Fuga a dos voces: Las verdades sobre William James

Fuga a dos voces: Las verdades sobre William James The first fact for us, as psychologist, is that thinking of some sort goes on. I use the word think

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Fuga a dos voces: Las verdades sobre William James The first fact for us, as psychologist, is that thinking of some sort goes on. I use the word thinking, in accordance with was said [earlier], for every form of conciousness indiscriminately. If we could say in English ‘it thinks’, as we say ‘it rains’ or ‘it blows’, we should be stating the fact most simply and with the minimun of assumption. As we cannot, we must simply say that thought goes on. Principles of Psychology

Es bastante probable que un estudiante de psicología se encuentre con James en dos ocasiones –sólo dos ocasiones. Por una parte, Principios de Psicología (1890) es un clásico de la historia –más o menos estándar– de nuestra disciplina; por otra, las aportaciones de James al estudio de las emociones son de obligada referencia en los libros acerca del tema. Menos frecuente es toparse con él como parte de la corriente filosófica llamada pragmatismo, activa en buena parte de las bases de la Escuela de Chicago. Es sin duda Mead el que puede resultar más visible para la psicología social, como figura central de esa Escuela, y como el que creó las condiciones de posibilidad de reflexión de la interacción mediada simbólicamente (tal y como después quedó sistematizada bajo el nombre de Interaccionismo Simbólico por Blumer). Así que, en lo en lo que se refiere a la influencia del pragmatismo en la investigación social, James no parece tener mucha presencia. Sólo si seguimos por los derroteros de cuestiones más generales sobre la naturaleza del conocimiento como las que puede plantearnos una psicología social crítica, es posible que autores como Rorty, Putnam o Goodman hagan referencia a James (aunque sólo en el caso de Putnam la referencia sea sustancialmente tratada).

Una de las preocupaciones fundamentales de James –si no la mayor– era la experiencia: el más inexpugnable bastión del Misterio, la propia consciencia, ese extraño “devenir” al que uno –y sólo uno– tiene acceso privilegiado. Es, indudablemente, terreno resbaladizo –como atestiguan sus escritos, intentos de Esteban Laso y Anna Vitores (http://estebanlaso.com)

someterla a un cierto orden y purgarla de las impurezas metafísicas a las que era tan sensible: “afirmo que la palabra consciencia no se refiere a una entidad, sino a una función”. Mas esto no hace imposible hablar de ella –siempre que no cedamos a la tentación de “transmitirla”, “comunicarla”, “hacerla inteligible”. De hecho, nos resulta inimaginable el hablar sin ella –aunque quizá no imposible: candente controversia envuelve la pregunta de “¿pueden los ordenadores ser conscientes –aunque superen la Prueba de Turing?”

Las características de la experiencia afectiva que, por evitar ambigüedades, pienso que puede llamarse estado de certeza y no estado de fe, se pueden enumerar fácilmente... La segunda característica es la sensación de percibir verdades desconocidas. Los misterios de la vida se hacen claros... Y con frecuencia más sutiles normalmente, la solución casi siempre imposible de traducir a palabras. Variedades de la experiencia religiosa

La falta de visibilidad tiene un cierto sentido. Es innegable que una de las contribuciones más interesantes del pragmatismo para el estudio de la los procesos sociales –abrir las vías para susituir el papel fundante de la conciencia, el yo pensante, por el de la acción social– no proviene de James. Tenemos que esperar a autores como Dewey para que el pragmatismo operara una transición hacia categorías propiamente sociales y colectivas. James no parte de la acción, sino de la corriente de experiencia; y esto de “experiencia”, “sensaciones” y demás avatares fenomenológicos parece poco adecuado para una psicología social que ha tomado precauciones al tratar con realidades psicológicas individuales situándolas en pautas de acción cultural.

La “experiencia” a que se refiere no es la de Hume, Locke y la escuela asociacionista, un conjunto desordenado de “ideas e impresiones” aisladas y autosuficientes que se enlazan por contigüidad. Por el contrario, si la “experiencia” primigenia es caótica, lo es por la ausencia de diferenciación entre el torrente de movimientos “internos”, por las relaciones “conjuntivas” Esteban Laso y Anna Vitores (http://estebanlaso.com)

que los asociacionistas habían ignorado; por la necesidad puramente lógica de considerar una semejanza para implantar una diferencia –y viceversa–, que James tomó de Hegel y de Lao-Tsé (fuente harto inusual en su contexto).

Los dioses en quienes confiamos son los que necesitamos y podemos usar; los dioses cuyas exigencias refuerzan lo que exigimos de nosotros y de los demás. Variedades...

La experiencia, en James, no es sin embargo reductible a la sucesión de datos sensoriales, más o menos cosificados por los sentidos, que había definido el positivismo al estilo del Círculo de Viena. La experiencia de James es del ámbito de lo “sentido”, de lo irreductiblemente concreto y subjetivo, irracional, multiforme y cualitativo. Y es por eso que es inefable, no conceptualizable: cualquier conceptualización supondría una pérdida, una alteración porque los conceptos universalizan y despersonalizan lo que es por esencia personal y singularizado 1 . Así que en ese sentido, James es culpable de psicologismo y subjetivismo y parece poco apropiado para dar cuenta de lo social y de la relación. Aun así, una psicología social crítica que participa de un talante antirepresentacionista –como el de Filosofía y el espejo de la naturaleza (Rorty, 1979)– ha de encontrar sugerente la concepción de la verdad de James en Pragmatismo (1907). En este sentido, lo que se deriva de esa lectura es perfectamente asimilable a la concepción del conocimiento rortyana, no como aprehensión de la verdadera realidad sino como una forma de adquirir hábitos para hacerle frente.

El método por excelencia de la psicología es, en consecuencia, la introspección –pero practicada de cierta manera. A diferencia de Descartes, James hace de

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Faerna, Ángel Manuel.(1996). Introducción a la teoría pragmatista del conocimiento.

Madrid: Siglo Veintiuno.pag.99 y ss.

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ella una base inamovible –pero sujeta a corrección si y sólo si es desmentida por la experiencia posterior. Puede que nos engañemos al hacer una observación; pero aun siendo este el caso, el engaño en sí, la experiencia que hemos vivido, es indudable; o, más bien, no es “cierta” o “falsa”, simplemente es. Así, “la introspección es difícil y falible; y su dificultad es simplemente la misma , en general, de toda observación”.

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LA VERDAD SEGÚN EL PRAGMATISMO When old truth grows, then, by new truth’s addition, it is for subjective reasons. We are in the process and obey the reasons. That new idea is truest which performs most felicitously its function of satisfying our double urgency. It makes itself true, gets itself classed as true, by the way it works; grafting itself then upon the ancient body of truth, which thus grows much as a tree grows by the activity of a new layer of cambium. Pragmatism

El pragmatismo 2 sustituye la correspondencia como criterio de verdad por una visión de esta en términos de eficiencia y utilidad: la verdad como aquello en que nos es bueno y útil creer. Esta visión, deliberadamente “pragmática” (en su sentido más literal), supone un acercamiento audaz en lo que a fundar el vértigo relativista se refiere.

El sentido de buscar la verdad En primer lugar James rechaza la búsqueda de la Verdad como un fin en sí mismo, cosa que caracteriza a buena parte de la tradición filosófica occidental y a nuestra concepción habitual de la empresa científica. James critica la idea de que la verdad es el fin del pensar: “alcanzar la verdad, poseerla, conocer, es cumplir con el destino del pensar”. Y este es quizás uno de los aspectos más pragmatistas de su teoría: “la posesión de la verdad, lejos de ser aquí un fin en sí mismo, es solamente un medio preliminar hacia otras satisfacciones vitales”. No sólo no es un fin en sí mismo: lejos de ser un principio que antecede y anima la “búsqueda”, la verdad es el nombre abstracto de un resultado, una de tantas cosas que se hacen a medida que caminamos. 2

En adelante cuando se aluda al pragmatismo se estará haciendo referencia al pragmatismo

de James en Pragmatismo.

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No obstante, entre la experiencia en sí misma y el registro de ella aparece un incómodo intermediario, cuya naturaleza última es el recuerdo; la tonalidad emocional, los pequeños detalles, la vívida calidad de lo que sentimos en este preciso momento se desvanece concomitantemente con –tal vez incluso a consecuencia de– la aparición de las palabras con que lo expresamos: “el presente estado de consciencia, cuando digo «me siento agotado», no es el estado directo de agotamiento; cuando digo «me siento airado», no es el estado directo de ira. Es el estado de decir-me-siento-agotado, de decir-me-sientoairado –asuntos por completo diferentes...” A esto corresponde el primer y principal error en que el psicólogo puede incurrir, la desorientadora influencia del lenguaje –pletórico de adjetivos, sustantivos y verbos para cosas “externas” pero carente de precisión al referirse a la experiencia misma: “Es difícil enfocar la atención en lo innominado, y esto acarrea una cierta vaguedad en los fragmentos descriptivos de la mayoría de psicólogos” 3 .

Crítica a la verdad como correspondencia A lo largo de Pragmatismo, James se opone indistintamente a la actitud del absolutista, del racionalista o del intelectualista, que mantienen que “verdad” es una relación entre las proposiciones y la realidad. Para James, decir que “verdad” significa adecuación (y “falsedad” inadecuación) con la realidad no es un problema para un pragmatista; en este sentido, el absolutista, el intelectualista y el racionalista podrían coincidir con su posición. Las diferencias vendrían a la hora de entender el sentido y el alcance de los términos de adecuación y realidad. La adecuación es para el pragmatismo una cuestión de orientación, “orientación útil” hacia la acción. “La verdad de una idea no es una propiedad estancada inherente a ella. La verdad acontece a una idea. Llega a ser cierta, se hace cierta por los acontecimientos. Su verdad es, en efecto, un efecto, un proceso, un suceso a

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James roza aquí el problema del lenguaje privado de Wittgenstein.

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saber: el proceso de verificarse, su veri-ficación”·. Y si subraya la etimología de veri-ficar es para enfatizar el sentido pragmático de verificación, de hacerse verdadero: el de orientación “agradable” de la acción, agradable porque sentimos que las cosas concuerdan, funcionan. No es, por ende, el concepto positivista de verificación a través de los sentidos; aparte de que la concepción de experiencia de James (como ya hemos dicho) es otra, el lugar de análisis no es el de las creencias en abstracto sino el de la acción y las prácticas cotidianas. Por su parte, el sentido de realidad de James no es el de algo estable y enfrentado a la acción sino conformado en continua interacción por esta.

We want to have a truth; we want to believe that our experiments and studies and discussions must put us in a continually better and better position towards it; and on this line we agree to fight out our thinking lives. But if a pyrrhonistic sceptic asks us how we know all this, can our logic find a reply? No! Certainly it cannot. It is just one volition against another –we willing to go in for life upon a trust or assumption which he, for his part, does not care to make. The will to believe

Así, la “experiencia” de James está indisolublemente unida al cuerpo, a la “sensación” que de él tenemos y que es, en último análisis, la fuente de la continuidad del self, del sentimiento de “calor y familiaridad” que tiñe los pensamientos que llamo míos. El “psicologismo” que se le ha atribuido y el consiguiente anatema de “esencializar” un “yo” que piensa o experimenta – pobre fundamento para una psicología social “construccionista” o “no fundacionalista”– son simplemente erróneos. La metafísica esencialista estorbaba tanto a James como al más avezado de nuestros posmodernos redentores; el yo kantiano y el cartesiano le daban urticaria –y la ausencia de yo de Hume o Buddha le sabían a poco.

La verdad se hace

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Así la veri-ficación y la satisfacción son dos de los conceptos centrales que descansan en la inteligibilidad jamesiana de la verdad: la idea, la creencia, es verdadera si se verifica (si se hace verdadera); y se verifica cuando satisface las demandas de orientación, integración y conexión en la experiencia concreta del individuo. La verdad se hace en la experiencia; es algo esencialmente ligado con el modo en el que un momento de nuestra experiencia puede conducirnos hacia otros momentos a los que vale la pena ser conducidos; es la relación, más o menos funcional, entre unos términos de nuestra experiencia llamados “sustantivos” y otros llamados “verbos”. Las ideas verdaderas nos llevan a regiones verbales y conceptuales útiles a la vez que nos relacionan directamente con términos sensibles útiles. Nos llevan a la congruencia, a la estabilidad y al fluyente intercambio humano. Y cabe señalar que a pesar del carácter absolutamente individual que para James tiene la experiencia (que es la que veri-fica la verdad, la que la hace), las verdades son (al menos ocasionalmente) insertadas en el seno de las prácticas sociales: “Todo pensamiento humano es discursivo; cambiamos ideas; prestamos y pedimos prestadas verificaciones, obteniéndolas unos de otros por medio del intercambio social. Todas las verdades llegan a ser así construcciones verbales que se almacenan y se hallan disponibles para todos”.

To deny plumply that ‘conciousness’ exists seems so absurd on the face of it –for undeniably ‘thoughts’ do exist– that I fear some readers will follow me no further. Does Conciousness Exists?

Su obra tardía intenta resolver esta tensión mediante un nuevo modelo: “El «yo pienso» que según Kant debía ser capaz de acompañar todos mis objetos, es el «yo respiro» que en efecto los acompaña. Hay otros hechos internos además de la respiración...; pero [esta], que fue desde siempre el origen del «espíritu», el aliento moviéndose hacia afuera, entre la glotis y las fosas nasales, es, estoy convencido, la esencia de la que los filósofos han construido la entidad

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conocida como consciencia. Esa entidad es ficticia, en tanto que los pensamientos en concreto son plenamente reales. Pero los pensamientos en concreto están hechos de la misma materia que las cosas”.

James lamenta que sus críticos malentiendan que la verdad es para él cualquier cosa que a uno se le antoje: relativizar la verdad insertándola en el curso de las consecuencias de la acción no es sugerir que cualquier creencia que nos apetezca funcione (“... los nombres son arbitrarios pero una vez entendidos se deben mantener...”) sino que lo que efectivamente funciona en el sentido de que nos lleva y nos coordina de forma satisfactoria con otras experiencias es lo que terminamos por llamar “verdadero”. Lo que sí queda claro es que lejos de situar la verdad en la esfera de lo universal, de lo invariable, de la representación de la realidad, James la sitúa en la acción, la práctica. Las creencias verdaderas no lo son independientemente de las prácticas en las que se encuentran inmersas.

“Pero el pragmatismo que habita en mí es tan diferente de la idea que he logrado despertar en otros...” La verdad es simplemente un nombre colectivo para los procesos de verificación, como uno de tantos procesos conectados con la vida, que prosiguen porque funcionan, porque su prosecución “retribuye”, porque las verdades “pagan”. Son este tipo de expresiones como el de la rentabilidad de la verdad, las que le costarían a James un buen número de críticas. La lectura de Pragmatismo es un buen ejemplo de la irreverencia que James buscaba provocar –y que desde luego provocó, quizá en demasía: “además de escandalizar a los oídos del mismo Pierce (...) la táctica de James tenía el serio inconveniente de ahorrarles a ciertos críticos del pragmatismo el trabajo de buscarle una interpretación lo suficientemente frívola, simple y vulnerable como para despacharlo sin esfuerzo” 4 . Es de esta forma que el uso de términos como “cash value” [valor de caja] para describir las consecuencias

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Faerna, Ángel Manuel, op. Cit. pp.120

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prácticas por las que podía verificarse una proposición agudizaron las críticas “hasta el punto de ver en ello un larvado espíritu comercialista, hostil a todo tipo de filosofía y ciencia 5 ”. Si durante mucho tiempo las críticas al pragmatismo se reducían a tacharlo de expresión directa de cierta idiosincrasia norteamericana se debió en buena parte en que fue James quien más lo dio a conocer.

Tampoco es necesario, por otro lado, un “yo” que organice la corriente de eventos, apisonando sus discontinuidades y demarcando sus bordes y transiciones; es que la continuidad en sí es parte de la experiencia, al igual que la discontinuidad; es sentida, percibida, vivida –no emerge desde un sustrato ulterior ni es introducida forzosa y abruptamente por algún agente. No es sólo que la experiencia sea el fundamento de toda posible filosofía; es que, en rigor, no hay nada más que la experiencia –nada “más allá” o “por debajo”, nada que no lo sea. De nuevo ha de distinguirse entre James y Hume: “nada hay en la mente que no haya pasado por los sentidos”, pero debido únicamente a que “sentidos” y “mente” son una y la misma cosa.

Estas palabras, si no os provocan la sonrisa al oírlas, probablemente pulsen cuerdas en vosotros que la música y el lenguaje tañen juntas. La música nos transmite mensajes ontológicos que la crítica no ontológica no puede contradecir, aunque pueda reírse de nuestra locura al tomarla en serio. Variedades...

Hay otro William James, uno oscuro e intuitivo, que los teóricos sociales preferimos olvidar. Es el que escribió sobre la experiencia y su función en la creación de la “verdad” o sobre la utilidad de los alucinógenos para comprender la filosofía hegeliana; el que se tomó en serio la hipnosis, la escritura automática y la transmisión de pensamiento haciendo experimentos y visitando a médiums –y el que leyó un resumen de sus conclusiones ante la

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Joas, Hans, op.cit p.114

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egregia Society for Psychical Research; el que cita a Lao-Tsé y Buddha comparándolos con Hume; el que cree en Dios aunque sea imposible porque la creencia en sí misma reditúa; el que repara en el sentimiento –no el método, las condiciones o la forma– de la racionalidad; el que confiesa que las emociones influencian toda filosofía que un ser humano pueda desarrollar; el que hace del cuerpo un agente ineludible –responsable del sentimiento de “calor e intimidad” que permea los pensamientos que son nuestros y de la sensación de continuidad que nos confirma que seguimos siendo “yo mismo”. Es el autor de afirmaciones como: “Yo mismo hice ciertas observaciones... bajo el efecto del óxido nitroso... (etc)”; “La religión, sea lo que sea, es una reacción total del hombre ante la vida. Por consiguiente, ¿por qué no decir que cualquier reacción total sobre la vida es religión?”; “Una mente es un sistema de ideas; cada una con la excitación emotiva y con las tendencias impulsiva e inhibitiva [sic] que se verifican y refuerzan mutuamente”; “No podemos dividir al hombre en una parte animal y otra racional. No podemos distinguir los efectos naturales de los sobrenaturales, ni entre estos últimos podemos saber cuáles constituyen favores de Dios y cuáles son simples operaciones falsificadas del demonio”. Ha sido tan sencillo adoptar sus intuiciones pragmáticas sobre la verdad y la verificación como olvidar su énfasis en la experiencia, el pensamiento, el-mundo-tal-como-es-sentido – incómodos lastres para una ciencia social libre de “metafísica” y “psicologismo”. En el ínterin, la consistencia de su sistema –el que la “verdad” entendida pragmáticamente sólo sea concebible dentro y a partir de la experiencia– ha sido reemplazada por la supuesta contradicción –entre “experiencia interna”, por ende “privada” (y no sé cuál de ambos adjetivos es peor), y “externa” o “pública”; entre “experiencia” (irritantemente teñida de “psicologismo”) y “acción” (de delicado aroma etnometodológico). O, lo que es peor, la “experiencia” no se refuta, sólo deja de ser importante –con ese sofisticado desprecio del que sólo los iniciados somos capaces. Lo que James tenía que decir sobre la verdad, la epistemología y el método científico nos resulta hoy fascinante y casi profético; lo que perpetró al hablar de misticismo, religión, óxido nitroso y “pura experiencia” era meramente un intento de reconciliarse con la figura de su padre, swedenborgiano convencido. Un juego análogo a la impugnación del discurso de cualquier paranoico. James ha pasado por el olvido selectivo de las ciencias sociales –al igual que Sigmund Freud, cuyas incursiones (de la mano de Fliess) en la numerología y las simetrías biológico-

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psíquicas (“las relaciones entre la nariz y el aparato genital femenino”) serían más tarde reflejadas en las significativas casualidades numéricas inconscientemente determinadas de Psicopatología de la vida cotidiana y la figuración onírica de La interpretación de los sueños; o que Isaac Newton, cuyas lucubraciones sobre la tradición hermética, la alquimia y el Arquitecto del Universo conforman la abrumadora mayoría de su obra escrita –cosa que seguiríamos sin saber si no fuese por John Maynard Keynes. En Pragmatismo, James afirma que la más importante diferencia entre filósofos es la que separa los pluralistas de los monistas; los que creen que el universo es Uno de los que lo ven como un conjunto de entes intrínsecamente separados. El mismo tendía hacia el pluralismo; pero sus experiencias místicas bajo el influjo del óxido nitroso (que refiere en Variedades... y en Subjective Effects of Nitrous Oxide [1882]) le descubrieron la posibilidad de que aquellos grandes opuestos convergiesen en uno –que fuesen vestiduras de una misma realidad. En parte, su filosofía trata de conciliar las tensiones entre ambos extremos –con discutible éxito. Por nuestra parte, declinamos el esfuerzo de intentarlo.

Esteban Laso Anna Vitores

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