FIESTA LA MORGUE POR FERNANDO M. M. GAÑARUL

1 FIESTA EN LA MORGUE POR FERNANDO M. M. GAÑARUL 2 A todos aquellos que un día conocieron el éxito. A los que llegaron a la cúspide. A los que

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FIESTA EN LA MORGUE

POR

FERNANDO M. M. GAÑARUL

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A todos aquellos que un día conocieron el éxito. A los que llegaron a la cúspide. A los que lograron tocar el cielo. A los que bebieron de la copa del poder y de la fama. A aquellos que después descendieron en caída libre a los infiernos. A los que nada quedo. Los que todo perdieron. A los que la mala suerte golpeo con saña. Pero sobre todo, a todos aquellos que supieron reconocer sus errores. Se adaptaron y resurgieron, cual ave Fénix de los infiernos. Estos últimos, realmente son dignos de alabanza y admiración.

Lo difícil no es llegar, lo realmente difícil y complicado es mantenerse. Anónimo.

Todos los hechos que se relatan en este libro así como sus personajes, nombres y situaciones son una invención del autor. Cualquier parecido con la realidad seria mera casualidad.

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INTRODUCCION

Este libro es una crítica. A algunos les parecerá dura. A otros feroz. A algún despistado divertida. A otros constructiva. Quizás el autor busca realmente esto último. Aprender de los errores que está cometiendo nuestra sociedad. Para ello el escritor elige a once integrantes de la sociedad moderna. A través de ellos, el lector descubrirá los errores cometidos en el loco ascenso de estas personas, tanto a nivel personal, como profesional, dentro de la sociedad moderna. Los métodos empleados no son limpios, ni ortodoxos. Todo vale en esta sociedad, que busca el reconocimiento del resto de las personas, que más débiles, en su día no pudieron escalar puestos dentro de su círculo, conocer el éxito o amasar fortunas. Otros hicieron mil y una cabriolas sociales para mantener su estatus y fama mal adquirida. Mucho se ha hablado sobre el materialismo y sobre las argucias y mil diferentes maneras de las cuales se valen algunos, para lograr ascender y bregar en nuestra sociedad. El pedestal de barro que estos personajes van a crear, terminara inefablemente rompiéndose en mil pedazos. Con el tiempo, la mayoría de ellos caerán en el olvido. Ya no serán grandes arquitectos o escritores o editores. Dejaran de ser promesas de la canción, del escenario o de la medicina. De manera ineludible, otros vendrán que intentaran ocupar su lugar, cometiendo y repitiendo uno tras otro, los mismos errores. En realidad la vida es simple. Muy simple. No necesita de estímulos, no necesita de empujones orbitales para situar a alguien en un determinado peldaño de la escalera del éxito. Ella es lista e inteligente. A su manera pone a cada uno en su lugar. Ropa, coches, residencias de lujo, yates de lujo, hoteles carísimos cabalgan conjuntamente con la especulación, con el político putrefacto y corrompido de turno. Nada escapa a esta asociación ilícita entre corrompidos y corrompedores. Miles de situaciones pueden hacer derivar a una persona a un sitio u a otro de la escalera. Lo que ellos desconocen, es que nadie puede eludir su destino. Todo está planificado y consensuado. El dinero lo es todo. Todo por el dinero. La vida ignora de manera inexorable estos preceptos. Desconoce el sentido de la palabra dinero. Esto lleva al autor a plantear una pregunta al lector. ¿Está el modelo económico finiquitado? ¿Esta nuestra sociedad y sistema de vida obsoleto? ¿Por qué unos pocos se empeñan en mantener ante viento y marea, el sistema financiero capitalista? El autor considera, que este modelo de sociedad capitalista consumista, está en estos momentos en coma. Falta poco para que muera. ¿Qué sucederá ese día? Ahora desea presentaros a once personas atormentadas a las que el destino dio una segunda oportunidad. Tal vez os identifiquéis con alguna de ellas…. 4

CAPITULO I LA MUERTE QUE NOS ACUNA

La estación de Atocha, en Madrid, se encontraba abarrotada aquel caluroso mediodía de julio. Todo el mundo paseaba distraídamente sus maletas. Unos de manera acelerada. Otros ascendían o descendían apresuradamente, por las elegantes escaleras automáticas, recientemente instaladas. Los que portaban algún niño entre su equipaje, se permitían de manera descarada, una repetición del trayecto a lomos de las automatizadas escaleras. El cuidado de un niño requería inefablemente de esos dispendios y mil más. Las filas en las taquillas donde se vendían los billetes eran inmensas. El caos desordenado de la tradicional fila española era visible, conforme uno se aproximaba a ella. Muchos perdían los nervios. Otros la razón. Otros los papeles. Las manos sudorosas sostenían euros, billetes de trenes perdidos que debían ser cambiados, Ilusiones, viajes largo tiempo deseados. Unos viajaban para enterrar a sus familiares. Otros para disfrutar de un merecido descanso. Los que menos, los más desesperados, aquellos que debían dejar la ciudad por motivos de trabajo, deseaban con todas sus fuerzas que el tren pinchase, que el motor se gripase o que el delco de la locomotora se humedeciese. Era sábado. Quince de Julio. El aire acondicionado no funcionaba. Los operarios de mantenimiento se afanaban en solucionar, trabajando a destajo, el problema. Mientras lo hacían, escuchaban con el aire de no entender el idioma de Cervantes, como muchos de los que esperaban su turno en el enorme vestíbulo, se cagaban manifiestamente en la puta que los trajo. El calor exaltaba los ánimos. Sacaba inefablemente lo peor de cada uno. Hacía ver a las personas problemas donde no los había. El que más o el que menos, intentaba subir lo antes posible al moderno tren. Huir de la emboscada que suponía obtener un billete. Pelear en la trinchera del catorce, a bayoneta calada, contra el chupatintas de turno que provisto de un ordenador de los años setenta, osaba tocarte los cojones. Reencontrarse con el frescor erótico del aire acondicionado, cayendo desde una alta tobera sobre el asiento, sobre la cabeza, sobre el castigado cuerpo, sobre la sudorosa espalda. Algunos gustaban de colocar con casto disimulo, los sudorosos genitales bajo la tobera…..Eso fustigaba su deseo sexual. Había en ese instante en la estación, justo el doble de personas que en un día normal. Al que fuese sábado y fin de semana, había que añadir, el colapso general que generaban los integrantes de la tribu que marchaba a las playas del sur, saturando los andenes. Cambio de quincena. Verano. La carrera hacia el mar comenzaba. Mordiscos en las orejas por obtener un billete. Codazos en un ojo por un asiento. Al enemigo ni agua. ¿Dónde está Raulito? ¿Has visto a la abuela?

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¡Niña deja de ligar y avanza en la fila que es para hoy! ¿Dónde está el cabrón de tu padre? ¿A que me la está pegando con la de Avis? Varias personas habían sufrido robos. ¡Tenía que pasarme a mí! ¡Es que tengo la negra agente! Era normal que así sucediese. Los carteristas aprovechaban la aglomeración de vociferantes personas para hacer su agosto. El español gustaba de unirse a la melé. Ver un grupo y allí que te va el español medio… Da igual si hay un muerto. Si es la tele. Si se celebra un juicio a un yerno espabilado. A los españoles les encanta sentir como son estrujados. Si además les pellizcan el culo, mejor que mejor. Los desmayos comenzaban a estar a la orden del día. La tensión se acumulaba. ¡Perderemos el tren Carmen! ¡Mira que te le dije! ¡A mí me va a dar algo¡ Los infieles al ferrocarril protestaban. Aquellos que aprovechaban el menor pretexto para arrimar el ascua a su causa se envalentonaban alzando la voz. ¡Ostias Ana! ¡El autobús es más rápido! ¡Esto es una mierda! La parienta levanta sus ojos altivamente. El machito crecidito siente como sus gemelos se encogen paulatinamente. La mirada lo dice todo. ¿O te callas o te tengo un mes sin follar? Pero… ¡A pan y agua te tengo! ¡Te lo juro por la memoria de mi madre! Ya puedes sacar el manubrio y comenzar a calentar en la banda ¡Desgraciado! La mañana que llevamos y el otro con el runrún…el runrún… dale que te pego ¡Tocapelotas! El apelativo los termina hundiendo. Se silencian sin haber medrado. También estaban los que se colaban. Constituían una gran tribu asilvestrada y cada vez más influyente. Su modus operandi era siempre el mismo. Elegían a la víctima. Alguien que poseyese cara de tonto del culo. Se pegaban con disimulo. Intentaban enlazar una conversación banal con el paisano ido. Simulaban conocer al pajarito o tener familia común. Cualquier escusa servía. La cola duda ¡Pues será familia! -Piensa más de uno-. ¡Jodo, yo me callo, no sea que meta la pata! -Piensa otro-. En estas estamos cuando…. ¡Zas…! Ya tenías al tipo adosado. Como esos chalets que se construyen a las afueras de las grandes ciudades para pobres venidos un poco a mas. Querer y no poder. De repente el especialista 6

calla. El individuo se hace el distraído. Le llamas la atención con un ¡Ejeem! Que el otro desprecia taxativamente. Comienzas a apelar al departamento de impagados. Comunicación urgente: Imposible realizar una expropiación. Gerencia de urbanismo los avala. Son garrapatas de primera, inmunizados a cualquier comentario y tremendamente adaptados ya a la fila. Tras la tosecita y el pequeño codazo desesperado, dado por un osado ciudadano, observas como se vuelven desafiantes. Al sentirse acorralados por treinta personas, que se acuerdan a su madre y a sus ancestros iberos, tornan su comportamiento en lobezno. El tipo se vuelve indignado y te sacude verbalmente de lo lindo. Aúlla defendiendo la peña conseguida. Comienza a gruñir peligrosamente, con aire desenfrenado, mientras da zarpazos a diestro y siniestro. Sus dientes puntiagudos acojonan al español medio. El tipo rebuzna airado… ¡Que si yo estaba antes! ¡Que si he ido al baño! ¡Que si no hay derecho! ¡Qué que mierda de país! ¡Que si joder que mal educados! ¡Que si no hay conciencia ciudadana! Tras escuchar tres mil y un que sí, siempre hay alguien al que no consigue convencer. Este reducto de la libertad de expresión en España, este guerrillero de estación, suele mentar el comentario más agresivo e indignante que se puede hacer a un lobezno exaltado que se cuela. ¡Mucha jeta.com es lo que tenemos, guapo! ¡Ahora aviso a los civiles! A todo esto, tú paralizas tu ataque verbal contra el que se ha colado. Eres uno de los acojonados. Tu cerebro es más rápido y listo que tu. Piensas, luego existes. Te envía un E-mail directo. ¡Bahhh ! ¡Deja que otros hagan el trabajo sucio! Te concentras en las tetas de la que tienes delante. El tipo te hace sentirte mal. Ahora ya no ruge. Te da hasta pena que la jauría de perros que le rodean, algo envalentonados ante la llegada inminente de los picoletos, osen atacar en grupo cerrado al lobezno. Es tanta la pena que sientes por él, que casi consigue que le pagues el billete y un bocadillo de pate. Estas a punto de regalarle tu abono del Barcelona o del Real Madrid. De prestarle a tu novia. De regalare a tu mujer. Por el llegarías hasta a nacionalizar a tu suegra. Le harías hasta una buena chupada. El pobre individuo no había traspasado las fronteras veraniegas de Benidorm. Queda claro que es desconocedor de que España es diferente. Lo más cercanos que estamos de Europa los españoles, es cuando asaltamos parís, una vez cada cierto tiempo, para asistir a la final de la UEFA o de la CHAMPION. Luego estaba la tribu de los rapiditos. Si marchaban de vacaciones, si nada tiene que hacer, si son carne de sombrilla y tumbona ¿Porque cojones corren? ¿Por qué esa aceleración? ¿Hacen el amor en tres minutos? ¿Habían nacido antes que los demás? Un chorro de aire caliente, seguido de otro frio, hizo que todo el mundo exclamase de gozo, emitiendo un murmullo general de alivio. ¡Por fin el aire acondicionado! –Exclama uno-. ¡Qué fresquito! -Dice una cursi-. 7

¡Joder, ya era hora! ¡El libro de reclamaciones, que estos me pagan el viaje! –Dice el avispado-. Un perro y una gata, ambos enjaulados en sendas celdas de plástico chino, se miraban don desdén entre dos largas filas. El perro inició el combate ladrando. El gato se volvió dentro de su estrecha caja y mostro el trasero al perro. El desafió está en el aire. El perro furibundo, comenzó a ladrar con fuerza. ¡Señora haga callar al perro que molesta! –Exclama un tipo con corbata y mostacho-. ¡Mi perro ladra donde a mi me sale de los huevos! –Exclama la mujer, sacando las uñas-. El español medio se agarraba a sus huevos últimamente para todo. Aun ellas que nos los tenían, solían mentarlos y tocárselos ficticiamente en medio de la batalla. Aun los más viejos del lugar, que ya no se los encontraban. Un agente de seguridad media entre los dos contendientes. ¡Cascos Azules! ¡Paz! La ONU no es lo que fue. Nadie escucha al gregario mal pagado vestido de gris. La porra ya no impone. La gresca va en aumento. Entre los integrantes de la fila, división de opiniones. Unos protestan. Son los más cercanos al quince M. Gritan consignas mientras alzan las manos al cielo, realizando su tradicional grito mudo. Parecen tontos del haba saludando a los extraterrestres. ¡Libertad para los canes! ¡Democracia activa! ¡Dejad al perro que se exprese coño! Ladraba un joven de aire cansino con rastas cochambrosas. ¡Los perros al poder! ¡Derecho al voto perruno! Grita una joven con la cara llena de granos. La cuestión era armarla. Otros expresaban ideas tradicionales. ¡Los perritos en casa señora! ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¡Con Franco esto no pasaba! ¡Los perros marcaban el paso! El mismo tipo de antes, el de la corbata y mostacho, seguía con sus ideas de funcionario del ministerio de asuntos exteriores, extraditado a algún país remoto africano. Tal vez Zululandia. ¡En Europa esto no pasa con los animales! ¡En Europa viajan en su asiento! El nunca ha estado en Europa. Nunca ha salido de Navalcarnero. De hecho, este es su primer viaje en tren. Para ser sincero, el pobre hombre es virgen. Nunca se la han chupado a la luz de la luna. Una mujer grande como un toro, intenta mover ocho maletas gigantes, compradas en el chino del polígono Cobo Calleja. Es ecuatoriana. Vacaciones forzosas. Crisis. Paro ¡A la puta calle! ¡Jodo, que viene el coco! Yo me vuelvo ¡Este país no es lo que era! ¡Recorrrrrtes Gerrrrmanos! ¿No hay ayudas? ¿Qué será de mí? ¡Me muero de hambre! ¡Una arepa pol el amol de dios! La oronda mujer, que en otro tiempo grito con alegría, a una cámara de televisión perdido de la sexta rojilla. 8

¡Grasias por los papeles de residencia Sapatero! ¡Grasias! Grita ahora mientras marcha su país. ¡Qué te den pol el culo Sapatero! ¡So cabrón, bien nos has jodido! La gente la observa. Todo el mundo se caga en la puta que pario a la ecuatoriana. Una que se va. Una menos. Todos piensan lo mismo en silencio. Lo mismo. ¡España para los españoles! Mi hija en el paro y está, trabajando por cuatro gordas, jodiendo a los españoles. Sin contrato y sin nada. ¡Hay que joderse! Pero hay que pensarlo con cuidado. Que nadie oiga tu cerebro. Que nadie escuche a tu conciencia de anticuado patriota. Que uno no es un xenófobo, ni nada que acabe en obo. Que estos rojillos trasnochados de te la lían parda por menos de nada. El caso es que todos piensan de igual manera, pero nadie tiene cojones para decirlo en alto. Es el sentir actual español. Una anciana valiente a más no poder surge de entre la masa, cual Juana de Arco, alzando la bandera de la libertad de expresión. Con esa valentía que dan los muchos años vividos y lo poco ya, que una tiene que perder. La anciana alza un poco la voz, observando a la sudaca con sus gafas de sol vetustas. Su hija le pellizca intentando acallarla. Es imposible. La anciana es una pantera gris de la vida. Dos enormes pulseras de oro con pequeñas medallitas del mismo material, penden de su descarnada muñeca. ¿A que qué vienes a España chocho? ¿Ves lo que te pasa morena? Haberte quedado en tu bonito país. Aquí no te necesitamos. Quitas el trabajo a nuestras mujeres. Lárgate ya a tu tierra. ¡Mira mi hija! Tres carreras. Ingeniera y se va a Alemania con la Ángela esa. Aquí no encuentra ni para fregar. ¡Mama por favor! ¡Calla mamaaaa! ¡Mira que me voy y no me despido de ti! ¡Qué vergüenza! Además ¿A ti que te importa si va o viene? ¿Ya no te acuerdas del tío Manolo y de la Amparito? Ellos emigraron a Alemania en la década de los sesenta. ¡Bahhh! Menudos dos has ido a mencionar. El uno un deshuevado y la otra más puta que la gallina Nicanora. ¡Ahhh! En mis tiempos jóvenes, cuando estaba en la sección femenina de falange, nos lo hubiésemos comido a bocaditos. ¡Mama! Todo el racismo del campeonato mundial se concentra en la fila tercera, en el lugar donde se encuentra la anciana y su hija. Algunos se unen a la anciana. La ovacionan en silencio. Es la liga de campeones muda y descojonada contra la extranjería. Algunos se justifican como si el que está en la fila, justo detrás de él, escuchase sus pensamientos. Se dirigen al pobre hombre de turno, que lee un arrugado periódico deportivo. Este, mosqueado casi no le atiende. A él le importa una mierda. Su equipo perdió el fin de semana y Pep deja el Barsa. Eso sí que es preocupante. Sabe, yo no soy racista. Tienen que comer. Eso si papeles con contrato.

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Alguno, un poco amorfo, se pregunta cómo demonios va a ir a ecuador montada en tren. Este es la expresión máxima de libre pensamiento nacional. Un niño observa a Javier Miralles. Despacio analiza su sudor con cara de especialista de urgencias. El escritor, de fama nacional, suspira por una ducha fresca. Suspira por un baño en alguna de las playas ibicencas donde el pasa el mayor tiempo posible. Allí, en su retiro de oro escribe y caza jovencitas con su aire de intelectual cuarentón. También monta tríos, cuatrios, muchos retrios ¡Vamos, la releche para un caballero español como él! El niño no para quieto. Se ha aburrido de la exploración. Es rubio, bajito y gordito. Suda tanto como él escritor. Esta sobrealimentado. Bollos y toda esa mierda anunciada en las cadenas de televisión, saturan su sonó boya abdominal. Al niño se le cae la pelota que tiene en sus manos. Le cuesta agacharse para recogerla. Cuando se levanta pega un codazo sin querer a la madre, que es delgada como un junco. La madre le suelta una leche. Ha sido tal la rapidez, que Miralles no ha visto venir el golpe. Decididamente esta mama es la ninja de las madres. La mujer, acalorada comienza a despotricar. ¡No parara, no! ¡El tío calambres¡ Y le suelta otro cazó en la nunca. Esta vez la mama ha cambiado de táctica. El tradicional cazó español desarbola al pequeño. Dos mocos surgen en los agujeros nasales. El crio se los come. Miralles siente una arcada. La fila de observadores siente como sus jugos gástricos derivan extrañamente hacia el esófago. Nuevo cazó. Esta vez más rápido. El pequeño está cobrando la extraordinaria de navidad y la del verano, ambas al unísono. Aguanta el tipo sin llorar. Es un Jesucristo gordito que pone la nunca ávidamente. El escritor se ríe. Se descojona abiertamente. ¡Menuda leche! ¡Jódete mamón! ¡Por gilipollas! El niño le mira cabreado y ofuscado tocándose la nunca. Algo ha cambiado en su mirada. Sorbe los restos de moco, realimentándose como un allien. Todo el mundo observa a la madre. Ella les dirige miradas furibundas. Les transmite el mensaje. Es como un sargento chusquero español, dura y firme como el pedernal. Esta curtidas en mil batallas. Tiene el culo pelado de tantas guardias. No aguanta canalladas ni esta para ostias. De repente le suelta un cachete al chiquillo y comienza a justificarse cara a la galería. ¡A la mierda el defensor del menor! ¡Aquí lo querría yo ver con este mariconazo! ¡A ver cuánto aguantaba! ¡Para quieto que te deslomo! La gente vuelve a sus quehaceres mundanos. Mirar lo que otros hacen en la fila. Esto es deporte nacional y si el de al lado, se pega una ostia en las escaleras mecánicas, mejor que mejor. A reírse, que son dos días. Las mujeres de cierta edad, observan la ropa de la competencia. Los hombres el culito de la muchacha que tienen delante. El novio se vuelve. El viejo obsceno mira hacia otro lugar. Disimula cara mula. El joven intenta varias veces atraparle con la mirada…. No lo consigue. El anciano es un veterano del parque central de Jaca. Muchos 10

culos han pasado ya por su vida. Nunca fue atrapado. Sabe calibrar con la mirada el culo flácido, el nacional, el guiri, el reconvertido, el recauchutado y mil traseros más. Una de las veces, observa al joven pollo con descaro. Sonríe. El joven interpreta el mensaje, cabreándose. ¡Jódete! ¡Le he visto el tanga a tu titi! ¡Es rojo! ¿A qué jode capullo? ¿A que no me pillas pollito? El niño vuelve a la carga. Le observa con descaro desde la fila gemela a la suya. Se hurga la nariz a lo bestia. Lo que sale de dentro es difícil de describir. Allien se realimenta comiéndose el moco. Miralles cree enloquecer. Cuando la fila del muchacho avanza más que la del escritor el niño le mira y se descojona. Extrae la lengua. El moco pende de ella. ¡La madre que lo pario! ¡Este partido, lo vamos a ganar! –Exclama en silencio el escritor-. El ritual tiene lugar tres veces. El escritor de moda decide ignorarlo. Carece de recursos ante semejante alimaña. Imposible envolver al enemigo. ¡A la bayoneta! Ni pensarlo. Que su madre me cuece a ostias y cazos. Mientras piensa, el niño reagrupa sus fuerzas. Este despiste le costara caro al escritor. El niño lanza un ataque mortal de necesidad. El Allien deja caer con disimulo una pelota. Esta va a parar a los pies de Javier Miralles. El niño se agacha a recogerla. La bufa se escapa de su enorme trasero. Es silenciosa y mortal de necesidad. Es una bufa de cobra pakistaní. Invisible y seseante. De las asesinas…. El aire contaminado asciende hasta las fosas nasales de Javier. El niño se aleja sonriente. Mueve el culo como una meretriz de polígono. ¡Venganza! Javier se cree morir. Va a fenecer. Comienza a abanicarse con el diario La Gaceta. El es de derechas de toda la vida, pero con ideas liberales. ¡Vamos la leche! Siente un mareo. Los churros grasientos que ha tomado en la cafetería, ascienden por el interior de su cuerpo hacia su garganta. Consigue no vomitar a duras penas. Esta acojonado. ¿Como un niño tan pequeño, tan poquita cosa puede portar en su ano un arma de destrucción masiva? La gente que le rodea le mira. El pánico se extiende. ¡Qué olor! ¡Uhhhhh! ¡Por dios! ¡Estás podrido macho! ¡Marrano! ¡Asqueroso! ¡Incívico! La anciana xenófoba remata a Miralles. ¡Socialista! Todos le miran a él. Javier decide callar. La venganza es un plato que se sirve frio. Piensa en la señora que le ha llamado socialista. ¿Acaso los socialistas son pedorros por naturaleza? ¿Y ellas? ¿También las mujeres socialistas peden? ¿Y las peperas? La imagen de la ministra de defensa socialista Laura Fanjín, lanzando pequeños aires discretamente en un discurso, le viene a la mente. Perplejo y lleno de dudas, decide abandonar los problemas escatológicos que padecen las mujeres socialistas y peperas. Javier tiembla. El niño vuelve. Esta fotografiando con la mirada los resultados que ha producido su misil estratégico en territorio enemigo. Javier mira hacia otro sitio. Eso no es 11

motivo de alarma para el niño. Este pisa con fuerza a Javier, que emite un quejido lastimero. Javier estalla. Sujeta con disimulo al infante y le dice al oído unas palabras amables y educadas. ¡Niño…Anda con tu puta madre! El niño se aleja llorando. Recibe otra leche de su madre. Decididamente hoy no es su día. Por fin el ansiado billete. A Sevilla por favor ¿Primera o segunda? ¿Tal vez tercera o cuarta? ¿De naranja o de limón? Javier piensa. Este tío me ha visto cara de indigente rumano. ¿Y si le digo que en el techo, como en la India? Mira chupatintas atrofiado. No me toques los cojones que llevo un mal día. ¡En tercera no te jode! El ordenador emite un billete de primera clase. Javier pasa por al lado del niño. Cual Mister Been encabronado, le enseña el billete riéndose y sacándole la lengua. Luego le hace la señal internacional del pajarito y desaparece sin mirar atrás. La gente le mira con cara de mala ostia. Javier decide marchar no sea que se escape una leche de alguno de los nerviosos primates que esperan su turno. El niño amenaza con lanzar otro ataque preventivo. Javier decide poner tierra de por medio, Puede ser que la mofeta humana lance sus efluvios una vez más contra él. Uno y no más santo Tomas. Desciende a los infiernos por la escalera automática. Desde niño le han gustado estas escaleras tan funcionales. Pasa el dedo por la goma. Esta decide avanzar más rápido que el. Javier Miralles logra llegar a meta. El andén se extiende ante él. Allí reina el caos y la apatía. Todos parecen estar perdidos. Todo el mundo pregunta. Al final, el tonto del lugar es quien más preguntas recibe. El muchacho, que vende iguales para paliar sus necesidades diarias, se pone nervioso y avienta los decimos, sufriendo un ataque de ansiedad. ¡Que yo no sé “da” donde sale el ten, Jodel! Todos parecen comprender que se han equivocado. Alguien que dice pertenecer a una ONG llamada Manos Jodidas, se hace cargo de la situación, calmando al tontico. Este se deja hacer embobado. Algunos fumadores convulsos, agotan en sus amarillentos dedos el último cigarro. Quince minutos menos de vida. El infierno está allí. Les espera afilando sus uñas. ¡Joderos, que aquí no hay aire acondicionado! Cosas del presupuesto. Aquello es la jungla. Un controlador terrestre de billetes, opositor perenne a conductor de Ave, les recibe con cara de estreñido. Mientras chequea su billete, Javier observa la máquina de tren. Tiene forma de pico de pato. Es muy erótica. Javier se imagina en la playa nudista en Ibiza con un pene de pico de pato. Las nenas se lo rizarían. Miralles no pararía de hacer viajes sexuales al cercano pinar. Las tías querrían probar aquello que no existe en las estanterías del Sex Shop de la esquina. Su marido la tiene oscura, llena de gruesas venas, con mucho pelo y chuchurria. Para más inti, un cojón les cuelga más bajo que el otro. Cosas de la raza... El tamaño no importa…. ¡Y una leche! ¡Eso lo dicen los que la tiene pequeñaja! El mito en la piscina y del agua del agua fría. Ese que habla del encogimiento del pinganillo, es una leyenda urbana. Javier lo sabe. De donde no hay nada se puede sacar. 12

Cuando una tiene a un hombre en casa con un miembro viril más pequeño que el muñeco Ken de reyes de su hija ¡Pues eso! El tamaño si importa. Javier asciende al tren. El pico de pato le ha puesto cachondo. Una pelirroja azafata vestida de azul le acompaña a su asiento. Es guapa. Muy femenina y tiene unos morros enormes pintados de rojo. Sus labios parecen un anuncio de rica sobrasada mallorquina. Acompaña a Miralles hasta su asiento. ¡Gracias guapa! ¡De nada caballerooo! Deja caer alargando el erooooo. A Javier su voz le recuerda la de la actriz Gracita Morales, pero más erótica, más poligonera. Javier coloca todo su equipaje donde puede y donde le dejan. Todo el mundo ha ocupado ya los portamaletas. Javier se sienta. Regula la tobera por la que el aire fresquito sale alocadamente. ¡Houston, más oxigeno! Después abre un caramelo de anís. Sus favoritos…. En otra vida debió de ser un borracho convulsivo pletórico de anís del mono. Miralles decide ponerse cómodo. Alarga las piernas, recoloco sus testículos con disimulo y la espalda. Se expande. Javier es de estatura media. No aparenta gran cosa. Al principio… Moreno con ojos marrones, posee dos pecas libidinosas. Una al lado de la ingle. La sensual. Otra al lado de la boca. La cachonda. Es atractivo, resultón, pero no espectacular. Viste de sport y le encanta la colonia francesa cutre. Su barba es rubia, como su pelo. No tiene cicatrices. Tan solo su alma esta aboyada. El tiempo le ha respetado. Hace tiempo que Javier no se mete con él. Ambos se respetan en la distancia. Alguna cana circunstancial le da un encanto especial a su cara y unas patas de gallo ligeras, por las que resbala el sudor, cual tobogán de parque infantil, le dan cierto aire de dandy británico. Odia los móviles. Odia los portátiles. El escribe como D. Camilo José Cela… A mano. ¡Con dos cojones! Es de ideas conservadoras. A veces se sorprende a sí mismo con algunas liberales y otras veces es un rojillo consumado. Para las mujeres es un liberal. Odia todo lo establecido. No le gusta el orden. Le encanta el minuto y aun más el segundo. Lo material no le importa. Pero si el dinero. De joven las paso putas…. Comienza a chupar ávidamente el caramelo. El sabor se expande por la boca. ¡Cuidado con los empastes! A sesenta euros por cabeza, constituyen en ese momento la joya de la corona británica. Despacio, empieza a analizar a la gente que va ocupando el compartimento. Este es su pasatiempo preferido. El que le da de comer. Quizás pueda extrae algún personaje para su nueva novela. ¿Quién sabe? Observa algo anacrónico en la ropa de la guapa pelirroja. ¡Dios! La azafata lleva medias…. ¡Cuarenta grados! ¡Julio y con medias! Una idea lasciva se abre paso en la mente de Javier. Aquello debe estar triste, sudoroso y recocido. ¡Pobre muchacha! Despacio la azafata le entrega un periódico. Antes le lanza una mirada llena de intenciones. ¡Gracias guapa! 13

¡De nada caballerooooo! El ritual se repite. Por lo visto Gracita es socia de Renfe. De repente el niño y su madre hacen acto de presencia. Javier siente como su buhitos se encogen de pánico. El miedo le hace sudar. La lengua está seca. El caramelo se atasca. ¡Por favor! ¡Aquí no! ¡Virgencita del amor hermoso! El niño pasa de largo. Javier retira la mano, justo cuando el trasero advenedizo del niño la va a rozar los nudillos. ¡Quita bicho! El niño se aleja. Aun se vuelve una vez más. Javier, con el coraje que da la distancia, le hace una peineta. Una anciana que se sienta al lado, le mira con cara de pocos amigos. El belicoso infante desaparece. Javier continúa con la ardua tarea de cazar algún personaje. Observa la sabana africana que le rodea. Piensa que en Sevilla el trabajo se va a convertir en un castigo. Debe firmar ejemplares de su último libro durante dos días en unos grandes almacenes. Después las playas de Ibiza aparecen ante sus ojos. Eso le da ánimos. Terminara su pasión personal y después vuelta al paraíso. Ibiza. ¡Viva la pasión sexual! ¡Qué buenos recuerdos! El tren se pone en marcha. Todo el mundo charla alegremente. Los españoles siempre lo hacemos cuando algo se pone en marcha. La megafonía crepita, explicando algo. Seguramente una chorrada ¡Qué le den! De repente, una diversión inesperada y que parece estar incluida en el precio, surge al otro lado del cristal. Alguien corre intentado coger el tren. El personal al completo, observa cómodamente sentado al Jesse Owens. El español medio es muy cabrón. Todos mentalmente hacen apuestas. Algunos ponen cara de a “San Joderse”. ¡A patita macho! ¡Cuando tú salgas, nosotros llegaremos! ¡Qué guais! ¡Chincha revienta! ¡A que el muy cabrón llega corriendo antes que nosotros! –Dice el más puntilloso de todos-. Todo el mundo se descojona. Es la risa de la comuna. Del grupo. Del espíritu de manada. Javier sonríe por el cristal y mueve la mano cachondeándose del pobre individuo. Hace acción de correr los mil metros de manera imaginaria. Saca la lengua por un lado de la boca y mueve las manos como un corredor de fondo. Se ríe a carcajadas. Lo putea… De repente el individuo cae al suelo. El tontito de la estación se ha cruzado en su camino. Su maleta se abre y el tipo se queda atrás, recogiendo sus vergüenzas. Todo el mundo se descojona. Alguno ya lo añora. La panda de cabrones que se sienta en el coche, vuelve paulatinamente a sus quehaceres. La fiesta ha terminado. Elvis ha abandonado el edificio. Una pareja de novios habla entre sí, dos filas más atrás. Miralles pone atención y oído. Siempre le ha gustado chafardear.

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¡Ves! ¡Te lo dije! ¡Si será gilipollas! Tu hermano es la leche. Mira que llegar tarde ¡Y encima es el payaso de la fiesta! Todo el mundo se ríe de el…. ¡Qué vergüenza! No te levantes. Ya no tiene remedio. ¡Menudo cuñado cabrón¡ -Exclama el tipo que no da tregua a la pobre muchacha-. La joven llora preocupada por la suerte corrida por su hermano. El otro sigue con su rollo, Javier piensa que nada hay peor que tener un cuñado fachilla, intransigente y nada amistoso. Sin dejar de reír, recordando el gracioso incidente, Javier ve con pánico creciente, como la anciana le tiende una mirada nada amistosa. Reprueba su conducta ante el pobre perdedor que corría por el arcén. Miralles decide evadirse. No desea conflicto alguno. Javier observa al individuo que tiene sentado a su lado. Hay que despistar las balas trazadoras visuales de la anciana. El tipo en cuestión es obeso. Miralles piensa que el pobre indocumentado hace meses que no se la ve cuando mea. Pese al calor, conserva de manera obstinada anudada al cuello, una corbata amarilla chillona. Un asesinato de noche de reyes, seguramente comprada por la mano asesina de una suegra que le odia. La camisa azul cobalto esta empapada y perlada de manchas de sudor. El hombre es un desastre. Dos manchas de grasa afean el bolsillo. El hombre se abanica con un diario rojillo, de los de poca tirada, medio arrugado de tanto vaivén. El poco aire que absorbe el arrugado periódico y que logra mover con insegura irregularidad, cae sobre la frente perlada por pequeñas gotas aisladas de sudor. Miralles observa divertido que las toberas de salida de aire están cerradas. El gordito es un despistado perenne. Su cuerpo esta empotrado contra el estrecho asiento. Miralles levanta la vista y ve como la anciana penetra con su mirada en su coraza. Es obstinada la vieja. Javier siente como lee en su interior, como adivina su presente y su pasado. Va muy maquillada y parece pedir guerra, con su aspecto de bibliotecaria ávida de sexo oral. De repente esta se levanta. Pasea sus sesenta y muchos años por el pasillo. Viene hacia él, moviendo las caderas chirriantes. En otro tiempo fueron voluptuosas. Al llegar a su atura se agacha y le espeta al oído, suavemente, como la brisa matutina en la costa…. ¡Te espero en el baño guapo! ¡No tardes! Javier queda estático. Paralizado. Anonadado. La anciana podía ser su madre. ¡La madre que la pario¡ Se asoma al pasillo y ve como la anciana continua caminando con su baile voluptuoso. Se detiene en el baño. Abre la puerta. Le mira. Entonces sucede. La vieja no se corta. Le lanza un besito acogedor y que parece prometer llevarle al sumo nirvana. Javier mueve la cabeza negando lo ocurrido. Devuelve la mirada nervioso a otro pasajero. Este sostiene con fuerza, apoyada en un lado de su inmensa barriga y oprimida contra el asiento, una cartera de cuero. La protege con su vida. Javier siente como otro de los deportes nacionales llega por oleadas a su mente. El alcahueteo. ¿Qué demonios habrá en el interior de la cartera? –Se pregunta Miralles-.

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Una revista porno para mujeres. Un libro. Un vibrador. Tabaco. Pastillas Mitsubishi. Viagra. Unas braguitas sucias usadas por su última amante. Un contrato en Brodway. ¡Eso es! El tipo tiene pinta de empresario. Pero de esos empresarios que se venden al mejor postor. Hechos a si mismo….. ¡Albañil! Un narcotraficante del ladrillo y de los paralíticos que ponen el cazo en Ayuntamientos corruptos y Diputaciones. ¡Claro estúpido! Tiene pinta de albañil. Un albañil al que el ladrillo ha encumbrado. El instinto de Javier nunca le ha fallado. El obeso se incorpora un poco y comienza a rascarse la barriga. Después se rasca la calva. Luego mete disimuladamente la mano en el trasero y saca su calzoncillo del ano y lo recoloca. Hace calor y lo tiene pegado, atravesado y emboscado. Está nervioso. Visiblemente nervioso. La anciana vuelve. Ahora camina con paso firme de celadora de bloque de presidiarias. El rictus de nuevo serio. Conforme pasa entre los asientos, sus codos arrean golpes a los adormilados pasajeros. Lo hace por joder. ¡Jodida yo, jodidos todos! Una cantinela de quejidos y de quejas surge a su paso. La muy puta pide guerra. Esta cabreada por el coito no consumado. Afrodita cachonda y sin perro que la cubra. Miralles tiene suerte. Ocupa el asiento de ventanilla. Nada, ni nadie puede tocarlo. ¡Jódete puta! La cantinela continúa. Javier duda sobre la seguridad de su perímetro defensivo. ¡Ayyy! ¡Coño¡ ¡Señoraaaa! ¡Sera basta la tía! ¡Joder! ¡Auffgf! Esta cabreada. Ofuscada. No ha sido cubierta por un macho obsceno y salvaje dentro del baño del Ave. Una de sus fantasías eróticas jamás cumplidas. Al llegar a la altura de Javier, se detiene bruscamente. Agacha su arrugado cuerpo, acercándose a la ventanilla. ¡Ay madre! -Piensa Javier-. ¡Cobarde! ¡Picha floja! Los tíos de mi generación tienen los cojones pegados al culo, como los tigres. Los vuestros están en las orejas. Os sirven de motivo navideño decorativo….. ¡Mamón! ¡Jesuita! La anciana se aleja a toda máquina y arriba a su asiento con una rápida maniobra. Javier se la queda mirando impresionado. La abuela ninfómana se sienta en su asiento. Abre una revista de economía y desparece imbuida en su lectura. Javier se ha dado cuenta de que la mujer ha debido orinar. Al subirse las bragas y la falda, esta ha quedado sujeta en la goma de la ropa interior. La anciana ha paseado su braga enorme, de color carne y su culo arrugado, por todo el tren. Nadie ha sentido erección alguna al verla pasar. Eso sí. La señora está acostumbrada a mandar. De eso no ha duda. Ella decide siempre la posición en la cama. Javier permanece pensativo unos segundos mientras la observa fijamente. Al lado del obeso pasajero, hay sentado un pasajero que llama la atención de Javier. Es atlético. Con porte aristocrático. De unos cincuenta años. Unas cascadas blancas y grises, muy elegantes adornan su cabello. Las canas le confieren un porte distinguido. Su cutis es fino. Sus manos nunca han trabajado. Son débiles y escurridizas. Su cuerpo no ha sufrido. El pequeño casquete rojo que adorna su cabeza dice mucho de él. De su pasado y de su futuro. Es un 16

príncipe de la iglesia. Un grueso anillo con una piedra de color rojo, indica su status dentro de la iglesia. Una cascada de papeles, satura una pequeña mesa auxiliar, sobre la que permanece encendido un ordenador portátil de última generación. La iglesia se moderniza…..Los ojos del obispo se levantan unos instantes de los papeles. Cual fieles guardianes de la seguridad de su amo, identifican en cuestión de segundos los alcahuetes ojos de Miralles. Son inteligentes y agudos. Han vivido y visto muchas cosas. Javier se acojona. Piensa que el principito de la iglesia católica le ha localizado. Tal vez intente devolverle al rebaño. Sonríe como un gilipollas. Eso es. Hazte el católico. Sonríe como un gilipollas –Piensa Miralles asustado-. El cura le ignora. No devuelve el saludo. No devuelve la sonrisa. No devuelve nada. Todo lo guarda para él. Todo lo guarda como un avaro de Moliere. Directamente se zambulle en sus papeles. Javier observa la imagen que le devuelve duplicada el cristal de la ventanilla del tren. Una fila de imágenes cinéfilas, se aglutinan en la pantalla del ordenador. Javier no logra identificar su contenido. Afina su vista, tal y como solía hacer, cuando estudiaba. El fue en sus tiempos un maestro en la ardua tarea de copiar el examen del vecino. No consigue descifra nada. A Javier nunca le gustaron los príncipes de la iglesia. Una cita de su mejor amigo de niñez acude a su mente ¡Ni curas ni monjas, mejor maricones! ¡Pero maricones, maricones! Anguita, el auto de la frasecita, se convertiría con el tiempo en el autor de su primera experiencia homosexual, una calurosa tarde de verano, en el pueblo donde veraneaba con sus abuelos todos los años. Javier aun recordaba su falo largo y fino como el cuerno de un Miura. La cabecita pequeña y rojita de su glande. Los cuatro pelos emergentes que adornaban unos pequeños cojoncillos de canario. Todo un poema sexual. Nunca hubo penetración, tan solo rozamientos y primeros orgasmos. Exploraciones de adolescentes que buscan ávidamente un sitio en la vida orgásmica. Un escalofrió sexual recorre su espalda. Siente frio. El aire acondicionado esta a máxima potencia. Se apodera de su cuerpo. De sus sensaciones. Una premonición acude a él. Se asusta. ¡Ya empezamos! Decide ignorarla. Hoy no. Estoy de viaje de negocios. No estoy para premoniciones. Esta resurge de nuevo. ¡Que no! ¡Hoy no! Al final esta llega. Es un flash rápido. Un mensaje furtivo que llega de un mundo paralelo. ¡Cámbiate de vagón! ¡Ya! La orden es imperativa. Javier la ignora. Desde niño posee este don. Algo o alguien, le termina avisando, sobre la inminente llegada de sucesos inesperados. Ve cosas. Ve el futuro. Es su pequeño secreto. Siempre viaja con él. Nunca factura esa maleta. Es personal e intransferible.

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Varios asientos más atrás un muchacho escucha la música que surge de su reproductor El cuerpo atlético está colocado en una posición imposible e inverosímil sobre el asiento. Expresa malestar. Descontento. El mensaje es claro e inapelable. Rebeldía congénita. Soy de los del quince M, un indignado. Un cabronazo de aúpa. No quiero trabajar. No quiero estudiar. Eso sí, se protestar y protesto. Por protestar que no quede. Y sobre todo lo del trabajo cuanto más lejos mejor. Que esto de protestar mola. Que es la rehostia. Odio a los sociatas. Odio a los peperos. ¡Qué no…. Que no…. Que no nos representan, que no! Por odiar que no quede. Eso sí, pacifista lo soy y un buen rato. No sea que un policía me dé por el culo con su porra mágica. A los polis no se les aplaca con flores, como en la revolución portuguesa. Estos tienen muchos cojones y no se anda con chiquitas. Me gusta marcar a los políticos en la espalda con cruces blancas y si son catalanes, pues mejor. De lo que reivindicamos ayer, pues la verdad no me acuerdo. De lo que reivindicábamos hace una semana. Pues vaya usted a saber. La cuestión es reivindicar y no trabajar. No vaya a darnos un pasmo, si recibimos una carta del Inaem. Javier sonríe. Le gusta imaginar actuaciones y comportamientos. Con el chaval cree haber dado en el clavo. La pelirroja azafata le observa de reojo. La mirada seria y adusta cuando pasa por su lado. No se gustan, ni se atraen mutuamente. Para el activista de tres al cuarto, ella representa el curro. El esfuerzo. El trabajo diario. Para ella, el es el vago ocasional. La dejadez personificada. El abandono. La cobardía. El insulto gratuito hacia otros que tanto se esfuerzan. La falta de espíritu democrático. El espíritu de la manada, predecible y cansina. El coleguita de rasta y anillo en la oreja. El porrito fácil. Eso si todo muy ordenado. Todo en comités y todo por la cara. Asambleas de vagos. El muchacho destila ideales por todos los agujeros de su cuerpo, incluido el del ano. Ideales que dentro de veinte años cuando sean gerentes, médicos o abogados, habrá olvidado. La pasta es la pasta. Todo por la pasta. ¿Se encuentra bien señor? -Pregunta la azafata al joven-. El muchacho se quita con pausado pasotismo los cascos y le contesta forzadamente, casi perdonándole la vida. Si tía. Todo bien. No te preocupes. Es que como veo que prácticamente viaja con el culo en el suelo. ¿Me preguntaba si esta incomodo? El señor tal vez tenga almorranas…. Tengo Hemoal Forte en la cabina, lo digo por si quiere untárselo en los oídos. El muchacho no comprende. Pone cara de hastío. Esta asustado. En el fondo es un cagón de tres al cuarto. La azafata pelirroja se acerca a su oído. Miralles se pone cachondo ante lo que se avecina. La pelirroja es peligrosa y esta armada con Hemoal.

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¡En mi tren, los tíos viajan con el culo pegado al asiento, como hombrecitos! ¡Los que no lo hacen, los que van de durillos, terminan con la picha cogida entre las dos puertas que separan los departamentos! El ataque arrecia. La guerra relámpago anti sistema ha estallado. ¡Con los cojoncillos de estos individuos, el conductor de este tren, personaliza las palancas de mando de la cabina¡ ¿A qué mola guapo? ¡Ahora siéntate bien payaso! El muchacho asustado se incorpora. Hace acción de armarla, pero viendo la cara de la azafata decide pasar del tema. Ella cambia la faz de su cara. Sonríe. Se incorpora y camina por el pasillo alejándose, mientras un ligero “Fruss…. Fruss” se escucha a su paso, al frotar muslo sobre muslo, con las oscuras medias. La azafata es toda una mujer. Una hembra de armas tomar. Una española de las que no quedan. Javier la ve pasar. Siente una erección. Le gustan las mujeres con dotes de mando. Ha escuchado el mensaje siciliano que ha enviado al mierdecilla del quince M. El orgasmo ha sido prematuro. Esta muchacha me pone –Piensa excitado-. Baja la vista. Observa su monte y decide conservarlo el máximo tiempo posible. Orgullo y pasión. Una elegante mujer le observa esta vez a él desde hace rato. Es rubia oxigenada. Pelo corto. Moderno. Corte caro y agresivo. Piel sobrealimentada con productos y sustancias secretas. Labios gruesos. Sensuales. Pechos recargados y bien alimentados de silicona. Caras joyas adornan su piel. Traje chaqueta azul marino. Coco Chanel. Del tipo ejecutivo. Bragas blancas… Se le suponen. Javier se las ha visto ya dos veces tras sendos cruces de piernas. Al bajar la vista las cosas empiezan a torcerse. Tobillos gruesos. Pantorrillas redondas y remarcadas. Una mujer acostumbrada a permanecer largos periodos de tiempo de pie. Los dedos de los pies, que se asoman por las caras sandalias de tacón, son horrorosos. Parecen haber sido esculpidos por Miguel Ángel un día de juerga. Han caminado todo el recorrido del París-Dakar. Las uñas están pintadas con esmero, pero su aspecto e imagen son las de un minero. Un desastre para la feminidad que destila la mujer. Javier se fija en el portafolios, repleto de papeles, que permanece abierto sobre la mesita y un ordenador portátil. Habla y habla por teléfono sin parar. Una muchacha que parece ser su secretaria atiende dos móviles a la vez. Una vida complicada. La ejecutiva agresiva cruza de nuevo las piernas. Parece poseer el don de la languidez en ellas. Miralles parece hablar en sueños. No sigas pequeña. A la anciana la he perdonado la vida. A ti puedo declararte la guerra amatoria en toda la línea. Los gemidos podrían oírse en el baño. En la estación. En el palacio real. En Venta de Baños y hasta en Java. ¡Cuidado pequeña! ¡Yo soy de los que gimen con ardor cuando lo hacen! 19

El engreído machito sigue enviando mensajes subliminales a la atractiva mujer. Esta pestañea suavemente cuando él la mira directamente. No sonríe. Enarca las cejas. De pronto se levanta y se acerca al sitio que ocupa Javier. ¡Te pasa algo en la cara tontolaba! Javier deja de sonreír. ¿Qué le ha llamado? ¿Tontolaba? ¡Sera puta! El portaviones Nimitz lanza todas sus fuerzas al aire. Miralles es el objetivo. ¡Bicho! ¡Cochino esmirriado! ¡Hijo de una pulga sifilítica! ¡Odio a los de tu calaña y a todos los gorriones con la picha pequeña como tú! A Javier la mingua se le encoje dentro del calzoncillo. Los cojones han volado. Hace rato que no siente el ano. Su picha toma la decisión bilateral de escapar como sea de su entrepierna y busca un nuevo receptor. Alguien que no se achique. ¡Sigues mirándome picha cocida? ¡Te escupiré en el ojo y en la cara! ¡Me cagare en tu alma y me cagare en tus antepasados hasta rayar el origen de los tiempos! ¿Entendido primate Neardenthal? Javier se siente morir. Escucha una risita tocapelotas, unos asientos por delante del suyo. Alguien se divierte a su costa. La aviesa dama desaparece. ¡Menuda cobra! Un tipo con una cara extraña y unas enormes gafas de sol, ríe a carcajada limpia. Ríe como un conejo, apoyándose en sucesivas letras “íes”. ¡!IIIIIII..iiiiiii..IIIIII……! Va vestido de blanco y pese a estar a cubierto, luce un precioso sombreo panamá. Javier Miralles tiene su orgullo herido por un machorro de tres al cuarto. Una cabo cuartel, engreída y solitaria. Una camionera de la nacional II. ¡Peor para ti Zorra! ¡Qué te den! Javier se centra en el sudaca. Porque parece un sudaca. Sigue riendo. Javier observa la cara del individuo en cuestión. Es un mapa sintético. Una guía de lo que no se debe hacer con la cirugía estética. Su cara es un patético sinsentido. Sus rasgos han desaparecido. Sonríe mecánicamente. Suda artificialmente. Javier imagina rápidamente en su cuerpo desnudo. ¡Dios mío! ¿Cómo tendrá la picha? ¿La barriga? ¿El culo? Parece el hermano de Frankenstain. Javier se lo imagina deformado. ¿De qué se ríe el muy idiota? Todo henos fracasado alguna vez con el sexo débil. El es una obra maestra de Cellini, pero en proceso de carboncillo. Todo es inconexo. Irracional. De repente logra ver sus manos… Miralles sufre un sobresalto. Sus manos son como garras. ¿Pero que te has hecho gilipollas? ¿Qué te has hecho? El sudaca adivina su pensamiento. De repente se pone serió y se sume en la lectura de un libro enorme. Un tocho de ladrillo comercial y sobrealimentado, con pasajes artificiales de relleno y 20

conversaciones intranscendentes y alargadas hasta la saciedad, de un autor de nombre impronunciable, hijo de la Gran Bretaña. ¡Lo que sea para llegar al P.V.P. Orientativo de la editorial de turno! ¡Inadmisible menos de treinta euros el tocho! Javier recuerda haber leído uno de ellos. Son buenos para la siesta veraniega y para planchar con su peso los calzoncillos bóxer. También le provocan la caquita cuando uno está atascado. Dúctiles y soberbios en el excusado. Recuerda que un médico Irlandés le indico, que la mitad de los ingleses andaban estreñidos y la otra mitad estaba en camino de serlo. Seria por los tochos insondables del autor inglés. Un misterio. Javier se aburre en el tren. Siempre le ocurre. Pese al observatorio general encubierto que envuelve el vagón, se aburre. En el avión, mientras todos duermen en un vuelo transoceánico, uno puede taparse con una manta, bajarse los pantalones y meneársela a gusto un rato. Todos duermen. Muchos de ellos ya lo han hecho. Da igual. Aquí no se puede hacer esto. Todos se observan con aire cansino y vividor, trasnochador. Pero alerta y en guardia. Atentos a la jugada ¡Cuidado que ese se desmarca! ¡A ver quien tiene cojones para cascársela en medio de esta cuadrilla de chivatos! En un instante incoloro y a cámara lenta, Javier intuye más que ver, como el vagón comienza a moverse en una dirección físicamente imposible La derecha se convierte en Izquierda y está en centro. Algo va mal. El ángulo es cada vez mayor. Un ruido lejano llega a sus oídos. Las maletas y equipajes ligeros salen despedidos. Una marea mortal de bultos pasa sobre su cabeza. Después se siente flotar en su asiento. Ninguna ley natural le sujeta. Siente un golpe en su hombro y otro en la cabeza. Lo último que escucha son gritos cada vez más lejanos y un estruendo enorme. Después el silencio. La oscuridad. La paz.

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