra los determinantes psicológicos y socioculturales para explicar el desarrollo del género y crea La teoría social-cognitiva del desarrollo del rol de género. El niño/a adquiere el género como resultado de una interacción continua entre el medio social y familiar y además, este aprendizaje se mantiene durante toda la vida. Bandura, reconoce en esta teoría la influencia biológica a la hora de determinar el género, la ve como una potencialidad que regula las influencias socio-estructurales. Por tanto el desarrollo del género viene marcado por factores ambientales y procesos intrapsíquicos. El modo en el que se adquiere el género según esta teoría depende del modelado, la experiencia y la enseñanza directa, en todo esto tienen el papel fundamental los padres o cuidadores. Las conductas dirigidas al género aparecen primero por una automonitarización, a la que le sigue un juicio sobre si la conducta se relaciona con los prototipos personales y las circunstancias ambientales y por último se llega a la autorreacción (Bandura, 1986). Fast (1993) crea La teoría de la diferenciación para explicar el desarrollo del género según el pensamiento psicoanalítico. En su teoría parte de tres etapas: período indiferenciado temprano, en el que los niños y niñas empiezan a establecer diferencias basándose en el sexo y en el género y esto les lleva a ver las diferencias que tiene en relacionarse con hombres y mujeres. En el periodo indiferenciado las características genitales del bebé son fundamentales para la identificación del cuidador como niño o niña, aunque el bebé no experimenta sus genitales como una cuestión de género. Es una etapa narcisista, y no excluye ninguna experiencia por ser niño o niña. 10

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Esta autora plantea que la envidia que planteaba Freud sólo en las niñas por querer los genitales de los niños, también se da en estos por no poder tener hijos. Ambos tienen que resolver este conflicto para que se produzca la identificación de su propio sexo y se consoliden sus ideas de ser niño o niña. Kohlberg (1972) en La teoría de desarrollo cognitivo dice que la adquisición del género va a depender de la edad del niño/a y de sus estado de desarrollo. El modo en el que el niño o niña se organiza a sí mismo y al mundo, va a estar determinado por su edad, de modo que los cambios que se producen a nivel evolutivo en el desarrollo social cognitivo, permitirán que cambien las formas de cognición. Basándose en Piaget, plantea que los niños se conciben a sí mismos con una identidad sexual inmodificable a la misma edad en que son conscientes de la invariabilidad de los objetos físicos. Esto significa que las diferencias en el modo en el que los niños perciben los sexos y otras relaciones con el mundo no se deben al aprendizaje, sino a diferencias entre las estructuras de pensamiento entre el niño y el adulto. Además defiende que los adultos con sus actitudes y expectativas fomentan o no determinadas actitudes sexuales de los niños sin que las enseñen directamente. Kohlberg, considera que cuando el niño consigue una categorización de sí mismo, basándose en un género u otro, esta categorización es irreversible. En este momento el niño adquiere una identidad sexual estable y conforme a esta identidad, se relaciona con el

medio

y

atiende

al

entorno.

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Michel concluyó la construcción de género de su teoría del aprendizaje social, en la que vino a definir que uno de los aspectos claves en la adquisición de género es como las conductas de uno y otro sexo son reforzadas de forma diferencial generando conductas típicamente masculinas o femeninas. El niño o niña a través del contacto con su medio, adquiere patrones conductuales y los diferencia de otros para luego generalizarlos a distintas situaciones Esta teoría defiende que las conductas se aprenden por medio de procesos de reforzamiento (positivo y negativo), la imitación de las conductas y la discriminación y generalización de estos comportamientos ante situaciones novedosas (Michel, 1972). La teoría del esquema de género se sustenta en que el sexo, puesto que es fácilmente visible, a través de la apariencia física, va a condicionar el tipo de relaciones sociales que tiene el individuo y el modo en el que va a pensar acerca de los demás. Por este motivo, niños y niñas interpretarán su adecuación como masculinos o femeninos, en función del prototipo que se hayan creado previamente. La sociedad enseña, la dicotomía, hombre, mujer, sus rasgos, roles, conductas y ocupaciones determinadas, configurando lo que se ha determinado como estereotipo de género. Por tanto una vez instaurado el esquema de género, los niños y niñas, se comportan de forma consistente con el rol de género tradicional o con las conductas típicas de cada sexo, dentro de las definiciones de feminidad y masculinidad que hace una determinada cultura. El problema que plantea esta teoría es, que si se produce esta categorización en mujeres, hombres, niños o niñas, esta va a limitar el desarrollo del niño o niña como persona, ya que la visión de los seres humanos va a estar sesgada o modulada por el esquema previo de masculinidad o feminidad.

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Fernández (2004) crea el Modelo bio-psico-social a lo largo de la vida, a través del cual explica la adquisición y desarrollo de la identidad sexual y de género a lo largo de toda la vida. Se puede considerar que este autor ha sido uno de los más pronunciados al respecto de la adquisición y desarrollo de la identidad sexual y del género. Este modelo representa una ruptura con todos los planteamientos anteriores sobre el origen social o biológico del género, alegando que no se puede priorizar exclusivamente un origen sobre otro, es decir, no se le puede conceder toda la importancia a las variables biológicas en el origen de las diferencias entre hombres y mujeres, ni se le puede conceder la exclusividad a las variables sociales. Es muy difícil separar lo biológico de lo social, cuando hablamos de los factores que modelan o dan lugar a una identidad sexual o de género. Ya que, unido a los cambios físicos o biológicos en la formación de la identidad sexual, acompañan a dichos cambios una serie de connotaciones sociales, que de alguna manera determinan la identidad de género. Por ello es muy difícil determinar donde acaba lo biológico y empieza lo social. Fernández, parte de que el aprendizaje se produce en el individuo a lo largo de toda su vida, y tanto las variables biológicas como las sociales explicarán la existencia de conductas diferenciales entre varones y mujeres. En este modelo se pone de manifiesto la existencia de un polimorfismo sexual en contraposición al dimorfismo sexual; y también habla del proceso de reflexibilidad que nos llevará a la aceptación de los cambios físicos que se produzcan. Se acepta la existencia de individuos que durante el proceso biológico de sexuación dufren alguna alteración cromosómica y se muestran como individuos asexuados., por tanto tenemos la constatación biológica de que no existe un dimorfismo, en la cual o se es del sexo masculino o se es del sexo femenino, sino un polimorfismo sexual donde también tendrían cabida los individuos asexuales. El mismo autor describe que se produce en el individuo un proceso, llamado “de reflexividad, asignación y acomodación”. A través del primero de ellos, el individuo va haciendo consciente la diversidad de morfismos sexuales que pueden existir. Más tarde , 13

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este individuo queda asignado socialmente a un morfismo sexual, lo que prefijará que toda la sociedad le vaya asignando lo que socialmente está determinado como propio a ese morfismo, por ejemplo, el que los niños pequeños vayan vestidos de azul y las niñas de rosa, o también los juguetes que se regalan a niñas y niños. Y hacia los tres primeros años del infante, éste ya es capaz de diferenciar entre aquello que es propio de su sexo y lo que no. A partir de aquí, Fernández señala que se producen en el individuo tres identidades sexuales y de género a lo largo de su vida. Según este modelo, entre los tres y los siete años se forma la primera identidad de género y sexual. Tanto una como la otra, se forman de manera simultánea. Niñas y niños, comienzan a percibirse y a concebirse como niña o niño y son capaces de clasificarse a sí mismos y al resto. Más tarde dan un gran paso en la formación de la identidad sexual, al considerar que el cambio en la apariencia no significa un cambio en el morfismo sexual. A la par se va formando la identidad de género, que según el autor del modelo, se puede definir como “el grado de identificación con los papeles asignados por una determinada sociedad a la condición de su específico morfismo sexual “. Esto quiere decir que la sociedad tiene unos patrones de conducta que considera específicos de hombre y mujer y tanto las niñas como los niños se deben comportar de cuerdo a esos patrones. En el caso de tener una conducta distinta al patrón o norma, el morfismo sexual es valorado negativamente por la sociedad y este hecho los niños lo captan de manera especial. No obstante, también son capaces de captar, a pesar de su corta edad, como un morfismo sexual es mejor valorado que otro y recibe más recompensas de carácter social que los otros, esto puede dar lugar a situación de desconcierto, ya que desde la sociedad se les impide mostrarse tal cual son. Durante los siguientes diez años, el individuo desarrrollará la segunda identidad sexual y de género, coincidiendo con la entrada de la adolescencia. Esta es una etapa dura para cualquier niño o niña porque se enfrenta a cambios en su desarrollo físico, cognitivo y social. Lo físico y lo social son lo que más problemas acarrearán puesto que, entre ostros aspectos, el niño o niña deberá reflexionar acerca de sus cambios físicos y sus implicaciones posteriores, y por otro lado deberá asumir una serie de papeles sociales de acuerdo o no con su morfismo sexual. 14

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Una de las razones por las cuales Férnandez cree que este modelo es el adecuado para la explicación de la identidad sexual y del género es que este modelo engloba una amplia gama de posibilidades sexuales y de género, independientes entre ellas y con la posibilidad de la combinación entre sí.

Más adelante, en la etapa adulta, el individuo se encontrará con una amplia gama de posibilidades de identidad de género y de sexo y de las cuales tomará partida por una de ellas dependiendo de sus compromisos consigo mismo o misma y con la sociedad.

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2.2- Identidad de género y valores. Se han encontrado diferencias en el sistema de valores del individuo en función al sexo, así que, es de esperar que según la identidad de género existan también diferencias, incluso mayores. Feather (1975) hizo un estudio en el cual, los grupos más diferenciados entre sí, fueron el grupo masculino y el grupo femenino. En los valores instrumentales, el grupo femenino dio más importancia a los valores “limpio”, “capaz de perdonar”, ”servicial”, ”honesto”, ”capaz de amar”, “obediente” y “educado” mientras el grupo masculino, otorgó

más

importancia

a

los

valores

“ambicioso”,”capaz”,”valiente”,”imaginativo”,”independiente”,”intelectual”,”lógico”,” autocontrolado” y “liberal”. En los valores finales la mayor significación también la obtuvieron los grupos femeninos y masculinos, dando el femenino mayor importancia a los valores “salvación”, ”seguridad familiar”, ”amistad verdadera”, ”armonía interna”, ”mundo en paz”, ”amor maduro” y “seguridad nacional”. El grupo masculino dieron más importancia a “tiempo libre”, “reconocimiento social”, “mundo de belleza”, “libertad” y “vida excitante”. La conclusión clave del estudio fue que se encontró que la feminidad correlacionaba positivamente con los valores comunales y negativamente con los instrumentales, mientras que la masculinidad correlacionaba en sentido inverso, de manera positiva con los valores instrumentales y de manera negativa con los comunales (Feather, 1975)

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2.3- Identidad de género y estereotipos. El género como está explicado anteriormente, se basa en el aprendizaje, es un proceso que se inicia en edades muy tempranas de la vida y en él se distinguen tres conceptos clave: la identidad de género, los roles de género y las relaciones de género. La identidad de género tiene que ver con el sentimiento de ser hombre o mujer, pero es distinta de la orientación sexual. En la mayoría de los casos, la identidad de género se desarrolla en función al contexto social, que determina cual es la expresión de género que es adecuada al sexo biológico. Los roles, constituyen la forma en la que se expresa la identidad de género de la persona. Son las normas de comportamiento que el grupo social define como propias de los hombres y de las mujeres e influyen en el día a día de las personas, las que le dicen cómo debe sentir, qué debe esperar, qué gestos son los correctos, cómo hay que vestirse, a qué puede aspirar, etc. El concepto de estereotipo da lugar a prejuicio y discriminación, cuando su sentido es negativo, se trata de un conjunto rígido de creencias que comparten los miembros de una sociedad y que se refieren a características personales o comportamientos propios de un grupo específico (Sánchez, 2013). Los estereotipos están configurados en esquemas que guían nuestras percepciones y conductas de hombres y mujeres. Poseen características que en los de género, hace que sean especialmente relevantes. De esta forma, se ha demostrado, que somos capaces de inferir y recordar la información de manera consistente con los esquemas y de esta forma, la consideramos más relevante y creíble, pero frecuentemente no podemos diferenciar esta inferencia de la evidencia, por lo que se produce la profecía autocumplida. Los estereotipos nos llevan a esperar un estatus más subordinado en la mujer, por lo que preferimos a los hombres, ya que ocupan posiciones de autoridad, es por esto, que la conducta implicada en los roles de autoridad aparece como típicamente masculina y la que requiere la posición subordinada, como femenina. Por lo tanto, los estereotipos de género son componentes de estatus, que los reflejan y perpetúan (Geis, 1993 en Matud et al, 2002).

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A lo largo de la vida los hombres han tenido más poder que las mujeres y no es sorprendente que esto haya sido así, ya que los grupos dominantes han sido considerados como más inteligentes y competentes y los subordinados como incompetentes y emocionales. Muchos estereotipos sexuales hacen ver que si un hombre se aleja de estereotipo masculino, se acerca al femenino y se aleja de la figura de masculinidad, lo mismo para con los femeninos (Lips, 2001, en Matud et al, 2002). Los estereotipos

de género consideran a la mujer como sumisa y dependiente,

emocional y centradas en los sentimientos y en las relaciones, por el contrario, los hombres tienen las cualidades de la autonomía, confianza en sí mismos, asertividad, instrumentalidad y agencia, lo que les orienta hacia el éxito y logro de metas, por ello, se les considera más racionales y centrados en los problemas. Deaux y Lewis (1984) distinguen cuatro componentes de los estereotipos de género: rasgos, conductas de rol, ocupaciones y apariencia física. A la hora de estimar la probabilidad las ocupaciones masculinas o femeninas, las personas se basaban más en el rol

masculino-femenino

que

en

la

etiqueta

mujer-hombre.

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CAPÍTULO 3. ¿QUÉ ES LA SALUD DE LAS MUJERES?. La National Academy on Women´s Health Medical Education (1994) definió la salud de las mujeres, como aquella disciplina que comprende la preservación del bienestar y la prevención de la enfermedad en las mujeres. Supone, por tanto un enfoque multidisciplinar y reconoce las necesidades diferenciales de las mujeres a lo largo de su ciclo vital, es decir, diferencias intraindividuales, y las diferencias interindividuales entre las mujeres, ya sea raza o etnia, cultura, educación, preferencias sexuales, acceso a los cuidados de salud, etc. Se plantea la necesidad de esta disciplina, ya que hay muchas lagunas de conocimiento en función a la salud de las mujeres, lo que se achaca a cuatro factores. El primero es la falta de un enfoque comprehensivo, sobre la salud de las mujeres, ya que normalmente implica exclusivamente la salud sexual y reproductiva. Si lo que consideramos es el sexo, la investigación debe centrase en el cuerpo total de las mujeres como diferente de los hombres, además de que las mujeres no son un grupo homogéneo, hay diferencias entre ellas respecto a raza, etnia, edad, nivel socioeconómico, educación, hábitat, orientación sexual etc. El segundo hace referencia a la insuficiencia de los focos tradicionales de investigación, lo que nos dice que un grandísimo desequilibrio en los datos disponibles sobre la condiciones y los trastornos que afectan a las mujeres, ya que la ciencia no las ha contemplado y esta ciencia sobre su salud no ha sido financiada. El tercero es el paradigma biomédico, que asume que no hay diferencias entre los sexos en la aparición de trastornos e iguala el diagnóstico, los indicadores, síntomas y tratamientos, cuando en realidad los datos indican lo contrario. El cuarto factor, atañe a la investigación en salud como ciencia social, ya que lo problemas de salud de las mujeres, están causados en gran parte a las condiciones sociales, por tanto, es necesario entender los determinantes sociales de la salud. Pero la ciencia social de la salud no siempre atiende a las variables sexo y género (Sánchez, 2013).

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CAPITULO 4. SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA. Sánchez (2013) manifestó que el concepto de salud sexual y reproductiva (SSR) es novedoso. Para la autora, no se puede hablar de SSR de forma abstracta, ya que como tema de salud y enfermedad que es, tendrán que considerarse: el escenario social, el contexto político y sus cambios, la agenda internacional, los fondos el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y los ideales bioéticos y religiosos. Durante los años reproductivos se hacen más visibles los problemas de la SSR, pero es importante hablar de ella en todo el ciclo evolutivo, además, su aparición ni se limita ni incumbe solo a las mujeres. 4.1- La niña. La primera necesidad de SSR para la mujer es la correcta asignación de sexo cuando nace. Otro problema de las niñas es el abuso sexual, algo que cada vez crece más. La SSR de las mujeres adultas se construye sobre la salud de las niñas, por lo que el principal derecho de éstas, es gozar de salud en todos los ámbitos de la vida, lo que no siempre se cumple en muchas comunidades a nivel mundial (Abellan, 2010). 4.2- La adolescente. En esta etapa la SSR tiene necesidades relacionadas con la sexualidad, protección frente a las ETS y regulación de la fertilidad y el embarazo. La sexualidad de la adolescente se dirige normalmente hacia la búsqueda de amor, ternura y cercanía y todavía presenta reticencias. La iniciación de las relaciones sexuales está contemplada en muchos países como precoz tanto en chicos como en chicas, pero sigue habiendo un número muy elevado de violaciones contempladas. En los países de la Unión Europea hay leyes diferentes en función a la edad en la que las adolescentes pueden mantener relaciones sexuales consentidas, pero con la ley no e impedirá que sigan sufriendo violencia sexual, mientras predomine el patriarcado (Abellan, 2010).

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En cuanto a la anticoncepción, el mejor método es el preservativo, ya que previene de las ETS además del posible embarazo. Los métodos de anticoncepción hormonales, como bien se sabe, no protegen de las ETS, siendo además una carga hormonal con importantísimos riesgos para la salud de las mujeres. 4.3- La mujer madura. Es mejor utilizar el término mujer madura en vez de mujer premenopaúsica, como se reconocería en muchos manuales, ya que éste es una etiqueta que no coincide con la realidad psicosocial de las mujeres. En esta etapa, puede haber cambios menstruales, generalmente siendo el ciclo más acortado, ya que se está quitando la posibilidad biológica de concebir. Lo que llama la atención en este periodo de la SSR de la mujer, es la falta de aplicación de conocimientos, por medio de los profesionales de la salud a las mujeres, para asesorarlas sobre sus posibilidades e incluso el desconocimiento de muchas, por el mismo motivo, al pensar que en esta etapa no deben usar anticoncepción ya que no pueden quedarse embarazadas. En la sanidad aún no ha llegado dicho asesoramiento anticonceptivo ni una evaluación de la reserva ovárica, para tomar decisiones informadas, que no supongan una carga mental innecesaria a millones de mujeres (Abellan, 2010). 4.4- La menopausia. La menopausia debe darse por bienvenida a la vida de las mujeres, más aun cuando las menstruaciones fueron problemáticas. Pero algunas veces, se vive como algo estresante, tanto por razones psicosociales como biomédicas. En el siglo xx se hospitalizó a cientos de mujeres por un trastorno llamado melancolía involutiva, que se identificaba como una enfermedad mental que aparecía durante, o después de la menopausia, también se llamó síndrome del nido vacío. Actualmente, las quejas de las mujeres se basan en las tensiones sociales a las que tienen que hacer frente, porque ya no hay nidos vacíos en muchos hogares, sino abuelas esclavas que siguen cuidando tanto de hijos como de nietos. (Abellan, 2010)

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La aparición de la menopausia varía de mujer a mujer y el rango de su aparición oscila entre los 40-50 años. Esto significa que en una comunidad, la mitad de las mujeres tendrán la menopausia entre los 45 y los 5º años, una cuarta partes antes y el resto, después. No hay evidencias de que el periodo de la menopausia se modifique por el numero de embarazas o por el uso de anticonceptivos hormonales, ya que los óvulos no se ahorran. Como la menopausia no es una enfermedad, sino un periodo de cambio en la SSR de la mujer, las mujeres deben percibirla de manera positiva. Los síntomas pueden aparecer a corto plazo, y no siempre, hay dos situaciones en las que causan molestias; los golpes de calor o bochornos y la sequedad en los genitales externos y la vagina. Los efectos a largo plazo forman parte de las grandes industrias farmacéuticas, por tanto hay que tener cautela, ya que no dejan de ser problemas vinculados al paso del tiempo, a los hábitos y a los estilos de vida (Sánchez, 2013).

4.5- La SSR en la senectud.

Algunas mujeres mayores pueden y de hecho mantienen relaciones sexuales satisfactorias. Otras, en cambio, tendrán que modificar los patrones de comportamiento sexual, por tener dificultades en el coito vaginal, como resultado de la sequedad genital también por los problemas de salud que pueden padecer tanto ellas como sus parejas masculinas. En esta etapa de la vida se debe prestar atención especial a la SSR, ya que, muchas mujeres mayores pueden ser víctimas de acoso y violencia sexual en instituciones de cuidado (Abellan, 2010).

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CAPITULO 5. SALUD MENTAL Y GÉNERO. La existencia de una diferencia de género en salud mental es objeto de debate, ya que las relaciones entre el sexo y el género y la salud mental, son complejas. Los estudios, muestran diferencias de los diversos trastornos psicológicos entre hombres y mujeres. Las variables de sexo (ser hombre o mujer) no pueden estudiarse de forma aislada. Con respecto a otras variables sociales como la edad o la clase social (SánchezLópez et al, 2005). 5.1- Diferencias de género en salud mental. Ellis et al (2008) en Sánchez (2013) hicieron la revisión más exhaustiva sobre las diferencias de salud en función al género. Muestran que empiezan a aparecer resultados contradictorios con algunas ideas que habían sido trasmitidas como comprobadas. Además señalan que en la mayoría de los estudios hay más mujeres que hombres.

En algunos trastornos mentales, las diferencias de género son muy marcadas. Los cuadros depresivos, la ansiedad, y las quejas psicológicas y somatizaciones ocurren el doble en mujeres que en hombres (OMS, 2005). Los síntomas de los trastornos de ansiedad (trastorno de pánico, fobias específicas, trastorno de ansiedad generalizada, fobia social y estrés postraumático) afectan más a las mujeres. En cuanto al trastorno obsesivo compulsivo, las mujeres muestran más compulsión en limpieza, y los hombres más tics. Los trastornos de la conducta alimentaria, son mucho más prevalentes en mujeres y ellas suelen pedir más ayuda que los hombres que sufren este tipo de trastorno. Sin embargo, los trastornos de la personalidad antisocial y los trastornos adictivos, prevalecen más en el género masculino. El trastorno de límite de la personalidad también está diagnosticado mucho más en mujeres que en hombres. Los suicidios consumados son más completados por hombres que por mujeres. Los trastornos mentales en la infancia son, en general más frecuentes en los niños. En los trastornos mentales graves, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, las diferencias son imperceptibles, aunque prevalece ligeramente más 23

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en los hombres, y los síntomas en ellos son diagnosticados antes, mientras que las alucinaciones en las mujeres son más frecuentes. Las demencias, son más prevalentes en mujeres que en hombres. Otros trastornos como la depresión o la psicosis posparto sólo pueden ser diagnosticadas en mujeres (Ellis et al, 2008 en Sánchez, 2013). 5.2-Estrés y género. Stoney et al (1999) en Matud et al. (2002) definen los estresores como sucesos externos que se valoran como una demanda, y el estrés, es la respuesta fisiológica, cognitiva y psicológica al suceso. Para Lazarus y Folkman (1984) para que una situación o suceso sea estresante, tenemos que percibirla y valorarla como tal. Piensan que el estrés es un proceso interactivo entre el individuo y el entorno, teniendo en cuenta por un lado, las características del sujeto y la naturaleza del medio por otro. El estrés psicológico es para ellos, el resultado de la relación del entorno y la valoración que le dé el individuo. Cotton (1990) dice que mujeres y hombres experimentan el estrés de forma distinta y plantea que estas diferencias se deben a cuatro áreas: la primera es la frecuencia con la que se sufren alteraciones relacionadas con el estrés, la segunda son los tipos de estresores a los que se están expuestos, la tercera, el sentido que hombres y mujeres atribuyen a distintos estresores y la cuarta, es la forma de afrontar el estrés. Los roles sociales tienen mucho que ver con todo esto, ya que el rol que se desempeña determina el rango de experiencias estresantes, aumenta la probabilidad de exposición y evita la presencia de otros estresores. Lundberg y Parr (2000) revisaron varios estudios sobre las condiciones de trabajo de hombres y mujeres y concluyeron que las mujeres con empleo, tienen que enfrentar mucho más estrés que los hombres y que, los roles desempeñados por las mismas son más estresantes. Según el Instituto de la mujer (2002), las mujeres tienes empleos peor pagados que los hombres y con una demanda mucho mayor (Sánchez, 2013).

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El rol materno requiere del cuidado y la crianza de los hijos e incluso se ha considerado el responsable de la felicidad de los hijos. El rol paterno requiere muchas menos demandas, ya que normalmente se ha mantenido alejado del cuidado de los hijos. También el rol de esposa es mucho más demandante que el de marido, ya que implica tradicionalmente tareas de relación con el hogar y se considera responsable de la felicidad del matrimonio por ocupar dichas tareas. Si todo esto lo unimos con las demandas en el trabajo, es fácil concluir que ser mujer es mucho más estresante que ser hombre. Según el Instituto de la Mujer (2002) en España, las mujeres dedican al hogar una media de 7 horas y 22 minutos, frente a 3 horas y 10 minutos en el caso de los hombres (Sánchez, 2013). Según los estudios de Almeida y Kessler (1998) las diferencias de género en los problemas psicológicos, se debe a las diferencias en la frecuencia con que surgen dichos episodios.

Han encontrado que las mujeres tienen más estresores diarios que los

hombres y que les afecta más el estrés de las personas que les rodean. Además las mujeres presentan mayor índice de pobreza y son en mayor medida víctimas de malos tratos y de abusos sexuales, lo que supone un estrés adicional. Dado al bajo estatus de las mujeres de las mujeres en la mayoría de sus ocupaciones, no sorprende el hecho de que perciba que tiene recursos inadecuados para hacer frente a la amenaza y que vea la situación estresante como imposible de cambiar, buscando apoyo en las personas o acudiendo al médico, esto podría explicar el mayor diagnóstico de depresión, ansiedad, trastornos de angustia y toma de medicamentos para estos trastornos en las mujeres. Un estudio realizado por Matud et al (2002) encontró que las mujeres presentaban más estrés crónico que los hombres, con más estresores diarios de baja intensidad y más insatisfacción con su rol laboral. El afrontamiento que llevaban a cabo las mujeres se caracterizaba por ser más emocional, menos racional y sin distanciamiento emocional del problema. 25

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El rol femenino tradicional denota dependencia, afiliación, expresividad emocional, falta de asertividad y subordinación a las necesidades de los demás. El rol masculino percibe

atributos

de

autonomía,

autoconfianza,

asertividad,

orientación

al

logro

e

instrumentalizad, esto hará que al hombre le sea difícil aceptar y expresar sentimientos de debilidad, incompetencia y miedo, mientras que a la mujer le será mucho más complejo tomar una postura activa para la resolución de problemas. 5.3- La repercusión de la SSR en la salud mental. Los problemas de la SSR se asocian de manera estrecha con la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. La violencia contra las mujeres, la calidad del cuidado prenatal, el parto, la depresión postparto , la anticoncepción, el cuidado postparto, la infertilidad, el aborto inseguro, las ETS, el cáncer cervical y las enfermedades genitales, influyen y mucho en la salud mental de la mujer (Sánchez, 2013). La OMS afirma que el sexo inseguro es uno de los mayores factores de riesgo a nivel mundial, en especial para mujeres y niñas cuyos estatus no les permite acceder al control de su sexualidad y su reproducción. En los países desarrollados, la depresión postparto se presenta en un 15% de las mujeres y la cifra se eleva de 25-30% en los países en vía de desarrollo. Las repercusiones para la salud mental que tiene el uso de métodos anticonceptivos hormonales son muy elevadas, este tipo de fármacos alteran por completo el sistema de las mujeres y tienen muchísimos riesgos para su salud, tanto física como psicológica. El embarazo no deseado supone un estrés muy elevado para la mujer que en algunos casos tras el aborto desparece, pero en otros, si se lleva a cabo este método, produce muchas secuelas psicológicas tales como; sentimiento de culpabilidad, arrepentimiento, estrés postraumático, depresión y ansiedad. En cuanto a los padecimientos ginecológicos, las mujeres que los manifiestan se sienten 26

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aisladas y estresadas por no saber que les ocurre y por no saber que va a suceder. Si se someten a cirugía el resultado puede afectar a la imagen corporal, a la vida sexual, a la autoestima, e incluso al deseo de ser madre. Sánchez (2013) dice que las mujeres pueden sentirse incómodas y avergonzadas con las pruebas que se les realizan, los resultados y sus posibles consecuencias. También añade que en este proceso se debe dar información precisa en todo momento. La búsqueda del embarazo sin su éxito, para muchas mujeres representa una crisis vital o existencial y además la resolución puede llevar años. A esto añadimos que todos los métodos utilizados para que el embarazo sea posible son métodos hormonales muy potentes que dañan la salud de la mujer. Para Sánchez queda mucho camino por recorrer en este terreno ya que no se sabe con exactitud los efectos potenciales en la salud de las mujeres, sobre todo para las clases sociales más desfavorecidas que están sometidas a mayores abusos y no tienen la posibilidad de controlar su SSR.

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CAPITULO 6. VIOLENCIA DE GÉNERO Y SALUD. La violencia de género es un problema tan grave como antiguo y en la actualidad está reconocido como un serio problema social y de salud pública. 6.1- Concepto de violencia de género. La violencia de género es otro de los riesgos que conlleva ser mujer. Una de cada tres mujeres en el mundo es golpeada, violada o maltratada a lo largo de su vida por el mero hecho de ser mujer. En España, como media, al menos una mujer es asesinada cada semana a manos de su pareja o expareja. Se estima que alrededor de dos millones de mujeres mayores de 18 años pueden encontrarse en una situación de malos tratos físicos, psicológicos o sexuales por parte de su pareja (OMS, 2005). La violencia de género, trasciende países, clases sociales y edades. Este acto de violencia constituye un atentado contra el derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad, a la dignidad y a la integridad física y psíquica de todo ser humano. Las raíces de este tipo de violencia se asocian directamente a aspectos socioculturales, a la desigualdad y al desequilibrio que ha existido siempre entre ambos sexos. Este desequilibrio está construido sobre la base patriarcal de nuestra cultura que enmarca la superioridad del género masculino. La violencia contra la mujer, permitida, minimizado justificada, ha mantenido a la mujer en una inferioridad absoluta, y una subordinación respecto al hombre, con el fin de mantener la estructura y el orden social preestablecido. Todo esto constituye el cimiento de las agresiones que sufren las mujeres (Sánchez, 2013). Cuando se habla de violencia contra las mujeres, se denomina violencia de género, para 28

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señalar la importancia que tiene la cultura machista que contribuye a legitimar la violencia el abuso y la discriminación a las mujeres (Alberdi y Matas, 2002 en Sánchez, 2013).

Según Lorente y Lorente (1998) la violencia de género más frecuente en España se manifiesta en tres ámbitos: en el seno de las relaciones de pareja, agresión sexual en la vida social y acoso laboral. Un aspecto que define a este tipo de violencia es su naturalización, justificación e invisibilización y su aceptación histórica. La visión que se ha tenido frente a este problema ha sido vista como algo normal entre las familias e incluso cosas de pareja que no atañían al resto. Esta aceptación histórica es uno de los problemas más fuertes a los que se enfrenta actualmente la sociedad. Para Montero (2004) la violencia de género es un crimen por convicción, en el que el agresor cree tener derecho a someter a su pareja a su voluntad y a utilizar la violencia para ello hasta los últimos extremos. Los hombres que actúan de esta manera, lo hacen porque creen que tienen derecho a hacerlo, lo quieren hacer y sienten que pueden hacerlo, pues el entorno social ha invisibilizado o tolerado estas prácticas. En las encuestas realizadas por el Instituto de la mujer en 2006 en España a mujeres mayores de 18 años mostraron dos tipos de maltrato: el declarado o Tipo B en el que las mujeres confiesan haber sido maltratadas en el último año y el técnico o Tipo A, mujeres que no se consideran maltratadas, pero responden que son víctimas de ciertos comportamientos indicativos de violencia (Sánchez, 2013). Esta diferencia entre los subjetivo y lo objetivo refleja la tolerancia y la normalización de la violencia en las relaciones de pareja.

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6.2-Tipos de violencia de género La violencia de género puede ejercerse de muchas maneras aunque podemos distinguir varios tipos que en muchas ocasiones aparecen combinados. Para Sánchez (2013) los podríamos agrupar como: Maltrato físico: comprende cualquier acto no accidental que implica el uso de la fuerza como bofetadas, golpes, palizas, empujones, heridas, fracturas o quemaduras, que provoquen o puedan provocar una lesión, daño o dolor en el cuerpo de la mujer. Puede añadir la omisión de ayuda ante las enfermedades o lesiones derivadas de las agresiones. Maltrato sexual: aquellas situaciones que restringen a la mujer el libre ejercicio de su derecho a la salud sexual, por lo tanto es cualquier conducta que implique un acto sexual sin consentimiento de la mujer, con violencia, intimidación, amenaza, coacción. Hay varias formas: agresión sin contacto corporal; exhibicionismo, mensajes por correo o por teléfono u otros medios de comunicación, gestos y palabras obscenas, forzarla a ver material pornográfico, insultos sexistas, acoso, proposiciones sexuales indeseadas y voyerismo. Agresión con contacto corporal; tanto si se producen con el agresor o con un tercero a instancias del agresor (tocamientos, caricias, masturbación del agresor, obligación de adoptar posturas degradantes, etc.). Abusos sexuales no consentidos; son aquellos en los que el agresor obtiene el consentimiento ante una situación de superioridad que impide la libertad de la mujer. Y por último, violación, agresión sexual o abuso sexual en la que hay penetración del órgano sexual masculino en la vía vaginal, anal o bucal o la introducción de cualquier clase de objeto o miembros corporales. Maltrato psicológico: es la conducta intencionada y prolongada en el tiempo que atenta contra la integridad psíquica y emocional de la mujer y contra su dignidad como persona y que tiene como objetivo imponer las pautas e comportamiento que el hombre considera que debe tener su pareja. Las principales formas son; el abuso verbal, amenazar, rebajar, insultar, ridiculizar, humillar, utilizar juegos mentales e ironías para confundir y exigir obediencia. Abuso económico; control abusivo de finanzas, recompensas o castigos monetarios, impedir trabajar, hacerle pedir dinero, solicitar 30

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justificación de los gastos, darle un presupuesto límite. Aislamiento social; control abusivo de la vida de la mujer que conlleva vigilar sus actos y movimientos, escuchar sus conversaciones, impedirle cultivar amistades, restringir relaciones con la familia etc. Intimidación; asustar con miradas, gestos, gritos o silencios, arrojarle objetos o destrozar objetos de sus propiedad, mostrar armas, cambios bruscos y desconcertantes de ánimo, irritación del agresor por Causas mínimas y mantener a la víctima en un estado de alerta constante. Amenazas: de herir, matar, suicidarse, llevarse a los hijos o dañarles etc. Desprecio y abuso emocional; desvalorización, tratar como inferior, tomar decisiones importantes sin consultar, utilizar a los hijos, prácticas de privilegios masculinos, denigración como madre, como mujer o como persona. Y por último, hacer sentirse a la víctima culpable o responsable del maltrato recibido.

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6.3- Impacto de la violencia en la salud de las mujeres La violencia contra las mujeres fue reconocida como un problema de salud pública por la Organización Mundial de la Salud en 1996, desde entonces se obligó a evaluar la dimensión del problema y a poner de manifiesto las consecuencias sobre la salud (Krantz, 2002). La OMS (2005) ha identificado la violencia contra las mujeres como un factor esencial de deterioro sobre la salud, ya que las agresiones físicas, psíquicas y sexuales, sean puntuales o repetitivas, de alta o baja intensidad, implican pérdidas muchas veces irreparables en todos los ámbitos de la mujer. El impacto sobre la salud puede persistir durante mucho tiempo después de que la relación de maltrato haya terminado. Las repercusiones sobre la salud física no mortales

se traducen en síntomas

inespecíficos, como cefaleas, dolores lumbares, dolor abdominal, dolores pélvicos, etc. Se caracterizan por ser difíciles de encuadrar y tienen escasa o nula respuesta a los tratamientos habituales. Suelen estar acompañados de cansancio y síntomas ansiosodepresivos, que son el reflejo de la situación del maltrato. Las heridas, el miedo, el estrés que supone la situación que se está viviendo, pueden dar lugar a problemas de salud crónicos en el sistema nervioso. El estrés también hace que las mujeres presenten problemas gastrointestinales, como la pérdida de apetito, trastornos de la conducta alimentaria y con una gran frecuencia síndrome del intestino irritable. La violencia física provoca lesiones traumáticas, como pérdida de audición, cortes o contusiones y hasta traumatismos craneoencefálicos que pueden llevar a la muerte. Los síntomas ginecológicos y sexuales, están relacionados con la violencia sexual, aunque otros tipos de violencia también pueden ocasionar problemas de esta índole. Como consecuencia de las relaciones sexuales vividas con miedo, el deseo sexual desaparece, se crean fobias y dificultades para disfrutar de las relaciones sexuales, por esto, muchas mujeres presentan anorgasmia y vaginismo. También pueden producirse dolores genitales, reglas irregulares, infertilidad y abortos (Sánchez, 2013).

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Todas las anteriormente citadas son consecuencias y repercusiones en el caso de que la violencia no llegue a ser demoledora para la mujer, ya que entre las graves consecuencias de la violencia machista, en un índice altísimo, se encuentra el homicidio y en otros muchos casos el suicidio de la víctima. Las repercusiones de la violencia sobre la salud mental pueden ser en muchos casos mucho más destructivas que las de la violencia física. El impacto de las víctimas que sufren malos tratos, las lleva a la construcción de una amenaza continua e incontrolable en muchos casos. Los síntomas psicológicos más significativos son para Sánchez (2013) la depresión, que conlleva la pérdida de autoestima, desesperanza, ideas de suicidio, sentimientos de culpabilidad, fatiga, insomnio y pérdida de interés, los trastornos cognitivos y el estrés postraumático. Todo esto nos muestra que la idea de que las mujeres sufran o sean diagnosticadas de depresión dos veces más que los hombres puede tener tanto con la biología como con la violencia de género y la discriminación que sufren las mujeres por el hecho de serlo. La realidad de las mujeres se ve afectada cuando viven situaciones de malos tratos, esto da lugar a trastornos cognitivos. Por supuesto todo lo que conlleva ser víctima de malos tratos no solo afecta en el momento, como he explicado antes, el estrés postraumático es probablemente la secuela más importante que deja la violencia machista, esto significa percibir una amenaza constante tras haber acabado el maltrato, temor, miedo, reexperimentación de las situaciones vividas, un gran estado de alerta, problemas para conciliar el sueño, pesadillas y miedo a volver a tener una relación de pareja por temor a ser víctima de nuevo. En efecto también hay una repercusión de la violencia de género sobre la salud reproductiva. Los embarazos no deseados, la carencia de autonomía sexual, las enfermedades de transmisión sexual y los embarazos de alto riesgo por la violencia son los más relevantes (Sánchez, 2013).

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CAPITULO

7.

MEDICALIZACIÓN

DE

LAS

MUJERES

Y

NORMALIZACIÓN DE LA INFERIORIDAD.

Hasta el año 1990, no se incluía a las mujeres en los trabajos de investigación de medicina, esto ha conllevado a la no existencia de una ciencia sobre las diferencias en las enfermedades entre hombres y mujeres. La ausencia de mujeres en los trabajos de investigación se relacionaba con la investigación en fármacos, esto llevó a la medicalización de los procesos naturales como la menopausia y la menstruación. En cuanto a la salud mental, en vez de promoverla, se ha psiquiatrizado, siendo las mujeres las principales consumidoras de psicofármacos. También se ha medicalizado la promoción de la salud, esto nos da a ver la medicalización como una forma de microviolencia en el acto médico (Sánchez, 2013). El estereotipo de género de la mujer ha encontrado un campo abandonado en la medicina, que no solo considera los síntomas de las mujeres como inferiores, sino que ha normalizado las diferencias como inferioridad. Tenemos la obligación de reflexionar sobre esto, ya que en los laboratorios se siguen confundiendo los valores de referencia con los de normalidad y lo frecuente no se debe considerar normal, como tampoco las diferencias se pueden considerar inferioridades. Este sesgo de género condiciona la asistencia de las mujeres en el ámbito de la salud. La vida se ha medicalizado y esto afecta en exceso a las mujeres, porque su cuerpo se ha bombardeado de mensajes contradictorios y porque la realidad no es otra que el rol que ocupan. El cuidado y la atención a los miembros de la familia y los mensajes e ideales de belleza que trasmite la sociedad que hacen un balance de belleza-salud que poco se ajusta a la promoción de la salud de las mujeres.

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7.1- La medicalización de las mujeres. La Agencia Internacional para la investigación del cáncer dice que la anticoncepción hormonal y la terapia sustitutiva a la menopausia están relacionadas directamente con el desarrollo del cáncer. El riesgo de cáncer de mama diagnosticado, aumenta en mujeres que usan la terapia hormonal sustitutiva. El Million Women Study, ha demostrado que diez años del uso de esta terapia producen 5 cánceres por cada 1000 usuarias. En España más de la cuarta parte de los partos so por cesárea, esto es un mal indicador de salud reproductiva y supone un exceso de medicalización del parto. El grupo “ el parto es nuestro “ ha conseguido que se apruebe que las mujeres puedan elegir y decidir las condiciones de su parto y no ser rasuradas ni atadas obligatoriamente, pudiendo pasear y moverse en el último momento del parto (Sánchez, 2013). Las ecografías que se hacen durante el proceso del embarazo para Sánchez (2013) pueden ser también perjudiciales, ya que no se sabe si el ultrasonido tiene algún efecto en el desarrollo del cerebro del feto. La medicalización en la salud mental, no incluye la subjetividad de las mujeres, se trata de manera estándar, dándole muy poco valor al testimonio de la mujer. El género se considera un riesgo para la sintomatología depresiva, se considera una de las principales discapacidades en la mujer. La industria farmacológica ha aprovechado esto para administrarlos y adaptarlos a las supuestas enfermedades psiquiátricas que padecen las mujeres. Aunque las mujeres hayan sufrido abusos en la asistencia sanitaria, ellas no lo han podido explicar ya que no podían darse cuenta de lo ocurrido. El silencio tanto del profesional como de la mujer es característico de la violencia estructural., que es un 35

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proceso silencioso que impide a los individuos darse cuenta de sus potenciales psicológicos y psicosomáticos y de cómo pueden ejercerlo en contra del que tienen delante. Anular a los pacientes es una forma de violencia estructural que casi siempre se ejerce de manera inconsciente, ya que algunos profesionales no han sido advertidos de que han de mostrar respeto y empatía hacia los seres humanos que atienden (Sánchez, 2013). 7.2- Normalización de la inferioridad. Decir que la mujer es inferior y darle la naturaleza pertinente a esta frase, ha constituido la indefensión aprendida colectiva, que conduce a no poder realizar un cambio o a tener una aclaración que dejase los términos en su lugar. El hombre no es superior a la mujer por su naturaleza, sino porque ha poseído las estructuras de dominio, el dinero y el poder. La mujer tampoco es inferior al hombre por su naturaleza, pero las características naturales se han utilizado siempre para desfavorecerla. . Es muy difícil estudiar las diferencias sin caer en el reduccionismo, ya que estudiar a las mujeres y hombres y su salud y sus enfermedades sin tener en cuenta como les ha definido la religión, la política, la sociedad y sin tener en cuenta la jerarquía dentro de los grupos a los que pertenecen, aislándolo de su entorno histórico que ha tenido siempre normas y valores diferentes para hombres y mujeres (Sau, 2008 en Sánchez, 2013). El cuerpo y el espacio crecen juntos, por tanto, los criterios de normal y patológico es un criterio en constante transición, ya que va en función a la genética y a lo que nos ha tocado vivir. La medicina también cuenta con este sesgo de cultura patriarcal y en su lenguaje y en sus análisis se cae en los sesgos para definir lo que es normal y patológico en hombres y mujeres. En la medicina existen normas que se imponen como criterio de normalidad pero ¿qué entendemos por normalidad? Lo normal sería la ausencia de lo patológico, pero no sabemos si lo normal es lo natural. Se han tratado de invisibilidad los trastornos de la menstruación, con la idea de que son naturales para la mujer y no tienen tratamiento, por tanto es mejor invisibilizarlo para no centrarse en lo que le esté pasando al organismo. Sánchez se plantea que si lo frecuente es lo natural ya que, en tratados médicos se 36

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afirma que una mujer sana tiene bajas las reservas de hierro, sin ninguna evidencia que lo avale ya que se postula como normal.

Dado a que la mayoría de la población que se ha estudiado estaba formada por hombres y con el patrón de hombre como normalidad y con la afirmación de que las mujeres eran igual, se construyeron los primeros valores considerados “normales”, que no tenían en cuenta el verdadero estado de las mujeres ya que si estaban cansadas o presentaban dolores se derivaba de problemas psicológicos, para tapar la carencia de investigación (Sánchez, 2013). La metodología sesgada ha sido la primera discriminación en los estudios de diferencias entre hombres y mujeres. La ciencia lleva invisibilizando a las mujeres por la no existencia de bases científicas. Las diferencias en salud se han valorado siempre como si el patrón fuera masculino, por lo que se han considerado como minusvalías las diferencias que presentaban las mujeres. La ausencia de ciencia de morbilidad diferencial constituye una discriminación negativa para las mujeres (Sánchez, 2013).

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CONCLUSIÓN En este trabajo mi objetivo es hacer visible la discriminación a la que se enfrentan las mujeres por el hecho de serlo, creo que conocer los problemas a los que nos enfrentamos en el día a día, puede y debe abrir un camino hacia la solución y la aceptación de la desigualdad en la que a día de hoy seguimos conviviendo las mujeres. Los roles, que nos marcan desde la infancia, tratan claramente de forma distinta a hombres y mujeres y esto repercute en nuestras vidas de manera silenciosa. Este trabajo me ha permitido conocer que este silencio o esta falta de hacer visible el problema en gran parte se sigue debiendo las escasas posibilidades de cambio que perciben las mujeres. La estructura forjada de tantos y tantos años no puede cambiarse de un día para otro, por eso esta revisión, me ha ayudado a tomar conciencia de que las mujeres somos igual que los hombres, y merecemos que se nos preste la correcta atención en todos los ámbitos y que no estamos dispuestas a que la cultura patriarcal siga gobernando nuestras vidas e incluso nuestra salud. La salud de las mujeres es el ejemplo más evidente de como a día de hoy se nos sigue tratando de manera diferente a los hombres, el hecho de que nos tengamos que enfrentar a un rol que nos ocasiona tener que ser madre cuidadora, hija cuidadora y mujer cuidadora nos sigue mermando la salud. Los valores que nos han inculcado nos hacen pedir ayuda, para que nos cataloguen de una forma que vuelve a atentar contra la mujer. No se puede catalogar a la mujer de neurótica o depresiva o ansiosa y no prestar atención al hecho que lo está produciendo. El hecho de ser madres y la poca importancia que se recibe en la salud sexual y reproductiva en cada etapa de la vida solo favorecen a la desesperación, a la infravaloración y bajo estatus de la mujer, vista en muchas ocasiones como un mero 38

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objeto de reproducción, sin capacidad de poder elegir, muchas veces por la desinformación y la falta de investigación. La violencia machista a día de hoy, sigue acabando con millones de mujeres, esto es cuanto menos escalofriante. La consideración de este hecho como problema de salud pública sigue sin resolver el problema y sigue sin centrarse en lo realmente importante. Se sigue mirando la consecuencia y no la causa. Por este camino la violencia persistirá si no se establece un criterio conforme de igualdad, serio y conciso en el pensamiento de las personas, que salvaguarde a todos los seres humanos, tanto hombres como mujeres de sufrir discriminación en cualquier ámbito de la vida. La salud es lo más importante que tenemos, si carecemos de ella, la vida carecerá de sentido y se mostrará infeliz y desarraigada, sobre todo si somos mujeres y tenemos que enfrentarnos cada minuto de nuestras vidas a una desigualdad en salud por el mero hecho de serlo. Queda mucho por hacer en este ámbito, quedan muchas puertas que abrir para que la mujer pueda considerarse un ser humano que goce de salud en todos los ámbitos y no tenga que enfrentarse a todo lo que esta revisión trata y sufrir sus consecuencias por nacer de un determinado sexo que la ha convertido en un ser humano inferior y que la limita de muchos principios de dignidad que debería tener cualquier ser humano.

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