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Expedición a Margarita LOS VALORES ETICOS DE LA DEMOCRACIA Por Belisario Betancur.
En el seminario sobre la VII Cumbre de Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno de Iberoamérica, España y Portugal, en Margarita (Venezuela): Casa de América, Madrid, octubre 20 de 1997.
“...ancho, majestuoso, resplandeciente Orinoco pleno, Orinoco grande! RÓMULO GALLEGOS (En “Canaima”). “Andrés Bello, su lección viva de todos los días”.
JOSE RAMON MEDINA.
Me es placentero y honroso visitar de nuevo ésta prestigiosa Casa de América, a la cual estoy vinculado desde sus comienzos. Sin desmesura puedo decir que participé en su reconstrucción si no tanto como los ingenieros, arquitectos y decoradores, sí en igual medida que el quejumbroso fantasma que rondaba en las interioridades de las ruinas del Palacio de Linares. Y una vez y otra vez y muchas veces me he honrado con ocupar esta cátedra, por cierto en varias ocasiones Iberoamericanas,
sobre las Cumbres
como la que pronto se reunirá en la Isla Margarita, en
Venezuela. Hagamos una breve expedición a aquellos lugares, no tan esforzada como la definición que da el reciente Diccionario de Salamanca -homologado por el Instituto Caro y Cuervo de Colombia para la enseñanza de la Lengua Española-, cuando dice : “Expedición. Viaje o excursión con un objeto concreto, generalmente la exploración o conquista de un territorio-”, sino con la ilusión de anticipar el escenario próximo para las reflexiones de nuestros gobernantes. I.-
El esqueleto de un pescado. A propósito, la primera costa venezolana que vieron los ojos de Colón
en agosto de 1498, la bautizó el Gran Almirante de la Mar Océana Tierra de
gracia y, fue al Puerto de
Macuro adonde dirigió sus embarcaciones. El
escritor Carlos Gottberg y la fotógrafa Thea Segall han reconstruído aquel
conjunto de imágenes en un hermoso libro venezolano titulado Lo que miró
el Almirante. En él rememoran con lirismo, ...el viaje del sueño impetuoso, acelerado, lleno de espumas, de límites y de inmensidad. Navegan velozmente.. Los empuja una angustia soterrada, cubierta con las raíces de un bosque hecho solo para barcos. Como carabelas, brotan del mar las islas. Y, con los componentes de la imaginación, la poesía y la historia describen así aquel panorama : Con el alba, las naves alzaron anclas y pusieron proa hacia el Oeste. La isla grande, a la que don Cristóbal llamó Margarita, parecía, de cabeza a cola, el esqueleto de un pescado... Luego ordenó al timonel : “fija la caña en Norte franco, el rumbo de La Española”. Era el 15 de agosto de 1498. El Almirante había pasado trece días en aguas de lo que hoy es Venezuela.
En ese hermoso
entorno de Margarita se
celebra en la primera
semana de noviembre próximo, la VII Cumbre de Jefes de Estado y
Presidentes de Gobierno de Iberoamérica y España y Portugal, cuyo tema primero convoca a pensar con detenimiento en los valores éticos de la
democracia.
II.-
Reinventar la democracia.
El Rey don Juan Carlos tuvo
una expresión feliz en Cartagena de
Indias, en 1994, con ocasión de la V Cumbre, cuando dijo que estamos frente a “un foro privilegiado para reafirmar nuestra identidad y potenciar una acción concertada a través del diálogo franco y amistoso”.
Ese foro privilegiado ha tenido altibajos desde cuando, en surgió la idea de las Cumbres en
1985,
una reunión de Comisiones del V
Centenario del Descubrimiento, seguida en 1991 por la convocación a la I Cumbre
hecha por el presidente Carlos Salinas de Gortari, en la
ciudad
mexicana de Guadalajara. Se buscaba la creación de un escenario anual, integrador e igualitario, lleno de contenidos
concretos que proscriban la
retórica y exalten la identidad cultural de los pueblos iberoamericanos dentro de su diversidad creadora. Y se buscaba, asímismo, escapar de la rutina y de la autocomplacencia, para cautelar las Cumbres de todo embeleso que les restara frecura, contenido y acción.
Al arribar a la Cumbre de Margarita se ha llegado al corazón mismo de la democracia :
a aquello que le da sentido ; a la satisfacción de los
anhelos de la sociedad civil aplazados por años de años; al aprovechamiento moderno de los grandes recursos energéticos de la región y a su aplicación a las urgencias de la gente ; a la restauración y afianzamiento de la dignidad de la política ; a los valores éticos que hacen ciertas las palabras de Maritain, recalcadas y repetidas por el presidente Rafael Caldera en la clausura de la
VI Cumbre de Viña del Mar, de que la democracia más que un esquema de gobierno es una forma de vida, de manera que en tanto en cuanto que ésta se exalte y se mejore, aquella se perfeccionará y consolidará.
De consiguiente, es un acierto que Margarita sea, antes que nada, cita marítima de meditaciones políticas y éticas. La reflexión sobre la ética fue primero griega, después latina -todavía alienta en el mundo el pensar de Séneca- ; luego escapó hacia el mundo sajón y germano de Spinoza y de Kant, para regresar al ruedo ibérico en el pensar profundo de Unamuno, Ortega, Zubiri, Marías, Aranguren y Savater, entre otros;
y en el
pensamiento no menos profundo de los protagonistas de nuestra América,
entre ellos
de don Andrés Bello, filólogo
internacionalista y maestro del
Libertador Bolívar, de quienes hablaré más adelante.
Es significativo, repito, que la VII Cumbre se edifique sobre temas que están en el corazón de la democracia : la recuperación de la grandeza de la política ; la eficacia de los partidos en muchas partes cuestionados, que pasa por la recuperación
de la ética, por la reinvención de los valores
equivalente a reinventar la democracia. Y es admirable, asímismo, que tras las declaraciones conceptuales, se esté preparando una Agenda de más de treinta temas concretos que van desde la superación de la pobreza y el desarrollo sostenible, los mecanismos para la recuperación de la paz en la región, la incorporación de las etnias rezagadas, los procesos de integración y las relaciones con la Unión Europea y con los Estados Unidos, hasta la preservación y promoción del uso de la lengua española y la lengua portuguesa, y el establecimiento de un sistema de circulación libre y una rebaja de fletes postales para el libro en español, tema recomendado por el I Congreso Internacional de la Lengua Española, reunido en abril de 1977 en la hermosa ciudad mexicana de Zacatecas.
III.-
La Agenda.
Permítanme ahora reflexionar sobre los pormenores de esta nueva expedición a la Isla Margarita.
Existen dos recursos didácticos: el uno consiste en pedirle al auditorio que imagine un escenario para ubicar en él protagonistas y situaciones, como en los antiguos autos sacramentales ; el otro es el de la agenda, más cercano a quienes hayan vivido entre libros, haciéndole a la historia el mester de escribanía tan imperativo como necesario.
Quien tiene una agenda se remite al agere o voluntad de hacer algo, a la determinación de ir hacia adelante, de cumplir un compromiso, de hacer para transformar, de tomar al habitante y convertirlo en ciudadano. Recordemos el pensamiento de Octavio Paz cuando en 1994 decía de su país : “Emerge, todavía entre brumas, un México desconocido : un México de ciudadanos”. Generalizando esta premonición a nuestra América, ya se escucha llegar a la historia la Iberoamérica de los ciudadanos.
Tal es el primer punto de esa Agenda que se constituye en una utopía posible.
IV.-
El ciudadano iberoamericano.
¿Qué se necesita para alcanzar esa utopía? Para que nazca el ciudadano es prerrequisito la existencia de la
preciso que se edifique la
democracia y ello sólo es posible cuando aparecen la ética y los valores que la ponen en evidencia. El Club de Roma, en un denso estudio de Yehezkel Dror, profesor de las Universidades de Harvard y de Jerusalén, afronta el problema de los vicios y de las virtudes en la democracia y propone un código ético para políticos como prerrequisito para dar
curso pleno a la
participación en una democracia de valores.
Pues bien, cuando el nuevo ser iberoamericano se asoma hoy al siglo XXI cegado por el descubrimiento producido por los resplandores nuevos, el horizonte que divisa le desgarra las pupilas de unos ojos acostumbrados a otros paisajes y a otros valores : descubre que han cambiado los diseños, los diagramas, aún las acuarela que hacían la visión anterior. Quizá acepte
todavía los códigos éticos de los escenarios clausurados, con los distintos nombres o las
actitudes depuestas de la sociedad capitalista o de la
concepción marxista -leninista. Pero en el panorama que se ofrece ante sus ojos en la víspera del cambio de siglo, hay otros valores, y, aún, otros novalores. Hay otro libreto.
Entretanto, el iberoamericano se da cuenta de que está en el mundo al de prestado, como dice el canto Nahuatl que cuelga de los muros del Museo de Antropología en México. Y se da cuenta de que la justificación de su paso por la vida, es la forma como contribuya a mejorar ese mundo nuevo que se le ha dado para que lo disfrute pero también para que lo transforme con sus potencialidades aplicadas a mejorar la sociedad en la cual es ciudadano. El compromiso fundamental del buen ciudadano iberoamericano -que lo está aprendiendo en el saber desinteresado de las Universidades-, es la sociedad sea mejor que la que encontró en el momento en que, por el escrutinio de su
conciencia,
comenzó
a
comprometedora de ciudadano.
tener
la
calidad
enaltecedora
pero
Es obvia la existencia de individuos; con ellos nos relacionamos; los vemos nacer, crecer, trabajar, ir al cinematógrafo, amar y padecer, tomar parte en las diversiones: unas veces
asienten, otras disienten;
y en el
transcurso de sus vidas, forjan ilusiones que les sirven de viático hasta el final de su camino, cuando otra fecha -semejante a la primera- cierra sus días, “los días que, uno tras otro, son la vida”. Esta es la rutina vital común, legítima en sí misma, monótona o veloz pero siempre apasionante, a la vez, fatiga y júbilo.
Pero sabemos que hay otra forma de existencia que se define como “estar presente a la manera de un ciudadano”. Ello significa tener la capacidad de estar en y de comprometerse con el cambio del mundo, cada quien con el estilo y el diapasón que le dicten su sensibilidad, su percepción, su sitio en la sociedad. Lo original del ciudadano es su compromiso. Esta afirmación permite llegar a una orilla definida que nos ubica como actores y no como huéspedes simples de la sociedad: el ciudadano crea, innova, inventa, tiene iniciativa, se atreve, deja huella, abre caminos y los señala, controvierte y es controvertido pero se convierte así en el elemento activo : comienza a ser pequeño dios, que continúa la transformación del mundo
dejado a medio hacer, para que lo concluya con sus propias potencialidades, para que lo corrija, para que lo mejore, para que lo prolongue a su servicio, para que junte las aguas o las separe, que es lo que está haciendo la nueva Iberoamérica con celeridad bajo el nuevo liderazgo de sus instituciones universitarias, académicas, políticas y empresariales. Y a través de sus pensadores.
V.-
El Maestro de América.
En nuestra América han existido y existen hoy pensadores, entre los cuales sobresale el educador y reformista que fue, desde la filosofía, el derecho, la política y el arte, don Andrés Bello. Conviene demorarse en la vida y la obra de Bello, que los participantes en la Cumbre de Margarita encontrarán como telón de fondo de sus cogitaciones y decisiones.
Desde cuando, a mediados de 1832, se editaron en Santiago de Chile sus Principios de Derecho de Gentes el
Maestro de América sumó a los
títulos de su prestigio continental como filólogo, crítico y educador, el de precursor del derecho internacional en Iberoamérica. Concebida como tratado
elemental de carácter
didáctico, esa obra fue recibida en los países
americanos y en España, como la más completa entre las de su género hasta ese momento conocidas. Su difusión fue vertiginosa. En el año de la primera edición chilena apareció otra en Caracas ; en 1839 otra en Bogotá en la Imprenta de Cualla ; en 1843 otra en Madrid ; en 1814 la segunda edición corregida y aumentada por el autor y dada a la estampa en Valparaíso ; y en ese mismo año una más en Lima.
Con su habitual modestia Bello no le dió a esta obra más alcance que el de simple bosquejo, hecho con la intención de facilitar el aprendizaje de aquella aquella rama de la ciencia y del derecho en las repúblicas acabadas de nacer. En el prólogo de la primera edición, precisa la razón de ser de su empeño en los siguientes términos: “Mi ambición quedaría satisfecha si este libro fuera de alguna utilidad
a la juventud de los nuevos Estados
Americanos en el cultivo de una ciencia que, si antes pudo desentenderse impunemente, es ahora reivindicación
de la más alta importancia para
la defensa
y
de nuestros derechos nacionales”. Se refiere, pues, al
momento en que aquellas naciones iniciaban el proceso de creación de sus instituciones, campo en el cual tuvo clara conciencia de que su misión era la
de moldear para ese Nuevo Mundo en el que todo estaba
por hacer, el
acervo recibido de la Legislación de Indias y de la normatividad de otros países europeos, adaptándolos a la idiosincracia del mestizaje que ya era realidad, educando a los pueblos para la libertad, sustituyendo el imperio de la fuerza que feneció en la epopeya libertadora, por otra fuerza, la normativa ; y aislando la arbitrariedad caciqueril para reemplazarla por la serenidad de la ley, sin rendirse ante “quienes miran como peligroso el cultivo de las ciencias y las letras bajo un punto de vista moral...”, según escribía.
VI.-
Un canto de alabanza.
Bello tuvo formación clásica de humanista, y con su consagración de estudioso autodidacto, poseyó un saber enciclopédico cuyo dominio es privilegio exclusivo de los genios. Donde quiera que actuó y en los círculos en los que influyó su magisterio, fue tenido como verdadero sofos, tanto en Caracas como en Santiago de Chile,
respetado del mismo modo que los
sabios de la antigüedad clásica. El gran bellista que es
Rafael Caldera
advierte que la mera enumeración de lo que hizo, constituye un canto de alabanza. Su formación clásica no lo sustrajo de la realidad del momento
histórico en que se produjo la emancipación de las colonias españolas de América, de tal manera que orientó su magisterio a la formación del ser latinoamericano como educador, como autor de textos jurídicos, como asesor de los gobiernos recién nacidos, en la elaboración de sus Códigos, entre ellos el Código Civil chileno, que lo es también de Colombia y de otros países. En el campo de
la
filología hizo un
estudio científico del español hablado en
Hispanoamérica y publicó una gramática que siglo y medio después es obra de consulta obligada. Aún llegó a presentar, hace 157 años, propuestas de enmiendas a la lengua española similares a las explosivas del Nobel García Márquez en el Primer Congreso Internacional de Zacatecas. Y siempre afinando la identidad iberoamericana. Lo confirma el dominicano don Pedro Henríquez Ureña: “ En 1823, escribe, antes de las jornadas de Junín y Ayacucho, inconclusa todavía la independencia política, Andrés Bello proclamaba la independencia espiritual: la primera de sus Silvas Americanas es una invocación a la poesía, “maestra de los pueblos y los reyes”, para que abandone a Europa -luz y miseria- y busque en esta orilla del Atlántico el aire salubre de que gusta su nativa rustiquez”.
Aunque los Principios de Derecho Internacional (así los denominó a partir de la edición de 1844), constituyen la obra fundamental de Bello como jurista, no se reduce a ese solo texto su tarea de internacionalista. Comprende además, una copiosa correspondencia diplomática desde los cargos de secretario de la legación de Chile en Londres y de encargado de negocios de Colombia en la legación ante el gobierno de la Gran Bretaña, así como infinidad de documentos que
no llevaban
su firma pero creaban
doctrina; y su gestión como oficial mayor del ministerio de relaciones exteriores de Chile, cargo de segundo orden que desempeñó por muchos años y desde el cual obró como el discreto
orientador de la política
internacional de su segunda patria. También, y a través de la comisión compiladora de las obras completas de Bello que ha presidido el maestro Pedro Grases, se conoce gran número de cartas de la correspondencia privada de Bello y artículos suyos publicados en El Mercurio de Santiago, en los cuales aparecen siempre los rasgos del educador y del innovador frente a “los ecos oscuros de declamaciones antiguas”, según decía.
VII.- El destierro londinense.
La actividad diplomática de Bello se había iniciado desde 1810. La Junta de Gobierno de Caracas, que en abril de aquel año depuso al capitán general Emparán, envió en misión especial a Inglaterra al joven Simón Bolívar y a López Méndez, a quienes acompañó Bello como auxiliar, pues
los
inexpertos comisionados necesitaban la asesoría y el consejo de un hombre acreditado por su talento jurídico y su experiencia que, además, tan sabio como modesto, no pretendiera eclipsarlos en el ejercicio de las funciones que les había confiado la Junta.
Bolívar regresó a su patria muy pronto, urgido por .la guerra, López Méndez y Bello permanecieron en Londres hasta cuando, por la capitulación del general Miranda en julio de 1812, se extinguió la primera república de Venezuela. Bello permaneció en el destierro londinense -según llama aquella época el poeta José Ramón Medina-, dedicado a tareas como preceptor y al estudio en las bibliotecas, de todo lo cual transmitía un saber desinteresado de ciencia, de gobierno y de ética, al joven Bolívar. De aquella influencia fluye
las declaraciones éticas del Libertador, en el sentido de que la moral es clave del buen gobierno y de la buena salud de una nación.
VIII.- Probidad en Viña del Mar.
Tal precepto lo han establecido. El acervo conceptual de sus Declaraciones optó por la democracia y la libertad, optó por la integración y escogió el desarrollo sostenido como camino. Optó sin vacilación por la cultura de la verdad contra la cultura de la corrupción, expresiones de otra confrontación entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte. Se advierte cómo crece esa pedagogía de las Cumbres está irradiando dondequiera, a saber: “La Convención Interamericana contra la Corrupción” (Caracas- marzo de 1996) ; la “Declaración de Viña del Mar” (Chile, noviembre de 1996) ; el Foro “Probidad y Corrupción” (Santiago de Chile, mayo de 1997) promovido por el Consejo Episcopal Latinoamericano ; el Proyecto Iberoamericano de Ley anticorrupción que circula por los parlamentos de la región; el encuentro de “Transparencia Internacional” (Lima-Perú), son muestras de una incontenible corriente de opinión en ese punto de la Agenda para el siglo venidero.
La verdad no es ingenua, sostienen los tratadistas de moral. Con la verdad de los enclaves iberoamericanos de rezagados tienen que ver la lucha contra la pobreza, la acción en pro de la paz y de los derechos humanos; la búsqueda de la seguridad, la depuración del derecho a una información cierta, la gestión electoral; la vigencia de la justicia social; la reorientación de la economía y de la productividad, la conservación ecológica. Esa era ya la convicción de los Jefes de Estado y de Gobierno cuando, en las Conclusiones de Viña del Mar, párrafo 28, afirmaban:
“La democracia se fortalece en nuestras sociedades cuan do la probidad, la responsabilidad y la transparencia se afirman y se consolidan como rasgos esenciales del servicio público y de las prácticas de la sociedad civil y nuestra cultura política. Reafirmamos especialmente las medidas que toman nuestros Estados para estimular estos comportamientos y prevenir la corrupción. IX.-
La defensa de los derechos humanos.
Un común denominador de las
Cumbres es la decisión de que
nuestros pueblos no ingresen al Tercer Milenio bajo el imperio de la guerra,
de la subversión, de la violencia, de la
inseguridad, del terrorismo y del
secuestro. Los derechos humanos hacen parte sustancial del estado social de derecho, en el cual prevalece la razón de humanidad sobre la razón de Estado en la generación de las condiciones de convivencia.
La apertura y la globalización son instrumentos para luchar contra la pobreza, porque recogen la cooperación internacional en la forma tradicional pero también según modernas metodologías que hacen que las inversiones lleguen a los pobres, y que encarnan
soluciones al viejo pero siempre
vigente tema de recobrar la capacidad de pagar la deuda social.
X.-
El rescate de la política.
Es estimulante que en la Agenda de Margarita se vuelva por la de la grandeza
de
la
política
y
la
eficiencia
en
iberoamericanos. La función de los partidos es la
los
partidos
políticos
coordinación de las
aspiraciones de la comunidad para llevarla a su plenitud; es la de dar respuestas a los interrogantes de la sociedad; es la de realizar una sociedad feliz en un futuro cierto, puesto que todo partido político es en esencia un
conjunto de gente -los activistas y los simpatizantes-, que siguen un conjunto de ideas -los programas- con el objeto de ejecutar a aquellos programas desde el gobierno, en beneficio de la comunidad. No siempre partidos y dirigentes cumples este repertorio ideal en la línea del pensamiento aristotélico.
En los países que salen de experiencias autoritarias, como ha ocurrido en Iberoamérica, la democracia suele estar acompañada de un alud de reformas. Se piensa que con el reformismo se van a disfrutar las bondades y virtudes de las que carecía la autocracia, que se cifran en el estado de derecho, en la honestidad y eficiencia administrativa, y en el mejoramiento de las condiciones de vida. El sociólogo francés Alain Touraine señala la necesidad de materializar en la región latinoamericana y en el Caribe instituciones con capacidad para resolver los conflictos sociales, pues, de lo contrario, se dejaría un espacio libre para la intervención de un poder no democrático, autoritario o revolucionario. En otras palabras, el mejor antídoto contra las dictaduras, son instituciones justas, eficaces y honestas, que, por tanto, sean respetables y respetadas.
En ese sentido, los acontecimientos del Perú y Venezuela en 1992, resultan significativos. Pese al rechazo expresado en la comunidad internacional por los intentos de golpe de estado en Venezuela, en aquellos años, parte de la población manifestó su preferencia por una dictadura militar frente a un régimen político que se consideraba obsoleto. En el caso del Perú, un segmento de la nación expresó Congreso
su aquiescencia con el cierre del
que no era visto como representante de los intereses de la
sociedad peruana, ni espacio para la expresión de sus contradicciones y coincidencias. Y en el estado de Chiapas, en México, una antigua situación social represada redujo el poderío y la fortaleza de 60 años de gobierno.
XI.-
El oleaje.
A pesar de los antagonismos y perplejidades señalados, en la década de los años 80 se produjo en América Latina un oleaje electoral jamás soñado. Veníamos del cuadro sombrío de los años sesenta en el cual sólo seis países del continente habían calificado, con probada continuidad, su vocación democrática. Aún en el resto del mundo, la situación de los regímenes de libertad fue de poco más de una decena, frente a abundantes regímenes de
facto. Los países latinoamericanos con legitimación democrática permanente, se podían contar en los dedos de la mano.
Al final de los ochenta y al comienzo de los noventa, igual que en la eclosión de una crisálida, avanzó la transformación, la cual fue seguida por la búsqueda de estabilidad, la revisión y modernización del papel del Estado, una nueva disciplina hacia el desarrollo y un tratamiento atractivo para las inversiones extranjeras. Valga este ejemplo elocuente: entre 1987-1992, la inversión española directa en América Latina fue del 12% frente a un 50% en la Unión Europea. En
los tres años que van entre 1993 a 1996, aquella
inversión directa en Latinoamérica pasó al 40% frente a un 33% en Europa, con un total de 4,5 billones de dólares en 1996, lo cual representa el 20% de tola la inversión externa en la región. Es el renacimiento de la confianza en la redemocratización: en el corto período de tres años se celebraron más de treinta debates electorales, con elección popular de primeros mandatarios en todos los países del área. Los pocos casos supérstites no contradicen la calificación de que Latinoamérica es continente que puede mostrar democracias fiables que buscan su perfección.
Diríase que la América Latina de hoy está urgida en culminar su gran sueño de integración y modernización, con la claridad que alcanzara en su tiempo la América anglosajona y protestante de los peregrinos del “Mayflower”, en torno al
sueño americano, definición que empieza a ser
lograda desde su propia cultura, su historia y su lengua.
XII.- Fondear en la eternidad.
En las cartas medievales de marear abundan las islas fantásticas, menos fabulosas que la Atlántida que sedujera la fantasía de los griegos desde Platón. Los científicos decimonónicos probaron con deleite e impiedad que esas islas eran, al igual que dragones y animales fantásticos, ardid cartográfico para llenar una parcela oscura y prohibida del mare tenebrosum. No había intención dolosa en aquellos cartógrafos; ni sus mapas fueron mezcla caprichosa de conocimientos empíricos e imaginación alocada : ellos no hicieron más que recoger con honradez minuciosa, las leyendas de la marinería, que adobaban de secreto, whisky y aventura las cartas de navegación; y hacían peligroso su mercado en los puertos del mundo. Las apetencias del saber y de la riqueza estaban amalgamadas entonces con supercherías; cualquiera circunstancia trivial de la vida cotidiana, fondeaba en
la eternidad; y el oro y la plata sonantes, anclaban en alegorías desmesuradas: recuérdese la pasión
premonitoria por El Dorado que
enrareció el aire desde el primer viaje del Gran Almirante.
Hablo de una edad en la cual los hallazgos de Colón se correspondían con el universo circular de Copérnico. Los seres del Nuevo Mundo, a los cuales nos negaban el tener alma tanto teólogos como filósofos incluído Hegel, somos herederos de esa edad: compartimos el legado cultural de la Europa cristiana que abría las fronteras y ensanchaba sus ámbitos, desde el teológico hasta el geográfico, desde la comprensión del firmamento hasta el descubrimiento de tierras nuevas, recogiendo la antigüedad pagana de griegos y romanos.
A estas alturas del siglo de la relatividad, de la energía nuclear y de la revolución de las comunicaciones, nuestras actuales cartas de marear ya no son tan limitadas y confusas como aquellas que produjeron tantas vigilias a los audaces
exploradores. El mapa iberoamericano actual ya no es un
palimpsesto dibujado a contraluz de mitos y prejuicios. Y en cuanto la cultura del vecino era para nosotros terra incognita, por falta de integración, lo que
nos obligaba a llenar nuestros vacíos de conocimiento y de comprensión con islas fantásticas, con los dragones del miedo o de la ofuscación, de la admiración o del desprecio, ahora empezamos a embarcarnos con reflexión y alegría en los navíos de la Comunidad Iberoamericana de Naciones.
Sabemos que todavía requerimos un curso intensivo de aprendizaje del porvenir y lo estamos haciendo con el timón del conocimiento, que ha asumido la Universidad iberoamericana como lo hicieran Universidades y Academias en la Edad Media y en el Renacimiento. El presidente Mitterrand le pidió al Colegio de Francia que le ayudara a reflexionar sobre una pedagogía del
futuro, a fin de dotar a los jóvenes franceses de los
instrumentos modernos de pensamiento, de expresión y de acción para afrontar con escueta certeza el porvenir, ese incierto lugar donde pasaremos el resto de nuestra edad. Esa pedagogía la hemos auscultado y aprendido.
XIII.- La voluntad de la nación.
Para terminar quisiera advertir que aunque quizá solo en el curso de un largo itinerario los iberoamericanos completemos los mapas sobre la
realidad de nuestros pueblos, el epicentro timonel de la Universidad hará que la navegación, con sus altibajos de calmas y tempestades, sea menos ardua. Los principios de la navegación obedecen a una experiencia empírica aunque están inmersos en el piélago de la poesía,
maestra de los pueblos y los
reyes, según escribiera don Andrés Bello. Pero siempre ha sido aliento de la imaginación que germina en el saber desinteresado de la Universidad,
el
buscar desde allí respuestas brujulares a las preguntas de nuestros pueblos. Hace 20 años cuando Chile estaba en condiciones políticas precarias, varios académicos chilenos hicieron un viaje anticipatorio al año 2010, con el objeto de indagar sobre los posibles comportamientos de su país en aquella fecha. Y descubrieron que la modernización de Chile y su inserción en la historia era una utopía posible, que solo
necesitaba la voluntad de la nación entera
detrás de ese propósito común. Los chilenos lo están haciendo con hermosa devoción como acabo de verlo en la Universidad Austral, en el remoto sur araucano.
En efecto, sabemos que, como decía Thoreau, el universo es una esfera cuyo centro está en donde haya inteligencia. De consiguiente, busquemos
y
aceptemos
las
responsabilidades
del
nuevo
liderazgo
universitario, arte de navegación que exige saber leer en el mar y en el firmamento, pero también interpretar la voluntad de la tripulación, la cual representa la razón de ser del conocimiento desinteresado de la Universidad.
XIV.- La proa a la esperanza.
Llegamos, así, al final de esta hermosa expedición imaginaria.
En la Cumbre del 7 y el 8 de noviembre de 1997 en Margarita, se reunen los gobernantes de las metrópolis descubridoras, conquistadoras y colonizadoras, con gobernantes de las tierras descubiertas, conquistadas, colonizadas y emancipadas. Y se reunen para dar un paso más hacia la esperanza. Recordemos que la des-esperanza es la condición de quien es excluído y los iberoamericanos ya no nos permitirnos el lujo de no tenerla.
Por los indicios sobre la Declaración y la Agenda de Margarita, se intuye que los Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica, España y Portugal, harán suya la costumbre de Abrenuncio, inolvidable personaje de Gabriel García Márquez. La cual, al abrir la puerta de su casa saludaba con
aquellas palabras: “Benedictus qui venit in nomine veritatis” : Este es el más elocuente saludo para quienes van a reunirse en la Isla Margarita a darle impulsos al porvenir, ese incierto lugar en el que nuestros pueblos pasarán el resto de la historia.